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Encuentros fortuitos. por Seiken

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Encuentros fortuitos

Capitulo 4.

Tygus se acerco a los cristales tratando de leer los labios del lagarto descomunal, no estaba furioso ni siquiera molesto, Panthera al igual que esa lagartija parecía estar a salvo, como si se tratasen de camaradas en vez de secuestrados y secuestradores.

De pronto la puerta de su derecha se abrió, acababa de entrar uno de los lagartos que custodiaban ese cuarto y al ver a dos de los suyos inconscientes grito llamando a los demás.

Alertando a cada uno de los presentes en ese cuarto.

De pronto la masa monumental que era Rezard entro seguido de varios reptiles, Tygus maldijo en voz alta e intento utilizar su camuflaje a pesar de saber que no era una buena idea.

Tygus logro volverse invisible y se abalanzó contra el lagarto que estaba más cerca agradeciendo que las bajas temperaturas alentaban a los reptiles, al tomar el primer rifle lo uso como un bate contra otro de los rebeldes al mismo tiempo que esquivaba un coletazo que fallo por muy poco.

Leo al escuchar el inequívoco sonido de un enfrentamiento supo que habían encontrado a Tygus, si no hacia algo pronto terminarían asesinándolo.

Al ingresar en el cuarto con los lagartos vio como uno por uno comenzaba a caer al suelo, pero eran demasiados para él solo y tomando la iniciativa decidió interponerse en el combate, golpeando al primer lagarto, no demasiado fuerte para que no perdiera el conocimiento.

Rezard logro darle un puñetazo a Tygus, quien salió despedido contra el suelo perdiendo el camuflaje, provocando un gruñido molesto de Leo, quien corrió en su dirección tacleando al reptil de tamaño descomunal, el cual retrocedió aturdido.

Tygus se levanto de un salto y continuo con el enfrentamiento, Panthera al ver que estaba ocurriendo una contienda le ordeno a sus gatos que permanecieran en su lugar, no debían interferir.

Leo detuvo a Rezard con poco esfuerzo, sin embargo, repentinamente se escucho un disparo de una de las armas de fuego a sus espaldas junto a un quejido y un crujido mecánico.

De pronto sintió que su sangre se helaba pensando que jamás creyó que Tygus pudiera ser derribado tan rápido, esperando contra todo pronóstico que aun siguiera con vida, al voltear pudo ver que le habían disparado en el rostro, pero únicamente habían dañado la maquina.

Solo que no fue ninguno de los lagartos quien logro inmovilizarlo, sino Panthera, quien observaba a Tygus con una expresión neutra, esperando una explicación suya.

Leo no respondió inmediatamente y corrió en dirección de Tygus para verificar su pulso, al verlo Panthera se abrió paso entre los lagartos deteniéndose junto a él.

— ¿Qué pasa?

— Eso mismo quisiera saber yo Panthera… ¿acaso quieren arruinarlo todo? — Le respondió Leo, furioso, se suponía que debían guardar las apariencias, Mum-Ra ya sospechaba sobre sus planes de por sí. — ¿Qué diablos estaban pensando?

Panthera al notar no por primera vez la mirada que tenía Leo cuando veía al capitán apretó los dientes, no entendía como era que su comandante deseaba al soldado más leal de Mum-Ra.

— Tygus no recibió ningún daño, aunque debí haber disparado mucho más a la derecha.

— ¿Por qué habrías hecho eso? — Pregunto Leo verificando que como le decía Panthera solo la maquina había sido inutilizada y eso había provocado que Tygus perdiera el conocimiento. — El no es una mala persona.

— No... — Le respondió Panthera cruzando sus brazos detrás de su espalda. — Pero sabes que no podrás tenerlo. ¿Verdad?

— ¿De qué estás hablando? — Pregunto sin siquiera pensarlo, él era el comandante y cuando la momia desapareciera de sus vidas serían libres. — ¿Por qué no podría hacerlo?

Los lagartos habían desaparecido por donde habían llegado, los felinos seguían discutiendo cuales serian los movimientos que realizarían con ellos, como podrían seguir irrumpiendo en los círculos más altos de la organización por lo que Panthera creyó que podía responder su pregunta.

— Me temo que Tygus es uno de los casos especiales de Lord Mum-Ra, todos lo saben. — Fue su respuesta.

Leo había escuchado que Tygus se tardo poco tiempo en llegar a ser un capitán, que era el más joven de su clase, sin contar con los rumores que decían que Tygus tuvo esas condecoraciones porque al saco de huesos le gustaban las rayas, pero eran solo eso, rumores como los que sabía decían de su persona.

— Solo son rumores.

Panthera lo contradijo con un movimiento de su cabeza, no eran solo rumores si lo que sabía de los demás casos especiales era cierto, cada uno de ellos tenía potencial, era hermoso a su manera y vivía en lo que muchos podrían considerar una burbuja o una celda.

Los rodeaba de espías, los mantenía vivos y sanos el tiempo que siguieran divirtiéndole, era como si los eligiera desde cachorros, dándoles las mejores posiciones, los mejores tutores, hasta que se aburría de ellos, en ese momento había elegido a otro mucho más joven, mucho más hermoso que el anterior.

— No estoy tan segura. — Panthera debía admitir que Tygus era muy atractivo, decían que antes de ese accidente su rostro era tan hermoso como el de su comandante. — Tygus es muy atractivo.

Leo comenzó a molestarse, eran solo rumores, esa momia ni siquiera era un felino o cualquier especie que conocieran, era tan diferente a los demás animales que pensaba que era un demonio escapado de alguna tumba, de las sombras, repentinamente se pregunto qué clase de criatura perversa desearía a otra especie tan diferente a la suya.

— Tigris era el antiguo capitán, decían que era su verdadera mano derecha en un lugar mucho más seguro, y también fue muy atractivo, escuche del viejo Tykus que también le servía de otra forma.

Tykus era el antiguo jefe de inteligencia, el maestro de Panthera, quien le dijo e hizo comprender de la necesidad de rebelarse, el era un lince, aliado de su padre, un gran amigo de Tigris antes de que este fuera promovido.

— No lo creo… Por qué si eso es cierto…Tygus no se habría entregado a mí.

La sinceridad en la respuesta de Leo sorprendió a Panthera, ella pensaba que tal vez Tygus estaba divirtiéndose con su comandante o tal vez aun no había sido llamado a servirle a Lord Mum-Ra en persona.

— Tienes que aceptar la idea de que habrá bajas en la rebelión, el puede ser una de ellas, es leal a Mum-Ra.

— Puedo convencerlo de unírsenos, así sería mucho más fácil.

— ¿Qué pasara si nos traiciona?

Leo no supo que responder, en vez de eso prefirió llevarse a su amante en brazos, decirle a los guardias que la situación estaba controlada y que ya no era necesario realizar ningún rescate.

— Leo… será mejor que lo olvides, Mum-Ra no te dejara tenerlo, él es suyo. — Le aclaro Panthera dejando que se marchara.

— Averiguare que tan leal es a Mum-Ra, pero sé que te equivocas.

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Tygus despertó sintiéndose cansado, la máquina de su rostro parecía no funcionar pero al tenerla todavía estaba seguro que solo era cuestión de tiempo para que la repararan, no sabía que ocurrió con la rebelión pero si estaba en un ala médica era seguro que había sido controlada.

— Por fin despiertas.

Tygus intento levantarse pero unas manos volvieron a recostarlo con cuidado, recordándole cuanto tiempo había pasado desde la última vez que tuvo esa clase de cercanía con otro felino.

— ¿Qué ocurrió con la rebelión? — Pregunto sintiendo una oleada de nauseas provocada por la ligera descarga que recibió de su implante.

— No te preocupes por eso, solo tienes que descansar en lo que reparo tu implante, aunque no lo parezca soy muy hábil con la tecnología.

Al escuchar esa respuesta Tygus volvió a intentar sentarse, esta vez con más lentitud, acostumbrándose a la sensación de la visión monocular de momento.

— ¿Los lagartos están vivos? — Si no había estropeado una perfecta oportunidad para estar al lado de su león.

— Sí, después de ver tu valentía se rindieron.

Tygus sonrió al escuchar eso, sujetando su cabeza momentáneamente, Leo seguía diciendo muchas tonterías.

— Por lo menos están vivos.

Leo estaba sentado en una silla, mirándole fijamente con una expresión difícil de descifrar, esa habitación no parecía ser un cuarto de hospital, no había enfermeras ni instrumentos médicos, las paredes estaban tapizadas con dibujos que no alcanzaba a ver por la oscuridad que había en ese lugar.

— ¿Qué le paso a mi implante? — Pregunto Tygus llevando su mano a su rostro. — ¿Lord Mum-Ra ya sabe esto?

— Se supone que lo estaba reparando.

Tygus observo a Leo de reojo, era divertido que un comandante tan joven quisiera molestarse en reparar un simple ojo mecánico.

— En ese caso me lo hubieras quitado de mi cara, aun no me gusta tenerlo en ella… — trato de explicar Tygus, guardando silencio unos segundos para después decir volteando en otra dirección. — Me hace recordar a Tigris.

Le hacía recordar a Tigris, el pobre infeliz creyó que sirviéndole a Lord Mum-Ra como ningún otro le traería beneficios, lo único que le trajo fue miseria, un destino que Tygus pensaba que se repetiría consigo.

Perdería la vida en las manos de alguien mejor después de ofrendar su vida a esa bestia de color azul, Mum-Ra era un monstruo y sabía que algo estaba planeando.

— ¿Tigris tuvo tu puesto antes que tú?

Tygus se sorprendió al saber que Leo había escuchado hablar de él, era demasiado joven para recordarlo, a menos que aquella pregunta fuera por otro motivo.

— Sí, fue mi segundo tutor, cuando el primero ya no servía los propósitos de Lord Mum-Ra me pusieron bajo el cuidado del Capitán Tigris…

Leo se sentó en ese momento a su lado y comenzó a ajustar una de las piezas que había tenido que suplir, la cual pensó que podría reparar por su cuenta y esperaba que tuviera la razón.

— Escuche que era muy atractivo antes de morir, cuando era joven… un tal Tykus dijo que era toda una visión para una vista cansada.

Tygus permitió que Leo intentara reparar ese implante, no era la primera vez que se descomponía y no sería la última, aunque el preferiría que así lo fuera.

— Tykus es un demente… Tigris pensaba que solo estaba celoso por qué no lo eligieron a él y por eso esparció rumores sobre su puesto.

Leo se relamió los labios y comenzó a apretar cada uno de los tornillos, sintiendo que Tygus comenzaba a tensarse, parecía que él conocía los rumores tanto como Panthera, y por  qué no lo haría, el fue su alumno.

— Dicen que era su amante…

Tygus sabía lo que vendría, Leo había escuchado esos detestable rumores y parecía creerlos, sólo era cuestión de tiempo para que le preguntara por los supuestos beneficios que obtenía de Mum-Ra, porque si eso era cierto con Tigris con él sería lo mismo.

El tigre no dijo nada al principio, sintiendo que Leo se alejaba del implante, el cual acciono como por reflejo, descubriendo que si funcionaba, que aparentemente Leo sabía lo que estaba haciendo.

Así como el comprendía hacia donde iba esas preguntas, cerro el ojo y trato de pararse nuevamente, de pronto ya no se sentía cómodo en esa habitación.

— ¿Qué es lo que deseas saber exactamente? — Sí Leo no se atrevía a realizar la pregunta que lo estaba carcomiendo, él le daría la respuesta que tanto buscaba. — No eres la clase de gato que le prestaba atención a los rumores… no como ahora lo haces.

Leo cruzo sus brazos delante de su pecho, no sabía porque había escuchado a Panthera, los rumores solo eran eso, no podían ser reales.

— Perdona… yo no…

Tygus lo interrumpió inmediatamente, levantando su mano derecha, respiro hondo y se sentó con los pies en el suelo, algunas partes de su uniforme estaban colocadas en una de las sillas de la habitación de Leo.

El suelo frio no le pareció molesto sólo la mirada de culpabilidad de Leo, indicándole que eran ciertos sus temores, quien fuera que había dicho eso tenía mucho poder en su comandante.

— ¡No! Tú no querías hacer la pregunta que te ha estado carcomiendo desde que desperté. — Declaro Tygus sumamente molesto. — ¿Lo que tú quieres saber es si soy el juguete de Lord Mum-Ra?

Leo supo en ese momento que Tygus había escuchado varias veces esos rumores y que lo había insultado demasiado, el tigre tenía el gesto fruncido, sus orejas bajas y sus dientes blancos se veían apretados.

— Yo no quise…

Tygus se levanto de la cama de un solo movimiento y tomo las partes que no tenía puestas de su uniforme, conociendo muy bien que después de ese día su relación estaba arruinada.

— No Leo, si quisiste. — Pronuncio Tygus. — Yo soy un guerrero no una zorra.

Tygus intento vestirse antes de ser apresado por Leo, quien se aferro a su espalda, recargando su barbilla en su hombro, rodeando su cintura con sus brazos, tratando de evitar que huyera de aquella habitación.

— ¡No te vayas! ¡Te ordeno que no te vayas!

Tygus sentía el aliento caliente de Leo en su oído, sus brazos en su cuerpo, el calor que desprendía y cerró los ojos tratando de mantenerse fuerte, Leo lo había insultado, no tenía porque permanecer en esa habitación.

— Suéltame.

— ¡No! — Fue la respuesta desesperada de Leo. — Se que si te dejo salir ya nunca regresaras a mí y no quiero perderte.

Tygus restregó su mejilla contra la de Leo, ni siquiera intentaba liberarse, no deseaba que lo dejaran ir, ese león sabía cómo desarmarlo con tan solo unas cuantas palabras, podría convencerlo de ir al fin del mundo si a cambio le prometía que siempre estarían juntos.

— ¿No quieres perderme? — Tygus sentía que las manos de Leo comenzaban a delinear su abdomen.

— No. — Respondió inmediatamente, besando su mejilla. — No quiero perderte…

Tygus estiro el cuello para darle espacio al león para que pudiera besarlo, gimiendo cuando sintió sus labios en su piel, recorriéndola con delicadeza y poco después una lengua lamer el lóbulo de su oreja.

Tygus soltó la ropa que aun cargaba en sus manos y giro aun en los brazos de Leo, sus ojos estaban dilatados, su respiración era lenta, ese león lo desequilibraba convirtiéndolo en un cuerpo sonrojado y tembloroso, en lo único que podía pensar era en su cuerpo, sus manos, su cara, su sexo.

— ¿Quién dice que me posees? — Pronuncio relamiéndose los labios.

Leo sonrió al escucharle decir eso y Tygus ronroneando beso sus labios, esperando por la respuesta del joven león, el que se separo algunos centímetros imitando su ronroneo, uno fuerte, que demostraba que tan complacidos estaban.

— Bien… — Asintió, tal vez aun no poseía al tigre pero era seguro que su lealtad no era de la momia. — Seguramente no le perteneces a Mum-Ra… Tygus

Tygus negó aquello con un movimiento de la cabeza, una extraña sonrisa se formaba en sus labios y no supo por un momento a que se debía esa negación, a pertenecerle a Mum-Ra o tal vez algo más que le causo gracia.

— Todos le pertenecemos a Lord Mum-Ra, Leo… — Alego Tygus deteniendo sus caricias. — Y no hay nada que podamos hacer para evitarlo.

Leo no tuvo tiempo para comprender lo que Tygus le había dicho, porque este comenzó a besarlo otra vez, buscando los cierres y seguros de su uniforme, si aquella era una táctica para distraerlo no le importaba, había pasado demasiado tiempo sin verle.

Tygus ya no tenía puestas las partes metálicas de su uniforme, lo único que tuvo que hacer para desnudarse fue bajar el cierre de su overol para perder su uniforme, uno que tenía algunas marcas del reciente combate.

Pasaba lo mismo con Leo, durante los pocos minutos que Tygus permaneció inconsciente, se quito algunas piezas de su armadura, comunicando que él recibiría la información que habían obtenido una vez que el tigre despertara.

Aquellas ordenes contradecían las que había dictado la momia, quien esperaba que Tygus solamente se reportara ante él y cualquier clase de información que obtuviera fuera protegida con diligencia.

Leo no lo sabía y sin siquiera proponérselo comenzaba a llamar la atención de la momia, a la cual no le gustaba que sus mejores soldados comprometieran su lealtad con otra criatura que no fuera él.

Tygus desconocía cuanto tiempo había estado perdido, sólo esperaba que Bengalí realizara el informe, después explicaría que el incidente con los lagartos rebeldes había comprometido su implante y que permaneció inconsciente todo ese tiempo.

Sería castigado por su osadía, aun así lo único que le importaba era yacer con Leo en ese momento, ya después se lamería sus heridas.

El overol de Leo colgaba de sus caderas por debajo del ombligo, apenas cubriendo el sexo del león, el cual comenzaba a despertar buscando el calor del cuerpo de su amante quien estaba hincado enfrente de él, deslizando el material elástico de sus uniformes.

Tygus se relamió los labios al ver el cuerpo perfecto del león, el era hermoso, fuerte y compacto, su pelaje casi no tenía cicatrices y era de color claro, demasiado suave.

Recorrió con sus manos los recios muslos del león deteniéndolas en sus caderas, el era más alto que Leo pero su león era más fuerte que él, sus músculos estaban mucho más torneados, se veía porque en una batalla de cuerpo a cuerpo el comandante le había ganado sin ningún esfuerzo.

Tygus se relamió los labios sintiendo que sus mejillas se pintaban de color rojo, estaba cohibido a pesar de haber dormido con Leo en el pasado, tal vez era porque esta vez no tendrían un encuentro apresurado en un rincón oscuro de la nave, sino que allí estaba, en el cuarto de su comandante a punto de cometer un acto prohibido.

De aceptar las consecuencias de sus acciones, era tal vez la primera vez que realizaba una locura como esa, entregándose a Leo como nunca antes lo había hecho con nadie.

Leo sintió que Tygus estaba nervioso y por un momento creyó que se marcharía, tal vez era demasiado encontrarse en su habitación, por algunos segundos parecía asustado, no de él sino de las consecuencias de esa noche.

El león se hinco en el suelo a lado de Tygus acariciando su mejilla temiendo que esa noche sería la última vez que se verían, de repente la expresión de los ojos dorados era una de decisión y Leo comenzó a temer lo peor.

Tygus no dijo nada y tomando una decisión beso los labios de Leo rodeando su cuello con sus brazos, toda su vida había sido gobernada por Lord Mum-Ra, a tal grado que temía las consecuencias que una relación como esta podría traerle.

Nunca se había engañado pensando que llegaría a ser viejo, sentir la tierra debajo de sus pies cada día en un planeta soleado en donde sus hijos pudieran crecer sanos, donde no existiera un amo como el que les poseía, eso era para los soñadores.

Tygus sabía que moriría joven dejando un cuerpo cansado en una de sus misiones o siendo traicionado por la persona que menos esperaba, ese sería su destino, así que porque no podía tener lo único que había deseado realmente.

Leo rodeo la cintura de Tygus con sus brazos sintiendo como la lengua de su amante insistía en que la dejaran entrar en su boca, el león obedeció la petición de su tigre, quien inmediatamente profundizo aquel beso.

El comandante cerró los ojos e imito los movimientos sensuales de Tygus, sus dos lenguas bailaban lentamente, en esta ocasión no había presión alguna, no sentían la necesidad de luchar por la dominancia.

Tygus recuperando el aliento se aparto de Leo recargando su frente en el hombro de su amante, quien recorrió las rayas en su cabeza con las puntas de sus dedos, apreciando la suavidad de su pelaje de color claro, pensando no por primera vez que su tigre era hermoso.

El tigre sintió entonces que Leo tomaba su mano, y al ver sus ojos descubrió una mirada indescifrable, para llevarlo en dirección de su cama en donde lo sentó con mucho cuidado, como si creyera que de un momento a otro podría desaparecer en una nube de humo, como si todo eso fuera únicamente una ilusión.

Tygus se recostó en la cama haciéndole un lugar a Leo, quien lo siguió a gatas, sus ojos azules brillando en la oscuridad, besando sus labios con delicadeza al mismo tiempo que recorría su cintura con sus manos.

El tigre rodeo el cuello de Leo con sus brazos llamándolo a él, acomodándolo arriba de su cuerpo haciéndole lugar entre sus piernas, gimiendo cuando sus sexos se rozaron por unos segundos.

Los labios de Leo recorrían su cuello al mismo tiempo que sus manos transitaban por su piel, imitando a las suyas que no dejaban una sola parte de pelaje sin conquistar, a si mismo Tygus rodeaba la cadera del león con una de sus piernas para pegarlo más a su cuerpo.

De pronto eran una mezcla de extremidades moviéndose al ritmo de una candente música imaginaria, sus bocas se encontraban unidas, sus labios hablaban lo que su mente le gritaba al otro en silencio, sus cuerpos se acoplaban hechos el uno para el otro.

— Por favor… — Tygus no sabía que estaba suplicando. — Leo.

Leo se levanto con los brazos, sus cuerpos  uno encima del otro, Tygus al ver sus ojos trato de controlar su respiración lo suficiente para poder hablar y acomodar sus pensamientos para poder explicar que era aquello que tanto necesitaba.

El león supo inmediatamente que era lo que su tigre le estaba pidiendo y del cajón de su buro tomo un frasquito con aceite, Tygus se relamió los labios y abrió un poco más las piernas invitándolo a poseer su cuerpo.

Leo abrió el frasco de aceite con cuidado y vertió un poco en su mano, lo suficiente para cubrir su hombría con el lubricante, no quería lastimar a su amante quien le miraba con ardiente deseo, sus ojos nublados, sus labios entre abiertos y sus orejas ligeramente bajas, era la misma imagen del erótico deseo.

— Leo…

El león se relamió los labios y se acomodo entre las piernas de Tygus, quien arqueo su espalda al sentir como Leo se resbalaba en su interior, jadeando con cada movimiento, el tigre se mordió los labios, volteo el rostro y gimió en compañía de su amante.

Leo al sentir el delicioso calor de su amante rodear su hombría cerró los ojos acostumbrándose a ese sentimiento, Tygus hacia lo mismo respirando hondo, recibiéndolo con placer en su interior.

El tigre se sostuvo de sus hombros y rodeo su cintura con sus piernas invitándolo a moverse.

— Leo…

Leo comenzó a moverse en esa deliciosa sensación, primero con lentitud pero poco a poco aceleraba el paso y la fuerza de sus vaivenes en ese hermoso cuerpo que se le ofrecía como banquete, perdiéndose en la mirada de lujuria y deseo de su tigre.

Quien parecía perderse en su mirada y en el placer que le estaba brindando, entregándose por completo, convirtiéndose en una mescolanza de gemidos y suplicas susurradas.

Perdieron la cuenta del tiempo, podían haber pasado horas pero para ellos fue solo cuestión de segundos antes de alcanzar su clímax derramándose uno en el interior del cuerpo de Tygus, este ultimo entre sus vientres.

Leo permaneció unos minutos sobre Tygus, quien se limitaba a respirar hondo, aun con sus piernas rodeando su cadera, sus manos apoyadas en sus hombros, sus ojos cerrados y una sonrisa satisfecha en su rostro.

Leo se separo del cuerpo de Tygus acostándose de espaldas mirando el techo que parecía menos oscuro después de ese encuentro, sintiendo como su tigre se acomodaba sobre su pecho, recargando su cabeza como si este fuera una cómoda almohada.

El comandante lo rodeo con sus brazos, acariciando su cabello con delicadeza, haciéndolo sentir seguro en su cama de sabanas blancas.

Tygus no supo en qué momento se quedo dormido pero al despertar Leo seguía acariciando su cabeza y de alguna forma había logrado cubrirlos con una sabana.

— Hola. — Le saludo Leo con una radiante sonrisa.

Tygus se reacomodo entre sus brazos, su cabeza seguía recargada en su pecho pero ahora podía ver a su comandante, el que tenía el cabello alborotado, aunque debía tener mejor aspecto que el suyo que era un tanto más hirsuto por naturaleza.

— Hola. — Le respondió cerrando los ojos nuevamente.

— ¿Estas cómodo? — Inquirió Leo ligeramente divertido al ver que Tygus no se movía de su cómoda posición entre sus brazos.

— Sí, mucho muy cómodo. — Tygus comenzaba a preguntarse cuanto tiempo habían pasado juntos.  

Leo reviso su tableta con el ceño fruncido, a juzgar por su expresión había pasado demasiado tiempo en su cielo privado y probablemente ya era hora de separarse.

Se preguntaba porque no los estaban buscando aun, en otras ocasiones Torr o Bengalí estarían llamándolo a través de su transmisor, el cual se dio cuenta que lo había perdido durante su intento fallido por qué no hubiera sangre derramada.  

— Me alegra porque aun tenemos dos horas antes de nuestro siguiente turno. — Fue la respuesta de Leo, quien guardo la tableta besando la frente de Tygus, pronunciando poco después. — ¿Alguna vez has pensado en lo que sería vivir en libertad?

Tygus no supo que responder al principio, lo había hecho en más de una ocasión pero siempre llegaba a la misma conclusión, eso era imposible.

— Una o dos veces. — No veía por que debía mentirle a Leo.

Leo sonrió al escuchar esa respuesta acariciando la mejilla de Tygus, enredando sus dedos en el cabello sedoso de su melena, sabía que Panthera estaba en un error, su tigre añoraba la libertad, justo como lo hacían ellos.

— ¿Qué… ¿Qué clase de vida te imaginas que tendrías si fuéramos libres?

Tenía que saberlo se dijo Leo en silencio, porque una vez que la rebelión triunfara podría cumplirle sus sueños, tal vez hasta podrían compartirlo.

— Es traición hablar de esto. — Le informo Tygus sentándose en la cama.

Leo lo sabía, podría tomarse como una sublevación pero Tygus podía confiar en él, no le diría a nadie y no sería castigado por eso, tal vez lo mejor era contarle un poco de sus deseos para que su amante se abriera un poco.

— A mi me gustaría revivir nuestras costumbres, muchos de los otros animales las conservan, pero nosotros al ser los favoritos de Mum-Ra las hemos perdido…
 
Tygus le miraba fijamente, recargado en la cabecera de la cama, las sabanas cubriéndolo hasta la cintura, su cabello estaba despeinado aunque su expresión era una de descanso, de atención completa.

— Fundar un lugar seguro donde cuidar a las generaciones futuras, en donde podremos vivir tranquilos, nuestra ciudad tiene que ser hermosa y prospera…

Tygus asintió tratando de imaginarse aquel paisaje, una ciudad de gatos donde los cachorros permanecieran con sus padres, en donde su cultura pudiera renacer y prosperar.

— Tal vez podríamos lograr convivir en paz con las otras razas… — De pronto sus ojos se iluminaron con emoción, le observo fijamente y tomando sus manos pronuncio, al parecer sincero. — Y tú, Tygus… tú serías mi compañero.

Tygus comenzó a reírse al escuchar ese repentino cambio de planes, sólo Leo podría jugar con algo como eso pensó sonriéndole poco después con un hermoso color rosado en sus mejillas.

— Suena como todo un plan.

Leo asintió, sí tan solo supiera lo que había estado planeando, como se acercaban a pasos agigantados a esa libertad, Tygus no se reiría al escuchar sus planes si no que en vez de eso aceptaría ayudarle a organizar la rebelión.

— Yo ya te dije mis planes… — Pronuncio Leo deseoso de saber lo que Tygus había pensado en realizar al obtener su libertad. — Ahora es tu turno.

Tygus guardo silencio cruzando sus brazos delante de su pecho, aun sopesando si debía o no mencionar cuáles eran sus deseos, decidiendo que lo mejor era confiar en Leo, no había nada que perder, estos no se realizarían.

— Mis aspiraciones no son tan altas como las tuyas. — Le advirtió rascando su mejilla con una expresión pensativa.

Leo asintió al escucharle indicándole con un movimiento de su mano que continuara con su respuesta.

— En realidad lo único que me gustaría sería vivir en un planeta donde haya plantas y sol, en donde no haga frio…

Aquello lo dijo recordando uno de los muchos planetas que había visitado, el sol calentando su piel, el viento removiendo su cabello y el pasto debajo de sus pies descalzos.

— Tal vez tener una casa, no muy grande pero no demasiado pequeña, con ventanas que dejen entrar la luz pero que puedan protegernos de los elementos.

Leo podía imaginarse un lugar como el que describía Tygus con facilidad, ambos viviendo en una cómoda casa en un planeta hermoso en donde podrían ser felices.

— Y me gustaría poder fundar una familia… por lo menos tener cachorros.   

Leo asintió al imaginarse esa clase de vida, parecía muy apacible, sorprendiéndose de que Tygus, un soldado de campo quisiera por sobre cualquier clase de futuro el de un hombre de familia.

— Claro que solo es un sueño y no vale la pena perder tus energías pensando en eso. — Finalizo el tigre estirándose, creía que ya era el momento para regresar al mundo real.

Leo lo detuvo de la muñeca, Tygus le miro de reojo con una interrogación gravada en su rostro, preguntándose por qué no lo dejaba ir.

— Te prometo que algún día tendremos eso, tú y yo estaremos juntos y seremos felices. — Leo declaro tomando su mano entre la suya, esperando que Tygus confiara en sus palabras.

— No hagas promesas que no puedas cumplir. — Fue la respuesta de Tygus, parecía que no podía creerle.

— Te juro que seremos libres, que encontraremos paz en algún planeta soleado y que nos construiré un hogar donde podremos envejecer juntos… — Insistió Leo, acariciando la mejilla de Tygus. — Sólo dame tiempo.

Tygus beso los labios de Leo, no podía darse el lujo de confiar en sus palabras y aun así la sinceridad con la cual habían sido pronunciadas provoco que una pequeña chispa se reavivará en su pecho, esa era la esperanza.

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Al otro lado de la nave Bengalí, el segundo al mando de las fuerzas especiales estaba asustado, Lord Mum-Ra esperaba recibir el informe de su misión de la boca de su Capitán, no de uno de sus subalternos.

Tygus había desaparecido en la nave, no podían encontrarlo porque su comunicador estaba abandonado donde se escondieron los lagartos que intentaron sublevarse y algo, alguna extraña maquina de la cual no tenían conocimiento estaba interfiriendo con el localizador que tenía implantado en su ojo mecánico.

Así que era imposible llegar a él y eso dejaba como resultado a un Lord Mum-Ra furioso por presenciar el primer acto de desobediencia de su soldado más leal.

— ¿Dónde está? ¿Dónde está Tygus? — Pregunto por decima vez consecutiva.

Bengalí sabía que este acto imprudente tenía que ver con ese león de pacotilla, su supuesto comandante, quien veía de una manera demasiado insistente a su amigo y capitán.


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