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I4u por metallikita666

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-¿Cariño?-

La araña se asomó tras la puerta. Lo más usual a esas horas, era encontrar a Yoshiki sentado en el sofá mirando la televisión, o tal vez haciendo algunas llamadas. Eso sí, con su infaltable tazón lleno del contenido de alguna bolsa de frituras gringas. Pero no. No se encontraba ahí, ni en la cocina, al parecer.

-¿Yo-chan?-

El chico entró, cerrando luego la puerta. Dejó las llaves sobre el desayunador y se dirigió al dormitorio. Su novio estaba dormido en la cama, tan arropado que la frazada casi lo cubría por completo. Hide observó en silencio el resto de cosas en la habitación.

-Mi amor, ¿qué tienes? ¿Te sientes mal?-

Sentado a su lado, el pelirrosa colocó una mano sobre la frente del rubio, quien a pesar de estar todavía bastante adormilado, no dejaba de fruncir el ceño, como si algo le incomodara grandemente. Cuando acabó de despertarse, sus orbes castaños hicieron contacto visual con los ajenos.

-No lo sé, cielo. Pero creo que sí. No estoy bien.-

Se acurrucó más, como si tuviera muchísimo frío, y desvió la mirada, no sabiendo dónde colocarla. Matsumoto suspiró.

-¿Irás hoy a la filmación? Veo que ya le diste el guión a Tusk, y verdaderamente es un alivio, porque yo no habría sabido dónde conseguirlo. Te lo agradezco.-

Sonrió de forma muy leve, acariciando la frente del menor; retirándole los cabellos del rostro. Pero Hayashi seguía rehuyendo verlo a los ojos.

-No hay de qué, Hide-chan.- Por fin se descobijó un poco y se sentó. Su cabello suelto le cubrió los hombros, el pecho y la espalda. –No sé qué haré. Tú sabes que a pesar de todo, la idea no me hace completamente feliz.-

-Entiendo, pequeño. No te preocupes. De todas maneras, estaré esperándote luego de que todo acabe. Ya lo sabes.-

Se despidió con un beso en la frente, sintiendo una repentina ansiedad que lo hizo dudar por un momento. Pero su primera decisión logró prevalecer, y el cúmulo de preguntas que pugnaban por ser contestadas fue contenido. Tomando sus llaves de la casa ajena de donde las había dejado, salió de ahí, enrumbándose directamente a los lugares de filmación, en el centro de la ciudad.

Al llegar al sitio indicado, se encontró con una pequeña multitud, entre asistentes de todo tipo, prensa y actores extras, que se arremolinaban a un lado de la parte trasera de una gran camioneta: lo bastante grande como para ser camerinos rodantes. Después de que se bajó del auto, una empleada conocida de la disquera lo guió a donde debía arreglarse para dar inicio a la filmación.

Pensó en preguntar si ya había llegado su coprotagonista, pero como todos parecían muy tranquilos y era posible que no le viera hasta que tuvieran que comenzar, pues a él también estarían preparándolo, desistió de hacerlo. Pacientemente, dejó que lo maquillaran y peinaran; después de que se hubo puesto la larga túnica negra que, al cubrir todo su cuerpo, se encargaría de borrar cualquier referencia a género alguno.

Luego de toda aquella obligatoria parafernalia, el guitarrista de X-Japan salió a la calle, donde el director, los camarógrafos y su amigo lo esperaban. Tusk lucía una túnica igual que la suya, pero la toga azul oscuro alrededor de su cuello y hombros estaba dispuesta de manera distinta. Su frente la cubría esta vez una hermosa bandana negra de cuero, la cual semejaba piel de lagarto y le tapaba parcialmente el ojo izquierdo. Le habían teñido el cabello de color castaño oscuro.

El vocalista sonrió al ver a la araña, y acercándose, le tomó la mano derecha, en cuyo dedo anular colocó un anillo igual al que él mismo llevaba, con un gran ojo de iris verde incrustado en su parte central.

-Hoy comenzaremos con las escenas en exteriores, para luego de ello pasar a las de la iglesia. Mañana continuaremos con las de Athum y todas las que requieran la túnica blanca, y pasado mañana lo usaremos para lo que no haya quedado tiempo o haya que volver a grabar.-

Una vez dadas las indicaciones, empezaron con la primera escena en las calles de Tokio, cuando los ángeles son echados de su cielo por la insistencia de Holth, y caen en la caótica vida cotidiana de los seres humanos. Caminar de un lado hacia el otro entre la gente, mirar a todos lados y aparentar gran extrañeza, no constituyeron mucha dificultad para los novatos actores, aunado al hecho de la falta de parlamentos. Incluso, en la bastante más extraña escena con el hombre del cabello rasta –donde probaron por primera vez la nunca vista manera de comunicarse a través de fluidos vitales- no hubo problema alguno. Todo iba a pedir de boca.

Cuando le tocó el turno al acto homoerótico en la iglesia, el hermoso rubio arribó, ataviado con una gabardina blanca de solapas abiertas, que permitía verle el albo pecho parcialmente, y sobre éste, rodeándole el cuello, su acostumbrado collar de perlas. En los pies lucía hermosas botas hasta media pierna, también blancas, y su cabello iba suelto, adornado con unas cuantas trenzas en las capas superiores. Llevaba lentes oscuros.  

El ahora pelicastaño se percató de la presencia del mayor mientras el director releía el orden de las acciones en la escena, a modo de recordatorio. De pronto, ya no se sintió tan cómodo de protagonizar lo que debía, pero no habría manera de hacer que el baterista abandonara aquel lugar. Era más que esperable que estuviera ahí, y el asombro de muchos se había dado al principio, cuando notaron que aún no había llegado. Así que suspiró, intentando hacerse a la idea de que el chico no estaba presente, aunque prácticamente podía sentir sus ojos clavándosele en el cuerpo.

-Tusk, ¿qué pasa?- preguntó el pelirrosa, quien ya estaba en el sitio y la pose que le correspondía, esperando a su coprotagonista. Su tono fue bastante parco, aunque venía comportándose de manera poco usual desde el principio; proceder que cualquiera consideraría como parte de la concentración y seriedad que requería aquel compromiso. El vocalista se acercó.

-No es nada, lo siento. Me distraje.-

Tomando su lugar frente a Hide, y ambos a su vez delante del altar del templo, Itaya alargó el brazo derecho hasta comenzar a rozar con sus dedos el suave rostro del guitarrista, mirándolo a los ojos fijamente. Se dio cuenta de que nunca antes se había tomado el tiempo para observar cuán hermosos eran aquellos orbes color almendra, enmarcados por amplias cejas y párpados cuidadosamente teñidos de rosa. Pero fue su mirada lo que más le inquietó, porque aunque debía fingir deseo –y en efecto lo lograba- se hincaba vigilante sobre su ser, con un rigor que cohibía.

A pesar de todo, el episodio continuaba, y tras las caricias y la aparición de la primera sangre, el pelifucsia se acercó al menor, tomando entre sus manos el rostro de quien ya para entonces arqueaba la espalda y echaba la cabeza hacia atrás, de manera que pudieran unir sus pechos y los labios de Matsumoto quedaran frente al cuello ajeno. La posición convenida.

Acto seguido, le correspondió al cantante de Zi:Kill tomar la delantera, para que así acabaran ambos justo de la manera contraria. Una vez frente al marmóreo cuello de la araña, el chico separó los labios y con ellos rozó la piel ajena muy levemente, provocando en ésta un escalofrío que no dejó de ser sentido también por su propia dermis. Comenzó a restregar el rostro contra aquella bonita cerviz, aparentando que lamía la cálida sangre de su amante, y no tardaron ambos en caer al suelo.

Estando Tusk sobre Hide, éste se escabulló para subirse a la cruz en el altar, de donde lo tomó de nuevo el castaño. El mayor le dio la vuelta y lo cogió por debajo del brazo, dejándose caer al suelo con su compañero aún sujeto. Ambos, boca arriba y uno parcialmente encima del otro, comenzaron a retorcerse lujuriosamente, sin dejar de esparcir la sangre por sus cuellos, mejillas y labios.

-Anda, no te dé pena. ¿No acabas tú de casarte conmigo?...- susurró el guitarrista al oído de su amigo, mientras al hacer la alusión pasaba los dedos por el anillo en su mano. –Pues bien; consumémoslo, entonces.-

El pecho del rubio, cual endeble dique a punto de ser derribado por salvajes olas, contenía dentro de sí una verdadera tormenta de emociones. Nerviosamente, había llevado una de sus manos a sus labios, comenzando con aquel delator mordisquear de uñas, y su pie derecho se movía sin cesar, golpeando el suelo como si tuviera que llevar un ritmo. Por su cabeza pasaban muchas cosas, pero contra lo que intentaba combatir de forma casi heroica era aquel ardor punzante que comenzaba en su estómago, pero que sentía no tardaría en salírsele por la boca. No obstante, la escena se le antojaba tremendamente sensual y excitante, y odiaba con todas sus fuerzas opinar de aquella manera. Encima, como si todavía hiciera falta algo más, la enloquecedora incertidumbre de haber sido empujado a la traición por sólo una noche de placer amenazaba con hacerlo capaz de tremendo papelón en frente de todas aquellas personas.

Los tortuosos segundos en el suelo fueron, paradójicamente, los mejores de cuanto llevaban rodado, pero a la hora de incorporarse nuevamente en aras de agregar más humor escarlata y proseguir con el libidinoso retozo, el vocalista volvió a sentir el pinchazo de aquellos ojos sobrecogedores, que lo miraban persistentemente como si quisieran comérselo, no siempre de la mejor manera.

-¿Se puede saber en qué tanto piensas, que pierdes a cada rato el orden de lo que sigue?-

Impacientándose cada vez más, Hide interpeló al ahora castaño cuando volvió a errar en la actuación, producto del desconcierto que le producía todo aquel asunto. El mayor de los músicos se levantó, saliendo de escena.

-Dejemos esto hasta aquí por hoy.-

El equipo acató, sabiendo que con el chico de la cabellera rosa no había nada más que hacer si él declaraba así de tajante su indisposición, pero Tusk se sintió terriblemente apenado. Luego de tomar la toalla que le tendían para que se secara la sangre falsa, corrió tras Matsumoto.  

-¡Hide, lo siento tanto! ¡Por favor, espérame!-

Una vez de frente y sin poder quitar su semblante de preocupación, el dueño de los ojos negros habló.

-Disculpa lo que he hecho, pero verdaderamente me siento muy incómodo sabiendo que Yoshiki está presente. Me he dado cuenta de cuánto te cela, y te juro que no puedo dejar de sentir que me despelleja con la mirada.-

Aquel sincero y acongojado atisbo no dejó de ablandar a Hide, quien seguía revolviendo gran cantidad de dudas en su mente, pero sin poder sentirse lo suficientemente seguro como para actuar de acuerdo con su escrúpulo. Después de unos instantes, sonrió un poco, liberando su gesto de tensión.

-Está bien. No pasa nada. Vamos al camerino.-

Inesperadamente para el menor, lo tomó de la mano, conduciéndolo hasta el cubículo donde rato antes lo habían preparado sólo a él. Tusk entonces comenzó a sentirse nervioso, pues sabía que estarían ambos solos, lo cual constituía un momento oportuno para sincerarse con el guitarrista. Éste le hizo un gesto al personal al cruzarse por su camino, indicándoles que no quería que los asistieran por esa vez. Al llegar, cerró la puerta una vez que estuvieron dentro ambos.

-¿Se te antoja un trago?- inquirió mientras extraía de una de las gavetas una botella de coñac y la destapaba. Bebió un poco primero, antes de alargarle el licor a su amigo sin esperar respuesta alguna. El otro lo tomó e hizo lo mismo, aunque no dejaba de estar extrañado por aquel pelifucsia tan callado y poco efusivo, y dicha actitud lo hacía dudar una y otra vez de tomar la palabra.

-¿Ya les contaste a los chicos sobre el contrato?-

La araña se ubicó frente al espejo y comenzó a desmaquillarse y quitarse cuanta cosa ajena tenía encima. Con cuidado, retiró la toga y el exceso de cabello, colocándolos en los sitios designados por los asistentes. El pelinegro lo miraba con indecisa atención; vigilancia que con el pasar de los tragos comenzó a tornarse hipnótica.

-Sí, por supuesto. Estaban todos muy felices- repuso, sonriendo un tanto tímidamente, bajando la mirada. –Sobre todo Ken. Aunque casi no decía nada, pude notarlo en su mirada…-

Esas últimas palabras fueron más bien un pensamiento en voz alta. Matsumoto miró a su interlocutor a través del espejo.

–Me cayó muy bien el día que lo conocí. Parece un buen chico. Además, ese brillo ilusionado en sus ojos cuando estaba tocando, me trajo gratos recuerdos.-

-Lo dices como si tú lo hubieras perdido.-

El guitarrista se volteó, caminando hasta donde estaba su amigo.

–Te enseñaré todo lo que debes hacer. Es imprescindible que te vayas familiarizando con estas cosas.-

Después de beber de nueva cuenta, tomó el algodón y la crema desmaquillante, untándola en el rostro ajeno para luego retirarla con suavidad y precisión. De la misma manera que había hecho consigo momentos antes, despojó a su amigo del atuendo necesario para el filme. Cuando acabó aquella faena, se separó un poco del pelinegro y lo miró fijamente a los lucientes azabaches, reflejando con firmeza en sus propios orbes divinos y cobrizos que no estaba dispuesto a aceptar una negativa como respuesta.

-Vamos a mi casa.-

 

  

-¿No se enojará Yoshiki porque no te hayas ido con él?...-

El guitarrista tiró sus cosas en uno de los sillones, no bien entró al departamento.

–Él y yo nos vemos casi todos los días. Dudo que se moleste por una tarde.-

Encendió la radio y fue por dos cervezas a la cocina.

-¿Tienes hambre?-

-No realmente. Pero sí te agradezco la bebida. Hace un calor espantoso.-

Luego de entregarle la lata a su amigo, Hide se dejó caer en el sofá de tres plazas. Destapó su cerveza y le dio un primer sorbo bastante cuantioso, mientras se quitaba los zapatos con los pies.

-Detesto el estrés de los días de rodaje. Todo el mundo encima de ti, prestándote demasiada atención…-

-Creo que eres la única estrella en todo Japón capaz de decir una cosa así- rió entre dientes el vocalista, colocando su brazo a lo largo del respaldar del mueble. Por un momento, pensó en la siempre histriónica actitud del rubio, la cual era uno de los rasgos suyos más contrastantes respecto del chico de cabello rosa. Su sonrisa se alargó un poco más.

-Sí, puede ser- repuso el otro, un tanto pensativo también, mirando a la pared sin adornos. Acto seguido, se volteó hacia su interlocutor.

-Oye, Tusk… ¿A ti te gustan los hombres, o prefieres a las chicas?-

Semejante pregunta tomó por sorpresa al cantante de Zi:Kill. Se turbó visiblemente, más por lo inesperado de la interrogación que por el contenido de ésta, pero no podía negarle a Hide una respuesta, como lo hiciera alguna vez con el baterista de cabellos dorados. Simplemente no le nacía hacerlo; la araña nunca le había negado nada, aunado al hecho de que jamás hablaba con petulancia. Meciendo el licor dentro de la lata y tras unos instantes para encauzar de nuevo la mirada, repuso finalmente

-Creo que no tengo problema si es uno o lo otro… Pero, ¿a qué viene esa pregunta?-

El mayor sonrió pícaramente, acomodándose más en el mullido respaldar. –Somos amigos, ¿no? Los amigos se cuentan sus secretos…- Bebió nuevamente hasta acabarse el contenido del recipiente de aluminio, colocándolo luego sobre la mesita que tenía en frente, con una fuerza un tanto desconcertante para esas circunstancias. –Anda. Dime algo sobre tu vida amorosa…-

Itaya suspiró, deplorando el hecho de que aquella fuera casi inexistente.

-Aparte de una estúpida e infructuosa aventura con el anterior baterista, no hay nada relevante qué contar- el chico también se acabó su bebida, pero dejó la lata entre sus piernas. –La verdad, nunca me ha desvelado mucho ese tema. No soy un tipo que se baste solo, así que dudo mucho poder ofrecerle algo bueno a alguien más…-

Matsumoto se incorporó ligeramente, y luego de inclinarse para sacar de debajo del sillón una caja de vino de mesa –ante la aturdida mirada de su acompañante, quien se convencía cada vez más de que aquella casa no era sino una gran enoteca con apariencia de vivienda- se sentó en la posición del loto, de frente al menor.

-Nah, no digas tonterías. Tú eres un tipo interesante…- Hide abrió la caja y se la empinó, limpiándose luego los labios con el dorso de la mano. –A ver, ¿cuál es tu forma de seducir a alguien?...- Antes de que el otro dijera cosa alguna no acorde con sus deseos, por la manera preocupada en que lo miraba, el guitarrista le alargó la caja de vino, poniéndosela contra el pecho.

–Bebe.-

Tusk tomó el vino e hizo como le decía, aunque aún con recelo.

-¿Cómo te la muestro?...-

-Hazlo conmigo.-

El de los ojos almendrados se acercó más, al tiempo que con mano trémula el pelinegro daba otro sorbo al licor; uno grande que le ayudara a controlar sus nervios. La sola idea de acercarse a Hide más de lo debido, lo hacía sentirse enormemente culpable.

-Te miraría fijamente… Y luego acariciaría tu mejilla despacio…- Un tanto más tranquilo al sentir que el alcohol que comenzara a ingerir desde que estuvieran en los camerinos empezaba a hacer efecto, el vocalista llevaba a cabo todo cuanto decía. –Delinearía tus hermosos labios con embeleso y me acercaría todavía más… embriagado por la exquisita fragancia de tu piel…- Sus labios estaban a centímetros de tocar los del pelirrosa, y sus ojos, aunque querían rehuir su segura mirada, no lo lograban.

-…¿Fue así como lo hiciste con Yoshiki?...-

El pordiosero abrió sus orbes, pasmado y atónito.

–Hi… Hide, yo…Yo no…-

Pero adelantándose a cualquier cosa que fuera a decir o hacer, Matsumoto colocó su índice sobre los carnosos labios ajenos, endureciendo su semblante. A pesar de todo, sus palabras siguieron siendo susurros.

–No digas nada; no es necesario. Pero ahora estás de mi lado.-

Yéndosele encima, el mayor juntó por fin su boca con la del cantante. Los labios de quien encarnara a Horus se mantuvieron cerrados; angustiosamente apretados al tener muy presente que todo aquello no estaba bien. Poner en práctica la ley del talión sólo contribuiría a ensanchar la sangrante herida, pero ya era demasiado tarde para negarse. Su oportunidad de confesarse y pedir perdón pasó de largo sin que tuviera las agallas para aprovecharla; aún así, no existía en realidad nada que pudiese argumentar. Había sido también su culpa. La araña tomó al chico por el rostro con ambas manos, y aunque fuera él quien comenzara a besarlo de manera imponente y decidida, abriéndose paso a la fuerza en aquella boca, no pasó mucho tiempo para que –una vez el menor ya más resignado- percibiera la deseada respuesta, tanto más dominante que su propio ímpetu. Su cuerpo seguía siendo delgado y pequeño para el fornido pelinegro.

El menor arrojó al suelo la lata de cerveza, y empujando a Hide para que se tendiera sobre el sillón, se colocó sobre él. Lo miró una vez más a los ojos, con apenada culpa en los suyos, pero por toda réplica sintió el suave aliento del chico golpearle el rostro. Sus beodos y sensuales suspiros le llenaban los oídos, y las contracciones en su delicado rostro torturaban su atribulada mirada. Entonces supo que no había manera de resistirse a los encantos del artero Seth.

Poseyendo su boca una vez más, restregó la entrepierna sobre la ajena, que ya empezaba a despertar. Matsumoto llevó sus manos al cuerpo del chico, toqueteándolo con avidez. Las coló debajo de su camisa, desplazándolas deseosamente por aquel pecho que ya se encontraba bastante agitado; por la espalda ancha y fuerte que poseía el menor e incluso por su trasero, exquisitamente ceñido por el pantalón negro que vestía. Le estrujó las nalgas con fuerza, empujando su pelvis hacia abajo, logrando que la rozara todavía más contra su miembro endurecido.

Víctima de las deliciosas sensaciones y el siempre narcótico efecto del alcohol recorriéndole las venas, el vocalista colaboró con su ahora amante al acabar de despojarse de la prenda que cubría la parte superior de su anatomía. Empero, el embriagado pero no del todo inconsciente guitarrista quería más. Aún con el chico arrodillado sobre el sofá, se acercó, colocándole sus expertos dedos sobre la bragueta.

Aunque el pelinegro conocía a la perfección que estaba prácticamente obligado a favorecer a Hide en su venganza –la cual de manera paradójica acababa recayendo también sobre sí mismo- no podía con semejante contradicción. Pero una araña sumamente dominante, a pesar de su apariencia andrógina y pequeña, le estaba tomando la delantera, terminando de empujar tantas consideraciones al despeñadero de su subconsciente. Antes de que pudiera argumentar algo más o menos coherente, Matsumoto ya tenía la punta de la virilidad ajena en medio de los labios, forzándolo a ya sólo poder articular gemidos.

-Ahhh… ¡Ahh!- Se escuchó finalmente, a pesar de todos los esfuerzos del menor por contener aquellos lúbricos sonidos. Su siniestra apretaba la tela del respaldar del sillón, haciendo que sus uñas se clavaran en ella, y su mano derecha no pudo dejar de posicionarse sobre la rosada cabeza de su amante. Metió los dedos por entre los cabellos lisos y suaves de quien lo felaba con vigor, e instintivamente comenzó a mover las caderas de atrás hacia adelante.

Por su parte, el pelifucsia colocó ambas manos sobre los muslos ajenos, prosiguiendo con la voluptuosa faena. Tras introducirse completa la hombría enhiesta que no cesaba de estimular, en una sorprendente demostración de perfecta garganta profunda, la presionó con el paladar y hasta con la raíz de la lengua, sintiendo la curvatura y el relieve de las venas henchidas de sangre. Una vez que lo hubo sacado para recuperar el aliento, una gran cantidad de saliva resbaló por sus labios e incluso por el órgano ajeno, la cual fue aprovechada por el pelirrosa para con ella masturbar a su amigo de nueva cuenta.

Continuó haciéndolo y luego agregó su lengua al excitante suplicio, y sus orbes hermosos endurecieron la mirada fija que mantenía. Su expresión era confusa, pues le veía con aparente enojo, ira incluso, pero la forma en que actuaba no era sino producto de un voraz deseo. Entonces, inesperadamente, Hide dio por terminado su trabajo.

Recostándose de nuevo en el sillón, se despojó de la ropa que aún tenía puesta y separó las piernas. Se tomó la izquierda y la levantó, abrazándosela por la corva, de modo que se viera su entrada tierna y apretada. Subió la diestra hasta sus labios y se lamió las yemas de dos dedos, los cuales inmediatamente se llevó a en medio de las nalgas, rozándose con ellas el ano; lubricándolo. El vocalista fue tendiéndose sobre el pelifucsia, empujado por el ya irreversible deseo tras tanto estímulo abruptamente cortado.

-Quiero que me lo hagas… como se lo hiciste a él.-

La orden, articulada en una sensual y suave voz, entró dolorosamente por los oídos del menor, conmoviendo aún más su ya entristecido pecho. Pudo notar dos pequeñas lágrimas aparecer en los vértices interiores de aquellos ojos castaños, y deseó poder creer que sería capaz de cumplir la justa demanda.

Entrando lentamente en su amante, cuya pierna se apoyó entonces en su hombro, Tusk suspiró por el enloquecedor deleite; Hide era sumamente estrecho. El pelinegro se había apoyado con un brazo en el respaldar del sofá, mientras que con la mano contraria tomaba al chico por las caderas, levantándoselas un poco para penetrarlo con profundidad. Una vez que llegó al fondo de su exquisito recto, inició el retorno, repitiendo la operación con ritmo creciente.

Al experimentar las cada vez más enérgicas embestidas, el mayor de ambos empezó a jadear con fuerza. Su cavidad no acababa de acostumbrarse a la intromisión, pero eso no hacía sino lograr que la sensación fuera todavía más placentera. La pelvis le temblaba, y con ella, las piernas. Debido a la pose, pronto el miembro ajeno comenzó a rozar su próstata, obligándolo a arquear la espalda y proferir gemidos enormemente ardorosos y excitantes; sinfonía lasciva que era completada por los sonidos de sus cuerpos chocando una y otra vez.

Los espasmos producidos por aquel acto hicieron que los miembros superiores del ahora castaño se adormecieran, por lo cual éste tuvo que yacer completamente sobre el cuerpo de su amante. Lo estrechó por debajo de los brazos, y Hide a su vez colocó éstos hacia atrás, estirados, a los lados de su cabeza, estrujando la tela del descansabrazos entre sus dedos crispados. Abrazó la cintura de Itaya con ambas piernas, sin poder dejar de retorcerse de placer. Embebido en el acto, Tusk devoraba el cuello sudoroso y terso de la araña, triplicando las deliciosas sensaciones. La hombría del mayor, presa entre ambos abdómenes, estaba a punto de estallar.

-¡Aaahhh…. Ahhhh, Tusk! ¡Me voy a…! ¡Venir! ¡Ahhhh!-

Súbitamente, la puerta principal del departamento –la cual quedaba justo en frente del sillón de tres plazas, ubicado al otro lado del aposento- se abrió. Con el rostro desencajado, un terrible temblor en todo el cuerpo y la respiración violentamente agitada en tan sólo segundos, un estupefacto y boquiabierto Yoshiki era incapaz de dar crédito a sus ojos. El corazón le saltaba en el oprimido pecho, amenazando con salírsele. Su mandíbula chocaba de manera vehemente contra el resto de su cráneo, y con la mano aprisionaba el pomo de la puerta, queriendo arrancarlo.

-¿Qué… ¿¡¡qué demonios pasa aquí!!??-

El siempre albo rostro se coloreó bruscamente de intenso rubor carmesí, mientras las lágrimas de ira –pero también de agudo dolor, e incluso de odio- se agolpaban como jauría enloquecida en sus orbes cobrizos, nublándole la vista y el entendimiento. No tardaron entonces en brotar los primeros sollozos, azuzados por el silencio de los improvisados amantes ante su pregunta desesperada.

El pelinegro, no bien escuchó el girar de los goznes y aquella voz tan querida hacer de una demanda un lamento, abrió los ojos como platos, e imposibilitado de siquiera pensar en voltearse, escondió la faz bajo sus cabellos ahora teñidos. Tampoco osó escudarse en la curvatura del cuello de Hide, quien en aquellos instantes experimentaba los últimos estremecimientos tras el orgasmo, y arañaba la parte alta de su espalda con manos aún deseosas. Pudo observar entonces, bajo el velo de su propia cabellera castaña, que el guitarrista giraba el rostro, lanzándole a su novio una mirada fiera y desafiante, pero no exenta de aquel sufrimiento que observara momentos antes asomar por las ventanas de su alma.

El desconsolado baterista profirió un lastimero gimoteo antes de abandonar el lugar, tirando la puerta, corriendo escaleras abajo sin poder contener su amargo llanto. El vocalista se retiró de sobre su amigo y se sentó en el sofá, aún sin poder creer todo lo que había sucedido. Se arregló la ropa, poniéndose de pie, y comenzó a colocarse la camisa.

-No vayas tras él. No tienes idea del espectáculo que es capaz de montar.-

Incrédulo por semejante advertencia, Tusk miró a la araña, sintiendo su corazón constreñírsele onerosamente. -…¿Es que acaso tú puedes escucharlo llorar sin que por ello se te parta el alma?-

El de Yokosuka reaccionó de manera inmediata ante la que consideraba injustísima recriminación.

-¡Tomo sus lágrimas como pago, que no lo mandé yo a que se acostara contigo primero!

            Se había puesto en pie y estrujaba parte de su ropa entre las manos. Le había gritado en vano y con una mezcla de rabia y resentimiento a la ya ausente espalda del chico, quien no había dudado un instante de adónde debía dirigirse. Hide se desconcertó por aquella actitud. Se calmó y empezó a componer su ropa, mirando el tiradero circundante; dudando con motivadas razones de que el acto que terminara de perpetrar hacía unos instantes fuera el justo desagravio de un desliz pasajero, y no parte del comienzo de algo mucho más profundo entre su blonda princesa y el vocalista de cabellera extraña. Profundo y complicado. 


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