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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Mientras Saga piensa en las palabras de Aioros y la reciente noticia del paradero de Shaka, este último se ha encontrado de nuevo con su padre aunque el orgullo ha dictado sentencia ¿Deberán esperar a que se solucione las cosas para seguir el camino?

Corría, corría como poseído. En pasos largos y veloces trataba de esquivar a las personas que se atravesaban en los pasillos y cubículos de los tribunales, con carpetas, papeles, nuevos casos, llamadas a sesiones de juicio y demás. Su chaqueta negra medio puesta en la carrera bailaba detrás de él, dejando al descubierto la camisa celeste y la corbata de serias líneas verticales de azul índigo. No coordinaba, no podía hacerlo; se sentía acelerado y angustiado ante la verdad, ante el verdadero lugar donde Shaka Espica había ido…

No estaba en Italia, estaba en Londres.

Las palabras de Shaka en esa llamada, el tono turbio con el que le dijo su nombre y con el que le dio su respuesta, sus palabras en el apartamento, el choque que debió tener contra Simmons, el leve temblor que le sintió en el restaurant de ese hotel. Toda la turbación, todo el miedo, todo el orgullo con el que intentaba aferrarse a su propio estilo de vida antes de que él lo obligara a chocar con su pasado… todo eso hacía mella en la mente de Saga, formaba argumentos, situaciones hipotéticas de que podría estar pasando allá, de con quién estaba, de si ya había visto a su padre, si ya se habían encontrado.

Shaka estaba en Londres… en el lugar donde Wimbert y Espica se interceptaban, bifurcaban, haciendo un corte en lo que era la vida de Shaka.

Ante esa verdad incalculable, Saga apenas pudo coordinar palabra cuando con la velocidad que pudo imprimirle a sus pies llegó al cubículo de Shura, agitado, con el corazón palpitándole en la garganta y la saliva ligándose con sus jugos gástricos. No hubo palabras, Shura lo que vio en el abogado fue el silencio de no saber por dónde preguntar y la evidente tormenta tras sus ojos verdes, en un cáliz de interrogantes contrastantes: que le confirmaran que era verdad lo que había oído, lo que le había dicho lo…

—Está en Londres—afirmó el español al verle la expresión, esa expresión entre alivio, duda y emoción que era imposible definir que tanto era de cada una de ellas.

—Desde cuando…

—Desde hace dos sábados. Acabo de revisar su pasaporte, creo que es lo primero que debí hacer—desvió el español la vista al monitor—, no ha estado en Italia, todo este tiempo ha estado en Londres. Su pasaporte fue firmado a las ocho de la noche.

—Londres…

—Activó su tarjeta a las nueve de la mañana, hizo dos retiros de efectivos en cajeros y cuatro compras en puntos de ventas, hasta ahora…

—Está en Londres…—el español volteó la mirada, observando la figura del abogado recostada al umbral de la puerta de madera, con una mano tapando su frente y luciendo, además de ahogado con la carrera, desbordado por distintas cosas a su vez—. Este hombre Shura… este hombre terminara matándome de un infarto.

El español apenas dibujó una curva con sus labios, en señal de comprensión. Metiendo una mano en su bolsillo izquierdo y tomando la taza de porcelana donde había tomado café, se levantó en su asiento y se acercó hacía el griego que parecía aún aturdido. Posó su mano izquierda en el hombro del mayor y le miro tan fijamente con aquellos ojos gitanos, negros como las bruma de la noche desierta y brillante como si no hubiera una sola nube en ella.

—Ve a sentarte, allí está la información que hasta ahora me ha llegado, iré a buscarte café.

Asintió el griego, dejando que el oficial abandonara el cubículo mientras intentaba ordenar sus ideas. Caminó con cierta pesadez hasta recostarse al filo del escritorio y ver de reojo al monitor, donde estaban abiertas varias ventanas, entre ellas las de un correo abierto. No puso soportarlo y sin más se sentó en el asiento principal y echó un vistazo a lo que había recibido Shura con respecto a Shaka.

Mientras tanto, en su oficina, Marin veía espantada toda aquella información tan detallada de un simple decorador de interiores, en manos de Saga. Puso su mano en el pecho, totalmente superada por la conmoción y recordando que horas atrás uno de los ayudantes de ese joven había ido a buscarlo. Había pasado algo referente a Shaka Espica? ¿Por qué Saga tendría tanta información? Aún si fuera para asegurarse de no meter a algún prófugo de la justicia, dicha información estaba demasiado detallada como para implemente escudar sus espalda.

Además, Shaka había trabajado con ellos, sabía que era de confianza. Su instinto de mujer le alertaba, sin embargo, de lo que podría ser lo más evidente. Pero Saga haciendo una investigación minuciosa por algo como… atracción, no parecía encajarle del todo bien. Por un momento pensó que si, quizás, se sintió atraído por el rubio y se lo hizo saber, Shaka Espica era conocido por saber evadir totalmente cualquier invitación. Incluso, lo que más le llamó la atención a ella al buscarlo para trabajar hace dos años en su departamento, había sido esas referencias de ser conocido como alguien muy ético.

Shaka lo habría rechazado, no le cabía menor duda de ello… ¿Acaso eso ocurrió y Saga estaba obsesionado con él?

—Srta. Marin—escuchó la voz de la secretaria de Saga a sus espaldas—. La están llamando—y señaló hacía la puerta donde un oficial la esperaba con otro caso.

La pelirroja asintió y por inercia se llevó la carpeta entre sus documentos, guardándola sobre protectoramente. Se levantó sonriendo algo nerviosa, tratando de controlar el tumulto de cosas que le pasaban por la mente.

—Creo que no me dio tiempo de arreglarlo.

—No se preocupe, me encargaré yo—sonrió la secretaria y apenas la abogada pudo fingir otra sonrisa antes de salir de la oficina.

Los nervios la tenían totalmente fuera de sí; aturdida pasaba su mano por su cabello sedoso e intentaba conseguir una explicación a semejante hallazgo. Sabía que hacía mal en haberse llevado la carpeta, pero también algo le alarmaba por dentro. ¿Si Shaka Espica había rechazado a Saga y este lo estaba siguiendo? ¿Acoso?

—Oh dioses…—murmuró la mujer totalmente agitada, mientras saludaba discretamente a una de las oficiales que le pasaban de lado.

Las ideas se aglomeraban en su cabeza, la duda la acorralaba. ¿Hasta qué punto sus sospechas podrían ser serias? Saga era un hombre muy serio, muy reservado, pero dado a planes, muchos planes. Ese hombre podía estar planificando como desarmar argumentos en pleno juicio y voltear todo a su favor en cuestión de minutos. Esa había sido una de las cosas que como mujer le había atraído. Saga dentro del juzgado, en una sesión jurídica, era otra persona: manipulador, calculador, osado, hostil, directo, fuerte, sin piedad; destrozaba argumentos, rebatía testimonios, apelaba en el juicio, se hacía escuchar. Saga en medio de un juzgado era un hombre temible, siempre lo había visto transformarse en un verdadero titiritero.

Eso la sedujo…

Ahora, jamás pensó que Saga podría guardar mucho más en esa fuerza que solo vio frente a un jurado. Nunca imaginó que Saga pudiera tener gustos distintos y que los hubiera callado… la hubiera engañado… Pensar en eso la detuvo camino a su auto, en el estacionamiento de los tribunales. Si, ella de cierta forma se sentía engañada… engañada desde que Saga le había dicho semejante verdad… engañada ahora que veía que tenía los documentos de un decorador de interiores con un dudoso fin.

Recordó entonces, recordó a Shaka Espica, ese decorador rubio que pese a su jovialidad al vestir tenía una madurez impresa en cada palabra y la clase tatuada en cada gesto. Siempre pensó que parecía de esos modelos o estrellas acostumbradas a los lujos, no le pareció creíble que trabajaba ensuciándose hasta que lo vio pintando y arreglando todo con los dos castaños en ese departamento. Shaka era un hombre que al conocerlo le hizo pensar que sería un excelente partido para cualquier mujer, y hasta pensó que era un desperdicio saber que prefería a los hombres.

Evocó aquella oportunidad que entre los arreglos ella le mostró el álbum de su matrimonio y se asombró cuando el rubio supo identificar la personalidad de algunos con sólo ver la fotografía y ciertos gestos. “Esta mujer es fumadora compulsiva, mira la forma en la que mantiene el dedo índice y medio juntos de su mano derecha, en ese momento debía estar ansiosa de fumar” Si, ese tipo de cosas que a ella le impresionaron. Shaka había leído en varios de sus conocidos, incluso, la había definido de una forma impensable y ese día se le ocurrió preguntar sobre Saga. Esa respuesta… ahora esa respuesta hacía mella en ella.

“Aquí estamos con la familia de mi esposo y la mía. Míranos, ¿qué me puedes decir de Saga? Sé que no ha estado mucho aquí, pero me has demostrado que eso no hace falta”—aquella vez recuerda que rio, divertida y el rubio había llevado su mano bajo el mentón. Miró la fotografía por mucho tiempo, demasiado, lo notó.

“¡Tiene buen gusto!”—Fue lo primero que dijo y ella, rio, rio tomándolo como una broma—“. A decir verdad, es un hombre complejo. Me cuesta leerlo, sólo puedo decir que oculta algo, algo de sí mismo, por la forma en que baja su rostro y por su mano dentro del bolsillo del saco. Pero es posesivo y es capaz de lo que sea por mantener lo que quiere a su lado… lo noto por el agarre que tenía en su cintura.”

En el auto, despejó su cabello y volvió a tomar la carpeta con los datos del decorador.

“Oculta algo”… “Es posesivo”…

El Saga de los tribunales era sólo una de sus caras… el Saga que es homosexual, su mayor secreto… Marin pensaba que tanto ocultaba Saga… que tanto conocía de ese hombre que compartió con ella su cama por casi tres años…

Leyó los documentos, la información… los datos… temió que Saga ocultara mucho más.

En Londres las cosas no habían pasado de simplemente un encuentro visual. Valentine observó con dolor el auto de su jefe y amigo partir luego de ignorar la figura de su hijo a pocos metros del lugar, y aún más, ver al joven rubio tomar camino hacia la parada del autobús sin ninguna objeción. No pudo evitar sentir ese impulso, esa fuerza que le llenó desde adentro y le insistió para cruzar la calle y buscar al joven que ya caminaba con las manos dentro del saco gris y es andar lento y decidido. No había cambiado, fue lo que pensó al ver la melena dorada danzando al ritmo de sus pasos, Shaka no había cambiado. Su orgullo, su clase, todo el lujo aún era visible en cada una de sus pisadas.

—¡Shaka!—gritó ya al ver que el muchacho avanzaba para llamar su atención—. ¡Shaka!

El rubio volteó apenas para mirar a quien le seguía de reojo. Valentine se detuvo de su corta carrera algo agitado, resintiendo el calor de su traje empresarial y quedando, literalmente, sin saber que decir en cuanto esos ojos azueles le miraron directamente.  El mayor, de ya unos treinta y cinco años observó al muchacho con una sensación que no pudo asimilar. Era el hijo de Radamanthys, el joven a quien varias veces vio entrar a esa oficina, quedarse leyendo un libro mientras esperaba que su padre saliera de su horario de trabajo, aquel por el que Radamanthys le pedía cancelar y mover reuniones para asistir a sus partidos de Futbol o cualquier evento que tuviera que ver con él.

Era el hijo adorado, el heredero además de la empresa.

Y era homosexual…

—Shaka…—murmuró como si ese nombre fuera pesado de tan siquiera pronunciar con su lengua. Verlo allí, de frente, tan seguro de sí había movido algo que él prefería mantener escondido, aún.

—Valentine—escuchó entonces su nombre de la voz de aquel joven, más grave, más melodiosa, más madura. No, Shaka no era el joven de veinte años, ya era un hombre, un adulto, tratando de quizás reparar algo que había destruido años atrás.

O ambos dejaron caer…

—Dioses…—murmuró el hombre de negocios, pasando su mano por el cabello—, tanto tiempo… tantas cosas—pasó su mano por el rostro, apretando su nariz como si intentara zafarse de algún nudo que le evitara respirar—. Lo de ahora… no lo malinterpretes…

—Como siempre, buscando justificarlo en todo, ¿no?—el hombre subió la mirada aturdido y hasta un tanto avergonzado por el señalamiento. Los ojos azules del joven lo miraron con algo de severidad y de comprensión.

—No intento justificarlo—de inmediato eludió, frunciendo el ceño en señal de hablar con seriedad.

Camino dos pasos más para disminuir la distancia pero, aunque eso lo había logrado físicamente, sintió que había chocado con una pared de acero que no le permitía acercarse a él.

Eran esos ojos, esa mirada igual a la de Radamanthys: la de un alto. Supo reconocerla y casi la obedeció como si estuviera amaestrado a ella; era exactamente la misma, la misma señal, el mismo brillo fulminante que cortaba toda intensión. Valentine lo observó abrumado, visualizó en silencio el leve movimiento del saco y el cabello dorado por la brisa de la tarde, contempló la figura forrada de orgullo.

Reconoció a Radamanthys en él.

—Shaka… todos hemos estado preocupado por ti—quiso extenderse, explicarle… pero aquella mueca que Shaka dibujó ante esas palabras le había robado todas las palabras. Ironía, leyó en él el sarcasmo y la ironía ante una confesión que era bien cierta—. Incluso tus pa…

—No los justifiques—fue interrumpido—. Creo que mi padre muy bien puede explicarse por sí mismo.

—¿Qué esperas de él? ¿Que se disculpe por no haberte buscado?—aquella pregunta creó un leve tic en su ceja izquierda, que apenas pudo matizar—. Shaka, puedo ayudar a un encuentro. Podríamos cuadrar un lugar, haré creer a Radamanthys que se trata de negó…—calló entonces, ante la palma abierta que el rubio colocó a modo de alto. Se sintió desarmado ante esa mirada, ante ese porte con el que estaba rechazando la oferta.

—No hagas nada. Esto es algo que sólo él y yo podemos solucionar.

—Shaka…

—Si te mueves y lo presionas, lo alejaras. No es eso lo que quieres, ¿cierto?—ante esa última aseveración, Valentine no pudo evitar sentirse señalado y desnudado ante el joven. Tragó saliva con dificultad, metiendo sus manos dentro del saco para escudarla de la mirada analítica del hijo. Shaka interpretó el gesto, el silencio… leyó lo que ya había leído incluso años atrás. Sonrió con cierta autosuficiencia marcada—. ¿Aún se lo ocultas? ¿O se lo dijiste y a ti si te pudo mantener a su lado?

Acorralado…

—No le he dicho nada…—respondió con dificultad, cediendo a la presión que Shaka ejercía con su mirada.

—Supongo… de haberlo hecho te hubiera desechado por ser… diferente—acotó la última palabra con molestia.

—¡Tu padre no es ese tipo de hombre y lo sabes, Shaka!—defendió Valentine ya con ira, con ira por sentirse señalado y de alguna forma intimidado—. Él no tiene nada en contra de eso, no se deja guiar por esos tipos de prejuicios. Estuvo años al lado de Simmons—mencionándolo… sin darse cuenta que había cometido un error, un error evidente por el tic de incomodidad que Shaka dibujó con su cejas doradas—, había confiado en él, ¡te dejó a su lado creyendo que jamás se atrevería a tocarte!—desesperado por hacerle saber, hacerle saber lo que él sólo había visto: el sufrimiento del padre ante la incertidumbre de que había sido de su hijo—. Shaka, tu padre no ha deja…

—¡Dije que no lo justifiques!—levantó la voz el menor, callando todo intento de explicación—. Claro que sé que él no tiene prejuicio, que incluso si se hubiera enterado de ti antes de que todo esto pasara te lo hubiera aceptado al igual que lo hizo con él. ¡Pero qué mierda sirve eso si no puede aceptar a su maldito hijo!—dejándolo sin palabras—. ¡Si no es capaz de perdonarme a mí el ser diferente!

Pero Valentine lo sabía, no era eso… Lo que detenía a Radamanthys no era la inclinación sexual de Shaka, sin embargo: el mismo tampoco podía explicarse cual era la razón.

El silencio había sido suficiente para ambos, para Shaka que dolido por la reciente discusión se estaba calmando y para Valentine, quien desarmado, solo lo observaba impotente.

—Como sea…—resopló el rubio con dificultad, buscando moderar un poco la situación—, agradezco tu preocupación, Valentine. Volveré mañana—ante esa última respuesta, el mayor lo miró con sus ojos claros, como topacios, denotando en ellos cierta sorpresa.

Para cuando lo miró ya Shaka había dado media vuelta para seguir su camino.

—Al menos—el rubio detuvo su paso nuevamente, al escuchar la voz del hombre en un último intento—, al menos dime como hiciste para sobrevivir.

—Tal como me enseñó mi padre.

Esa fue su única respuesta.

Mientras tanto en la oficina de Shura, Saga bebía aquel vaso con agua para tragar la pastilla del dolor de cabeza que le había facilitado, ya que aquella migraña se le era imposible de controlar. Shaka. Todo Shaka lo tenía descontrolado, y saber que estaba en Londres lo había agitado aún más. ¿Había hablado con su padre? ¿Se habían encontrado? ¿Pensaría volver o reiniciar su vida en el punto donde la había dejado con Simmons? Porque aunque Shaka le había dicho que tenía algo que hacer primero, eso no significaba que fuera para volver y quedarse. ¿Que si ese nuevo encuentro sólo era una despedida final? Lo peor es que, encontrándose él en su lugar, comprendería si Shaka quiere intentar recuperar esos seis años de alejamiento de su casa. ¿Él no estaba haciendo algo parecido?

—Aquí están los lugares donde hizo uso de la tarjeta, al parecer la movió dos veces más—escuchó de lejos la voz de Shura, pegado en el monitor mientras el mapa de Londres, usando un sistema de posicionamiento y visualización satelital, se mostraba en espacios de tiempo conforme cargaba la información—. Con este sistema podremos ver la ruta que estuvo haciendo hoy en Londres.

—No repitas ya Londres, me da jaqueca—ante esas palabras apenas Shura le miró por un momento, notando como Saga pasaba su mano por la frente y la arruga en su entrecejo se había intensificado. Resopló tratando de ser discreto, para enfocar su mirada en la imagen del mapa—. Bien, cargaré dos puntos importantes, el de su casa según la dirección que nos habían investigado, y él de las oficinas de su padre, son dos—iba hablando, no esperando que Saga prestara atención a aquello detalles—. Ahora, la información de los puntos ha sido cargada.

—Dime que está con sus padres…

—Eso no te lo va a decir el mapa—el abogado levantó la cabeza, mirándolo con severidad, tratando de hacerle ver que no estaba jugando, pero Shura ni siquiera le había mirado—. Estuvo moviéndose bastante. Primero estuvo muy cerca de la universidad donde obtuvo su título, desde allí sacó el efectivo e hizo la primera compra. Luego se movió al noroeste, varios kilómetros hasta llegar a…

—A donde…—insistió el griego al ver el gesto contrariado del oficial.

—Estuvo cerca de la empresa de su padre. El último punto está a unos 300 metros del lugar.

—Mierda…

—Pero no podemos asegurar si fue o no…

—Más mierda…

—Saga…

—Debe haber alguna forma para saber si ya se vio con él o no.

—Eso no lo dirá ni las tarjeta de créditos o…

—Lo sé, maldita sea, lo sé…

—Quizás solo debas esperar—el abogado subió su mirada ante esa simple solución. Quedarse tranquilo, esperar a ver qué pasa, si vuelve, si no…

No, no estaba seguro de que esa fuera la actitud que debía tomar al respeto, no después de lo que le había dicho Aioros, no ahora que sabía que el estado de Shaka se estaba desboronando aún antes de su intervención, que lo que estaba sintiendo Shaka por él era más fuerte de lo que llegó a pensar. Pasó sus manos por el cabello alborotado tratando de ordenar sus ideas, pensar cual debía ser su posición, que debía hacer. Según las palabras de Simmons, Radamanthys era un hombre con tal vez más orgullo que el mismo Shaka, ¿qué se puede esperar del choque de esos caracteres tan iguales?

“Ayer hablé con Aphrodite y lo noté preocupado. Me dijo que lo llamó, pero algo sucedió; como que se cayó la llamada y no supo más, no contesta los mensajes e emails que le ha dejado…”

Las palabras de Aioros en el restaurant. Shaka no sólo lo llamó a él, también llamó a Aphrodite.

Ellos son, algo complicado de definir si me lo permite, pero se entienden muy bien. “

Fui su amante.”

Amante o no, él tenía el testimonio que le hacía falta para armar su caso.

—Shura, búscame la dirección de Aphrodite Lethys por favor.

Quizás él tuviera la respuesta de hacia dónde dirigirse, qué camino tomar.

—¿El decorador compañero? Creo que ya la tengo por aquí…

—Perfecto, necesito hacer una visita al principal testigo—el español lo miró con seriedad notando la determinación que manaba en Saga, aquella mirada que decía que se iba a mover… se iba a seguir moviendo—. Dependiendo de su testimonio, podré decidir si el caso procede o no.

—Entonces no esperaras—acotó el oficial sabiendo ya la respuesta.

—No Shura, el mar nunca se queda quieto.

Y el río tampoco… Shaka pensaba en eso mientras estaba en el autobús, con la mirada en el vidrio que daba la vista hacia la ciudad conforme una pequeña llovizna los cubría. Golpearía, una y otra vez hasta lanzar su último movimiento.

Probaría el espesor del orgullo de su padre con el propio.

Ese era el único camino que le quedaba.

Notas finales:

Gracias a todos por leer ^^


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