Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

[Reviews - 172]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Saga ya se encuentra en el lugar donde debe estar, ahora debe encontrarse con Shaka. ¿Qué será lo que conseguirá? ¿Estará preparado para los destrozos?

Los pequeños mechones rubios caían en el suelo, al lado de sus pies descalzos. Caía uno sobre otro, puntas de diferentes largos, no tanta pero que adjudicaban un cambio radical en su corte. Su cabello… esa era la forma en la que Shaka había demostrado los cambios en su vida; cuando algo ocurría de forma radical, era su cabello su primer estandarte para mostrarle al mundo, este había sufrido muchos cambios en su vida.

De bebe tenía eran bucles, como los de su madre, siendo bebe con el cabello así de ondulado hasta que se lo cortaron por primera vez, creciéndole lacio, tan lacio como su madre vio, el de su tía Hilda. Pasó toda su infancia con su cabello a la altura de sus orejas, con un corte que asemejaba un pequeño hongo, uno que por cierto desagradaba a su padre pero que su madre nunca permitió que se lo cortaran. Para cuando entró a la sub 12 y en plena adolescencia, decidió dejárselo crecer hasta la nuca, con el apoyo de su madre. Así lo tuvo, hasta que después de los diecisietes años empezó a dejárselo crecer un poco más, logrando usar una corta coleta. Eso a su padre no le gustó, pero su madre y su nana lo defendían diciendo que era la moda y a las chicas le encantaban. Durante esa época usaba mucho las media cola o trenzas estilo escocesas para amarrar su cabello hacía tras y logrando si, muchas miradas femeninas con interés, aunque estás no le interesaban. Luego llegó Simmons.

Simmons significó una importante etapa en su vida que devino en cambios en su corte. Recordó que al sentir que la atracción se hacía más fuerte y su cuerpo incontrolable, se cortó todo su cabello, mucho más cortó que cuando niño y eso porque a la estilista le había dado un infartó cuando le dijo que quería un corte muy estilo militar. Luego lo retocaba todos los meses, impidiendo que creciera de su límite, como si al hacerlo significaba que sus sentimientos y sus reacciones salían de su control. Se volvió obsesivo pero no puedo controlarlo… ni al cabello… ni a sus emociones. Cuando lo aceptó, dejó su cabello crecer hasta rozarle a los hombros, con un corte un poco moderno aunque su padre le costó acostumbrarse a él.

Luego de Simmons… su cabello recibió un duro trato. Lo cortó, con maquina en una barbería cualquiera. Dejó caer esos largos mechones ya lastimados por el hambre y la resequedad, sin forma, hasta que no quedara ningún mechón. Al pasar las semanas, lo tiñó de castaño oscuro, muy oscuro, asemejando así al cabello de su nueva familia, como una forma de hallar un lugar en ellos. Por lo rápido que creía su cabello, era prácticamente de forma mensual que hacía el corte y el teñido hasta el libro… para cuando llegó el libro, dejó que creciera hasta sus mandíbulas, aunque seguía tiñéndose.

Pasó de solo castaño a teñirse algunas luces mieles o champagne, luego de un castaño más claro pasó a cobrizo, por último hasta intentó con un pelirrojo que se quitó a las dos semanas al no estar contento con su cambio. Deseaba una nueva identidad, la buscaba con desesperación, el mirarse al espejo y decir soy un Espica. Nunca la consiguió… y antes de culminar su carrera volvió al rubio, tratando de recuperar su color natural. Le tocaron meses, largos meses de tratamientos para restaurar la salud de su cabello mientras se preparaba para ir a Grecia, porque, si iba a ir debía ir presentable. Así llegó a Athenas con su cabello un poco más debajo de su mandíbula y esperando que creciera mucho más.

Aphrodite y su relación representó también otra etapa. Probó varios cortes de época, muchas veces él traía algún nuevo tratamiento capilar y fue en sus manos que su cabello recobró la fuerza que tenía antes, volviéndose sano y brillante. Los dos de vez en vez se daban su día para mejorar su apariencia para las “conquistas”, riéndose mientras escogían el corte de la temporada que mejor les quedaba y luego salían de compras por accesorios, lociones y demás. Fue una buena época, consintió, lo que vivió con Aprhodirta fue un oasis en esos seis años.

Para cuando llegó a ver por segunda vez a Saga Leda, su cabello descansaba a nivel de su espalda alta, con algunos niveles sencillos y el flequillo. Tuvo impulsos, leves pensamientos que iban y venían de cambiar su corte más no lo hizo porque sabía que hacerlo era marcar un hito en su vida, uno que no quería hacer; no quería aceptar que Saga Leda marcaría un nuevo periodo en su vida. Así que no hizo ningún cambio en su cabello hasta…

Hasta ese día, en que ahora caían largos mechones de cabello húmedo en sus pies blancos. Esta vez el hito no lo estaba marcando por Saga, ni por un nuevo amor… no, para nada, lo que estaba era enterrando por fin el apellido de Wimbert sobre el de Espica. Sus ojos azules miraban su imagen mientras cortaba, tomando mechones de su cabello con un peine sosteniendo en su boca la tijera y luego pasando su tijera hasta que caían los cabellos en su torso desnudo y sus pies. Cuando terminaba se miraba fijamente y notando que aún estaba muy largo para su gusto, volvía a tomar el mismo procedimiento. Ahora él buscaba con fuerza una imagen que demostrara su identidad y su decisión de continuar, una que fuera su rostro ante la vida, una… cualquiera, pero debía ser importante.

Luego de la quinta vez haciendo el proceso, jugando pasando los cabellos a la izquierda y a la derecha, sujetándoselos de nuevo con una mano sobre la coronilla y dejándolo caer: la encontró. Algunos mechones caían en sus pómulos y mandíbula, hasta caer en una leve curva hacia atrás, en su espalda, con leves capas rozándole debajo de los hombros, un flequillo caía sobre su nariz, como le gustaba, enmarcando su mirada. Sonrió… Allí estaba Espica.

Dejó el peine negro y la tijera que le prestó su amigo, para luego tomar la navaja de afeitar y empezar a quitar los nacientes vellos que se veían más marcados esa tarde. Un poco de espuma en su rostro y con el cabello recogido hacía atrás con ayuda de una liga; procedió a hacer la limpieza de su rostro, cuidando mucho no lastimarse porque su piel era bastante sensible para las irritaciones. En el agua caían los vellos y la espuma, yéndose hasta el drenaje y desapareciendo de la visión de su rostro. Habiendo acabado luego volvió a mirarse, soltando su cabello y observando que sí, estaba mucho mejor.

Su semblante recuperaba su tono, ya no tenía espesas ojeras porque durante ese fin de semana había dormido bastante bien y con ayuda de unas bolsitas de manzanilla había tratado el malestar de su vista. Incluso notó que se distinguía un mejor color en sus mejillas quizás porque se había obligado a comer mejor con su amigo allí, regañándole y pendiente de todo. Aldebarán se había comportado de una forma que ni él mismo se habría esperado, comprando unas tres mudas en el mercado cercano para su talle y que pudiera estar cómodo, haciéndole la comida con sus platillos de su tierra natal, jugando, divirtiéndole, invitándole a ver los partidos en repetición, haciéndole recordar tan buenos tiempos.

Sinceramente, había sido más de lo que hubiera podido esperar.

Tenía mucho que agradecerle y quería hacerlo con algo que fuera de valor, algo que al menos intentara acercarse a lo importante que había sido para él su compañía y contar con su presencia en ese duro momento donde lo necesitaba.

Suspiró… ya pensaría en algo, ahora lo primero era meterse en la ducha luego de recoger el desastre que le había dejado en el baño. Barrió con una escoba que ya había metido estratégicamente en el baño, dejando el montículo en la esquina donde lo recogió con una pequeña palilla, para depositarlo al final sobre el cesto de basura que por cierto, ya iba a cambiar. Con eso ya listo se metió en la ducha, abriendo el grifo para empezar a terminar su higiene, pensando en bajar el largo de sus vellos corporales para ir lo más limpio posible a retomar su camino.

Por un momento pensó en la posibilidad de ver a Saga…

Pero Saga ya no estaba en Grecia, no estaba en Athenas donde lo había dejado si no en la sala de su segundo hogar compartiendo un taza de té caliente que le habían acabado de servir, luego de pedirle sentarse en el mueble. El abogado observaba a la familia que había acogido a Shaka durante esos años, pensando en cómo había pasado esos años, como había convivido junto y si no le costó adecuarse a costumbres que no tenían nada que ver con las que se había criado. Sus ojos, inquietos, no paraban de ver al pequeño niño en su corral, jugando con varios juguetes de colores de goma, balbuceando palabras mientras aplaudía o se paraba tratando de caminar y luego se caía sobre su pañal.

—Mi bisnieto es muy hiperactivo—comentó el anciano con una sonrisa de orgullo en sus labios, viendo como el pequeño miembro de la familia no dejaba de ver al visitante con sus ojitos asombrados. Saga sonrió, pensando en que quizás el pequeño a su temprana edad se preguntaba quién estaba allí—. Cuidado, si está planeando acercarse lo va a agarrar de su cabello y créame que jala duro. Jajajaja ¡a Shaka varias veces le dio unos jalones que daban miedo!—rió a carcajada, con sus ojos empañados por la edad y con la vista fija en su bebe que ante la risa del mayor también había reído.

—Son una hermosa familia, felicidades.

—Gracias—se enserió un poco el mayor, sin dejar de dibujar esa sonrisa de seguridad y realización, feliz de estar allí, de estar aún con vida y compartir esas pequeñas cosas que se volvían tan imprescindible—, mi familia y mi negocio es todo lo que tengo, no puedo verme sin alguno de ellos.

—Pero creo que va a llegar el momento en el que tenga que abandonar la carpintería…—el hombre renegó, con una sonrisa que parecía haber sido tatuada en su rostro arrugado.

—Mi padre murió pescando hasta el último día de su vida a pesar de tener sesenta y tres años, yo pienso seguir sus pasos—sonrió con una seguridad que provocó en Saga una sonrisa de admiración. Vaya… ahora entendía aún más el temple de Shaka al haber sido cuidado por ese hombre, la fortaleza para continuar la aprendió también de él—. Y usted, parece que es un hombre de autoridad, ¿a qué se dedica? Sus manos no parecen acostumbradas al duro trabajo.

—Soy abogado, trabajo en el tribunal de justicia de Athenas.

—Oh, eso explica muchas cosas—sonrió aún más el hombre mayor, con sus ojos casi cerrados. Saga no pudo evitar enarcar sus cejas intrigado por el gesto—. Debe ser un hombre acostumbrado a ganar y a obtener las cosas usando todas sus armas a su favor. Un hombre capaz de cambiar las circunstancias.

—Me considero más bien un hombre amante a los retos—contestó él y Dohko rió con una carcajada divertida para terminar con un poco de tos seca que preocupó a Saga. Se levantó y le dio unas palmadas hasta que el anciano levanto su mano, en señal de no preocuparse.

—Tranquilo. Ya mis pulmones no resisten muy bien el polvillo.

—Debería ya dejarlo…

—No, ya lo dije, no veo mi vida sin un trozo de madera o hierro en mis manos—el anciano, antes de que el abogado se alejará le tomó una de sus manos, sintiendo la fuerza de su juventud, las líneas dibujadas, el grosor y el espesor de su piel. Sonrió de nuevo, como si fuera algo natural en él mantener una sonrisa y levantando su mirada volvió a observarlo—. Shaka es un reto difícil, ¿lo sabe?

Saga se sorprendió ante esas palabras del mayor, mirándolo con eso escrito en su expresión. Tal parecía que sabía mucho más de Shaka de lo que creyó, que no era solo el hombre que le dio asilo sino que quizás se había convertido en su confidente al menos pensando en el hecho de que estuviera enterado sobre las inclinaciones del rubio y le hablara de esa manera. Dohko supo leer todas esas preguntas y pensamientos del rostro del abogado y se rió, instándole a sentarse a su lado y habiéndolo hecho, palmeando su pierna izquierda como si le pidiera mucha atención.

—Él no está aquí—el abogado iba a preguntar algo cuando el anciano con una corta sonrisa lo calló—, la última vez que lo vimos fue el viernes temprano cuando salió. Me dijo que iba a intentar de nuevo hablar con su padre pero no ha vuelto. El sábado solo envió un mensaje al móvil de mi nieto diciendo que estaría afuera y ahora temprano, que recogiéramos sus cosas porque él vendría a buscarlas.

—¿Cree que entonces ya esté en su casa?—el anciano renegó—. Entonces…

—Conozco a Shaka. De haber regresado a su casa resolviendo todo, me habría llamado directamente, me lo hubiera contado—su ceño se dibujó denotando preocupación en su semblante por primera vez frente a la visita—. Lo que me temo es que más bien, ya acabo. No logró nada y…

—Pero no regresó aquí tampoco…—el hombre asintió ante esas palabras del abogado, mostrándose aún más angustiado con esa premisa.

—Quizás, por miedo a defraudarme a mí también. O tal vez fue a ahogar el dolor de otras formas… No lo sé, y prefiero no armarme conjeturas, solo estoy esperando que venga por sus cosas y espero que sea él y no que envíe un taxi para eso—el anciano se levantó—. ¿Lo espera aquí?—Saga se quedó en silencio, observando al anciano y pensando en sus opciones.

Entre tanto, Aldebarán colocaba en el cuarto que le había cedido a Shaka durante esos días la ropa del equipo que había conseguido de su talle, esperando que el rubio terminara su baño que ya se había extendido. Se sentía preocupado, para ser sincero, sobre la decisión de Shaka de regresar a Grecia con su apellido y seguir construyendo su camino lejos de su padre, sobre su estado emocional y lo sano que sería que siguiera ese trayecto. Realmente, le preocupaba.

Le había ofrecido que se quedara con él apoyando al equipo, que muchos de sus jugadores se habían acostumbrado a verlo en el estadio y que las veces que jugó con ellos se habían divertidos. Shaka lo rechazó, diciéndole que ya tenía un camino y una carrera, que quedarse con él era iniciar en algo que no estaba seguro, estaría su realización personal. Suspiró… él se preguntaba si su realización personal estaría en seguir solo armándose un camino lejos de los que consideró su familia, trabajando duro, forrando su apellido, aplastando al Wimbert con el Espica…

Porque eso pensaba hacer… pensaba tapar y enterrar el Wimbert con su nuevo apellido, degollarlo, cortar por fin su cordón umbilical para siempre.

El sonido del móvil de Shaka llamó su atención, viendo a su derecha donde en la mesa reposaba mientras era cargado, uno sencillo, que el rubio había comprado para comunicarse allí en Londres. El hombre lo tomó, viendo que él número no estaba dentro de los contactos, pero siguiendo su instinto le dio por responder.

—¿Alo?—puso su puño en la cintura, mirando luego hacía la puerta del pasillo que daba al baño—. Ah ¿Shaka? ¿Y quién lo busca?—la familia, pensó, debía tratarse entonces de aquel anciano y sus nietos que Shaka le había comentado—. Mmm si, si aquí está, ¿quiere que se lo pase? Es que se está bañando—se acercó en pasos cortos hasta la puerta, mientras escuchaba a la persona hablar—. Déjeme ver, a lo mejor ya termina—tocó la puerta con fuerza—. ¡Shaka! Hombre, ¿cuánto más durarás en el baño? ¡Ya te llaman!—se escuchó a Shaka diciendo que aún no, con la regadera activa—. Hombre, ¡vas a salir arrugado de allí! Jajajaja. Ah, ¿alo? Pues no, pero creo que si llama en… media hora más, ¡entonces responda!

La llamada fue cortada. Saga miraba la casilla telefónica totalmente aturdido. ¿Quién era ese hombre? El anciano le había dicho que ya Shaka tenía tres noches fuera de casa, tres noches donde no se había sabido nada de él. Evitando el llamarlo directamente, Saga había hecho primero una llamada a la residencia Wimbert, donde le habían dicho que el hijo heredero estaba estudiando en el extranjero y que le dejara el mensaje. Así que Shaka no estaba ni en su primer hogar, ni en el segundo… ¿Entonces donde? Ya él estaba frente a la parada viendo otros de los grandes autobuses rojos pasar frente a él. Solo le quedaba una opción… repetir el camino de Shaka según los puntos en el mapa.

De esa forma en Londres se hicieron las cinco de la tarde. Radamanthys, como ha estaba acostumbrado, iba tomando su maletín con todo los documentos de los negocios que debía hojear en su casa, con su laptops cubierta en el cuero y su abrigo en el otro brazo. Todavía se sentía pesado… jamás había pensado que algo como lo que le contó Valentine sucedía.

Después de aquella última confesión, entre ellos no hubo mucho que decir: el silencio lo había dicho todo. Radamanthys totalmente inerte lo había visto partir con la seguridad de dejarlo de lado para siempre y él, él no tuvo el valor siquiera de oponerse a ello sabiendo las circunstancias. Los ojos de su amigo le gritaban que lo dejaran partir, que no preguntara más, que ya era suficientemente vergonzoso como para continuar.

Y él quería pedirle que se quedara…

Pensando en todo ello, el hombre partió de su oficina con el abrigo colgado en su brazo izquierdo y el maletín en su mano derecha, con su andar aristocrático, su porte, el mismo con el que iban saliendo otros máximos ejecutivos de sus oficinas para seguirle. Notó que Valentine no salió, como estaba acostumbrado, a esperarlo para acompañarlo a la salida. Cuando preguntó por él a la asistente del piso, ella le dijo que ya había salido por su cuenta. Se quedó en silencio, y decidió seguir su camino esperando verlo.

Para la planta baja, sin embargo, Valentine ya tenía más de veinte minuto esperando pero a otra persona en particular, justo al lado de Gordon, el chofer de la familia. El hombre mayor se notaba inquieto, con su altura predominante sin embargo parecía atento a seguir cualquier orden, cual fuera. El cigarrillo en su boca era consumido tal cual como su paciencia, un poco lento, un poco irremediable.

—No vino…—murmuró contra el viento helado de Londres el asistente y amigo de su jefe, con su cabello fielmente echado hacía atrás, mostrando el perfil perfectamente. Gordon simplemente suspiró, y renegó con el rostro sabiendo a que se refería: el hijo de Radamanthys.

—Quizás ya se cansó…

O quizás cumplió su amenaza, la de no volver.

Valentine no supo muy bien cómo actuar contra esa variable, pero sabía que ya su conteo regresivo había comenzado. Quizás y si, Shaka regresó a su nueva tierra, si era así, ¿qué podría hacer para darles un espacio a ellos? Tendría que ir de nuevo hacía el juez Minos a ver si ya tenía información al respecto, confiando en que hubiera iniciado la búsqueda. Debía conocer quién era el Shaka escondido tras el apellido Espica.

—Bien, me retiro entonces Gordon. Si sabes algo del muchacho, infórmame de inmediato—el aludido solo movió su cabeza en señal de afirmación, observando cómo Valentine se dirigía hacía su automóvil para partir sin esperar a Radamanthys por primera vez en años.

Y mientras el auto de Valentine entraba de nuevo al flujo del tránsito, el taxi dejaba al abogado justamente frente al edificio. Saga Leda ya había recorrido la mitad del camino que Shaka solía hacer según las veces que rastrearon sus tarjetas, las que por cierto tenían tres días sin ser utilizadas. Para ese punto, Saga estaba seriamente preocupado, sin saber dónde ubicarlo, sabiendo que estaba bien pero no con quien ni mucho menos haciendo que… por un lado temía que su presencia y su viaje hubieran sido en vano. ¿Y si encontró alguien? ¿Y si decidió refugiarse en alguien? ¿Simmons estaría allí? Estaba tentado a investigarlo…

Se movió con rapidez en la acera, seguro de lo que estaba haciendo y al mismo tiempo temeroso de pensar que todo era en un esfuerzo inútil. En algún momento la confianza se había visto vertida entre tantos argumentos, entre el hecho de que había llamado de nuevo a Shaka en el móvil y nadie había respondido y que aquella voz de aquel hombre no le daba seguridad.

Cuando se encontró con el edificio de frente, sin embargo, una especie de respeto se levantó dentro de él, respeto a ese lugar, a lo que representaba… Era evidente que Shaka al parecer no había pisado su hogar pero el hecho de haber ido a ese lugar cuantiosas veces le daban la impresión de que era un sitio tan importante como lo habría sido su casa. Vio la limosina aparcada al frente, vio al hombre posiblemente chofer dejando caer el cigarrillo en el bote de basura y él, observando todo, fue entrando hacía la recepción admirado por la belleza arquitectónica del lugar, pisando por fin algo que estaba fuera del apellido Espica. Esperaba que le pudieran decir algo allí y con eso en mente se dirigió justo a la recepción, donde una joven mujer ya le esperaba con una profesional sonrisa y los folletos en mano.

—Buenas tardes, necesito información sobre…

—Muy buenas tardes señor, ¿quiere que le muestre el catalogo de nuestras ofertas en la zona?

—En realidad yo…

—Tenemos las mejores ofertas del mercado, además de contar con un personal de confianza que puede ayudarlo en el proceso del crédito bancario, las más bajas iníciales y cuotas accesibles. Nuestro mercado inmobiliario abarca las mejores zonas de Londres y…—seguía hablando la mujer, como si hubiera sido programada para lanzar toda esa información mientras pasaba sus manos a cada uno de los puntos de los folletos.

—No, no estoy interesado, solo estoy buscando a una persona—interrumpió si poder evitar ver las imágenes de las edificaciones.

—Por supuesto. ¿Tiene una cita con esa persona? Especifíqueme quien es y trataré de contactarlo pero ya el horario de oficina ha terminado—sonrió la mujer, de forma profesional.

—Busco a Shaka Wimbert.

Hubo silencio.

Saga pudo constatar como la mujer mantuvo su sonrisa con dificultad y las manos antes inquieta se habían quedado totalmente inertes en el mostrador. Pestañeó dos veces, bajó su rostro y tosió un poco tapando sus labios marrones con su mano derecha en puño. La reacción para él había sido leída en su plenitud, sobre todo cuando la más joven miró hacia atrás, donde una mujer mayor en traje ejecutivo lo miraba seguro por escuchar el nombre.

—Bueno…—susurró la mujer recobrando la compostura y sonriéndole como si nada estuviera pasando—. El heredero no se encuentra en el país. Según tengo entendido sigues sus estudios en el extranjero…

—En Suiza…—afiló la mirada el griego, completando lo que ya le habían dicho por teléfono al llamar a la mansión—. No me puede dar un número para…

—Dame un permiso, Emily—escuchó la mujer mayor acercándose—. Yo atenderé al señor—la mujer le señaló un lado de la recepción, mirando hacia todos lados como si lo que fuera hacer fuera algo penado. La veía, de baja estatura, quizás un metro cincuenta, su cabello caoba estaba peinado en un corte moderno y señorial—. Soy la Sra. Anna Rosembelt, jefa del personal de recepción y antigua recepcionista. ¿Por qué lo busca?

—Buenas, soy Saga Leda, conozco a Shaka Wimbert y él me pidió que viniera, pero desde el viernes nadie lo ha visto y…

—¡Por la reina Isabel!—murmuró la mujer cubriendo sus ojos con las manos ya arrugadas por el tiempo—. Pobre muchacho… no sé qué ocurrió, no lo entiendo…

—¿Sabe algo de él?—la mujer asintió con su rostro, mirando de nuevo hacía los pasillos que daban a los ascensores y  luego al reloj sobre el mueble de la recepción, como si midiera el tiempo.

—Escuche… él estuvo aquí el viernes, vino, lo saludé… ¡tenía años sin verlo! ¡Estaba tan guapo!—notó en la mujer un leve tono de nostalgia y tristeza. Poco a poco, sus ojos se vieron empañados con el recuerdo—. Yo lo vi crecer, señor, lo vi de niño jugar con los folletos y meterse con nosotras para aprender el negocio de su padre, así que cuando lo vi entrar, con ese porte, Dios… sentí tanta emoción.

—¿No había venido antes?—la mujer encogió sus hombros, volviendo a hacer una revisión.

—Según dicen los vigilantes, ya habían visto a un rubio pararse justo al frente del edificio, para la hora de salida. Pero ellos no lo conocen así que no se sabe, pudo haber sido él… eso había sido desde el lunes, aún así me parece extraño. ¿Para qué se habría puesto a esperar afuera cuando puede entrar a este lugar como si fuera su casa?—Saga frunció su ceño imaginando aquello, pensando en esa semana en que Shaka de seguro sopesaba en la idea de presentarse o no—. Pero vino… y entonces cuando vi que se acercó a su padre pues pensé que todo saldría bien pero…

—¿Qué ocurrió?—la mujer titubeó, mirándole con un inmenso pesar.

—Se supone que nos prohibieron hablar de esto, pero no he podido dejar la preocupación, sobre todo cuando llamé a su casa y me dijeron que seguía en Suecia. Ellos discutieron… el señor Radamanthys lanzó una gran cantidad de documentos, a mí me tocó recogerlos y tirarlos al triturador de papel… era su hoja de vida… pero su apellido, no lo entiendo, simplemente no comprendo que pasó…

—Su apellido…—le instó a proseguir y la mujer relamió sus labios, con inseguridad.

—Era otro… tenía otro… Shaka Espica Wimbert—el hombre la miró con su mandíbula apretada, comprendiendo un poco lo que había ocurrido. Shaka entonces había recuperado su apellido y había ido a mostrarle… mostrarle en que se había convertido pero…—. He estado muy preocupada, no he dejado de pensar en él, para mi ese muchacho fue casi como un hijo y la manera en que se fue…

—¿Cómo se fue…?—la mujer bajó su rostro… como si el hecho de tan solo recordarlo fuera una enorme carga.

—Destrozado…—la garganta de Saga vibró con esas palabras—, mi muchacho se fue destrozado… su rostro enrojecido, jamás lo había visto así… me hizo recordar cuando luego de un regaño de su padre se metía en este lugar y se quedaba en una esquina sin ánimos de llorar.
¡Oh Dios!—subió su mirada, mirando hacia atrás de él—. Allí viene el señor…

Un respingo gobernó todo su cuerpo al escuchar esas palabras. Irremediablemente sintió como si algo le sacudiese desde adentro, sobre todo cuando la mujer se alejó de él y arreglaba su cabello temblorosamente. Era el padre de Shaka, el hombre al que Shaka quería aún enorgullecer pese a sus fracasos, pese incluso al abandono. Era el hombre más importante en su vida, era él… y tomando uno de los folletos se hizo el distraído mientras observaba de reojo como el hombre salía escoltado de otros con sus largos abrigos y trajes ejecutivos. La mirada de Wimbert estaba atestada de dominio y orgullo, no había un solo rasgo en él que no denotara su fuerza y entereza, Saga lo sabía, ese hombre tenía un algo que llamaba a obedecerle tácitamente y sin titubear, un dominio que incluso a él se le imponía con solo verlo caminar.

Y comprendió… ese hombre había forjado a Shaka, con sus manos, con su tiempo, con sus miradas. Ese hombre había formado a aquel hombre, a un río… De ese potente río venía Shaka…

—Sra. Rosembert—escuchó aquella voz ronca y totalmente ingles a su lado, a poco más de un metro de distancia. Discretamente Saga observó el perfil, las pobladas cejas doradas, la nariz puntiaguda y gruesa, los labios y su mentón altanero. Los rasgos eran totalmente ingleses y reconocía en varios de ellos un poco de Shaka, mucho más suavizados. Sus pómulos cuadrados, apenas se veía rastro de vello en su rostro, como si se hubiera rasurado en la mañana y las largas patillas llegaban un poco más debajo de sus orejas—. ¿Ha visto a Valentine Carter?

—Señor, él joven Valentine se retiró hace media hora—informó la mujer, un poco nerviosa. El hombre solo mordió un poco sus labios en un gesto de frustración.

—Bien… yo ya me retiro.

Le vio retirarse, con su porte, con su autoridad enfundándole y el abrigo moviéndose al son de sus pasos. Un hombre férreo, un hombre indomable…

Lo observó, deteniéndose en la entrada y mirando hacía un lado frente a él, como si buscara algo. Se quedó así por unos segundos antes de voltear, ordenar que le abrieran la puerta y entrar a su limosina, la cual tomó su camino de inmediato.

Radamanthys Wimbert… la otra cara de la moneda, de la vida de Shaka. El contendiente del apellido Espica…

Para Saga, ahora, el acusador…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).