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Open Mind por yaonita

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Notas del capitulo:

Hola ^^

Capítulo dieciséis ya, como pasa el tiempo ^^

En este capítulo nos centraremos única y exclusivamente en la relación de Zen y Roberto ^^

¿Cómo les habrá ido el viaje romántico?

Quizás nos llevemos alguna sorpresa XD

Os recuerdo que las conversaciones en cursiva son conversaciones mantenidas en un momento pasado.

Sin más, espero que os guste el capítulo ^^

Un beso

Yaonita

16. Los errores se pagan.

(Zen)

Iba caminando con prisas por el aeropuerto, casi corriendo, arrastrando a duras penas mis maletas que parecía que estuvieran cargadas con piedras de lo que me pesaban. Al salir miré a mi alrededor buscando un taxi con desesperación, quería irme de allí lo antes posible.

No quería tropezarme con Roberto, bastante mal lo había pasado ya teniendo que compartir avión con él, ahora no quería verle de nuevo en un tiempo.

No me podía creer que un viaje, que se me antojaba especial, bonito y romántico, hubiera acabado tan mal ¿Qué había pasado para acabar así?

Vi un taxi libre y corrí hacia el para subirme antes de que alguien me lo quitara, el taxista me ayudo a poner las maletas en el maletero y me subí mirando hacia atrás con el miedo en el cuerpo, suplicando porque no apareciera Roberto todavía.

- Rápido, a la calle San Marcos número veintidós, gracias – Le di las indicaciones correspondientes al taxista y me dejé caer en el asiento trasero resoplando.

Las fiestas navideñas habían comenzado muy bien, Roberto me había regalado un viaje a unas islas paradisiacas, con sol, bonitas playas, palmeras por todos lados, vamos un paisaje idílico y la oportunidad perfecta para abandonar por una semana el frío de la ciudad que no me gustaba para nada.

Había hecho mis maletas completamente emocionado, encantado con la idea de pasar una semana a solas con Roberto en un sitio tan maravilloso. Puse algunos de mis bañadores más sexys, ropa veraniega, un cargamento de preservativos y lubricante, o sea todo lo necesario para que nos lo pasáramos en grande.

Todo empezó de maravilla, al llegar al hotel este era espectacular, la habitación era enorme con una cama que a simple vista se veía cómoda, una pequeño sofá con su correspondiente tele en frente, un enorme baño con jacuzzi y lo mejor de todo una bonita terraza exterior con unas hermosas vistas al mar y otro jacuzzi en ella.

La primera noche fue muy romántica, Roberto me sorprendió con una deliciosa cena en el restaurante del hotel y luego subimos a la habitación a disfrutar de las vistas y el jacuzzi, con una copa de champagne en la mano. Al entrar en la habitación me sorprendí al ver un rastro de pétalos de rosas rojas, miré a Roberto y este me sonrió haciéndome señas para que siguiera el rastro de pétalos hacia su destino. El rastro de pétalos me llevo hacia la terraza que estaba hermosamente decorada con flores, con el jacuzzi ya preparado y una botella de champagne preparada para ser bebida.

- Roberto es hermoso – Susurré emocionado.

- No tan hermoso como tú – Me contestó al oído pues se había abrazado a mi espalda.

- No sabía que fueras tan romántico – Me di la vuelta entre sus brazos para poder besarle.

- Es lo que tú me inspiras – Susurró entre mis labios – Te amo.

Y tuve que controlarme para no hacerle el amor ahí mismo y en ese mismo instante.

Pero preferí disfrutar primero de lo que tan detenidamente había preparado, así que poco a poco nos desnudamos y nos metimos en el jacuzzi para disfrutar de la buena temperatura, las impresionantes vistas y las burbujas del champagne y del agua.

Roberto apoyado en la pared del jacuzzi, yo cobijado entre su pecho y sus brazos, sintiendo su piel en mi espalda, sus besos en mi cuello, dejándome conquistar con sus dulces palabras para finalmente hacer el amor bajo las estrellas.

Al día siguiente estaba radiante de felicidad, si la primera noche había sido así no podía parar de pensar en cómo serían el resto.

El problema vino cuando decidimos ir a la playa. Yo me puse mi bañador más sexy para gustarle a Roberto, quería que me viera a mí y a nadie más. Pero conseguí también atraer las miradas de otros chicos y alguna que otra chica.

Yo no les hacía ningún caso, yo estaba con Roberto y bien orgulloso que estaba de estar con él. Pero él parecía sentirse molesto, y fui viendo como a medida que avanzaba el día su rostro iba mutando a un rostro de seriedad y enfado.

No quise hacerle mucho caso, pensé que quizás tenía un mal día, así que fui dejándolo pasar sin decirle nada.

Claro que lo que no me esperaba era lo que me dijo cuando subimos al hotel para cambiarnos para la cena, por primera vez desde que lo conocía, Roberto me recordó a Cristian, y eso no era nada bueno. Eso me aterraba.

- ¿Era necesario que te pusieras un bañador tan ajustado? – Me quedé perplejo con la pregunta.

- ¿Qué? – No me lo podía creer. Dejé las cosas en el primer sitio que encontré y le miré completamente perplejo, a lo mejor no había escuchado bien.

- Has ido provocando todo el día, los chicos te miraban como si quisieran comerte – Comentó completamente molesto.

- No me lo puedo creer, eso es lo último que esperaba escuchar de ti – Me sentí muy triste y decepcionado – Me he puesto sexy para ti, los demás me dan exactamente igual, y si miran pues que miren, lo importante es que estoy contigo ¿No?

- Pues no lo parece – Aseguró – Pareciera que estas más interesado en encontrar a alguien, que en disfrutar de mi compañía.

- Quizás si no te hubieras pasado todo el día con cara de perro podría haber disfrutado más de ti y tu compañía – No me iba a quedar callado, ya lo hice una vez y nunca más.

- Tenía cara de perro porque veía como todos te miraban de arriba abajo como si fueras su próxima comida, de alguna manera los tenía que espantar – Atacó.

- ¿Y no te basta con saber que estoy contigo?, ¿No confías en mí? – Le miré fijamente esperando su respuesta, este era su momento de arreglarlo todo o acabar por hundirme por completo.

- Olvidas que te conozco hace tiempo, los chicos no te duran mucho – Y zas, esa fue la puñalada más certera en el corazón que había recibido en toda mi vida, mi cara debió de cambiar de manera tan brusca que hasta él se arrepintió al momento de lo que había dicho – Lo siento Zen, no quería decir eso – Se acercó hacia mí para abrazarme, pero yo me alejé automáticamente de él, no quería que me tocara, no quería nada de él en ese momento.

- No importa, ahora sé lo que piensas – Cogí mis cosas y me dispuse a salir por la puerta.

- ¿A dónde vas? – Me siguió hasta la puerta intentando evitar que saliera.

- No lo sé, ahora mismo no quiero estar contigo, ahora mismo ni siquiera me caes bien – No quería ni mirarlo, me sentía tan desolado ¿Cómo podía haber caído otra vez en lo mismo?

- Pero… ¿Vendrás para dormir? – Preguntó con algo de tristeza. Yo me paré justo antes de abrir la puerta, de espaldas a él para que no viera la humedad de mis ojos.

- No lo creo – Abrí la puerta y me dispuse a salir.

- Pero si no tienes donde dormir, no seas tonto, vamos a hablar – Me suplicó.

- No necesito hablar de nada contigo, ya tengo claro lo que piensas de mí – Estaba muy dolido, jamás me hubiera esperado esa reacción por parte de Roberto – No te preocupes por mí, ya encontraré algún chico que me haga un hueco en su cama – Y cerré la puerta de un portazo.

Aquella noche lloré como hacía mucho tiempo que no había llorado, fui a la playa y me quedé allí pensando en lo que había pasado.

No podía creerme que me estuviera pasando lo mismo por segunda vez. Si bien con Cristian la ruptura fue por otros temas, durante nuestra relación sufrí mucho por culpa de sus celos, y me sentí completamente anulado por su forma de ser y mis miedos a que me dejara.

Pero lo de Roberto me había dolido tanto…

Jamás pensé que Roberto fuera así y eso fue lo que más daño me hizo. Después de tantos meses juntos, y de trabajar en un pub donde cantidad de chicos me tiraban los tejos continuamente, pensé que Roberto lo tenía más que controlado y que no era celoso, pero me dolía descubrir lo equivocado que estaba, no me lo podía creer.

Esa noche dormí en la playa, me quedé dormido después de quedarme sin lágrimas que llorar.

A la mañana siguiente cuando desperté me dolía todo el cuerpo por haber dormido en la arena, me desperecé y me decidí a ir a buscar un sitio para dormir, no quería estar con Roberto, me sentía completamente desilusionado con él. Era Noche Buena, a pesar de que con el tiempo de la isla pareciera que estábamos en verano, y prefería estar solo que estar con él.

Estuve dando vueltas por toda la isla buscando un hotelito que no fuera muy caro y que tuviera habitaciones disponibles, cosa que me resultó más que difícil ya que la mayoría de hoteles estaban completos. Finalmente tuve suerte y encontré uno que no estaba mal, reservé una habitación y con la llave en mano fui a buscar mis cosas.

Antes de subir a mi antigua habitación quise asegurarme de que Roberto no estaba, fui a la recepción y les pregunté si había alguien en mi habitación. Me confirmaron que no había nadie y subí a buscar mis cosas.

Cuando entré a la habitación fui directo a hacer mis maletas, no quería tener que volver a ver a Roberto en ningún momento. Cuando ya lo tenía todo preparado para irme me llamó la atención algo, me acerqué a la cama y vi que en ella había una hermosa rosa con una notita debajo, por curiosidad acabé leyéndola.

“Por favor perdóname pequeño, déjame hablar contigo. Te estoy buscando, llámame por favor. Te amo”

La nota estaba firmada como “Tu Rober”.

En otros momentos me habría parecido un detalle muy romántico, pero ahora mismo ya no me creía nada de Roberto. Dejé la nota tirada de cualquier manera en la cama y sin dudarlo ni un segundo salí de la habitación sin mirar atrás.

Los días siguientes fueron tristes y oscuros, me los pasé encerrado en la habitación del hotel, a penas comiendo para sobrevivir. Recibí un centenar de llamadas de Roberto y alguna que otra llamada de los chicos, sorpresivamente Tristán parecía el más preocupado, sus mensajes fueron lo único que consiguieron sacarme una sonrisa.

“Zencito cari deja de follar con el viejo y contéstame alguna llamada ¿No?”

“¡¡¡¡Feliz Navidad Zencito!!!! Le he pedido a Papa Noel por ti, le he pedido que a Roberto no le den gatillazos y así pueda tenerte contento. No me des las gracias XD”

“Zencito he hablado con Roberto, ya lo sé todo, si estoy allí le pego un par de ostias al viejo. Llámame que me tienes preocupado”.

No salí de la habitación en toda la semana por miedo a encontrarme con Roberto, pero llegó el día en que teníamos que volver, y por narices, tendría que verlo. Había intentado cambiar el billete de vuelta para poder volver antes pero no se podía, y mire precios para comprarme otro billete de vuelta pero se me escapaban de presupuesto, así que no tuve más remedio que volver con él.

Llegué lo más tarde posible al aeropuerto para ver si así Roberto ya había subido al avión, pero para mi desgracia me estaba esperando en el control de equipajes.

- Zen, por dios, me tenías preocupado – Se acercó a mí en cuanto me vio.

- No te acerques a mí, no quiero verte Roberto – Me alejé de él para evitar que me abrazara.

- ¿No vas a perdonarme nunca? – Preguntó casi sin voz.

- Lo siento, pero ahora mismo estoy muy decepcionado contigo – Confesé – Necesito pensar, solo te pido que no me agobies.

- Lo entiendo – Agachó la cabeza intentando evitar que viera sus lágrimas, pero fue demasiado tarde.

No me dejé influenciar por sus lágrimas, le dejé allí solo y me dispuse a subir al avión. En todo el viaje Roberto no intento volver a hablar conmigo, y cuando estábamos sentados en el avión éramos como dos desconocidos.

Aún así, cuando aterrizamos, no pude evitar salir corriendo por si acaso Roberto intentaba hablar conmigo de nuevo, tenía que pensar muchas cosas, sopesar si realmente Roberto merecía la pena o no, y estaba tan decepcionado que ahora mismo ganaba el no.

(Roberto)

Desembarqué poco a poco del avión, completamente abatido.

Zen había salido corriendo, y ni si quiera se despidió de mí. La había cagado pero bien.

Yo normalmente no suelo ser celoso, estoy acostumbrado a ver como cientos de chicos intentan ligar con mi pequeño en el pub. Pero no sé que me pasó, bueno en realidad si lo sé, y todo fue por culpa de una conversación que tuve poco antes de irnos de viaje.

Yo estaba muy contento y emocionado, ya no teníamos que ocultar nuestra relación y todo el mundo en el pub sabía que Zen era mi chico, si a eso se le unía el viaje súper romántico que le había regalado a Zen, se podría decir que estaba en la gloría.

Estábamos en el último día de trabajo antes de cerrar el pub, Zen estaba en la barra y yo estaba haciendo mi ronda habitual de supervisión cuando vi a alguien conocido, estaba sentado en uno de los sofás.

Él me vio, así que no quise ser descortés y me acerqué a saludarle a pesar de que no tenía ningunas ganas, a nadie le apetece charlar con el ex de tu actual pareja.

Julián era uno de los muchos chicos con los que había tenido una corta relación Zen antes de salir conmigo. La verdad es que Zen había quedado tan tocado de su relación con Cristian, que tras esta, había encadenado una tras otra relación fallida, y por desgracia yo fui testigo de muchas de ellas.

En el caso de Julián, además, la cosa se complicaba por el hecho de que él era un gran amigo mío al que hacía mucho tiempo que no veía, la verdad es que no podía culparle por haber salido con Zen, él no sabía que a mí me gustaba.

- Julián cuanto tiempo sin verte, últimamente me tienes muy abandonado – Le saludé con dos besos nada más llegar hasta él.

- La verdad es que si Roberto, el trabajo me ha tenido muy atado, pero ya tenía ganas de verte y de disfrutar de tu pub – Me devolvió el saludo y me invitó a sentarme con él – Y cuéntame ¿Cómo te va todo?

- Genial, no me puedo quejar – Sonreí pensando en lo afortunado que era de tener a Zen a mi lado – El pub va fenomenal y personalmente estoy más que contento.

- A sí, eso quiere decir que hay alguien especial – Me sonrió de vuelta – ¿Y puedo saber quién es?, ¿Lo conozco?

- En realidad lo conoces bastante bien – No veía motivo para ocultarle mi relación con Zen, ellos hacía mucho que lo habían dejado y tampoco había sido algo muy serio – Estoy con Zen desde hace unos meses.

- ¿Con Zen?, ¿El mismo Zen? – Preguntó sorprendido.

- El mismo – Confesé sin más – Y bien contento que estoy.

- Te voy a dar un consejo como buenos amigos que somos – Se puso serio – Si no quieres sufrir aléjate de ese chico, Zen tiene un gran trauma y jamás durara más de unos meses con el mismo chico.

- Sé que no lo ha pasado bien, pero está cambiando y sé que lo nuestro va en serio - Aseguré.

- ¿Estás seguro? – Entonces comencé a pensar en las veces en que Zen se había negado a vivir conmigo y en todas las dudas que él tenía sobre nuestra relación, la verdad era que todo eso sumado a la diferencia de edad que había entre nosotros, hacía que me sintiera bastante inseguro.

- Por la cara que pones veo que no lo tienes del todo claro – Se rió – Zen te va a dejar en cuanto aparezca un chico guapo por delante que le llame la atención, él es así, no puede centrarse en un solo chico porque le tiene miedo al compromiso.

Estuvimos hablando de muchas otras cosas, pero esa conversación en concreto me dejó preocupado y asustado.

Normalmente era un hombre bastante seguro de mi mismo y una conversación así no me habría hecho dudar, pero tenía esa espinita clavada que me atormentaba desde que había comenzado a salir con Zen, esa espinita llamada edad. Tenía ese miedo interno de que Zen se cansara de estar con un hombre mayor, y me dejara por un chico más joven.

Por mucho que dijera que no era tanta la diferencia de edad, y realmente no era tanta, en mi interior siempre estaba ese miedo, y es que Zen era tan guapo, que había cantidad de chicos guapos y jóvenes detrás de él, no podía estar seguro de que algún día no me dejara por alguno de ellos.

Decidí dejar de darle vueltas al asunto, hasta ahora Zen no me había dado motivos para desconfiar de él, si bien era reticente a avanzar en la relación, jamás le vi tonteando con algún otro chico y eso me tranquilizaba.

Me había olvidado completamente del tema, ahora solo quería disfrutar del estupendo viaje que iba a hacer con mi chico. Y así fue el primer día que llegamos a la isla, el hotel era perfecto, las vistas eran perfectas, el clima era perfecto y la compañía era inmejorable, no se podía pedir más.

La primera noche fue increíble, una cena romántica, una baño en el jacuzzi con una copita de champagne en la mano y hacer el amor bajo las estrellas, mejor imposible. Estaba completamente enamorado de Zen, era tan hermoso que parecía irreal, cuando sonreía era como si me diera la vida y yo solo quería hacerle feliz, que se olvidara de todo lo malo que le había pasado.

Por mucho que Zen se hiciera el duro, solo con verlo podías darte cuenta de lo sensible y delicado que era, nunca pude entender como alguien se había atrevido a hacerle tanto daño, hacerle daño a Zen era como tirarle un bote de pintura a la Capilla Sixtina, algo imperdonable. Y yo ahora… también le había hecho daño.

No sé como dejé que pasara, jamás me perdonaré lo que le dije, pero es que estaba tan inseguro, tan malditamente preocupado por lo que me había dicho Julián, que aquél día había sido todo un infierno.

Fuimos a la playa y el bañador de Zen era tan rematadoramente sexy, que todos los hombres a nuestro alrededor no paraban de mirarle con descaro, sin importarles que yo estuviera con él. Lo peor de todo es que Zen no se daba cuenta ¿A caso no veía que con ese bañador tan ajustado se le veía un culito irresistible?

Intenté controlarme, una y otra vez me repetía que Zen estaba conmigo y que daba igual todos los chicos que lo miraran que solo yo podría disfrutar de estar a su lado. Pero por más que lo intentara, no podía borrar de mi mente las palabras de Julián. Y cuando llegamos al hotel exploté, no pude evitarlo y ahora me siento la mayor mierda del mundo.

- ¿Era necesario que te pusieras un bañador tan ajustado? – Pregunté sin poder aguantarme.

- ¿Qué? – Me miró perplejo, no creyéndose lo que le había dicho.

- Has ido provocando todo el día, los chicos te miraban como si quisieran comerte – Estaba molesto, a caso no se daba cuenta de que iba provocando a los chicos con su belleza.

- No me lo puedo creer, eso es lo último que esperaba escuchar de ti – Comentó con tristeza, aún así yo no me ablandé – Me he puesto sexy para ti, los demás me dan exactamente igual, y si miran pues que miren, lo importante es que estoy contigo ¿No?

- Pues no lo parece – Aseguré aún molesto – Pareciera que estas más interesado en encontrar a alguien, que en disfrutar de mi compañía.

- Quizás si no te hubieras pasado todo el día con cara de perro podría haber disfrutado más de ti – Ahora era él, el que estaba molesto, pero yo ya estaba encendido no iba a achantarme.

- Tenía cara de perro porque veía como todos te miraban de arriba abajo como si fueras su próxima comida, de alguna manera los tenía que espantar – Le ataqué, no sé muy bien porqué, al fin y al cabo el no tenía la culpa de ser guapo y que los chicos le miraran.

- ¿Y no te basta con saber que estoy contigo?, ¿No confías en mí? – Me miró fijamente esperando mi respuesta, era mi momento de enmendar mi error pero no lo hice, las palabras de Julián retumbaban en mi cabeza.

- Olvidas que te conozco hace tiempo, los chicos no te duran mucho – Vi su expresión dolida y al momento me arrepentí de lo que le había dicho – Lo siento Zen, no quería decir eso – Me acerqué a él para abrazarle y pedirle perdón por mis palabras, pero él se alejó provocando que mi corazón saltara en mi pecho.

- No importa, ahora sé lo que piensas – Cogió sus cosas enfadado dispuesto a irse.

- ¿A dónde vas? – Le seguí hasta la puerta intentando evitar que se marchará, no podía dejar que se fuera enfadado.

- No lo sé, ahora mismo no quiero estar contigo, ahora mismo ni siquiera me caes bien – Esas palabras me hicieron mucho daño.

- Pero ¿Vendrás para dormir? – Pregunté casi sin voz, estaba muy triste la había cagado. Zen se paró, y por un momento pensé que no se iría y que hablaríamos.

- No lo creo – Abrió la puerta y se dispuso a salir.

- Pero si no tienes donde dormir, no seas tonto, vamos a hablar – Le supliqué, intentando que al menos quisiera quedarse y hablar después.

- No necesito hablar de nada contigo, ya tengo claro lo que piensas de mí – Le notaba muy dolido, mis lágrimas comenzaron a salir sin control – No te preocupes por mí, ya encontraré algún chico que me haga un hueco en su cama – Y cerró la puerta de un portazo. Yo me dejé caer al suelo llorando desconsoladamente.

¿Cómo pude ser tan estúpido?

Por un momento quise seguirle y obligarle a que se quedara a hablar conmigo y solucionarlo, pero desistí sabiendo que no era buena idea, ahora los dos estábamos demasiado alterados y la cosa podía acabar peor de lo que ya estaba.

Destrozado, me tumbé en la cama sin siquiera quitarme la ropa, no tenía ganas de nada, ni de cenar, intenté dormir toda la noche pero me fue imposible, no paraba de darle vueltas a la cabeza a lo que había pasado y a lo estúpido que había sido.

A la mañana siguiente desperté después de haber dormido como mucho dos horas, había tenido la esperanza de que Zen volviera en cualquier momento, pero no fue así, desperté completamente solo.

Me duche pensando en que podía hacer, no podía quedarme sin hacer nada y esperar a que volviera en cualquier momento, estaba demasiado ansioso y preocupado, así que decidí salir a buscarle.

Llamé a recepción para que me subieran el desayuno y una rosa roja, le dejaría una nota por si volviera antes de que yo regresara.

Me cambié, desayuné y me dispuse a escribirle la nota.

“Por favor perdóname pequeño, déjame hablar contigo. Te estoy buscando, llámame por favor. Te amo.”

Sonreí y firme como “Tu Rober”.

Una vez hecho esto, salí de la habitación y me dispuse a buscarlo por toda la isla si hacía falta, necesitaba hablar con él y arreglar las cosas como fuera, estaba muy arrepentido por lo que había hecho.

Por desgracia no tuve suerte y no le encontré por ningún lado. Al llegar a la habitación ya entrada la noche, pues me había pasado todo el día buscándole, me di cuenta de que había estado aquí, sus cosas ya no estaban y la nota que le había dejado estaba tirada en la cama de cualquier manera. Me di cuenta de que la situación era incluso peor de lo que yo me pensaba.

Intenté llamarle por decima vez este día, pero como todas y cada una de las veces anteriores no me cogió el teléfono y saltó el contestador. Apagué el teléfono molesto y antes de soltarlo de mala gana vi el día que era, fantástico, sin duda iban a ser las peores navidades de mi vida.

El resto de días fueron igual al primero sin Zen, siempre seguía la misma rutina, me levantaba después de dormir poco, me duchaba, desayuna y salía a buscarle durante todo el día, pero nada, ni rastro de Zen.

Recibí varias llamadas de mis amigos preocupados, al final tuve que confesarle a Tristán lo que había pasado ganándome una serie de insultos por su parte, lo más bonito que me dijo fue viejo idiota, de ahí, para arriba.

Llegó el día de volver a casa, y tuve la esperanza de encontrármelo en el aeropuerto a no ser que hubiera conseguido cambiar el vuelo. Llegué pronto y una vez pasados los controles, esperé para ver si lo veía, tenía que hablar con él como fuera, ya no podía más, me estaba muriendo por dentro.

Bastante rato después lo vi aparecer, tan guapo como siempre pero con su rostro abatido, lo cual me hizo sentirme aún más culpable. Me acerqué a él de inmediato.

- Zen, por dios, me tenías preocupado – Le dije nada más llegar a su lado.

- No te acerques a mí, no quiero verte Roberto – Se alejó de mi para evitar que le abrazara, una nueva puñalada para mi corazón.

- ¿No vas a perdonarme nunca? – Pregunté casi sin voz, aguantándome las ganas de llorar.

- Lo siento, pero ahora mismo estoy muy decepcionado contigo – Confesó – Necesito pensar, solo te pido que no me agobies.

- Lo entiendo – Agaché la cabeza para que no se diera cuenta de que mis lágrimas habían comenzado a salir sin freno.

Se fue sin tan siquiera girarse a mirarme, lo tenía todo perdido, Zen no quería saber nada de mí y yo no quería agobiarle. Las horas que estuve sentado a su lado en el avión sin hablarle, fueron las horas más duras de toda mi vida. Cuando aterrizamos le dejé marchar sin intentar nada, no quería recibir su rechazo de nuevo.

Cogí un taxi y me dirigí hacia mi casa lo antes posible, lo único que quería era tirarme en la cama y hundirme en la miseria, no merecía nada más.

Al llegar y pagarle al taxista me encontré con Tristán en la puerta, me estaba esperando seguramente preocupado por mí. Fui hacia él y sin decirle nada abrí la puerta para que entráramos los dos, una vez dentro dejé las maletas en el suelo y le miré con tristeza.

- No necesito tu sarcasmo solo necesito un abrazo – Confesé.

- Y eso es lo que tendrás – Tristán se acercó a mí, y me abrazó con cariño, sin recriminarme nada ni echarme nada en cara, solo apoyándome como haría un buen amigo.

- Gracias – Agradecí dejando salir mis lágrimas.

Y así, abrazados, estuvimos durante sabe dios cuanto tiempo, pero no quería separarme de él, necesita apoyo, necesitaba sentirme protegido y respaldado.

***



Notas finales:

¿Cómo puede un viaje romántico acabar tan mal? :(

¿Qué pasará ahora?

Tendremos que esperar un poquito para saberlo pues en el próximo capítulo les dedicaré un poquito de protagonismo a mis queridos Alex y Toni^^ Sé que a muchos os gustara ^^

Agradezco una vez más sus estupendos reviews a Yuko, Ana, Ushio, Taiga y Orenjiyuu ^^                  Sin vuestros comentarios no sería nada ^^

Un beso

Yaonita


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