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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Saga sabe que Shaka está en Londres, pero primero debe aclarar algo antes de decidir su próximo paso. ¿Aphrodite tendrá la respuesta? Y mientras tanto, ¿qué ocurrirá entre padre e hijo?

La cena preparada puntualmente, la voz de su esposa comentando lo hecho en el día, el vapor del té ingles subiendo con su aroma a tilo, los panecillos recién horneados… una nueva cena.

Radamanthys veía como le era servida la mesa con elegancia, colocando la vajilla de porcelana y sacando la vajilla de plata. Su esposa Fler esperaba sentada a su lado, sonriéndoles a las personas que le servían su lugar y preguntando por el menú del día. El hombre no veía eso, no veía a su esposa hablando con el servicio, no escuchaba las palabras de la anciana ama de casa que comentaba los preparativos para la cena… veía fijamente era el vacio de un asiento, el de su lado izquierdo, el que una vez ocupó su hijo. Veía y recordaba… veía y añoraba… veía y se encerraba…

Recordar, evocar… querer enterrar…

“Radamanthys, ¡qué bueno que llegaste! Shaka tiene toda la tarde intentando caminar, ¡pero no quiere soltarse de los muebles!”—el hombre cansado de su jornada laboral desvió la mirada hasta su pequeño de meses, con sólo una camisita celeste y el pañal, una mediecitas azules con las que se movía en la alfombra de la sala—“. Vamos Shaka, ven aquí con mami, nene. Ven, ven precioso”—murmuraba Fler con el acento y tono notablemente agudizado, modulando una vocecilla maternal que hizo al rubio sonreír. Shaka lanzó una carcajada sonriendo y balanceándose mientras movía su piecito derecho como si verificara que el piso fuera duro.

“No le hables así…”—reprendió el padre dejando el maletín a un lado y sentándose en el mueble frente al que usaba su hijo de soporte. Su esposa se levantó del suelo y se acercó dejándole un húmedo beso en los labios, antes de sentarse a su lado y buscar el calor de sus brazos.

“¿Por qué no? A él le gusta”

“Simmons dice que no le hace bien que lo consientas tanto”

“Yo soy su madre, sé lo que le hace bien a mi hijo”—reclamó la mujer con un gesto de falso reproche—“. Miralo, nos está mirando. ¡Quizás hoy se anime a soltarse del mueble!”

“Mejor cuéntame de tu día”

Mientras la mujer empezó a contarle sobre la nueva cama cuna que le había comprado a su hijo y los preparativos por adelantado que hacían para su primer año de cumpleaños, Radamanthys acariciaba el cabello dorado de su esposa casi inconscientemente. No sabía bien que tenía, pero desde siempre su cabello le había parecido la mayor de sus virtudes y no podía dejar de tocarlo y enroscarlo entre sus gruesos dedos. En un momento de distracción escuchó el balbuceo del pequeño en el mueble y la forma en que repetía consecutivamente la silaba “pa”. La mujer se sonrió y aplaudió al niño que al sentirse observado empezó a balancearse y reír animadamente.

Su hijo, su varón… el pequeño Shaka ya no tenía las piernas frágiles y la salud difícil con la que nació. Sus piernas gruesecitas, su piel rosada, los cachetes inflados con aquellos mechones dorados que caían hasta rozar sus orejitas, los impactantes y expresivos ojos claros que había heredado de su madre, todo él mostraba vitalidad y salud, fuerza y seguridad. Lo observó fijamente mientras lo veía soltar una de las manos del mueble y pisar persistentemente la alfombra como si quisiera dar un paso más, para luego arrepentirse y volver a la posición inicial, haciendo un amplio puchero que pedía fueran a buscarlo. Fler estaba a punto de levantarse para cargarlo y llevarlo con ellos cuando la mano de Radamanthys la tomó de la cintura y con un movimiento del rostro le negó la acción.

“Radamanthys…”

“Siéntate”—ordenó con la vista fija en el menor, quien lo miraba con aquellas dos gemas azules, sonriéndole nuevamente y extendiéndole la manito llamándolo con las mismas silabas.

El hombre se levantó, con una mano en su bolsillo izquierdo y su derecha extendiéndola hacía el menor, en distancia prudencial. Shaka extendió su pequeña mano intentado alcanzar la de su padre sin tener éxitos; volvió a llamarlo, a balancearse y moverse para llamar la atención de su padre y así lograr que se acercara a él. No consiguió nada más que la mirada fija de su padre y el movimiento de esos dedos que le instaba a soltar el mueble y tomarlos. El bebe de nuevo hizo un esfuerzo, lo miró con los celestes abiertos y luego enfocó sus ojos en los gruesos dedos de su padre, extendiendo una vez más su mano pequeña, dando un paso un poco más firme hasta que soltó el mueble y se vio de pie, sin nada que lo sostuviera más que sus regordetas piernecitas infantiles, las cuales temblaban como todo su pequeño cuerpo en busca del equilibrio.

El niño subió su mirada, y sonrió ahuecando las gruesas mejillas rosadas esperando de seguro la aprobación que recibió en cuanto su padre movió su comisura izquierda en una breve sonrisa. Las piernitas se movieron de nuevo, el hijo extendió su otra mano a la misma dirección… se movió un pie, dos…

“¡Oh mi Shaka! ¡Estás caminando!”—exclamó la madre emocionada…

Tres…

Y las dos manitos blancas encerraron el dedo índice del padre luego de haberlo alcanzado. Par de irises azules buscándolo, encontrándolo, brillando, tan poderosas y fulminante como su propia mirada dorada… sonriéndole…

“¡AQUÍ ESTA TU MALDITO HIJO! ¡SANGRE DE TU SANGRE! A QUIEN CRIASTES, MALDITA SEA. ¡SI HE ACABADO COMO UN POCO HOMBRE, DEBIÓ SER TU CULPA TAMB…!”

Y el cubierto cayó…

La mesa se mantuvo en silencio viendo como el hombre de la casa se había levantado de improvisto, con sus manos cerradas en puños temblorosos y la mirada totalmente desencajada. El movimiento había sido tan brusco que había golpeado contra la mesa y dejado caer al cubierto de plata en el piso.

—¿Radamanthys?—llamó su mujer mirándolo preocupada… pero no recibió respuesta—. ¡¿Radamanthys?!

—Perdí el apetito…

Con eso en el aire el mayor se apartó de la mesa, sintiendo que con cada paso que daba se iba adentrando en las turbulentas aguas del pasado, en las profundidades de las memorias que no quería volver a desenterrar.

Escuchó la voz de su esposa llamándolo preguntando qué había sucedido, si algo le preocupaba. Oyó el sonido de lejos de la vajilla recogida y la palmada con la que la anciana ama de llave daba orden de recoger el puesto principal. Tomó el mástil del pasamanos de madera para subir los escalones hacía la planta superior y evocó… evocó decenas de imágenes. Conforme iba subiendo cada uno de ellos creía oír a su hijo bajándolos a su lado, corriendo con la pelota de futbol mientras la voz de Fler le llamaba la atención, subiendo luego de llegar de clase con las manos llenas de pinturas, marcando las paredes que después fueron cubiertas por el nuevo papel tapiz…

La casa era un testimonio mudo…

Cruzó hacía la izquierda y entonces lo escuchó, la estrepitosa caída de su hijo, la que él mismo le había propiciado… sintió el golpe sordo del cuerpo contra la pared. Un escalofrío gobernó su cuerpo; una gota de sudor resbaló de su sien hasta el cuello, adentrándose debajo de su camisa de seda. Su respiración se aceleró imperceptible al mismo tiempo que sus latidos se hicieron ecos agudos y lentos bajo su pecho, todo como muestra, evidencia y síntomas de su estado emocional, de la catastrófica corriente que agitaba las tierras bajas de su lecho y levantaba la tierra enturbiando su caudal…

Los ojos azules enfocándolo, en la cima de la escalera, sentado en ella con sus rodillas tomadas, nueve años, su cabello dorado, sus ojos enrojecidos porque lo había regañado en el equipo de futbol en los primeros días de prácticas… más no era tristeza lo que los tenía abrumado… era orgullo, férreo, persistente, formándose como él de él.

“No querían dejarme jugar porque soy el más bajo de ellos”—le relató, con las cejas doradas estrujando su nariz con fuerza, el gesto de indignación palpable—“. Cuando yo sé jugar más que la mitad de ellos”—aseguró mirándole con los ojos decididos.

Su varón… su hijo…

“Demuéstraselo…”—le respondió…

Su orgullo…

“¡¡ESCUCHAME PAPÁ!!”

—Radamathys…—no sólo la voz, sino el roce en su antebrazo. Volteó su mirada con un escalofrío gobernando su cuerpo, hasta encontrarse con los verdes ojos de su mujer y el gesto preocupado, las gruesas pestañas junto el cabello corto hasta el nivel de su oreja. Esos ojos que podían desnudarlos en cuestión de segundo… si a algo Radamanthys no podía mantener su mirada era a las potentes irises de su mujer—. ¿Qué sucede? ¿Qué te tiene tan fuera de ti?—indagó la mujer subiendo dos escalones más…

El hombre sólo veía detrás de ella el cuerpo de su hijo, de pie, con la misma mirada enrojecida que le mostró a esos escasos nueve años… pero ya teniendo veinte…

La imagen de Shaka luego de la estrepitosa caída, de que Simmons lo abandonara, la universidad le expulsara, se encontrara frente a él… ¿Por qué su respuesta fue diferente?

—Desde hace días estás evadiéndome—comentó la mujer con gesto de dolor, una gabardina tejida rodeaba la delgadez de su cuello, tan elegante, tan fina como la conoció.

Y la imagen de su hijo Shaka frente a la empresa en esa tarde, los colores, la clase que aún su hijo destilaba pese a los años fuera de su cobertura…

—No ocurre nada…—desvió su mirada, siguió escalando hasta toparse con el frio piso de madera de la segunda planta—. Sólo estoy cansado…

Cansado de oír lo mismo tarde y noche desde el encuentro con Shaka… las mismas voces, los mismos pasos retumbando contra la madera, las carcajadas de su hijo a quien vio crecer y formarse… a quien cuidó…

Quien lo dejó por otro hombre…

Las piedras que chocan contra los escombros… juguetes de niños… una casa… Shaka meditaba en las palabras que Simmons le había dicho en el restaurant y en su actual situación con su padre mientras caminaba por las amplias carreteras de la ciudad. Luego de decidir el nuevo destino que quería visitar y sacar otra vez efectivo debido a los gastos que no previó a lo largo del día, el decorador observó la iluminación del estadio de Futbol que solía visitar para sus entrenamientos en la sub dieciocho años atrás. Tal como pensaba, aún estaría en prácticas, por lo cual aprovecharía para rememorar viejos recuerdos y una parte de la vida que dejó de disfrutar luego de aquella fatídica mañana.

No fue difícil entrar al enorme estadio iluminado para solo ver a un puñado de jóvenes de diecisiete y dieciocho años jugando un partido amistoso. Aquellos muchachos, en su mayoría rubios, hacían los pases y se gritaban en cuanto uno cometía un error, uno de ellos se encargaba de arbitrar el juego. Shaka se sentó en una de las gradas más cercanas y al centro de la cancha para tener una vista privilegiada mientras observaba los pases de balón y se dejaba acariciar por la brisa fría de Londres.

Bufó contrariado un par de minutos después en cuanto los recuerdos asaltaron a su mente obligándolo a rememorar todo el camino que cruzó dese la sub diez hasta la sub dieciocho, cada triunfo, cada partido…  no pensaba ser ningún jugador profesional, pero era ese deporte una de las cosas que compartía con su padre y recordaba muchas veces haber ido a la oficina para disfrutar los juegos del mundial en donde jugaba el equipo representante de Inglaterra, comentando luego las faltas y las jugadas realizadas…

Volvió a suspirar, pensativo, viendo como el árbitro sacaba tarjeta amarilla. El primer mundial que vio solo fue haría quizás tres años… se había sentido tan diferente… tan extraño… sinceramente siquiera lo disfrutó.

No había notado cuanto tiempo había pasado sentado; pero luego del segundo pito volvió en sí y observó que ya los jóvenes volvían a las bancas. El rubio se levantó del asiento limpiando su abrigo gris y preparándose para partir a casa. Bajó las escaleras y se adentró al pasillo de salida cuando una voz lo atajó.

—¡Shaka!—el aludido volteo intrigado. ¿Quién lo habría reconocido? Más quedo boquiabierta cuando vio a aquel hombre de increíble altura y peso, con el uniforme puesto y moviendo sus brazos de lado a lado para llamar su atención. Las cejas gruesas, los rasgos toscos, el cabello atado en trenzas hacia atrás con la piel notablemente de color…

—¿Aldebaran?—preguntó el decorador aún incrédulo. El hombre se sonrió efusivamente, acortando el espacio y abrazando al rubio dejando potentes palmadas en la espalda, notándose muy emocionado y sudado, incluso algo exaltado.

—¡Shaka! ¡Qué alegría verte aquí!—lo soltó sólo para sujetar los hombros del muchacho y sonreírle más aún—. ¡Cuando te vi en las gradas te reconocí al instante! ¡Ese tenías que ser tú!

—¿Pero qué haces aquí? ¿No que habías ido a jugar en Brasil?—el hombre le mostró su pierna derecha, desde donde se podía ver una cicatriz vertical cubriendo la mitad de su pantorrilla. Shaka calló, sintiéndose de repente abrumado por la impresión.

—Te invito a comer ¿eh? Es una larga historia.

El lugar donde lo había llevado no era aquellos lujosos a los que acostumbraba a ir con su padre. Un local bastante sencillo y cálido, las mujeres camareras en trajes típicos de Escocia se paseaban de lado y lado con las bandejas de cerveza y comida, un bar restaurant, donde no se veía mucho la diferencia entre el ambiente familiar y el lugar de mayores.

Se sentaron en una de las mesas más cercana a la barra, mientras la música resonaba y se veía a varios grupos de hombres y mujeres bebiendo y comentando en grandes carcajadas algunos chistes. La cerveza en grandes tarros fue servida en medio de la mesa, junto con una pizza tamaño familiar con diversos ingredientes acompañándola. Shaka veía todo con una ceja enarcada y una sonrisa de nostalgia, apenas y recordaba lo que era comer de esa manera, algo que solo hizo cuando eran parte del equipo de futbol.

—¡Ey preciosa!—exclamó el moreno llamando a una de las jóvenes mesoneras—, podrías traer cubiertos para mi compañero.

—No, no Aldebaran, ya no es necesario—sonrió apenado el rubio negando con sus manos el pedido.

—Ahhh, ¿ya el fino Shaka aprendió a comer como la gente?

—Muy gracioso ¿eh? También sé patear traseros como la gente, ¿te enseño?

—No, no, para nada… jajajaja si ya lo hacías antes ¡no quiero saber cómo lo haces ahora!

Rieron un poco más, comentarios cosas triviales y comieron de la pizza servida usando servilletas y sus propias manos. Aldebaran le contó que a pesar de haber sido seleccionado para jugar en el extranjero y había ido a Brasil para entrar a su selección nacional, en uno de los viajes tuvo un accidente y su pierna fracturada le costó su naciente carrera. Aldebaran perdió la oportunidad no solo de jugar en una selección nacional, sino cualquier partido de Futbol. Aún así, el hombre de sangre brasilera había decidido regresar a Londres y optar por el cargo de entrenador de la misma selección con la que empezó de joven, el lugar en donde conoció a Shaka.

—Tengo ya dos años trabajando, ha sido divertido. Ver a todos esos jóvenes talentos desarrollarse, me ha hecho recordar todas las veces que practicábamos, ¿te acuerdas? Con Jhon, con Lucas, con Peter…

—Sí, lo recuerdo, fueron buenos tiempos—consintió Shaka con una sonrisa comprensiva. La historia le había llegado hondo, muchas veces la vida hacia ese tipo de jugadas, te colocaba una enorme montaña o un profundo precipicio en el camino que creías iba a ser tu vida, y ellos no le tocaron otra opción más que desviar su camino. Aldebaran había encontrado uno donde pese a su frustrada carrera de futbolista se sentía realizado—. Pero que bien, vi su juego y es muy equilibrado, ¡lo has estado entrenando muy bien!

—Eso intento Shaka, pero dime, ¿Qué tal tus estudios en el extranjero?—el rubio lo miró con cara de no comprender—. Cuando te fui a buscar en tu casa fue eso lo que me dijeron. Fue una verdadera lástima, cuando regresé al primero que quise ver fue a ti—Shaka bajó la mirada por un momento, dibujando una mueca extraña con sus labios, algo que parecía querer disfrazarse de sonrisa. Aldebaran comprendió que algo pasaba, en realidad, ya le había extrañado ese cuento de que Shaka abandonó psicología por una mejor carrera en el extranjero. Habían sido amigos en las practicas, quizás para el brasilero Shaka era lo más cercano a un hermano ya que por su altura y su porte se sentía un tanto discriminado; por esa razón lo conocía tan bien como para saber que Shaka no era de abandonar las cosas a medias.

—Bueno, ya tengo mi carrera, trabajo en el extranjero, ahora  digamos que estoy de vacaciones—tomaron ambos un trago de la cerveza fría y espumosa. Desviaron sus miradas, sentían que habían entrado a un terreno difuso y pantanoso como para un primer reencuentro.

—Ah bueno, eso está bien, ¿y pareja? Yo tengo mala suerte, ¡las mujeres que me gustan no me prestan atención!—rio el más alto intentando amenizar el ambiente. Shaka levantó su mirada con una sonrisa jovial—. A ti te deben llover, ¡siempre fue así!

—Sí pero… no son de mi gusto.

—¿Ah no? ¿Eres gay o qué?

Y silencio… y escalofrío… y miradas viéndose mutuamente… el testimonio de un culpable ante la pregunta de un juzgado…

Ante la silenciosa respuesta, Aldebaran se dejo caer al espaldar de su asiento totalmente desencajado.

En Grecia, a esas horas de la noche Aphrodite sacaba la última maleta preparada para el viaje que pensaba emprender. Luego de no recibir respuesta por parte de Shaka y carcomido por lo que resultó de esa llamada, el sueco pensaba ir hasta Italia a buscarlo en Roma, tomando como punto de partida los lugares que ellos juntos habían planificado para el comienzo de su carrera. Bebía un poco de vino de fresa, dejando en la mesa de caoba los boletos del avión que saldría en unas horas. Sujetaba al mismo tiempo su cabello con una cinta negra viéndose apenas en el espejo, con el pensamiento más enfocado en lo ocurrido con Shaka y en sus propias emociones. No sabía cómo sentirse al respecto: desde la partida de Shaka el desazón que lo había enturbiado no era algo que esperaba, no se sentía como si fuese solo un amigo quien hubiera partido.

Bufó fastidiado para emitir una mirada al teléfono de su residencia que había tenido que cortar. Además de la llamada de un cliente buscando a Shaka y a quien tuvo que informar de su nueva carrera en Italia, el abogado había también estado llamando reiteradamente diciéndole que necesitaba hablar con él. Luego de lo ocurrido en su casa la semana pasada ciertamente Aphrodite no tenía la mínima intención de volverlo a tener frente a él y soportar otro ataque de cólera, por lo que le había dicho que ni siquiera se asomara en su casa, porque le tiraría la puerta en la cara y llamaría a la policía. ¡Vaya contrariedad!, justo le había dicho a Shaka que meterse con abogados era lo peor que podían hacer, se creían dueños de la verdad y te sacaban la ley cada tanto. Definitivamente él no se ligaría con uno ni aunque se cayera de bueno como ocurría con Saga. Demasiadas complicaciones, y él no era amante de ellas.

De repente el timbre de su residencia resonó y arrugó su cara con desconfianza. Faltaba más que el abogado hubiese decidió obviar sus advertencias y aparecerse como si nada. Se acercó a la puerta con el celular en mano a la línea policial y asomó su ojo en el orificio de la madera para ver quien lo esperaba. Mayor sorpresa a encontrase a alguien que no conocía, enfundado de negro, con el cabello corto y oscuro. Un ibérico por las facciones, se le hacía español y muy jugoso valía acotar.

—¿Sr. Lethys? Tengo un pedido de última hora—escuchó en aquel acento tan afrodisiaco que el sueco no pudo más que sonreír con sensualidad. Debía ser del correo tal como decía, de otra forma y sin su permiso, la vigilancia de la zona residencial no lo hubieran dejado pasar.

Abrió la puerta quitando el seguro y permitió que la luz de la noche y el faro de su jardín iluminaran la entrada. Gran fue su sorpresa cuando la caja cayó al suelo y de repente aquel hombre lo había tomado del antebrazo y dado una media vuelta hasta que su brazo derecho quedara en una posición dolorosa detrás de su espalda.

—¡MIERDA!—refunfuñó en cuanto su cabeza quedó en el espacio, con sus bucles colgando entre sus hombros.

—Tranquilo, no pienso ejercer más presión—le habló el hombre con rostro serio.

—¡Quita tus malditas manos de encima, animal!—forcejeo sin éxito, mordiéndose los labios debido al dolor de su hombro.

—Calma Aphrodite, Shura no te hará nada.

Cuando escuchó aquella voz su rostro se cubrió de blanco de pánico para luego tomar el tono carmín de la ira. El sueco envió su mirada celeste encendida al cuerpo del abogado que entraba a la casa y cerraba la puerta con aire tranquilo, enfundado en sus trajes ejecutivos, como solía ir a los arreglos de su propiedad cuando trabajaban. Saga se veía serio, impenetrable, parecía muy seguro de lo que pensaba hacer y sin ánimos de recibir un “No” de respuesta. El policía que sostenía al decorador empujó un poco hasta que se pusiera totalmente de pie, para luego obligarlo a sentarse en una de las sillas del comedor. El griego entretanto caminó por el vestíbulo con gesto severo, observando la maleta y los boletos con destinos a Roma. Frunció su ceño para luego mirar al sueco atrapado que parecía querer degollarlo con los dientes.

—¿Pensabas viajar? Es bueno haber venido a detener a mi testigo principal.

—¡Estás loco, Saga Leda!—exclamó Aphrodite manoteando la mano del policía y sentándose firmemente en la silla—. Demente a decir verdad, ¡deberías ir a verte a un psicólogo maldita sea!

—En realidad, a eso voy. Necesito una cita con cierto psicólogo sin título que me tiene la vida de cabeza—tomó asiento frente al decorador ofuscado, con la mirada seria, profunda, mostrándole que no había ido a jugar y mucho menos pretendía llevar las cosas más allá—. Escúchame Aphrodite, necesito que colabores conmigo, ya no se trata de mí, al menos no en primer lugar.

—No pienso decirte en donde esta Shaka si eso es lo que quieres—escupió con orgullo el hombre sometido en su propia casa. Saga lo miró fijamente, para luego renegar con su rostro y sacar una copia del pasaporte de Shaka que tenía dentro de su maletín. Cuando la puso frente al rostro del sueco este abrió sus labios y ojos, espantado, observando la realidad de las cosas.

El testimonio que daba evidencia a lo que estaba sucediendo.

—Shaka no está en Italia, Shaka se fue a Inglaterra—el decorador lo observó totalmente incrédulo—. No quise tener que usar estos métodos, pero no me iba a arriesgar que me lanzaras la policía, preferí adelantarme—el abogado se levantó de su asiento dejando la copia sobre la mesa, junto con un mapa de Londres que habían impreso con los puntos donde Shaka había usado su tarjeta de crédito junto con la marca de lo que fue la universidad donde él obtuvo su título y las propiedades de su padre—. Shaka está en Londres, hoy hizo uso de su tarjeta de crédito. Es evidente que no fue a un viaje de placer viendo los lugares que ha recorrido—el sueco observaba los puntos, el último, marcado cerca de lo que fue el estadio de la selección donde jugaba.

—¡Por los dioses!—susurró pasmado, pasando su mano por el cabello y soltando la cinta que ya se deslizaba por sus hebras. Ahora lo comprendía… lo turbio de su llamada, lo que ocurrió… cuando le dijo lo que le había dicho a Saga para alejarlo…

Era evidente… Shaka había regresado a Londres para reparar sus grietas, pero no por él…

Y entonces comprendió… lo que sentía en el pecho, lo que le hizo soltar esas palabras a Saga, la soledad…

—Oh mierda…—esa sentimiento, esa sensación… la de haber perdido algo que quería solo para él—. Soy un imbécil…—tapó su rostro con una de sus manos, soltó un amplio suspiro ahogado que hizo eco en la sala.

Aún lo quería… y él mismo lo había matado al aceptar una relación sin compromiso… mató lo que pudo ser…

Lo peor es que no podía reprochárselo… no había nada entre ellos más que la conjugación de una extraña amistad con pasaje sexual.

Recordó las palabras de Shaka en el restaurant, recordó su mayor miedo… y lo que vivieron juntos y los sentimientos que por un tiempo los había lastimado… Comprendió, todo lo comprendió.

—Si Shaka fue a Londres, es claro que ya decidió hacer una reparación a sus bases—murmuró con dolor, levantándose de su asiento en cuanto Shura liberó sus hombros.

Caminó en silencio hasta uno de los estantes llenos de fotografías y tomó uno de los portarretratos, donde había fotografiado a Shaka en el jardín de rosales que tenía sembrado en su anterior residencia, la que habían compartido hasta dos años atrás. El rubio se veía sentado con sus manos en el bolsillo, un pantalón negro de vestir, de líneas rectas y ajustadas, una camisa de líneas blancas y celestes, una bufanda que caía sueltamente a los lados del mismo tono del pantalón, el día que había recibido la noticia de que tendría un especial en la revista.

La observó resignado…

Si tan sólo hubiera dicho las palabras correctas… si hubiera respondido esa pregunta…

Al final de cuenta, si había decidido esperarlo.

—Se supone que yo sería quien me iría de su lado a seguir mi camino y él se quedaría aquí siguiendo el suyo—comenzó a hablar en tono turbio, deslizando las yemas de sus dedos en aquel vidrio—. Pero esta vez, como que nos intercambiamos los papeles… es irónico—envió su mirada celeste hacía el abogado, dejándole ver el dolor y la rabia que se encerraba tras ellos—. ¿Qué quiere de mi, Saga Leda?

—Quiero que me ayudes a entender cómo actuar con Shaka—acortó distancia—. Estoy decidido, iré a Londres, me haré responsable de lo que hice con él pero Shaka… Shaka para mi aún me es difícil de leer… Pensé que eran colores, decenas de ellos que me golpearon de frente pero… en cuanto intenté hundirme todo se puso oscuro y turbio…

Ese era Shaka… Un rio que parecía ser tranquilo, pero era tempestuoso y traicionero, fuerte y temible, imponente.

—No te mentiré, quiero estar con él, quiero una oportunidad con él y si debo acompañarlo en su búsqueda de solucionar todos sus pendientes para poder tener esa oportunidad, estoy dispuesto a hacerlo—afianzó la mirada sobre el decorador, metiendo sus manos en los bolsillos—. Pero necesito saber si de verdad valdrá el esfuerzo—los celestes de Aphrodite le miraron con cierto reclamo, aquellas irises enrojecidas mostraban dolor, uno que no pensaba mencionar aún—. Porque si fue capaz de abandonarte a ti como dijiste, créeme que no me siento en mucha ventaja.

No… Aphrodite lo sabía, Saga no sólo tenía ventaja….

“No quiero quererlo…”—las palabras de Shaka

—Sé que venir precisamente a ti, su amante, es estúpido. No creas que me fue fácil tomar esta decisión; si lo hago es porque él me llamó, esa misma noche desde Londres, me dijo que tenía algo que resolver antes cuando le pedí que estuviera conmigo.

Saga tenía el caso ganado desde un principio…

“Y si no huyó ahora, antes de que él siga destrozando mis argumentos, terminaré… no queriéndolo, Aphrodite…”

—Yo quiero creer que eso que dijo es su verdad…

Shaka ya había dado el veredicto…

“…terminaré amándolo.”

Sólo faltaba declarar sentencia…

—Bien, entonces te hablaré del Shaka que conozco…

Y decidió que era hora de dar el fallo final.

Esta vez él daría la respuesta correcta.

Notas finales:

Gracias a todos por su apoyo. Creo que quizás sea el último cpaitulo del año, asi que aprovecho primeramente para decir FELIZ NAVIDAD a todos mis lectores y darles el FELIZ AÑO NUEVO 2011, esperando que este año le de mucho color a su vida, que todos sus planes, sus metas, sus sueños puedan ser realizados y que tengan nuevos triunfos que disfrutar. Para mi ha sido un hermoso año que he compartido con ustedes a través de mis escritos y espero que el siguiente sea aún mejor.

¡FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO!


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