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Buscando... por Cristabelle

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Estando a gran altura en el cielo, se hacía cercano el anhelo de tocar la luna y las estrellas con los dedos; el viento le golpeaba el rostro con cierta insolencia, pero la vista y la sensación de libertad valían aquella molestia. Volar era algo maravilloso y como no siempre podía hacerlo por su cuenta o en circunstancias benignas, Finn procuraba disfrutar al máximo las oportunidades en las que podía hacerlo.

“Si tuviera alas como Lei…” pensaba al tiempo que lo imaginaba a su lado, volando con gracia entre las nubes y con su larguísimo cabello al viento.

Pero su distracción estuvo a punto de costarle caro; casi cayó del lomo de Lord Monochromicon y el resto del camino al Dulce Reino tuvo que sostenerse del doncel de caramelo para evitar que el incidente se repitiera y nada más ni nada menos que de su cintura.

Con su arquitectura de líneas suaves y casitas pequeñas de colores pasteles, más que ofrecer un paisaje asombroso o hermoso, el panorama que brindaba el Dulce Reino era adorable. Lo cual contrastaba con la imponente muralla que resguardaba los hogares de la dulce gente junto a los gigantescos guardianes de chicle que en espera del mal se entretenían soplando burbujas.  Sobresaliendo por todo lo anteriormente mencionado se encontraba el dulce castillo. Construido en los cimientos de un árbol centenario, era la perfecta metáfora de la firmeza y paciencia con la que gobernaba su soberano. Siendo a las puertas de este lugar donde los deposito el magnífico corcel.

–Disculpa que te molestáramos por algo así– dijo el príncipe.

–Gracias por traernos– añadió Finn.

Lord Monochromicon les hizo una reverencia y con un código de golpecitos se despidió, a lo que Finn comentó.

–Un tipo de pocas palabras.

El doncel de chicle rio suavemente.

–Tienes un buen sentido del humor.

–Gracias su alteza.

–No tienes por qué ser tan cortes; llámame Gumball– dijo al tiempo que los guardias banana abrían  las puertas del castillo.

–Ese nombre…

–¿Perdón?

–Nada, no dije nada.

Ingresaron al palacio y se dirigieron a la habitación del Dulce Príncipe.

–Antes de darte un recorrido por la ciudad, necesito cambiarme, no te molesta ¿cierto?

–¿Por qué lo haría? –vacilo– Aunque preferiría quedarme en el vestíbulo– aclaro Finn inquieto.

–La doncella mentita pidió tener el día libre, de esperar afuera no habría nadie que te atendiese, lo cual me convertiría en un pésimo anfitrión, por eso me parece más conveniente traerte a mis aposentos.

–¿Estamos solos?

–Pensándolo bien… sí.

Entraron a la habitación del príncipe mientras conversaban y quedo paralizado unos segundos sin saber exactamente qué hacer.

–Puedes sentarte en la cama si gustas.

–¡ah! Está bien– se sentó muy nervioso en el lecho, mientras el Dulce Príncipe se dirigía a su armario y escogía entre varios atuendos, entonces Finn giró un poco la vista y absorto miro como el Dulce Príncipe se desvestía frente a él.

–Perdón, pero como no tengo nada que no hayas visto ya– alego notando lo incomodo que estaba el aventurero, pero sin dejar de cambiarse.

Ante aquella escena Finn recordó el mechón de chicle que guardaba de la Dulce Princesa y lo bien que sabía; al cambiarse el doncel desprendió un agradable aroma que le recordó ese sabor.

De quedarse ahí no dudaría en darle una mordida.

–¿Me prestas el baño?– pregunto señalando una puerta no lejos de él.

–Claro, pasa.

Corrió hacia el baño y cerró la puerta con fuerza.

–¡Rayos! ¿Por qué tenía  que quitarse la ropa frente a mí? ¡Qué insoportable!– respiro hondo y se puso en actitud reflexiva.

“Pero si Lei se desnudara frente a mí… ¿pensaría igual?”

Negó muchas veces con la cabeza dio un pequeño grito y se cubrió avergonzado el rostro.

“¿A quién quiero engañar?, la verdad quiero conocer todo de él… incluso como se vería sin ropa, con el pelo suelto y más que nada… ¡sin esa estúpida mascara que le cubre parte del rostro!”

Se mordió los labios.

 “¿Estará mal pensar así? ¿Estará mal que lo imagine?”

Entonces percibió que su temperatura iba en aumento, sin duda a causa de pensar en aquellas cuestiones tan complicadas y llevo sus manos hacia su pantaloncito azul recordando para qué había ido allí.

Se paró frente al inodoro y bajo un poco sus prendas inferiores poniéndose a silbar.

–No debí tomar tanto té– canturreó.

Luego jaló la cadena, se lavó las manos y decidió esperar ahí a que el príncipe terminara de vestirse.

–Finn, ya estoy listo ¿y tú?– dijo tocando a la puerta.

–Más puesto que un calcetín– respondió saliendo del cuarto de baño.

–Eso me alegra porque iremos a través de un pasadizo secreto.

–¡Estupendo! –miro hacia todo lados– ¿Y dónde está?

–Debajo de la cama– le sonrió y se metió en la parte inferior del catre

Finn resoplo fastidiado y se dio un golpecito en la sien.

–Y cuando creía que las cosas no podrían ponerse más raras.

Se asomó y vio una abertura en el suelo con peldaños que se perdían en lo profundo de un pasaje.

–Me retracto, no está mal– mencionó al deslizarse de bruces hasta la entrada; antepuso sus brazos  y entró como un topito a su madriguera. Dio una voltereta y cayó de pie.

–Para ser un pasadizo debajo de una cama, es muy espacioso– dijo Finn con asombro.

–¡Y hasta está iluminado!– le comentó el príncipe tocando un interruptor que encendió una serie de lámparas a lo largo de las escaleras.

Siguieron el camino iluminado hasta una salida un tanto desagradable. Una alcantarilla.

–A decir verdad este no es uno de mis pasajes favoritos– alego el príncipe mientras salían.

–No me extraña–- refunfuño el héroe, intentando ignorar lo mucho que se habían ensuciado.

Limpiaron sus ropas notando la ausencia de la dulce gente y una gran cantidad de recipientes dispersos por doquier.

–Es demasiado temprano para que todos se hayan ido a dormir– dijo el príncipe turbado a lo que el niño asintió.

–Y estas cosas… –Finn alzo el recipiente más cercano a su persona– creo saber lo que contienen.

El envase era de color blanco y se sentía frío al tacto, desenrosco la tapa y miro el contenido.

–¡Es helado!

–Esto es demasiado extraño… Finn ayúdame a buscar.

Un gran abatimiento se dejó sentir en la voz del noble, que de inmediato salió corriendo en busca de la dulce gente seguido del pequeño héroe. Buscaron en cada casa, tocaron cada puerta, pero no encontraron a nadie.

–¿Qué pudo haberles pasado?– dijo el príncipe respirando con dificultad a causa de la inquietud.

–Relájate –se acomodaron en una acera– no tienes por qué estar tan preocupado, tal vez sólo le están preparando una fiesta sorpresa a alguien.

–Es mi responsabilidad  y los quiero tanto….si algo les sucediera nunca me lo perdonaría.

–¿Por qué no descansamos unos minutos? Podríamos buscar mejor si nos calmamos.

El noble dudo un momento, mas al fin acepto.

–Tienes razón.

Miraron un momento el cielo, envueltos de un silencio que no era incomodo sino que  incitaba a la reflexión; sólo escuchaban sus respiros, pero en la cabeza de Finn danzaba el recuerdo de una persona que no acababa de conocer pero que sin embargo se había vuelto imprescindible para él, un deseo acompañado de una amarga melodía: la culpa.

–Gumball… ya que tenemos tiempo…

–¿Qué sucede?

–Necesito hablar de esto con alguien, ¡soy un aventurero! No debería hacerlo, pero…

Finn suspiro.

–Me siento culpable.

–¿Por qué?

–Soy un imbécil.

–¿Qué te hace pensar eso?

–¿Crees que está bien olvidar rápido a alguien a quién creías especial y que amabas, porque conociste a otra persona que también lo es?

–Si esa persona te espera, sí.

–¿Y si ya no quiere verme?

–Eso cambia las cosas; quiere decir que estás listo para continuar.

–Siento que no está bien, que es demasiado pronto.

–No me pareces la clase de persona que pase por la vida sin caer en cuanta de lo importante que son quienes le rodean –le miro intrigado– ¿no será que ya ha pasado más tiempo del que imaginas?

–Sí…

–Más importante aún, ¿esa persona te corresponde?

Finn cerró los ojos y recordó.

"–¿Por qué me haces sentir así?- susurró

–No lo sé, pero te aseguro que siento lo mismo."

–¡Sí! ¡Es cierto!

Su respiración se aceleró por la emoción y dio un salto con los ánimos renovados.

–Gracias viejo.

–No es nada…

Pero su buen humor se tambaleó al ver lo triste que estaba el príncipe y volvió a sentare junto a él.

–Me hiciste pensar en algo….

El aventurero le miro expectante

–¿En qué?

–Aquí hay sólo un imbécil y soy yo.

Esas palabras dejaron a Finn con la boca abierta.

–Siempre estoy ocupado, nunca notó lo que los demás intentan transmitirme y tú en cambio, te preocupas tanto por alguien que ya no quiere verte. Alguien me quería pero no noté las señales que me mandaba y…

No fue capaz de acabar su frase pues en ese momento alguien se les acerco y pregunto con gentileza:

–Príncipe ¿se encuentra bien?

Era la Masita de Canela, con su cara ingenua, llevando en las manos uno de los tantos recipientes blancos que habían tirados por ahí. Ataviada con un vestido verde y un moño del mismo color en la cabeza.

–Estoy bien, gracias por preocuparte.

–¿Y quién es él?– pregunto Canela con los ojos grandes por el asombro.

–Permítanme presentarlos. Masita de canela, él es Finn el humano.

–¡Hola!– dijo el aludido.

–¡Qué lindo eres!- halago Masita de Canela, pellizcándole las mejillas.

–Como mi hermano alguna vez dijo: No soy lindo ¡soy rudo!– se quejó el aventurero intentando apartar a Canela, lo cual provoco que ella y el Príncipe rieran.

–Señorita disculpe que cambie el tema ¿Podría decirme por favor dónde están todos?– pregunto el noble a Canela volviendo a sonreír.

–Lo último que recuerdo es a todos emocionados por encontrar helado gratis en la calle –-se froto pensativa el mentón– baje la vista mientras recogía un pote y cuando me levanté ya no había nadie.

Ambos jóvenes intercambiaron una mirada de disgusto, más confundidos que antes.

–¿Dije algo que los molesto?– expreso apenada.

–No es eso, sólo estamos preocupados– aclaro Finn.

–Tranquilos. ¿Qué les parece si comemos helado?

Abrió el recipiente con alegría, pero aquella expresión cambió al ver el contenido.

–Esperen un momento ¿por qué está vacío?

La textura esponjosa de la Masita de Canela comenzó a cambiar, dejo de ser como el pan y paso a hacerse liquida, de pronto el envase succionó a la dulce ciudadana y la atrapo convirtiéndola en helado.

Finn y Gumball se retrajeron con temor desenfundando sus armas.

–No es posible….– decía el príncipe mirando los recipientes blancos.

–¡Atraparon a la dulce gente en helado!– expreso Finn alarmado.

–Creo saber quién fue– susurró el joven monarca con tristeza.

El sonido de algo deslizándose cerca de ellos se dejó sentir al tiempo que el aire se tornaba frío y un siseo comenzaba a taladrarles los oídos, entonces todos los potes se elevaron en el aire movidos por alguna extraña energía que los dirigió al centro del reino.

Llegaron a la plaza central y encontraron los potes apilados alrededor de alguien que a Finn le costó concebir; era la Reina Helada, montada en una serpiente de hielo

–¡Esta vez ha ido demasiado lejos!– grito el príncipe consternado.

–No mi querido Gumball, en la guerra y en el amor todo se vale.

–Libera a la dulce gente.

La mujer ladeo el rostro con arrogancia y determino:

–No hasta que aceptes ser mi esposo.

–¿Cómo podría casarme con alguien que es capaz de poner en riesgo a otros para conseguir lo que quiere? -se armó de valor y le apunto con su arma de rayos laser, pero en seguida desistió- ¡maldición! No puedo dispararle a una mujer.

–¡Por eso te quiero tanto!– dijo la reina con una escalofriante sonrisa.

Bajó del reptil y con un movimiento de sus delicadas manos mando atacar al Dulce Príncipe. La monstruosa serpiente se arrastró veloz y lo atrapo enroscándose en él, con tanta fuerza que lo dejó inconsciente.

La reina rio con malicia, pero entonces una estocada de color carmesí le rozó el pelo, cambiándole el ánimo.

–¡Déjalos en paz!– intervino finalmente el aventurero.

Miró al niño sin darle importancia.

–Perdona si no te vi, es que eres tan insignificante…. y además grosero –su rostro se tornó violento– ¡¿cómo te atreviste a atacar a una dama como yo?¡

–Es cierto, eres mujer, pero también malvada y como un aventurero que se decidió a pelear contra el mal no puedo permitirte ganar.

–Interesante… –se ruborizó y en seguida creó con sus poderes una lanza de hielo– considérate afortunado, te otorgaré una batalla cuerpo a cuerpo.

Dicho aquello corrió a embestirlo con el peligroso objeto, pero el muchacho consiguió bloquear el ataque con su espada. La Reina Helada retrocedió unos centímetros, dio un giro que le quito a Finn el equilibrio  y entonces le asesto una patada en el pecho, empero el aventurero se levantó al instante y le devolvió el estacazo.

La temperatura bajó súbitamente, enfrió los músculos del niño y entorpeció sus movimientos. Su rival rompió la lanza y le lanzó los afilados fragmentos con una holeada de hielo, causándole varios cortes en la piel.

El viento sopló con mayor fuerza, Finn cayó de rodillas y clavó su espada en el suelo para no ser arrastrado por la ventisca. Tan fuerte era el vendaval  que termino por arrebatarle su gorrito de oso.

Hermosa, joven y poseedora de una despiadada lucidez; la Reina Helada le pareció a Finn totalmente distinta a su contraparte masculina, pues él no era verdaderamente malo, sólo estaba algo loco a causa de sus poderes y la soledad, pero si en algo se parecían era en tener corazones sensibles y enamoradizos pues bastaron unos instantes para que el cándido chiquillo, con su bravura y sublimes cabellos rubios, conquistara el corazón de la Reina Helada.

–¿Quién quiere a  un príncipe cuando puede tener a un héroe?– dijo la reina sonriendo deleitada mientras detenía su ataque.

Libero al Dulce Príncipe del agarre de la serpiente de hielo y mando a atrapar al aventurero; este intento apartar a la fiera con algunos movimientos de su espada pero entonces los ojos del reptil se iluminaron e hipnotizaron al pequeño héroe.

Satisfecha puso fin al hechizo que tenía convertida a la dulce gente en helado. Se montó en la constrictora con Finn en brazos y deslizándose a una velocidad increíble se dirigieron al reino helado. En ese ajetreo el zafiro que el ángel le dio al niño cayó de sus bolsillos y quedo perdido entre ortigas.

 

Notas finales:

No estaba segura de como llamar, al alter de Pan de Canela, así que la llame así XD y mmm....creo que no les cae tanto el Dulce Principe, pero tenía que escribirlo XD ya llegará el momento de Marshall -w- gracias por leer y si comentaran, me harían más feliz aún u,u


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