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S'agapo, mere dost por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

El problema no es encontrar la respuesta, sino que hacer con ellas. ¿Ante la respuesta encontrada que harán los dos hombres?

«—¿Por qué no duermes con tu mujer?

—No hace falta. —Sacudió su cabello a un lado en la alberca—. Solo voy al lecho cuando es necesario.

—Para intimar, supongo. —El otro asintió, mirándole de reojo.

—¿No es así en tu tierra?

—La unión entre hombre y mujer no es solo para concebir en mi tierra.

—¿No?

—No. Para nosotros, el placer también es una forma de transmitir energía y limpiar el espíritu. Es un momento de comunión y conexión.»

Las palmas helenas se abrieron para palpar mejor y atrapar más piel. Apretó contra su cintura y su espalda, enredó uno de sus dedos con el upavita que mostraba lo sagrado que era el cuerpo que tenía en sus manos. No extrañó las caderas femeninas, ni las curvas exuberantes. Halló gozo al sentir la piel dura y los músculos tensos, el hueso afilado de la cadera entre sus manos desnudas, amarrado en esa tela que en algún momento consideró estorbosa.

Pero aquello podía esperar, aún podía hacerlo. La deliciosa experiencia de besar los labios que antes solo veía soltar sabiduría le arrebataba toda la consciencia y le obligaba a solo callar, callar y moverse, sorber y halar, volver a absorber y tirar. El sabor de su saliva, el aroma varonil que le recordaba al sudor de los entrenamientos y la adrenalina de una victoria asegurada en la palestra, aunque esta fuese de otra índole.

Ya no sabía hasta qué punto en ese combate había algún ganador o perdedor. No cuando se sentía vencido en varios momentos cada vez más repetitivos antes los movimientos sensuales de los labios de Shaka sobre él. No cuando podía medir cuánto le costaba a sus piernas recuperar la dureza en el momento en que aquel le apretaba sus costados y no escatimaba mover a sus manos, cuando la suya aún titubeaba a su espalda.

Shaka tenía el control de sus acciones, pero cuando creía que quería alejarse, el heleno lo apegaba a él. No era momento de ir hacia atrás, el camino que habían empezado a recorrer tenía que llegar al final. Saga quería todas sus respuestas, quería entender qué era lo que estaba detrás de toda la ansiedad sentida. Y halló que los labios de Shaka le habían dado mayor plenitud que los de su mujer. El solo pensar que esos mismos labios hablaban y disertadas con una elocuencia admirable, le entregaba un gusto desquiciante a su paladar.

«—Los esclavos nacen esclavos en tu tierra según me hablaste. Es parte de su varna, el varna más bajo.

—Así es.

—Y aún así, te resiste a la idea de tratar a mis esclavos como lo que son.

—El varna de nuestra tierra ha establecido una jerarquía que se respeta, es mandato de los dioses. Pero Budah dejó enseñanzas que hablan en contra de ello y la contradice.

—¿Creen más en un profeta?

—Considéralo como un oráculo.

—No es lo mismo, no veneramos al oráculo.

—Pero si a los héroes que siendo humanos o semidioses han realizado hazañas.

—Hazañas de guerra, de poder, de fuerza y habilidades sobre los hombres.

—Budah sobrepasó nuestros límites espirituales. Encontró la iluminación alcanzando el máximo nivel del paroxismo: el nirvana.

—¿Divinidad?

—No. Liberación.»

Arrastró sus pies hasta el Kline que estaba contra la pared y se dejó caer cuando su cuerpo perdió el equilibrio. Sin embargo, sus manos no tardaron minuto alguno cuando se habían arrastrado en las caderas extranjeras para presionarlo contra él y obligarlo a caer sobre sus piernas. Los latidos corrían acelerados y el aroma estaba combinado en una fragancia erógena, que se camuflaba con el sudor que Saga había traído de su caminata del día y la tierra amarilla aún pegada en sus pies.

En ese segundo se miraron. Mientras el cuerpo de Shaka se acoplaba en su paso sobre las piernas del estratego, juntaron sus miradas para corroborar las acciones que ocurrían y verificar sus respuestas. No hubo palabra alguna, pero sus ojos hablaban con claridad las emociones que lo teñían de un brillo ávido y traicionero. Y si aquello no era suficiente elocuencia, estaban las manos del uno y el otro explorando con suavidad y agresividad según la piel que quedaba atrapada en sus yemas.

Saga apretó los muslos de Shaka comprobando su dureza. El hindú en cambio destinó suaves caricias exploratorias entre sus hombros y el grueso cuello, dibujando los músculos marcados. Cuando ambos cerraron los ojos, aún sus labios no habían concretado un encuentro húmedo más, pero iban camino a ello. No obstante, la concentración a la que se habían sumergido se trataba sólo del magnetismo que sentían en sus pieles cuando la distancia aminoraba. La manera en que sus poros se erizaban, el hormigueo en la punta de su nariz y la humedad atrapada en el aliento que golpeaba los labios del otro erráticamente. Persistente y atosigador.

El pensamiento había sido mutuo y simultáneo. Creían imposible el haber tardado tanto en comprender que ese punto era el que buscaban, hasta ese nivel había llegado y esas acciones son las que debían realizar. Parecía increíble pensar que en todo ese tiempo se lo habían negado.

«—Es parte de nuestro dharma proteger y honrar a nuestras mujeres. Cuidamos a cada una de ellas como lo que son, madre, poseedoras del don de la vida, de la fortuna de la maternidad.

—Aquí también valoramos la fertilidad de la mujer.

—Considero que no lo suficiente, Saga. Valoran más la fuerza y belleza de un atleta que la divinidad de la mujer.

—¿En tu tierra no es así?

—No lo es. Además, Athenea es mujer.

—Pero es una diosa. La que nos dio la victoria y nos preside…»

La espalda del heleno colisionó sobre el mullido lecho y luego sintió el peso de Shaka sobre él. Sus manos, aún más decididas de lo que estaban minutos atrás, deshizo el nudo del Dothi para suavizar los amarres y tener más espacio para captar con plenitud la belleza de ese cuerpo dispuesto a absorber toda la experiencia sin preguntar. Shaka no se opuso, más bien tomó control de nuevo, con un beso que está lleno de ansiedad y de locura en partes iguales. Percibió que no había atisbo de duda, y aquello terminó de desamarrar el hilo de interrogantes que aguardaban en su mente al inicio de esa conversación, que ya no era tal. Que ahora era puro Hibrys abriéndole las entrañas. O una búsqueda imperecedera a un camino angosto para la iluminación. Era impiedad y era desvarío. Era ir contra el dharma y llamar al samsara. Eran demasiadas cosas, para el uno y para el otro, que no querían pensar en ese momento.

Apretó mejor su espalda y hurgó con sus dedos bajo la tela para absorber el sudor que mojaba los glúteos. Al mismo tiempo, se sintió taimado ante un movimiento que fue inesperado y lo hizo sobresaltar. Era la mano de Shaka, que siempre directa como sus palabras, como sus conclusiones, habían tomado a su erección palpitante bajo las telas del himation. Saga soltó un gruñido y comprobó que los labios de Shaka se encontraban entreabiertos y húmedos, hinchados. En la cercanía se volvieron a respirar, y miraron fascinados cada uno la dilatación de las pupilas del otro. Cada vez había menos verde y menos azul, pero quedaba claro que el negro dominaba así como el deseo y su necesidad. Como si se sincronizaran.

Como si fuera el modelaje perfecto, la obra correcta. Como si todo estuviera dispuesto para cumplirse así.

Entonces comprendió el porqué Shaka, cada momento que sentía que las acciones se hacían más profunda, se detenía a mirarlo directamente a los ojos y menguar la rapidez de su caricia. Al entenderlo hizo lo mismo, prolongaba la fascinación y encontraba el modo de que la euforia de su encuentro no atropellara la importancia del ritual que tenían. Para Shaka, siempre es más que placer sexual. Para Shaka, siempre fue más que cuerpo. Más que el físico, que los músculos detallados. Para él era la búsqueda de una comunión más íntima. Era el encuentro… ¿con qué?

Ya lo descubriría… después. Después que le quitara el sabor a sus labios sedientos. Luego de apretar a sus glúteos. Cuando haya acabado de sentir su calor y haya encontrado el final de sus acciones.

Después…

«—Quieres decir que estas en la segunda etapa del Ashram. Para ustedes el consolidar una familia es a temprana edad.

—Por eso me pareció intrigante el que estuvieras apenas casado.

—Y ya tú tienes un hijo… ¿Luego de esta segunda etapa, cual tienes que cubrir?

— Vanaprasthia, el abandono del hogar para dedicarse a la meditación y la búsqueda de la iluminación.

—Serás un maestro.

—Para lo que me he preparado desde mis ocho años.

—No volverás…

—No, no volveré. Dejaré los viajes, la búsqueda del conocimiento del mundo y me dedicaré a mi exploración espiritual y purificación.

—¿Con qué objeto?

— Moksha. O lo que Budah llamaba Nirvana»

Si tan solo pudiera convencerlo de que aquello que vivía era un nirvana muy íntimo, muy carnal y personal. Si tan solo pudiera retenerlo. En ese minuto de insensatez, en donde el placer había tomado el lugar de lo correcto en su mente, había pensado en la posibilidad de tenerlo más cerca, más. Como si el choque de sus pechos no fuera suficiente. Como si el roce de sus piernas no bastaran. Ni mucho menos la fricción de sus sexos sobre la tela, mientras sus labios conjugaban besos en lenguas muertas. Estaba seguro que de tener la potestad de amarrarlo a sí, lo haría, pero también tenía la certeza de que no podría retenerlo.

Era su igual, y allí radicaba el fondo de su intensa fascinación. Shaka no era inferior a él. Jamás lo sería. Se trataba de una persona que estaba a su nivel y que podía hacerle frente en el momento que quisiera. En el combate, si lo ameritara. En los debates que en todo ese tiempo habían entablados. En momentos como esos, donde el calor del placer apremiaba y sus cuerpos sucumbían a energía distendida por sus cuerpos. Allí sobre su cuerpo inhibía su capacidad de oponerse y lo golpeaba con su intensa autoridad. Se movía como quería, lo enloquecía y sus bufidos acelerados no enmudecían en medio del frenesí.

Pocas veces se había sentido tan aturdido. Mucho menos tan dominado. Con el sexo quemándole las retinas, apenas lograba ver el rostro de Shaka de cerca mojado de sudor, mientras sus manos con pericia se acercaban a tocar y amenazaba con matarlo. Saga quería morir así, quería morir en sus manos. Le dio permiso de tomarlo y hacerlo estallar, si quería. Le dio permiso a su palma de envolver su virilidad y manipularla. Se entregó al placer prohibido y se hizo cómplice de él.

De eso se trataba todo. Su relación, siempre había estado teñida de ello. Shaka recibió el mismo trato a los pocos minutos y apenas tuvo tiempo de morder sus labios antes de tragar un gemido. Entonces, Saga decidió tomar el control, lo empujó para quedar de costado y buscó corroborar por el mismo lo que provocaba en él. Quiso ver la transformación de la belleza y encontró, para su pesar, que sería algo de lo que quisiera ser testigo no solo una vez.

Quería más. Ansiaba más.

«—Entonces no tomas la mano de una mujer, pero si la de un hombre, públicamente.

—Es natural para nosotros demostrar nuestro vínculo y profunda amistad al tomarnos las manos con nuestros amigos.

—Aquí tendrían que ser eraste y erómeno, de otro modo sería incorrecto.

—Nosotros no tenemos ese tipo de relaciones en nuestra tierra.

—Si fuera a verte a tu tierra, ¿lo harías?

—En efecto. Eres mi más cercano amigo, Saga.

—No creo poder acostumbrarme a hacerlo sin tener las miradas.

—Te miraran, pero porque reconocerán que no eres de nuestra casta. Mas no por tener las manos tomadas a las mias.»

Shaka abandonó sus ojos al placer cuando las manos adquirieron velocidad. Pasaba tragos y tragos de salivas espesa y salada, sentía que sus bocas segregaban más y tenía más sed conforme el aroma se hacía más denso. Con apenas respiraciones confusas, ya no había nada de lo que pensar o siquiera promover. Habían llegado a un punto de no retorno. Los dedos aguzados ante cada escalofrío daban evidencia de que estaban a punto de llegar.

Volvió a abrir sus ojos y Saga contempló la belleza de aquellas gemas azules dispuestas ante él, sus espesas pestañas humedecidas y el sudor bañando a su rostro con mechones de cabellos pegados. Shaka podía decir lo mismo, porque el heleno no distaba mucho de una imagen similar, con incluso los labios hinchados de besos y el sonrojo en su rostro que cubría más allá del cuello.

Las piernas enredadas, las telas hechas bultos entre sus muslos, la desnudez casi entera entre ellos lucía brillante a causa del sudor. Sus cabellos apegados a la piel y la envolvente caricia íntima, le daban un aspecto febril. Los labios entreabiertos respirándose sobre sus rostro. Los párpados entrecerrados, ocultando el matiz de su mirada. Los latidos disparados, los movimientos torpes y desesperados. El caos.

Saga volvió a empujarlo cuando lo sintió intolerable. Se meció sobre sus caderas y su mano como si no pudiera aguantarlo más. El movimiento y la locura provocaron en Shaka una reacción en cadena y casi al unísono comenzaron a rozarse en búsqueda de la culminación. La carrera apremiante y la angustia de hallar un final los llevó en desbocados movimientos al punto donde sus músculos se tensaron y sus dedos apretaron las venas saltantes. Consumidos encontraron la salida y el heleno se ancló contra el hombro de su huésped cuando pudo acabar. El sopor instantáneo lo desorientó y pronto el placer en una bruma ensordecedora se convirtió en un zumbido permanente en su cabeza mientras su cuerpo se destensaba y los temblores sacudían a su organismo.

Sus cuerpos sudorosos y humedecidos. El olor de su simiente y de ellos. El anhelado e irreal destino.

«—Somos tan distintos.

—Así es.

—Pienso que justo eso lo hace fascinante.

—¿Fascinante?

—Todo lo que puedes aprender de mí, lo que yo puedo aprender de ti. Pienso en todo lo que puedo crecer contigo.

—Tienes razón. Puedo sentirlo.

—¿Quieres vivirlo?

—Para eso estoy aquí.»

Tardaron en recuperar el aliento, tardarían aún más en encontrar las palabras. Sobre el lecho angosto, los dos tenían sus miradas en puntos distantes aún sorprendido por el lugar a donde habían llegado, hacia donde sus acciones los habían arrojado y no cupo un pensamiento coherente. Lo único cierto es que debía haber una respuesta.

Saga dirigió una mirada exploratoria hacia el cuerpo semi desnudo a su lado, grabándose la imagen. La virilidad rebosante y lo inexacto que se sentía el sentimiento que aún aprehendía en su interior, lo único que no murió con el clímax del sexo. Cuando levantó sus ojos, encontró entonces a las pupilas de Shaka sobre él, escudriñándolo. Parecía buscar alguna señal de arrepentimiento y podía entender que lo hacía, porque el mismo Shaka lo sentía. Después de todo su doctrinas era bastante clara no entre lo que se debe hacer, sino en las consecuencias que se deben asumir. Más que una obligación prohibitiva, era una concertada aceptación responsable de los actos.

Seguramente esperaba saber con qué debía cargar en su viaje de regreso.

—Quieres preguntar algo. —Halló su voz ronca, y se sonrió levemente al notar los rastros de excitación aún en su cuerpo. Shaka cerró los ojos para tomar aire. Pasó los dedos largos de su palma limpia sobre su propia frente, despejando los mechones y dejando visible la marca de su tilak que estaba por borrarse.

—Tu respuesta —masculló sin dirigirle la mirada—. Si hallaste tu respuesta.

El heleno reflexionó unos minutos y clavó sus ojos en la textura del Kline que los soportaba. La presión de las yemas de sus dedos sobre el lecho, le otorgaba unas líneas irregulares que no eran interesantes de estudiar, pero cumplían el propósito de distraerlo. Necesitaba asentar primero sus emociones, y encubrir cuales pensamientos estaban dentro de toda esa madeja de motivaciones, deseos y anhelos que le creaba Shaka dentro de sí.

Nada de lo que hicieron le desagradó. En sí, fue increíblemente intenso. Lo sintió infinitivamente profundo y se hallaba satisfecho a un punto inimaginable. Pero no era eso lo que definía su relación con él. No era eso un aspecto que lo hiciera totalmente distinto. La intensidad de su sentir hacia él ya estaba a un punto que el acto sexual no iba a hacerlo más o menos profundo. Podría estar con Shaka en ese lecho disfrutando su desnudez o debatiendo de política y sentir la misma cuota de satisfacción reflejados de forma distinta. Aunque unir las dos ideas le daban un toque tentador.

Esa era la respuesta. Siempre fue la misma. La sola idea de tenerlo a su lado era lo único que quería, sin importar el modo en que manifestaran su sentir al otro. Se lo hizo saber, con las mismas palabras de aquella tarde, con la misma seguridad que una hora atrás. Pero también necesitaba la respuesta que Shaka debía dar a ello, porque fue él quien habló de motivaciones. Fue él quien puso sobre la mesa la verdad y en cierto modo, quien impulsó el reciente acontecimiento que habían experimentado.

Shaka fue bastante directo. Como si la respuesta la hubiera tenido desde antes.

«El venir aquí con mi familia, nos llevara a algún punto doloroso para ambos y para ellos. Nos orillara. Tú tienes un deber para la sociedad helena, y yo tengo un deber ante mi veda.»

El día del regreso llegó. Esa mañana, la casa del heleno volvió a llenarse de movimientos ante la inminencia del viaje que llevaría al extranjero a su tierra. Shaka comenzó a despedirse de la familia, habló un momento con la hija del estratego, cargó en otro al bebé que había visto crecer en esos meses y agradeció la hospitalidad de la esposa. Durante esos minutos, los ojos del dueño de la casa y el huésped no se encontraron y avalaron las acciones con su silencio.

Myron se encontraba ansioso ante la partida de quien había sido una de sus mayores responsabilidades y a su vez, un compañero. Comprobó por completo las palabras que su señor le dirigió cuando Shaka había llegado: no conocería a otro hombre como él. Estaba seguro que echaría de menos el escucharlo, el verlo y el aprender de él.

El esclavo había ayudado en la movilización de sus pertenencias y a subirlas a la carreta con los otros siervos de la casa. De vez en vez le veía al pasar y esperaba que el extranjero le dirigiera la mirada. Con ansiedad esperó fuera de la residencia, ya que quedaría en él la responsabilidad de llevarlos al Pireo. Bajo su ropa, en un cordón similar al que le había visto a Shaka, tenía amarrado el rollo de papiro que le había entregado y haría llegar a su amo.

Cuando ambos señores salieron de la casa, emprendieron el camino hacia el puerto que debido a la temporada, tendría más afluencia que en el día de su llegada. El recorrido fue dado en silencio y el esclavo extrañó las conversaciones largas que había entre ellos cuando paseaban por la ciudad y les seguía, tal como era su deber. Parecía en ninguno de los dos haber una intención de quebrar el mutismo que los estaba acompañado.

«Yo estaba consciente del punto al que podíamos llegar desde mi anterior viaje, pero si he regresado es porque estoy dispuesto a sobreponerme al kama y no desequilibrar nuestro vínculo con el deseo. Cuando sentí que había deseo en ti, necesitaba saber que pensabas hacer con ello.»

El puerto estaba lleno de movimientos. Los animales y los esclavos se movían por los caminos llenos de tierra, acompañados por los sonidos y la algarabía propia del mercado. Saga bajó y de inmediato se acercó hacia donde los mercaderes se reunían. En ese momento, Shaka aprovechó para mirar al joven esclavo y entregarle un pequeño Yapa mala, diciéndole que sería su protección. Le encargó a su amo a su cuidado y le deseó un buen destino.

Myron le hubiera gustado decirle algo. Deseó tener su pérdida lengua para agradecerle y despedirse. Pero ante su carencia, no pudo más que tomar sus manos e inclinar su frente hacía ellas, en tributo a su presencia y al tiempo compartido. Por todo lo que le había enseñado y por hacerle sentir más que un esclavo, uno más de ellos. Una parte de ellos.

—Shaka. —La voz de su señor llegó para determinar la separación y el joven le soltó violentamente, temiendo ser castigado. Su rostro conmovido por la separación delataba la intensidad de sus emociones. El hindú, vestido de nuevo con las túnicas que eran propias de su región, anudó el turbante que cubría su cabello antes de bajar. Por última vez en ese viaje, sacudió los cabellos cortos del chico.

—Namaste, baya.

No quiso verlo alejarse entre la multitud con su Señor. No quiso contar aquellos minutos. Agarró el pequeño papiro que tenía amarrado y lo apretó descuidadamente, tratando de sostener en algo sus emociones. Sabría que los días no serían iguales tras su partida, y sabía que lo extrañaría. Ni siquiera estaba seguro de cuánto tardaría en volver. Tuvo la necesidad de secar con sus torpes muñecas las lágrimas que marcaron su piel cuando se halló sin supervisión y pudo transmitir su sentir, llenando sus mejillas de tierra.

Mientras él lo lloraba, los dos amigos se abrazaron a modo de despedida en un agarre fuerte y voraz. Un gesto que decía su profundo sentir a la no separación que era inminente e irreprochable. Lo hicieron a sabiendas de que pasaría quizás algunos años antes de volverse a ver y que tarde o temprano, los viajes acabarían. Y aún conscientes de eso, querían disfrutar lo que pudieran de lo que eran, bajo el nombre que fuera, sin importar el cómo.

Como ocurría en cada separación, se soltaron y Saga lo tuvo que dejar ir. Shaka jamás volteó en todo el trayecto. Las raíces de Shaka estaban fuertemente enraizadas en su tierra y no había intenciones de cambiarlo. Era un hombre de Magadha, un Brahma. Su destino ya estaba escrito.

El navío zarpó.

Las palabras dichas en el oído fueron las mismas palabras que luego Saga leería cuando Myron cumplió con el pedido y entregó el encargo.

«S’agapo, Mere dost»

Notas finales:

S’agapo, Mere dost: Te amo/quiero, Amigo mio.

Kline: es un antiguo tipo de mueble, especie de diván o lecho que fue utilizado por los antiguos griegos.

Dhanyavaa: Gracias en Hindi

 

Aquí acaba esta historia. Espero les haya agradado, el final cambió al último momento, por lo que quitaré la dvertencia de Muerte de personaje, tenía pensado que el fic acabara con una vista de 20 o 30 años después pero lo vi innecesario al final.

De corazón espero que hayan disfrutado la trama y cualquier comentario al respecto sientase libre de hacerlo llegar por Reviews, contestaré todos. De verdad muchas gracias a los que leyeron y comentaron ♥ :3

 


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