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Endless Rain por metallikita666

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Sentado plácidamente en el sillón de la sala, Atsushi se relajaba tras un arduo día de trabajo. Escuchaba el resultado de los esfuerzos culminados de la temporada de grabación, degustando un exquisito habano.

Mariko bajó las gradas cargando la canasta de la ropa sucia. Prefería lavar de noche, pues usualmente su hermano también se encontraba en la planta baja y le hacía compañía. Inesperadamente, alguien tocó a la puerta.

-¿Tienes invitados, Acchan?- inquirió ella, haciendo referencia al obvio hecho de que la mayoría de gente que llegaba a su casa lo hacía para ver al guapo vocalista.

-No… que yo sepa. ¿Te molestaría abrir?-

La chica negó, dirigiéndose a la puerta. Después de correrla, ambos hermanos observaron a la sempiterna mujer anónima y rubia.

-Yoshiki-san…- se sorprendió ella, pues nunca lo había visto presentarse tan tarde en su casa.

-Hola, Mariko-chan- saludó el mayor, cortésmente, inclinándose. Sakurai se puso de pie. No le sorprendió ver al baterista, si bien no se esperaba que llegara. Hacía días que la famosa sesión de fotos había tenido lugar. Quizá vendría a decirle algo referente a ese asunto.

-Acchan… ¿Podemos hablar un momento… en privado?-

Acostumbrado a sus innecesarios misterios, el pelinegro accedió. –Sí, claro. Por favor pasa y sube conmigo a mi habitación.-

-Te sigo.-

Se llevó el habano y dejó el equipo de sonido encendido. Una vez en su recámara, se mantuvo en pie tras cerrar la puerta. -¿Y bien? ¿Qué te trae por aquí?-

Algo confundido por aquella manera de interrogarle sobre su presencia –ya que no era para nada raro que lo visitara- Hayashi tomó asiento sin solicitarlo en la cama del cantante. –Es Hide. Sigue mal…-

El otro levantó una ceja, buscando controlar un poco su hastío. –Veo. ¿Y ya consideraste lo que antes te aconsejé?- Aspiró su cigarro, exhalando luego lenta y placenteramente.

-Prácticamente no me deja atenderlo en su convalecencia. Si le insinúo eso, puede que me golpee…- respondió con tono rudo, remarcando así lo graves que se encontraban las cosas.

-Qué pena. Más no se puede hacer por él.-  Caminó hacia uno de sus muebles para servirse del cenicero que ahí tenía. El rubio lo miraba sin poder creer tanta indiferencia junta en sus dos amantes. –Atsushi, ¿qué te pasa? Desde hace unos días vienes comportándote muy pesado…-

-¿Y qué esperabas, si cada vez que me llamas o me vienes a ver es para hablarme de tu lunático Hide?- replicó con falsa molestia, agregando después –Es como si no tuvieras nada qué decir de mí. Como si no pudiéramos hablar de otra cosa…-

El pianista suspiró. Sakurai tenía razón. Él mismo se habría molestado por ello, de estar en su lugar. Pero no estaba dispuesto a disculparse de nuevo. No con Atsushi. –Es que como tú me dijiste que lo nuestro no podía ser más de lo que ya teníamos…-

-Eso es otra cosa. No mezcles los asuntos a tu favor.- Apagó el grueso puro en el cenicero, sonriendo a continuación. –Pero dejemos eso ya. Pareces estresado. ¿Qué tal un masaje?...- le dijo al tiempo que se despojaba de la camisa, con más que claras intenciones. El mayor retrajo la mirada sumisa y recatadamente, como si aquello no fuera con él. Empero, por dentro moría de ganas: lo reconoció.

-No sé… Me siento muy triste, ¿sabes?...-  Habló con voz consentida, acariciando sus largos mechones coquetamente. Dejando y queriendo que el pelinegro se acercara.

-Yo conozco la manera de hacer que te sientas mejor, hermoso- susurró el más alto, siguiendo el juego, tan claro para ambos. Se sentó a sus espaldas, retirando con delicadas y cuidadosas manos la bufanda de Yoshiki, primeramente, para luego quitarle la gabardina. Su áureo cabello le cubrió el albo dorso. Internó ambos brazos por debajo de los ajenos, estrechándolo contra su cuerpo. -¿Vas a dejar que te la muestre?- añadió, degustando el doble sentido, al tiempo que aspiraba el agradable y característico aroma del mayor. Sus dedos inquietos y experimentados buscaron sus rosadas tetillas, comenzando a presionarlas.

-Aaahh… sí… Hazme feliz de nuevo, Acchan…-

Tras escuchar lo que sabía oiría, el cantante apartó parte del cabello que cubría uno de los hombros del rubio, dando inicio a unos exquisitos besos en su piel que se tornaban más ardorosos conforme se desplazaba hacia su clavícula y cuello. Yoshiki se sentía derretir entre aquellos fornidos brazos. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a gemir.

Sintiendo que no era capaz de aguantarlo más, tomó una de las manos de Sakurai, desplazándola desde su pecho a debajo de su pantalón. Se encontraba bastante duro para entonces.

-¿Tanto me has extrañado… estos días?- pronunció el pelinegro con sarcástica picardía, indetectable entonces para Hayashi. Atsushi sujetó su órgano decididamente, comenzando a frotarlo.

-¡Ah, sí! Aquella vez no pudimos hacerlo bien… Había demasiada gente en el estudio… ¡Ahhh!-

El menor sonrió complacido, relamiéndose los carnosos labios. –Ahhh… mi precioso Yo-chan, siempre tan intenso…-

Desabrochó con sorprendente rapidez la prenda inferior del chico. Lo impelió a ponerse a gatas sobre la cama, de espaldas a él. Una vez que lo consiguió, resbaló la ropa por su cuerpo, dejándolo en traje de Adán. Abrigado sólo con sus rizos, Hayashi volteó el rostro, mirando hacia atrás. Su expresión tierna pero lujuriosa cautivó los ónices del cantante, quien no se resistió a besarlo. Se adelantó hasta cubrirlo parcialmente, apoderándose de su mandíbula. Poseyó los suaves labios con los suyos, sin detener las voraces manos que toqueteaban de manera incansable el cuerpo del baterista. Internó entre sus nalgas los dedos de la mano contraria a la que había levantado, rozando toda la extensión de la voluptuosa sima. El mayor se estremeció debajo de él.

-Te… necesito… Mmm…- Susurró entre jadeos, víctima del temblor delicioso que le provocaban las yemas ajenas acariciando la tierna carne de su entrada.

-¿Qué dices?... No te oigo…- Tras salivarse los dedos, reanudó el manoseo, esta vez rodeando el íntimo músculo.

-¡Ahhh! ¡Sí, mételo!- rogó el de Tateyama, estrujando las sábanas oscuras entre sus manos trémulas; agachando la cabeza hasta que su cabellera resbaló por su cuerpo, develándolo. Atsushi se detuvo por un momento para mirar. ¡Qué pena no haber podido adornar aquella suave dermis como lo había hecho con la de Hide! Pero contrario a él, probablemente Yoshiki nunca habría opuesto resistencia, quitándole toda la emoción al acto. Empero, sus gritos y lamentos indudablemente le habrían llenado los oídos.

Complaciendo sus súplicas, introdujo su dedo medio en el cuerpo del blondo pianista, arrancándole un sonoro gemido. Tras premiarlo con toda su longitud, inició el retorno, para posteriormente repetir todo el movimiento.

-¡Acchan! ¡Ya no lo soporto! ¡Aaahh!- gemía perdido en el deleite, provocando fuertes vacíos al apretar su interior. -¡Móntame!-

Invocado con semejante desesperación, el dominante pelilacio decidió que era hora de acceder a sus ruegos. Él mismo deseaba hacerlo. Sin despegar la mirada de la incitante  abertura que tenía delante, desnudó su pelvis y se acercó. Separó más las ajenas con sus piernas, y tomando con sendas manos el hermoso trasero que se le ofrecía, lo abrió, introduciendo su hombría en el ano del caliente mayor. Un ronco suspiro escapó de su pecho.

El tibio interior lo enloquecía. Después de todo, había sido aquella la primera cavidad rectal que lo recibiera. Respecto de eso, lamentaba profundamente tener que renunciar a penetrarla a su antojo, como hasta ahora lo había hecho. Empujado por la excitación, colocó una de sus manos en medio de los omoplatos de Yoshiki, presionando la parte superior de su cuerpo hacia abajo. La pose resultante era de connotaciones de extrema sumisión, pero al mayor no le importó. Atsushi comenzó a nalguearlo al tiempo que lo embestía con mayor rapidez y fuerza. Su amante se sentía próximo al clímax, y pudo advertirlo.

-¡Aaahhh! ¡Dime que has gozado tanto como yo del Hide que me ayudaste a crear! ¡Mmmm!-

Yoshiki se desconcertó con semejante exclamación, pero no pudo contestar con nada más que un sonoro grito al liberarse, pues el pelinegro, previéndolo todo, había asido su virilidad palpitante para estimularla en aras de que le fuera imposible retrasar su orgasmo, siquiera por unos segundos. Acabó corriéndose en su mano, provocándole a la vez su propio culmen. Cayó exhausto sobre el lecho, jadeando muy agitado.

Las palabras recién dichas no abandonaban su mente. Muy por el contrario, le provocaron una avalancha de pensamientos sin ton ni son, los cuales se vieron abruptamente cortados cuando sus bellos ojos miraron las manos de Sakurai caer a sendos lados de su cabeza, para sostenerlo. Se dio cuenta de que no había reparado en las cicatrices recientes que éstas exhibían. Sus dedos, siempre finamente cuidados y pulcros, parecían todavía hinchados en ciertas partes, sobre todo en su nacimiento: los nudillos.

Aterrorizado por la terrible y ominosa coincidencia, y sin atreverse a llevar sus pupilas al vértice de sus orbes o a mover el rostro, balbució

-…¿Qué… dijiste? ¿Qué te pasó en las manos?... ¿Por qué… usaste guantes en la sesión fotográfica?...-

-La decisión sobre mi personaje elegido no era de tu incumbencia, así que no tengo por qué darte explicaciones sobre su actitud o sus atributos…-

Al no poder creerse tal réplica, se volteó hacia él por inercia, dejándole ver su gesto perplejo.

-Ah, por cierto. Te voy a pedir que te largues.-

El dueño de los brillantes ónices se retiró de encima del rubio, observando cómo al extraer su órgano, salía lentamente su semen del cuerpo ajeno, resbalando por las blancas piernas del mayor, quien no podía quitarle de encima su estupefacta mirada.

-Siempre me llamó la atención que no tuvieras que hacer ningún esfuerzo por expulsarlo de ti. Es como si el camino estuviera lo suficientemente abierto…-

Hayashi no lo soportó.

-¿¡Pero qué putas te pasa!? ¿Qué te crees insultándome de repente de semejante manera?-

-¿Insultarte? Pero si sólo estoy diciendo lo que veo…- Sakurai esbozó la sonrisa más cínica de toda su vida, mientras comenzaba a vestirse. –Y como parece que no me escuchaste, te repito que quiero que salgas de mi casa en este instante. No deseo volver a verte. Ya no te necesito…-

Aunque le parecía que aquello debía ser un pésimo sueño de muy mal gusto, el semblante impasible de el de Fujioka le confirmaba que lo decía en serio. No sabiendo qué reponer, se sentó frente a él en la cama, cubriéndose avergonzado con su melena; sintiéndose arder de pena por primera vez en la vida debido a aquella condición.

-Acchan, por favor… Deja de bromear así…-

-Te prohíbo que me vuelvas a llamar de esa manera. ¿Quién piensas que eres? Entre nosotros no hay nada que justifique ese tratamiento.-

Había hecho su mejor esfuerzo por contenerlas, en verdad, pero escuchar eso del guapo hombre, con aquel tono y aquel gesto, obligó a sus lágrimas a salir. Y se odió por ello, pues sospechaba lo que vendría.

-No comiences, Yoshiki. Muy poco me importa si lo que te he dicho te lastima, y no me abstendré de hacerlo, justo como te advertí cuando nos conocimos…-

Contra todo pronóstico, el mayor se levantó, arrojándose a aquellos crueles brazos.

-¡Puede que tú ya no me necesites, pero yo a ti sí!- exclamó dolido y sin haber tenido el tiempo o la sagacidad para entender lo que aquellas palabras de Atsushi en realidad quisieron decir. El pelilacio lo sostuvo por los antebrazos, más para que no se le acercara que para que no cayera. Un temblor muy evidente invadió su cuerpo.

-¡Tú no me puedes dejar así! No después de lo que hemos vivido, no cuando más necesito tu apoyo, Atsushi!- No escatimó en lágrimas y ruegos para convencerlo, como nunca          –reflexionaría luego- hubiera pensado en hacerlo con el mismísimo Hide. -¡Atsushi, mi amor: no puedes haberme enamorado de esta manera para luego venir a decirme que todo era un juego, una broma! ¡No seas tan vil, por todos los dioses!- Le sostuvo la mirada, y Sakurai a él.

-Tienes suerte de haber encontrado alguien que te ame, porque te juro que con esa manera de ser tuya, tan asquerosamente egoísta, yo no te habría soportado más de un día. Me das lástima.-

Hayashi retrocedió instintivamente, experimentando el peor de los desengaños que le tocara vivir. Sus labios entreabiertos, como si fuera a decir algo; mas sus cuerdas incapaces de producir sonido alguno. Su rostro estaba bañado en lágrimas, pero las que brotaban se detuvieron. Sus ojos se secaron.

-Te dejo que te vistas, y luego de eso no quiero regresar y ver que aún estás aquí. Estoy esperando a una hermosa chica –una mujer de verdad- para que me satisfaga como es debido, y por nada del mundo deseo que te vea aquí. Hasta nunca, Yoshiki.-



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