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Endless Rain por metallikita666

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Hiroshi abrió la puerta de la casa, haciendo un irremediable gran escándalo con las bolsas de la compra. Al ver el abrigo verde fosforescente de su hermano sobre el sillón, comprendió que ya había llegado. Puso la mayoría de cosas en la cocina, tomando sólo una bolsa pequeña, con la cual se fue escaleras arriba.

-¡Hiiideee! ¡Adivina lo que te trajeee!…-

Pero la ritual fórmula no surtió efecto. El menor de los Matsumoto comenzó a preocuparse: el pelirrosa tendría que estar enfermo. Abrió la puerta y levantó la bolsa, declarando feliz

-¡Hide, mira! ¡Limones[1] frescos!-

El interpelado, acostado como se encontraba, se volteó.

-Ah… hola, Hiro. Te lo agradezco, déjamelos ahí…- y señaló la bandeja grande que coronaba el mueble de sus discos, adonde solía poner sus adoradas frutas, como si fuera un altar. Hiroshi no lo aguantó.

-Oniisan, ¿qué tienes?- se acercó a él, sentándose sobre el colchón. –No te ves bien… ¡y agh! ¡Hueles peor!- exclamó, espontáneo, haciendo mueca de desagrado. El mayor rió.

-Sí, tienes razón. Salí a tomar… anoche, y bueno, ya te imaginarás.- Tomó la bolsa, sacando uno de los cítricos, el cual se quedó mirando por largo rato.

-Oh, ya veo… ¿Fuiste con J? ¿O con Kazu y los chicos?- Hiro ladeó la cabeza, en espera de una respuesta.

-En realidad… con nadie. Fui solo. Oye Hiro, contéstame una cosa, pero con mucha sinceridad, ¿va?- prosiguió la araña, antes de que el otro ahondara más en el tema de la salida. Hide miró a su hermano a los ojos, recalcando con la mirada su última petición.

-Claro. Dime- repuso el menor, notando la manera nerviosa en que el chico revolvía el limón en su mano. –Dilo. Sabes que yo siempre te contestaré con lo que yo crea que es verdad.- Tomó la mano ajena entre las suyas, cesando el movimiento. En su rostro se dibujó una linda sonrisa afectuosa.

-¿Tú crees que… Yoshiki sea una buena persona… para mí?-

Hiroshi alzó ambas cejas, sorprendido tanto por la pregunta en sí misma, como por la inusual manera de plantearla. Al fin suspiró aliviado.

-¡Me asustaste! Creí que era algo grave.- Soltó al mayor, colocando su mano ahora en la frente de éste, apartando unos cuantos mechones rosa que le cubrían los bellos ojos. –Sí, lo creo. Yo-chan es un chico muy dulce y especial, que se preocupa muchísimo por ti y siempre está viendo que no te falte nada. Cada que puede, te trae algo rico de comer. Si estás enfermo, te viene a cuidar, y además te escribe hermosas canciones. ¿No te parece eso la definición de “una buena persona”?-

Hide estaba abrumado. Su hermano tenía razón: esas eran los motivos de por qué se había enamorado del rubio, pero por otro lado, los recuerdos de los últimos acontecimientos oscurecían su semblante. Aunque angustiado, decidió que no era pertinente contarle a Hiroshi sus problemas. El chico, por mejores intenciones que tuviera, no podría comprenderlos del todo. Era menor que él, y aunque solía acompañarlo a muchos conciertos y demás eventos, realmente no tenía idea del tipo de vida que llevaba. Eso, sin contar que Yoshiki, por sí solo, era un mundo aparte.

-Sí, sí lo es. Tienes razón, Hiro- sonrió con tristeza. Aunque pudo contener las lágrimas, sus ojos transmitían desánimo profundo, y sus labios apenas si se estiraron en un vago mohín. Un silencio pesado se cernió en el ambiente.

-Problemas hay, oniisan. Las cosas no siempre van perfectas. ¿Cuántas veces no nos hemos peleado tú y yo? Más aún en una relación de pareja…- Frunció el ceño, acongojado, deseando preguntarle qué era lo que andaba mal, mas teniendo presente el enorme respeto que sentía por él.

-Descansa. Voy a preparar algo de comer y te lo subo- dijo el menor, al fin, incorporándose. –Te quiero mucho, hermano. Que nunca se te olvide.-

 

 

 

Rodeado por el exquisito vaho del agua caliente y perfumada, y por los fornidos brazos del pelinegro, Yoshiki suspiró, recostando la delicada cabeza en el pecho ajeno.

-¿Qué sucede, hermoso? ¿Sigues pensando en Hide?...-

Habiendo considerado que la diversión que le proporcionaba decirle las verdades al mayor y contemplar su semblante atónito ya no era tanta, se había decantado por seguirle la corriente. Notando los trazos de su personalidad que hasta ahora había podido advertir, le parecía que sería sumamente interesante ver hasta dónde podría llegar Yoshiki, si le daban la razón de lo que hacía, aunque a veces era como si su sola aprobación le bastara.

-Sí, sabes que sí…- respondió perezosamente, recorriendo con el dedo medio e índice, levantados, el brazo de su amante. Se quedó tres segundos en silencio, para luego voltearse, removiendo el agua. –Es que dime, ¿¡no tengo razón!? ¡Si no fuera por mí, Hide todavía sería un simple estilista!-

Sakurai lo miró asombrado. No podía creer que hubiera dicho semejante cosa. Pero ya no estaba para sermonearlo.

-Entonces tu novio, antes de estar con ustedes en X… ¿era estilista?- fue lo único que atinó a decir, para justificar su tonta admiración. Hayashi lo miró, arrugando el entrecejo.

-¡Lo es! Sólo que ya no trabaja en eso… Bueno, él es quien supervisa nuestros tintes y maquillaje, sin embargo, ahora no vive de hacerlo… ¡Pero opina sobre lo que te pregunté al principio!...- agregó, con tono consentido, mientras subía una mano para delinear con el dedo los característicamente enloquecedores labios del cantante.

-Mmm… pues si las cosas son así, creo que entonces sí tienes razón- mintió, tomando los dedos del chico entre los suyos, besando el reverso de su mano. –Pero dime, ¿no se te hace que deberías intentar mantenerlo en la banda en vez de provocarlo a irse? Si le das esas razones, probablemente decida que su carrera solista es mucho más productiva que estar en X, y se vaya.-

-¿Y entonces qué debo hacer?- lo interrumpió el mayor, visiblemente preocupado- Tampoco puedo aguantárselo todo. ¡Cada uno de los berrinches que me haga por cosas sin sentido, por tonterías! ¿Es eso justo, Acchan? ¿Es eso necesario, cuando puedo estar con alguien como tú?…- lo miró de manera apasionada, mordiéndose el labio inferior. No pudo resistir acercarse al más alto, ansiando juntar sus labios con los de él en un ardiente beso. Sakurai esbozó media sonrisa.

-Yo-chan, no digas eso… Sabes que tú y yo no podemos tener nada… Nada más de lo que ya tenemos.- Como no había soltado su mano, aprovechó para apartar de los demás el índice, largo y fino como el resto; hermosos dedos de pianista. Lo lamió de abajo hacia arriba, introduciéndoselo luego en medio de los labios. Indescriptible fue su gesto de placer al succionarlo, al tiempo que cerraba los ojos.

-Ahh… no… ¡Acchan, no hagas eso!- se quejó Hayashi, ruborizándose al momento, sin darse cuenta de que instintivamente frotaba una pierna contra la otra, intentando reprimir su reacción. Atsushi no podía negar que le fascinaban ese tipo de cosas del rubio. Eso, y las tonterías que acababa de decir, porque se había descrito a sí mismo exactamente, pretendiendo hablar del pelifucsia.

-Mira, no tienes que hacerte tanto problema. Reconcíliate con Hide y sigan a como venían. Ya verás que con sólo una noche no volverá a reclamarte nada…- Su mano se dirigió golosa hacia en medio de los muslos del baterista.

-Ahh… no, no es cierto. El día que tocamos en Tokio, estuve con él luego del concierto… mmm… Y aún así te fue a buscar a la mañana siguiente…- repuso entre suspiros Yoshiki, removiéndose en medio de la espuma.

-Sí… ¿pero lo sedujiste como debías, y te disculpaste apropiadamente?... Es que no puedes pretender que lo borre de un día para el otro, máxime si no le muestras lo que podría perder… en caso de no perdonarte…- Continuó con los toqueteos. Deslizando los dedos a lo más profundo de la intimidad ajena, coló el de en medio por su abertura, aprovechando el increíble lubricante que proporcionaba el agua jabonosa. El mayor deliraba entre sus brazos.

-¡Ahhh…! ¿Pero y si lo hago… mmm… vamos a seguir viéndonos? ¡Ahh!- inquirió con mucha dificultad, imposibilitado de articular por completo –Porque yo… ahh… comienzo a necesitarte mucho… Acchan- acariciaba su mejilla, volteando el rostro. Sus sensuales gestos obligaban al beso que desde hacía un rato andaba buscando, y que el menor le dio por fin, tras susurrar muy tenue y falazmente

-Yo también, precioso. Yo también…-

 

 

 

A los días, los chicos de X, quienes habían pasado un fin de semana separados tras dar por terminada su última gira, volvieron a juntarse con motivo de planear un nuevo álbum. La cita tuvo lugar en las instalaciones de su disquera. Toda la reunión transcurrió tranquilamente y en los mejores términos. Tanto el rubio líder como el primer guitarrista pensaron que era muy buen momento para reconciliarse.

-Hide, si no es mucha molestia, quisiera hablar contigo un segundo- lo llamó Hayashi, sonriente como estaba, luego de haber firmado por último el nuevo contrato. El pelirrosa, que ya había hecho su parte, aceptó, y ambos salieron de la sala.

-…¿Cómo has estado?...- comenzó el menor, intentando hacer conversación. –Hace días que no te veo…-

Matsumoto había resuelto, tras mucho rato de considerarlo, a solas y sintiéndose una basura, darle una oportunidad a Yoshiki. La verdad es que lo suyo había calado tan profundo en él, que merecía al menos un intento de arreglar las cosas, antes de decidirse de una vez y para siempre a decir adiós. Por ello, en buen tono, aunque no de forma efusiva, el músico respondió

-Sí, es cierto. Ya hace unos cuantos. He estado bien, creo… ¿Y tú?-

-Bien, también. Esperando que fuera hoy para venir a esto, pero más que todo, para verte…- Y clavó sus primorosamente maquillados ojos oscuros en su todavía novio, sonriendo con amplitud. Antes de que el otro repusiera algo, tomó sus manos, sin dejar de mirarlo.

-¿Quieres que vayamos a comer juntos? Es un muy hermoso día. Sería lindo que lo compartiéramos. ¿Qué dices?-

Su alegre decisión conmovió a Hide, quien recordó de inmediato los primeros dulces años de su relación. Aquel semblante jovial; aquellos roces enamorados. Era como si el primer Yoshiki hubiera vuelto del pasado. La araña por fin sonrió.

-Sí, mi vida. Por supuesto que sí. Moría por verte…- Y sin pensarlo dos veces, tiró de él, adelantándose al mismo tiempo para besarlo en los labios. –Yoshiki… te amo.-

El rubio sintió su corazón palpitar con fuerza. Adoraba ver al mayor actuar tierna y enamoradamente, como siempre lo había hecho. En realidad, tras una veloz revista por sus recuerdos, no encontró momento alguno donde Hide se hubiera comportado de otra manera. Ninguna, claro, excepto aquella tarde reciente. Y sintió un agudo remordimiento; un reproche, por estar llevando a cabo un plan conjuntamente orquestado. Pero ya era tarde para echarse atrás. No era el tipo de persona decidida a arrostrar las consecuencias de sus propias actitudes. Y menos de unas como aquellas.

-Y yo a ti- sonrió enternecido. Salieron por fin de las instalaciones de la disquera, rumbo a su restaurante favorito: una marisquería enclaustrada entre coloridas peceras donde nadaba apaciblemente la comida.

Hayashi arrugó la nariz. –No sé por qué te gustan tanto estos lugares… Miro esos bichos y se me quita el apetito…- expresó, observando con disgusto las rayas, los peces y las langostas que felices nadaban y revoloteaban dentro de las enormes paredes de cristal.

-Cariño, tienes que aprender que en Japón existen más restaurantes que McDonald’s- bromeó el otro, entrando y eligiendo una mesa, precisamente a la par de una pecera. –Tú casi no comes nada. Que el curry es muy picante, que los mariscos son extraños, que la carne es grasosa… ¡Por eso estás así![2]- y tomándolo por la cintura, pellizcó suavemente una porción de la piel de su estómago. Yoshiki dio un nervioso respingo.

-¡Ay, ya! ¡No seas pesado!-

Haló la silla y se sentó, desviando la mirada, permaneciendo en resentido silencio. Pero el mayor ignoró sus payasadas, llamando al mesero, muy emocionado.

-¡Hola! Tráigame un plato de ohtoro[3], por favor. ¿Y tú, Yo-chan?-

-Yo quiero katsudon[4]- repuso, indiferente. El chico se fue con la orden y entonces Hide se acercó al rubio. –Cielo, no te pongas así. ¡En la noche vamos por tu cajita feliz, no te preocupes!- El baterista hizo a levantarse, provocando la risa ajena. -¡Es sólo una broma, Yo-chan! ¡Qué sensible andas hoy!...-

-Sí. Hoy quiero que me mimen…- Sus ojos tentadores lo miraron apasionados, y acercó el rostro hasta juntar su nariz con la de él. –Me has tenido muy descuidado. Sólo en tus limones piensas…-

La palabra mágica y esa cercanía fueron suficientes para encender al pelirrosa. –Es que tú no me haces caso con lo que tanto te he pedido…-

-¡Que no! ¡Ya te he dicho mil veces que no pienso embarrarme nieve limonada!- exclamó, separándose de él. En eso llegó el mesero con los platos.

Comenzaron a comer. No había demasiada gente en el sitio; era más bien temprano para almorzar. La música no estaba tan fuerte, pero de pronto empezó a sonar una melodía imposible de que pasara desapercibida para ninguno de los dos.

“Quiero tocarte. Aquí, no hay nada que yo desee, ah, nada”

Conocidísimos acordes; era una de las bandas más populares del momento, comandada por un carismático frontman alto y pelinegro…

“Quiero robar todo de ti, sin dejar que nadie se interponga, ah, nadie”

Repentinamente, Hide no sonreía tanto en la presencia del exquisito plato. El atún, antes un manjar, se le figuró apestoso e indeseable, conforme la conocida voz martilleaba sus tímpanos. Era la misma seducción en el tono; ese timbre mordaz que tanto sabía decir las cosas más duras y descaradas, como fingir zalamerías y palabras dulces. Dulces y sucias; expresiones excitantes. Cargos de conciencia; juicios de culpa. Sentencias.

“Aun si me odias, aun si no soy elocuente, ah, aun así, si estás conmigo”

“¡Maldita canción! De tantas que tiene ese jodido grupo, ¿¡tenían que poner esa!?” La araña clavó los palillos en el sushi, sin despegar los ojos de la comida.

Yoshiki, por su lado, también se sentía incómodo con la inoportuna canción. Aquella voz, en efecto, era tan cercana ahora como para no determinarla. Cada palabra retumbaba en su cabeza y le daba la sensación de que era dicha desde detrás de su oído. Sentía la instintiva necesidad de voltearse, de buscar a ese ser oscuro y envolvente, que sin él notarlo, se iba posesionando lentamente de su mente, corazón y sentidos.

“En tus heridas verteré mi profuso amor, por eso quédate conmigo, y no llores. Sé mío, sé sólo mío”

Inconscientemente, el pianista golpeaba los palillos contra el plato. Hablar de heridas ahora era lo que menos necesitaba, pero el implícito recordatorio lo impelía a reclamar la reciente traición. ¿Eran acaso celos? Pero si sí, ¿de quién? ¿De cuál de los dos?

“Quiero encerrarte en mi corazón para siempre, ah, a ti. Algún día entenderás mis sentimientos, y justo así conoceré tu dolor, y te daré mi alegría, y estaré contigo, así que por favor sonríe”

El pelirrosa ya no lo soportaba más. ¿Ese imbécil, cantando sobre sentimientos? ¿Prometiendo estar con alguien? ¿¡Qué clase de monstruo era!? Lo que más aborrecía es que esas letras y canciones sólo podían contribuir a que la gente se formara una idea enormemente equivocada de cómo era el infeliz en realidad. ¡Si supieran! Y pobres de los y las que se metieran con él, como su ingenuo novio. ¿Pero qué demonios le sucedía? ¡Acababa de tenerle lástima al primero de los traidores! Se golpeó la mejilla con la palma; había prometido no pensar en eso nuevamente.

-Hide-chan… ¿Estás bien?- se atrevió a preguntar Yoshiki, rompiendo los eternos minutos de silencio que Misshitsu[5], de Buck-Tick, había impuesto. Al tragar los pedazos de cerdo sentía como si engullera hiel pura, muerto de celos como estaba, al encontrarse frente a quien sí se sentía con autoridad de amonestar. Pero refrenó con gran esfuerzo su ánimo irascible y una hipócrita sonrisa se dibujó en sus labios.

-Claro que sí. La comida está deliciosa, ¿no lo crees? Tenía tanto de no venir a este increíble lugar…- y el exquisito arroz bajaba a duras penas por su garganta, empujado irremediablemente por el agua. De haber estado podrido, su sabor no habría diferido mucho…

 


[1] Hide tiene una extraña adicción cuasifetichista hacia estas frutas, que será dato recurrente durante toda la narración.

[2] http://www.youtube.com/watch?v=zo2XKUp4qPM

[3] Ohtoro es el corte más fino del atún. Se estima como el más delicioso y más caro sushi.

[4] El katsudon es un plato japonés tradicional, consistente en un bol de arroz cubierto con una chuleta de cerdo frita, huevo y especias. 

[5] Misshitsu, onceava canción del disco Six/Nine de Buck-Tick.

 


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