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Desde siempre tú © por Charly D

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Notas del capitulo:

Hola... ya volví, siento haber demorado nuevo capítulo para quienes siguen este fic.

Primer acto: aparece el villano, lo considero el villano principal de la historia, Donato es pieza clave al igual que la desaparecida Naty para el desarrollo de este fic.

A leer!!

La imagen que contemplaba Diego era de incredulidad, ¿qué rayos pasaba? ¿Quién era ese sujeto que se acercaba tan cariñosamente a su novio? Pero prontamente la situación se tornó más cruel, el recién llegado con premura capturó los labios de Gael, fue un beso en el que por segundos el joven presenció cómo su mundo caía pedazo a pedazo...

 

-¡Suéltame! ¿Qué demonios te ocurre?- Montesinos quitó los brazos de ese hombre de su cuello

-¡Ay!… ¡relájate! ¿Así me recibes luego de no vernos por un buen rato?- harto de parecer un idiota Diego se entrometió en la conversación

-¿Me puedes explicar qué es todo esto?- el chico tenía la rabia marcada en la mirada, apretaba los dientes y cerraba el puño para controlar toda la impotencia que estaba padeciendo en ese momento

-Diego esto tiene una explicación, déjame te digo que…- el nerviosismo del mayor era notorio

-Diego… ¿quién eres tú niño?- el recién llegado lo miraba de arriba abajo acentuando un gesto despectivo

-No estoy hablando contigo, así que cierra la boca- arrastraba las palabras, realmente la furia lo invadía

-No sé qué tienes pero realmente no me interesa, solo vete y permite que atienda a mi pareja como se debe, es de muy mal gusto mirar a las personas mientras tienen un encuentro amoroso- ese hombre se refería a Gael como su pareja, Diego estaba a punto de estallar

-¡Eso no es cierto! Donato entre tú y yo no hay nada-

-¿Donato?- ese nombre, entonces recordó aquella carta, esa que venía del extranjero con el nombre de Donato D’Angelo- eres el de la carta…-afirmó con voz pausada

-Carta, vaya, no sabía que mi correspondencia acababa en manos de un niño- el sujeto continuaba mirándolo con desdén

-Eres un imbécil Gael…- Diego miró al mayor, el cual tenía sudor en la frente por la situación que ocurría

-Diego, en verdad no es lo que parece…- movía las manos intensamente pretendiendo calmar los ánimos

-¿Sí? Eso no lo pensaste en Canadá, vaya que lo disfrutaste- definitivamente Donato era el ser que más odiaba, pocos minutos bastaron para despreciarlo con todas sus fuerzas.

-¿Canadá? ¿Se vieron en Canadá?- la plática se tornaba muy difícil y por el lugar en el cual estaban era muy imprudente armar un escándalo

-Diego, ven, platiquemos- lo tomó suavemente del brazo, pero no esperó la respuesta que obtuvo

-¡No me toques!- soltó el agarre y con fuerza de propinó un buen puñetazo en la cara- Ni se te ocurra- varios empleados detuvieron sus actividades y comenzaron a acercarse, la situación estaba álgida y los golpes empezaban a aparecer.

-¡Oye! No le pegues- intervino D’Angelo

-¡Tú no me hables!- lo detuvo señalándolo con el dedo, momentos después se giró a Gael- si tantas ganas tienes de fornicar, quédate con él, porque yo puedo ser muchas cosas, pero puta no- tomó sus pertenencia del sofá y se retiró a toda prisa, llevaba el corazón destrozado, era la segunda vez que se sentía tan defraudado por alguien a quien quería tanto.

 

-Entra…- con la cabeza gacha Gael le indicaba al otro que pasara a la oficina

-Pero qué…- iba a objetar algo sin embargo con brusquedad fue introducido al lugar.

-¿A qué demonios viniste?- colérico preguntaba Montesinos

-¿Cómo me preguntas eso? Pues no respondías, no me llamabas, no me prestabas atención, tenía que venir a poner las cosas en claro querido- respondió el otro tallándose la parte agredida por la brusquedad

-Entre tú y yo no existe nada, nunca existió y no existirá, ¿no te queda claro o es que solo eres idiota?-

-Estás muy equivocado cariño- pasó su dedo por la mejilla derecha de Gael, sin embargo éste la apartó de inmediato- Quién te viera, ahora rechazas mis manos, pero en Canadá bien que te divertías con ellas-

-Diego es mi vida entera, y nunca lo cambiaría por alguien como tú- D’Angello miraba entornando sus felinos ojos

-Así que esa es la razón… ese niño es el motivo de tu molestia- ironizó con el comentario- No sabía que te gustaba cambiar pañales-

-Deja de decir estupideces y lárgate, no te quiero volver a ver-

-En eso te equivocas, me verás y demasiado seguido, Roma ya me aburrió, y nadie me ha hecho sentir como una fiera en la cama más que tu, así que no, no me iré- tomó asiento en la silla costosa detrás del escritorio de Gael- Te arrancaré de los pequeños brazos de tu nene de jardín, lo que necesitas es alguien real, con experiencia, con pasión en la sangre, no un mocoso inexperto y estúpido-

-¡No te refieras así de él!- le gritó poniéndose frente a su cómodo lugar

-¡Vaya! Estás enamorado… ese macho potente y vigoroso que yo conozco está enamorado…- soltó una sonora carcajada

-Deja de reírte- Gael comenzaba a enojarse

-Tranquilo, solo estoy asimilando todo esto, un hombre como tú, exitoso, guapo y rico… ¿enamorado de un niño?- volvió a reír- ¿Cuántos años le llevas? ¿Cuarenta?- ahora la risotada fue mayor

-Lo que haya en mi vida no te importa, lárgate y no vuelvas, regrésate a Roma, a Canadá… al mismo infierno, ¡no me importa! solo déjame en paz- erguido esperaba que su orden fuera cumplida

-Está bien, me voy…- Donato se levantó de la silla dio media vuelta y pretendía salir, sin embargo antes de cruzarla se detuvo y volteó para ver a Gael directo a la cara- me voy de tu oficina, no del país, ni de la ciudad y mucho menos de tu vida, he venido por algo que se me estaba escapando y voy a recuperarlo al precio que sea… al que sea…- con tono burlesco y giñando el ojo D’Angello se marchó.

 

Una vez solo, Montesinos se desplomó en la silla de su oficina, pasó las manos por su cara y pensaba las una y mil maneras de que Diego lo escuchara, tendría que dar un sinnúmero de explicaciones, el joven no lo aceptaría tan fácilmente, un engaño es un engaño, De Aragón confiaba demasiado en su novio y éste lo había traicionado, por lo cual sería una tarea bastante difícil.

 

 

En su habitación Diego se miraba al espejo, esos ojos mostraban toda la rabia que sentía, había sido herido, engañado, se sentía el ser más estúpido del planeta…

-Yo confiaba en ti… confiaba en ti Gael…- una indiscreta lagrima de impotencia surcó su mejilla, de inmediato la apartó- Eso nunca, no voy a llorar, no por eso, no por eso- respiraba intentando apaciguar el tremendo coraje que por dentro experimentaba. Tan ensimismado se encontraba que no escuchaba el teléfono, sonaba y sonaba pero nadie respondía.

 

-Qué raro, ¿no estará en su casa?- era Bruno que llamaba desde su hogar para quedar con Diego, la última vez que salieron lo pasó tan bien que deseaba  repetir la experiencia, intentó nuevamente pero la respuesta era la misma: nada.

-¿Con quién hablas?- su padre lo interrumpió pues entró al estudio en el que se encontraba Bruno

-Con Diego- respondió secamente y pegó aún más el auricular al oído

-Ya te he dicho que no me agrada que te acerques a ese sujeto- mencionó su padre despectivamente

-Y ya te dije que no me importa, es mi amigo y no me voy a alejar de él solo porque tu lo ordenas, no olvides que ya estoy grandecito y puedo decidir con quién hablo y con quien no-

-Ese tipo es un pervertido, ¿no te das cuenta que te quiere arrasar a su mundo de desvergüenza y perversión?- el menor trató de contenerse, a nadie que se metiera con Diego le iba bien, pero se trataba de su padre y por lo mismo debía mantenerle respeto

-Basta de referirte a él de esa manera-

-Siempre lo defiendes, no entiendo el por qué, me da asco el pensar que tu lo hagas por…-

-¡Quédate tranquilo! Él está con Gael, y solo con ese se va a quedar…- colgó bruscamente y salió hecho una furia, solo su padre sabía cómo hacerlo rabiar y dejarlo con las ganas de desquitarse.

 

 

Diego un poco más tranquilo miraba por la ventana de su alcoba, la tarde comenzaba a caer dando el paso a la oscuridad de la noche, las primeras estrellas se asomaban por el firmamento, intentaba calmarse pero recordaba lo que ocurrió en la oficina de su novio y una extraña sensación se volvía a formar en su estómago.

Notó como su padre llegaba en el auto acompañado por Nora, respiró hondamente y actuaría como si nada, para él era más importante ser feliz al menos con la familia. Arregló su vestimenta, se peinó un poco y debido a su fuerza para no llorar no tenía hinchados los ojos. Bajó para recibir a la pareja…

-Bonitas horas para llegar jovencitos…- bromeó

-Ya papá lo siento- Eric respondió al juego

-Es que tu padre quiso llevarme a comer fuera de la ciudad y mira, yo le dije que no pero insistió- sonrió

-Aguarda un poco… ¿no ibas a salir con Gael? Es raro que estés a esta hora en casa- apuntó el padre del joven

-Ah… lo que pasa es que le surgió trabajo de última hora y se tuvo que quedar a resolverlo- una mentira improvisada perfecta, lo que no tenía en cuenta que solo funcionan para hombres, no para astutas mujeres como Nora la cual una vez más guardó sus pensamientos y conjeturas para después.

 

Cenaron y bromearon, Diego intentó mantenerse ecuánime pese a su tarde turbulenta, finalmente nada ganaba con deprimirse más. Al término, Eric se levantó y acudió a la sala para descansar mientras veía televisión, Nora y el chico se quedaron limpiando la  cocina…

-Y entonces tuvo mucho trabajo Gael ¿cierto?- preguntó ella

-Sí, ya sabes, su… su trabajo y así- contestó sin mirarla a los ojos teniendo como pretexto el secar los platos.

-Sí, conozco el trabajo, es pesado y más cuando se tiene algo que incomoda, resulta más pesado tener trabajo y lidiar con los fantasmas internos- comentó ella

-¿Po… Por qué lo dices Norita?-

-Por nada en especial, solo que la vida es una y es para vivirla felizmente, con su altibajos pero feliz el fin y al cabo, eres joven y tienes muchas cosas por vivir mi amor… ánimo- se acercó y lo abrazó maternalmente, de esos gestos que a veces hacen mucha falta…

-Gracias Norita… muchas gracias- el joven cerró los ojos y en esta ocasión si permitió que saliera un silencioso pero necesario llanto.

 

 

En la habitación de su costoso hotel yacía acostado el responsable de una gran pelea… Donato D’Angello tomaba una exquisita copa de vino mientras contemplaba la oscura noche plácidamente…

-Así que Diego… Dieguito… un niño…- puso la brillante copa frente a él- Un niño se cruzó por mi camino… ¿qué vamos a hacer?- movía el fino recipiente en círculos mientras miraba a través de él hacia la ventana- No me será tan difícil… eres un mocoso, un simple y ordinario muchachito sin gracia, Gael me gusta, lo escogí como mi hombre, y solo mío será amiguito… solo mío…- entornó nuevamente sus felinos ojos y vertió el vino en la alfombra al lado de su cama, después dejó caer la copa, sonrío, una sonrisa que guardaba muchos planes, tantos fueran necesarios para cumplir lo que se proponía.

 

Gael se retorcía en la cama, ¿de qué manera recuperaría a su novio? Ese infeliz de Donato llegó en mal momento, lo que más le pesaba es que era cierto, en Canadá tuvo nuevamente una aventura con ese hombre. Desde jóvenes él y D’Angello se acercaron demasiado, era amantes; cuando Diego apareció, su fidelidad se mantuvo por un tiempo con él, sin embargo Donato sabía cómo hacerlo caer, como desmoronar sus barreras… como enloquecerlo.

Diego había descubierto su traición y si no lo perdonaba iría a brazos de alguien más, Gael sabía que alguien más se aprovecharía de la situación, se moría de celos pues sabía que el rival más fuerte que tenía poseía demasiadas armas como para apartarlo de su lado definitivamente…

-No te lo dejaré, no te lo voy a ceder mocoso imbécil, Diego es mío… no será tuyo Bruno…- él lo sabía, sabía a la perfección que su enemigo era el mejor amigo de su novio: Bruno Baláustegui.

Notas finales:

Gracias!


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