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I4u por metallikita666

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Ataviado con su gabardina-vestido color azul, parte de su traje de cenicienta, se maldecía por no tener más abrigo que ese en la disquera. Era demasiado peligroso usar aquel atuendo en la calle, pero obligado por el frío espantoso que acabó haciendo esa tarde, y para el que no tuvo ni asomo de puntería al vestirse en la mañana, no le quedó más remedio que ponérselo.

Eso sí: se encaramó cuanta cosa pudo para despistar hasta a la más obsesionada fangirl. No se ató el cabello sobre la cabeza, sino que se lo dejó suelto, y se puso un sombrero negro de ala ancha. Gafas oscuras enormes, unos guantes también negros y la infaltable bufanda completaron el atuendo.

-¡Diablos! ¡Cómo odio que ese desgraciado no tenga celular! ¡Ahora tengo que recorrer toda la ciudad a ver si doy con él!...-

Conducía su BMW por las calles concurridas de Tokio, mirando a todos lados. De lo lento que iba, le pitaron varias veces, y él replicó otras tantas con variados y para nada creativos insultos. Hasta que se hartó y aparcó en una esquina, la cual le importó un bledo que estuviera marcada con amarillo.

Se decidió a seguir su búsqueda a pie, intentando recordar los lugares donde se había encontrado con el vocalista las últimas veces. Caminó por unos cuantos callejones, hasta que dio con un grupo de menesterosos. Pero a quien buscaba no estaba con ellos. Empero, distinguió a alguien que conocía.

-¿Ken?- el aludido volteó. -¿Has visto a Tusk?-

-No, señorita. ¿Para qué lo busca?- inquirió el chico, alzando una ceja y fingiendo que no sabía de quién se trataba, mientras perdía tiempo y sus compañeros ya le ganaban una de las bolsas de basura que estaban sin esculcar.

-¡Tonto! Soy yo, Yoshiki…- dijo casi murmurando, luego de mirar a todas partes asegurándose que no hubiera moros en la costa, y se levantó los anteojos de sol.

-Ah, perdón. Se ve usted muy diferente- contestó el guitarrista, volteando un segundo y tapándose los labios con el puño del abrigo para disimular su sonrisa maldosa. Luego aparentó que seguía en lo suyo. -¿Para qué busca a Itaya?- preguntó finalmente, con fingido desinterés.

-Tengo que hablar con él… sobre lo de ustedes, lo de ayer. ¡Ken, mírame cuando te hablo, con un demonio!- Si había algo que desesperaba a Hayashi, era que no le pusieran toda la atención del mundo cuando decía algo. -¡De veras que son como hermanos, ustedes dos!-

El joven músico volvió a sonreír para sus adentros: con sólo intercambiar unas pocas palabras, ya conocía un par de cosas importantes para fastidiar al rubio. Lo de creerlo chica lo había hecho por intuición, sin embargo.

-Lo siento, Yoshiki-san, pero si no me afano aquí, es probable que no coma en lo que resta de la tarde. Y usted no hará que eso mejore por el simple hecho de que yo le ponga atención…- El otro contrajo el rostro visiblemente: aquel par de mendigos en verdad que colmaba su inexistente paciencia de superestrella. –Ahora, si desea, puede dejarle conmigo el mensaje de lo que venía a decirle.-

-¡No, no puedo!- se apuró el otro, colocando las manos sobre su delgada cintura. –Tiene que ser personalmente con él. Te veo luego, adiós.-

-Mocoso…- refunfuñaba entre dientes, al tiempo que se alejaba. Dobló la esquina y salió de nuevo a la calle principal, bastante turbado porque ya no se le ocurría dónde más buscar. Se detuvo, mirando a ambos lados. De pronto distinguió una figura completamente vestida de negro, que cargaba una especie de caja enorme sobre sus hombros. Junto a ésta había más gente, también acarreando paquetes que parecían estar descargando de un camión.

Corrió hacia ellos, comprobando que, en efecto, se trataba del vocalista de la nueva banda de su sello. Se allegó a la pequeña multitud.

-Yoshiki, ¿qué haces aquí?- inquirió el pelinegro, una vez que hubo puesto la caja a los pies de otro indigente de bastante más edad, que parecía ser el dueño de todas aquellas cosas, pues era quien estaba repartiendo el contenido de los paquetes entre los demás.

-Te estaba buscando…- repuso el otro, no sin pena por la manera en que sonaba aquello, desviándose luego del tema. -¿Qué están haciendo? ¿Qué son todas esas cosas?-

-A Suzuki-san lo echaron de su casa, ya que porque murió su hijo que era quien estaba pagándole la pensión, el maldito gobierno no quiere hacerse cargo de su caso. No vivía bien, pero al menos tenía un techo…- El baterista se mantuvo en silencio, acongojado al no saber qué decir. Era evidente lo ajenas que aquellas duras realidades resultaban para él, encerrado en su mundo de lujos y abundancia, y el vocalista pudo notarlo. Con hastío, el menor bufó, pasándose el dorso de la mano por la frente, deshaciendo el contacto visual.     -¿Y para qué me buscabas?-

-Tengo que hablar contigo sobre lo que decidimos en Extasy, y eso. Y también sobre la película de Hide. ¿Lo recuerdas?-

Itaya lo miró de nueva cuenta. -¿No podemos hablar aquí, o en algún lugar cercano? Mis amigos me necesitan.-

-No. Hay que ir a mi casa. Tengo que darte el guión y explicarte un poco de qué va el asunto. El filme lo comienzan a rodar mañana, y ustedes tienen que meterse en el estudio a grabar a más tardar dentro de tres días.-

Así las cosas, no le quedó más remedio a Tusk que aceptar irse con el rubio. No pudo evitar esbozar una espontánea y sincera sonrisa apenas escuchó lo último. Por fin las circunstancias comenzaban a cambiar para bien. Se despidió de sus camaradas, tras de lo cual estiró de nuevo las mangas de su camisa.

-Me topé a Ken antes de encontrarte- empezó el baterista, luego de subirse a su vehículo, colocarse el cinturón y encender el auto. –Creo que no le caigo muy bien.-

-¿De dónde sacas esas cosas? ¿Por qué habrías de caerle mal? No le has hecho nada- repuso el más joven, abriendo la ventana para sacar la mano con la que sostenía el cigarrillo.

-Pues sí, eso mismo pienso yo, pero se portó bien grosero. ¡Hasta me confundió con una chica!-

El de negros cabellos giró la cabeza, mirando a su interlocutor de forma burlonamente escudriñadora. –Tienes toda la razón. ¡Hay que ser estúpido para no darse cuenta de la manera tan masculina en que te vistes!-

-¡Ay, no! ¿Tú también andas de pesado hoy? ¿¡Qué diablos les pasa a todos!?- El singular pordiosero no pudo dejar de reír luego de oír aquello. -¿Qué? ¿Qué es tan gracioso? ¡Dime, caray!-

-Nada. Estaba mirando lo bonito que te ves cuando te enojas…-

Al instante, las tersas mejillas de Yoshiki se tiñeron de un cálido rubor carmesí. Se volteó instintivamente apenas sintió dicho efecto, y no volvió a decir palabra hasta que llegaron a su casa.

Una vez dentro de ésta, se fue a su habitación a buscar unos papeles, mientras el menor lo esperaba en la sala. Volvió rápidamente con unas hojas en la mano.

-Ten. Aquí está el guión, con tus partes señaladas en amarillo. Las que están con color verde son las de Hide.-

Le entregó como cinco hojas impresas, unidas por una grapa en la esquina superior derecha. Durante unos instantes, el pelinegro las hojeó, ante la mirada del mayor.

-No puedo creer lo extraño que resultas a veces. Me estás cediendo el lugar en un video que no es más que fanservice maquillado, con tu novio, al cual celas exageradamente y sin motivos todo el tiempo. ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?-

El aludido comenzó a sentir unas muy conocidas punzadas en el estómago, de las cuales era víctima casi todo el tiempo. No había día en el que no se topara con algún envío de flores, caja de chocolates o regalito cualquiera cuando entraba a la oficina de su pelifucsia. Sabía que las multitudes lo adoraban, y que todas aquellas muestras de cariño eran esperables, pero nunca pudo dejar de experimentar los celos abrumadores. Ni qué decir cuando a algún colega y amigo en común se le ocurría hacer un chiste al respecto, o portarse excesivamente cordial con el guitarrista de sus amores. Sencillamente no lo soportaba.

-¡Por supuesto!… que estoy seguro- repuso tras respirar profundamente, intentando cobrar nuevos bríos. A pesar de sus esfuerzos, no dejó de notársele la dificultad en la frente. Pero aguantar todo aquello, y lo que sabía se avecinaba con el filme, era mil veces mejor que la fobia exasperante y enloquecedora de tener que comprometer sus queridos ojos. –Sólo espero que no vaya a ocurrírsete pasarte de listo con mi arañita…-

El vocalista de extraño cabello ya había comprendido lo mucho que sufría la Barbie con aquel tema, lo cual no dejaba de divertirlo sobremanera.

–Pues no sé. No estoy seguro. Aquí dice que nos tenemos que manosear. Ojalá y Hide no se inspire mucho con eso, porque a veces cuesta acordarse de que todo es simple actuación…-

-¡No te atrevas!- bufó el pelilargo, con los puños tensos a los lados de su cuerpo y faltándole poco para un tic ocular -¡Ni siquiera lo pienses!-

-No, hombre, cálmate. Sólo estoy bromeando. De todas maneras, no es a quien yo en realidad querría ponerle las manos encima…-

Alterado como ya estaba, Hayashi no se tomó muy bien aquel cumplido.

-¡Ya basta, Tusk! Desde hace un rato, no paras de insinuárteme. ¿Qué no te quedó claro lo que te dije ayer cuando estuvimos aquí en mi casa?-

El menor lo miró con molestia. ¿Por qué carajo le costaba tanto deponer su orgullo, al menos una vez en la vida, para intentar comprender lo que los otros sentían, sin por ello acabar lastimándolos?

-No me vengas con payasadas, que bien sé que no soy el único que lo piensa. ¿Por qué me trajiste a tu casa, entonces? Podrías haberle dicho a Ken todas estas cosas de la película y el contrato, pero seguiste buscándome.-

-¡Es que tú eres el líder!-

-¿Qué te hace pensarlo? No tienes ni idea de cómo fue formado Zi:Kill.-

-Eres el frontman- afirmó el chico con seguridad.

-Que yo sepa, no cantas tú en tu banda. ¿O me equivoco?-

Yoshiki miró hacia otro lado, cayendo en cuenta de sus tontos argumentos. Se acongojó al ver que seguía actuando empujado por aquella angustia que días atrás se anidara en su pecho, la cual lo impelía a proceder sin mucho sentido. Pero era incapaz de abstraerse de ese fuerte efecto y sus consecuencias.

-¿Cuándo será el día en que no refunfuñes por todo, y cedas la razón al menos una vez?- El pelinegro colocó sus manos en los hombros del rubio, quien al instante subió la mirada, un tanto tenso por aquella cercanía. Acto seguido, lo tomó por el mentón con delicadeza, observando fijamente sus labios rosados y hermosos, eternamente entreabiertos.

-Tusk… No… No lo hagas… Yo…-

-Cállate.-

La embriagante tersura de aquella boquita fue apresada finalmente por la rudeza del menor, en un beso suave pero que evidenciaba haber sido deseado durante mucho tiempo. La diestra del pordiosero se desplazó del cuello del más pequeño hacia su nuca, y sus dedos se internaron lentamente entre los dorados cabellos. A su vez, la mano contraria con que aún le apretaba el hombro viajó por debajo de su brazo hacia su espalda, estrechándolo desde un poco más arriba del talle.

Hayashi estaba ligeramente paralizado, si bien no se había opuesto al contacto desde el principio. Luego de unos instantes, cuando la lengua del vocalista penetró imponente en su boca, cedió al embate de la agradable sensación y lo abrazó por el cuello, haciendo que sus cuerpos se juntaran todavía más. Ambos gozaban de ese beso, intrusivo pero muy cálido, percibiendo la manera en que el roce de sus lenguas lograba en muy pocos segundos aumentar su temperatura corporal de una forma abrumadora.

-Déjame llevarte la contraria por hoy…- jadeó el cantante, cuando tuvo por fuerza que separarse de el de los ojos cobrizos. Sin pensarlo demasiado, tomó al chico por las piernas, pues ya estaba asido a la parte superior de su cuerpo, y lo cargó hasta su habitación. El rubio se mantenía abrazado al más alto, ocultando el rostro caliente por el sonrojo en la curva de su cuello.

Itaya depositó la bella y delgada anatomía del pianista en la cama, mirándolo a los ojos, admirando la beldad de aquella faz ruborizada. Por primera vez tenía en frente a un Yoshiki indefenso y sin palabras. Y era en verdad digno de adoración: lo más hermoso que hubiera visto en su vida.

Llevó ambas manos a los botones frontales de la gabardina ajena, desabrochándolos. La abrió por completo, descubriendo que todavía faltaba bastante más ropa.

-¡Demonios! ¿En verdad tienes tanto frío?-

El otro no pudo evitar reír, aunque fue patente el intento por no hacerlo. En silencio, se sacó los guantes con su infaltable y natural garbo, para luego susurrar

-Tenía. Porque ya no…-

Entonces con una paciencia casi reverencial para aquellas circunstancias, Tusk le quitó la camiseta y los pantalones, sin poder continuar si antes no volvía a besarlo. Se colocó sobre el cuerpo semidesnudo y estilizado que yacía en el lecho, recorriéndolo con manos ávidas; llenándolo de tiernas caricias, las cuales completó cuando, tras una senda de pequeños besos y lamidas entre el mentón y la boca de Yoshiki, poseyó nuevamente sus labios.

El femenino músico se removía inquieto por dichas atenciones, llevando de la misma manera sus manos al torso del fornido pelinegro, luchando desesperadamente con los botones de su camisa.

-¡Ah! No es justo… ¡Tú tienes demasiada ropa todavía!-

Aquello hizo sonreír al menor.

–Vamos despacio, que no quiero que esto se acabe.-

Desabrochó la prenda que cubría su torso, retirándola del todo para luego dejarla caer en el suelo. Sobre su pecho y brazos lucían unas cicatrices alargadas, dispuestas unas de manera horizontal y otras un tanto más oblicuas. Hayashi las miró, sorprendido.

-¿Qué te pasó aquí?...- inquirió, recorriéndolas con el índice, sintiendo el relieve en la piel, el cual indicaba que se habían formado por la agresión contumaz en la misma zona.

-Los orfanatos no son los lugares más agradables del mundo, ¿sabes?- El vocalista bajó la mirada por unos instantes. –Ken solía meterse en muchos problemas cuando todavía no podía aceptar que jamás volvería a ver a sus padres, y nadie parecía entenderlo.-

Por primera vez al decir una cosa así, Tusk se atrevió a mirar al mayor a los ojos, y se asombró mucho de no encontrar en ellos asomo de desinterés o indolencia. De hecho, su semblante era difícil de describir; era como una mezcla de pena y nostalgia. A pesar de ello, decidió dar el tema por acabado.

-Pero suficiente de hablar de cosas tristes.-

Resuelto a borrar del rostro del rubio ese gesto cuya explicación aún desconocía, se dedicó a colmar su blanco cuello de apasionados besos y excitantes succiones, las cuales pronto volvieron a hacer visibles sus efectos. Restregando una pierna contra la otra y arañándole los costados a su amante, Yoshiki gemía entrecortadamente.

El vocalista de Zi:Kill, que bien conocía el motivo de sus ansias, no lo hizo esperar demasiado, en virtud, asimismo, de las suyas propias. Descendió hasta el bajo vientre del chico, retirándole la prenda interior con ambas manos, haciéndola resbalar por sus muslos. Descubrió el miembro erguido del pianista, y tras tomarle la punta entre los dedos índice y medio y descorrer su prepucio, observó la gran cantidad de fluido que en el órgano había. Sonrió de lado, guardándose sus comentarios, y se introdujo la hombría ajena en la boca.

-¡Ahhh!- gritó el dueño de los áureos rizos, una vez que la calidez de la húmeda cavidad ajena envolvió aquella sensible parte de su cuerpo. Se tomó de las sábanas, apretándolas entre sus dedos con fuerza creciente, conforme la intensidad y velocidad de la felación iban también en aumento. Flexionó las piernas, separándolas un poco, no pudiendo dejarlas quietas debido al temblor que las embargaba.

Entonces el chico de los negros ojos recogió un poco de la saliva que escurría por la virilidad del baterista tras tanto meterla y sacarla de su boca. Untó con ella el dedo medio de su mano contraria, y abriéndose paso por la algo incómoda posición, lo introdujo en la entrada del mayor, quien al instante dio un respingo y soltó un exquisito gemido.

-¡Ahhhh, sí! ¡Más, más!- imploraba el blondo pianista, dando inicio al instintivo vaivén de sus caderas. La sábana ya estaba toda arrugada de tanto jalarla, pero ello no hacía sino que el cuadro pareciera mil veces más excitante. Yoshiki arqueaba la espalda con desesperación, y sus dorados cabellos se encontraban todos revueltos bajo su sudoroso torso.

El pelinegro se incorporó, dando por terminada su faena justo en el momento en que supo que de continuar, su amante no tardaría en venirse. El pobre rubio se encontraba con un brazo sobre el rostro, jadeando con fuerza todavía, experimentando los constantes espasmos que atacaban su médula. Entonces el pordiosero se despojó del pantalón y los bóxers a un tiempo, y tomó con ambas manos las largas piernas de quien tenía delante.

Colocándoselas sobre los hombros, volteó la cabeza para besar una de ellas en la pantorrilla. El mayor lo miraba expectante, y ante aquel detalle sintió que su corazón daba un salto. Luego, vio al pelilacio cogerse el miembro, dirigiendo la punta deseosa a su entrada. Yoshiki llevó sendas manos hacia sus nalgas, separándolas para facilitar la penetración, la cual resultó sumamente placentera; lenta pero firme.

-¡Mmm!... Ah, Tusk…- Aunque ávido como estaba por poseerlo una y otra vez, el vocalista buscó de nuevo la boca ajena, haciendo por todos los medios posibles que el chico ahogara sus gemidos y jadeos en los besos ardientes que se propinaban sin cesar, con hambriento arrebato. Procuraba no tener que llegar a escuchar alguna mención que le recordara todavía más el dilema que desde un comienzo estrujara su corazón, en el cual ya comenzaba a nacer sincero cariño por el noble pelirrosa, pero también los fuertes sentimientos que despertaba el hermoso joven debajo de él.

Recargado completamente sobre sus codos, colocados a sendos lados de la cabeza del mayor, con los brazos rodeándola y sosteniéndola para poder apresarle los labios, el pelinegro arremetía con fuerza contra las entrañas ajenas, haciendo las delicias de su amante, quien ya para entonces se encontraba bastante perdido en la placentera sensación. Las paredes de su recto recibían las incansables embestidas contrayéndose, y el vacío que por ello causaba la cavidad triplicaba el enorme deleite. Su miembro, cautivo entre ambos vientres, no pudo contener más el natural desenlace de tan exquisito hecho, y acabó estallando, manchando las pieles de tibio fluido viril.

No bien las palabras que anunciaron su culmen salieron de entre sus labios, las estocadas se tornaron tan vigorosas que el pordiosero acabó acorralando al rubio entre su cuerpo y la cabecera de la cama, de cuyo enrejado se tomó éste para soportar el ímpetu de aquel acto sexual. Sus piernas estaban adormecidas por efecto del orgasmo, y cuando por fin las acometidas cesaron, pudo sentir el semen ajeno bañando su interior.

Exhaustos, ambos amantes se desplomaron en el lecho. Tusk cuidó de no asfixiar al delgado pianista con el peso de su cuerpo, y así, uno al lado del otro, sucumbieron al cansancio y se quedaron dormidos.

 

 

Caliente caía directamente el sol sobre su rostro, haciendo que conforme aumentaba la temperatura por su efecto, le fuera imposible seguir durmiendo. Yoshiki abrió los ojos lentamente, desperezándose y estirándose mientras terminaba de lograrlo.

Se incorporó, sentándose sobre su cama. Notó las sábanas y frazadas revueltas, y su propia ropa desparramada por doquier. Entonces, se acordó de lo que había pasado la noche anterior, pero también de un hecho sumamente importante: su amante ya no estaba a su lado.

Poco a poco, comenzaron a asediarlo diversos sentimientos encontrados, motivados por pensamientos de contraria índole, desplegados en su mente sin orden alguno por aquel natural impulso suyo de desesperarse y no ser capaz de hallarle a las cosas una solución con la cabeza fría. Recordaba perfectamente lo que había pasado entre él y el pordiosero, pero no encontraba una explicación satisfactoria de por qué el menor había desaparecido sin más.

-¡Maldición! ¿¡Con que eso era todo lo que querías!?- gritó, oprimiendo entre sus manos la sábana que lo cubría, sintiéndose completamente usado. Las lágrimas, producto de la cólera, pronto se agolparon en sus ojos, nublándoselos. -¡Cómo te atreves! Me las vas a pagar…-

Sintió deseos de llamar a Hide y contarle lo sucedido; echarlo todo por la borda. Pero se contuvo. Acusar al pelinegro sería aceptar su propia culpa, porque sabía que no podría argumentar que lo hubiera forzado. Sea como fuere, era infidelidad, al fin y al cabo. Así que se acurrucó de nueva cuenta bajo las cobijas, haciéndose bolita. Tuvo ganas de llorar, ya que su mente le traía los frescos recuerdos de la manera tan encarecida en que lo había tratado el vocalista, y lo franco que lucía su semblante cada vez que lo miraba. Evocó, asimismo, lo mucho que aquellas atenciones lograron emocionarlo, calmando con suavidad el desasosiego latente en su pecho.

 

Del otro lado de la ciudad, Tusk era acorralado por Ken a preguntas y reproches.

-¡Tú prometiste estar siempre conmigo! ¡Nunca habías dejado de dormir a mi lado, ni siquiera cuando andabas detrás del imbécil de Yukihiro!-

El mayor lo miró con seriedad. Aquellas reconvenciones se estaban pasando de la raya.

-Ya no tienes diez años, Ken. Tú sabes cuidarte solo. Y no sé por qué mencionas tanto a Yuki. ¿Cuál es el problema? ¿Que no durmiera contigo, o que me quedara donde sea que lo hice?-

Kenichi dudó qué replicar. Bajando su tono, pero no por ello haciéndolo más calmado, dijo por fin

-¿Estuviste con él… verdad? Itaya, ¿qué no lo entiendes? ¡Yoshiki te va a hacer más daño que cualquier otra persona en el mundo! Tú mismo lo dijiste una vez: pensar que entre alguien como tú y él pueda haber algo, es imposible.-

Cierto. Aquellas habían sido sus palabras. Y todavía seguía pensando de la misma manera, pero era sumamente difícil ceder a la razón antes que a los sentimientos, porque éstos tienen la fuerza suficiente para suspender toda lógica, justo como había pasado la noche anterior. No fue por desfachatez que había abandonado la cálida cama ajena, sino por el remordimiento que no lo dejaba en paz.

-No estuve con él, ¿cómo crees? Yoshiki está comprometido.-

Lo miró a los ojos, todavía interiorizando lo que acababa de afirmar, como si hiciera falta pensar más en ello. Luego suspiró, sonriendo finalmente, aunque con dificultad, pues el motivo no dejaba de ser amargo a pesar de todo, ya que significaba el lazo inevitable que unía todavía más su camino con el de la rubia desesperanza.

–Ven, vamos a casa de Eby-chan. Hoy hay que celebrar. Un contrato no se alcanza todos los días de tu vida.-


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