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Endless Rain por metallikita666

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-Atsushi, ¡mírame a los ojos cuando te hablo!-

Dignándose por fin a obedecerlo, tomó el cigarrillo de en medio de sus labios. –Ya te lo he dicho hasta el cansancio: lo hice porque me dio la gana. Porque se me antojó. ¿Qué parte de eso no entiendes?-

-¡Descarado!- se indignó el rubio, apretando el puño -¿Por qué? ¿Por qué Hide?... ¿¡Qué tiene él que no tenga yo!?-

Sakurai negó con la cabeza, desconcertado. –Yoshiki, tú estás mal. ¡Deberías estar celoso de mí, no de tu novio!-

-¡Ya sé! ¡Ya lo sé!- Hayashi se tomó la cabeza con ambas manos, crispando los dedos entre su cabello -¡Y también lo estoy!-

La confusión amenazaba con volverlo loco. Maldecía con toda su alma el día que se le ocurrió sacrificar las cuerdas de su piano como única manera de conocer al menor. Ojalá y Hide lo hubiera amarrado para evitar que saliera del autobús.

Atsushi disfrutaba enormemente de aquellas escenas. Le debía muchísimo al chico: gracias a él, había descubierto lo mucho que también le gustaban los hombres, así como cuánto, de la misma manera, gozaba del sufrimiento ajeno. Como si fuera poco, hasta le había obsequiado en bandeja de plata a su pequeña arañita rosa. Yoshiki era el mejor amante que cualquiera podría desear. Decidió premiarlo por aquella escena de venenosos celos e incipiente neurosis.

-¿Y ya le reclamaste a Hide su infidelidad?- se acercó, tomando al mayor por los hombros. Éste lo miró, alzando el rostro. –Porque tú tienes fuertes razones para hacerlo. Con él, sí…-

Yoshiki enarcó una ceja. -¿Lo crees así?-

-Por supuesto. ¿Quedamos en que le ibas a decir que lo nuestro ya había acabado, no? Bueno, fundamentado en eso puedes reclamarle con toda libertad. Tú no puedes permitir que nadie te lastime…- Acarició su suave mejilla, mirándolo con profundidad a los ojos. –Y el que no sabe, no siente, así que tú no lo estás haciendo con él…- Allegó el rostro, pero sin juntar aún sus labios. -…¿Comprendes, mi hermosa Barbie?...-

Tomándolo por la parte alta de los brazos, Hayashi lo empujó hacia él para darle su respuesta. Atsushi era sencillamente irresistible. De haberle pedido matar a la araña, es probable que le hubiera dicho que sí, desesperado como estaba por besarlo. Después de unos instantes de suculentas caricias bucales, se separaron.

-Debo irme. Hoy tenemos concierto- espetó el menor, recogiendo su abrigo.

-Iría a verte, si no fuera por el ridículo numerito que montas en escena…- comentó el rubio, visiblemente celoso.

-Y es mejor que no lo hagas- lo interrumpió Sakurai, caminando hacia la salida. –Sabes que no es mi decisión. Que debo montarlo, quiera o no…- Sonrió finalmente, sosteniendo la puerta. –Nos vemos. Cuídate.-

Detestaba que lo dejaran solo. Se aburría demasiado. Nadie con quién hablar, nada qué hacer. De pronto, recordó el último “consejo” de Atsushi y tomó el teléfono.

-Hola, cielo. Estoy en mi casa, ¿puedes venir? La verdad me siento un poco cansado como para salir. Si puedes, tráete unas películas. Ajá. Sí, te espero. Chau, te quiero.-

Colgó, encendiendo luego el televisor mientras esperaba. Hide, a diferencia de él, nunca se tardaba, aún y cuando le pedía pasar por algo. Al ratito se escuchó su auto afuera, con KISS a todo volumen. El baterista se levantó para ir a recibirlo. Una vez dentro ambos, el pianista se dirigió a la cocina a preparar unas palomitas, mientras Matsumoto ponía la película. Durante la espera para que estuviera listo el snack, las ansias mataban al rubio.

-Hide…- dijo por fin, volviendo a la sala con el tazón desbordándose de maíz –Tenemos que hablar… antes.-

La araña se sorprendió mucho. El tono del chico era enigmático, o al menos demasiado para aquellos momentos. Sintió unos extraños nervios, pero por fin asintió. –Sí, claro, Yo-chan. Ven aquí- y haciéndole espacio a su lado, se acomodó de tal manera que quedaran de frente.

-Amor, verás…- comenzó el menor, intentando no sonar inseguro. –Ambos sabemos lo que sucedió en Tokio… pero quiero decirte que después de ese día, no he vuelto a ver a Sakurai-san…-

-Sí… ¿y qué con eso?- el pelirrosa tragó grueso. –Digo, es lo menos que podría esperar de ti, ¿no?-

-En efecto…- repuso Yoshiki, sorprendido por la respuesta que acababa de escuchar, pero cobrando agallas, dijo finalmente –Lo que sucede es que al parecer, yo no puedo esperarlo de ti… ¿verdad?- Y clavó sus ojos oscuros en los bellos orbes cafés ajenos, comenzando a estresarse.

-¿A qué te refieres?- saltó el mayor, tomando la misma actitud, aunque debilitado por el remordimiento. Y en su caso, siendo tan sincero como siempre lo había sido, era muy evidente lo mal que se sentía por haber fallado.

-Hide, no intentes evadirme- Yoshiki lo miró de manera penetrante, con semblante serio. –Sé muy bien lo que hiciste. Y me duele mucho que después de tantos meses que llevabas sobrio, cayeras de nuevo en tu maldito vicio…- Acabó su parlamento y sintió cómo comenzaban a humedecérsele los ojos. Entonces ya no pudo contener todo el flujo de su malsana cólera.

-¿Cómo es posible que te desquitaras con el mismo hombre? ¿Qué pretendías?- sollozaba gimoteando –Y luego de haberme castigado con tu indiferencia durante todo el concierto y en el camerino, ¡vienes y haces esto! Hide, ¡no tienes idea lo mucho que he sufrido desde que me enteré!-

Si había algo insoportable para el guitarrista, era ver llorar al rubio. Aquella vez, tras bastidores, pudo llevarlo de mejor manera, pues lo poseía el enojo por lo que éste había hecho. Pero la forma en que lo abordó en ese momento, las cosas que le dijo y su semblante herido, provocaron el efecto esperado por Yoshiki.

-Mi amor, no te pongas así, por favor- se acercó, abrazándolo, acariciando su cabello. –Yo me he sentido pésimo desde entonces; como una basura, como el peor de los seres humanos. Ese maldito infame se aprovechó de mi debilidad, de mi estado, de lo mal que me sentía… ¡Por favor, Yoshiki, perdóname!- exclamó finalmente, llorando también. Hayashi estaba embelesado con su gesto de culpa.

-Es que lo que no puedo entender, lo que no me cabe en la cabeza es cómo, si tanto lo odiabas y detestabas, me fuiste infiel con él… ¡Con él, precisamente!- chilló dolido, estrujando parte de su ropa entre las manos, demostrando su rabia. -¿Acaso tú también lo deseabas desde antes? ¿Es que ya me engañabas con el pensamiento? ¡Hideto, contéstame!-

Eso fue demasiado. ¿Cómo era posible que el menor dijera semejante cosa? Si sabía perfectamente lo mucho que el pelifucsia lo amaba; la manera en que se dedicaba exclusiva y devotamente a él. Era evidente que quería lastimarlo, furioso como estaba por su abrupto desliz.

-Yoshiki, ¿cómo te atreves siquiera a pensarlo?- negaba estupefacto, alejándose –No puedo creerlo. ¿De qué han servido todos estos años, si se ve fácilmente lo mal que me conoces? Creí que a estas alturas, no dudarías un segundo del altar en que te tengo…-

Estaba más triste que enojado. Si bien era consciente de que hasta el momento ambos estaban tablas, no podía ahuyentar el recurrente pensamiento que insistía en recordarle su falta, agravado por el hecho vergonzoso de haber caído tan bajo, en parte por el efecto del alcohol. Y también estaba ahí el reproche del rubio, tan cierto y lacerante como la espantosa voz de Atsushi Sakurai, que justo en aquellos instantes se le venía a la mente contra su voluntad.

Yoshiki sentía que perdía terreno, cosa que no iba a permitir. Así que echando mano de sus mejores talentos como histrión, se puso de pie, enjugándose las lágrimas.

-Perdóname, también soy un ser humano- comenzó, adoptando una falsa dignidad. –Conociéndote como no crees que te conozca, considero que debiste haber pensado que lo más sensato era, si tantas ganas tenías de ahogar tus penas en el malnacido alcohol, beber en tu apartamento, donde nada malo ni peligroso pudiera pasarte. ¡Por todos los dioses, Hide! ¿Cómo crees que me sentiría si por estar de borracho hubieras tenido algún accidente?- lo miraba acongojado, casi rasgándose las vestiduras, en actitud de plañidera romana. –Incluso, pudiste haberme llamado, que por más insultos que se te hubiera ocurrido decirme, yo habría ido por ti al fin del mundo, y te hubiera cuidado, y hasta bebido contigo si eso hubieras deseado. Pero no. Te fuiste solo, completamente solo, olvidándote de mí…- Rompió a llorar de nuevo, cubriéndose el rostro con ambas manos. Lentamente se dejó caer sobre la alfombra -¡Y tanto que he luchado para que dejes el trago, que lo único que hace es perjudicarte!-

La araña estaba a un paso de volverse loco. Por un lado, Misshitsu sonando en su cabeza, repitiendo aquellas palabras que por sí solas eran muy hermosas. Hasta habría sido una bonita canción para dedicar, pero puestas en aquellos labios traidores, no eran sino insultos. Y por el otro, Hayashi con su cúmulo de reclamos, exigiendo su atención y su ausente elocuencia.

-Dime algo- dijo de repente, aparentando una tranquilidad que no sentía -¿Tú cómo sabes todas esas cosas? ¿Quién te contó? Resulta muy extraño que estés al tanto de muchos detalles… ¿Quién podría habértelos narrado con tanta precisión?...-

-¡Cielo, por favor!- se apuró el menor, notando una muy peligrosa salida de parte del chico -¿Tú tienes alguna idea de lo famoso que eres? ¿Dime qué chico o chica en Japón no sabe quién es Hide Matsumoto de X-Japan? ¡Ves la clase de tontería que estás preguntando?-

Buena respuesta. El guitarrista no solía acordarse de esas cosas, excepto cuando la realidad se desbordaba frente a él en forma de un tropel de chicas persiguiéndolo. No pudo replicar nada, aunque la explicación del todo no le convencía. Decidió acabar por las buenas antes de seguir torturándose.

-Yo-chan, acércate- le pidió con voz suave, levantándose al tiempo que le tendía la mano. Él la aceptó y se puso de pie también, mirándolo expectante, limpiando sus lágrimas. –Mi vida, estoy sumamente apenado por lo que pasó. Te juro que todo fue producto de mi terrible estado de ese día, tanto físico como emocional, y que de no haber sido por eso, jamás hubiera siquiera considerado serte infiel. Por favor, perdóname. No tengo nada que apelar en mi defensa, más que el hecho de que te amo, y por eso esas reacciones estúpidas de mi parte. Ni siquiera evocaré la labia indecente de Sakurai-san, aunque ya tú debes conocer lo envolvente que es…- dijo, al final sin ironía, más bien de manera melancólica. Su disculpa, tan sincera como él, fue hermosa, dentro de los términos en que la infeliz situación lo permitía. Yoshiki estaba satisfecho.

-Está bien, Hide-chan- repuso por fin, luego de unos segundos de observar su hermoso rostro, deleitándose mucho con lo que veía. –Yo te perdono. Estas cosas no son sino pequeños obstáculos en el camino, pero tú y yo vamos a envejecer juntos, así que no permitiremos que algo como esto nos separe.- Tomó sus mejillas con sendas manos, sonriendo antes de besarlo brevemente. –Pero por favor, prométeme una cosa, amor- le sostuvo la mirada con firmeza, esperando su reacción. –Que no volverás a beber de esa manera. Al menos no en un sitio inseguro. Tengo mucho miedo de que alguna vez el alcohol llegue a matarte…-

Su escrúpulo era sincero. Nadie mejor que él conocía los excesos a los que había llegado Hide cuando bebía demasiado. La araña no pudo sino asentir.

-Claro. Por supuesto, hermoso.- Tomó sus manos, retirándoselas del rostro, colocándoselas sobre su propio pecho. –Te lo prometo. Tienes toda la razón, y te agradezco muchísimo que te preocupes por mí de esa forma. No tengo nada que agregar.-

Acabó su parlamento, juntando después el haz del larguísimo cabello del menor en su mano. Una vez que se lo apartó del rostro y era seguro que las hebras áureas no intervendrían entre ambos, se acercó, aspirando el dulce aroma de su piel. –Mi amor, es hora de estrenar la tina nueva, ¿no crees? Muero por un buen masaje…- y estrechándolo, lo besó de forma demandante, haciendo las delicias del sumiso rubio, que se sentía deshacer entre sus brazos.

 

 

Solo en su departamento, Matsumoto daba vueltas sobre la misma área, denunciando un comportamiento bastante trastornado. Sacó un cigarrillo, colocándoselo en los labios, quitándoselo luego.

-¡Ah, maldición! ¡Ese estúpido que no se calla!- se quejó, a pesar de que fuera de sus propias palabras, se encontraba absolutamente en silencio. Era Misshitsu, repitiéndose una y otra vez en su mente. El cigarrillo era un equilibrista entre sus dedos, pugnando por no caerse.

-¡No puedo, no lo resisto!- ¡Tengo que saber la verdad!- Se abalanzó sobre el teléfono, marcándole a J[1]. –Hola, amigo. ¿Cómo estás? Oye, ¿de casualidad tienes el número de Sakurai-san? Sí, de Buck-Tick… ¡Ah, gracias! Nos vemos.-

Con el contacto en su poder, comenzó a dudar de sus intenciones. No estaba seguro de cómo reaccionaría el pelinegro, especialmente porque no recordaba casi nada después de su encuentro carnal. De hecho, cuando abrió los ojos a la mañana siguiente, ya estaba en casa de su hermano. Marcó con mano trémula, respirando con pesadez. Tras unos segundos, la demasiado conocida voz sonó del otro lado.

-¿Sí? ¿Quién es?- inquirió Atsushi, usando un tono más que displicente al no reconocer el número.

-Sakurai-san… Es Hide. Necesito hablar con usted… Aunque créame que el asunto no me ilusiona para nada…-

-Ah, Hide- dijo el otro, cambiando por completo su voz ahora -¿Cómo has estado? Me imagino que muy bien, ¿no? Dormías con una sonrisa satisfecha la última vez que te vi…-

-¡Déjate de idioteces, Atsushi!- se estresó la araña, intentando controlar su deseo de colgarle -¡Te llamé porque tengo que saber si todavía sigues viendo a Yoshiki!-

El menor alzó ambas cejas y se mordió el labio, saboreando la grandiosa oportunidad. –Tú comprenderás que ese no es un tema que se pueda tratar por teléfono, ¿verdad? En este momento estoy algo ocupado. Así que si gustas, ven a mi casa hoy en la noche. Te cito ahí porque sé que conoces bien el camino…- acabó con su tradicional sarcasmo, y sin esperar réplica, colgó.

-¡Maldito desgraciado!- gritó el pelifucsia, arrojando el auricular al suelo, rompiéndose éste en pedazos. –¡Te aprovechas porque sabes que me muero de la desesperación por conocer la verdad! ¡Cómo te odio!-

Buscó con la mirada qué más susceptible de ser despedazado se encontraba en el aposento, pero sus ojos se posaron en las botellas de Bourbon que le había obsequiado la disquera el día que firmaron el contrato.

-Yoshi… ki…- masculló, frunciendo el ceño, acongojado. Su conciencia comenzó a luchar contra su deseo: sabía que terminaría yendo a casa de Atsushi, y no quería hacerlo en condiciones etílicas. El menor le había dejado muy en claro que no pensaba perdonarlo si se lo volvía a encontrar así, y él definitivamente no quería repetir el humillante acto. Pero sus ganas de beber y perder la noción de la cada vez más negra realidad eran imperiosas y vehementes. Se levantó, tomando una concienzuda decisión.

Horas después, Matsumoto abandonaba la peluquería de su tío. Su auto color verde limón cruzaba la ciudad, dirigiéndose a casa de Atsushi. Conforme menos kilómetros lo separaban de su destino, más comenzaba a inquietarse. Empero, apenas llegó, salió del auto. Apretó los puños a los lados de su cuerpo, volviendo a sentir ese incómodo impulso de echar por la borda sus esfuerzos. Al fin y al cabo, Sakurai era sólo una molesta basura. Pero molesta, después de todo.

Se volteó, buscando su vehículo. El pelinegro, quien lo había previsto todo y estaba seguro de que Hide dudaría en algún momento (y esperaba lo hiciera en aquel punto), dobló la esquina, llegando al poco tiempo a su casa. El guitarrista se maldijo.

-Hola- saludó el menor, luego de salir de su auto, sonriendo. -¿Te hice esperar mucho?-

Matsumoto se acercó, mirándolo con enorme desconfianza. –Déjate de formalidades tontas y abre de una vez. No tengo mucho tiempo.- Lo siguió, entrando a la casa. De repente, recordó un detalle.

-¿Tu hermana está? No quisiera que nos escuchara conversar…-

-No, aún no llega. No te preocupes.-

Atsushi tomó el abrigo ajeno y el propio para ponerlos en la percha. -¿Hoy sí me vas a aceptar un trago?-

-Está bien. Sería genial si tuvieras sake- repuso el chico, sentándose en un sofá. -¿Puedo fumar aquí dentro?- agregó, pues ya no podía controlar su ansiedad. Todo ese prólogo sólo lograba incomodarlo más.

-Claro. Estás como en tu casa…- Sakurai tomó ambos vasos, caminando hacia el centro de la sala. Le entregó el suyo a Hide y dijo –Ahora sí. ¿De qué es que quieres hablar conmigo?-

-Ya está bueno de hacerte el idiota. Sabes bien a que vengo. ¡Responde lo que te pregunté en la tarde!- y apretando el vaso peligrosamente, se bebió todo su contenido de un solo golpe. Atsushi lo miraba fascinado.

-¿Por qué quieres saberlo de mí? Eso se lo puedes preguntar a él…- El vocalista saboreó su bebida, haciendo gala de su indignante tranquilidad.

-Ya lo hice, pero la verdad es que no le creo nada. Yoshiki afirma que ustedes no se ven desde el festival en Tokio. ¿¡Es eso cierto!?-

Nervioso e irascible como se encontraba, intentaba controlarse lo suficiente para escuchar la versión del chico, aunque en realidad deseaba agarrarlo a golpes, fuera o no cierto lo que su novio le había dicho, porque lo detestaba desmesuradamente. Aspiraba con fuerza el cigarrillo, liberando el humo casi de inmediato.

-Ay, Hide, Hide… ¡Pobre de ti! En verdad que no me gustaría estar en tus zapatos…-

-Habla de una vez, ¡con un demonio!- La espera era enloquecedora: si no respondía ya, se arrepentiría de no haberlo hecho, pues el mayor estaba a un paso de romperle la cara.

-Por supuesto que nos hemos visto- replicó por fin el cantante, con semblante y tono desconcertantemente planos. –Él me llama casi todos los días y me dice que no quiere estar solo. Que tiene una enorme necesidad de sentir mi cuerpo encima del suyo…-

-¡Infeliz! ¡Eso no es cierto!- gritó Matsumoto, furioso y ahogándose en dolor al mismo tiempo -¡No te creo! ¡No estás diciendo la verdad!- Apretó el cigarrillo en su mano hasta quebrarlo, apagándolo y quemándose incluso, pero ni siquiera lo percibió.

-No es mi problema si no quieres aceptarlo. Tú eres libre de creerle a quien quieras. Pero considera que yo no tengo nada qué perder o ganar contigo o con tu novio. A mí me da absolutamente igual lo que pase con ustedes…- Sacó su cajetilla, comenzando a fumar despreocupadamente.

-¡No sé qué hacer! ¡No sé quién miente, o quién dice la verdad!- Hide se tomó la cabeza con ambas manos, halándose los cabellos hasta por la presión hacer que sus lágrimas brotaran -¡Maldito sea el día en que Yoshiki fijó sus ojos en ti!-

Despreocupado como en realidad estaba, el de ojos negros tomó el control remoto del equipo de sonido, encendiéndolo. –Siempre es bueno escuchar algo de música para relajarse…-

“No puedo levantarme, no puedo moverme, no me mires. Ah, el embalsamante maquillaje que me pongo para ti se está quitando. En el aplauso se siente como si mis oídos estuvieran siendo desgarrados”

Sakurai cantaba encima de su voz grabada, entonando de la misma melancólica manera, aspirando placenteramente su cigarrillo en las pausas. La araña lo miraba atónito.

-¿¡No te contentas con que la malnacida de Misshitsu me retumbe todo el día en la cabeza!?- Se abalanzó sobre él, tomándolo de las solapas con fuerza. Atsushi continuó cantando.

“’Es una ilusión, es débil, dime.’ ‘Es una mentira, es la verdad, no hace ninguna diferencia’”

-¡Desgraciado, deja de cantar!- sus manos, aún firmes en el agarre, temblaban. Los ojos se le desorbitaban de espanto al advertir el involuntario movimiento. Sakurai continuaba tranquilo.

“Pronto la cortina se cerrará en medio de la melancolía. ‘¿Está muerto? ¿Está vivo? ¿Qué buscas?’”

-¡Que te calles, por el amor de dios!- lo soltó, tirándolo, retrocediendo. Se tapaba los oídos sin dejar de temblar. No pudo retenerlo más y empezó a sollozar.

-¿Por qué me haces esto, Atsushi? ¿Qué hice para ganarme tu enemistad?- Sus lágrimas descendían por sus blancas mejillas, perlándolas; adornándolas bellamente -¡Si yo ni siquiera te conocía! ¡Con costos sabía quién eras!-

El pelinegro se levantó. Ya no era capaz de mirar de lejos la hermosa visión. Tenía que acercarse.

-Hide, tú sí que eres ingenuo. La solución para que te sientas bien de nuevo está justo delante de ti. ¿Qué no te das cuenta?...-

Clavó su mirada lujuriosa en él. Hacía rato que había notado lo bien que lucían sus piernas, enfundadas en ese ceñido pantalón amarillo de cuero, y le gustaba mucho la manera en que el mayor se ataba el cabello. Los mechones fucsia enmarcaban su rostro de preciosas facciones, rematado por el bindi[2] rojo con dorado en medio de sus cejas.

-¡Idiota! ¿Cómo te atreves siquiera a insinuarlo? ¡No tienes idea lo mucho que he vomitado después de aquella maldita noche!-

En efecto, comenzó a sentir un horrible malestar en sus entrañas, aunado al temblor insistente que no se le quitaba. Y sintió su cuerpo paralizado, aunque realmente deseaba salir corriendo de ahí. El menor se ubicó a su lado.

-No mientas. ¿Acaso tengo que recordarte lo mucho que gritabas cuando te hice mío? Jadeabas desesperadamente, apretando las sábanas, removiéndote al ritmo de mis embestidas… Ah, ¡cuánto deseo tenerte de nuevo así!...- Y tomándolo por la cintura, restregó su miembro duro y palpitante en la pelvis del chico.

-¡Apártate!- con muchísima dificultad venció el rigor del espanto, empujando al pelinegro. Tambaleó al retroceder, y en su rostro ya no se supo si lucía más el miedo, el asco o el enojo.

-¡Me voy! Suficiente me he rebajado al venir aquí a hablar contigo- se dirigió a la percha, tomando su abrigo, el cual se puso después. Ya iba a abrir la puerta, cuando en eso dijo Sakurai

-Por cierto, hay algo que quería contarte. Más bien advertirte, por si te contactan…-

Hide se volteó, asombrado. Aquello le sonó rarísimo, y aunque no tenía ni la menor idea de a qué se refería, presentía que sólo malas noticias podrían ser. Se mantuvo en silencio, esperando a que el otro continuara.

-Ayer me abrieron el auto y se robaron varias cosas. Entre ellas, mi cámara, donde tenía algunas fotos… en las que apareces tú. – Sus gestos volvían a ser los inexpresivos de antes, los que mostraba cuando decía cosas fatales para el pobre pelirrosa.

-… ¿¡Qué!?- Matsumoto sintió una fuerte presión en su pecho, del lado izquierdo. Sólo eso le faltaba; que el muy infame le hubiera sacado fotos en aquellas condiciones.

-Estás mintiendo… ¡estoy seguro! No recuerdo que tuvieras una cámara- se defendió la araña, pensando que era imposible que tanta desgracia junta cayera sobre él.

-Ya te he dicho que me importa un comino si me crees o no. Yo cumplo con ponerte al tanto. Tú haz lo que se te venga en gana.-

Retornó a su sofá, fumándose otro cigarrillo, dando la conversación por acabada. Al fondo, Taiyou ni Korosareta[3] se repetía indefinidamente, programada justamente para ello. De manera inconsciente, la letra se iba grabando en el cerebro de Hide, quien en una masoquista actitud, se había quedado en silencio, hiperventilando.

-¡Hijo de puta! ¡Ojalá te pudras en el infierno!-

La puerta por poco se desploma, y todavía tintineaba el móvil de Mariko colgado en el dintel, cuando ya afuera el Corvette fosforescente arrancaba con furia, llevando lejos de ahí a su dueño. Atsushi disfrutaba la melodía que todavía se escuchaba, entonándola mientras se servía otro whisky.

“Fui muerto, por el sol… Antes de que pudiera decir… Adiós…”



[1] Bajista de Luna Sea.

[2] El bindi es un elemento decorativo de la frente, utilizado en Asia meridional y el Sureste Asiático. Tradicionalmente, es un punto de color rojo coloreado en la parte central de la frente, cerca de las cejas, pero también puede ser un signo o una joya lo que se porte en vez del punto.

[3] Onceava canción del disco Kurutta Taiyou de Buck-Tick. 


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