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I4u por metallikita666

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El músico de dorados cabellos daba vueltas en el pasillo de su departamento, frente a la puerta de su recámara. Tusk llevaba como cuarenta minutos en el baño. Se lamentaba porque esa vez tendría que llamar a servicio más seguido que de costumbre, pero ni loco pondría un pie en el baño antes de que eso sucediera.

Escuchó entonces la ducha cerrarse.

-¡Por fin! ¿Te habías bañado alguna vez en tu vida?...-

-Fíjate que sí. Cuando vivía en el orfanato.-

El mayor dio un respingo. Según él, nadie lo había escuchado. Se giró, quedando de espaldas a la puerta. Casi cae de bruces cuando ésta se abrió, mucho más rápido de lo esperado.

-Y bien… ¿Qué tal?-

El pelinegro llevaba ahora un pantalón negro ajustado, botas negras y una camisa de igual color, excepto por los puños de las mangas, las hombreras y el cuello, que eran en rojo. El rubio alzó una ceja. En realidad, no se veía tan mal.

-¿Tienes maquillaje?-

-¡Ja! ¿No que el maquillaje sólo lo usan los afeminados como yo?- exclamó con sorna la Barbie, colocándose las manos en la cintura.

-El hábito no hace al monje. ¡Tú sigues siendo afeminado aún con la cara lavada!-

El vocalista se dirigió al tocador ajeno, buscando entre las cajas de cosméticos. Halló unas sombras grises, con las que se pintó los párpados. Luego se delineó los ojos en negro con un lápiz, dándole el acabado final con delineador líquido. Se cepilló el cabello, atándose las partes más largas en una pequeña coleta en la parte trasera baja de la cabeza. Por último, se colocó un pañuelo nuevo también en color azabache sobre la frente, a modo de vincha.

El mayor se acercó curioso, observando el resultado final de todo aquello.

-¡Vaya! Qué diferente te ves…-

-“Guapo” es la palabra, Yoshiki. Y sí, ya lo sé.-

-¡Ya no te vuelvo a decir nada! ¡Engreído!-

Tusk rió ante la última queja del rubio, caminando entonces hacia la puerta.

–Ya estoy listo para conocer a tu limoncito.-

-¡Ni se te ocurra ponerle el ojo! ¡Es mío, y no lo comparto!-

Hayashi tomó su bolso y las llaves del auto, y tras cerrar el departamento y salir del garaje, ambos chicos se enrumbaron a Extasy Records. El baterista aparcó en su lugar reservado, como de costumbre. Una vez fuera, entraron al edificio. Subieron al segundo piso, pues la chica de la entrada le informó a su jefe que la araña estaba en su oficina desde que llegara en la mañana.

El de Tateyama abrió la puerta, encontrándose con que Hide oía música y estaba muy entretenido con un crucigrama. Torció los ojos por la terrible impresión que aquello daba, pero decidió hacerse el desentendido.

-Cariño, quiero presentarte a alguien.-

El otro levantó la mirada, encontrándose con ambos recién llegados. Sonrió como sólo él sabía hacerlo, poniéndose en pie y yendo a saludar. Le tendió la mano al desconocido, quien inmediatamente le devolvió el gesto, acompañándolo asimismo con una sonrisa.

-Él es Tusk, y viene por una audición. Le interesa mucho que Extasy firme a su banda.-

El pelirrosa levantó las cejas, con ademán sorprendido. -¡No me digas! ¡Justo escribía una canción sobre ese asunto!- Matsumoto le tendió un pedazo de papel a su novio, con unas cuantas líneas en él, para después retornar al vocalista. –Vamos al estudio. ¡Muero por escucharte!-

-¿Así sin más?- inquirió el menor de los tres, mirando a Hide.

-Si mi Yo-chan te trajo, es porque sabe que me gustará lo que voy a oír. Y no tienes que perder el tiempo explicándome de qué va tu música. Ya eso lo sabré cuando vengas con tu banda.-

Itaya se admiró ante la practicidad de la araña. Comenzaba a caerle muy bien desde aquel mismo momento, por lo que complacido, hizo como le decía, y todos fueron a uno de los cubículos de grabación.

-Mi amor, esta canción se llama “helado de limón”. ¿Qué tiene que ver con la música y las bandas y eso?- preguntó el rubio baterista, mientras caminaba con ellos al cuarto especialmente diseñado y miraba el papel que sostenía en sus manos.

-Sigue leyendo, está más abajo.-

Hide se dirigió con el pelinegro hacia un estante con guitarras acústicas y eléctricas. -¿Cuál quieres?-

-Ésta estará bien- contestó el otro, tomando una de las que no requería conexión, de color blanco, con mástil negro y clavijas y trastes también albos, muy bella. Luego de ello, se sentó en la silla que se encontraba en medio del recinto, y tras sonar las cuerdas un par de veces para acostumbrarse a la textura, comenzó a cantar.

 

“Las cosas que escucho son desagradables, voces a ambos de mis lados, y sonidos que saltan. Todas las canciones que suenan como resultado de cambios en las tendencias, las veo como inútiles. Brillantez que no es hermosa, pureza que es creada con adorno. Cosas que son apreciadas sólo con codicia longeva, las veo como inútiles. Desacelera. Es correcto, te veré de nuevo; solamente eso me hace feliz. Desacelera. Cuando nos volvamos a ver algún día, te haré olvidar todo”

 

La voz profunda y hermosa de Tusk llenaba todo el espacio, conforme iban saliendo una a una las palabras de entre sus labios. Cantaba de manera lenta, acompañándose con la guitarra, denunciando que probablemente se trataba de una versión modificada de esa canción para aquellas circunstancias. Su tono era grave pero muy afinado, y en la ejecución se notaba gran sentimiento, patente en la manera en que sonreía y entrecerraba los ojos.

Yoshiki estaba muy impresionado. Sinceramente, jamás se imaginó algo como aquello de quien sólo horas antes se veía como un sucio indigente. Y tenía que reconocer que únicamente era eso, que parecía, porque en verdad no se comportaba como uno.

 

“Una vida que encaja en el molde que he obtenido de tanto apurarme, y todo cuanto he conseguido por lastimar a la gente, los veo como inútiles. Desacelera. Es correcto, te veré de nuevo; solamente eso me hace feliz. Desacelera. Cuando nos volvamos a ver algún día, te haré olvidar todo. Todo cuanto he conseguido por lastimar a la gente, lo veo como inútil”[1]

 

Matsumoto se levantó de su asiento y se adelantó un poco, aplaudiendo repetidamente.

-¡Cielos! ¡Eso estuvo genial! ¡Estoy ansioso por oírla con todos los instrumentos!-

El vocalista sonrió agradeciendo el cumplido, visiblemente emocionado. Se puso en pie también y le devolvió la guitarra a su dueño.

-Por supuesto. Ustedes sólo digan cuándo, y nosotros vendremos. Me alegra mucho que les gustara.-

El dueño de los bellos ónices le dirigió al rubio un atisbo furtivo, y éste, al sentirse observado, desvió la mirada, que mantenía puesta en el chico. Se sonrojó levemente, y levantándose también, se colocó al lado de su novio.

-Estuviste muy bien, Tusk. Realmente me has impresionado.-

Lo dijo sinceramente, aunque con parca seriedad. Y agregó luego

–Diles a los demás que los esperamos mañana, a esta misma hora. Te acompaño a la puerta.-

Aunque un poco contrariado, el menor asintió, despidiéndose antes de un todavía sonriente Hide.

–Un placer conocerte. ¡Nos vemos mañana!-

Una vez fuera del estudio, Yoshiki e Itaya desanduvieron el camino de vuelta a la entrada. El de ojos negros fue el primero en romper el silencio.

-¿Sucede algo? Cambiaste de humor de un pronto a otro…-

-No vuelvas a mirarme así- afirmó el pianista, con semblante seguro pero voz baja.

-¿Así cómo? ¿De qué demonios estás hablando?- Tusk se alteró ligeramente. Parecía que con el rubio no se sabía nunca qué esperar.

-Tú sabes a lo que me refiero…- el mayor desvió la mirada una vez más. Luego metió una mano en su bolsillo, y le entregó unos billetes doblados al pelinegro. –Ten, para tu ropa de mañana. Cuando comience tu contrato, ya te lo rebajaré.-

Todavía confundido, el otro no tuvo más remedio que acceder. –Te veo mañana. Gracias por todo…-

Alejándose en el urbano paisaje, el pordiosero volvía a su vida de todos los días. El líder de X-Japan lo miraba de reojo, fingiendo que permanecía afuera de la disquera para fumar un cigarrillo. Comenzaba a sentir una angustia inexplicable a la altura del pecho, que no le gustaba para nada.

 

 

El mendigo se dirigía, como casi todas las tardes, al sitio de reunión de sus amigos y colegas: los bajos del Puente Europeo. Empero, en aquella ocasión no pretendía quedarse ahí a ver qué le deparaba el resto de la tarde y la noche. Iba expresamente a buscar a Ken. Antes de que el mayor lo viera, inmerso como estaba en una multitud que emocionada pasaba el rato jugando cartas y apostando algunos de sus precarios objetos más valiosos, el guitarrista se percató de su presencia.

Se separó de los otros, pues además estaba ahí solamente observando el juego, ya que desde hacía algún tiempo guardaba todo yen que en sus manos tuviera la suerte de caer, para así por fin hacerse con el instrumento de sus sueños. Atónito y sin poder decir nada, no le quitaba los ojos de encima a su mejor amigo, y exclamó sólo cuando se le acercó lo suficiente

-Itaya, ¿qué te pasó?...- lo miraba incrédulo, como si todavía le costara aceptar que se trataba del mismo Tusk -¿De dónde sacaste esa ropa?-

-Es una larga historia que luego te contaré. Por ahora, quiero que me escuches: traigo muy buenas noticias.-

El pelinegro sonrió, al tiempo que sus grandes ojos delineados se iluminaban, pero Kenichi seguía sin poderse creer todo aquello.

-Mañana Zi:Kill hará una audición para Extasy Records.-

¿¡Que qué!?- exclamó el menor, tomándose con ambas manos la cabeza -¿Extasy Records, el sello de Yoshiki Hayashi de X-Japan? ¡Itaya, déjate de bromas!-

-¡No es una broma, Ken! ¡Es en serio! Jamás te diría una cosa así si no fuera cierta.-

El vocalista notó la duda persistente en el semblante ajeno, por lo que no tuvo otro remedio que agregar

–O dime entonces, ¿quién piensas que era la chica rubia de abrigo rojo?...-

Más aún que la excelente nueva que acababa de escuchar de labios de su amigo y compañero de toda la vida, esas últimas palabras le sentaron al joven pordiosero como un balde de agua fría en invierno. Las coincidencias no podían ser tan incómodamente ciertas. No con algo que tuviera que ver con la ilusión de su vida.

-No lo puedo creer…- musitó el guitarrista, mirando hacia otro lado. Levantó su mano izquierda y la llevó a la parte baja de su rostro, cubriéndose con ella. Sus ojos se cristalizaron, producto de una fuerte emoción.

-¿Verdad que es genial?- dijo el mayor luego de unos instantes, interpretando no del todo correctamente la reacción de su interlocutor. Cuánto agradecía ahora haber tenido la desfachatez suficiente para hostigar a Yoshiki, aquella mañana de hacía dos días atrás. Dedicó una última sonrisa a Ken, para luego voltearse, con intención de irse.

-¿Adónde vas?- se apuró a preguntar el otro, comprendiendo que Tusk no pensaba quedarse con él.

-A casa de Eby-chan. No pretenderás que me guarde para nosotros esta increíble oportunidad. Tenemos que estar en el estudio mañana a las cuatro de la tarde.-

-¿Y qué hay de Seiichi? ¿Por qué no quieres que vaya a avisarle?-

Su tono era bastante a la defensiva. Recordaba muy bien lo postrero que le había dicho sobre ese asunto, pero no había querido preguntar nada todavía. Sin embargo, sentía como si el cantante estuviera escondiéndole algo.

-No he dicho tal cosa. Me parece que la última vez que hablamos de ello, te comenté que sería mejor que fuera el mismo Eby quien hablara con él. Sólo eso.-

-Pero ¿por qué? ¿Qué fue lo que sucedió para que hayas tomado una decisión así?- El chico endureció su expresión -¡Tú no mandas en esta banda! ¿Quién te crees que eres, eh?-

Era evidente que Ken estaba molesto, pero ninguna excusa podría justificar lo que acababa de decir. Si había alguien democrático y justo en aquel grupo de amigos muy disímiles que se juntaban al menos una vez por semana para trabajar por hacer su anhelo realidad, era el vocalista de extraño cabello. Dolido, dejó a quien quería como su hermano menor sin una respuesta, pues no se debe nunca discutir con los niños pequeños que, caprichosos, piensan que el mundo gira alrededor de ellos.

Esperando que al menos pudiera darse una idea de lo que habría pasado por su mente, lo miró unos segundos, concretando luego su intención de marcharse. Llegó pronto a casa del joven baterista, que si bien no vivía del todo mal, tampoco era pudiente. El timbre lo constituía la perra que se encontraba en las afueras de la vivienda, que luego de reconocer a Tusk, corrió hacia él moviendo la cola. Se irguió en dos patas, apostándose en la verja mientras se regocijaba con las caricias en su cabeza.

-¡Hola, Mei-chan! Parece que no te han sacado a pasear en un buen rato ya, ¿no es así?- le decía el chico al animal, riendo pues éste no paraba de demostrar su felicidad. Ante el ruido y las voces, la puerta de la casa se abrió. Eran Eby y Seiichi.

-Vaya, ¡pero miren quién está aquí! ¿Y esa ropa?- El chico pelicorto, seguido de el de cabello café, se acercó al portón, dándole a la perra unas palmaditas sobre el lomo. –Ya, tranquila. Ven, vamos a dar una vuelta.- Cogió la cadena, engarzándola en la hebilla del collar de su mascota, mirando luego al recién llegado y a quien con él se encontraba dentro de casa. –¿Les molesta si hablamos afuera?-

-Para nada. Me parece incluso mejor- respondió Tusk, una vez que se cerciorara de que el bajista también aprobaba la medida.

Estando los tres fuera del perímetro de la casa, el vocalista le solicitó a su amigo llevar él a la perra.

–Todo el mundo me pregunta lo mismo. ¿Qué no tengo derecho de vestir bien alguna vez en mi vida?-

El baterista respondió con una sonrisa, secundando la del pelinegro.

–Pues sí, tienes razón. Pero aún no nos has dicho el motivo de tu visita.-

-Conseguí una audición para Zi:Kill.-

Eby y Seiichi voltearon a verse, sorprendidísimos. Tras dudar un poco, el castaño inquirió

-¿Estás… seguro? ¿Es real, es en serio?-

Por toda respuesta, Itaya movió la cabeza de arriba hacia abajo, disfrutando particularmente la emoción del bajista, quien estaba a punto de llorar. Apenas lo comprendió, el chico se abalanzó sobre Eby, abrazándolo con fuerza. Éste, a su vez, luego de corresponder miró a Tusk, y agradeciéndole en nombre de ambos, le dijo

-No sabes lo oportuna que resulta esa noticia en estos momentos. Seiichi acaba de mudarse a mi casa… por tiempo indefinido.-

El menor de ambos pelinegros trocó su semblante por uno más preocupado. Buscó entonces la mirada de su amigo.

-¿Cómo así? ¿Qué sucedió?-

El músico de las cuatro cuerdas se limpió las lágrimas que habían escapado de sus ojos contra su voluntad. Tras calmarse un poco, pudo por fin responder a la pregunta de su vocalista.

-Ya no soporto a mi madre. No hace más que molestarme todo el día, hablándome de todos ustedes lo peor que puede, y despreciando la música que escucho. Me presiona para oiga música clásica, y aunque no me disgusta del todo, ella sabe que no es lo que yo quiero tocar. Me preocupa mucho su actitud. Hoy incluso fue capaz de…-

El chico se interrumpió, mirando al baterista instintivamente, para luego fruncir el entrecejo con angustia y bajar la cabeza, reconociendo que había hablado de más.

-¿Fue capaz de qué, Seiichi?-

Tusk presintió el porqué de que el dueño de los bonitos camanances hubiera truncado sus palabras, y esta vez fue él quien sin darse cuenta, estrujó con fuerza la agarradera de la correa de Mei-chan entre sus dedos. La perra los miraba a todos, y cuando el silencio reinó, emitió un par de ladridos.

-Yo sé que tú y Ken están acostumbrados a cuidarse solos, y que son mucho más valientes que cualquier otra persona que yo haya conocido, pero no me perdonaría si por mi culpa llegara a pasarles algo.-

-Nada va a sucedernos. Te lo juro.-

 

  

-¡Anda, mi vida, dime! ¡No seas malito!-

La araña zangoloteaba a su rubio primor por los hombros, al tiempo que, de forma muy juguetona y pegajosa, rodeaba y apresaba con piernas y brazos su cuerpo. Agradecía sobremanera que la tina en casa de Yoshiki fuera lo suficientemente grande para ellos dos y su ejército de patitos de hule.

-¡Hide, por dios! Acabo de comer, ¡no hagas eso!-

El baterista se acomodó el moño sobre la cabeza, asegurándose de que ningún mechón fuera a escaparse. Detestaba usar la secadora de cabello, ya que le producía mucho dolor de cabeza.

-Ya te dije que no sé. Que me lo presentó un amigo en común…-

-¿Qué amigo? Yo conozco a todos tus amigos. ¡Deberías poder decirme!- El chico tomó uno de sus juguetes y comenzó a hundirlo en el agua, sacándolo luego, apretándolo repetidamente haciendo que produjera el conocido sonido.

-¿Cuándo será el día que te puedas bañar sin tener que traer contigo esas cosas? Mi amor, ¡tienes veinticinco años!-

Muy ocupado entreteniéndose con los demás patitos, el pelirrosa no respondió. Así que Hayashi salió de la bañera, dando por acabado su baño. Cogió una toalla blanca de la repisa y se envolvió en ella, calzándose luego las pantuflas de igual color y material.

Se alejó un poco, situándose frente al espejo enorme que se encontraba en el cuarto de baño. Soltó el moño que retenía sus rizos hermosos, tomando luego para peinarse el cepillo grande de cerdas suaves. Llevaba a cabo la faena en silencio, muy pensativo respecto de las últimas preguntas de Hide.

Era todo tan contradictorio. Él intentando no pensar más en el zaparrastroso con talento, y por el otro lado, su novio recordándoselo. Además, reconocía que no había tenido aún el cuidado de inventar una buena respuesta para las preguntas que muy probablemente haría cualquiera; esas mismas con las que insistía el guitarrista hacía unos momentos.

-Oye Yo-chan, ¿por qué no nos tomamos la mañana libre? Podemos llegar antes de que sea la hora de la audición.-

El comentario lo sacó bruscamente de sus pensamientos. Sujetando todavía un mechón sobre su pecho mientras la otra mano hacía descender por él el cepillo, se volteó, mirando al mayor.

-No puedo, cielo. Cité a The Zolge para las diez. Tienen unos asuntos sobre promoción que hablar conmigo.-

Mintió, con total naturalidad. Y fue sólo cuando acabó de hablar que se dio cuenta que lo había hecho. Había sido un impulso que nada en absoluto justificaba racionalmente. O al menos, eso creyó en aquel momento. Con una sonrisa comprensiva, la araña dirigió sus lindos ojos hacia él.

-Entiendo, mi amor. No importa, ya será en otra ocasión.-

Matsumoto salió del baño también, ataviándose con la toalla de la misma manera que Yoshiki, con tal de no mojar el piso. Abrió la llave para que se destapara el desagüe, dejando sus juguetes ahí.

-¿Tienes algún compromiso?- preguntó el delicado músico, acabando de peinarse y dirigiéndose a su enorme closet. Echó un vistazo a toda su ropa, decidiéndose                      -sorprendentemente sin mucho problema- por un pantalón de mezclilla celeste y una camiseta blanca de manga larga. Se calzó las botas negras de ligero tacón.

-Una sesión fotográfica que he venido evadiendo ya hace días. Y como no tengo una buena razón para seguirlo postergando, supongo que tendré que ir hoy, finalmente.- Tomando su ropa de sobre la banqueta al pie de la cama de su novio, se la puso. –¿Sabes? Estoy muy emocionado con la audición. Tengo un enorme presentimiento de que me gustará muchísimo lo que voy a escuchar, y si así fuera, me haría muy feliz que Extasy firmara a esos chicos.-

Decía aquello al tiempo que se colocaba las prensas en el cabello, sobre su nacimiento, a los lados del rostro. De esa manera, lucía más la capa negra debajo de los mechones rosas, y éstos, colocados enmarcando su frente y a modo de flequillo también, le daban un aspecto mucho más tierno que cuando llevaba el cabello levantado. Al observar el resultado de aquellos cuidados, las comisuras de los tersos labios de Yoshiki se separaron, dibujando en su rostro un dulce gesto. Le gustaba tanto el Hide ingenuo e infantil, como el chico peligroso y mal vestido, de igual manera que la belleza andrógina de coleta sobre la cabeza y largos mechones fucsias.

-Claro que sí, mi preciosa arañita rosa- el baterista se acercó a él, tomando sus mejillas entre índice y pulgar de sendas manos, estirándolas un poco, justo antes de depositar en su boca un suave beso. –Sabes que además de que hago todo por complacerte, a ti te debo que tengamos en el sello bandas como Luna Sea, que son una verdadera joya. Sin tu ayuda, yo probablemente nunca las habría encontrado.-

A modo de réplica, el guitarrista tomó al rubio por la cintura, acercándolo a su cuerpo. Rodeó su torso con los brazos y lo besó intensamente durante unos instantes.

-Aunque no quieras decirme de dónde salió Tusk, ya tendré tiempo yo mismo para preguntarle. Me cayó de las mil maravillas.-

Sonrió por última vez antes de irse, quedándose prendado de la imagen de su adorada princesa de rizos áureos, con ojos que se negaban a despegarse de aquella figura. El menor lo comprendió, riendo bajito tras colocarse la mano sobre los labios.

-Te veo en Extasy a las tres.-

Después de que se cerrara la puerta, Yoshiki volvió a su tocador en silencio. Abrió las cajas del maquillaje y comenzó a ponérselo. Miraba su reflejo sobre la superficie lisa y brillante.

Empezó a preguntarse por qué le había mentido a Hide. No recordaba tener ningún compromiso con nadie, y por el contrario, pensó en cuántas veces, durante los días anteriores, había deseado tomarse un descanso. Pero también evocó que al menos en las tres jornadas últimas, se había esparcido demasiado, dedicándole muy poco tiempo a su trabajo en la disquera. Ese era el tiempo que llevaba de conocer al pordiosero.

De pronto, el timbre de su departamento sonó. Entonces creyó que era el guitarrista, quien debía de haber olvidado algo.

-¡Mi vida, te he dicho miles de veces que revises tus cosas antes de irte!...-

Se detuvo al notar su error. Quien esperaba detrás de la puerta era el vocalista de Zi:Kill. Hayashi abrió mucho los primorosos ojos pintados de morado, con gesto atónito.

-Tusk… ¿qué haces aquí?-

-¿Puedo pasar? Necesito hablar contigo.-

Sin entender a qué se debía todo aquello, el baterista no tuvo más remedio que concederle lo que pedía. Volvió a cerrar, esperando que el líder de Spread Beaver no se hubiera quedado por ahí. Pero era muy poco probable.

-¿Viste a Hide salir?...- preguntó, un poco a propósito. –Sígueme. Estaba terminando de alistarme.-

Volvió a su recámara, tomando de nuevo las brochas, lápices y demás cosméticos. Miraba al menor a través del reflejo, pues éste se había colocado detrás de él, a un lado.

–Te escucho.-

-Yoshiki, quiero saber qué fue lo que sucedió ayer. No he podido olvidar lo que me dijiste, y por más vueltas que le doy, no logro entenderlo- hizo una pausa, mirando a su interlocutor a los ojos color almendra, cuya imagen devolvía el espejo, desviando luego un poco la mirada –Y sí, sí vi a tu novio…-

Ahora quien se desviaba del contacto visual era el mayor. Su mano descendió, todavía asiendo la brocha de los polvos mate, y sus labios se entreabrieron.

-Yo tampoco lo sé…- repuso, bajito, frunciendo casi imperceptiblemente el entrecejo. –Fue como si tu mirada me impresionara, aunque no logro determinar la razón.-

Se volteó, dándole la espalda al espejo. Su semblante cambió de forma extraña.

-Tusk, ahora soy yo quien quiere preguntarte algo… Espero no te moleste.-

Aquello lo tomó por sorpresa. El pianista lo miraba como si llevara un tiempo considerando lo que estaba a punto de decirle. ¿Cómo podía ser eso, si a aquella hermosa criatura parecía no interesarse por nada más en el mundo que no fuera sí mismo?

Y como en efecto así era la gran mayoría del tiempo, el rubio continuó, sin esperar más permiso que sus ansias por conocer la verdad.

-Ayer te seguí luego de que huyeras, después de que observaste que una extraña mujer iba tras de ti, acompañada de unos tipos que parecían guardaespaldas. Creo que no escuché toda su conversación, pero sí la parte final, cuando ella te amenazó si no cesabas de apoyar y convencer a su hijo de que abandonara su brillante carrera en la sinfónica, por seguir tocando con ustedes. Explícame… ¿qué fue todo eso?-

Itaya estaba asombrado. Jamás en la vida se habría imaginado que Yoshiki haría algo así, menos aún llevando tan poco tiempo de conocerlo. Pero lo menos favorable de todo era que el tema traía de nuevo a colación el recuerdo de aquella odiosa tipa, quien le daba la impresión de estarlo tanteando cada vez que se le aparecía, como si quisiera averiguar la manera más efectiva de dañarlo, en la parte que más le doliera.

-No debiste hacer eso- repuso por fin, mientras un dejo de resentimiento se posaba en sus ojos negros y expresivos. –Tú no eres nadie para estarte metiendo en la vida de los demás sólo porque te da la gana, porque te pica el deseo de saber, sin pensar antes que los otros también tienen derecho a su propia privacidad. No voy a contestar a lo que me pides.-

De nuevo esa altivez injustificada que tanto le había molestado desde un principio. ¿Por qué aquel chico era tan diferente del tipo de gente que solía rodearlo? Bien cierto era que ese hecho lo intrigaba tanto como para querer llegar al fondo de todo ello, pero también lograba sacarlo de sus casillas.

-¡Vienes a mi casa sin ninguna buena razón para hacerlo, me pides que te deje pasar cuando ese hecho resultaría para cualquiera demasiado sospechoso, y encima te niegas a responder a mis preguntas! ¡Aquí el que no se ubica en su lugar eres tú, Tusk! ¿Y todavía pretendes que Extasy firme tu banda?-

El pelinegro redobló el resentimiento en su sincero atisbo, tornándolo ahora en ira. Acercándose al mayor, tomó su diestra por la muñeca, y apretándola con fuerza pero aún sin lastimarlo, le dijo

-Eres tan detestable cuando quieres… ¡Dime para qué quieres saber sobre eso que viste, si a ti no te importa en lo más mínimo qué pase conmigo! ¡Te da igual si me muero mañana, o dentro de un rato! ¡Para ti no soy más que el asqueroso pordiosero corriente y fastidioso que conociste hace tres días!-

La congoja se apoderó del talante del femenino músico. Tusk, así de cercano e impulsivo, hacía surgir a su vez lo impetuoso y arrebatado de su propia personalidad, en un choque que en el fondo no era ni más ni menos que una guerra de egos ingentes, cada uno motivado por distintas razones, y adaptado asimismo como escudo protector para diferentes amenazas. El rubio estalló sin pensarlo.

-¡Por supuesto que sí me importa!-

Al oírse, se quedó estupefacto, no menos que quien todavía sostenía su brazo. Deseando alejarse y replegarse para evitar sentirse tan expuesto, reclamó

-¡Suéltame! ¡Me lastimas!...-

Por inercia, el otro obedeció. El dueño de la cabellera dorada se dio la vuelta, ignorando por completo que frente a él seguía el espejo de grandes proporciones.

-Vete. Si entre tú y yo comienza hoy algo, no será más que una relación profesional, justificada sólo por la música y el provecho que ambos podamos sacar de ella.-

-No hay duda de que eso es lo mejor. Cualquier otra posibilidad en el mundo, sería sencillamente descabellada.-

Hayashi se mantuvo inmóvil, mientras la entrada a su casa era sellada con un violento portazo. Los dedos de su mano izquierda repasaban la muñeca contraria, sintiendo todavía la presión que la constriñera hacía sólo unos segundos. Levantó la mirada y se topó con la silueta del chico hermoso y rubio que, angustiado, se negaba a querer aceptar que ya había comprendido por qué fue capaz de mentir sin remordimiento esa mañana.



[1] Slow Down, quinta canción del álbum In the Hole de Zi:Kill.


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