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A Reason To Live por elyon_delannoy

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Notas del capitulo:

Yo quería hacer una mega actualización para que se entendiera bien la historia de una vez, pero creo que se me fundió un poco la cabeza con dos capis escritos y dos más que aún no sé como escribir. Aqui empieza donde comenzó a gestarse la historia la historia en mi cabeza, todo lo que vino antes...nació en el proceso de escribirlo y sin embargo, escribir esto fue más dificil ¬¬

No estoy muy segura de que esté bien, pero si no publico algo ahora, mi pequeño cuerpo no resistirá la presión u.u

No estoy completamente satisfecha (quizás porque aún no he escrito toda esta parte y ya estoy subiendo capi y quizás no se entienda demasiado, pero bueno =/)

Lo he revisado una cantidad absurda de veces y probablemente, de todos modos encuentren errores. 'Toy cansa' y con picor de garganta =(, pero aún así, les dejo uno de los capitulos y espero que les guste =P

Las/los quieeeeroooooooo!

Elyon

One strain at a time.

Kanon no lo había querido, desde luego, sin embargo, las cosas se pusieron tensas entre él y Dohko los días siguientes, y no lo tomó precisamente desprevenido.

A decir verdad, las cosas iban de maravilla. Era él quien no podía sacudirse la sensación de recelo que se asentó en aquel recóndito lugar de su subconsciente. A su parecer, Dohko estaba esperando que un interrogatorio similar al de hace unos días ocurriese en cualquier minuto. Talvez sólo eran impresiones suyas. Quizás no era como se lo imaginaba y cada vez que Dohko parecía perderse en los recovecos de su mente, no era porque estuviese pensando en las preguntas que le había hecho, sino en cualquier otra cosa.

El gemelo apoyó la cabeza contra el marco de la puerta, sintiéndose derrotado y suspirando quedamente. Por más que se repitiera una y otra vez lo mismo, algo seguía diciéndole que cuando Dohko se ponía así — callado, distante, totalmente fuera de su alcance — era porque la memoria de Defteros seguía allí, presente como si el tiempo no hubiese transcurrido desde entonces. Sonrió con ironía, a sabiendas de que Dohko desconocía que estaba al tanto de algo de aquella historia.

No podía decir si Dohko evitaba, de algún modo, llegar a algún tema que los terminara arrastrando, indudablemente, a discutir sobre ese punto. Después de todo, Kanon le había prometido no volver a hablarlo y había momentos, cada vez menos dispersos, en que se arrepentía de haberlo dicho, porque una vez que alguna promesa como esa salía de su boca, ya no había nada que pudiese hacer.

Por otro lado, él mismo parecía rehuir situaciones demasiado delicadas. Buscaba excusas para argumentar la necesidad que sentía de alejarse un poco del chino y tratar de despejar su mente. No había funcionado. Y si algo había logrado, eso había sido aumentar su confusión. A ratos se sentía dolido y enseguida, se reprendía por hacerlo, conciente de que él mismo se había metido en ese lío.

Se cruzó de brazos, sin quitar los ojos del moreno. Contuvo los deseos de resoplar, harto, deseando que Dohko siguiera sin percatarse de su presencia.

Llevaba un par de minutos observándolo en silencio, con una mezcla de sentimientos que cada segundo parecía empeorar. Preguntándose como había ido a caer en esa situación. Respondiéndose que desde un principio había estado allí; diciéndose que, ahora, sólo se había percatado de que tan profunda había sido la caída.

Demoró un par de segundos en recordar porque estaba allí, en el templo de Libra: aún tenía un par de cosas que lograr con el chino. Aún tenía que tensar la cuerda un poco más.

Dohko estaba tendido en el sofá, con la cabeza apoyada en un cojín que hacía las veces de almohada, una pierna recogida y la otra a medio colgar, casi rozando el piso. De vez en cuando, extendía los brazos, alejando el libro que leía por unos momentos, antes de recuperar su posición inicial. Lo escuchó bostezar un par de veces y decidió que sería hora de actuar, aceptando que no podía seguir esperando un momento más oportuno. A pesar de ello, le costaba trabajo dejar su lugar (a pocos metros de donde el moreno descansaba) e interrumpir su escrutinio silencioso, junto con la lucha interna que llevaba días librando. Terminó por rendirse, reconociendo que sería favorable detener esa batalla por un tiempo. Suficientes dolores de cabeza – además del retorno de pesadillas e insomnio que llevaba días sin sufrir — le había traído ya.

Avanzó en dirección al sofá, sin saber muy bien qué decir, y antes de dar con las palabras perfectas, se encontró acuclillado tras el chino, casi sin tocar el sillón, pero suficientemente cerca para que su nariz sintiera cosquillas con el cabello desordenado de Dohko. El moreno permaneció imperturbable, casi ignorándolo, sin embargo, el gemelo sabía que no era así; posiblemente, Dohko esperaba. Quizás, como llevaba días haciéndolo.

Kanon abrió y cerró la boca en repetidas ocasiones, sin llegar a decir nada, pues cada vez que las palabras sonaban correctas en su mente, algo le impedía decirlas. En su nerviosismo, terminó por atrapar un pequeño mechón de cabello y jugueteó con él, enrollándolo alrededor de su dedo y dejando que se deslizara suavemente varias veces. Ambos permanecían en silencio - de algún modo extraño, confortable -, que sólo fue roto cuando Dohko pasó de página. Kanon estuvo a segundos de abandonar, levantarse y marcharse, pero justo entonces, el moreno - en un gesto simple e inconciente -, llevó una mano hacía atrás (haciendo lujo de su sentido del espacio) y metió los dedos entre el cabello del gemelo, siempre en silencio, enredándolos entre hebras azuladas y atrayéndolo hacia él, hasta que la frente de Kanon descansó contra su nuca. Kanon sonrió ante lo cotidiano del gesto y agradeció el intento por tranquilizarlo (algo que el moreno perseguía con esa acción, sintiéndolo titubeante).

Permanecieron así unos minutos, los dos reacios a romper el momento. El gemelo hundía la nariz entre cabellos rojizos de tanto en tanto, creyendo que podría dejarlo pasar esta vez, dada la concentración que Dohko ponía en su lectura. Al parecer, el moreno no opinaba lo mismo.

— ¿Qué quieres decirme? — susurró Dohko de pronto, su voz tan baja y tan calma que Kanon la sintió vibrar en su piel, más que escucharla en los oídos. El gemelo suspiró, maldiciendo que Dohko pareciera leer sin dificultad cada uno de sus silencios y, al mismo tiempo, agradeciendo que no hubiese volteado a mirarlo. De lo contrario, podría sospechar de inmediato de que se trataba.

— Empiezo a pensar que no es entretenido salir con alguien mayor. O que puede leerte así — murmuró Kanon. La risa de Dohko llegó grave y suave a sus oídos.

— Son décadas de conocer a la gente, Kanon — contestó sin darle importancia y volteando la página que miraba. Llevaba unos minutos hojeando, sin leer, esperando que Kanon juntara valor para hablar.

— Ven conmigo al refugio.

El griego no supo de que otra forma decirlo. Más que una petición, fue una orden. Se arrepintió de abrir la boca en el mismo instante en que los dedos que masajeaban su nuca se detuvieron y el silencio entre ambos - que hasta entonces había sido agradable y relajante -, se enrareció. No tenía que ser experto en estudiar a la gente para notar la tensión en Dohko. Quiso explicarse pero, a decir verdad, no se le ocurría nada. Dohko tampoco se lo permitió. Talvez - sólo quizás -, en esta ocasión había tirado demasiado de esa cuerda que los unía.

— No.

La respuesta de Dohko fue rotunda y su tono de voz no daba lugar a objeciones. No dijo nada más, pero hizo énfasis en su negativa cerrando el libro y sentándose con brusquedad, como si intentara alejarse.

Sin poder evitarlo, Kanon resopló irritado. En parte porque una vez más sacaba de sus casillas al imperturbable Libra. En parte por la actitud del moreno.

— No puedes seguir evitándolo, Dohko — incorporándose, Kanon se acercó y se sentó junto a Dohko, jalándolo de la camiseta cuando intentó levantarse con un mohín de incredulidad y disgusto torciéndole los labios — No es como si pudieses evitar a los niños todo el tiempo. Esto es lo que haces.

Dohko no daba crédito a lo que oía. Había esperado que el gemelo continuara con las mismas dudas que ya les habían costado una discusión. Hasta se había pasado los últimos días tratando de descubrir una forma para hablarlo sin que fuese doloroso o frustrante para nadie. Y ahora el muchacho venía y le salía con eso. No podía creer la facilidad con la que el griego lograba, primero, sorprenderlo con cada arranque, y luego, desbaratar sus defensas de ese modo. Era como si no pudiese evitar quedar emocionalmente expuesto ante él. Apretó los dientes, sin saber de qué otra forma reaccionar. La situación se le hacía aún más desesperante porque – en el fondo -, creía que Kanon tenía razón.

Luego de la discusión con el griego y de que éste comenzara a evitarlo de vez en cuando (no le costó demasiado percatarse de que ese era el motivo por el cual, repentinamente, estaba tan ocupado), había tenido tiempo suficiente para llegar a una o dos conclusiones. Una de ellas, por ejemplo, que ya había pasado suficiente tiempo protegiéndose tras las paredes de su templo. Sobretodo, cuando las cosas de las que intentaba huir no estaban más que en su cabeza. A pesar de eso, éste era un asunto en el que no pensaba transar. No estaba preparado. No sabía si volvería a estarlo alguna vez.

— No. Y no volveré a decírtelo — dijo, mirando a Kanon directo a los ojos. Con fuerza, para que no le quedara duda alguna. Kanon puso una expresión ceñuda, haciendo gala de toda su testarudez.

— ¿No creerás que por mirarme así voy a dejar el asunto hasta aquí?

Dohko rodó los ojos ante la porfía del muchacho y se dispuso a dejarlo rumiar sus ideas solo, cuando Kanon decidió que necesitaría soluciones más disuasivas para convencerlo. El gemelo impidió que se pusiera de pie y le sostuvo el rostro con ambas manos. Le acarició los labios con la punta de la lengua, manteniendo el contacto visual con Dohko, quien torcía las cejas y arrugaba la nariz en un reproche mudo. Kanon sonrió contra su boca y cuando Dohko intentaba negar, moviendo la cabeza lo mejor que podía con las manos enormes del gemelo impidiéndole huir, le metió la lengua en la boca.

Le tomó algo de tiempo descubrirlo, pero a fin de cuentas, Kanon también besada como hacía todo lo demás: instintivo, desordenado, impulsivo, ansioso, imponente, tratando de manejarlo todo a su antojo. Y Dohko siempre terminaba por dejar que se saliese con la suya. Con la lengua de Kanon deshaciéndose en su boca, llegó a la conclusión de que le convendría encontrar una forma de negarle sus caprichos pronto, o de otra forma, siempre terminaría a su merced.

Suspiró contra la boca del gemelo y cerró los ojos, dejándose asfixiar por la intensidad con que el muchacho le besaba. Casi sin reparar en lo que hacía, le pasó un brazo por el cuello y gimió cuando una de las manos de Kanon se le coló bajo la camiseta, sobresaltándose con el contacto frío de sus dedos. Le mordió el labio inferior, molesto por la forma en que Kanon parecía hacer con él lo que le daba la gana, pero más aún, molesto porque era él, el que siempre terminaba permitiéndoselo. Kanon emitió un quejido y Dohko lo acalló succionándole el labio, finalmente dándose por vencido y girando el cuerpo para acomodarse cuando el muchacho lo empujó hasta dejarlo de espaldas en el sillón.

Podría haberle parecido vergonzosa la facilidad con la que se rendía ante el gemelo, si hubiese tenido intenciones de perder el tiempo buscando sentirse avergonzado, porque justo entonces, Kanon se acomodaba entre sus piernas, alzándose sobre los brazos, sin despegar los ojos de su rostro, estudiando su respiración agitada – y con toda seguridad, sin percatarse de que la suya no difería demasiado — y sonriendo triunfante cuando, al frotar las caderas contra las suyas, terminó arqueando la espalda en un gimoteo desesperado. En algún rincón de su mente, una vocecita lo felicitaba por haber logrado mantener la vista clavada en los ojos de Kanon. Que el gemelo creyera que se resistía. Algo de dignidad debía mantener siquiera.

Dohko intentó atraerlo más cerca, sintiendo la necesidad de besarlo y de que todo su cuerpo entrara en contacto con el del gemelo, pero al parecer, Kanon no pensaba igual.

Sujetó las muñecas de Dohko con fuerza, impidiéndole cualquier movimiento, mientras continuaba moviéndose contra él, sin dejar de mirarlo a los ojos un instante. Sonrió con la lengua entre los dientes, esperando algo que le indicará su victoria. La respiración se le volvía cada vez más dificultosa y la capacidad de mantener el control requería más esfuerzos. Por suerte, la situación del chino no era mucho mejor.

Dohko parpadeaba cada tanto, evitando apretar los ojos para no demostrarle al griego que corría con ventaja y forcejeaba para liberar sus manos, sin reales intenciones de lograrlo. Casi como para no dejar entrever que le daba igual quedarse así, como estaba. A pesar de lo molesto que podía resultar Kanon cuando tenía alguna idea, le parecían admirables las soluciones que encontraba para salirse con la suya. Aún así, comenzó a mordisquearse viciosamente el labio, tratando de contener los jadeos, e hizo lo posible por ignorar el palpitar incomodo que sentía en la entrepierna (que lo tenía a segundos de claudicar).

— No…— gruñó y sólo consiguió que Kanon aumentara la fuerza de sus embestidas — No vas…— esta vez, Kanon consiguió que gimiera y cerrara los ojos un segundo — No me harás cambiar de opinión…— jadeó, abriendo nuevamente los ojos —…así — resopló al final, clavando otra vez los ojos en Kanon, haciendo lo posible por regular su respiración. El gemelo disfrutaba viendo ese brillo desafiante en los ojos de Dohko.

— Se me ocurren un par de ideas más — jadeó Kanon a su vez, agachándose para besar al moreno, terminando por recargar todo su peso contra el cuerpo de Dohko y logrando que volviese a arquearse contra su pecho. Liberó las manos del chino y enseguida las sintió aferrándose a su espalda. Kanon respiró fuerte; en esos momentos, ya dejaba de importarle si Dohko accedía o no. Más aún cuando, con el pasar de los segundos, el moreno gemía con una urgencia que terminaba por mandarle lo que le quedaba de sangre en la cabeza directo a las piernas, concentrándose específicamente en ese palpitar molesto en medio de ellas.

— Kanon — bien podría haber sido un reclamo. Tal vez, incluso, pudo haber sido un gemido exigente. Quizás se lo imaginó. Era difícil saberlo cuando la sangre se le comenzaba a evaporar y le zumbaba en los oídos.

Dohko movía las caderas en coordinación con Kanon, refregando la mejilla contra la del gemelo y resoplando, incomodado por la odiosa sensación de la ropa entre ambos. Si para entonces aún no le metía una mano en los pantalones al gemelo, era sólo porque no estaba entre sus planes separar sus cuerpos en un momento próximo. Terminó rodeándole las caderas con las piernas y jalándolo del cabello para poder besarlo furioso y, finalmente, derrotado.

— Puedes convencerme de cualquier cosa…— balbuceó Dohko, luego de besar al griego hasta que sintió que le ardían los pulmones —Menos de ir al refugio — como todos, detestaba que algunas de sus palabras dejaran ver lo frágil que se sentía cuando se trataba de aquel tema, sin embargo, sentía la necesidad de sacárselo de encima. Si quería evitar el tema de Defteros con Kanon, después de todo lo que había sucedido entre ellos, al menos debería tener la decencia de no ocultarle otras cosas — Puedo con lo que se te antoje, pero el refugio no.

En ese momento, la mente atontada de Kanon reaccionó y el gemelo se quedó inmóvil, alzándose sobre sus manos para estudiar el rostro del moreno.

— ¿Cualquier cosa? — interrogó, con la respiración acelerada, entrecerrando los ojos y luchando por contener una sonrisa triunfante.

— Cualquier cosa — agregó Dohko con un suspiro, antes de percatarse de lo que decía.

— Entrenamientos — Kanon sonrió, incorporándose. Lo miró con esa sonrisa satisfecha, llena de si mismo, mientras trataba de regular su respiración — Los entrenamientos. Al menos, empezarás a entrenar conmigo y después, los entrenamientos con los demás. En la arena. Ya veremos.

Sólo entonces, Dohko cayó en cuenta de lo que el geminiano tramaba y se habría palmeado la frente de no haber sentido el cuerpo tan embotado. Resopló disgustado y dejó caer los brazos contra el sillón, resignándose.

— De acuerdo —desvió la vista para esquivar la sonrisa reluciente de Kanon, mientras se pellizcaba el puente de la nariz; de todas las personas en las que podría haberse fijado, tenía que ir y elegir a la más caprichosa de todas.

— ¡Excelente! — exclamó el gemelo y se inclinó nuevamente, girándole el rostro para besarlo despacio, acariciándole el cuello con los dedos. Dohko suspiró contra sus labios y enseguida, cuando Kanon volvió a incorporarse, se quejó inútilmente — Lo siento — Kanon se disculpó rápidamente antes de ponerse de pie — Tengo que irme.

Dohko dejó escapar un bufidito molesto cuando lo vio luchando por acomodarse la ropa, recordando que su propia vestimenta parecía habérsele encogido en ciertas partes del cuerpo.

— Vas a pagármelas.

— Con intereses, si quieres — contestó Kanon, con una sonrisa burlona en los labios. Cuando consideró que su ropa se veía aceptablemente ordenada (y que no levantaría ningún tipo de sospechas), se inclinó para dejar un rápido beso en los labios del moreno, apenas tocándolo, conciente de que, de lo contrario, la tentación de quedarse sería mayor — Te veo luego.

Dohko lo despidió con una mueca de irritación que se transformó en una pequeña sonrisa apenas el gemelo desapareció de su vista. Era típico de Kanon; no le importaba qué consiguiese, siempre que consiguiese algo. Agitó la cabeza. Definitivamente, tendría que encontrar una forma para negarle las cosas al gemelo. Era patético que siempre lograra convencerlo del mismo modo, sin embargo, decir que no cuando el muchacho le ponía las manos encima se le antojaba tremendamente complicado. Más aún, porque su negativa no sería más que una farsa. Se levantó, sintiéndose ligeramente incomodo. Encontrar cómo negar los caprichos de Kanon podría esperar un poco más; en esos momentos, una ducha fría parecía mucho más importante.


Hace días, Kanon creyó comprender porque los combates entre Deathmask y Afrodita solían ser eternos; terminaban por ser una forma descarada para no dejar de toquetearse. A vista y paciencia de todo el mundo.

Dohko se había rehusado a asistir a los entrenamientos en la arena – el gemelo no lograba recordar precisamente que excusas había dado – y habían terminado en un pequeño claro, en el bosque que se extendía por los limites del Santuario.

Al principio, fue algo relativamente serio. Sin embargo, Kanon sabía que el chino no lo estaba tomando con mucha seriedad, porque sus fuerzas parecían equiparadas. También sabía que Dohko podría darle una paliza inolvidable si realmente quisiera hacerlo. Cuando Kanon se lo reclamó, secándose la frente con el brazo, el moreno sonrió como un niño de siete años a segundos de realizar una travesura épica. Un par de minutos después – talvez segundos, todo se le antojó demasiado rápido – pestañeaba confuso, mirando el cielo a través del follaje de los árboles, con Dohko sentado a horcajadas sobre su estomago, sonriendo con burla y quizás, apretando demasiado los muslos contra sus costados. No fue la única vez. Se repitió otras tantas y era obvio que Dohko lo estaba pasando en grande, porque daba carcajadas estruendosas (y muy burlonas) cada vez que lograba desequilibrarlo y arrojarlo al suelo (que terminó siendo una cantidad ridícula de veces).

Después de la tercera vez que terminó con la espalda pegada al suelo, Kanon dejó de esforzarse. El moreno estaba jugando con él de una forma sospechosamente cruel. Y en cada ocasión, terminaba sobre él, respirando agitadamente muy cerca de su piel o afirmándose con las manos en alguna parte de su cuerpo, lo que tenía al gemelo deseando hacer algo más que entrenar desde hace bastante tiempo.

Fue especialmente cruel cuando, en un momento dado, Kanon terminó con la nariz enterrada en la hierba, el peso de Dohko sobre la espalda (podía sentir sin dificultad el calor de su cuerpo a través de la ropa), con los dedos cerrándose sobre sus muñecas y sosteniéndole las manos firmemente contra el suelo, con la respiración, agitada y caliente, contra el oído.

— Es aburrido cuando no tratas de esforzarte — Kanon podría haber jurado que Dohko ronroneaba y al mismo tiempo, sonreía, el muy bastardo.

Kanon trató - con muy poco éxito - moverse, sin embargo, Dohko no parecía tener intenciones de permitírselo. Le sujetó las muñecas con más fuerza y pegó el pecho a su espalda, inmovilizándolo. Quizás, cuando Kanon habló, puede que le haya faltado un poco el aire.

— Me parece bastante entretenido de esta forma.

Dohko rió, enterrándole la nariz en el hueco entre el cuello y el hombro y, enseguida, le lamió el sudor de allí hasta la oreja. El gemelo estaba completamente seguro de que en ese momento gimió.

— Trata de intentarlo esta vez.

Y Kanon lo intentó. Apenas dejó de sentir a Dohko sobre su espalda, lo intentó. Y con buenos resultados. En un rápido movimiento, logró barrerle las piernas, desequilibrarlo y tenerlo bajo él en lo que el chino demoraba en maldecir. Dohko lo miró ligeramente sorprendido.

— ¿Sabías que puedes ser endemoniadamente veloz cuando te lo propones?

Por toda respuesta, el griego sonrió y de inmediato, se inclinó para quitarle el aliento comiéndole la boca. Una vez satisfecho, se alzó sobre sus manos, sólo para encontrarse con una sonrisa poco frecuente en los labios del moreno. Podría ser que estaban pasando demasiado tiempo juntos. Podría ser que aquella sonrisa se parecía mucho a la que él usaba cuando estaba a pasos de hacer una broma. Resultó que estaba en lo correcto.

A Dohko le tomó dos segundos empujarle un brazo con una mano y una rodilla con la otra, hacerlo girar y tenerlo sobre su espalda otra vez. Le tomó otro par de segundos adueñarse de sus labios, pasearle los dedos por el pecho y comenzar a frotarse contra su cuerpo sin disimulo.

Kanon no sabía qué pretendía el moreno exactamente, pero él hace tiempo había cambiado el plan con el que había llegado allí. Cuando Dohko le preguntó '¿Sin cosmos?', aceptó sin pensarlo seriamente. Sin considerar que hacia calor, que pronto el chino se quitaría la camiseta y que habría una cantidad desconsiderada de roces entre ambos. Que la adrenalina haría que la sangre le bombeara más rápido y terminara en lugares a los que no debería llegar en situaciones así. No consideró que Dohko tenía una revancha pendiente y que todo eso de murmurarle al oído (con la risa escondida en la voz), de resoplarle contra el cuello y de pegar mucho el cuerpo al suyo, era parte de esa revancha. Sólo lo comprendió cuando lo único en lo que podía pensar era en mantenerle la boca cerca y dejar que su mano resbalara por la espalda morena. Cuando ambos jadeaban con los labios separados por milímetros, brillando con saliva, los ojos encendidos y la sangre dilatándoles las arterias. Cuando Kanon quiso meterle las manos en el pantalón y Dohko se lo impidió, sujetándole las muñecas otra vez, mordisqueándole los labios y murmurando (al mismo tiempo que respiraba con algo de esfuerzo) que tenía otras cosas que hacer. Cuando Dohko rodó a un costado y se puso la camiseta - con una sonrisa socarrona en los labios - antes de decirle 'Dije que me las pagarías', mientras alzaba una ceja divertido y desaparecía, dejándolo allí, en medio del bosque, con la sangre hirviendo, resoplando y frustrado a más no poder. Sólo lo consideró una revancha en ese momento, cuando su mente fue capaz de procesar que Dohko había hecho todo eso a propósito desde un comienzo, con el único fin de dejarlo caliente y hacerlo refunfuñar porque se había marchado sin hacer nada al respecto primero.

Kanon permaneció varios minutos tendido en aquel prado (rezongando, maldiciendo y finalmente, aceptando que tendría que dejarse de esos juegos si iba a molestarse tanto por recibir el mismo trato de vuelta), antes de decidirse a volver a Géminis. Fue una de las peores decisiones que había tomado en su vida. Y tenía mucho de dónde elegir.

Para empezar, no recordaba haber visto a Saga tan furioso desde que Ares contaminara su mente. Cuando llegó a la cocina, lo vio de pie, temblando de ira, jadeando angustiado y con la mano sangrando. En medio de su rabia, Saga había empuñado las manos con fuerza suficiente para destrozar el vaso de agua con el que intentaba, de algún modo, tranquilizarse. Su sangre, ligeramente traslucida por haberse mezclado con el agua, cubría parte de la mesa y goteaba lentamente hacia el suelo, formando un pequeño charco a los pies de su gemelo. Los trozos de vidrio la acompañaban y seguramente, algunos cuantos se incrustaban en su palma.

Al preguntarle qué ocurría, Saga alzó la vista y le devolvió una mirada furibunda, con los ojos relucientes de lágrimas que no querían correr y, al mismo tiempo, oscuros, tormentosos, pero sobretodo, dolidos. La pregunta que le hizo, apretando los dientes y tratando inútilmente que su voz no se quebrara, hizo que el corazón se le cayera hasta un poco más abajo de los pies.

— ¿Por qué no me dijiste nada? — un reproche sin aire y a Kanon mismo se le había olvidado cómo respirar.

La realización le cayó como un balde de agua fría. Un balde no, una cascada nacida de un deshielo repentino. Sólo se le ocurría una cosa que podría poner a su hermano de ese modo y eso era que Aioros había, por fin, decidido contarle la verdad. Permaneció en silencio, sin saber que decir. Porque no se le ocurría una forma correcta para responder la pregunta de Saga. No supo cuánto tiempo se quedo así, estático y sin habla, pero todo comenzó a cobrar vida otra vez cuando Saga agitó la cabeza, incrédulo. Kanon se atrevió a llamarlo y eso únicamente logró aumentar su cólera (¿o era decepción? ¿Rencor, quizás? ¿Tal vez un poco de todo?).

— No quiero hablar contigo.

Y de algún modo, eso le pareció peor que cualquier insulto que le dijera. El tono severo – pero imposiblemente calmado, dada la situación - le hacía sentir que no merecía ni que se enfadara con él. Kanon siempre se merecía que Saga se enfadara con él. Era infantil, pero en esos momentos lo extrañaba. Más aún cuando Saga pasaba junto a él sin dirigirle una mirada y chocando su hombro contra el suyo, quitándolo de su camino a la fuerza.

Kanon se pasó una mano por el rostro y se revolvió el cabello, mientras bostezaba y trataba de adivinar porqué recordaba ese momento con Dohko en el claro y lo que vino después, con Saga. Se refregó los ojos con las palmas y parpadeó repetidas veces antes de suspirar. Lo único que tenían en común era que hace días, cuatro o cinco más o menos, que no veía a ninguno de los dos. O que hablaba con alguno de ellos.

Una vez recuperado de la impresión – enterarse de que Saga sabía ahora toda la verdad no había sido fácil de digerir -, había permanecido allí, en el tercer templo, esperando una oportunidad para hablar con su hermano. Había sido inútil. No sabía como acercarse para hablarle y Saga aún parecía molesto. La angustia lo había mantenido despierto esa primera noche. Las que siguieron, fue el insomnio o las pesadillas que venían a importunarlo otra vez, gracias a la tensión que toda la situación le generaba. Por esa razón tampoco había visto al chino. No quería ir y que lo viera así, abatido de pronto. Cansado, ojeroso y preocupado como si una guerra se avecinase.

Sacó, mentalmente, la cuenta de los meses que habían pasado desde que los revivieron, mientras estiraba las piernas y las cruzaba en la mesita de centro, apoyando los pies justo al lado de donde descansaba su cámara. Su cerebro adormecido fue incapaz de entregarle la suma exacta, pero estaba seguro de que había pasado el tiempo suficiente para que toda esa ilusión de vida normal comenzara a desmoronarse. La de Saga ya había comenzado a hacerlo y podría apostar que Aioros debía estar desecho, puesto que ni su sombra se había aparecido por Géminis en busca de su gemelo. En su ensimismamiento, no notó que quedaban pocas horas para que amaneciera. Tampoco se percató de que, muy sutilmente, una puerta se abría a sus espaldas.

— No estoy enfadado contigo — la voz de Saga lo sobresaltó y se incorporó de inmediato, arrodillándose sobre los cojines para girar y ver a su gemelo — No realmente, es sólo que…

— ¿Decepcionado? — Kanon se recostó contra el respaldo del sofá, apoyando el mentón en él y dejando que sus brazos colgaran del otro lado.

Saga se apoyaba contra la pared, con las manos cruzadas tras la espalda y la mirada gacha. Tardó unos segundos en contestar.

— No — negó con la cabeza para reafirmar sus palabras — Lo primero que pensé, cuando supe que lo sabías, fue '¿Por qué demonios no me lo dijo? ¿Por qué me dejó pasar por todo eso?' — Saga sonrió, levantando el rostro al techo, con la congoja que siempre lo embargaba cuando recordaba algo doloroso. Kanon tuvo que dejar de mirarlo, aguantando la respiración — Inmediatamente después, recordé que te encerré en Cabo Sunión así que, aunque hubieses querido, no habrías podido hacer nada. Y recordé que no tenía derecho a enfadarme contigo.

Kanon abrió los ojos cuando escuchó la risa - desprovista de humor y completamente amarga -, de su hermano. No le gustaba hablar de Cabo Sunión. No le gustaba que Saga pensara en Cabo Sunión y era obvio que había sido en eso en lo que había pensado los últimos días para decidirse a hablarle. Para perdonarle que hubiese ocultado algo semejante.

— No habría podido hacer nada de todas formas.

Creyó escuchar que Saga balbuceó 'Probablemente', pero no estaba muy seguro de haber entendido bien. Sí pudo distinguir lo que dijo a continuación.

— Supongo que era algo que tenía que suceder.

No había convicción en sus palabras, sin embargo, Saga sabía de primera mano lo manipuladores que podían ser los dioses y en el fondo, sabía que sus palabras eran ciertas. Eso no significaba que pudiese aceptarlas como tal. Kanon se refregó los ojos otra vez, agobiado.

— ¿Sabes? — murmuró, parpadeando pesado, clavando la vista en Saga, quien al escucharlo hablar casi en bostezos y al mismo tiempo, muy sosegado, lo miró ligeramente extrañado — Creo que tienes razón — dijo y Saga se sorprendió de oír que le diera la razón tan directamente — Todo era algo que tenía que suceder. Salvo, quizás, que yo me enterara. Pero todo lo demás…creo que lo planearon así. Incluso ordenarle que no hiciera nada y que no se arrepintiera de obedecer hasta el último minuto para salvara a Athena. Incluso eso. No deberías enojarte con…

Saga lo interrumpió en ese momento.

— No quiero hablar de eso. No quiero hablar de él — dijo y la voz le sonaba dura de repente — Sólo quería que supieras que no estoy molesto contigo — Kanon lo dijo de todos modos.

— Aioros no tiene más culpa que el resto de nosotros — Saga no pudo evitar exaltarse.

— ¡Se lo dijiste y no te creyó!

— ¡Si hubieses estado en su lugar, tampoco lo habrías hecho! — Kanon alzó la voz lo suficiente para que Saga cerrara la boca y apretara las mandíbulas. Ya no era un tema del que pudiesen escapar y era mejor dejarlo en claro de una vez — Están tan acostumbrados a idealizarse el uno al otro que no pueden creer que hayan cometido un error. En ese tiempo, Aioros jamás iba a creer que ambicionabas con regir el mundo, ¡jamás, por los dioses! — en algún momento, Kanon se había puesto de pie y empuñaba las manos, incapaz de saber si lo que decía surtía algún efecto en su hermano — Ahora, es lo mismo. Si estás tan enfadado es porque crees que la única persona en la que de verdad confiabas ciegamente, te ha traicionado. Yo creo que Aioros sólo pretendía protegerte. Proteger esto que tienen ustedes. Talvez fue un error, pero ¿sabes qué? Aioros también puede equivocarse de vez en cuando. Y estás castigándolo injustamente reaccionando así — Saga le esquivaba la mirada y Kanon masculló, frustrado — Si tienes que enfadarte con alguien, hazlo con quienes lo merecen; reniega de tu diosa si es necesario, enfádate con Shion si quieres, no sé, pero no la pagues con Aioros. No es precisamente su culpa.

Kanon podía notar que la ira volvía a hervir en su gemelo, sin embargo, esta vez se veía más capaz de controlarla. Aún así, el tono de su voz resultaba ligeramente escalofriante.

— Si no te callas ahora, voy a replantearme todo eso de estar enfadado contigo.

— Saga…— Kanon no pretendía que su voz sonara tan condescendiente.

— Kanon — la voz de Saga bajo dos tonos y más parecía un gruñido amenazante — Puede que tengas razón, pero hay algo que pasas por alto — Saga se alejó unos pasos de la pared y se giró, empuñando la mano sobre el pomo de la puerta — Aioros no significa lo mismo para mi que el resto de ustedes. Tú siempre serás mi hermano, Shion siempre será el único padre que he conocido, Aioros…es una cosa completamente diferente. Y por eso, esto duele distinto — era extraño escuchar a Saga admitiendo que algo le hacía daño. Casi tan extraño como que Kanon le diera la razón — Nunca creí que podría odiarlo alguna vez en mi vida…y ahora lo estoy haciendo y es difícil, pero no puedo evitarlo…Porque habría esperado que actuase de otra forma. Yo habría preferido que lo hubiese hecho; que me hubiese enfrentado entonces, que me hubiese matado si era necesario y hubiese mandado todas las órdenes al demonio. Habría sido menos duro hace catorce años. Hubiese sido mejor. Ahora…Ahora ya no sé que esperar. No sé qué hacer ni qué pensar. Ni siquiera sé qué creer. O en quién.

— ¿Alguna vez has pensado que le exiges demasiado? Aunque pueda parecerte así, Aioros no es perfecto. Y puede que hayas escuchado muchas veces lo contrario, pero tú tampoco lo eres. Lo que si tienes… — Kanon tenía que interrumpirlo. Tenía que dejar de oír la desazón en su voz — Es que eres inteligente. Y puedes darte cuenta de que estás cometiendo una equivocación — Saga simplemente abrió la puerta.

— Duerme un rato, no te vendría mal.

Cuando Kanon se quedó solo, comprendió que no estaba muy errado. Las cosas no harían más que empeorar desde entonces. Saga sentía que lo habían herido en el único lugar que había logrado mantener medianamente intacto durante toda su vida.

Resopló cansado. En esos instantes, su gemelo había dejado en claro que no había mucho que pudiese hacer. Y al parecer, le permitiría hacer mucho menos. Sabía que, cruzando los dedos, Aioros seguía siendo el único que podría encontrar alguna solución. Sin embargo, el optimismo de Aioros sólo existía como tal sólo cuando Saga entraba en la ecuación; por su cuenta y sintiéndose culpable, no sabía si poner sus expectativas en él sería sensato. Además, para que Aioros pudiese recuperar la confianza de Saga, el testarudo de su hermano debía permitírselo y Kanon acababa de perder las esperanzas de que su gemelo permaneciera eternamente débil a la influencia del arquero. Eso quería decir que le quedaba una única opción y llevaba días pensando en ella; no porque llevase días buscando una forma con la que encauzar las emociones de su hermano, sino porque él mismo empezaba a sentirse ahogado.

Notas finales:

TBC


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