Cap.3
EN BUSCA DEL PERDON
Simplemente no podía, jamás entendería al pervertido que tuviera por padre.
Era bello en cada aspecto, mas seguía siendo un mocoso ante sus ojos, con el paso del tiempo su relación había mejorado gradualmente, aun no podía tomarle, lo cual parecía no importarle en lo absoluto a su consorte quien comenzaba a sentirse a gusto en su compañía, sin ponerse nervioso al punto de temblar de terror apenas le tuviera a su lado, sobre todo al reposar en el lecho. Quizás su relación no fuera de lo mas convencional pero estaba orgulloso de su mocoso, como le gustaba llamarlo, sobre todo cuando le veía enfrentarse en combates de practicas con los mejores hombres que tuviera por soldados. Para nadie pasaba desapercibido esto, su rey cambiaba completamente al estar con su consorte, “aaaa, el amor”, solía decirle su mano derecha, sin imaginarse que aquello era un amor limpio y puro, no uno burdo como a muchos les gustaba imaginar en las parrandas nocturnas junto a su monarca, quien satisfacía las necesidades del cuerpo con un par de amantes, bien conocidas por todos, mas no para su consorte, lo cual nunca fue mal visto, ya que era costumbre entre macho recios, matar las insanas ganas de forma salvaje con otros y no así con sus amadas parejas. De todas formas, aunque el consorte se hubiese enterado, no le habría dado mayor importancia, ya que gracias a eso se encontraba a salvo de aquella horrenda labor que le correspondía por derecho.
Transcurrieron los años sin tener noticia alguna de quien fuera príncipe de Shin Makoku, en un principio no les pareció extraño recibir respuesta alguna a sus misivas, el joven debía sentirse furioso, humillado por haber tenido que concretar aquella unión que desde un principio fue mera obligación para con su reino, lo cierto fue que siempre se había negado a algo así, pero luego de continuos reproches por parte de su hermano mayor y el nulo apoyo por parte de su madre, se vio obligado aceptar aquel compromiso que marcaría su triste destino.
Común era entre los mazokus no verse por años, su vida solía ser tan longeva que esto no significaba nada pero otra cosa eran las cartas, que si bien no solían ser constantes eran lo único que les aseguraba el bien estar de sus seres queridos, mas el rubio ni eso hacia con su preocupada familia que desde el momento de verle entrar en el gran salón donde se festejara la boda, no lo habían vuelto a ver o tener noticias suyas.
Tradiciones, eso dijeron en aquel reino.
- Pero que tradiciones ni que ocho cuartos, ¡quiero verle, es mi hijo!-
Exigía molesta una ex maou ante su reciente adquirido nuero que no hizo mas que hacerle una reverencia y marcharse del lugar.
Aunque lo intento por todos los medios, hasta con la ayuda del mejor espía de su reino, un castaño se vio forzado a marcharse sin ver por última vez a su más querido y apreciado hermano. Jamás le perdonaría a su hermano mayor el haber sentenciado a esa vida al menor de ellos.
Ya no podía negarlo, estaba igual de preocupado que el resto de su familia, quería verle, pero apenas anunciaban su llegada o su visita, una misiva les era enviada con urgencia, alegando que los reyes no se encontrarían para esas fechas en palacio, que decir de las invitaciones rechazadas cortésmente para visitarles, no les gustaba, todo aquello era demasiado turbio, debía hacer algo, tenia que saber con quien exactamente había casado al menor de sus hermanos.
Se arrepintió de no haber hecho nada antes, estaba atónito, así se encontraba el gran Heika de los demonios al lado de dos hermanos, al escuchar aquel informe ordenado por su general. Un monstruo, con eso habían casado a su amigo, con eso le obligaron a contraer nupcias. Era su culpa, no hizo nada, pero aun no era tarde, todavía cabía la esperanza que se encontrase con vida y si era así, debía ser arrancado de sus garras y puesto a salvo lo mas pronto posible y quizás, talvez con el tiempo, él los perdonaría por el mal hecho.
Las cartas se acumulaban por montones al tiempo de su llegada, solía ignorarlas pero luego opto simplemente por quemarlas apenas las tenia en las manos, no le interesaba saber noticias del que fuera su hogar, mucho menos de los por menores de las vidas de sus familiares, para el las cosas estaban claras, lo cambiaron por un simple tratado, peor aun, lo vendieron, esa era la conclusión a la cual llego el día de su boda y para que hablar de su ex monarca, que aparte de arrebatarle la esperaza de ser amado, también se encargo de quitarle su libertad.
Amigos, como no, odiaba esa palabra, tan solo oírla le producía mal estar, tantas veces le escucho nombrarla en medio de su frustrado compromiso, al igual que tantas otras tras la ruptura de esta, pero jamás le vio llevarlas a cabo cuando realmente las necesito.
Falso, eso era el moreno para él y mientras más lejos estuviera, mejor. Fue su plan, si no lo fue, debía estar alegre por quien sacara de su espalda aquella pesada carga que significaba tener a su ex sirviéndole y para colmo aun perdidamente enamorado de él. En cierta forma esa era uno de los motivos por lo cual ignoraba cualquier noticia de Shin Makoku, ya que podía ver como en cualquier momento llegaría a sus manos la noticia de la próxima boda del heika de su antiguo país. Solo pensarlo le llenaba de angustia, rabia y frustración.
-No piensas leer siquiera una, al menos deberías mandarles un saludo, ¿no crees?-
Le solía decir su esposo a lo que él solo fingía no escucharle, porque si de él dependía nunca volvería a verles en lo que le quedara de vida, ese seria su bien merecido castigo.
Continuara........................................