Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Open Mind por yaonita

[Reviews - 439]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola de nuevo ^^

Os traigo un nuevo capítulo, largo y en el que sucede algo de lo que iremos sabiendo poco a poco ^^

Os recuerdo que lo que está escrito en cursiva son conversaciones que han tenido lugar en el pasado.

Sin más, espero que os guste ^^

Un beso

Yaonita

26. Un ataque y una buena oportunidad.

(Tristán)

Estaba en la barra del Open Mind sirviendo a los clientes, me encantaba mi trabajo pero hoy no me encontraba especialmente bien, y el hecho de que Luis estuviera en la barra acompañando a Kiel lo empeoraba todo.

- Monada ponme un ron con limón – Un chico castaño y de ojos marrones llamó mi atención.

- Tendrás que esperar tu turno guaperas – Por muy bueno que estuviera debía respetar los turnos.

- ¿Y para acostarse contigo también hay que pedir tanda? – Preguntó con burla – Porque según dicen estás bastante solicitado, y yo me muero de ganas de probar ese culito – En otro momento me habría encantado su descaro y le hubiera seguido el juego pero no me encontraba muy bien y no estaba para chorradas.

- Yo no tengo la culpa de estar como un tren – Me acerqué a él – Y siento decirte que hay muchos chicos en la cola y tú estás el último cariño – Le guiñé un ojo.

- Parece que no te importa ser una puta – Vale, ya se estaba pasando, una cosa era bromear y otra muy distinta insultar.

- Pues esta puta no se acostaría contigo ni borracho – No me iba a dejar intimidar, estaba demasiado acostumbrado a estos juegos.

- Tranquilo, no me gustan los coches tan usados, tienen fugas por todas partes – Se rió.

- Parece que el que te haya hablado de mí no te ha contado toda la verdad – Me acerqué a él inclinándome sobre la barra de manera sexy – A mí no me agujerean a mí me gusta hacer agujeros ¿Quieres que te haga uno bien grande?

- Me largo, no vales la pena – Se largó y me dejó tranquilo.

- Lárgate y que te la pique un pollo – Me reí.

- ¿Ese chico te estaba molestando Tristán? – Preguntó Alex, que estaba lo suficientemente cerca como para haber escuchado parte de la conversación.

- No te preocupes Alex lo tengo controlado – Le guiñé un ojo – Necesito un descanso ¿Puedes cubrirme un rato?

- Ningún problema – Me hizo una señal con el dedo para que me fuera sin problemas.

A veces, encontronazos con chicos como el de hoy, me hacían sentir como una mierda, pero al fin y al cabo era lo que me había buscado ¿No?

Llegué al almacén y me senté en unas cajas de cervezas que había amontonadas, me llevé la mano al pecho intentando controlar el dolor pero era imposible, hoy no tenía que haber venido a trabajar.

El dolor se iba intensificando poco a poco y yo sabía lo que eso significaba, una lágrima se escapó de mis ojos ¿Sería este el definitivo?

De pronto entró Roberto y fue como si entrara mi ángel salvador.

- ¿Estás bien Tristán? – Se acercó a mí asustado al verme en esa situación.

- No, voy a tener un ataque, llévame al hospital – Con mi mano apretaba mi pecho intentando controlar lo incontrolable – Y por favor Rober, que nadie me vea – No quería preocupar a nadie innecesariamente.

- Mierda Tristán, debiste decirme que no te encontrabas bien – Me cogió entre sus brazos, saldremos por atrás nadie nos verá – Vamos.

Roberto me llevó a su coche por la puerta trasera del pub, como si yo fuera una princesa y él mi príncipe encantado, tras dejarme en la parte trasera comenzó a conducir dirección al hospital. También aprovechó para llamar a Zen y decirle que había tenido que irse del pub conmigo, pero sin darle explicaciones, aunque seguramente no hacían falta, Zen sospecharía que algo malo estaba pasando.

Roberto siempre me había protegido, y yo me sentía afortunado de tener a alguien como él en mi vida.

(Roberto)

Hacía un par de horas que habíamos llegado al hospital y nadie me decía nada, ya no sabía que escusas poner a los chicos que no me paraban de preguntar por nuestra repentina desaparición del pub.

Nada más llegar a las puertas del hospital, Tristán se derrumbó en el suelo quejándose del dolor en el pecho, estaba teniendo un ataque y yo no podía hacer nada. Los médicos lo metieron rápidamente a urgencias y desde entonces no sabía nada de nada.

Estaba preocupado, no era la primera vez que presenciaba un ataque de Tristán, pero cada vez eran más peligrosos y cada vez le resultaban más difíciles de superar.

- ¿Usted es el acompañante de Tristán Cifuentes? – Un medico se acercó a mí con cara muy seria, lo que me asustó de inmediato.

- Yo mismo, me llamo Roberto – Me presenté y le saludé dándole la mano – ¿Cómo está Tristán?, ¿Está bien?

- Yo soy el doctor Ramírez, he tratado otras veces a Tristán – Se presentó él también – Necesito hablar con un familiar ¿Es usted un familiar? – Mierda, porque no me decía ya si estaba bien.

- Soy un amigo, he avisado a sus padres pero dudo que vengan no se llevan bien – Evité decirle que eran unos desgraciados sin corazón – Puede decirme lo que sea a mí, yo lo sé todo de su enfermedad.

- Está bien se lo diré a usted – Suspiró – Tristán ha tenido un ataque al corazón, cosa habitual en él como ya sabrá, el problema es que el virus que le afecta cada vez deja más debilitado su corazón y esta vez lo hemos salvado por los pelos. Debo decir que Tristán es un chico muy fuerte, muchos con su mismo problema no llegan a la mayoría de edad y él ya tiene veinte años.

- ¿No hay nada que se pueda hacer? – Sabía la respuesta, siempre preguntaba lo mismo y siempre recibía la misma contestación.

- Desgraciadamente no – Aseguró – No obstante, me gustaría que visitara a un doctor de la capital, es experto en su enfermedad y quizás podría ayudarle a vivir unos años más, pero Tristán es bastante cabezota – No hacía falta que lo jurara – Se lo he comentado un par de veces y siempre se niega a ir.

- Dígame que doctor es y yo mismo me encargaré de que vaya aunque tenga que llevarle arrastrándole por los pelos – Aseguré completamente convencido.

Estuve un buen rato hablando con el doctor, después me comentó que podía ver a Tristán que estaba consciente y estable. Estaba en la unidad de vigilancia intensiva, por si el ataque se repetía, así que me dirigí a verlo.

Para entrar me obligaron a ponerme una horrible bata y un horrible gorrito, seguro que Tristán se reiría de mi, estaba ridículo.

- ¿Se puede? – Me asomé por la cortina que separaba la cama de Tristán del resto, me dio un escalofrío verlo conectado a un montón de máquinas. Aunque estaba acostumbrado a verlo así siempre me impactaba.

- No te quedes ahí viejo, adelante, entra en mi castillo – Bromeó.

- Si tienes ganas de bromear es que estas bien – Le sonreí.

- Todo lo bien que se puede estar conectado a un montón de máquinas, parezco “Robocop” – Se rió – Aunque no debería quejarme, tú tienes peor pinta que yo con esa bata y ese gorro.

- Cállate, mira lo que tengo que hacer por ti – Señalé mi vestuario.

- Si Zen te viera con esas pintas te dejaba – Siguió bromeando.

- Zen me quiere por como soy, le da igual mi aspecto – Me hice el orgulloso – ¿Qué tal te encuentras? – Me puse serio.

- Como si me hubiera atropellado un autobús – Reconoció – Esta vez ha sido fuerte, casi no lo supero.

- He hablado con tu doctor…

- ¿Has conocido al doctor Ramírez? – Me interrumpió – Esta bueno ¿Verdad? Un poquito madurito para mí, pero tiene un punto.

- Tristán seriedad, no intentes desviar el tema – Le amonesté – Me ha comentado que lleva tiempo ofreciéndote ver a un doctor en la capital y que tú te has negado siempre ¿Me puedes explicar por qué?

- Roberto, para que voy a ir ¿Para alargar la agonía un par de años? – Frunció el ceño – No quiero vivir más si eso implica tomarse un montón de pastillas e ir por la vida como un zombi, ya tomo bastantes medicinas gracias.

- Pero Tristán, al menos deberías ir a verle, quizás haya algo que no sabemos y que te pueda ayudar – Insistí.

- No hay nada Roberto, como mucho conseguiría un par de años más – Aseguró.

- Un par de años más para los que te queremos es mucho tiempo – Me acerqué a él y le cogí una de sus manos entre las mías – Por favor, hazlo por mí.

- Mira que eres chantajista – Aunque intentaba no mirarme sabía que se había emocionado – Esta bien, si eso te hace feliz, iré a ver a ese doctor.

- Yo te acompaño – Le abracé con fuerza.

Tristán para mí era muy importante, y si podía conseguir que viviera un par de años más, haría lo que fuera para conseguirlo.

No podía quedarme con él en la unidad de cuidados intensivos, así que después de hablar un rato con él, me despedí y me fui a casa donde un preocupado Zen me esperaba.

- ¿Cómo está Tristán? – Me preguntó nada más verme entrar por la puerta.

- ¿Cómo sabes que le ha pasado algo? – No había querido preocuparlos y les había puesto tontas escusas para no decirles la verdad.

- Vamos Rober, a estas alturas no me puedes engañar – Comentó.

- Ha tenido un ataque pero ahora está bien – Reconocí – Pero tengo miedo Zen, los ataques cada vez son peores.

- Desgraciadamente no podemos hacer nada – Se acercó y me abrazó. Cuando Tristán y Kiel rompieron le confesé a Zen toda la verdad, ellos no sabían del verdadero alcance de la enfermedad de Tristán, solo lo sabía yo, ellos sabían que estaba enfermo pero no sabían que iba a morirse. Pero no pude evitar confesárselo a Zen después de que discutiéramos sobre lo estúpido que era Tristán por no decirle la verdad a Kiel.

- He hablado con su doctor, voy a llevar a Tristán a la capital a hablar con un doctor que es especialista en su enfermedad, dice que quizás puede alargarle la vida un par de años – Le informé – Me lo llevo en cuanto le den el alta del hospital.

- Pero eso son grandes noticias – Se separo para mirarme a la cara y me sonrió.

- Supongo – Suspiré – Aunque Tristán ya se ha dado por vencido, dice que le da todo igual, que prefiere morir ahora que vivir un par de años más teniendo que tomarse un montón de medicinas.

- En cierta manera lo entiendo – Se separó de mí y fue a sentarse al sillón – No debe ser fácil para él, tiene que tomar pastillas todos los días, y soportar el dolor continuamente, además de esperar que en cualquier momento le dé un ataque, lleva toda su vida viviendo así, debe estar cansado.

- Y ahora encima tiene que soportar ver a Kiel con Luis todos los días – Me senté a su lado en el sillón.

- Eso es culpa suya, si hubiera hablado con Kiel y le hubiera dicho la verdad no estaría en esta situación – Comentó molesto – Kiel también lo ha pasado mal.

- No quiere pasar por lo mismo que pasó con su ex, si lo hubieras visto como yo lo vi – Recordé sus tristes ojos, su decepción, su desamor.

- ¿Nunca me contaras como os conocisteis? – Me miró con curiosidad.

- Quizás algún día, pero ahora estoy cansado, vamos a la cama – Me acerqué a él y le besé – Necesito desconectar de todo Zen.

- Y yo sé cómo hacer que desconectes – Ahora fue él quien me beso – Vamos – Se levantó del sofá y me cogió de la mano para que le siguiera hasta la habitación.

- Creo que fue una gran idea darte las llaves de mi casa – Bromeé.

Al menos tenía a alguien con quien poder desahogarme, me había sentido algo culpable por contarle el secreto de Tristán, pero sabía que en él podía confiar, y ahora que lo sabía todo podía hablar con Zen sin tapujos, y de verdad que lo necesitaba.

(Tristán)

No sé porque me dejé convencer por Roberto, nada tenía sentido. Dos días antes, estaba en la salita de espera de un hospital privado acompañado de Roberto, y perdiendo el tiempo.

Había estado tres días en el hospital, en cuanto me dieron el alta Roberto me dijo que había hablado con el especialista que nos recomendó el doctor Ramírez y que nos íbamos de inmediato a verle, no pude negarme y allí fuimos.

- Señor Cifuentes, pase por favor – Nos dieron paso a la consulta, Roberto se auto invitó y entró conmigo.

Una hora después salíamos de nuevo, con más información, pero las mismas esperanzas, al menos en mi caso pues Roberto estaba entusiasmado.

- Te dije que sería una pérdida de tiempo – Protesté al salir de la consulta.

- ¿Una pérdida de tiempo?, ¡Estás loco! – Estaba emocionado – No podían habernos dado mejores noticias.

- ¿Es que a caso no has escuchado al doctor Furtell? No hay nada que hacer, lo que propone es imposible – Me quejé.

- Es difícil pero no imposible, al menos hay alguna posibilidad, yo voy a ayudarte en todo lo que pueda – Me agarró por mis dos brazos y me miró fijamente – Lo conseguiremos Tristán.

- Por desgracia tú no puedes ayudarme mucho con lo que necesito – Agaché la cabeza apenado.

- Deberías comenzar por hablar con tus padres, en una situación así te escucharan y estoy seguro de que te ayudaran – Sonrió.

- Yo no estoy tan seguro Roberto – Comenté resignado.

- No pierdes nada por intentarlo – Me abrazó con cariño.

Ahora, dos días después, allí estaba frente a la puerta de casa de mis padres, dispuesto a rebajarme para pedirles algo ¿Cómo había caído tan bajo?

(Roberto)

- Ahhh… pequeño… ahhhh – Estaba tumbado en la cama boca arriba, con mi pequeño sobre mis piernas y recibiendo un mamada que me estaba haciendo ver las estrellas.

- ¿Te gusta? – Levantó su mirada sin dejar de lamer mi polla, sus ojos, lujuriosos, me estaban volviendo loco.

- Me estas matando pequeño… ahhh – No podía más, necesitaba estar dentro de él ya.

- Ten paciencia cariño, ahora viene lo mejor – Se alzó y subió un poco sobre mi cuerpo, ahora lo tenía a horcajadas sobre mi entrepierna.

- Hazlo ya o te volteo y lo hago yo – Puse mis manos en su cintura y lo acaricié. Zen se inclinó para besarme apasionadamente.

- ¿Tan desesperado estás? – Susurró entre mis labios – ¿Tanto me deseas?

- No lo sabes bien pequeño – Llevé mis manos a su trasero y no pude evitar meter el primer dedo.

- Ahhhh… un dedo travieso se ha colado – Bromeó Zen.

- Pues ahora el segundo le acompañará – Y eso hice, añadí el segundo dedo y comencé a moverlos de forma circular.

- El tercero se sentirá solito – Puso pucheros – Mételo también.

- Sus deseos son ordenes señor capitán – Y el tercer dedo se adentró.

- Ahhhh… marinero enséñeme como sabe mover sus dedos – Me mordió los labios y volvió a besarme.

- Mis dedos se han vuelto muy hábiles después de tener que atar y desatar tantos cabos – Seguí moviendo mis dedos en su interior, provocando de vez en cuando pequeños gemidos en Zen.

- Marinero… ahhh… enséñeme que más sabe hacer – Dejó un último beso en mis labios y se alzó de nuevo después de que yo sacara mis dedos de su interior.

- A sus órdenes mi capitán – Le agarré fuertemente de las caderas y le guié hasta mi polla. Después de colocarle justo en el lugar adecuado, le incité a que él mismo hiciera el resto del camino.

- Rober… ahhh – Poco a poco se fue empalando, mi polla temblaba del gusto de sentirse en su interior, el sudor caía por su frente, las manos se posaban en mi pecho, mis manos seguían ancladas en sus caderas – Ahhhh – Ya me tenía totalmente dentro, se detuvo unos momentos para acostumbrase y yo tuve que controlarme mucho para no comenzar a moverme.

- Pequeño… ahhhh – A duras penas podía controlarme.

- Soy su capitán no lo olvide marinero – Me pellizco un pezón como castigo.

- Capitán muévase o no me podré controlar – Susurré casi sin voz.

- Ahora marinero… ahhh – Comenzó a moverse, arriba y abajo, apresando mi polla, engulléndola con sus músculos. Sus manos sobre mi pecho de vez en cuando se convertían en garras que desgarraban mi piel, su cara era de puro éxtasis y el solo hecho de verle me daba una punzada extra de placer – Ahh… ahhhh.

- Me encanta como se mueve mi capitán… ahhhh – Agarrado como estaba a sus caderas comencé a moverme yo también, no podía dejar quieta mi pelvis que continuamente pedía por más. Más roce, más profundo, más rápido, más placer.

- Ahhh… Rober… mi marinero sabe como navegar por mi interior… ahhh – Había encontrado su punto máximo de placer y no iba a desaprovechar ese hecho.

De golpe y porrazo comenzaron a escucharse unos ruidos en la puerta, me quedé ligeramente parado por la sorpresa.

- No se pare marinero – Zen me insto a seguir con lo nuestro – No se pare… ahhhh.

Pero los golpes no cesaban, alguien estaba aporreando la puerta.

- Mierda… ahhh – Aceleré el ritmo de mi pelvis y con mi mano comencé a masturbar con fiereza a Zen.

- Rober… ahhhhh – Los golpes seguían pero iba a acabar con lo que estaba haciendo antes de matar al que estaba aporreando la puerta sin ninguna consideración.

- Zen… ahhhh… pequeño… ahhh – Conseguí llegar al clímax a pesar de la desconcentración que me habían provocado los golpes en la puerta. Sentí mi mano húmeda lo que significaba que Zen también había acabado.

- ¿Se puede saber que loco desconsiderado aporrea la puerta a las seis de la mañana? – Preguntó un furioso Zen dejándose caer sobre mi pecho – No me lo puedo creer – Protestó.

- Iré a ver qué pasa – Los golpes seguían y yo no entendía que pasaba ¿Fuera quien fuera no se daba cuenta que no era bien venido?

- Vete antes de que salga yo y cometa una locura – Zen se apartó de mi pecho y se echó a un lado.

Eran las seis de la mañana, apenas hacía una hora que Zen y yo habíamos llegado a casa después de una dura noche de trabajo, y algún loco perturbado no paraba de aporrear la puerta con desesperación. Zen me había echado a patadas de la cama para que fuera a ver quién era y me deshiciera de inmediato del molesto e inesperado invitado, me puse unos pantalones y bajé.

- ¿Quién demonios viene a molestar a estas horas? – Abrí la puerta completamente enfurecido.

- No te pongas así viejo, solo venía para un poco de diversión, dile a Zencito que baje y nos montamos una fiestecita – Tristán completamente borracho, o drogado no sabría decir, estaba al otro lado de la puerta.

- ¿Se puede saber qué demonios te pasa? Son las seis de la mañana – De no verlo en el estado en que estaba, seguramente le habría echado sin pestañear.

- Vamos Roberto, no quiero estar solo, necesito divertirme – Se acercó a mí y comenzó a coquetear conmigo – ¿Nunca has pensado en cómo sería acostarte conmigo? Puedo llegar a ser muy placentero – Puso su mano en mi nuca y me lamió el cuello.

- Estás borracho o drogado que es aún peor – Me deshice de él como pude y me di la vuelta.

- ¿Tanto asco te doy que no quieres acostarte conmigo? – Volvió a acercarse y abrazándome por la espalda susurró a mis oídos – Puedo darte mucho placer Roberto, a ti incluso te dejaría ser activo ¿No te gustaría probar mi culito?

- Se acabó – Me di la vuelta y le empujé como pude al sofá – Ya puedes estar contándome que te pasa ¿Me has oído?

- Eres un aguafiestas, viejo gruñón – Puso morritos – Nadie me quiere, ni siquiera tú – De golpe le cambió el ánimo y se puso triste.

- Sabes que si que te quiero pero no de esa forma – Me acerqué a él y me senté a su lado cogiéndole de la mano – Y hay mucha gente que te quiere Tristán.

- ¡Mis padres no me quieren! – Exclamó furioso – Incluso me odian y quieren verme muerto.

- Ya veo, has ido a ver a tus padres ¿No? – Ahora entendía su comportamiento.

- No quieren ayudarme, les da igual que me muera – Puso sus manos en su cara y agachó la cabeza escondiéndola entre sus rodillas, luego comenzó a llorar desconsoladamente – Para ellos ya no existo, tienen a su otro hijito perfecto yo solo soy un hijo defectuoso del que mejor deshacerse – Le alcé por los hombros y le abracé para que llorara sobre mi hombro.

- Llora amigo, llora todo lo que quieras – Con mi mano acariciaba su pelo – Tu vales cien veces más que ellos.

- Gracias Rober – Se separó de mí para mirarme a los ojos – Gracias por todo, a veces… a veces pienso que debería haber ido a por ti desde un principio – Y se acercó para besarme. En un principio pensé que sería uno de sus típicos piquitos y por eso no me alejé, enorme fue mi sorpresa cuando el beso se intensificó e incluso sentí su lengua en mi interior. De la sorpresa no pude alejarme – Besas muy bien – Susurró al separarse de mí.

- Gracias, supongo – Estaba completamente pasmado, no sabía que decir, entonces lo vi… Zen estaba parado al comienzo de las escaleras, mirándonos con cara entre sorprendida y decepcionada, inmediatamente me quité a Tristán de encima y me puse de pie – No es lo que parece – Que frase más típica y vulgar.

- Sí, claro – Escupió venenosamente al tiempo que me daba la espalda e iba hacia la habitación para encerrarse en ella.

- Tú quédate aquí quietecito, ahora vuelvo – Dije señalando a Tristán – Ni se te ocurra moverte, ya has hecho bastante daño – Volví a amenazarle desde las escaleras.

Corrí escaleras arriba para intentar tranquilizar a Zen, no sabía exactamente que había visto pero por su expresión podía imaginar que había visto el beso, me culpé interiormente por no haber sabido reaccionar antes y evitar el problema.

- Zen, pequeño, déjame entrar – Estaba ante la puerta de mi cuarto de baño, Zen se habían encerrado dentro y no me dejaba pasar.

- ¡No! Vete con tu queridísimo Tristán, seguro que te da mucho más placer que yo – Parecía estar llorando, mierda.

- Por favor Zen, déjame explicarte, solo te pido eso – Supliqué. Al poco rato oí como el seguro de la puerta era retirado – Zen, de verdad que todo tiene una explicación – Comencé a hablar al tiempo que abría la puerta y entraba.

- ¿Desde cuándo te acuestas con Tristán? – Preguntó dolido.

- No me acuesto con Tristán, te he dicho muchas veces que es como un hijo para mí – Me acerqué a él poco a poco, no demasiado rápido, no quería asustarlo.

- Pues ese beso no parecía el de un padre a un hijo – Replicó molesto.

- Ese beso ni siquiera yo me lo esperaba – Resoplé – Tristán esta borracho, o drogado no sabría decirte, me pilló por sorpresa, no pude alejarlo de mí. Vamos Zen sabes que no significó nada, yo estoy loco por ti y Tristán está loco por Kiel aunque no quiera reconocerlo.

- El beso duró bastante, tuviste tiempo de sobra para separarle – Ahí tenía razón, mierda debía reconocer que el beso me había gustado y por eso no me había separado.

- El jodido de Tristán besa muy bien – Me reí.

- Estúpido – Comenzó a empujarme por el pecho, yo lo acogí entre mis brazos para que dejara de golpearme.

- Escúchame pequeño – Comencé a hablar casi en susurros – Yo te amo, ese beso no ha significado nada, solo me sorprendió y no supe reaccionar a tiempo, pero yo solo quiero tus besos, sabes que te amo.

- ¿Te has acostado alguna vez con Tristán? – Preguntó lloroso.

- Jamás – Aseguré.

- ¿Y porque te ha besado? – Se tranquilizó, puso su cabecita en mi pecho y yo le abracé con fuerza.

- Tristán no está pasando por un buen momento, necesita nuestra ayuda, no se lo tengas en cuenta por favor, solo está confundido y no sabe lo que se hace – No me gustaría que por este accidente Zen y Tristán dejaran de ser amigos.

- A veces tengo envidia de lo que significa para ti Tristán – Reconoció escondiendo el rostro entre mi pecho.

- Tristán es importante para mí, al igual que lo eres tú – Pase mi mano por su pelo, acariciándoselo – Pero tú tienes una parte de mí que él no tiene, no deberías sentir envidia.

- Tienes razón, pero te amo tanto, y tengo tanto miedo de perderte – Susurró.

- No me perderás pequeño – Hice que me mirara y luego le besé – Pero ahora tenemos un problema de metro noventa ahí abajo, debemos solucionarlo.

- Está bien, vamos antes de que destroce el salón – Se rió.

Bajamos al salón cogidos de la mano, una vez solucionada la pequeña crisis debíamos enfrentarnos a algo mucho más delicado, una crisis mucho mayor. Viendo el estado de Tristán podía imaginar la conversación que había tenido con sus padres.

- Zencito siento lo de antes – Tristán pidió disculpas arrepentido en cuanto nos vio bajar por las escaleras, estaba tumbado en el sofá boca arriba y con las piernas colgando por el lateral.

- No te preocupes, pero si lo vuelves a hacer te quedas sin pelotas – Amenazó Zen.

- ¿Estás mejor? – Llegué a su lado y me senté en el sofá, en el único hueco que dejaba libre, quería cogerle la mano para que sintiera mi cariño.

- Me da vueltas la cabeza y siento que si me levanto echaré hasta la primera papilla, pero estoy bien – Me dedicó una sonrisa forzada.

- ¿Qué te han dicho tus padres? – Pregunté al fin. Aunque antes ya me había adelantado algo quería saber más.

- No van a ayudarme Roberto, dicen que en el momento que me fui de casa tome la decisión de valerme por mí mismo y que ahora no tenía derecho a volver pidiéndoles ayuda. Que ya no soy su hijo, en cuanto me fui dejé de serlo, ahora ellos solo tienen un hijo. No sé, un montón de estupideces más – Comentó.

- ¿Pero les has dicho lo importante que era? – Estaba sorprendido, no podía ser que no quisieran ayudarle.

- Eso les da exactamente igual, pasan de mí – Aseguró con resignación.

- ¿Y qué vas a hacer ahora? – Teníamos una oportunidad, no podíamos rendirnos tan fácilmente.

- No tengo ni idea – Confesó.

- No podemos rendirnos Tristán, encontraremos la manera – Me puse de rodillas en el suelo y le abracé con fuerzas, miré a Zen que estaba de pie escuchando nuestra conversación con curiosidad, después tendría que contarle muchas cosas.

Con Tristán entre mis brazos me pregunté como unos padres podían dar de lado a un hijo como él ¿Por qué no sigue los cánones de lo se que supone es normal en el amor?, ¿Por qué nació con problemas? No lo entendía, para mí Tristán era una gran persona y no se merecía unos padres como los que tenía.

***

Notas finales:

¿Qué os ha parecido el capítulo?

Ya sabemos cómo son los ataques de Tristán :( La buena noticia es que parce ser que hay alguna oportunidad pata Tristán ^^ Pronto sabremos más sobre esa oportunidad ^^

Debo decir que ni mucho menos soy experta en medicina, y que todo lo relacionado con la enfermedad de Tristán no tiene ningún rigor científico, así que es posible que me equivoqué en muchas cosas, pero así lo tenía en mi cabeza y así lo he querido poner ^^ Así que de todo lo que vayamos sabiendo sobre su enfermedad no hagáis mucho caso XD

Sin más agradecer sus reviews a Ushio, Yuko, Keelop, Taiga, Ana, Debs, Monik, Musubi y ImPandahero ^^

Os agradezco de corazón todos vuestros comentarios, estoy pasando por una mini crisis de inspiración y me ayudan mucho ^^ No voy a recurrir al chantaje de nuevo, simplemente intentare compensaros por vuestro gran aporte con un capítulo el próximo miércoles XD

Un beso

Yaonita


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).