Se supone que debería esperar pero me siento impaciente. La copa de mi vino se ha agotado y la noche avanza con lentitud, una tal que me hace desear poder tener la capacidad de adelantar el tiempo. Las campanadas de la ciudad, la de la iglesia apostada a unos metros de este lugar ya avisaron que es más de medianoche y la sangre se ha coagulado mostrando que ya ha paso algunas horas.
¿Cuántas? No hay modo de saberlo, porque jamás me han gustado los relojes y me parece algo innecesario para alguien como yo vivir a merced del tiempo. Además, nuestros cuerpos están habilitados para poder entender en qué momento se acaba nuestras horas y es momento de abandonar las calles para volver a nuestra cómoda oscuridad y resguardarnos del único verdadero adversario: el sol. Por lo tanto, la necesidad de ese artefacto para mi resulta insulsa y jamás he hecho uso de él aunque a lo largo de estos siglos los he visto en todas sus formas. Me da curiosidad, sin embargo, ver cuando cambiara más adelante.
El problema radica en que en este momento me encuentro extrañamente impaciente. La copa de vino la he acabado y ya no hay más de donde beber porque salir y dejar este desastre aquí podría ser para mí un verdadero problema si alguien lo encontrase. El cuerpo de Saga tendido cual helado como un cubo de hielo es lo único que me acompaña ye so ha dejado de ser divertido de muchas maneras.
No recuerdo cuanto esperé en mis anteriores conversiones, incluso, no recuerdo haber estado tan interesado en que pasara al siguiente nivel… Ah, ya logró memorar que cuando los convertía los encerraba en unos calabozos para contener su poder y verlos allí ya para cuando todo acabara. Según los escritos algunos solo tardan horas, otros incluso pueden tardar días. Los que más tardan en volver sus almas a atarse al cuerpo son aquellos que a final serán seres débiles, los que mata cualquier caza vampiro que se precie como un novato. Quizás por eso estoy tan impaciente, porque sería una verdadera lástima que, de sobrevivir, sea una especie de poco poder.
Mmm… parece que no… he podido ver el primer movimiento de tu cuerpo Saga y sin poderlo evitar algo que ustedes los humanos llaman emoción agita mi estomago. Me quedo en espera desde el filo del balcón, observando cómo tus manos empiezan a moverse en las telas ya seca y tu cuerpo se remueve con pesadez. Desde este momento empieza la regeneración. Cada parte de tu cuerpo empieza a reconstruirse en base a la nueva arquitectura que te da mi sangre. Dolerá, pero no lo sentirás, no lo harás porque la sed que sientes te ciega y es aún más apremiante. Lo observó porque has abierto tu boca hacía mi como si no me reconociera tu mirada, y dos filosos colmillos se ven providente de tus encías. Me sonrió… has sobrevivido pero aún viene la más duras pruebas.
No pasan muchos minutos para que empieces a sentirte realmente desesperado. Tienes hambre Saga, lo siento por el pálpito en tu pecho de los instintos y no de aquel músculo que ya no volverá a latir. Pero estás sin fuerza y carente de energía, no hay manera que en ese estado puedas moverte. Debes esperar a que tu cuerpo recupere su salud de las anteriores heridas y para ello podría pasar unas horas más. Mientras eso ocurre tienes hambre, la más brutal y profunda, el hambre que no puede ser saciada con más que sangre y en tus ojos se ve, esos globos rojos me observan no con suplica sino con gula. Me crees tú presa, pero no hay forma de que puedas alcanzarme. ¿Debe ser desesperante, no Saga?
El grito que liberas me da una noción de aquello. Con bastante velocidad has podido darte vuelta, pero tus piernas y brazos aún no recuperan toda su movilidad. Te observó aún así fascinado, tu cuerpo desnudo y envuelto en tu sangre me hace recordar a cómo nacen los humanos en esta tierra: llenos de la sangre de su madre, llorando al mundo clamando ser respondido porque tiene frio y tiene hambre. Así lo haces tú, Saga, ahora mismo te veo abrir la boca con ira y deseos de llenarla de sangre y buscando que de tu garganta salga más que esos borboteos que logro escuchar. Es interesante la manera en que suceden las cosas, el estadio Gaki es el momento donde el hambre le roba la cordura al convertido. En este instante solo eres un animal con hambre, deseando comer, anhelando la sangre como si fuera la misma agua. Y no la podrás obtener, no al menos que yo la disponga en tu boca pero hacerlo no representa para mi ninguna responsabilidad. Tendrás que buscarla, tendrás que cazarla…
Quieres cazarla en mi… ay Saga… has visto mal a tu víctima.
Tus ojos siguen fijos en mí. Tus manos se han agarrotado entre las sábanas y al verte impotente de cualquier movimiento las has rasgado con un gruñido ronco y grave que sucumbe las paredes. El vidrio de la copa que antes había dejado en la mesa se parte ante la emoción sónica y es evidente que el poder que se te ha otorgado aún no tiene el suficiente control. He oído, que cuando están en ese estado se vuelven cada vez más explosivos y es difícil el contenerlos, obligando a muchos de sus amos a matarlos para evitar que se sepa de nuestra existencia. Espero no tener que pasar por ello.
Sin embargo, extiendo mi palma en caso de que sea necesario, porque la visión de tu boca salivando con angustia mientras te fijas en mi me dan suficiente razón para pensar que en cualquier momento quisieras atacarme. La gula te carcome y poco puedes controlar tus instintos; en este momento tu consciencia es lo más cercana a un animal salvaje, hambriento, observando frente a la presa. Puedo sentirlo, el olor que desprende tus poros por la adrenalina, el crujir de tus huesos en los hombros ante la nueva posición, observándome, ansiándome, comiéndome ya desde tu lugar.
Y antes de poderlo comprender, saltas a mí, demostrándome que has superado a Gaki… que ahora vienes por comida.