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Vencidos por AkiraHilar

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Más de medianoche.

Sus ojos verdes delineaban la oscuridad del recinto, logrando entre ver cómo pese a la ausencia de su guardián, las enramadas se trepaban en los escalones cubriendo de su magnánimo color rojo las piezas que subían hasta la habitación del anciano maestro.

Suspiró, sintiendo el pecho cocerle por el aroma a lluvia y rosas. Aquella noche no distaba de la que había ocurrido mucho tiempo atrás y eso no aminoraba la sensación de necesitar oxigeno para sostener su cuerpo. No podía y vencido había terminado apoyándose en la misma columna que en el pasado le hubiera cobijado cuando asustado escapó de las mano de Saga y encontró un pináculo de consuelo en el hombre que ya no resguardaba esa casa.

“Es evidente que no te importa lo que yo sienta, lo que te he hecho sentir en todo este tiempo. Que te da igual todas mis cortas y te conformas con las visitas Aldebaran. ¡Ja! Había sido un error para mi haber confiado en ti, si eres tan cobarde como para no venir a afrontarlo a él, incluso a mí. Tu maestro debería estar avergonzado, porqué ni siquiera para un digno discípulo en verdad has servido. Encerrado en una torre, ajeno al mundo. ¿Qué clase de actitud es esa?

Me decepcionas. Me decepcionas tanto que esta será mi última carta, que no volveré a gastar más tinta ni más hojas, ni volveré a contar los malditos días pensando en si llegaron a ti o no. Resultaste ser una falsa, tan falso como tu maestro que sucumbió a su verdadero poder. Incluso como ella, la diosa que supuestamente traía paz al santuario y no es más que otro que como ellos, hacen a su complacencia. Al final solo el fuerte vive, DeathMask siempre lo ha dicho y lo secundo.”

Si bien, las columnas de la parte externa del templo de Piscis parecían llorar, su rostro en ese momento le hacía compañía. Se había metido de nuevo en ese lugar tratando de atrapar los pedazos de la memoria abandonada entre los lienzos, el oro y el mármol, buscando esa calidez que en los años de antaño había disfrutado.

Pero no halló nada, nada de lo que antes estaba allí. Lo único que se mantenía era el perfume a rosa, sus compañeras, las que por años seguramente habían enjugado las lágrimas de espera y las palabras de desolación del joven dorado al verse solo en un santuario tan lleno de pena.

“Y tú, tú no has sido fuerte. Si fueras fuerte, vendrías aquí y vería lo que yo veo. Entenderías que más allá de la maldad, está el poder, más no es el poder que banalmente Deathmask sigue. Es algo más profundo. Si lo vieras, si le dieras la oportunidad de entenderlo, entonces verías que la victoria que él me ha mostrado es mucho más digna que la de todas las batallas que dioses y guerreros griegos han librado en la historia. Es la victoria sobre él.

No podría explicarte Mu, más de lo que estás palabras pueden decir, pero te puedo asegurar que el eclipse del que soy testigo es el acto más hermoso que demuestra la fortaleza humana, el poder de una victoria que no escatima nada: una belleza legítima. Una que tu ni nadie podría igualar.”

Se limpió las mejillas humedecidas, encontrando confort en las sombras que el templo tenía ahora como invitadas. Su abrazo se formó impetuoso, tratando de revivir la sensación de la última vez, antes de que los santos de bronce llegara y cada quien peleara por lo que creía.

“Atena podrá ser la diosa de la humanidad, ¿pero no somos nosotros los que entretejemos el destino? ¿Nuestro destino? Él me ha mostrado que incluso puede ir contra el maldito destino de su estrella para hacer lo que considera justo, peleando incluso consigo mismo… ¿Qué puedes decir ante eso Mu?

Nada… seguramente nada por qué eso es lo que ha estado diciendo durante todo este tiempo a cada una de mis cartas.

No puedo espera por una diosa, ni por ti. Él tampoco puede. Por eso he decidido servirle y protegerle, a costa de mi vida, a costa de ti mismo.

Me duele pensar que al final, no podré escuchar siquiera tu respuesta…”

Y aunque la hubiera escuchado, nada habría de cambiar.

El orgullo, el temor y la necedad los había vencido a todos ellos. La evidencia era un santuario diezmado. Y en ese panorama, entre la penumbra, Aries leía las últimas líneas queriendo devolver el tiempo y empezar de nuevo.

“Afrodita” —musitó, con la mirada perdida en la nada—“. Hace unas semanas sembré una rosa al lado de la ventana de mi torre. Hoy la encontré marchita. Creo…” —se quebró—“, que no soy bueno, para cuidarlas…”

Notas finales:

Hacerlo en este punto de la historia para mi era crucial, como me habías dicho no es una que sea retratada muy seguido y para mi tan jugosa, por tener toda esa tensión que los lleva al final que ya conocemos.

 

Espero que les haya gustado. Es un fic que hice con mucho cariño para un evento en el foro. Le imprimí mucho de mi y estoy contenta con l resultado. Como saben, en la batalla de las doce casa, Afrodita muere protegiendo a Saga,y Saha luego se suicida al considerarse traidor frente a Atena. Al final, todos fueron vencidos.


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