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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Primer capitulo de la actualización. Son tres ^^

Saga ha partido a Londres, Shaka tambipén tomó una decisión y junto a ellos, otros más se moveran para dar paso a las últimas consecuencias. ¿Acaso no hay nada que recuperar?

Capitulo 40: Resoluciones …

“Cuando pensaba en lo que vivió ese muchacho y lo que buscabas con él, junto lo que he pasado con tu hermano y tu familia, pude comprender que ellos dos no son tan diferentes.

Kanon a pesar de saber que estoy con él, que estoy para acompañarle, aún así le ha costado mostrarme lo que de verdad siente. Él en realidad quisiera mostrarse impenetrable, que aquello no le moleste, no aparecer débil frente a mi, y por ello es que se escuda e intenta encontrar un rincón en nuestra casa para salvaguardarse de su mirada. He comprendido que no se trata de no querer mi ayuda, es solo que se encuentra aturdido y temeroso de que aquello que le golpeó en el pasado también me golpe. Quizás por eso buscaba tu compañía por sobre la mía…

Creo que eso mismo ocurre con él.

Cuando Kanon me comentó sobre las razones de ese hombre de irse a la ciudad donde está su pasado, de lo que lo llevó a hacerlo y enfrentarlo solo me hizo recordar justamente su actitud. Tal como Kanon, piensa que si logra superarlo solo ya no lastimaría a aquellos a quienes quieren. Pero se dan cuenta, en medio del proceso, que les pesa demasiado y temen pedir ayuda. Temen hablarlo porque al hacerlo se ven vulnerables, les da miedo…

Y él necesita ayuda… sin embargo, a diferencia de Kanon, que ya me tiene a mí, quizás él no tenga a nadie…

Ese amigo de él te dijo que intentabas entrar por todos los medios a su casa, yo digo que ya estás dentro, que en el momento en que se vio obligado a buscar una manera de decepcionarte fue porque ya estabas dentro de él. Necesitaba que lo abandonaras, porque si así hacías no se iba a atar, tal como Kanon cuando lo conocí necesitaba huir para no decepcionar a nadie. En su desesperación abrió la puerta de su cuarto sin darse cuenta, mostrándote parte de su pasado y le aterró… Le aterró ver que no ibas a huir.

Ahora debe estar en un dilema que lo llevó a llamarte esa noche. No puede sacarte… Porque una parte de él ha esperado durante mucho tiempo alguien que no le juzgara por lo que para él es su mayor error, y aún así sabe que no puede permitirte estar porque aquello que dejó podría lastimarte. Por eso está allí, solo, intentando resolver algo que del todo no es su culpa y que además le pesa…

No puedo imaginar la cantidad de culpas y remordimientos que está enfrentando solo, mucho menos la cantidad de dolor u odio que pudo haberse acumulado. Lo que si es seguro, es que es más de lo que Kanon le tocará enfrentar y más de lo que quizás tú mismo imaginas. Así que si me permites decirlo, tendrás que ser fuerte, lo suficiente fuerte como para quedarte allí con él aún escuchando sus propias palabras condenándote… Él pide a gritos ayuda, pero no es capaz de materializarlo, no por orgullo, sino por miedo.

No me queda duda de que puedes con eso.

Yo estaré aquí apoyando a Kanon, en esta casa que yo abrí para él, y donde le dí un espacio para regresar cuando él pensaba que no tenía hogar. Él solo visitaba otras casas sin desear quedarse con la condición de que no le cerraran la puerta para huir… Yo le di mi llave, hasta que el decidió cerrar la puerta para quedarse.

En tu caso, Saga, eres tu quien está en esa casa y es él el que tiene miedo a darte un espacio. ¿Y sabes por qué? Porque él ya lo había dado y para él fue duro re decorar su presente, sus motivaciones y sus sueños sin la presencia de aquel. Teme tener que pasar por ello de nuevo. Quédate entonces, y el poco a poco te irá abriendo espacio.

Éxitos Saga, sé que todo irá bien. No te aseguro el triunfo, pero si la convicción de que has hecho lo correcto.”

No estaba seguro de ya cuantas veces había leído la carta, pero cada vez que lo hacía sentía que estaba justo donde debía estar. Antes de entrar al avión le había enviado un mensaje a Aphrodite diciéndole que iba tras Shaka y uno a Shura para agradecerle su ayuda. Al último el español le respondió deseándole mucho éxito en su empresa, el sueco sin embargo le sorprendió con la suya.

“Cuando lo veas no pierdas el tiempo hablando. Hazle el amor hasta que no le queden letras para insultarte”

Eso le había asombrado, gratamente; aunque no tuviera intenciones aún de tomarlo no le desagradó la idea. Si Shaka estaba dispuesto a aceptarlo con gusto lo haría.

Pensando en eso tomó por fin su equipaje notando que ya eran aproximadamente las dos de la tarde. Iría primero a comer algo para luego partir hacia la dirección donde apuntaba aquella cuenta en la que Shaka realizaba sus depósitos.

Estaba ansioso por verlo después de casi tres semanas.

Entre tanto, en la empresa de Radamanthys, Valentine había llegado luego de almuerzo para acomodar los últimos movimientos de su oficina antes de aparecer frente a ese hombre que representaba tanto para él. Se sentía envuelto en una cantidad de sentimientos discordantes, cada uno más complicado que el anterior; como si todos ellos no pudieran conseguir una forma de liberarse. La realidad era que se sentía temeroso de su movimiento y que le intranquilizaba la noticia que Minos le había hecho saber en la mañana: Shaka no había vuelto a la casa donde supuestamente vivía.

Suspiró profundo, pensando mejor en sus posibilidades: era claro que no le quedaba muchas alternativas y las que habían no le beneficiaba en lo absoluto.

—No queda nada por rescatar—se convenció a si mismo mientras tomaba las carpetas que había arreglado con pulcritud en las hora de la mañana.

Su mirada se endureció así mismo como su corazón. Las cosas ahora tendrían un término, uno sano para él. Le dolía demasiado todo el amor que sentía, junto al silencio y la certeza de que hablarlo sería el fin; pero él ya no veía muchas salidas para su condición y por primera vez le dio razón a Minos: Amar —al menos bajo esos términos— era de idiotas. Ya era hora que pensará de forma inteligente.

De esa manera salió de su oficina con paso preciso, conociendo perfectamente el destino que le aguardaba y lo que tendría que enfrentar, las palabras a decir y la decisión que aquella mañana del sábado había tomado.

Saga mientras tanto y luego de comer apenas un emparedado, se dedicó a buscar un taxi y esperar a llegar por fin a la dirección asignada. No había podido comer más a causa de las ansias por ver a Shaka y las ideas que se aglomeraban en su cabeza ante la posibilidad del encuentro. Su mente quería adelantarse a los acontecimientos y le mostraba de ese modo varias escenas posibles de lo que podía ocurrir entre ellos al verse, la menos común era la de una sincera aceptación. Como siempre, tan realista, Saga veía pasar frente a sus ojos y ayudado por la imaginación el acto donde Shaka lo mira con impresión y le pide mil respuesta tras sus ojos. Se veía a sí mismo respondiéndoselas sin reparo, con la firmeza que siempre le había caracterizado y cortando así todos sus argumentos, dejándolo sin habla. Y para cuando esos labios se cerraran dando espacio al veredicto, él los abriría con su boca dictando sentencia…

Se sonreía de tan solo pensar lo que sería besar de nuevo sus labios…

Así llegó al lugar donde dictaba la dirección, observando la construcción con aire victoriano de dos pisos, angosta y de ladrillo cobrizo. Tenía una sensación de hogar con solo verla, se podía respirar panecillos en la tarde y una buena taza de café en las mañanas. El clima templado, la elegancia de las calles de Londres, su aroma húmedo y la tranquilidad de la aristocracia de la reina Isabel… Si, ese era la ciudad donde se crió Shaka Espica. Y él estaba allí para ser parte de ese caudal que se bifurcaba en dos apellidos.

—Están todos los balances de los proyectos Royal Center Town House y Celestial Kindongs Pent House—los documentos eran pasados por sus manos mientras esos ojos dorados mantenían su vista fija en ellos, revisando cada variable, cada oferta y los montos que relucían—. Los demás balances se encuentran en la carpeta a su derecha, junto con los contratos que se han ido cerrando en estas últimas dos semanas.

Observaba el rostro serio de Radamanthys, sin rastro de dolor luego de ese fin de semana, de amanecer el sábado en su oficina ebrio hasta que no pudo más consigo mismo, según le habían comentado el chofer. Pero allí estaba, inmutable, siguiendo con su vida, olvidando lo que había destrozado con sus piedras en el camino, tal como el poderoso río Támesis que dividía a Londres, dividiendo él sus emociones de sus deberes.

Eso le llegó a atraer… esa fuerza de Radamanthys le llegó a atraer pero en ese momento dolía y desgarraba sin misericordia; porque era precisamente eso lo que dañaba y lastimaba a las personas a su lado que intentaban contenerle. Porque el orgullo de Radamanhtys era tan fuerte y tan imponente que destruía lo que quisiera detenerlo, que aplastaba a lo que buscara someterle… Había destrozado a su hijo por el orgullo, había humillado sus sentimientos por orgullo…

Sabía que después de que Ramanthys supiera la verdad, terminaría golpeándolo de lleno con su orgullo.

—¿Para qué son estos currículos?—escuchó la pregunta de él, con su voz ronca y grave, mirando con cierta confusión los documentos de tres de sus empleados más capaces de la empresa. Valentine subió su mirada de nuevo solo para ver el perfil del hombre que revisaba las tres carpetas, frunciendo su ceño enmarcado por cejas doradas, y afilando su mirada de color miel sobre ellos—. ¿Qué sucede con ellos?—volvió a preguntar.

La mano de Valentine halló espacio dentro de su chaqueta, tomando entre sus yemas aquello que daría fin con todo, con su sufrimiento, con la mentira, con la máscara que había mantenido allí en alto para que Radamanthys le permitiera permanecer a su lado, para que le dejara apoyarlo mientras en las noches se veía consumido por la concupiscencia y el deseo. Allí acabaría todo, y sabiendo eso aferró sus dedos al filo de aquel sobre en blanco, jalándolo y sintiéndolo resbalar del bolsillo de tela como si así estuviera jalando el gatillo que le daría fin a su corazón de un solo disparo. No había vuelta atrás… no la había…

Aunque él lo mirara… ¡Oh por los dioses! Su mano templó y se detuvo cuando Radamanthys subió su mirada hacía él como si esperara el fin de su movimiento para entender lo que estaba ocurriendo. Valentine por un momento vaciló, sintiendo su corazón latiendo de forma tan furiosa que pensó, él lo escucharía, él se daría cuenta de cada reacción que provocaba en su cuerpo cuando le destinaba una mirada como esa.

—¿Valentine?—el sentirse llamado, el sentirse interpelado—. ¿Qué sucede?—el saber que ya no había salida, que era lo mejor, que debía ya acabar con la locura de amarlo sabiendo que no podía esperar nada más de él—. ¿Valen…?

—Renuncio…—brotó de sus labios como un murmullo sordo y débil, callando a su compañero—. Radamanthys, renuncio…—y sin poder alargarlo más sacó el sobre blanco con la carta que contenía ya las razones de su renuncia, los arreglos realizados y los agradecimientos por el tiempo desempeñado en la empresa.

Los ojos de Radamanthys permanecieron clavados en él, sin darle ningún tipo de atención a la comunicación que aún Valentine extendía con su mano derecha, con sus ojos claros endureciéndose tal cual como su expresión. Dando un punto y final…

—¿Renunciar?—las palabras de Radmanthys en ese momento en su oficina se notaron con un reclamo evidente al ser pronunciadas. Habían sido consumidos varios minutos en silencio entre ellas y la aseveración de Valentine, minutos donde el más joven aprovechó para depositar solemnemente su sobre en la superficie del escritorio de madera, con la mirada fija en él, diciéndole de esa manera que era un movimiento en serio y que su decisión era indiscutible.

Pero Radamanthys no lo entendía. No entendía porque razón Valentine le estaba diciendo eso, no lograba razonar el porqué le decía que se iba a ir a su lado; porque eso significaba. La renuncia de Valentine significaba un alejamiento tácito entre ellos… ¿por qué? ¿Por qué razón?

—No creas que la aceptaré—aseguró levantándose del asiento y observando con repudió aquel sobre dispuesto frente a él. Dejó caer las carpetas que tenía en sus manos en un golpe seco sobre la madera mientras le escrutaba con la mirada e intentaba intuir las razones que habían llevado a Valentine a semejante decisión. Le miró con esa mirada analística y cortante que tantas veces Simmons le comentó eran un arma de doble filo.

La mirada que heredó su hijo…

Despejó ese pensamiento devolviendo su vista a ese sobre como si con ello buscara recordar que ya aquello era pasado y ahora en su presente tenía que ver la forma de mantener a su lado al único que le era fiel, a su amigo, a su confidente y mano derecha, a fuerza de lo que fuera. Por esa razón subió su mirada determinada de nuevo hacía él, con su cabello hacía atrás gelatinado y rozándole la nuca, siempre había llevado ese corte y nunca le había juzgado por él.

—¿Acaso te ofrecen un mejor sueldo? Dime cual es y te ofreceré el doble. ¿Un mejor cargo? Dime cuál quieres y te lo daré, pero no pienso aceptar de ti una renuncia.

“No dejaré que te vayas tu también…”

Las palabras de Radamanthys escondían dentro de su seno esa simple afirmación, ese miedo y esa decisión de tenerlo a su lado, al único que podía dejar a su lado. Pero Valentine ya no podía, eso era lo que vio cuando el menor bajó su mirada cerrando sus puños y desviándola a un punto de la alfombra.

—Valentine…

—Los perfiles de las tres personas que te he dejado son las más aptas para cubrir mi lugar—contestó el joven de nuevo subiendo su mirada, como si hubiera recuperado fuerzas para hacer semejante acción —. Sylphid creo que es él más indicado, yo mismo lo adiestré hace unos años y ha cumplido su puesto con cabalidad, tiene las herramientas y capacidades necesarias para tomar…

—No me jodas…

Valentine calló en seco, observando con cierto temor el semblante de Radamanthys mirándolo con una furia tal que sabía estaba a punto de lanzar un golpe a donde fuera para mitigarla. Ya reconocía eso de él, ya sabía lo que significara, el que usara esa palabra o más bien expresión significaba que estaba a un nivel donde él no quería escuchar más.

—¿Por qué?—volvió a preguntar Radamanthys cansándose del silencio y desesperado por ver que Valentine estaba muy decidido a irse. Los ojos del muchacho lo miraban con angustia, era como si ya fuera lo suficiente difícil el hacerlo como para que se lo complicara más, una clase de desesperación que quería esconder en su mirada—. ¿Por qué Valentine?

Y ante esa pregunta no tuvo otra opción. Valentine mantenía su mirada en él pero por dentro no era a él a quién veía. Veía todo, veía los años siguiéndole, veía las palabras, las noches compartiendo un trago, sueños y planes, las mañanas esperándolo para escucharle hablar de su vida, su familia y frustraciones. Era todo, era su lazo, era su entrega y la de él en algo platónico, en algo que le ardía hasta los tutéanos, le asfixiaba, le hería y aún quería permanecer, aún en ese instante, al lado de él.

Radamanthys significaba para él todo…y dejar ese todo era dejar una parte de su vida sabiéndolo que sería irrecuperable. Además, seguro estaba que él no le dejaría ir tan fácilmente, que buscaría atarlo como sea a su lado, así que entendía que la única forma de poder dar todo por acabado era…

—Porque soy como tu hijo…—revelando lo que él era.

Los ojos del inglés se quedaron clavados a él, primero con confusión, luego con un brillo de espanto latente inundando sus irises. Lo vio quedarse inmóvil frente a él, sintió la atmosfera helarse y congelarse en medio de ellos sentenciando por fin lo que ya era ineludible. Lo percibió… el sutil recorrido del filo de una espada cortando por fin el lazo.

—¿Qué… dices…?

—Soy como tu hijo Radamanthys—volvió a asegurar, cerrando sus puños, mirándolo ya resignando pero determinado a mostrarle, a mostrarle su verdad—. Soy como ellos… abandono el amor natural por el placer—la mandíbula de Radamanthys vibró con aquellas palabras, con el recuerdo de la noche del viernes y su propia sentencia ahora ahorcándole como una soga al cuello—. Eso soy…

El ambiente se tornó pesado, ardiente por el frio… lacerante por el espesor del aire que era respirado por sus narices y sentido en sus pulmones. Era… era de todo. Era el peso de sus propias palabras, de sus recuerdos, de las escenas que compartieron juntos, de las veces que Radamtnys le presentaba a alguna mujer, de las veces en que Valentine siempre le sacaba una excusa para acabar con esas relaciones, de las memorias, de sus bromas… de lo que ellos habían formado…

—¿Desde cuándo…?

Valentine no pudo evitar el temblor de su garganta, ni mucho menos que sus ojos terminaran por humedecerse sintiendo el colapso justo en su médula. Los ojos de Radamanthys ahora no solo estaban consternados, sino que había rastro de juicio en ellos, rastros de incluso temor en ellos. Humedeció sus labios, mordiéndolos un poco en el proceso mientras primero distraía su mirada en otros puntos antes de volver a recobrar las fuerzas para sostenerlas frente a él, a él que recorría su cuerpo como si buscara un rastro de broma tras su verdad, o como si se cerciorara que si estaba frente al mismo que había estado años a su lado. Quizás como si buscara notar lo que él nunca advirtió.

—Desde siempre…—respondió con la voz más firme que pudo brotar de sus labios, obligándolo a subir su mirada hacía él de nuevo, clavar esas dagas doradas en sus ojos y quemarlo como siempre, pero ahora como si fuera una braza que si lo iban a consumir—. Esto no es una enfermedad, esto no se trata de algo así. Esto, esto lo he sentido desde niño, lo asumí en mi adolescencia y…

—¿Por qué no me dijiste…?—y allí, la pregunta que más temía…inevitablemente bajó su mirada hacía sus pies, cerrando con fuerza sus parpados como si quisiera obligar a sus lagrimales para que estas no dejara soltar una lágrima.

Y en ese momento, se preguntó cómo pudo Shaka enfrentarse a él y decírselo. Como pudo presentarse frente a él con ese temple esperando que su padre le recibiera, como pudo tolerar el indagar de esos ojos que admiraba mirarlo con asco, como pudo tragarse esas palabras y marcharse sin derramar una sola lágrima cuando él, él en ese mismo momento quería llorar.

Decir los porqué era demasiado doloroso, decirlos era admitir que lo amaba, que lo quería desde siempre y que sintió una enorme satisfacción al ser escogido para que permaneciera a su lado, que le permitiera ayudarlo, que recibiera su mano y lo dejara mantenerse cerca. Decirlo era confesar que lo había amado, que deseó en muchas veces la muerte de su mujer para consolarle y luego recriminaba su egoísmo y que terminó entendiendo, al final, que nadie le haría tan feliz como Fler y él, solo era su amigo.

—Esto no puede ser…—finalmente dijo el mayor, dando una vuelta sobre su eje mientras pasaba una mano por su sudorosa frente, como si intentara asegurarse que eso si estaba pasando y que su cabeza seguía en su lugar. Valentine subió su mirada enrojecida, su rostro compungido intentando con todas sus fuerzas mantenerse en pie y no desvanecerse, caer al suelo como si sus huesos se convirtieran en cenizas.

—Radamanthys…

—¿Por qué no me dijiste? ¿POR QUÉ?—gritó finalmente agitando los brazos al aire, como si peleare con el viento que osaba darle una caricia cuando él estaba totalmente desencajado—. ¿Por qué, por Dios…?

Y era que él se sentía ahora herido y juzgado por sus palabras, las mismas palabras que estuvo diciendo y maldiciendo por años a causa de lo ocurrido entre su mejor amigo y su hijo. Ahora todas ellas caían sobre él como si fuera una lluvia de astillas heladas, como si cruzara una gruta  helada y todas ellas cayeran hiriéndole en el camino y sabiendo él que no las esquivaría. Todo lo que dijo, todo lo que vocifero tanto sobrio como ebrio… ¿todo eso tuvo que tragarlo él?

—¿Me hubieras permitido tu confianza si lo hubieras sabido?—respondió el menor con su mirada fija y su voz debilitada por el nudo de su garganta. El padre enmarcó su mirada, sabiendo su respuesta, sabiendo el desenlace… sabiéndolo… Y Valentine leyó todo eso con resignación…—. Lo sabía… por eso no podía decir nada. El costo de la oportunidad de darte una mano, Radamanthys, era callar esto, era convertir mi vida personal en nada para que tu no lo supieras—y porque ya no podía pensar en nadie… porque ya nadie más despertaba deseos y amor como se lo despertaba él, porque su centro se volvió Radamanthys.

Porque se enamoró de él… del padre que lloraba en silencio por su hijo, del esposo que velaba con cuidado de su esposa, del hombre que sostenía a puños su empresa y su nombre, que se frustraba por haber confiado en un amigo, que se ahogaba pero no dejaba de correr en el mundo. De su temple, de su orgullo, de sus metas, de sus planes, de su porte aristócrata, de su pasado, de su presente, de su familia, de su mirada…

—Pero ya no puedo…—dijo, al ver todo eso moviéndose en medio de ellos y desmantelando el circo que había estado viviendo durante esos años—, ya no puedo quedarme—su voz se quebró. Radamanthys solo lo miraba, en silencio, un mortal, absurdo y brutal silencio que hería más que las palabras, viéndolo tragar grueso, viéndolo permanecer firme aunque las piedras ahora caían sobre él—. Ya no puedo, Radamanthys.

“Ya no puedo amarte…”

Eso fue lo que él no pudo decir…

Mientras tanto, en el Este de Londres el anciano trabajaba en una mecedora que le habían encargado restaurar, viéndola astillada pero recordando el valor emocional que tenía para su cliente, una joven mujer embarazada de su primer hijo que le comentó que en esa misma mecedora su abuela y su madre crío a sus hijos, a ella. Según sus palabras, la mujer quería preservarla y criar a sus hijos meciéndose y dándole descanso en esa misma mecedora, de estilo victoriano y campestre, con un color caoba que ahora sería un blanco algodón para acompañar la decoración del nuevo cuarto, el de la niña que estaría por llegar a sus vidas. Se sonrió recordando el color sonrojado de sus mejillas robustas por los kilos ganados en el embarazo y el color dorados de su cabello en bucles, con un vestido maternal con encajes rosas.

¿Así se habría visto la madre de Shaka cuando lo tenía en su vientre? No pudo evitar pensarlo, como tampoco pudo evitar recordar cuando el muchacho le hablaba de su familia, le decía de lo hermosa que era su madre, de lo cordial y tierna que era pese a ser criada en un mundo de lujos, en sus trabajos de caridad, en su mirada llena de amor… También recordaba cuando hablaba de su padre, de lo que aprendió, de su orgullo y de la admiración que le tenía; del tiempo que le destinaba, del amor que había disfrutado entre ellos por haber sido casi un milagro. Si, Shaka en aquella época se sentaba así lado, ayudándolo con sus pedidos, preguntando sobre la historia de ellos y valorando el valor emocional de cada objeto que por lo general pedían que restauraran, o de aquellos nuevos que creaban y pensaban, que esperaban sus dueños de ellos.

Evocó cuando llenos de aserrín y polvillos, detenían sus labores para tomar un poco de café, hablaban de todo, Dohko le contaba de sus viejas historias en la china que Shaka escuchaba con atención, luego oía con admiración las conclusiones y pensamientos del joven rubio que había decidido teñir su cabello de negro para evitar que lo confundieran. Recordó entonces las memorias que le relataban, los cuentos de la cena en la mesa, de sus palabras y la mirada de sus padres. La añoranza…

Varias veces le preguntó porque no fue hasta su casa, porque no regresaba y pedía perdón de nuevo; por qué, si los extrañaba, no volvía a buscar su regazo. Shaka siempre respondió lo mismo.

“Porqué los defraudé, Dohko… Con mi naturaleza los defraudé, pero sé que ellos vendrán… tienen que hacerlo y cuando eso pase quiero que me vean haciendo algo. Que se den cuenta que su hijo no se ha detenido y puede, puede levantarse de la derrota. Decirles, que pese a ser quien soy, soy fuerte”

Y noche tras noches, mientras se consumían las semanas, los meses… la aún ingenuidad de Shaka se iba desconchando como la pintura de una vieja pared golpeada por la humedad, pudriéndose y dejando solo… solo el concreto áspero del orgullo.

Los ojos del anciano observaron como paulatinamente la voz de Shaka dejó de mencionarlos, como luego de encontrar ese libro de quien fue su amor, fue dejando su pasado. Y como lo selló al presentarse ante él abandonando su apellido y pidiéndole que le diera el suyo para “crear su camino” porque “ya no había lugar a donde regresar”.

—Abuelo, hay alguien buscando a Shaka.

Dohko levantó su mirada para ver al figura de su nieto en la puerta, avisándole de lo que parecía una visita. Le miró a los ojos y le hizo una pregunta con su gesto, una que el muchacho respondió encogiéndose de hombros.

—Parece que es de Grecia, lo conoce y lo está buscando.

Aquello había sido suficiente… El anciano se quitó los aguantes y sacudió su pantalón del polvillo que había atrapado por la lija de la madera. Venía de Grecia… y según las palabras de Shaka, lo que le relató de su vida de allá, lo que le confesó, solo había una persona que podría estar allí por él. Su sonrisa marcó los labios gruesos y agrietados por los años, formándose unas gruesas arrugas en sus pómulos, en donde antes se formaban los picarones hoyuelos de los que se había enamorado su mujer. Siguiendo a su hijo, caminó por el pasillo hasta caminar a la sala, donde lo vio, de espalda y viendo una de las pinturas que Shaka les había enviado de Grecia en sus años de residencia en aquellas tierras.

Un hombre, vestido en traje con sus manos en los bolsillos, sujetando la mayor parte de su peso en su pierna izquierda, con el cabello largo y alborotado, algunas ondulaciones cayendo sobre sus hombros, de altura aún mayor que la de Shaka, con una contextura gruesa y rígida.

“El mar…” El pensamiento cayó sobre él de la misma forma que la mirada del visitante cuando sintió su presencia y volteó para buscarlo con su mirada. Los ojos verdes, potentes, con una fuerza magnética impresionante que le hizo entender: la contrayente fuerza del mar, la inmensidad, la profundidad de un mar amplio… no, no solo era un mar; para él era un océano entero.

—Buenas noches—habló en ingles con un notable acento en griego—. Soy Saga Leda, estoy buscando a Shaka Espica. Me dijeron que vivía aquí.

Y el anciano sonrió, al ver a la persona que ayudaría a Shaka a hacer las paces con su pasado.

Notas finales:

Este capitulo da fin a la segunda parte de Color y Vida. ¿Porqué hay una tercera? Siendo sincera, para cuando en el capitulo 20 Shaka decide regresar a Londrés no esperaba que todos los acontecimientos que tenía en la cabeza ameritaran más de veinte capitulo. Pero fue asi, y sobre todo, fue algo justo y necesario para darle cabida a las emociones y sentimientos de los otros personajes.

Desde un punto de vista más cronologico, hasta ahora han pasado quizás 7 semanas entre ellos, o lo que es lo mismo, casi dos meses. Desde que Saga habla con Shaka hasta que Shaka va a Londres y ahora desde que Shaka llegó a Londres y Saga va trás él al inicio de su tercera semana. Pero esta historia ya cumplió un año desde el 04 de Mayo que la comencé. No sabría decir que me llevó a alargarla a este punto, solo que como le he dicho a algunas amigas “los personajes me hablan”. Y aunque pueda sonar una locura a veces los escucho cuando como, cuando estoy recostada o oyendo música, me muestran parte de sus vidas que justifican sus acciones en el fic y que me obligan a comentarla. No todo está planificado, incluso en este capitulo según lo veía Valentine le confesaria finalmente a Radamanthys que sentía por él y al final no lo hizo. Los personajes deciden sobre mi y yo simplemente les ayudo a plamar lo que viven y sienten.

La primera parte de Color y Vida trata de Saga y el mar, lo que sentía y como iba desarrollándose sus emociones alrededor de Shaka Espica, de su vida y de lo que le atraía.  La segunda parte es el río, es la vida de Shaka tocada a fondo, sus inquietudes y miedo, lo que dejo en Londres y como le cuesta aún sobreponerse a ello ahora que la herida a vuelto a abrirse. La tercera, la que empieza con el 41, es el Delta: Río y Mar peleando para cumplir el ciclo, Shaka queriendo y negando entrar al mar, Saga empujando y esperando que el río se decida. Todo esto, mientras aún todos los demás personajes necesitan enfrentar cosas.

Hay algo en este fic que simplemente no puedo dejar, que me emociona, me gusta por lo humano que es, por lo sincero de sus emociones, por lo sencillo de su trama en su complejidad. Porque no hay buenos ni malos, ni batallas ni conflictos con terceros. Este fic es el conflicto interior de abandonar el pasado para confiar en el presente y darle una oportunidad al futuro. Este fic trata de nosotros mismos, porque eso creo, y aunque no sé aún si soy río, mar, una montaña o la lluvia, quizás  una rosa, o un tulipan como me dice una querida amiga, aúnque no lo sé puedo decir con certeza que hay un poco de mi y muchos de ellos en cada palabra. Los capitulos me conmueven, este fic me conmueve y espero que sea también igual para ustedes.

Ya el 41 esta a mitad y espero poder publicarlo el viernes junto al encuentro que hemos ansiado… Muchas gracias a los que aún leen.


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