Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Endless Rain por metallikita666

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Deseo disculparme porque hasta hace poco noté que, por razones que desconozco, esta escena y el epílogo aún no aparecían en el orden de los capítulos.

Aquí están ambas partes. Espero que las disfruten.

 

Yoshiki se levantó temprano esa mañana. No había hablado con su novio desde el día anterior, y a pesar de que aquello no constituía algo extraño debido a cómo se encontraban las cosas entre ambos, el bello rubio no pudo conciliar el sueño durante toda la noche. Su mente había sido incapaz de detenerse. Le fue imposible dejar de meditar una y otra vez en lo que le había pasado con Atsushi, y aunque avergonzado, sabía que tenía que disculparse con Hide. Pero aquella ausencia del mayor sólo conseguía preocuparlo, a pesar de que reconocía que un cambio muy grande se había operado en él. Su araña no era ni remotamente el que alguna vez fuera.

Probó primero telefoneándolo, deseando medir su ánimo para no comprometerse a recibir más gritos y desprecios. Ya había sido suficientemente humillado, pensó. No obstante, nadie descolgó el odioso teléfono.

-Si supieras que ya no hace falta que me castigues de esa manera…- suspiró Hayashi, rindiéndose con la llamada. – Ojalá aún puedas perdonarme. Ya he entendido que todo fue mi culpa…-

Y si él supiera que ya de nada le valdría…

Se levantó de la cama, tomando uno de sus gabanes, colocándoselo. Deseaba llevarle algo al pelirrosa, algún detalle, pero nada se le antojaba adecuado. Suspiró de nueva cuenta, abandonando la idea. Le propondría cumplirle su ansiado fetiche una vez que aceptara acostarse con él.

El viaje fue tranquilo; tal vez demasiado. Se abstuvo de encender el radio, pues revolvía en su ánimo las mejores palabras y razones en las que pudo pensar. Aquel discurso no sería fácil de pronunciar. Aparcó frente al complejo de apartamentos, sacando su copia de la llave de un bolsillo. Se detuvo un momento, percibiendo un tenue sonido que provenía del segundo piso. Inconfundible para él. Sonrió tristemente, sintiendo sus hermosos orbes almendrados cristalizarse. Hide jamás escuchaba X.

Subió las escaleras y recorrió el pasillo. Se paró frente a la puerta, deslizando la llave por la cerradura. La madera cedió con sólo un paso, denunciando que no había sido cerrada por la noche. El pianista percibió que su corazón daba un salto.

Penetró en la sala, observando al fondo de ésta el preludio del tiradero que cubría el suelo de la recámara. El joven músico se asustó, recordando que el guitarrista, aún convaleciente, incluso cojeaba, por lo que no pudo evitar pensar que se habría hecho daño al protagonizar las que, según le dijera Hiro al presenciar los resultados, parecían ser crisis de ira.

-Hide, cariño… ¿Estás bien?- habló, alzando la voz mientras sorteaba los objetos rotos en el piso y escuchaba las archiconocidas melodías del Blue Blood, el segundo larga duración de su banda, programadas para repetirse hasta el infinito. Cuando arribó a la puerta que separaba la sala de la recámara, ésta se encontraba casi cerrada. La empujó, muy para su desgracia, y presenció el horroroso espectáculo para el que jamás se puede estar preparado: el que no se osa mirar sin por ello perder el juicio.

La espantosa sensación de encontrarse dentro de un elevador en caída libre desde el vigésimo piso invadió el frágil cuerpo del abatido rubio, quien tuvo que apoyarse en el marco de la puerta para no caer. Sus mandíbulas comenzaron a chocar una contra la otra     -con violencia, frenéticamente- al tiempo que sentía las rodillas desfallecer. Los ojos se le nublaron, llenándosele al momento de histérico llanto.

Bruscos y sonoros resoplidos antecedieron sus gritos de negación, y sacando fuerzas de donde no tenía, se abalanzó sobre el cadáver colgante. Abrazó la parte inferior del cuerpo, plañendo lastimeramente. Pero su amada araña no correspondía a sus muestras de afecto desesperado. Miró la silla que yacía botada a su lado, y aunque con un temblor que abatía todo su cuerpo, logró subirse, deshaciendo el nudo hecho con el propio cinturón del guitarrista y que, ahora, traicioneramente, ceñía su garganta sin vida.

-¡Hide, mi amor! ¡Mi vida entera, mi mundo! ¿Por qué?... ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué lo hiciste!? Sólo necesitaba unas horas, ¡unas horas y todavía estarías aquí conmigo!- se lamentaba a grandes voces el rubio pianista, estrechando el lívido cuerpo con fuerza desmesurada. Apartó los cabellos fucsias del rostro silente y blanco, que todavía mostraba las despreciables marcas del maltrato a manos de quien fuera, al fin y al cabo, su matador. Acariciaba la piel aún suave con dolorosa ternura, sin poder ni querer retener las lágrimas, sollozos y gimoteos que brotaban de su profundo sufrimiento. Alargó el brazo para tomar el teléfono, aunque ni remotamente se había saciado de llanto. Sin despegar sus bellos orbes cobrizos de la faz ajena, balbució, pidiendo ayuda al no ser capaz de hacerse a la idea de que hacía mucho tiempo que cualquier cosa resultaría inútil.

Al voltearse, pudo distinguir sobre la mesa un papel manchado de negro y oscuro rojo. Tras tomarlo con mano indecisa –pues parecía presentir los justos reproches- posó sus ojos húmedos en los caracteres a duras penas inteligibles.

 

“A Yoshiki

Espero que estés contento… Finalmente lograrás lo que tú y tu verdadero amor planearon durante tanto tiempo. Ah, malvados. ¡Si tan sólo yo hubiese sido menos ciego! No pude darme cuenta de cómo sonreían complacidos al arrancarle, una a una, las ocho patas a la moribunda araña. Pero me dejé llevar por lo que sentía, y eso sin duda me perdió. Supiste engañarme muy bien, comenzando por la manera en que hiciste que te quisiera… ¡Pero dile al maldito que se calle! ¡Su asquerosa voz no para de sonar, y eso me vuelve loco! Loco… es lo que dicen que soy ahora. ¡Ja, ja!... Puede que sí. Pero dudo que alguien como tú pueda siquiera entenderlo. Siempre te gustó que te cogieran, pero no tienes ni puta idea de cómo se siente cuando eres obligado: tu cuerpo inmóvil, tu garganta muda de tanto gritar por dentro, y tu corazón hecho mil pedazos. ¡Oh, mi amor, te debo las peores experiencias de mi vida! Es una lástima que no vaya a poder retribuírtelas…

No intentes seguirme, que no soy digno de tu fidelidad. Y no me llores. No me llores con esas lágrimas hipócritas, que tanto me costó entender que no valen nada. Me iré para dejar de estorbar. Para que tú y Atsushi puedan amarse como siempre lo deseaste… Es hora ya. El destino me arrastra… [garabato imposible de descifrar] ¡No, no quiero ir contigo, odiosa muerte! ¡Justo ahora, que por fin lograba ver coronados mis sueños! ¡Ahora que mi música significa algo para alguien! Y a él… ¡no harás que lo abandone! Si por él yo daría mi vida, y he cumplido, pues muero porque a quien más amaba lo quiso así. ¡Yo-chan, mi amor, si tan sólo pudieras estar aquí y tomar mi brazo, detenerlo, descorrer el nudo!...”

 

La ciudad enfrentaba el bullicio de un nuevo día, que a pesar de la claridad, se vio envuelto en tinieblas para quien, aún con la música de fondo y el griterío inconfundible de las sirenas, se deshacía en desgarradores alaridos, lamentando fútilmente el producto de sus estúpidos e inconscientes actos.

 

 

 

EPÍLOGO

 

-Me encuentro hoy, como todos los días desde el que fuera el peor en mi vida, aquí, frente a tu tumba. Han pasado ya cinco largos años, Hide.

Aurora tras aurora, he venido a este sitio a regar esta fría piedra con mis lágrimas, pretendiendo, prácticamente sin éxito, desahogar el dolor y el remordimiento que me carcome. Dos veces intenté seguirte –a pesar de tu expresa orden de no hacerlo- cortándome las venas y resistiéndome a comer. Conatos indignos de tu amargo fin, lo sé.

Tu hermano y los chicos me detuvieron y cuidaron de mí, haciendo todos los humanos esfuerzos por convencerme de cesar en mi empeño. Ellos dicen que debo seguir viviendo y olvidarte, pero no tienen ni idea de lo que hablan. Me dejaste la peor parte, oh tú, quien fueras luz de mis ojos, porque respirar se me hace insoportable con tu ausencia.

Mi vida jamás será la misma, y la risueña alegría que me caracterizaba –que tú tanto admirabas- no regresará. Corté mis largos y rubios cabellos para ofrecértelos el día de mi último adiós, y jamás volveré a dejarlos crecer, porque como nazireo, estaban consagrados a ti. Eran, junto con mis ojos, lo que más adorabas de mi cuerpo, y ambos los posees, porque aunque no soy lo suficientemente valiente como para sacarme aquéllos, sabes que nunca se posarán en nadie más. Hide… Hide… Aún no me canso de preguntarle a la vida por qué. Por qué fui tan imbécil, no por qué te suicidaste.

Te habría sido imposible reconocerme durante los días que siguieron a tu muerte. ¿Qué digo?... ¿Días? Meses. Años. Sé que nunca podré arrancar de mí este dolor, pero ha llegado el momento de que remonte el vuelo, y cada cosa que haga a partir de hoy me acercará más a ti. No cesaré de rendirte merecido tributo, y verás que nadie será capaz de evocarnos a uno separado del otro.

Mil ochocientas veinticinco lunas tuvieron que pasar para que pudiera decirte esto sin deshacerme en insultos a mí mismo y lamentos, los cuales sé que no hacen sino molestarte. Todo ese tiempo para que comprendiera que mis intentos de acabar con mi vida fueron infructuosos porque no merezco seguirte, ni pisar el lugar en el que te encuentras ahora. Sólo triplicaría mi sufrimiento ver que, con justicia, me vuelves el hermoso rostro, privándome de contemplarlo.

No hay una sola razón para hablar de quien, junto con la mía, colocó su odiosa mano en la guadaña que te despojó del aliento. Ya se encargará la suerte de cobrarle su venenosa maldad. Para mí es menos que la peor inmundicia, y así cuanto te amo, te lloro y te recuerdo, tanto más le odio, por lo que ni siquiera soy capaz de pronunciar su nombre.

Hide-chan, sé que no puedo ni insinuar que algún día mereceré tu perdón. Pero déjame implorarte que me cuides desde donde quiera que te encuentres. Si lo haces, nunca temeré cosa alguna, porque sé que estás conmigo. Descansa en paz, mi eterno amor.-

 

Notas finales:

Quiero agradecer a todos aquellos que hayan leído esta historia, por tomarse su tiempo para hacerlo.

Por favor, dejen sus comentarios.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).