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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Una última oportunidad. Shaka ha destinado una última oportunidad para ellos, pero todo dependerá de hasta que punto llega el orgullo.

Removía los documentos de su escritorio acelerado, prácticamente dejando caer algunas carpetas que no significaban lo que buscaban y lanzando a otro lado aquellos papeles que ya veía inservibles. La secretaria le miraba la espalda del abogado asustada ante un posible ataque de ira, de aquellas que cuando Saga despertaba era difícil hacerle ceder y era mejor desaparecer a kilómetros por la redoma. Ella siempre estaba al pendiente de organizar los documentos de su jefe y a su vez de mover aquellos que ella reconocía estaba usando en un caso en particular y reciente; cinco años trabajando a su lado con sus altas y bajas le había enseñado a entender a un hombre cuyos logros eran visibles y reconocibles para cualquiera que estuviera trabajando en las esferas de la ley pero que escondía aún así diversas caras que no todos tenían el honor de observar.

La mujer intentó acercarse a su espalda buscando con su vista aquella carpeta que podría significar el final de la búsqueda de su superior, tratando de recordar si había movido algo del escritorio de su lugar, o si había algún documento que hubiera llegado en su ausencia. Nada de ello llegaba a su mente, y cuando escuchó las palmas del griego golpeando contra la superficie desnuda del escritorio supo que en ese momento ya había llegado a su límite de la paciencia, la cual reconocía, no era mucho. La encargada frunció su ceño mordiendo imperceptiblemente sus labios carnosos coloreados con un brillo frambuesa en un ligero puchero de frustración.

—Sr. Saga, ¿me puede decir que es lo que busca?—intentó preguntar, frotando sus manos y sintiendo la silicona que decoraba sus uñas largas con adornos brillantes.

Ese era el maldito problema para Saga, que no podía decirle que estaba buscando. El abogado observaba el escritorio hecho un verdadero desastre mientras intentaba recordar en qué momento tomó esa carpeta y la movió de su lugar. Conocía muy bien a su secretaria como para estar seguro de que ella no movía nada de su sitio; las primeras ocasiones que lo había hecho habían terminado en una severa discusión donde la mujer acababa llorando en silencio frente al escritorio mientras trataba de recuperar su error. Además, no se trataba de un caso, ni de un antiguo juicio o alguna investigación en marcha, al menos no una que estuviera avalada por el gobierno: se trataba de la carpeta donde estaba toda la información que Shura le había enviado tiempo atrás, junto a la del padre de Shaka y Simmons.

—Maldición…—masculló irritado, tratando de controlar su mal genio que podría provocar una mala digestión para la taza de café que había tomado minutos atrás, la acostumbrada a horas de las tres.

—Quizás si me dice puedo ayudarlo. ¿Se trata de algún caso cerrado? ¿Alguna investigación inconclusa? Hace poco hice una lista de los juicios que…

—No, no se trata de eso—le interrumpió y soltó al instante un hondo suspiro con el que intentaba nivelar las palpitaciones cardiacas—. Debí haberlo dejado en casa, es algo personal.

—Comprendo… ¿Necesita alguna cosa?

—No, sólo sentarme y recordar que hice con aquello—se arrodilló para acomodar el desastre que él mismo había formado y la mujer se acercó para ayudarlo en la misma tarea, acomodando los documentos en sus respectivas carpetas y apilándolos en la derecha del escritorio—. Gracias, ¿alguna novedad mientras no estuve?

—El Sr. Thalassinos llamó avisando que el testigo principal del caso por fin decidió declarar, pidió que lo llamara en cuanto pudiera para informarle sobre ello. El caso de la Sra. Vryzas aún no ha avanzado, al parecer están discutiendo aún si pertenece a la labor de los casos especiales y su ex esposa pidió que se comunicara con ella en cuanto pudiera.

—¿Y sobre el caso de esta mañana?

—Aún estás haciendo las pesquisas. El investigador a cargo, Niniadi, dijo que para dentro de unas horas posiblemente habría adelantos. Sin embargo le informé sobre la semana de descanso que pidió.

La semana de descanso… Saga se sentó en su escritorio acariciando su cabeza para tratar de aplacar la migraña por la pérdida de ese documento y la idea de que para el lunes ya estaría pisando el aeropuerto de Londres. Allí estaba todo: las direcciones de su familia, lo que se consiguió en la UCL y la dirección de Simmons aunque estuviera en Alemania. Aún tenía la nueva información que incluía la dirección de la cuenta bancaria que le entregó Aphrodite y los recorridos realizados con su tarjeta de crédito; tendría que trabajar con solo eso en mano. Shura había pedido el día libre por lo tanto quizás no le daría tiempo de verlo antes de tomar el avión en horas de la mañana.

Con una señal de su mano le indicio a la mujer que ya podía retirarse de la oficina, volviendo su vista al correo para escribirle uno a su compañero y pedirle una copia digital de todo el asunto, esperando no ser demasiado exigente, aunque reconocía que ya Shura le había ayudado mucho. Molestarlo de nuevo para él sería aprovecharse de su disponibilidad pero necesitaba de nuevo releer toda la información para tener un panorama más claro de cómo proceder.

Las ideas se asomaban en su cabeza violentamente, casi golpeando su corteza cerebral en cada estallido de imágenes donde intentaba recordar que había hecho con esa carpeta, y en que punto tuvo tal descuido. No se lo podía perdonar tan fácilmente, ya que para él ese paso en falso era del todo reprochable, sobre todo porque en las manos equivocadas podría ser todo un asunto difícil de explicar. ¿De que modo se justifica el tener semejante información de un decorador común? En todo caso, aunque Shaka estuviera lejos de esa clasificación, en términos legales no había razón válida para una investigación a ese punto. Pensaba en eso cuando su secretaría entró a la oficina disculpándose por la interrupción y avisándole que tenía una visita: su ex esposa.

—Dejala pasar—acepto el abogado, medio arreglando el escritorio y tratando de dejar ese tema en paz.

Marin apareció ante él tal como acostumbraba a verla, con esa sonrisa jovial y su cuerpo envestido en sus trajes de trabajo, esta vez un sobrio marrón de líneas finas beige y una camisa de satén beige que sobresaltaba en vuelos las dimensiones de su busto sin necesidad de ser un descarado coqueteo. El cabello brillante se encontraba apartado por una pinza plateada de flores hacía la izquierda, dejando caer el resto en voluptuosos bucles hasta sus hombros. Sencilla, elegante, profesional, era todo lo que caracterizaba la que había sido su mujer.

Sin embargo, ella no se notaba para nada segura de lo que estaba a punto de hacer. El escuchar a su secretaria comentar sobre la perdida de unos documentos importantes le remonto hacía aquella cabella que se llevó sin permiso de la oficina. Intento parecer asombrada por ello, aunque la pulsada de consciencia, más cuando Saga pareció calmarse con su presencia, se le hizo tortuosa. Lo que había hecho con esa carpeta no había sido mucho más que cerciorarse de esa información. Había llamado al compañero del decorador fingiendo querer un nuevo trabajo y comprobado que efectivamente ya Shaka Spica no estaba en el país. Aunque no le habían dicho hacía donde se había dirigido con los datos de su pasaporte supo de inmediato, después de una llamada a una amiga de confianza, que se había igo a Inglaterra dos semanas tras. Con aquello se había sentido más calmada, Shaka Spica al parecer había ido a reiniciar su vida en su país natal y todo había quedado de esa forma en orden; Saga seguía en Grecia y quizás si tuvo alguna intención esta no pudo quedar más que frustrada.

Sentándose en el asiento de visita, la mujer le miró fijamente, aplacando el dobles de su falda sobre sus rodillas, buscando con sus ojos alguna señal que le indicara como proceder. El rostro de Saga le dio seguridad para continuar, sonriéndole con dulzura pese a la línea de expresión que tenía dibujada en su frente de seguro debido a lo ocurrido poco atrás. Ella le sonrío de igual forma, calmando de cierta manera el ambiente de tensión en la oficina y dando a entender que su visita era informal.

—No esperé verte hoy, creo que te debo una disculpas por el desplante del lunes—comenzó él, acomodándose mejor en el asiento de su escritorio.

—No te preocupes, Saga, al menos hoy sí podríamos comer como habíamos quedado, ¿te parece? ¿O tienes otros planes?—su sonrisa se dibujó casi como sí fuese el pedido de una niña caprichosa. Saga suspiró mirándola con una ceja enarcada al mismo tiempo que pensaba en la invitación—. Además, tu madre me comentó que al parecer los arreglos de tu nueva casa ya están terminados—levantó su mirada dando una expresión de recordad viejos tiempos muy agradables—. Fue inevitable no acordarme de Shaka—enfocó su mirada en el abogado, escrutándolo—. De seguro hizo un trabajo formidable, ¿no?

El rostro de Saga, pese a sus intentos por mantenerse inflexible, no pudo evitar profundizar el entrecejo levemente, pero lo suficiente para que Marín obtuviera una señal importante. Antes de darle tiempo al hombre de hablar, ella se adelantó, con una corta risa coqueta que cortó la tensión del ambiente.

—Me imagino lo complicado que debió ser para ti encargarte de todos los pormenores de la decoración. ¡Aún me acuerdo cuando me pedirte que me ocupara yo de acompañarlo en todos los arreglos!

—No tuve que hacerlo, él hizo sólo su trabajo sin necesidad de intervenir—eludió de inmediato, haciendo un ademán de buscar algo en su escritorio. Ella carraspeó un poco, para luego tomar aire y volver a enviarle la mirada, más comprensiva.

—Supongo, pero debió ser un poco extenuante ¿no? Aún aso, me gustaría ver el trabajo realizado, ¡una amiga pasó por el frente y me dijo que la diferencia era impresionante!

—Lo es—y en ese momento lo vio dibujar una sonrisa, una llena de un sentimiento que era detectable a distancia y ella supo leer con facilidad. Saga no volteó su mirada del monitor, viendo complacido que el correo antes enviado había sido contestado con agilidad y Shura le había pasado el material en digital con un: “supuse que algo así pasaría” en el asunto. El correo venía con una fotografía más una que no estaba dentro de los documentos que había perdido, de Shaka en lo que parecía ser una reunión social en su juventud—. Entonces…—retomó la mirada hacía la mujer quien ya había bajado su rostro luciendo algo incomoda—, podemos salir esta tarde, aunque no puedo tardarme demasiado, hay cosas que debo arreglar en casa y pasaré el fin de semana en Almyros, por lo cual no tendré tiempo de arreglarlo antes.

—No hay problema; es más, podríamos cenar en tu casa y así aprovecho y la conozco. Son dos cosas al precio de una, ¿que me dices? Además podría salir más económico y tengo antojos de un platillo de mariscos con champiñones, ¿recuerdas que los aprendí a hacer en Tesalónica?—el abogado le sonrío en respuesta, recordando perfectamente el sabor de esa delicadez que meses atrás solía hacerle cuando aún estaban juntos. Eso había sido suficiente para devolverle a Marin la luz de su sonrisa, más segura del terreno que estaba pisando—. Creo que eso es un sí ¿no?

—¡En lo absoluto! Me has dejado sin opciones si es eso lo que vas a preparar—con aquel comentario Marin rió divertida y enternecida—. ¿Entonces te espero en la salida?

—Me parece bien, hablaremos mejor así. Hablé con un especialista en el caso de tu padre, tengo buenas noticias que quisiera comentarte en un ambiente menos estresante que la oficina.

—Agradezco tu preocupación.

—No lo agradezca, Saga, es algo que sale de mí.

Se acercó para despedirse, tomando la mano del abogado e inclinándose hacía él para dejarle un beso en su mejilla. Algo en ella ese agitó ante la idea que en su mente se trasladó justo en ese momento, pensar que de tan solo virar un poco el ángulo de su rostro podría probar de nuevo los labios de quien fue su marido, pero dejándola de lado de inmediato. Debía ser paciente, dejar que las cosas corrieran como una vez lo hicieron años atrás, si ella había logrado llamar su atención una vez, ¿por que no hacerlo de nuevo? Eso le había dicho la madre de él cuando la llamó esa semana, eso le habían dicho sus amigas cuando pidió un consejo… eso le decía su orgullo de mujer, negándose a aceptar que lo había perdido.

Pero debía ser paciente y actuar aún como lo que ella quería seguir siendo: su esposa.

Ella se despidió sin más, saliendo de la oficina. Saga la vio partir sin decir más, suspirando aliviado de que ella ya saliera de la oficina para poder mirar mejor el correo que Shura le había enviado. De nuevo abrió la correspondencia digital y dando doble clic a la imagen adjunta, pudo ver en todo su esplendor la figura de Shaka ocho años atrás, en los quinceaños de la nieta de un magnate japonés residenciado en Londres. La jovencilla con unos ojos esmeraldas se tomaba del brazo del rubio con un hermoso vestido de color champagne brillante y ornamentos de oro que daban la visión de una diosa griega. A su lado, Shaka lucía como un joven común y corriente, vestido en traje sobrio negro, su cabello corto y lacio caía hasta sus orejas, su mirada era tan potente como la que recordaba; no había cambiado, su miradazo había cambiado.

Quizás para ese tiempo Simmons no había llegado… quizás para ese tiempo Shaka solo veía a su padre… En la fotografía comprobó lo que ese hombre le había dicho por teléfono: la inocencia de la que gozaba Shaka, la que le arrebató arrancándole sus alas.

De esa inocencia ya no quedaba más que vestigios tapados en una concha de orgullo impenetrable, era esa misma la que estaba frente al padre en el pasillo de la empresa y a centro de todos los documentos tirados en la alfombra. Valentine, como testigo de ese encuentro y luego de observar en un vitazo rápido todos los documentos tirados, miró de nuevo la figura de padre e hijo para concluir exactamente lo mismo: mucho orgullo, tanto, que ninguno de los dos se permitía ver el dolor ajeno.

Los documentos tapizaban el piso lustrado, estaban alrededor de ambos como si fuera decenas de misiles de orgullo apostados en un radar cuyo unos blancos eran aquellas dos montañas, dos edificios diseñados con el tiempo y con las mejores reglas de la arquitectura civil para permitir que se mantuvieran en pie independientemente de las condiciones de su entorno. Dos montañas, inamovibles, rodeada de errores, de podría ser, de blancos que las haría vulnerable.

Valentine podía sentirlo, la tensión de sus aires que viajaban de los pulmones del uno para penetrar en el del otro en forma de cuchillas acidas, la presión que la mirada de azul cielo ejercía sobre el dorado del sol, ambas dispuesta a demostrarle a la otra que su posición era irrevocable y correcta, que el otro tenía que ceder, bajar los ojos, pedir perdón…

Debía…

Pero no ocurriría; lo supo en el mismo momento en que el mentón del decorador se alzó orgulloso, apretando ligeramente sus puños de frustración contenida en nudillos blancos y terminando por ocultarlo de la vista de todos para lucir así, impenetrable y ávido de una seguridad impávida que se negaba a ceder un solo centímetro más, a dar un solo paso más…

¿Qué le costaba al hijo tomar la mano del padre y decirle que quería seguir caminando con él?

¿Qué le costaba al padre tomar la mano del hijo perdonarle por haberse apartado?

Parecía que para ellos ceder eran declararse vencidos en un duelo donde eran sus misma victimas.

—No he venido a compensar mis errores pasados—aseguró finalmente el hijo, levantando su rostro con arrogancia y entrecerrando sus parpados para enviar una mirada azul aún más aguda—. No tengo necesidad de ello, como observas—le sonrío, con el mismo cinismos tatuado para luego levantar sus brazos en un acto melodramático donde intentaba abarcar con la extensión de ellos el panorama de los documentos que descansaban en el piso—. ¿No lo ves?—presentó finalmente, su orgullo—. Lo hice solo.

Y Radamanthys afilo la expresión de su rostro en una severidad indeleble a distancia, presionando sus mandíbulas contra sí para evitar que tan solo una muestra de dolor se viera demostrada en su semblante. Le había dolido, el golpe, el duro golpe de por fin ver en labios de su hijo lo que había supuesto durante años le había dolido; el saber que no lo necesitó le había herido.

Más no lo demostraría.

Dio un paso más, uno solo, suficiente para pisotear una de las hojas lubricadas en el piso, un mismo gesto que era capaz de gritar miles de improperios.  Ante el hecho el hijo bajó sus brazos aferrando aún así en su rostro, ya sin la sonrisa, la más vil seguridad y un atisbo de rabia apenas palpable en los celestes.

Valentine bien podría llamarle frustración.

—No me importa lo que hayas logrado, supuestamente, solo—y con esas palabras el amigo del padre desvió sus ojos de los lustrados zapatos de él para posarlo en la mirada, incrédulo ante la mención de la suposición ante la aseveración del hijo. No le fue difícil remitirse a las palabras de Minos, a sus comentarios tan llenos de hiel que le habían molestado cuando se refirió a Shaka.

Shaka sintió la mismo, la misma asquerosa repulsión ante esa abertura.

—Lo logré solo.

—¿Me dirás que entonces no requeriste la ayuda de nadie?—repuso el padre irritado, como si la idea le pareciera inverosímil.

—¿Que tanto importa si  recibí ayuda o no? ¿Me la darías tu?—Radamanthys ante la sola mención de la posibilidad metió sus manos rápidamente a sus bolsillos, aplastando en una de ellas la llaves de su oficina—. Porque el tipo de ayuda que pretendías darme rozaba a un insulto.

—Entonces lo lograste solo—volvió a soltar, desviando la atención de la idea de haber podido prestar su ayuda.

—Por su…

—Sin ayuda de nadie, ninguna mano, nadie vino a socorrerte, nadie te apoyó—siguió empujando, enfrentando, asestando. Valentine podía verlo, podía ver la necesidad en Radamanthys en conseguir algo, algo que no estaba seguro de que era ni en que ayudaría.

—¿A dónde quieres llegar?—indagó Shaka al ver la extraña actitud de su padre, sin comprenderla—. ¿Qué es lo que quieres saber?

“Que no buscaste lo que yo podía darte fuera de mí…”

—¿Estuviste solo?—“Qué no te quedaste con otro en ves de buscarme a mí”

—¿Qué harás con saberlo?—“¿Quitarás mérito a mis logros si te digo que hubo alguien?

—¿Por qué no contestas?

El silencio se hizo dueño del escenario por un momento, uno insípido, que no daba olor ni sabor al aire que emanaba entre sus cuerpos y eran respirados por sus narices de forma imperceptible, sus cuerpos negándose a hacer demasiado movimiento o a mostrarse alterado por esa serie de circunstancia que aunque no quisieran admitirlo les superaba. Valentine los veía, como un testigo mudo solo veía lo que estaba ocurriendo, temiendo hacer algún movimiento, algo que podría terminar de cortar lo que quizás era la única oportunidad de conciliación.

Shaka pareció, al mismo tiempo, meditar bien en que responder y como hacerlo ante esa pregunta. Quería poder ser capaz de entrever tras las capas de su padre, mas le resultaba difícil poder leer en él, siempre había sido así. Para él, Radamanthys era un misterio que no podía ser visto con ánimos observadores de un psicólogo, sino con admiración, solo como un hijo. Quizás se trataba de eso lo que le evitaba entender las intenciones tras esa pregunta y lo que debería responder ante ellas; es posible que el solo hecho de estar frente a él pese a todo el orgullo con el que se enmascaraba no dejaba de hacerle sentir de esa forma: como el crío que ha venido en busca del regazo de su progenitor, para ser protegido, para ser instruido, para hallar descanso, paz… un hogar que había dejado años atrás.

Dejó escapar un suspiro que se sintió como si estuviera bajando sus brazos de la posición de defensa y ataque, poniéndose al descubierto, tal como si un caballero ingles de la época medieval bajara el escudo que lo protegía de los ataques. Levantó con su mirada un brillo brillante, abriendo sus labios para cerrarlos ligeramente al poco segundo, intentando quizás saborear las palabras que diría, las que parecía su padre esperaba con más impaciencia si leía entre la fina curva que sus cejas habían levantado en cuanto le vieron la intención de hablar.

La respuesta correcta, solo debía dar la respuesta correcta.

—Si hubo alguien.

La garganta de Radamanthys vibró conteniéndose, como todo su cuerpo, así como su temple intentaba mantenerse de pie ante esas palabras.

—Un buen hombre me encontró cuando pensé que ya no tenía más salida—siguió relatando su hijo, bajando la mirada como si no pudiera mantenerla, como si las palabras fueran demasiado emotivas como para sostenerlas con otra cosa aparte de su voz—. Si no fuese por su ayuda, es posible que no hubiera logrado todo esto.

No pudo emitir una sola palabra a esa confirmación, imaginando las condiciones de su hijo y es hombre que había tendido “desinteresadamente” una mano. Eso explicaría porque no lo encontró en la calle, porque pudo levantarse en esa carrera, porque parecía tenerlo todo y porque, sobre todo, no lo buscó…

Porque no fue hasta su casa pidiendo ayuda…

Porque se resistió a ir en busca de su mano…

Dio un paso más, buscando alejarse del lugar y de su hijo, del encuentro, sin emitir una sola palabra más que diera esclarecidos los términos.

—Ya veo…—mencionó el padre dando la espalda.

—¿Eso es todo lo que dirás?

—Es evidente que lo hiciste, te conformas con ese pobre titulo y crees que has hecho lo mejor. ¿Entonces que has venido a hacer aquí?

—¿A que ha venido? ¿No es evidente?—preguntó desviando la atención a esas palabras sobre su carrera que prefería obviar.

—No, no lo es para mi—volvió a dirigirle la mirada dorada a su hijo, severa, iracunda, en un tono de reproche que obligó a Shaka a alzar de nuevo su escudo antes de que esta le golpeara en el pecho y destruyera su confianza frente a él—. Dime, Shaka, ¿cuánto te costó encontrar a otro padrino?—y sus celestes se abrieron consternados.

—¡Radamanthys!—exclamó Valentine intentando intervenir al ver el rumbo que tomaban las cosas. Apenas el mencionado le miró de reojo en un fugaz aviso de detenerse.

—¿Te fue fácil? ¿Dónde lo encontraste? ¿Cuántas veces tuviste que acostarte con él para que te apadrinara?

—¡No lo escuches Shaka!—gritó desesperado el amigo, como si tratar que con ello fuera suficiente para protegerlo de las saetas que el padre le estaba enviando.

Siendo ya demasiado tarde.

Shaka tenía ojos bien abiertos, aún superado ante las palabras que su padre le había proferido, ante la idea que le estaba entregando, ante aquella asquerosa posibilidad que le revolvió las entrañas y aún así no le era capaz de actuar, no de inmediato. Se sintió como si le hubieran rasgado la piel de un tajo, tan violento que ni siquiera dio tiempo a que su garganta lanzara su grito y este se quedó atascado dentro de la boca, destrozándole la faringe.

Había captado todo… el reproche teñido, la verdad vedada… Jamás le perdonaría lo que había ocurrido con Simmons, jamás creería que él no necesitaba de esos favores para superarse. Para su padre, sin importar cuanto logre o cuanto escalase, no dejaría de ser la ramera de su padrino.

—¡Deja de decir todas esa sartas de estupideces! ¡Sabes que no es así! ¡No todos son así!—gritaba Valentine agobiado, como si intentara recuperar con sus dedos las astillas de un lazo ya quebrantado en los años. Radamanthys le miró con severidad, molesto por la intromisión.

—En este negocio es algo común—sentenció, aunque Shaka sabía que aquella aseveración de su padre era lo menos.

Era él… era su pecado que jamás sería perdonado, su estigma que seguiría siendo el mismo.

—¡No puedo creer que de verdad lo estés diciendo!

—¡Basta ya, Valentine!

Para él todo cayó estrepitosamente y de forma tan lenta que le dio tiempo de meditar en las múltiples formas en la que podría saltar a salvarlo y fracasaría en el intento.

Orfandad… de nuevo sintió esa horrible sensación de Orfandad como cuando su madre gritó aquello en las escaleras de su casa.

Ahora sí, se sentía totalmente solo.

—Bien…—la voz del antiguo heredero interrumpió a ambos en su propia discusión—. Entonces, te encargo decirle a mi madre que estoy bien y que quizás cuando haya una tumba en donde verla, le iré a visitar y le diré que…—tragó grueso, como si las palabras costasen salir de sus labios—, siempre fui su varón. Nunca dejé de serlo.

Valentine se quedó en silencio, en medio de ellos, pero golpeado como si fuera a él que le hubieran emitido aquella sentencia tan nefasta. Sus ojos no podían dejar de ver los del hijo, destrozados y envueltos en una nube que intentaba escudar la necesidad de gritar, de maldecir, de lanzar alaridos de dolor agudo luego de ser arrancado su pecho. Pero negándose, por orgullo, a caer tan bajo.

—En cuanto a ti—levantó su mentón, conteniendo todo el dolor encerrado en sus ojos azules, rotos pero como un vitral que se negaba a ceder, allí con las huellas de sus heridas luciéndose y quebrando a la luz solar—, me decepcionas—golpeando con quizás la misma dureza con al que se sentía herido—. Ahora soy yo quien olvido que alguna vez tuve un padre.—la mismas palabras, la misma expresión, el mismo dolor inferido—. Quién sabe si tendrás los pantalones para decirle a mi madre que tu hijo vino a verlos.

Porque no iba a explicarse, no iba a defenderse…

Y Radamanthys le tomó aquella frase y todos sus dardos tragándolos pesadamente, pero más acostumbrado a esos duros golpes, a esa palabras…

Su padre siempre le había dicho lo mismo.

—Será mejor eso a que vea lo que te has convertido—asestó finalmente el padre, lastimado más renuente a desfallecer.

Shaka mordió los labios con frustración, entrecerrando sus ojos en un último vestigio de dolor que logró matizar aunque con dificultad. Sólo lo vio una última vez, escaneó la figura de su padre como si con ello grabara la imagen en su mente para no desaparecer jamás, como si en ese momento lo catalogara en un lugar un espacio de su vida donde no doliera…

En el sótano.

No dijo más. Dando media vuelta, el decorador dejó todo en el suelo junto a las esperanzas de que sería recibido en su hogar, de que podría recuperar algo de nuevo. No escuchó el llamado de Valentine, la orden de su padre a él para que lo dejara ir… lo dejó todo. Se marchó, saliendo del vestíbulo y sintiendo en ese mismo instante el frío de las seis de la tarde agitando sobre la sombría Londres, aún más helada y fúnebre de la que llego a recordarla, con esa misma sensación que tuvo cuando salió de su hogar, cuando la puerta se cerró tras sus espaldas.

Miro por última vez la fachada del edificio, descorazonado, conteniendo dentro de sí lo que ya pugnaba por abrirle en dos.

La miró, despidiéndose en el silencio, seguro de que no la vería más…

El río ya no regresaría allí.

Notas finales:

Gracias a todos los que comentan. Este capitulo es crucial, de aqui la llegada de Saga puede hacer que las cosas tomen un curso definitivo. ^^ ¡Espero comentarlo!


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