CAP.IV
PUNTO DE VISTA
Aquello no podía estar pasando, era como ver el pasado repetirse una vez mas y tal como en ese entonces el no podía hacer absolutamente nada para impedirlo.
Espadas, esas eran las armas escogidas por el ex Maou para la justa que tendría lugar en aquella mañana que definiría no solo al vencedor, sino al regente definitivo de Shin Makoku, porque era obvio a esas alturas que lo exigido por quien ganara seria la corona del reino y el destierro del perdedor, si es que este conseguía sobrevivir al duelo, porque pensar a esas alturas que aquello no seria a muerte era de ilusos, mas cuando en el rostro de uno se veía la ira reflejada, mientras que el del otro un odio irrefrenable que no auguraba nada bueno para ninguno de los dos.
Como las tradiciones inquirían por rigor ambos duelistas llevaban consigo a sus padrinos quienes revisaron las armas a ocupar con verdadero detenimiento, no paso desapercibido por un molesto rubio que uno de los acompañantes de su ex esposo era nada mas, ni nada menos que su otrora hermano, definitivamente nunca debió confiar en el, ni mucho menos bajar sus barreras ante un mestizo traidor como aquel que nuevamente mostraba sus garras para mostrarse tal como era.
-¡Alguno de los duelistas esta imposibilitado para continuar con el duelo pactado!- pregunto con voz firme y alta un soldado postrado en el centro del patio de palacio, escogido para aquel fin a lo cual ambos contrincantes negaron gritando a la vez un rotundo no. -¡Armas revisadas!- pregunto el mismo soldado a lo cual obtuvo como respuesta un si por parte de los padrinos que aun sostenían las espadas ajenas -¡Entreguen las armas en cuestión a sus duelistas!- Con paso firme ambos hombres con las armas extendidas en sus brazos se dirigieron hasta el centro mirándose al fin de frente, reconociendo cada uno enfrente del otro a un familiar que en esos momentos no era muy querido por su apoyo al individuo equivocado y aunque ambos deseaban hablar e intentar hacer entrar en razón al otro para impedir aquella soberana estupidez sabían que no serviría de mucho, ya que a quienes realmente competía esa decisión no depondrían las armas en ese momento en que ya se les eran entregadas.
Ónix y esmeralda se cruzaron aun con el filo de sus espadas en medio de sus rostros en modo de saludo, moreno y rubio rompieron el mismo con ímpetu tomando la pose indicada en espera de la señal para comenzar el duelo que dio inicio apenas la voz del soldado designado se hizo escuchar alto y fuerte siendo acompañado apenas por la brisa del viento cuando ambos tal fieras se lanzaron uno contra otro provocando que el choque agudo de sus espadas hirieran los tímpanos de los presentes por unos segundos.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Pateo su pierna con toda la fuerza que creía poseer, no tenia porque ser limpio si aquel desgraciado le había utilizado impunemente durante años, gritándole al mundo entero amarle cuando no sentía absolutamente nada por el, celándolo e impidiéndole ser feliz al lado de alguna bella doncella, imponiéndole su presencia hasta en las noches, persiguiéndole hasta en sus mismos sueño y pesadillas si era necesario, no aquel no merecía ni siquiera su piedad, mucho menos su nobleza.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
El desgraciado ya se mostraba tal como era, una bestia, un infame, un desgraciado que solo fingía ser piadoso mientras era necesario para hacerse del poder suficiente y adueñarse de lo que por derecho solo debía ser de un digno demonio nacido en Shin Makoku, todo era tan claro en esos momentos que se reprochaba internamente haber caído en sus redes con tanta facilidad, mas el haberle entregado su corazón, ese que solo debió pertenecerle a alguien de su mismo nivel de su misma raza, de una misma línea sanguínea y pura. Pero lamentablemente ya era tarde, estaba contaminado no solo con su esencia, sino con su sangre al tener la desgracia de portar a su engendro en sus entrañas, aquel que si no fuera por imposición del mismo dios Shinoun le hubiese dado muerte por la deshonra que significaba tenerle pero que finalmente por cuestiones políticas comprendía que mas temprano que tarde le seria de utilidad, tal como lo fueran el y sus hermanos para su propia madre.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Aquello no estaba bien, desde un inicio lo supo pero que podía hacer el si ni siquiera le permitían hablar con su propio hermano, si este se negaba de plano a recibirlo, si percibía no tan solo en su actitud, sino también en el ambiente que los años ganados a su favor habían caído tan pronto se extinguió el amor de este hacia su ahijado. Las cosas no estaban bien, definitivamente el matrimonio de aquellos dos había sido un rotundo error, si tan solo hubiese escuchado a Gwendall pero ya era tarde, no podía hacer nada para remediar lo ocurrido, tan solo le quedaba observar como dos de las personas mas importante de su vida se batían a duelo sin que el pudiese hacer nada para impedirlo.
Wólfram se agacho evitando apenas que la espada rebanara su cabeza o al menos eso le pareció pero no, no podía ser, Yuri jamás dañaría a otra persona ese era su único alivio en medio de aquella locura infernal que tal parecía le gritaba que el juego entre esos dos ya no era el mismo porque de la misma forma en que su ahijado ataco a su pequeño hermano este mismo se lo regreso siendo esquivado casi por casualidad por parte del moreno ante la mirada preocupada de Von Spitzberg y la de orgullo de Gwendall. ¿Acaso el mundo se había vuelto loco? Definitivamente aquella respuesta era obvia en esos momentos y le dolía, no tan solo porque su familia estaba dividida, no solo porque sin importar quien fuera el vencedor algo quedaría roto en las cimientes de Shin Makoku, no, aquello solo significaría mas dolor, sobre todo para el, porque si bien su madre jamás le abandonaría sabia bien que aun sin ser desterrado por uno de los vencedores tarde o temprano seria alejado por el otro por el simple movimiento de hilos de un tío que siempre lo odio simplemente por la sangre que corría en sus venas y que solo había aceptado tal extraña unión de fuerzas por algo que siempre deseo recuperarcon ansias desde que su madre abdicara al trono, poder.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Debía ganar, tenia que hacerlo o todo se vería perdido, tanto para el reino como para su propia familia, jamás creyó posible que al igual que su tío algún día tendría ansias de poder pero a diferencia de este su motivo no era el controlar el reino atraves de un títere, no el jamás caería tan bajo. El motivo que lo movía en esos minutos era la seguridad de sus seres queridos de su pueblo, del bien estar del reino completo, porque si bien en un principio dudo de ese muchacho y con el paso del tiempo le acepto al ver el gran corazón que tenia las cosas habían cambiado, sobre todo cuando Wólfram le confesara el motivo de la ruptura de una unión de tan solo un par de meses. Con gran esfuerzo controlo su ira, ira retenida para dar paso al consuelo y consejos requeridos por el mas pequeño de sus hermanos, ira que solo dejo salir en pleno entrenamiento con sus soldados, ira que aun pasados los día, las semanas y quizás los meses no se borrarían de su alma, como hacerlo si aquel ser que se mostraba como el salvador de los demonios, el que traería un nuevo orden, el que de su propia mano pondría la paz por encima de todo había somatizado y violado a su propio consorte, ¿Cómo se suponía entonces que el continuara confiando a su amado pueblo aquel monstruo? Y por primera vez desde que su madre abdicara sintió deseos de golpear a la mujer que le diera la vida porque de no haber sido por ella el reino seguiría su curso, quizás no con todos los beneficios obtenidos a esas alturas pero si con la tranquilidad adquirida con el paso de los años con von Spitzberg fuera de la corte. Ahora solo le quedaba ser paciente, esperar y rogar a todos sus ancestros por que Wólfram ganara el duelo y erradicara al cáncer que sin desear había traído su dios a su hogar antes de que fuera demasiado tarde.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
En ocasiones se preguntaba si los siglos que llevaba a cuestas su antiguo amigo no le habrían pasado la cuenta y es que era increíble que relatándole lo que estaba a punto de ocurrir con el futuro que tanto anhelaba para su amado reino solo se dedicara a ignorarlo mientras el infructuosamente intentaba de hacerlo entrar en razón casi saliendo de sus casillas. Que debía hacer para conseguir una simple autorización, ¡arrodillarse, suplicar!, entonces lo decidió, aun sin su consentimiento acabaría con toda esa locura y de paso salvaría la vida de un inocente porque al fin y al cabo ese que aun no nacía era el único que importaba en aquella lucha insensata de poderes.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Desde una ventana en lo alto del templo el primer Heika de los demonios veía como su Gran Sabio tomaba un caballo dándose al trote inmediato hacia palacio. Con una sola palabra podía haberlo detenido o enviar por él, pero hace mucho había descubierto que interferir en el transcurso del destino de cada ser estaba fuera de su alcance y que estos debían vivir con sus propios errores, tal como el mismo lo había hecho en el pasado. No, el no ignoraba las palabras de su ahora joven consejero, aquello solo eran las consecuencias de dos demonios que tenían el corazón roto y que atraves del dolor deseaban hacer pagar al otro. Quizás la historia no fuera la misma pero muchos recuerdos le venían a la mente, sobre todo cada vez que veía al mas joven de sus descendientes y aunque deseara ir en su ayuda tal como lo hacia su amigo, bien sabia que interferir solo traería mas caos en su reino. No, el no volvería a comentar tal error, él era un espíritu, un alma en pena, un espectro sin cuerpo que si bien decidió quedarse en ese plano para evitar que un mal mayor saliera a flote a causa de las cajas en esos momentos nada lo retenía pero el amor a su gente era mayor a las ansias de descansar eternamente, entonces las palabras de su consejero volvían de golpe a su mente trayéndole consigo una gran contrariedad.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Iba a detener esa locura, lo haría así le costara ser extraditado de Shin Makoku o peor ser expulsado del mundo de sus primeras vidas, todo con tal de salvar aquel ser que aun sin salir al mundo luchaba intrincadamente por existir, aun sin el deseo de sus propios padres.
Podía escuchar los gritos, el rechinido de las espadas siendo apartadas y golpeadas entre si, el agotamiento notorio de ambos combatientes y un reclamo en particular por parte de uno de los padrinos del duelo.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
-¡Usar mayoku no va contra las reglas!-
-¡Las armas requeridas para el combate son espadas!-
-¡Gwendall acaso se te olvida que como masoku tu mayoku es parte de ti, igual seria un golpe a utilizar este!-
-General Von Voltaire, Lord von Spitzberg tiene razón, no hay impedimento para el uso del mayoku- contesto en voz alta el joven soldado que al igual que los presentes se veía contrariado por como su Heika sin un atisbo de compasión había capturado en plena lucha tras un golpe certero que hizo elevar por una fracción de segundos en el aire a su consorte, encerrándolo enseguida en una cárcel de agua que notoriamente pasado los segundos se notaba como iba perdiendo el poco aire que conservaba en sus pulmones.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
La tensión en el ambiente era cada vez mayor, podía sentir las miradas de reproche de sus súbditos sobre el, hasta la del mismo Conrad, pero él entendería, así como lo hizo en un principio terminaría haciéndolo tarde o temprano, después de todo el único traidor en toda esa historia era el rubio frente a él, el único que había intentado de usurpar el trono, el único que con leyes antiguas había creído poder salirse con la suya. Quizás en un futuro cuando la adrenalina del momento pasara se sentiría culpable por el crimen que estaba a punto de cometer pero aquello solo quedaría en su conciencia porque ante el mundo dejaría claro que no tenia motivo para retroceder en sus actos, ni mucho menos para pedir perdón por eso. El fin de Wólfram Von Bielefeld había llegado y seria dado ni más, ni menos que por la propia mano de quien dijera amar vilmente.
&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
-¡No, detente Yuri, no lo hagas!- grito lo mas fuerte que pudo desde donde se encontraba pero su voz aun no llegaba tan potente como deseara hasta la arena de duelo, debía correr, llegar hasta ellos, detener aquello, ¡morían por Shinou!, morían ambos, padre e hijo ante la mano implacable de quien se suponía debía protegerlos, ante la ira incontrolable de quien se suponía debía amarles, ante la ignorancia que lo haría pagar por el resto de su vida un dolor que jamás se apagaría y que lo haría consumirse en su propio reproche.