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A Reason To Live por elyon_delannoy

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Notas del capitulo:

¡Hola!

¿Se acuerdan de mí? Soy Elyon, ¡Si, soy yo!

Bueno, después de mucho tiempo, les traigo capi nuevo. Fue horrible escribirlo. Muy difícil empezarlo sobretodo. Claro, después de cuatro meses, cualquiera ¬¬

De hecho no iba a actualizar hasta haber completado la edición de mis lj (pfff) y pretendía editarlo completito antes de continuarlo. No lo hice. Ni siquiera leí el capitulo anterior, porque si empezaba, no actualizaba hasta el otro año y aún quiero vivir, gracias.

Y estoy deprimida.

Llevo un par de semanas de vacaciones y me lo he pasado acostada vegetando. Asi que si alguien quiere escribir porno, digo, algo y animarme, me haría feliz =)

Mientras tanto, me voy a escribir mi propio porno.

Y les dejo este acá.

Y ya no digo nada más para no espantarlas. Es que, dios, cuatro meses es demasiado tiempo. Que verguenza.

Para Cybe...y Sharpey-00 que ya tenía sindrome de abstiencia por falta de estos dos =3

Las quiero!

Elyon

All I need.

De un momento a otro, Saga no tenía mayores intenciones de volver a su templo.

Suspiró cansado, preguntándose cómo era que siempre terminaba arruinando un día que prometía ser bueno.

De hecho, no recordaba haberse levantado de tan buen humor desde que habían sido revividos. No le gustaba quedarse hasta tarde a menos que tuviese trabajo que hacer o Kanon estuviese con uno de sus ataques. O con insomnio. Sin embargo, la noche anterior, obviando la cantidad excesiva de alcohol que había pasado frente a sus ojos, resultó ser provechosa. Su hermano no solía andar por ahí hablando de las cosas que pasaban por su mente. 'Ninguno de mis planes funcionaría si lo hiciese', le diría su gemelo y probablemente, él no dudaría en recalcarle que aún así no funcionaban. Sonrió al imaginarse la escena, después de todo, Kanon no hablaría de esas cosas. Y en ese sentido, Saga tampoco era de los que andaban ventilando lo que pasaba por su cabeza.

Con Kanon era diferente. Desde aquella vez, cuando le pidió que confiara en él, mientras Kanon se atragantaba comiendo, Saga comenzó a hacer lo mismo.

Saga siempre tenía mucho en mente y era un alivio tener una mente igual de atolondrada con la que compartir sus cuestionamientos. Pero eso sólo sucedía en una dirección. De lo contrario, no tendría que haber recurrido a Milo para saber que sucedía entre su hermano y Dohko.

Y Milo tenía razón. Saber que Kanon tenía interés por algo relacionado al santuario, lo tranquilizaba. Le aseguraba poder tener un ojo puesto en él, o los dos, cuando el otro no estaba pendiente del hombre que hasta hace unos minutos lo había acompañado. Quién, curiosamente, era la causa de sus últimos dolores de cabeza.

Ahora que sabía que Milo y Camus estaban igual de pendientes de Kanon, podía concentrarse un poco más en su relación con Aioros. Si es que podía llamarla así.

Poco a poco, estaba haciéndose a la idea de que el griego realmente quería estar con él, que no le reclamaba nada, salvo su constante actitud de sentirse culpable. No lograba entenderlo. El porqué Aioros era lo suficientemente necio como para retomar lo que hace catorce años habían dejado inconcluso, tomando todos los sucesos dolorosos ocurridos en medio y desechándolos sin pensárselo siquiera. Si el estuviese en lugar de Aioros, ni siquiera se dirigiría la palabra. Así que trataba de no intentar comprenderlo. Era difícil, con su necesidad por entender todo, buscando estar preparado para cualquier acontecimiento. Aioros acababa con esa obsesión como acababa con todo lo demás; se paraba enfrente con su sonrisa de 'hey, el mundo es perfecto', lo distraía con palabras sardónicas que estaba seguro nadie más que él y talvez Aioria habían oído jamás en sus labios – quizás también Kanon – lo besaba sin decir agua va y lo dejaba totalmente perdido, confundido y a la deriva, sin saber que hacer ni decir. De hecho, era risorio como lograba desbaratar al santo perfecto que toda su vida se había esforzado en construir, sin buscarlo. O quizás era lo que buscaba.

Porque, pensando en ello, era parte de la dinámica que siempre había existido entre ambos. Aioros enfrentaba – casi con la misma obsesión que decía ver en Saga – su necesidad por controlar cada una de sus acciones. 'A veces creo que hasta cuentas cuántos segundos te toma cada respiración y cuando te veo actuando así, no me parece difícil de creer', le dijo una vez, no recordaba exactamente cuando, en medio de una discusión. Saga se había limitado a rodar los ojos y a quedarse callado, esperando que el asunto terminara con eso. Y lo hizo, pero no antes de que Aioros logrará quitarse la duda de encima. '¿Lo haces?', interrogó asustado, la expresión en su rostro haciéndolo reír casi al instante. Fin de la discusión. Fin de las discusiones por semanas.

El recuerdo lo hizo sonreír y, al mismo tiempo, le hizo desear que la discusión de aquella tarde hubiese acabado igual.

Aioros tenía una capacidad impresionante para transformarlo en alguien distinto. En alguien mejor. Por eso siempre cedía. Porque Aioros le decía 'tranquilo, no es tan importante' y Saga le creía de inmediato, y hacerle frente a los problemas se le hacia más fácil. 'Deja, yo me encargo' y se relajaba, como por arte de magia. Pero él, al igual que Aioros, tenía ese efecto en el otro santo. Lograba hacerle perder la paciencia. Kanon lo intentaba y jamás lo conseguía. Es más, Aioros parecía disfrutar sus intentos por lograrlo. Y sin embargo, era él el que sin quererlo, lo lograba. Lo frustraba, lo enojaba y sólo necesitaba una palabra, un gesto, para hacerlo. Esta vez fue comprar un regalo.

Un regalo que llevaba un rato mirando y no sabía porque. La caja no era muy grande, el papel era muy simple, no tenía cinta ni tarjeta. La verdad, si sabía porque no podía quitarle los ojos de encima.

¿Había hecho bien en comprarlo? ¿Valdría la pena a cambio de una discusión – otra – con Aioros?

El castaño se molestó apenas le dijo para quién era. No lo detuvo, es más, al principio ni siquiera le dijo algo, pero su expresión cambió radicalmente. Y después vino todo lo demás. Lo de siempre, su necesidad por aferrarse a todos los errores que había cometido y tratar de repararlos. De culparse y de negarse momentitos de felicidad por no creerse digno. Y Saga se molestó. Se molestó porque se esforzaba, realmente lo intentaba, pero había cosas con las que simplemente no podía. Se enfadó con Aioros porque esperaba que comprendiera porque lo hacía y no fue así. Antes de darse cuenta había nombrado a Aioria y ese era un punto intocable cuando Aioros estaba molesto. Ambos se callaron, apretando las mandíbulas y luego, cuando se cansaron de estar molestos, se quedaron en silencio buscando las palabras que pudiesen aliviar en algo la tensión que se instaló en ese pequeño espacio que los separaba de camino al santuario. No las encontraron y casi llegando a Géminis, Aioros se despidió con un largo suspiro que sonó parecido a 'Te veo luego' y Saga apenas murmuró 'De acuerdo'.

Suspiró con fuerza, llenándose los pulmones del aire que empezaba a enfriarse a medida que caía la noche. Se pasó una mano por el cabello, acomodando un mechón tras la oreja, antes de ponerse de pie. Tenía que averiguar si todo lo de ese día serviría para algo. Con algo de suerte, quizás Kanon no estaría en el templo a esas horas.

Iba a mitad de camino cuando supuso que se había equivocado.

— ¿Así que fue tu idea emborracharme? — escuchó la voz de Kanon en su oído al mismo tiempo en que sintió un brazo rodearle el cuello y otro apresarle la cintura con fuerza.

Saga gruñó casi sin aire, forcejeando, preocupándose más por no dejar caer el regalo que por la facilidad con la que su gemelo lo había apresado.

— ¡Kanon! ¡Cuidado! — gritó Saga, tratando de sacudirse a Kanon de encima — ¡Maldita sea, Kanon, suéltame!

Kanon lo soltó en el momento preciso para que evitara que la caja cayera.

— Podrías habérmelo preguntado — farfulló Kanon, cruzándose de brazos. Saga le daba la espalda, ocultando efectivamente lo que tenía entre los brazos y despertando su curiosidad. Se acercó cauteloso — Ahora tendré que soportar que Milo se lo pase de lo lindo burlándose de mi.

Saga explotó.

— ¡Llevo semanas preguntándotelo, idiota! — rugió dándose la vuelta y olvidando por completo el regalo. ¿Honestamente? Aún estaba un poco molesto y que su gemelo tuviese el cinismo de decirle que 'podría habérselo preguntado' cuando ya había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho, le hizo perder la compostura.

Kanon parpadeó perplejo. No le prestaba atención a Saga, sus ojos estaban fijos en la caja que éste sostenía.

— ¿Y eso? — preguntó, y en seguida alzo una ceja y sonrió con burla — ¿Aioros ya empezó a hacerte regalitos? Eso sólo significa una cosa, Saga.

El menor disfrutaba desmedidamente cada oportunidad que tenía para mofarse de su hermano. De hecho, se iba dando puntos cada vez que tenía éxito. Uno, si lograba enfadarlo. Dos, si se avergonzaba. Uno extra si conseguía sonrojarlo. Cinco cuando la oportunidad se presentaba mientras comían y Saga se atragantaba y pasaba minutos tosiendo. Un bonus de cincuenta si lograba dejarlo sin palabras e incapaz de responder porque, por Athena, eso si era difícil. Perdía todos los puntos cuando su hermano reaccionaba de una forma inesperada. Como en esa ocasión.

Saga bajó la mirada lentamente, infló las mejillas sopesando - Kanon no sabía qué -, pero era algo que hacia cada vez que trataba de decidir entre hacer una u otra cosa, y cuando volvió a mirarlo, los ojos se le habían suavizado. Apretaba los labios, quizás para esconder una sonrisa, talvez para mantener las palabras dentro. Le extendió la cajita sin decir nada. Kanon lo miraba estupefacto.

— ¿Es para mí? — preguntó apuntándose con un dedo. Saga asintió y Kanon tuvo la urgencia de entrecerrar los ojos, incapaz de no sospechar de las acciones de su gemelo. Saga lograba aparentarlo mucho mejor, pero al igual que él, tramaba cosas todo el tiempo. Se atrevería a decir que Saga tramaba más fechorías que él, sólo que la mayoría solo se quedaban en eso, planes — ¿Por qué me haces un regalo?

— Sólo tómalo, ¿quieres?

Impulsivamente se lo arrebató de las manos, de un momento a otro vibrando de excitación. Saga se sentía confundido.

— ¿Toda esa emoción es real o fingida? — interrogó cuando lo vio despedazar el papel de regalo como un crío en Navidad.

— Fingida, por supuesto.

Era cierto.

Porque cuando Kanon vio de que se trataba, quedo inmóvil. Saga se puso nervioso. Tal vez había cometido un error. De hecho, quizás terminaría peleado con Aioros, sin dinero y por nada. Haciendo uso de su imaginación, había visualizado a su gemelo explotando de alegría, dando saltitos y todo. En cambio, parecía que algo le dolía muy pero muy profundo en el pecho.

— ¿Estás bromeando? — no fue más que un susurro y sintió una necesidad desesperante por explicarse.

— Hace días, cuando tuviste ese ataque de pánico, descubrí un álbum de fotos bajo tu cama — dijo, la voz sonándole ligeramente culpable. Kanon alzó la vista al cielo, inhalando profundo y tragando con dificultad, pero negándose a mirarlo — No sé si estaré en lo correcto, pero creo que son tuyas. Es decir, ¿las tomaste tú? Creí que te gustaría. Debería habértelo preguntado antes.

— Es una cámara costosa, Saga — parecía que le faltaba el aire. Y que seguía doliéndole.

— Si, bueno, tenía un poco de dinero ahorrado — en esa ocasión, Kanon dejó de esquivarle la mirada. Le brillaban los ojos y seguía costándole trabajo tragar, un nudo en la garganta dificultándole la tarea. Saga por fin respiró aliviado. Esa era emoción de verdad — ¿Te gusta?

Kanon se rió. Medio ahogado, todavía faltándole el aire, como si no quisiera hacerlo, y tuvo que parpadear varias veces porque los condenados ojos le ardían.

— ¡Dioses, me encanta! — dijo, y dando un par de zancadas, se abrazó a Saga tan fuerte que le arrancó un quejido. Saga se tensó, sorprendido, mas se relajó cuando sintió un suspiró tembloroso contra su cuello — Eres un imbécil.

Saga rió a carcajadas y devolvió el abrazo. Ahí mismo, en ese lugar y en ese instante, le dio lo mismo la discusión con Aioros. Le habría gustado que el arquero los viese así. Podría haber comprendido la verdadera razón por la que estaba haciendo eso. Podría haber visto qué tan importante era para Kanon. Podría haber vislumbrado, como Saga hacía en ese momento, que quizás conseguiría poner a su hermano un poco mejor. Y con eso le bastaba.


El menor de los gemelos estaba exultante.

Llevaban cerca de media hora en la sala, Saga con el álbum de fotos sobre las piernas, recostado en el sillón — 'Son mis favoritas', había dicho Kanon, y después había agregado, 'Son las únicas que guardé' — lo que hacía aún más valioso que quisiera compartirlas con él. A sus pies, sentado en el suelo, Kanon se afanaba en descubrir las características de su nueva cámara.

Le gustaba así, ir probando cada función, sin leer el instructivo primero. De hecho, apenas la sacó de su caja, arrojó los folletos lo más lejos que pudo.

De vez en cuando, se giraba un poco y antes de que Saga supiese de donde había venido ese destello, ya había recuperado su posición y murmuraba bajito 'Es perfecta' o 'Guau, es que…Guau'. Saga no podía evitar sonreírse y preguntarse como su hermano había sobrevivido tanto tiempo sin una cámara en su poder. Parecía una extremidad adicional.

Kanon le contó como la había descubierto. La fotografía. Le habló de la viejita de la foto — 'El mejor pastel de carne de la galaxia', le dijo —; le habló de algunos de los niños. Evitó a propósito hablar de las fotos en las que aparecía él y Saga se lo dejó pasar. Estaba contento, se veía feliz, ¿para qué quitarle eso, si ya le había quitado mucho, mucho más antes?

De pronto, Kanon se quedó quieto. Miró a Saga por sobre el hombro, escudriñándolo cuidadosamente.

— Ahora que lo pienso, ¿cómo supiste que era ésta la que quería?

Saga sonrió, cerrando el álbum con cuidado.

— Liakos me lo dijo — contestó. Notó una nueva interrogante en el rostro de su hermano, así que agregó — Dijo que te pasabas por allá cada cierto tiempo y le pedías que te hiciese un descuento.

— Si lo hubiese hecho una semana más, estoy seguro de que me la regala con tal que lo deje tranquilo — la risa de Saga retumbó en la habitación.

— Estoy seguro que si — respondió el mayor y Kanon lo urgió a dar una respuesta más elaborada — Le pedí que no lo hiciera.

— ¡Viejo del demonio! ¡Sabía que podía venderla!

Kanon se puso de pie y de inmediato se dejó caer junto a Saga. Sin que su gemelo comprendiera que hacía, le pasó un brazo por el cuello y lo acercó hacia él, hasta que sus rostros estuvieron uno al lado del otro. Estiró el brazo que sostenía la cámara y tomó la fotografía. Recuperó su postura de inmediato, analizando la imagen que había capturado. Sonrió apenas perceptiblemente.

En la imagen, sus propios ojos lo miraban de vuelta, brillantes, de un verde fulgurante y su sonrisa enseñaba los dientes, extensa y casi tan reluciente como su mirada. Le gustó verse así. Creía que representaba exactamente como se sentía en ese momento. Junto a él, en la imagen, Saga se las había arreglado para desviar el rostro en el último segundo y su perfil se delineaba altivo en el retrato. Fruncía las cejas, tratando de parecer molesto, sin embargo, no fue capaz de contener la sonrisa, franca y abierta, que se le formó en los labios.

Kanon guardó la imagen antes de que Saga pudiese verla y apagó la cámara. De vez en vez, guardaba cosas como esa sólo para él y la fotografía, en particular, le había gustado. Pensó que era como siempre debía ser entre ellos. Palmeó el muslo de Saga afectuosamente.

— Muy enserio — dijo y Saga enarcó una ceja — ¡No, de verdad! Muy, muy en serio…Aprecio esto. Mucho muy demasiado — dijo, riendo con la lengua entre dientes, notando el gesto fastidiado de Saga.

Saga prefirió no contestar, porque lo primero que se le vino a la mente fue 'En el fondo, creo que te mereces eso y más de mi parte' y alcanzó a darse cuenta de que Kanon tendría uno o dos argumentos para contradecirlo y arruinar el momento. Así que mantuvo la boca cerrada.

Y continúo igual cuando, unos minutos después, Kanon se puso de pie y desapareció del cuarto. En dirección a Libra probablemente. Lo extrañó de inmediato. Porque al quedarse solo, Aioros volvía a ocuparle la mente. Se preguntó si sería aún muy pronto para subir hasta Sagitario y encausar las cosas.

— Probablemente sí — murmuró. Permaneció en el sofá, con la mente en ninguna parte y el álbum de Kanon sobre el pecho. No notó cuando resbaló de sus manos y se quedó profundamente dormido, a pesar de lo incomodo de su posición.


Kanon estaba más que feliz con su nuevo juguete. Si fuese más fuerte, se habría negado a aceptarlo porque no le costó reconocer la disculpa de Saga tras el gesto. Pero había cosas frente a las que no podía fingir ser fuerte.

Odiaba la idea de su hermano gastando sus ahorros para – no le gustaba como sonaba esto – 'comprar su perdón', sin embargo, apenas leyó el modelo de la cámara en la caja, se le hizo agua la boca. Y los ojos y las rodillas. Se derritió entero, más aún, porque Saga se había dado el tiempo de averiguar que lo haría feliz.

Saga había cambiado de golpe cuando eran pequeños, sintiendo la obligación de madurar contra el tiempo para satisfacer las necesidades que su futuro cargo requeriría. Dejó de jugar, dejó de reír, dejó de tolerar las boberías de su hermano pequeño. Empezó a reprenderlo y a corregirle todo lo que no le parecía correcto. Se olvido, de que de vez en cuando, Kanon necesitaba un abrazo. No tenía que ser muy largo, de hecho, una palmadita en la espalda le habría bastado. A Kanon le tomó tiempo saber que, bajo ese trato indiferente, Saga trataba de protegerlo de esa voz maléfica que lo atormentaba cuando bajaba la guardia.

En la actualidad, Saga estaba demasiado acostumbrado a no exhibir excesivamente sus emociones como para permitirse demostraciones de cariño notorias. No tenía la capacidad de Kanon para encaramarse sobre las personas a las que quería, pero si tenía las herramientas para estar siempre al pendiente de sus necesidades. Y ese peso en las manos de Kanon, esa cámara que llevaba semanas burlándose de él tras la vitrina de la tienda, era una prueba de ello.

Sonrío al encender el aparato. Decidió dejárselo pasar por esta vez. Saga se esforzaba, así que podría simular, por esta única vez, que no había visto dobles intenciones en su actuar y enfocó su mente en lo que había ido a hacer a Libra.

Por algún extraño motivo - que tenía mucho que ver con una cantidad excesiva de años viviendo aislado del mundo -, suponía que Dohko no estaría muy relacionado con las fotografías. O que creería que se robaban el alma de los fotografiados o algo por el estilo. Así que tenía que obtener una fotografía a como de lugar.

— ¡Doohkooo! — canturreó.

— ¡Cocina! — fue el grito seco que obtuvo por respuesta.

Kanon preparó la cámara y se aseguró de tenerla lista para tomar la fotografía antes de asomar la cabeza por la puerta. Dohko lo apuntó con una cuchara apenas lo vio. Y se lamía los labios. El gemelo estaba absolutamente seguro de que el chino no tenía idea de lo sensual que se veía cada vez que hacía eso. Y cuando sonreía y le brillaban los ojos, como en ese momento. Moría por tener esa imagen para siempre en la memoria de su cámara, pero no era lo que llevaba en mente en ese instante.

— ¿Tan seguro estabas de que me gustaría el helado? — preguntó Dohko y Kanon casi lo había olvidado, pero esa mañana se las había arreglado para dejar un pote en el congelador, mientras Dohko hablaba de cosas (que a él no le interesaban en absoluto) con Shion. Quizás aún estaba un poco borracho a esa hora, porque lo recordaba vagamente.

El griego sonrió en respuesta, porque no se le ocurrió nada más y lo llamó.

— Ven acá un segundo — Dohko hizo lo que le pidió y la sonrisa de Kanon se incrementó a causa de ello. A pesar de la catarsis del otro día, Dohko ahora se veía tranquilo y el geminiano hizo una nota mental para tener siempre helado de vainilla a mano. Sólo por si acaso.

Dohko caminaba arrastrando los pies, una manía que Kanon descubrió hace poco; el chino lo hacía cada vez que andaba descalzo y el pantalón le quedaba un poco largo. La teoría del gemelo era que lo hacía para evitar enredarse con el sobrante del pantalón y la respaldaba en que lo había visto teniendo problemas para desenredarse de la capa de su armadura. Y, como correspondía, se había burlado de él. A pesar de encontrarlo adorable (y haber negado que lo hubiese pensado, después).

Tan pronto Dohko estuvo lo suficientemente cerca, Kanon sacó la cámara que escondía a sus espaldas y la colocó frente al rostro de Dohko, a una distancia muy corta y le dio al botón de captura, antes de que el moreno tuviese tiempo de reaccionar.

— ¿Qué...? ¡Por los dioses! — murmuró el chino encandilado por el brillo del flash.

Kanon sonrió apenas, excusándose. Probablemente, a esa distancia el flash era lo suficientemente intenso para cegar momentáneamente al moreno. Lo vio parpadear rápidamente casi un minuto, como si hubiese pasado demasiado tiempo mirando al sol y después no pudiese ver nada más que ese resplandor. Kanon revisó la imagen que había capturado y se dio por satisfecho; eran exactamente esos ojos verdes, contrastantes con la piel morena y el cabello rojizo, los que quería atesorar. Que Dohko tuviese esa expresión sorprendida sólo los hacia resaltar más.

— Sabía que estabas tramando algo — murmuró Dohko refregándose los ojos con los puños.

— ¡Ah, vamos! No seas melodramático — contestó Kanon, sujetándole las muñecas y acercándolo hasta que el aroma a vainilla le inundo los sentidos. Ladeó apenas la cabeza hacia la izquierda y acercó su rostro al de Dohko, sin embargo, antes de que sus labios se rozaran, cambio de idea y se alejó. Inclinó la cabeza hacia la derecha y volvió a acercarse, acariciando delicadamente sus labios contra los del moreno. Cuando Dohko quiso cerrar aún más la distancia entre ellos, Kanon volvió a alejar el rostro. De inmediato, sintió una de las manos del chino sujetándole la nuca con fuerza, le oyó gruñir – No me vengas con tus jugarretas baratas –, lo vio sonreír con malicia y enseguida, le metió la lengua en la boca. Antes de separarse, la lengua de Dohko recorrió cada rincón, reconociendo un terreno que reclamaba como suyo, en un arranque inesperado de posesividad.

Se separaron sin aire en los pulmones, con los rostros a escasa distancia, mirándose los labios mutuamente, mientras dejaban escapar aceleradas respiraciones. Fue Dohko el que evitó que las cosas pasaran a otro nivel, manteniendo la distancia al poner una mano sobre el pecho del gemelo y darle un leve empujón, obligándolo a retroceder. Kanon podría haberse preocupado si Dohko no hubiese estampado en su rostro una sonrisa divertida.

— Linda cámara — dijo Dohko, al mismo tiempo recordando que el pote de helado se descongelaba lentamente en el mesón donde lo había dejado y apresurándose para devolverlo a la heladera.

Rió a carcajadas cuando vio la expresión pasmada de Kanon. El gemelo salió de su estupor, dejando el aparato sobre la mesa y jalando una silla para sentarse.

— ¿Cómo puedes reconocer una cámara sin prestarle mayor atención y no haber comido helado nunca en tu vida? Sinceramente, ¿te parece que tenga sentido?

— Sólo para que lo sepas, Kanon — comentó Dohko pasándose una mano por el cabello e inconcientemente metiéndose una mano bajo la camiseta, mientras Kanon simulaba prestarle atención, cuando en realidad lo que hacía era imaginarse que las cosas serían muy distintas si fuese su mano la que se colaba bajo la ropa del moreno — Existen dos tipos de ermitaños; los de todos los días y los de fin de semana. Yo soy de los de fin de semana.

— El helado es de fin de semana — murmuró Kanon.

Dohko reía y al hacerlo, su voz grave resonaba en las paredes y Kanon se imaginaba que venía de todas las direcciones posibles. No sólo eso, le vibraban los hombros y echaba la cabeza hacia atrás, exponiendo el fuerte cuello. 'No deberíamos estar hablando', pensaba Kanon y se contenía de levantarse y atraparlo contra el mueble más cercano. Acababa de darse cuenta que, ocupado en soportar las consecuencias de su noche de juerga, no había pensado en Dohko en todo el día, sin embargo, no llevaba más de diez minutos en su cocina y no podía dejar de enumerar los lugares contra los que podría follarlo, ni dejaba de preguntarse que cosas lo harían quebrarse y gemir su nombre igual que hace dos días.

— Saga me la dio — dijo Kanon simulando una compostura que no tenía y tratando de llevar la conversación a un tema que no lo hiciera pensar en Dohko jadeando y desnudo. Hablar de Saga era seguro — La cámara.

— Ah.

Fue esa expresión la que terminó por mandarle la calentura al demonio. Ese 'Ah' en la voz de Dohko que, de pronto, había sonado muy seria.

— Si… 'Ah' — repitió Kanon, y no sabía exactamente porqué, pero creía que le molestaba oírlo así.

Dohko se apoyaba contra el lavaplatos, suspirando y cruzándose de brazos. Cuando volvió a hablar, su voz sonaba tranquila, suave, como si intentara arrullarlo con ella.

— ¿Y tú estás bien con eso?

Kanon frunció las cejas y se miró detenidamente los dedos. Si lo pensaba con más detenimiento, sabía que su reacción molesta se debía, únicamente, a que era lo mismo que pensaba en el fondo. 'Ah, Saga tiene un arranque de culpa' o 'Ah, ese tema otra vez'.

— No — su respuesta fue un murmullo, pero Dohko la oyó sin problemas.

— Creo que es normal que tu hermano quiera retribuirte de algún modo…

— Pero yo no quiero que lo haga. No necesito que lo haga. Sólo quiero...

Dohko se acercó despacio, en silencio, y al estar junto a Kanon, le despejó el flequillo con los dedos. No necesitaba que Kanon le dijera qué era lo quería que Saga hiciera, pero sabía tan bien como Kanon, que esperar que Saga lo olvidara era menospreciarlo. Era querer quitarle una parte de humanidad a la que el gemelo se aferraba sin darse cuenta. Para Saga, vivir con sus culpas, recordarlas, tolerarlas y evitar que se repitieran era asegurar que era el humano en él, el responsable de sus acciones. Fue eso lo que le dijo a Kanon.

— Quizás no es malo que lo haga — susurró y Kanon apoyó la frente contra su abdomen — Talvez lo hace sentir vivo, tal vez lo hace sentir mejor persona que en el pasado.

— Saga es buena persona — la voz de Kanon se apagó contra las ropas del chino y éste rió despacio.

— Todos sabemos eso. El único que no se ha enterado es el propio Saga. Por otro lado, pienso que Saga quiere verte contento. Y si los ojos te bailaban cuando te dio la cámara, tanto como te bailaban hace unos minutos, seguro lo dejaste satisfecho.

Kanon ahogó una risa. Rodeó la cintura de Dohko con un brazo y se puso de pie, aprovechando el impulso para obligar al moreno a sentarse sobre la mesa. Le abrió las piernas con las caderas y hundió la nariz en el cuello moreno, inhalando pausadamente. Dohko mantenía una mano enredada en el cabello del gemelo, mientras la otra subía y bajaba de un modo reconfortante por su espalda. A Kanon le gustaba allí, en los brazos del chino y con el calor de sus muslos apretándole las piernas. Era tranquilo y era seguro. Y le despejaba la mente, la vaciaba de contemplaciones.

Kanon suspiró, aun contra el cuello de Dohko y percibió el leve escalofrío que recorrió la espalda del moreno en la punta de los dedos. 'Sí sólo fuese siempre así'; pensaba Kanon, justo momentos antes que pensamientos y dudas - los mismos que intentaba bloquear cuando Dohko estaba cerca-, se asentaran en su mente. Confundido, un poco molesto por el poco control que tenía sobre las ideas que se retorcían en su cabeza, sacó la lengua, saboreando la tibieza de la piel que, en un movimiento involuntario de Dohko, se ponía completamente a su disposición.

Lamió el recorrido que el músculo le indicaba hasta la oreja y besó suavemente la zona que se ocultaba tras ella. Dohko crispó los dedos sobre sus brazos y cuando Kanon mordió el lóbulo, soltó un gemido que hizo al muchacho resoplar ansioso. Dohko le buscó la boca, desesperado, jadeando cuando Kanon comenzó a mover las caderas, en un vaivén controlado y desquiciante.

El gemelo le lamia los labios, le besaba la barbilla, le mordía el cuello, jadeaba sin aire contra su oído, mandando descargas eléctricas por su columna y cada terminación nerviosa. Dohko empujaba las caderas con urgencia y, obediente, Kanon metía una mano entre ambos y le desabrochaba el pantalón. Enseguida cambiaba de planes y subía la mano por el estomago del moreno, alzando junto con ella la camiseta y exponiendo el torso de Dohko. Kanon dejó de jalar la tela cuando notó que Dohko no cooperaba.

El chino mantenía el rostro de Kanon inmóvil con un firme agarre entre el cuello y la nuca. Sus labios se rozaban, jadeantes.

— Tengo una reunión con el Patriarca — musitó y besó delicadamente las comisuras de los labios de Kanon — Y empezó hace cinco minutos.

La respuesta que obtuvo de Kanon fue sorpresiva y ligeramente violenta. Apenas y terminaba de hablar, cuando el gemelo lo empujó contra la mesa y lo miró desde arriba, con las manos apoyándose a cada lado de su cabeza.

— Seguro que Shion puede esperar — murmuró Kanon y segundos después, Dohko sintió sus labios en el pecho, justo donde la camiseta comenzaba a dejar la piel expuesta.

'Porque yo no puedo', Kanon no lo dijo, pero la prisa en su voz hizo que lo oyera tan claro como si lo hubiese hecho. Más tarde, con la mente fría, reconocería que era un poco vergonzoso que sólo hubiese necesitado eso para convencerlo.

TBC

Notas finales:

Joeee, está como raro, ¿no? ¿No les parece raro? En fin, ojala que rarito y todo les haya gustado.

Si hay algun error o incongruencia me lo dejan saber, es que no aguantaba las ganas de subirlo de una vez xDD Ahora, debo toneladas de review, asi que me buscaré momentitos para leer antes de seguir =)

Besotes! =3


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