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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Llegar puede no ser suficiente. Teniendo tanto que decir, ¿habrá una última oportunidad? ¿O ya estas se acabaron?

Apretó sus párpados mordiendo la ansiedad. Apenas y podía recordar la última vez que miró el reloj. Tampoco importaba, no cuando lo tenía encima y no había espacio para respirar, al menos no el suficiente. Los movimientos caóticos entre sus piernas lo tenían demasiado concentrado como para poder pensar en otra cosa.

Su cuerpo sudaba. Las sábanas estaban pegadas a sus muslos mientras con dificultad podía mantener en un solo sitio a sus pies. Apretó con fuerzas los dedos de sus manos contra los costados blancos, al punto en que se marcaron sus huellas a rojo vivo, más rojo del que podía ver en su pecho, cuello y rostro. Más que los labios de Shaka entreabiertos y enrojecidos por los besos, los mismos que había besado hasta hartarse.

Lo apretó. La necesidad de sentirlo más junto a él lo había orillado a apretarlo y buscar más de su calor corpóreo. Shaka se había inclinado en busca de más besos, con ansiedad aquellos comenzaron a materializarse aunque había una gran cuota de torpeza y otra de desesperación propia de la excitación. La sal del sudor y el espesor de su saliva se conjugaban en medio de los roces y Saga solo era consciente de las palpitaciones de su miembro rozando el suave estómago de Shaka, mojándolo. Temblores en su piel y hormigueos persistente, la enloquecida atmósfera que los rodeaba pronunciaba una nueva entrega.

Las manos de Saga ampliaron su recorrido por la espalda del inglés, quien no dejaba de moverse dentro de él. Marcaban los omóplatos e incitaban a aumentar sus arremetidas, subían y bajaban hasta hallar espacio la mano derecha sobre la nuca rubia. Las penetraciones se hicieron más rítmicas y el placer intolerable, apretar el muslo que lo apoyaba solo fue una manera de soltar la presión de su propio cuerpo en combustión.

Las caricias resbalaron a causa de la humedad y los sonidos chispeantes de sus caderas eran silenciados por los gemidos entrecortados que lograban salir de sus bocas besándose. Lo último que pudo ver fueron las pestañas de Shaka temblar cuando se empujó por completo dentro de él y su cuerpo se tensó. Él gimoteó, cerró sus ojos y se dejó llevar. La pasión los cegó y cuando se dieron cuenta lo habían alcanzado.

El orgasmo.

Cuando Shaka se subió sobre él y comenzó a besarlo, Saga no hizo nada para impedirlo pese a los rastros de sueño que aún adormilaban sus movimientos. En el momento en que el calor se hizo más apremiante, tampoco quiso medir las consecuencias.No pudo negarse al sentir los ojos de Shaka sobre él lleno de una profunda intensidad que le robó el aliento. No pudo evitar  precipitarse al placer. Él no cedió, por supuesto que no. Cada marca tras la espalda blanca era indicio de su pertenencia. Declaraban que Shaka era suyo. Ahora lo era. Temblando y respirando hondo, se pertenecían.

Esperaron varios minutos de reposo para recuperar el aliento. Así, con Shaka pegado a su pecho, permaneció inmóvil hasta que el temblor aminorara y la temperatura descendiera. Sólo quedaron rastros de sexo y sudor, sus cuerpos húmedos y pegados junto al cabello largo del rubio que serpenteaba entre sus hombros y espalda. Saga acarició con gestos lerdos los mechones claros. Su vista, puesta en el techo, estaba entretenida ubicando formas en los puntos de colores que había visto minutos antes bajo sus párpados cerrados.

Shaka se removió perezoso sobre su pecho y decidió salir para acomodarse mejor. El griego, luego de un suave gemido ante el vacío, lo atrapó entre sus piernas para dar una media vuelta y caer de costado en la cama. Soltó un bufido adormilado y se quedó prendado en el aroma varonil que Shaka despedía de su piel. Posó sus labios secos sobre la frente de Shaka, en un beso que derrochaba adoración.

—Espera a que te cures. —Amenazó con una breve sonrisa que atizaba el bienestar y la satisfacción experimentada. Shaka sonrió atontado, seguro de que esperaría ese momento con ansias.

Entonces, el reloj sonó. Siete de la mañana.

No fue mucho tiempo el que se quedaron retozando en la cama, no cuando tenía el aviso del avión al pendiente. Ambos se apresuraron para recoger sus ropas y se dieron un baño rápido antes de desalojar la habitación. Era un buen hotel y realmente hubieran podido descansar un poco más si no hubieran invertido gran parte de las horas haciendo el amor.

Tomados de las manos, decidieron salir con sus equipajes para hacer el chequeo y luego de eso, esperar el aviso. Ya desayunarían dentro del avión, por lo pronto lo apremiante era llegar. Ante la cantidad de gente que se movían, imaginaron que tendrían que hacer varias filas para entrar al avión.

Minos, por su lado, apretaba su corbata en el cruce de la avenida. No le daba gracia la idea de que Valentine fuera al aeropuerto precisamente por llamado de Radamanthys, no cuando se suponía que a partir de ese día ya no era parte de su empresa. Valentine no le prestó demasiado cuidado a sus apreciaciones aunque tampoco iba vestido muy formal. Por lo menos, el juez era el que derrochaba lujo con su costoso saco de color marrón.

Tamborileó sus dedos en el volante mientras esperaba el cambio de luz, frunciendo su ceño severamente. Era evidente el malestar que tenía porque se iban a ver de nuevo y no hizo esfuerzo alguno por ocultarlo. Valentine iba siguiendo sus gestos desde el departamento y por enésima vez, suspiró. De haber sabido que se daría así el viaje se hubiera ido en taxi como tenía de primera opción.

—¿Puedes cambiar la cara? —replicó al final y dejó su móvil a un lado para dirigirle una mirada fija.  Minos enarcó una ceja y levantó su comisura izquierda con gesto sarcástico.

—Es la única que tengo.

No pensaba pelear. Valentine prefirió dejarlo así. El mal humor de Minos no quería mejorar y él tampoco estaba dispuesto a cambiarlo. Simplemente siguió el recorrido en silencio hasta que después de varias paradas por fin pudieron ver al Aeropuerto. Las calles húmedas y el cielo nublado era lo que le esperaba afuera, además de la incertidumbre ante lo que vería dentro de la terminal. Aunque la llamada fue desde teléfono de Radamanthys, no era él quien estuvo en la línea. Pero eso prefirió guardarlo para sí.

Al aparcar el auto, Minos dirigió una mirada encendida hacía su pareja. Al menos ya podía decir ese título sin sentir que le estaba dando más mérito que él merecido. Además, estaba seguro que no recordaba la última vez que había mencionado a alguien con esa denominación. Lo había hecho frente a Radamanthys, y admitió que lo hizo con toda la alevosía, en busca de marcar terreno frente a él. No de forma sentimental porque estaba consciente que cuando Radamanthys buscaba y necesitaba de Valentine no era en el plano sexual. Pero también conocía muy bien a ese hombre como para estar seguro de que él se creía dueño de los tiempos de Valentine. Era, después de todo, excesivamente posesivo. Así que marcar una frontera la vio necesaria, incluso una para el mismo Valentine que aún seguía atado a esa amistad.

Y entre todo eso, estaba la inseguridad. Desde que Valentine renunció al cargo había estado con él pero también sabía lo que Radamanthys le despertaba. ¿Qué tanto sentía Valentine por él? ¿Solo era una escapatoria? No lo había pensado a conciencia hasta que el teléfono sonó, Minos vio la pantalla y el nombre de Radamanthys titilaba en aviso. No hasta que vio a Valentine regresando después de la comunicación dispuesto a ir tras él al aeropuerto.

—Gracias por traerme, Minos.

—¿Gracias? —No le dio tiempo a repensar su respuesta. Tampoco quería dar espacio a sus dudas. Minos se acercó, le tomó fuertemente de la nuca y terminó soltando toda esa frustración reprimida en un beso lleno de necesidad. No había lugar a explicaciones, su lengua prefirió comunicarse por medio de caricias húmedas y calientes. Lo hizo hasta que el aire escaseó y la distancia apremió. Entonces se alejó dejando a Valentine demasiado atolondrado por el arrebato.

Con una sonrisa de victoria lo soltó de mala gana. Si seguía mirando esa cara seguramente no lo dejaría bajar del auto.

—Baja ya. —Valentine parpadeó un par de veces antes de comprender el significado de su orden. Minos no le devolvió la mirada aunque desde allí podía observar el brillo en sus ojos ambarinos. Sonrió y sin decir nada salió del auto. No había que preguntar nada, todo estaba dicho.

El tiempo terminaría de darle un nombre a esa relación.

Por lo pronto, mientras caminaba por la terminal tenía sus sentidos al pendiente de lo que fuera a ocurrir. Miró la hora de nuevo y comprobó que faltaba poco para la salida del vuelo con destino a Atenas. La voz de los anuncios dio más prisa a sus movimientos. ¿Por qué Simmons lo llamó? ¿Por qué debía estar allí? La idea de que al menos, aún estaba ese hombre en el aeropuerto donde Shaka partiría había sido suficiente razón para decidir ir hasta allá como se lo había pedido. No le respondió si Radamanthys seguía allí, pero tenía que averiguarlo.

El terminal del Aeropuerto de Heathrow estaba colapsado debido a la cantidad de vuelos cancelados la noche anterior. La gente se movía de un lado a otro y los anuncios eran cada vez más rápidos e intermitentes con el anuncio de la hora de salida de cada vuelo internacional. Shaka debía estar en algún lugar y no precisamente solo.

Esa era otra cuestión que lo tenía un tanto preocupado. Ya había presenciado la forma en que Radamanthys había tratado a su hijo en la última ocasión, no imaginaba cómo actuaría si llegara a verlo con otro hombre. Le había reclamado a Minos por su imprudencia, le había hecho saber sobre lo innecesario que fue recalcarle eso a Radamanthys. El juez se justificó diciendo una enorme verdad que no estaba seguro si era tiempo de aplicar entre ellos. Radamanthys tenía que entender que Shaka era homosexual, tenía pareja y así iba a ser esté o no en su casa. A veces había que ser radicales, le repitió.

Tanto Minos como Radamanthys eran bastante radicales en todo. Solo que tenían métodos muy diferentes de actuar en ello.

Giró su rostro hacía los números que marcaba cada terminal, consciente de que si ya Shaka había entrado a la zona de extranjería no podrían llegar a él y habrían perdido la oportunidad. ¿Acaso quería detenerlo? ¿Hablaría antes de dejarlo ir? Tenían sólo minutos para hablar, el anuncio del vuelo hacía Atenas se había repetido y la gente se movía en distinta direcciones. Soltó el aire agitado, giró su cuerpo a varios puntos mientras daba una visión rápida de 360 grado tratando de identificar a alguien conocido.

Finalmente, lo encontró. El saco largo, el cabello dorado desordenado junto a su prominente altura lo había hecho resaltar. A su lado, varios pasos atrás, podía ver el saco negro que cubría a un desaliñado Simmons pasándose la mano con pesadez por su rostro. La vista no era alentadora y Valentine se acercó a ellos con esa impresión en su mente. Estaban frente a la puerta que daba hacía extranjería y no había señales de Shaka.

Su corazón se comprimió, en conocimiento de lo que bien pudo pasar. Desde las puertas y paredes de vidrio se podía ver los terminales de equipaje y la salida hacia los pasillos que después llevarían al embarque. Los representantes de las diferentes aerolíneas estaban atendiendo a los demás pasajeros y la gente se movía ausente de lo que ellos habían ido a buscar. En Simmons se reflejaba pesar, que junto al cansancio le daba un aspecto desolador. Radamanthys mantenía la mirada en aquella puerta, con sus manos en los bolsillos, como si estuviera en trance.

Se acercó con cuidado y observó cada detalle de las expresiones de ambos hombres. Deslizó su mirada hacía Simmons y al encontrarse con aquellos ojos cansados pudo adivinar qué ocurrió. El hombre solamente suspiró, se sentía la carga de los años más latente que nunca. El alemán se acercó a él y le puso una mano en los hombros para involucrarlo.

—No pudimos alcanzarlo. Cuando logramos verlo ya estaba caminando hacia la puerta de embarque. —Valentine bajó la mirada, consciente de lo que eso significaba. Era demasiado tarde. Radamanthys había llegado demasiado tarde.

—¿Hace cuánto fue?

—Quizás unos diez minutos, no estoy seguro. Hay demasiada gente y creo que ambos no pasamos una buena noche aquí. —Simplemente asintió entendiendo lo ocurrido. Sabía que aún si lo hubieran visto de lejos, Radamanthys no habría alzado la voz para llamarlo. No estaba en su personalidad y ya al estar ante la separación física del aeropuerto, simplemente se había resignado.

Valentine con pesadez se acercó hacia el padre y le palmeó levemente el hombro, con aire cómplice. Comprendió que estaba apesumbrado por haber fallado en su búsqueda temeraria de Shaka en aquel lugar. Debía a su vez sentirse frustrado al no hallar solución alguna como quizás esperaba. Aunque en ese punto, no estaba seguro de que era lo que Radamanthys había buscado en un principio. Después lo hablarían o él mismo se lo diría.

—Valentine. —El joven levantó sus ojos hacia él y pudo detallar en el rostro del hombre rastros de frialdad. Sus cejas fruncidas, sus ojos pequeños seguramente por el agotamiento, la mirada roja y opaca, y el rictus de sus labios fuertemente cerrados aún pese a haber mencionado su nombre segundos atrás . Las líneas de expresión estaban acentuadas entre el desorden de su cabello y la barba que sombreaba bajo la mandíbula y sobre su barbilla—. Dame el número de Shaka.

—¿Eh? —Lo vio apretar su móvil, mantener su postura con la vista fija en la puerta.

—Dime que tienes el número.

Le costó un par de segundos entender. De repente, de estar en un completo estado de inamovilidad, se sintió vertido en un torrente de aguas rápidas golpeando todo a su paso. Eso era lo que ocurría, Radamanthys aún preservaba una última esperanza. Y con emoción renovada, Valentine buscó su móvil y comenzó a revisar entre los documentos el curriculum que había recibido de Shaka semanas atrás.

Una llamada.

Cuando llegaron a la fila donde serían revisados sus documentos, la pareja sacó los respectivos papeles de sus abrigos. Shaka mantenía una sonrisa divertida en sus labios, y a Saga eso le tranquilizaba. La noche y el despertar habían dejado un buen semblante en Shaka, uno risueño, diferente a como se había retirado de la casa y lo que había quedado de él después de aquella visita. Esperaba que se mantuviera así y poco a poco las heridas que le había dejado este viaje sanaran con su compañía. Porque no quería que las cosas cambiaran al llegar. Tendrían que hablar de ello, de su relación y de cómo la vivirían en su tierra.

—Aphrodite me acaba de escribir, nos estará esperando en el aeropuerto —le anunció Shaka mientras guardaba su celular luego de responder al mensaje—. También tu hermano irá, ¿no?

—Así es, y te podré presentar formalmente como mi pareja.

—Dudo que haga falta.

—Quizás no, pero siempre he querido hacerlo. —Shaka compartió una sonrisa comprensiva.

—Ahora que lo pienso, no te presente con Dohko, Shiryu y Shunrey.

—Creo que allí tampoco hacía falta. —Concedieron un silencio cómplice ante la última aseveración. Ellos prácticamente habían vivido todo, no requerían formalidades.

Apretaron el agarre de sus manos y observaron cómo avanzaba la fila. Lo que acaban de comentar de forma casual significaba un cambio en la vida de ambos: una relación. Porque de eso se trataba todo. Aceptar ante la sociedad, las personas que tenían más cerca, la realidad de su relación y la decisión de transitar juntos y conocerse, el tiempo que durase.

El teléfono de Shaka sonó y su dueño buscó entre sus bolsillos sin mayor atención. Mientras lo iba sacando escuchó la voz de Saga muy cerca de su oído.

—¿Seguro no te duele? —Ya eran varias veces en lo que iba de la mañana que lo preguntaba, quizás preocupado por estar tanto tiempo de pie o caminando.

—Ya te dije que no. Además, yo debería preguntarte —leyó el número que parpadea en su pantalla y frunció el ceño. No lo tenía en su agenda, ni lucía como uno de Grecia tampoco. Extrañado decidió responder mientras daba un paso para adelantar un puesto de la fila—. Buenos días, habla Shaka Espica.

Saga le miró de reojo y pudo observar los cambios en la expresión de Shaka. La forma en que se abrieron sus párpados y sus pupilas se dilataron aprensivamente. El estupor en su mirada era acompañado por el leve temblor en sus labios. Supo de inmediato que algo había ocurrido.

—¿Papá…? —Saga contuvo el aire al comprender el significado de aquella llamada. Soltó suavemente el hombro de Shaka para permitirle un poco de espacio, ese que parecía necesitar—. ¿Papá…? —El abogado frunció sus cejas, invadido por una escalofriante desasosiego en su estómago. La palidez en el rostro de Shaka había sido fulminante y el repentino movimiento que lo hizo girar hacia atrás amenazó con romperle algunas cervicales.

No había nada atrás, ningún rastro al menos del inglés. Volvió sus ojos hacía Shaka tratando de leer en sus facciones lo que estaba ocurriendo.

«Te vi. Acabo de verte entrar a la zona de embarque, con un hombre»

Su padre estaba allí. ¡Su padre lo había visto! Shaka sintió que sus piernas temblaban y estaba a punto de caer al suelo por la conmoción de la que era víctima. En la voz de su padre tras la línea, se sentía la aspereza de sus palabras, con su voz que se percibía dañada y enronquecida. Pero el hecho de que lo llamara debía significar algo, más si recordaba el cómo había respondido a su saludo.

«Tu apellido es Wimbert»

Pandora lo había buscado el día anterior para arreglar sus diferencias… ¿No había sido eso lo más descabellado que pensó podría ocurrir? Ante eso, ¿no era esto lo que él sí esperaba? Shaka no tuvo tiempo de pensarlo, simplemente lo hizo. Soltó el maletín de viaje y apretó el celular en su mano. Corrió. Salió de la fila y simplemente corrió. Tuvo que hacerse espacio entre la gente que entraba en la zona, tuvo que pedir permiso azorado mientras sentía los pálpitos en mil en sus sienes. Tuvo que rogar que no fuera una última forma de destrozarlo, aunque el niño dentro de él pedía que corriera y lo buscara. Su padre estaba allí, su padre lo había ido a buscar. No podía despreciarlo aunque quizás fuera tarde para todo. Bajó las escaleras velozmente y casi perdió el equilibrio al llegar a la otra planta. Sus ojos azules buscaron con desesperación la puerta y se apresuró a ella en cuanto la vio. Pura intuición. Puro impulso.

El mismo impulso que en Grecia lo había hecho cambiar de vuelo, modificar sus planes, ir a ese lugar tres semanas atrás. La misma necesidad humana. La misma sed.

La misma melancolía.

Parado en el borde de la puerta, Shaka sintió su realidad golpearle violentamente en la cara. Tras los vidrios que separaban la sala de equipaje, lo vio. Sujetaba el teléfono en sus manos, con la mirada enrarecida.

Allí estaba su padre.

Sintió el sentimiento sobrecogerle a tal punto que sus pulmones perdieron volumen y no hallaron suficiente aire para abastecer la reciente carrera. Sentía el temblor en sus manos y el frío calando sus huesos, claros sintomas de descompensación. Pese a ambos tener los teléfonos en sus orejas, ninguno hablaba. Solo se veían.

¿Qué era lo que podían decir?

Sus gargantas se encontraron trabadas de tantas cosas de las que hablar y el peso de los minutos que sentenciaba la irremediable separación. Ambos habían esperado ese momento y por fin, al verse, conseguían en el otro el mismo sentir. Por primera vez en años, sus miradas se cruzaron en sintonía y sus impulsos sincronizados. Pero no había palabras.

Solo hubo silencio y una llamada que cayó. El hilo conductor ya no era tecnológico pero igual viajaba por el aire. En el medio más antiguo de comunicación humana.

Saga llegó hasta donde su pareja permanecía de pie con la visible tensión en sus manos. Se encontraba agitado debido a la carrera que tuvo que hacer detrás de Shaka, cargando con ambos equipajes de mano; pero al notar la expresión del decorador imaginó que su padre debía estar allí. Dudó por un momento si debía acercarse, pero de inmediato decidió que no había razón para esconderse. Que quizás, además, Shaka necesitaba saberlo allí por si requería algo de él.

Colocó una mano comprensiva sobre su hombro derecho y lo sintió estremecer bajo su tacto. Al dirigir la mirada al frente, pudo observar al mismo hombre que una semana atrás había visto en el hall del edificio. El mismo temple, pero la mirada destrozada. No era en nada la sombra del hombre que había visto caminar con tanta determinación. Se notaba la turbación en su rostro.

Y pudo reconocerlo. Justamente ese hombre, allí, estaba en el mismo punto al que había encontrado a Shaka una semana atrás en la habitación después de lo ocurrido entre los casilleros. Turbado y herido, tragaba todo, peleaba con todo, recibía el mismo el dolor de las piedras acumuladas. Pero allí estaba, empujado, como la gravedad impulsa a las aguas del río, él se sentía instigado a enfrentar lo que más le dolía.

La comparación le conmovió. No eran en nada distintos. Shaka y su padre eran dos gotas de aguas idénticas, Shaka era indudablemente su hijo. Renegarlo era absurdo e incluso un golpe mortal. Negarlo era desconocerse a sí mismo. Así de profundo e intrincado era el lazo fraterno que los envolvía.

Volvió la mirada hacia su pareja y apretó el agarre sobre su hombro tenso. Al darse cuenta que aún no había una reacción evidente, soltó su hombro pero le tomó suavemente la mano. Allí Shaka guió su mirada hacía sus dedos que recibían los de Saga en un silencio consensual y no dudó en tomarlos.

—Ve —susurró el abogado en un tono respetuoso, mirando fijamente los ojos claros de Shaka—. Yo te espero.

Shaka tomó suficiente aire y afirmó. Saga pudo ver como la determinación endureció sus ojos acuosos. El roce de sus manos cedió y lo liberó para que siguiera su camino. Los pasos se dieron con firmeza y desde allí el abogado pudo notar la conmoción que el hombre tras el vidrio vivía ante cada paso dado. El teléfono había quedado de lado.

Pensar que era la tercera vez que estaban frente a frente después de seis años, los golpeó a ambos justo cuando la distancia había sido eliminada. Memoraban que en la primera ocasión se habían dicho tantas cosas sin dar espacio al dialogo, que se habían hecho daño. Que aquella junto a la segunda los había destrozado y había derrumbado todo lo que ambos a su modo habían protegido, les había hecho entender una realidad. No se puede tapar las grietas de una pared con papel tapiz; el papel no soportaría la pared cuando ocurriera un terremoto.

El silencio fue mutuo y necesario. Las palabras debían ser encontradas para quebrar la presa impuesta y las piedras revueltas entre ellos. Para Shaka, tener a su padre frente a él de nuevo significaba muchas cosas, porque pese a todo, no se sentía un niño como antes. Quien estaba frente a él se veía tan humano y alcanzable como a sí mismo, como si al final, el mismo Radamanthys no pudo mantenerse en alto cubierto de orgullo. Desencajado, agotado, pocas veces recordaba haber visto a su padre así y la idea de que fuera por él le llenaba de contradicciones.

—Te ves… mal —concluyó después de un breve escrutinio, al notar las bolsas de sueño bajo sus ojos, la desaliñada apariencia—. Como si no hubieras dormido.

—No dormí. —La afirmación fue tácita, los ojos de Radamanthys se deslizaron hacia la puerta donde minutos atrás estaba su hijo y ahora estaba aquel hombre que lo acompañaba. Shaka vio desde su posición a Valentine y a Simmons, se sorprendió de este último, pero la pregunta de su padre le robó la atención—. ¿Quién es?

Shaka volteó hacia su pareja, siguiendo la dirección de la mirada de su padre. Saga, quien estaba tratando de distraerse en su móvil levantó los ojos al sentirse observado.

—Es mi pareja —respondió y regresó la atención a su padre, con la turbación en la garganta.

—Cuánto tiempo. —Esa pregunta Shaka no la supo responder. Irremediablemente su rostro se avergonzó ya que no había manera de ponerle tiempo a lo que ellos tenían. No lo sabía, no podría decir que tan solo unos días sí estaba allí, no había manera de justificarlo y comprendía que tras la interrogante de su padre estaba un aspecto importante que pensaba evaluar: qué tan serio era. Quizás, qué tan serio tomaba sus relaciones. Shaka se sintió apenado al no poder decirle a su padre una verdad, porque esta era un poco complicada para catalogar en un par de palabras—. Olvídalo —concedió Radamanthys luego de ver como su hijo había inclinado su rostro.

No, no quería saber. No quería saber que era solo un amante de paso más. Shaka comprendió aquello y arrugó su frente. No estaba satisfecho con su respuesta..

—No había tenido una relación desde Simmons. —Decidió confesar—. Desde lo ocurrido, no me había dado esa oportunidad hasta ahora. —Levantó su mirada hacía él, fortaleciendo su posición—. Con él es diferente.

Se quedaron callados por un minuto y deslizaron sus ojos a otros puntos lejanos. Hubo un nuevo anuncio del vuelo, solo quedaban diez minutos para cerrar la entrada. Diez minutos para despedirse.

—Ayer conocí a ese hombre… —Escuchó y regresó sus ojos hacía su padre que había puesto de nuevo su atención en Saga, como si lo escrutara—. Al hombre que dijiste que te había ayudado.

—¿A… Dohko?

—Sí. Al anciano.

—¿Pero cómo…?

—Te estuve buscando —afirmó y enfocó sus ojos en Shaka. Notó la sorpresa en su rostro—. Luego vine, te busqué y esperé hasta ahora. —Tragó grueso—. ¿Se supone que eso debí haberlo hecho hace seis años? —Hubo un leve tono de reclamo, que no estuvo seguro a quien había dirigido.

—O yo debí haber regresado…

Seis años. La noche con lluvia. Quizás si no hubiese atravesado la ciudad, si se hubiera quedado replegado en la cerca de su hogar, quizás si Radamanthys hubiera ido tras él, lo hubiera encontrado aún allí. Quizás si aún sin haberlo encontrado cerca, lo hubiera perseguido hasta llegar a ese hogar, lo hubiera encontrado lleno de aserrín. Entonces, sin la tonelada de orgullo y de culpas se hubieran mirado de la misma forma que en ese momento. Hubieran reconocido que se necesitaban y que estaban profundamente heridos. Que querían entender… que querían una oportunidad. Si esa charla de padre e hijo hubiera ocurrido muchos años atrás, muchas cosas serían distintas. Demasiadas.

Entre las miradas eso se había dicho, pero tal apreciación le dolió profundamente a Shaka, quien estaba seguro que de haber ocurrido todo eso, jamás habría ido a Grecia, conocido a tantas personas importantes que estaban en su vida, conocido a Saga… cuando ese último pensamiento llegó a su mente, recordó completamente las palabras de Dohko días atrás.

«… ¿Realmente fue malo? Lo que viviste con ese hombre, ¿no vale la pena recordarlo? Lo que aprendiste, lo que sentiste, todo eso, Shaka, ¿te hizo infeliz?»

« Un río, es río por el camino que recorre, no por el final »

¿Realmente fue malo?

Shaka por fin pudo responder esa pregunta, con una nueva perspectiva de todo lo que vivió. Cada humilde victoria que lo acercaba a sus méritos, cada cumpleaños y pequeños festejos con la pequeña familia. Cada risa junto a sus amigos en Grecia, cada triunfo que fue cosechando desde entonces. Shaka no podía borrar al Shaka Wimbert con cambiar el apellido, pero tampoco podía enterrar a Shaka Espica renegando de él. Todo lo que era, todo lo que en ese momento estaba en frente de su padre, era producto de ese largo camino transitado en 27 años.

Los “hubiera” no tenían lugar.

Shaka le sonrió a su padre y recobró el brillo en su mirada. No había lugar a los “hubieras”, esa era la simple lección de la vida. En la vida no existían las suposiciones, sino las certezas.

Y él había obtenido la suya: No fue malo, solo fue necesario para ser quién era. El Shaka en que se había convertido.

—Lo importante es que ya estamos aquí. —Incluso enderezó sus hombros, luciendo derecho ante su padre, con la firmeza que lo levantaba día a día para enfrentar a Grecia—. Que ya el tiempo llegó.

La repentina liviandad que sintió en el rostro de su hijo lo aturdió un poco, pero colaboró en destensar el ambiente turbio que los envolvía. Tenía tanto sin verlo sonreír así, que fue imposible no recordar cuando más joven le hablaba de todo en cuanto le gustaba y esbozaba sonrisas similares. Ya había pasado mucho tiempo y sus rasgos se habían formado, todo rastro aniñado terminó de madurar para darle un aspecto adulto. Sus ojos claros tenían la fuerza de la experiencia y todo su ser destilaba seguridad, no la de un jovencito lleno de energía, sino la de un adulto joven con metas firmes.

Eso encendió sus propios ojos claros, eso avivó una pequeña llama que cocía los rastros añejos dentro del pecho de Radamanthys.

—Cuando vine, no estaba seguro de qué debía hacer. Di muchas vueltas —habló con soltura, sin quitar los ojos de su padre—, fui hasta la casa y hablé con nana Eli, le pedí que me encubriera. No sabía de qué modo acercarme ni qué decir. No tenía ningún plan y luego de seis años atándome a planes, me sentía perdido. —Deslizó sus ojos hacía el vidrio y observó a su pareja mirando el reloj—. Fue por Saga que tuve el impulso de venir sin planearlo, algo que él me dijo me gatilló hasta aquí —explicó volviendo la mirada a su padre—. Me di cuenta que no quería esperar a una tragedia para volver. Pero, cuando llegué aquí, sentía que tenía tanto que explicar y tan poco que decir, que lo único que se me ocurrió fue enfrentarte en una noche y simplemente esperar. Enfrentarte con lo único que quizás podrías entender: mis logros, mis medallas, mis premios… Que al fin de cuenta siempre que los obtenía terminaba pensando en qué me dirías sobre ellos si me vieras. —Tragó grueso, sintiendo su voz forzada—. Probablemente encontré la peor forma de acercarme, quizás yo mismo propicié que me vieras como un intruso cuando me colé como uno que no hallaba espacio en tu vida. Pero no… no sabía volver.

—Tienes que volver… —Las dos lágrimas no rodaron, simplemente se precipitaron a la tela del abrigo. Radamanthys sintió un millar de esas mismas en su garganta, negándose a salir. Y le temblaron los brazos al faltarle algo.

—Lo haré —Shaka levantó el dorso de su muñeca para limpiar el rastro húmedo de su mejilla con brusquedad—. Lo prometo.

Sonó el último aviso. Cinco minutos.

Ambos mantuvieron su mirada unos segundos más.

—Tienes que irte. —Pero hacía falta algo.

—Lo sé… — ¿Qué era?

—Tienes mi número. — ¿Qué faltaba?

—Te escribiré cuando llegue.

Shaka sentía que ya había dicho todo lo que podía decir. Para Radamanthys, en cambio, algo faltaba. Lo vio sonreírle una última vez y dar un paso hacia atrás. Sintió el irremediable desprendimiento en sus vísceras y el escozor en sus ojos, cuando de nuevo vio la espalda de Shaka. La ansiedad se acumuló en un grito inadvertido, en una mirada que se negaba a verlo partir una vez más. Aunque supiera que volvería.

Algo faltaba.

—Shaka. —No podía dejarlo ir sin ello. Su hijo volteó ya en la entrada, estaba dispuesto a irse. Al verle los ojos, esos claros que tantas veces protegió en su tierna infancia, el nudo que ya tensaba su voz se cerró por completo. Su mirada gritó por él. Su expresión clamó por él.

—No hace falta que lo digas… ya lo sé —El hombre arrugó el ceño. Soltó el aire que le quedaba en un gesto trémulo y atorado—. Hasta pronto, papá.

Diez minutos no serían suficientes y ambos merecían más que eso para decir todo lo que tenían que decir. Radamanthys se quedó con las palabras trabadas en su lengua, incapaz de decirlas. Porque también quería explicarle, decirle cuánto le dolió pensar que se había escondido todo ese tiempo, que tenía algo por ocultar. Que el orgullo solo trataba de tapar una carencia y no se mostraba ante él, como creyó había pasado siete años atrás.

Faltó el perdón.

Faltaron las disculpas.

Faltaron los me equivoqué.

Observó a su hijo tomar la mano de su pareja y perderse en el pasillo que llevaba a la zona de embarque. Sacó su pañuelo blanco y tuvo la necesidad de arrastrarlo tres veces por su rostro. Lo sostuvo un par de minutos más y sopesó todo lo que tenía condensado dentro hasta que se vio humedecido por algunas cortas lágrimas. volvió a frotarlo contra su piel hasta que alivió el ardor. Tragó grueso y sintió la mano de Valentine apretando ligeramente su espalda, a modo de consuelo. No pudo más que soltar el aire y dejarlo ir.

—Ya habrá tiempo. —Como si su amigo hubiera leído en su semblante todo el caos que significaron los últimos minutos, Radamanthys sintió que esa era la única conclusión. Tiempo.

Ya habría tiempo para hablar, para entenderse, para reencontrarse por completo.

—Tenemos que regresar. —Valentine asintió y respiró hondo—. Ve a la oficina y encárgate de todo. Tengo que hablar con Fler.

—Radamanthys, ya no estoy trab…

—Yo nunca acepté esa renuncia.

Era tiempo de regresar a casa.

Para ambos.

Su hogar los esperaba.

Notas finales:

Omg!! cuando leí las respuests de los reviews, me dí cuenta de los dedazos :c Disculpa a las lindas personas que me comentaron, es que con mi trabajo termino agotada y se me pegan los dedos en el teclado T_T

Espeor que les guste este capítulo, ya tengo el esquema para los últimos dos y ya acabaré mi segundo LONGfic :3 Ha sido un placer escribir a su lado ♥


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