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Buscando... por Cristabelle

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El joven aventurero caminaba a paso rápido relatando con gran ánimo las anécdotas vividas al otro lado del túnel, Lei sonreía ante cada detalle que le hacía saber. Sonreía a pesar de que lo invadía una gran tristeza.

–Todavía no lo creo.

–¿Qué?

–Allá todos los chicos eran chicas y todas las chicas eran chicos. Gracioso ¿no crees?

–Si tú lo dices…

Aquellos relatos llenaron a Lei de un sentimiento que no recordaba haber sentido en mucho tiempo, incomoda sensación que se agrando debido a una repentina duda.

–Dime ¿también encontraste a un Príncipe Flama?

La pregunta tomó desprevenido a Finn, reacción por la cual el ángel se retractó.

–No tienes que responder, siendo ella tan bella y apasionada, puedo imaginar cómo es él y asumir que su encuentro debió ser el mejor de todos… incluso pudo haberte ayudado en la relación con tu amada…– dicho esto tomó altura alejándose.

–¡Lei espera!

Prefirió no escuchar y dirigirse a una torre derruida.     

Esto es un recordatorio de que él pronto partirá y de que posee una gran cantidad de gente importante y maravillosa contra la cual es imposible competir

Esa idea pasó por su mente fugaz y terrible, tan terrible que lo llevo a rasgar las grietas en su cuerpo hasta hacerlas sangrar; miró sus guanteletes empapados de un líquido negro con brillo rojizo sin creerlo.

–¡No! yo no me hice esto…

Es terrible hacer algo y no recordar que ha sido hecho, igual que con el último portal

–Aún me queda una pieza ¡¿por qué?!

Uno o dos fragmentos, da igual, lo que ésta roto no sirve bien, por eso la inoculación nunca dejó de extenderse y aunque ya no se alimente de la soledad o decepción, ha encontrado un nuevo empuje… los celos

Volvió a abrir los ojos y vio que en sus manos no había nada, todo había sido ¿un delirio?

Entonces una carita preocupada se asomó por uno de los muros.

–¿Por qué te fuiste así?

–Quise jugar a las escondidas, pero olvide decírtelo.

–¿En serio?– pregunto sentándose junto a él.

–Seguro– dijo mientras fingía una sonrisa.

–No me engañas; deberías dejar de guardar las que cosas que te duelen yo te cuento todo ¿no?

–Perdona mis estúpidas conclusiones.

Lei quiso esconder el rostro, pero Finn lo evito sosteniéndole el semblante con las manos.

–Nunca pensé encontrar al Príncipe Flama y ya casi no pienso en ella. Siempre atesorare nuestras aventuras, pero ya es historia y si te lo digo es porque confío en ti.

–¿Tanto así?

–Lo suficiente como para contarte algunas cosas que me dejaron confundido. Presta atención porque lo diré sin detenerme –tomó aire– parecía un mundo paralelo, pero Cake y Lord Monochromicon no eran un can y un lluviacornio. Si Fionna era mí ser alterno ¿Por qué se veía mayor que yo? La piel de Marceline es pálida, pero la de Marshall-Lee era de un verde cadavérico, el nombre del Dulce Príncipe… es Gumball y la Dulce Princesa me dijo en una ocasión que su tío abuelo se llamaba Gumball. Incluso la Reina Helada era distinta y lo más preocupante de todo es que… ¿recuerdas que te conté acerca de Susana Salvaje y de la vez que mi hermano y yo, la ayudamos a recuperar la ciudad de la gente pez?

–Me contaste que Bellotopía fue invadida por los Lubglubs, si mal no recuerdo.

–¡Sí! y en medio de la pelea un lubglub tomó entre sus fauces un cráneo que llevaba… un gorro igual al que tiene Fionna…

Quedaron en un silencio fúnebre.

–Tal vez no era un portal que conducía a un mundo alterno sino un portal de tiempo– expreso el ángel con pesar.

–Quiero estar equivocado…– manifiesto intentando recuperar el aliento.

Sin previo aviso, Lei recostó a Finn debajo de él e intento levantarle el ánimo.

–Deja de pensar en eso; preocúpate por ti, aún estas lastimado por tu pelea con la Reina Helada.

–Es que yo…  

–Mira estos cortes y raspones –levanto la camiseta de Finn y le lamió el pecho– mmmm… incluso aquí.

–¡Para ya, me haces cosquillas!– dijo riéndose.

No siente lo mismo, ni siquiera lo entiende

Suspiro afligido, lamio un corte cerca de los labios del niño y se alejó.

–¿Te incomodo?

–No… –apoyo su frente contra la del ángel– se sintió bien.

Lei percibió arder sus mejillas y relamió sus labios de deseo.

–¿Qué esperas? ¡Juguemos a las escondidas!– exclamo levantándose de pronto.

–Yo cuento y tú te escondes– agregó resignado.

–Hecho.

Finn corrió alegre mientras Lei contaba hasta diez.

–Listo o no ¡aquí voy!

Encontró al aventurero a plena vista, debido a que estaba tan maravillado que olvido esconderse.

Tenía Los ojos bien abiertos y los labios en una mueca de sorpresa; gestos que apenas podían demostrar el asombro que sentía Finn ante una visión como aquella.

Un número incontable de objetos flotaban en el espacio llenándolo más allá de donde la vista alcanzara. Herramientas, ropa, libros, juguetes, armas, muebles  y cuanto armatroste pudiera uno imaginar. Inclusive podían advertirse objetos de distintos mundos y épocas con funciones difíciles de suponer, tantas que se podía caminar sobre ellas.

–¿Y todo esto?– inquirió el niño atónito.

–Lo creas o no hemos llegado muy lejos, a un lugar donde no hay más que cosas perdidas.

–¿Significa que todo lo que se pierde llega a la dimensión central?

–Depende.

La imperativa curiosidad de Finn salió a flote y caminó a inspeccionar lo que se encontraba a su alrededor. 

–¡Cuantas cosas hay! ¿Te imaginas que pudieran hablar?

–Querrían hablar todas al mismo tiempo.

–Es verdad, pero podrían contarnos sus aventuras y cómo llegaron aquí– afirmo con algarabía.

Esas divertidas ocurrencias eran señal de que Finn se sentía mejor, esto alegro a Lei, pero volvió a fruncir el ceño cuando vio caer al aventurero en un hoyo de electrodomésticos.

Presto fue a brindarle ayuda, pero el chico se negó y salió haciendo gala de su agilidad. 

–Finn ¿estás herido?

–No, pero  hay algo que he querido saber desde que llegué aquí ¿Por qué nada tiene peso excepto nosotros?– gimoteo al salir del hoyo con el cuerpo dolorido.

Lei hubiera querido que la respuesta fuera “sí” para aprovechar la situación, pero como no fue el caso, se arrodillo, le desempolvo la ropa y acomodándole el gorrito blanco explico:

–Esperaba que preguntaras eso ya que es mi paradoja favorita respecto a la Dimensión Central. Todos  los objetos, pedazos de planetas y ruinas que hemos encontrado en nuestro camino no encajan aquí por eso no se acoplan al ambiente adquiriendo su gravedad, en vez de eso terminan por existir en un devenir hasta que algún día puedan volver a donde pertenecen.

–En ese caso yo también debería flotar hehe.

–Es sólo una teoría; ni Búho Cósmico o Prismo me han podido responder y por lo que he visto siempre que alguien con consciencia visita la Dimensión Central no tiene problemas con la gravedad, en mi caso tampoco, claro que prefiero volar.

–Yo una vez pude hacerlo –hizo una pose dramática y jugo a hacer una invocación– ¡ojos de dragón, zarpa de tigre, brazo espada y las mejores alas!– soltó una carcajada

–¿Las mejores alas?

–Eran geniales, pero… –lo miro fijamente– no tanto como las tuyas.

–¿Y c-cómo l-las obtuviste?– pregunto Lei sintiendo un curioso calor.

–Me convertí en un mago muy responsable.

–Responsable ¿tú?– Lei rio.

–Es que soy irresponsable y al aceptar la gran responsabilidad que venía con los poderes me di cuenta de que puedo ser responsable.

–Tus historias nunca dejan de asombrarme.

–Y tengo muchas más –se puso a juguetear con el sedoso cabellos de Lei– ¿te conté que yo tenía el pelo más largo que el tuyo?

–No y sinceramente se me hace difícil imaginar que tengas cabello hermoso debajo de ese gorro– manifestó queriendo volver a reír.

–¿Ah si? Créelo o no era tan bonito que se lo regale a una bruja árbol– relató orgulloso.

El ángel rio un poco más y se le esponjaron las alas.

–Volvió a suceder– señalo el chiquillo con sorna.

–Ésta bien, es buena excusa para caminar contigo.

–Me gusta la idea.

Continuaron su camino lado a lado sin apartar sus miradas a pesar de los muchos obstáculos que flotaban entre ellos, saltaban de ser necesario y antes de cada paso comprobaban que el terreno fuera sólido. Lei caminaba arrastrando las alas a modo de capa en tanto Finn tarareaba una canción.

–Debiste conocer a mucha gente interesante estando aquí– dijo de pronto.

–La verdad no…– expreso bajando la mirada.

Finn movió la cabeza sin comprender.

–Casi todos los que han llegado aquí, lo han hecho de casualidad, por ello los portales que los traen terminan dejándolos muy lejos de la Habitación del Tiempo y vagan desolados. Yo me encargo de registrar esta dimensión para ayudarlos a encontrar un portal de regreso a sus mundos, pero muchos se encuentran tan desesperados que ni siquiera me dejan explicarles que si quieren se les puede conceder un deseo y se ensimisman a la hora de que los acompañe a buscar su portal, otros saben del deseo y eligen usarlo para irse… sin contar que los asust… –suspiro– siempre hablo de más.

Quiso dejar de recordar, asió a Finn con ternura y con un cariñoso susurro le reveló:

-¿Sabes? Eres el primero que se detiene a brindarme su compañía… gracias.

Sentir el frío aliento de Lei sobre su piel lo excitó.

–Me cuesta creerlo– susurro nervioso.

–Es cierto y ahora que te descuidaste no te dejaré ir.

Levanto en brazos al pequeño, repartiéndole besos en las mejillas, mientras este reía y fingía resistirse.

–¡Yo también quiero jugar!

Comenzó a besar a Lei en el lado de su rostro que no cubría la máscara y en el cuello apartando los lienzos que le cubrían ese segmento.

Esa cercanía y el cándido roce motivaron ciertas palabras.

–Finn… tú me… – intentó decir.

Pero el muchacho tenía la mirada en algo casi tan importante como lo que Lei quiso confesarle.

Observaba un hoyo parecido al de su reciente caída, pero que tenía la peculiaridad de desprender una misteriosa luz.

–¡Es otro portal!– se soltó del abrazo y corrió hacía el hueco.

–Me parece más un agujero de gusano– afirmo el ángel.

El aventurero no necesito pensar demasiado en el asunto. Tomó a Lei de la mano y sin avisar lo obligo a saltar junto a él dentro del portal que resultó ser un obscuro y extenso tobogán de donde salieron cubiertos de viscosidad transparente con olor a verduras.

–¿En verdad era necesario? –inquirió Lei con desagrado a causa de estar empapado en limazo– ¡asqueroso!– refunfuño.

–Sí, porque perdí tú zafiro –suspiro– y… esta cosa no esta tan mal, parece gelatina– mencionó riendo.

Eso fue suficiente para hacer sonreír a su guía.

–Al menos llegamos a tú hogar ¿verdad?

Ambas sonrisas desaparecieron al ser proferida la palabra “no”

El cielo era lila y las formaciones nubosas semejaban remolinos coloreados de celeste, panorama en el que se observaban dos grandes soles naranjas irradiando bastante calor. Rayos solares tan potentes que evaporaron el líquido viscoso que los cubría y dejaron ver al aventurero un extraño detalle.

Lo que creyó ver hasta ahora no fue cierto del todo. La piel de Lei resulto no ser blanca igual que las nubes de la tierra de Ooo, sino de un color que semejaba a gris ceniza.

Dejo pasar esa particularidad inhalando el aire húmedo y fresco. Se sintió incitado a la aventura y mirando con entusiasmo alrededor comentó:

–Que no sea mi mundo no significa que no pueda conseguir una hazaña ¡exploremos!– dicho esto salió corriendo seguido de Lei que extendió las alas y alzó vuelo.

Desde las alturas pudo observar que el paisaje era bastante liso, cubierto de cuarzos, pequeños riachuelos y formaciones rocosas cubiertas de enredaderas de hojas lobuladas que tenían la peculiaridad de reflejar la mayor cantidad de rayos solares que les llegaban.

–Baja, no creo que nadie viva en este planeta– vocifero Finn.

–Lo dudo, donde hay agua hay vida.

–No empieces con cosas complicadas. Tengo trece.

Descendió y abrazo al menor.

–¿Y me lo dices ahora?

–Sólo bromeaba, ésta bien si eres tú.

Lei sonrió, se separó del pequeño y limpió algo de sudor que fluía por su frente.

–Hacía tanto que no veía el sol ¡qué incomoda es su luz!

–Si tanto te molesta –se sonrojo– deberías… no sé...¿quitarte la ropa?

Escucho eso sorprendido y miró al héroe con reticencia; la curiosidad de Finn se hizo evidente.

–Deja de mirarme así ¡no me refería a eso! –aclaro la voz– tú ropa es rara y no es conveniente para este lugar.

–Yo no pienso igual. En la televisión de Prismo vi a los caminantes en los desiertos usar ropa como ésta.

–La Dimensión Central no es un desierto.

–Solía sentirse como uno.

Trago saliva y se aferró a Lei en señal de disculpa.

–Olvida eso, yo también tengo calor.

–No te preocupes, hay bastante agua, aunque…

–¡Estoy sediento!– exclamo corriendo en dirección al agua.

–No hagas eso, podría estar contaminada.

 Haciendo caso omiso a la recomendación, el temerario Finn probó el agua.

–Imprudente. Si acabas intoxicado será tu problema.

–El agua más deliciosa que he probado en mi vida, aunque… sabe demasiado a metal– mencionó para disipar la aversión de su acompañante.

–No te oigo. Siento una extraña añoranza.

–Hablando de agua ¡apesto! Necesito un baño.

Camino en busca de un lugar adecuado para lavarse y se alegró al encontrar lo que parecía ser uno de los tantos afluentes de todos los arroyuelos que encontraron.

Era un cumulo de rocas gigantescas que formaban una cueva, de las cuales por más increíble que sonara brotaba una cantidad de agua tan abundante como el de una cascada, dando lugar a un cristalino estanque que se desbordaba formando innumerables arroyos.

–¡Bala de cañón!– grito saltando al agua en ropa interior, empapando a Lei que acababa de darle alcance.

Este secó su rostro con el antebrazo y quedó sin aliento por lo que observo.

Disfrutaba dejándose empapar por el agua que emanaba de las rocas; dejaba que el líquido se deslizara por su cara y su cabello, para luego escurrirse por uno de sus brazos mientras se lavaba el otro. Se reclinaba para tallarse las piernas, procediendo de forma parecida para refrescar el resto de su cuerpo delgado, pero ágil y bien tonificado.

Como se podía esperar de un aventurero su piel no era suave ni delicada, en cambio estaba repleta de tenues cicatrices que no se veían a simple vista, pero aquello no le restaba atractivo, combinaba a la perfección con la hermosa inocencia que demostraba al jugar en el agua.

–Tu cabello, sí es…– dijo Lei mirando al suelo, procurando no concentrarse en la desnudez del muchacho.

Finn rio palpando su pelo y se dio cuenta de que ya había crecido hasta sus hombros ¿cuánto tiempo había pasado buscando un camino de vuelta a su hogar?

–¿No piensas entrar?– pregunto intentando disimular su turbación.

–No sé…

–Ya estás mojado.

Tenía un inconveniente, pero no pudo negarse. Quería ver nadar a Finn.

Se quitó las botas y los guanteletes, soltó el cordel que sostenía su cabello en una cola alta, entro en la parte más honda del lago y con cierta vacilación se quitó los gruesos ropajes que le cubrían, a excepción del pantalón.

–No voltees

–¿Por qué?

–Sólo no lo hagas.

–Lo que tú digas– profirió con insolencia.

Nado hacía él, pero Lei se alejó. Desconcertado Finn intentó acercarse nuevamente, pero dio el mismo resultado, entonces se sumergió en el agua por varios minutos y salto a los brazos del mayor sorprendiéndolo.

La visión era impactante. Tenía el dorso, los brazos y una parte del cuello cubiertos de extrañas laceraciones oscuras provenientes de una astilla fucsia que relucía incrustada en su pecho; las marcas se veían agudas, pero no más que las dos grietas de las cuales salían sus alas, Finn opto por examinar antes de preguntar y se dio cuenta de que su anatomía era muy parecida a la de un humano.

–¿Qué es lo que me ocultas?

Lei guardo un indiferente silencio. Salió del agua e intentó alejarse de Finn, pero este lo siguió

–¿Por qué te pareces tanto a un humano?

–No tengo por qué responderte.

–¿Cómo te hiciste esas heridas?

–Déjame en paz

El aventurero fue por su espada y lo retó.

–¡Dime o acabaré contigo!

–Es la maldición que vino con mis poderes– expuso dedicándole una mirada difícil de interpretar.

–Pero me dijiste que todos los de tu especie tenían poderes como esos… –dejo caer su espada–  m-me ¿mentiste?

–¿Mentí?

Lei quedó paralizado y sujeto su cabeza con fuerza.

–¿Lo hice? ¿Lo hice? ¿Lo hice?– repitió la frase con dolor respirando agitado.

–¿Qué te pasa?– pregunto Finn angustiado.

–Lo siento…– dijo antes de caer desmayado.

Lo arrastro a la orilla de la cueva e intento despertarlo. No sabía qué pensar, ni qué hacer, nunca antes le habían mentido así, pero algo era seguro, dolía mucho.

Espero a que Lei despertara con la mente revuelta de ideas y un gran pesar en el pecho. Harto de esa sensación tomó su fiel espetón y resolvió distraerse explorando, hacía mucho calor así que sólo se puso su pantalón corto antes de salir a caminar.

La temperatura del ambiente iba tornándose peligrosa. Los rayos solares empezaron a lastimarle la piel, el suelo comenzó a calentarse de sobremanera. Las plantas nativas agravaban su situación con sus superficies brillantes que se defendían de los rayos ultravioleta reflejando la luz hacía Finn que estaba en el momento y lugar equivocado. A ese paso moriría de insolación; debía encontrar un escondite.

Halló entre enredaderas el acceso a una serie de galerías llenas de agua hasta casi el tope, eso le permitió respirar.

Esos pasajes parecían haber sido labrados de forma artificial, misterio por el cual decidió investigar, en eso noto que su espada no le permitía nadar y tuvo que dejarla en la entrada del pasadizo.

Las galerías eran de aspecto monótono, con muros de bordes lanceolados que cada vez se hacían más oscuros, empero Finn no iba a retroceder, había decidido adentrarse a ese lugar y llevaría su resolución hasta las últimas consecuencias.

Por otro lado todavía no se sentía listo para encarar a Lei.

Llegó a una parte muy lóbrega, se desoriento y no supo por dónde ir.

Busco una solución y distinguió algo iluminando las profundidades: algas fluorescentes.

Se sumergió y descubrió algo asombroso ¡sí había vida en ese planeta!

En las profundidades vivían seres de fisionomías variadas, algunos caminaban en cuatro patas otros tenían seis y estaban también aquellos que carecían de extremidades y reptaban. Los había en diferentes tamaños, pero todos coincidían en tener epidermis traslucida, interior pastoso y nada que pudiera compararse con un rostro.

La falta de oxígeno lo obligo a ir a la superficie, pero volvió a tomar aire y se zambullo otra vez.

Eran seres fascinantes. Observando se dio cuenta de que caminaban con las corrientes de agua y que horadaban el suelo para sacar unos extrañas frutos que introducían en una cavidad bucal o eso era lo que parecía, no emitían ningún sonido, pero tenía gestos interesantes. Los que poseían varias extremidades, movían sus patitas haciendo patrones y los que no, se erguían y ondulaban su cuerpo.

De pronto, todos aquellos "Blanditos", como Finn había decidido llamarlos, comenzaron a temblar y de las profundidades salió otra criatura, mucho más grande y con una actitud que parecía agresiva.

A diferencia de los Blanditos, su cuerpo tenía forma aerodinámica y extremidades alargadas que le permitían mayor agilidad.

Empujaba a los demás, les quitaba el alimento y cuando se dispuso a aplastar a los más pequeños, el aventurero supo que debía intervenir.

Tomó una conveniente bocanada de aire y fue a enfrentarse a ese ser tan arbitrario. Quiso llamar su atención haciéndole gestos burlones y dándole patadas para conseguir alejarlo de los demás, esto dio resultado, el monstruo se puso a perseguirlo y el aventurero opto por escabullirse entre los túneles hasta encontrar el sumidero por donde ingresó y encontrar su espada.

Consiguió llegar a la superficie minutos antes que su rival y quedo anonadado. El ambiente estaba lleno de vapor y más caluroso que antes.

Miraba hacía todos lados expectante, sujetando su espada con fuerza, intentando adivinar por dónde atacaría su contrincante.

De pronto la monstruosa masa salió del suelo y afilo sus extremidades delanteras para usarlas a modo de armas.

Finn sonrió ante el reto.

–Será más interesante de lo que imaginaba– dijo para sí.

Salto sobre su adversario e Intentó clavarle su espada y descubrió que le era imposible debido a que la fisionomía de aquel ser era una extraña combinación entre goma y plastilina, por lo que su espada no hizo más que rebotar.

El monstruo lanzó lejos a Finn y este quedó maltrecho sobre la maleza. Estuvo aturdido unos momentos, se incorporó lentamente y siguió resistiendo los ataques que siguieron.

Infortunadamente, las plantas se enredaron en las piernas del aventurero provocando que cayera, el monstruo percibió aquello y levanto una de sus afiladas patas clavándola en el húmero del joven héroe. Al instante un dolor insoportable le invadió y lo único que pudo hacer fue morderse la lengua y sostener con su otra mano la peligrosa extremidad de su contrincante evitando lo más posible que le atravesara el hueso, en tanto densas lágrimas resbalaban por sus mejillas y la sangre empapaba su cuerpo.

Su rival no parecía poder ver ni escuchar, pero era consciente de la ventaja que tenía y levanto su otra zanca dirigiéndola al rostro abatido de Finn.

Después sólo hubo oscuridad…

***

El miedo recorría cada célula de su ser debido a una fuerza y brutalidad de las que nunca había sido testigo antes.

¿Era malo? ¿Se merecía ese destino? Tal vez sólo vivía basándose en el instinto y abuso de su  superioridad en la cadena alimenticia maltratando a otros, pero ya no importaba, su muerte sería inminente, sólo la retrasaba lo más que podía escapando a todo lo que daban sus largas extremidades o eso era lo que su perseguidor le dejaba creer.

El vapor no era un impedimento para quien le importunaba pues tenía la ventaja del vuelo y le acechaba desde las alturas conservando distancia sólo para mantener en expectativa a su presa, pero pronto se cansó de eso.

Lo derrumbo con varios golpes de sus garras escamadas, no hubo sangre ni entrañas. Un material parecido a la arena se desparramó mientras lo destazaba, no emitía ningún sonido pero se sacudía de una forma que podía interpretarse como dolorosa.

¿Cuántas veces cometemos grandes errores sin darnos cuenta hasta que es tarde? Su peor y último error fue dañar a ese niño.

***

El maravilloso atardecer con sus colores rojo, naranja y rosa, marcó el final de un muy caluroso día, espectáculo que fue ignorado por aquellos dos viajeros que intentaban disipar la duda que se había cernido entre ellos permitiéndose un indecoro.

Arrancó leves quejidos del muchacho que no se esperaba esa acción, pero que demandaba que pronto cesara el dolor.

Introdujo su lengua súbitamente, la movió en círculos y lamió los bordes, intentando ocultar el deleite que eso le provocaba.

El malestar se detuvo. Percibió un cosquilleo y se estremeció de fruición dejándose caer entre la maleza mientras Lei le prodigaba unas caricias mirándolo con aflicción.

–Lo hiciste con demasiada fuerza…

–Es que ya no soportaba ver esa herida en tu brazo. Tenía que curarla rápido.

–Lo sé, pero sigo pensando que me gustaría tener un brazo mecáni…

–Fue mi culpa, perdóname– interrumpió no pudiendo soportar el remordimiento.

–Yo fui el que se metió en problemas.

–Te fuiste por mi culpa, porque te mentí… ¡no sé cómo paso! Créeme.

Tomó aire y lo abrazo fuertemente.

–Te necesito tanto.

Febril y patética, esa disculpa sonaba más a una súplica que dejaba entrever esa vehemencia que tanto atraía a Finn.

Le resultaba fascinante porque lo hacía sentir importante, no como cuando lo necesitaban para defender el Dulce Reino o cuando tenía que rescatar princesas y ser un héroe. Sino como la certeza de ser el único al que le demostraba ese ímpetu, sensación que incluso le hacía dudar de volver a su hogar.

Se acomodó en el pecho de Lei y pasó las manos por su dorso lleno de alforzas rozando con sus dedos el cristal fucsia que yacía clavado en medio. Esa fue respuesta suficiente para el niño y también para su guía, que estaba conmocionado por la ternura que le era demostrada.

–Es pasado.

–Y… ¿no te molesta mi aspecto?

El niño negó con la cabeza y sonrió suavemente.

–Esas marcas hacen que te veas más cool.

El ángel sintió un nudo en la garganta y el deseo de dejarse caer en un gran abismo.

–¿Dije algo malo?

–No quise confesarte esto porque temí que te alejaras igual que el resto… en cambio tú… es como si te hubiera subestimado– susurro con la voz entrecortada

–Hiciste mal en no confiar en mí, pero puedes arreglarlo y sabes cómo.

–Mi memoria no está bien

–¿Al menos podrías contarme que pasó con los Blanditos y ese tirano?

–¿Hablas de la bestia que te lastimo y del resto de los seres que viven en las profundidades?

–¡Sí!

Se presentó un misterioso silencio.

–Ellos estarán bien, no los volverá a molestar.

De la misma forma que es inevitable ser invadido por el sueño y quedar dormido, así de inevitable le fue seguir confiando en él. Literalmente, Finn se estaba quedando dormido.

–Despierta, tienes que vestirte.

–No pienso hacerlo, hace demasiado calor… además, tú estás igual. Durmamos así.

–No imaginas el dilema en que me pones.

–¿Qué?

–Nada.

Persuadidos por la tibieza del ambiente y el relajante sonido del agua fluyendo, decidieron posponer su marcha unas horas y dormir en un mutuo abrazo.

 

Notas finales:

Disculpen la tardanza, estoy sin inter en mi laptop y fue un poco complicado subir el capítulo desde otra compu u,u pero ojala les gustara aunque no hubo aparición de algun otro pj de la serie y este cap se centro más en la relación de Finn y Lei y un poco más de la personalidad de este o de su historia, será necesario para lo que viene XD pero no se preocupen para el siguiente cap entrara un personaje.....quieren adivinar? una pista es Graybles XD

muchas gracias por leer, em encantaría saber lo que piensan de mi fic en sus comentarios n,n


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