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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Después de la tormenta, viene la calma... ¿O el colapso nervioso?

Ojalá que lo disfruten xD

       El sábado al mediodía, al salir de casa de Shinya, lo había escuchado sin tener prácticamente nada coherente qué responder. Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios, como era de esperar; pero a pesar de que lo tuvo muy presente el resto del día y durante el domingo siguiente, los deberes en su casa se encargaron de enviar semejante noticia a la cola de sus prioridades. No obstante, en aquel momento cualquier posible excusa habría estado de más, pues se encontraba frente a la puerta del departamento que su banda favorita rentaba como base de operaciones en Kanagawa.

       Ryuichi suspiró nerviosamente, intentando tranquilizarse. Estaba seguro de que si se le ocurría tocar el timbre en semejante estado y, luego de eso, se topaba con alguno de sus cuatro ídolos, las cosas no irían bien; cabía la posibilidad de que incluso para Shinya. Ello porque hacía dos días, el pícaro baterista se había guardado el aviso para última hora, evitando así todo el aluvión de preguntas que, al estar con prisa por llegar a su casa, ya no pudo hacerle el pelinegro.

       El colegial echó mano de todas sus agallas; ¡y es que ya había llegado tan lejos! Decidido, presionó el pequeño botón y esperó.

-Hola…- un jovencito de cabello tan negro como el suyo, pero corto, se asomó tras la puerta. Tendría que ser otro roadie, por lo cual Kawamura se sintió muy aliviado. Tanto, que hasta se le olvidó responder. -¿Se te ofrece… algo?-

-¡Ah, sí, lo siento!- se apuró el menor, pero en eso se escuchó una conocida voz que habló desde dentro.

-¿Ha llegado Kawamura-kun, Sakura?-

       Atónito, el mencionado permaneció en silencio: podía jurar que había escuchado a Minato Masafumi-sama decir su nombre con gran familiaridad. El muchacho tras la puerta lo miró, esperando que le confirmara si era o no la persona por la cual aguardaban, pero en eso tuvo que hacerse a un lado y abrir en un ángulo mayor. Unos largos y blondos rizos hicieron su aparición.

-No, ¡deja You! Deja al chico tranquilo con lo que está haciendo; yo iré a comprar los cigarrillos. ¿Alguien quiere algo más?-

       Ryuichi clavó sus ojos abiertos como platos en Crazy Cool Joe, el diestro ex bajista de la banda Rajas; quien, con aire acostumbradamente despreocupado y sus conocidos pantalones de piel de leopardo, estaba de frente a él, a escasos centímetros. El rubio, interpretando el silencio de su compañero de banda como una negativa poco cortés, maldijo entre dientes; volteándose luego para dirigirse a la calle. En eso, se percató de la presencia del jovencito y le sonrió, pero se ahorró las palabras a las que, de todas maneras, el menor habría sido incapaz de responder.

-…¿Ryuichi Kawamura-kun?-

       Saliendo de su pasmo debido al llamado, el ojicastaño se vio obligado a reaccionar: era el baterista mismo de Dead End quien, al lado del otro adolescente, solicitaba su confirmación.

-S-sí… Soy yo.-

-Oh, bien. Entonces no te quedes ahí. Ven, entra.-

       Minato sonrió ligeramente, retrocediendo un par de pasos para permitirle al chico que ingresara.

       Una vez dentro, el de Yamato pudo observar detenidamente el lugar: la sala era espaciosa, pero estaba –justo como se lo esperaba- bastante desordenada, pues había desde instrumentos hasta pedestales; ropa, cables, cigarros, paquetes de comida y botellas que alguna vez albergaron diversos contenidos. Al fondo, en el pequeño patio interno se prolongaba el tiradero, pero además podían verse algunas cajas de herramientas con las cuales los asistentes -como lo hizo el que le abriera la puerta al volver a su faena- arreglaban o ajustaban los aditamentos y demás pertenencias de sus jefes. A la derecha se encontraba una puerta que tendría que dar a la sala de ensayo, pues estaba guarnecida con un material aislante de ruido. Shinya salió de dicho aposento llevando en las manos un par de tambores que ya había reemplazado, y al ver a su kouhai solamente le dedicó una sonrisilla.

       El percusionista pelicorto condujo al chico a unos sillones que estaban en la esquina del lado contrario a donde se hallaba la puerta revestida, pues era claro que los jóvenes ayudantes tendrían que frecuentar mucho ese paso. A la distancia se escuchaba una música que debía provenir de la mencionada habitación.

-Bien, a ver- dijo Masafumi tras sentarse y esperar a que Ryuichi hiciera lo mismo. –Tengo entendido que eres amigo de Shinya-kun, ¿no es así?-

-Así es- repuso el menor, deslizando la mano por el descansabrazos del mueble con disimulados nervios. –Vamos a la misma secundaria.-

-Ya veo. En ese caso, supongo que él te dijo que tendrías que dejar de asistir a clases. Para serte sincero, en el tiempo en que no estamos de gira el trabajo no es tan demandante en cuanto a horario, pero sí necesitamos que se encuentren disponibles durante las horas en que normalmente se está en el colegio.-

       Kawamura asintió, mirando al mayor. En realidad, no le había mencionado nada de aquel asunto a su madre; ni pensaba hacerlo, al menos por un tiempo. Claramente, ella no le permitiría abandonar sus clases; no por una razón que consideraría a todas luces disparatada.

-Por cierto…- se interrumpió el ex Saber Tiger -¿En qué año estás?-

-En el último. Shin y yo somos compañeros.-

       Mentir no era su costumbre, pero aquella situación era absoluta y sencillamente algo fuera de lo normal. Jamás creyó estar frente a uno de sus músicos más admirados, hablando justo de la posibilidad de ser incluido en su séquito de apoyo. Así tuviera que fingir que salía todos los días temprano en la mañana en dirección del instituto, y se viera obligado a -en algún lugar del camino- despojarse de su uniforme y asumir su trabajo de roadie, no cejaría en su empeño. La que estaba viviendo era una oportunidad única.

-¿Piensas tomarte un año sabático antes de graduarte, al igual que él?- inquirió un cauteloso Minato, quien había entrelazado los dedos y observaba con detenimiento al pelilargo. Estaba ligeramente inclinado, con los codos apoyados en sus rodillas, y la camiseta sin mangas que llevaba permitía apreciar sus brazos torneados al fragor de la batería.

-Lo que sucede… es que yo no soy de aquí. Vengo de Yamato- explicó el jovencito, con un tono sosegado. –Mis padres se divorciaron hace algún tiempo, pero mi madre hasta ahora decidió mudarse, por lo que en realidad no estoy seguro de si me gustaría graduarme aquí o allá. Así que tomaría el trabajo hasta que no resuelva eso.-

-Entiendo. Y dime, ¿qué instrumento tocas o deseas aprender a tocar?...-

       Entre todo lo que rápidamente se le había ocurrido que podrían preguntarle, tuvo que olvidársele precisamente eso. Entonces, resonaba de forma inútil en su mente el recordatorio de Sugizo sobre el tema aquella vez al almuerzo; y de no haber tenido a uno de sus héroes mirándolo, se habría dado una gran palmada en la frente por idiota y despistado.

       Ya fuera debido a que alguna vez, estando en preescolar, cantó frente a una pequeña multitud de padres enternecidos y emocionados, o porque fuera lo único que pudieron articular sus labios en semejante apuro, contestó sin pensárselo dos veces

-Yo quiero ser vocalista.-

       El mayor enarcó una ceja y sonrió de lado, pasándose la mano por el cabello segundos después.

-Esa sí que es una excelente oportunidad para averiguar un poco sobre las discapacidades sociales de Morrie…-

 

 

       Todavía estupefacto por el “genial desenlace” al que lo había conducido su cadena de estupideces del día, Ryuichi se dirigía con paso lento al colegio. Al principio de la jornada asistió a las primeras clases, tras de lo cual –y luego de cambiarse- se había encaminado al departamento de sus futuros jefes. No obstante, como la entrevista no se tomara más de un rato, le pareció que lo mejor sería volver a la escuela por si conseguía encontrar a sus amigos. Y es que en la mañana le había sido imposible verlos.

       Aun así, se preguntó si en verdad sería capaz de llegar a toparlos, ya que sin la presencia suya y de Shinya se volvía mucho menos viable que Inoran, Jun y Sugizo anduvieran juntos. Los dos primeros no tendrían más remedio que verse todo el día en el salón, pero cabía la posibilidad de que luego de eso, cada uno tomara su camino por separado. Con Sugihara la cosa no quedaba clara; pero era probable que, de aceptarle el menor de todos la propuesta de acompañarlo a casa, se fuera con él.

       Kawamura halló al pelirrojo y a Shinobu cerca de la puerta principal. El mayor aguardaba a que el jovencito de cabello negro acomodara unos libros en su mochila. Al verlos, el que arribaba levantó una mano, dándoles a entender que aguardaran. Estando ya casi a su lado, iba a abrir la boca para saludarlos, pero se vio interrumpido por la grave voz del cuarto miembro del grupo, de cuyo cauteloso advenimiento ni siquiera se percató.

-Ino-chan…- dijo J, acercándose a su compañero. -¿Iremos a mi casa a ensayar?-

       Todos guardaron silencio por unos instantes. Durante estos, el de Yamato –olvidando el asunto propio que traía en mente- recordó la breve plática y las menciones que sobre formar una banda les había escuchado a los otros tres. Incluso evocó el relato del rubio, días atrás, sobre la manera en que se había aferrado al famoso bajo de su hermana mayor, y la especie de ilusión que de una u otra manera parecían abrigar en su pecho los dos chicos restantes. Curioso por lo que fuera a responder Inoue, lo miró de reojo.

       El hermano mayor de los pequeños Juni y Mako había desviado la mirada, dejando ver, no obstante, la muy leve manera en que su fino ceño se fruncía.

-Siempre y cuando venga Sugichan. Después de todo, él es quien va a componer las melodías…-

       Onose observó rápidamente al colegial llegado hacía poco, quien continuaba mirando a los demás con atención y no advirtió el estratégico movimiento hasta que escuchó su nombre.

-Pues claro- repuso Jun con tono seguro. –Y Ryuichi-kun también puede acompañarnos, si quiere. De todas formas, apenas contamos con aquella idea sobre la que habíamos conversado la penúltima vez que estuvimos todos juntos, el día en que mis padres asistieron a la graduación de Mika.-

-El problema es que no tenemos ni una sola guitarra- Inoran ladeó la cabeza, suspirando. –Además, no quisiera comprometer a Ryu-chan…-

       Kawamura se sintió nuevamente en apuros: aquella primera referencia a su persona no había sido inocente. Bajó la mirada, dudando de qué hacer. Era como si cualquier cosa que pudiera responder necesariamente fuera a ser del desagrado de alguno de los demás. Oh, sí; ese día, en definitiva, lo estaba persiguiendo la mala suerte.

       No obstante –y al parecer en contra de lo que los otros tres se esperaban- Sugizo tomó la palabra de forma decidida, visiblemente contrariado por tanta vacilación.

-No hay por qué hacer las cosas tan difíciles. Independientemente de que Ryuichi-kun pueda acompañarnos o no, vayamos a mi casa por la guitarra, y asunto resuelto.-

       Acogida y puesta en práctica la propuesta, el grupo se encaminó a la parada del autobús. Pero incluso allí, el pelinegro mayor seguía pensando que aquello era una mala idea. Ni Yasuhiro ni Jun se habían dirigido la mirada en todo el rato; mucho menos, la palabra. Inoran, por su lado, se mantenía viendo el suelo al lado de su nuevo camarada. Sin embargo, una vez que el bus se aparcó, fue el primero de todos en subirse.

       Como Shinobu eligió un sitio cuyo asiento acompañante estaba ocupado y no tenía otros libres alrededor, los demás adolescentes tuvieron que repartirse. Sugizo sí halló un lugar de dos plazas en el que lo acompañó Kawamura; y el rubio, por su lado, se sentó junto a alguien más, también lejos de ahí. Ryuichi miró al pelirrojo.

-¿Estás seguro… de lo que estamos haciendo? Ino-chan luce tenso…- dijo, con voz baja.

-Puede ser- replicó el otro, devolviéndole el atisbo –pero evadir siempre la situación no va a arreglar nada. Por otro lado, lo de la banda es un asunto aparte. Estoy decidido a hacer todo lo posible por que tengamos algo listo pronto, y así convencer a Shinya de que se nos una- Sugizo se quedó viendo fijamente el parabrisas del vehículo, con gesto ido. –Porque lo que es ese tonto, anda demasiado perdido desde que comenzó con todo esto del trabajo y conoció a esa niña…-

       Los ojos del menor se desviaron unos centímetros, mientras aún meditaba sobre lo escuchado. Entonces, el más alto sonrió un poco y buscó la vista ajena, inclinándose ligeramente.

-¿Y a ti cómo te fue hoy, eh? Por lo desubicado que luces, tengo que intuir que bien, ¿no?-

       Ryuichi se irguió de golpe y abrió mucho sus brillantes orbes cobrizos, sintiendo cómo la incertidumbre de hacía un par de horas volvía a sobrecogerlo.

-Ay, senpai…- suspiró el interrogado, rascándose la cabeza con inseguridad. –La verdad, creo que la cagué…-

       Su interlocutor arrugó el entrecejo de forma graciosa, pues había combinado la expresión con el levantamiento de su ceja derecha. El de Yamato quiso disfrutar de su mueca, pero la preocupación no se lo permitió.

-Le dije a Minato-sama que quería ser cantante… ¡Qué estúpido!-

       El más bajo se tomó la cabeza con las manos, acompañando con dicho gesto su queja, pero Sugihara continuó sin entender.

-¿Y qué con eso? No a todo el mundo tiene por qué gustarle lo mismo…-

-¿Qué no comprendes?- repuso el otro con visible angustia, pero entre dientes para que no lo fueran a escuchar. –Ahora mi lugar estará junto a Morrie-sama…-

       De entre los cuatro miembros de Dead End, el desenvuelto y atrayente frontman de largos caireles azabache era, sin duda, su mayor ídolo. Y aunque gran parte de la fama de éste radicara en que verlo actuar en vivo o ser portada de alguna revista implicaba necesariamente una turba ensordecedora de chicas enardecidas y desesperadas –las cuales gritaban el nombre del cantante a falta de agallas para decirle cualquier otra cosa -, lo cierto era que el vocalista se había ganado su lugar muy justamente. Motoyuki Ohtsuka, más conocido por su stage name de corte occidental, poseía un enorme talento natural manifiesto en la versátil y potente voz que había coloreado con distintos matices todas las épocas de su banda. Eso, además de ostentar una indiscutible presencia que se traducía en verdadera autoridad a la hora de pisar un escenario y enfrentarse a una multitud deseosa de música apasionada y vivificante.

-¡Está genial! ¿No?- El semblante desesperado de Kawamura hizo al mayor callarse, mas al instante brotó una taimada sonrisa en los labios de éste. –Oye, ¿no será que a ti te gusta Morrie-sama?...-  

       A Ryuichi se le subieron todos los colores al rostro.

-¡No! ¡Por supuesto que no! ¿¡Cómo se te ocurre!?-

       Lo dijo tan fuerte que todos en el autobús se quedaron en silencio y muchos lo miraron con extrañeza, incluidos sus dos amigos. Entonces, el sonrojo se convirtió en la coloración predominante en la tez del chico, quien se volteó completamente hacia el frente, deseando con todo su ser que su cabello fuera más voluminoso para poder esconderse por completo debajo él.

       Sugizo sólo continuó sonriendo apaciblemente, como si nada hubiera pasado.

-Oh, entiendo. Discúlpame por el malentendido…-

Notas finales:

NO. Yo no quiero a ese tipo. ¿Cómo podría siquiera apreciarse la existencia de alguien así?

https://pbs.twimg.com/media/BdhgezmCUAAmQuC.jpg

 

Como dijo Dayana, esto es un fic, y por ende, todo es ficción. Imaginemos pues, un mundo hipótetico en el que se puede decir algo bueno del "guapísimo Morrie", ¡y no me frieguen, carajo! XDDD

 

Gracias por leer :D


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