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Ano toki no you ni... por metallikita666

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Notas del capitulo:

Momentos álgidos a la vista <3

IV

 

“Pretender ser fuerte solo te hará olvidar tu verdadero rostro

por lo que es importante ceder un poco a veces y confiar en alguien más.

Ser herido, ser injuriado, ser lastimado…

En los momentos en que quieres llorar

encara el vasto cielo y grita tan fuerte como puedas.” Miseinen

 

Una vez que nos quedamos solos dentro de la habitación, no pude refrenar más mis deseos de saber qué había conversado Ruki con Taiji cuando subieron a ordenar los futones, y ya estaba por dar inicio a la conversación. Empero, el mayor se me adelantó con una pregunta.

-Yuki… ¿tú crees que mamá o Taiji-ojisan sospechen algo?-

-Es justo lo que te iba a preguntar a ti… Pero, ¿sabes? Creo que por mamá no hay que preocuparse. A lo que me parece, los únicos que comienzan a preguntarse cosas son Takayuki y Taiji-nii…- Le respondí, mientras me desabotonaba la camisa y la doblaba. –Eso sí: para evitar errores como el de haberte llamado por tu apodo… del que salimos bien librados gracias a tu astucia- Al decir eso, me disculpé con el gesto -tenemos que intentar no hablar con el acento de Osaka en la medida de lo posible. Alguno que otro descuido podría justificarse porque “tenemos familia aquí”, pero hay que ser precavidos. Detalles como esos jamás se le pasan a Taiji-ojisan…-

El mayor asintió y se quedó pensativo, como si interiorizara la advertencia. Ya para ese momento, el pelirrojo se había quitado los pantalones, el cinturón de placas plateadas, la riñonera, el chaleco, los zapatos y los cubreantebrazos. Por ende, se encontraba solamente en ropa interior, calcetines, y con su camisa negra sin mangas.

-Sí, está bien. Tienes razón en eso. Pero volviendo a lo anterior… Me parece que Takanori tampoco está muy convencido… Todo esto debe de hacérsele muy extraño.- Agregó, sentándose en el futón de la izquierda. –Y en estos momentos ha de estar haciendo lo mismo que yo. Es decir, hablando con Yuki-chan.- Al parecer, el tema de nuestros dobles niños también había comenzado a divertirlo, porque luego de comentar eso, sonrió ampliamente. –Es muy gracioso explicar lo que tú mismo haces como si correspondiera a las acciones de otra persona, ¿no te parece?-

-Es verdad. Pero analizándolo bien, en este momento nosotros dos y esos niños somos personas totalmente distintas… Y ni siquiera sé si estas interacciones influirán en nuestro plano temporal una vez que volvamos al futuro…- Agregué, con cierto temor en la voz y en la mirada; mismo que fue correspondido en los ojos de mi hermano. Empero, rápidamente cambié de tema, pues reflexionar acerca de ese asunto no era del todo conveniente. No tenía sentido acobardarse con los riesgos una vez asumida la empresa. –Nori… ¿por qué no te quitas la camisa? Si duermes con ella, la vas a arrugar…- A pesar de que conocía la razón de su contundente negativa a mostrar el torso, de cierta forma me entristecía que intentara esconder sus manchas de sol aun de mí.

-Es que… ¿y si viene alguien en mitad de la noche?- Respondió el pelirrojo, apenado.

Yo deposité mi ropa doblada y formada en una pila sobre el suelo, cerca de la almohada. A la par coloqué las botas, y sobre las prendas, el control remoto con forma de reloj. Posteriormente, y sin siquiera imaginar lo que sucedería horas después, intenté disuadir al mayor de su vergüenza.

-No vendrán; descuida. Pero dime… ¿Es que nunca le has mostrado tu pecho a nadie que no seamos mamá, Taiji-nii, Tatsu-ojisan, Tada-chan o yo?- El mayor negó con la cabeza. -¿A nadie más? ¿Ni siquiera a Makoto?...-

 -Tú no tienes ninguna imperfección, Yuki. Así que no podrías entenderme…- Contestó el chico, desviando la mirada con una lánguida tristeza. –Eres alto, delgado, fuerte y hermoso. Además de extrovertido y muy resuelto. Es obvio que a ti nadie te rechazaría…-

-No seas tonto, Takanori… ¡No digas esas cosas!-

Si bien no podía negarme a mí mismo que estaba feliz de saber que nuestro primo aun no conocía uno de los grandes secretos de mi hermano, y que eso de alguna manera equivalía a que no sabía todo de él, enterarme del asunto también me producía reacciones contradictorias y sentimientos encontrados. ¿Por qué aquel infeliz no se había tomado la molestia de averiguar todo del chico, de conocerlo a fondo, si en verdad lo quería tanto? Además, y desafortunadamente, tuve tiempo hasta de preguntarme qué clase de intimidad habrían tenido, ya que no era posible para mí imaginar a Ruki en una situación que no estuviera llena de cariño y atenciones.

No obstante, dar respuesta a su réplica sobre que yo no había sufrido tanto como él por motivo de burlas relacionadas con características físicas no sería sencillo: era verdad que yo había sido uno de los primeros en molestarlo. Pero también era cierto que no se lo permitía a nadie más, y el que lo hiciera, se las tendría que ver conmigo. Sin embargo, y por encima de todo, en su parlamento se encontraba el triste recordatorio que lo marcaba desde el pasado, a pesar de que él ya hubiera perdonado a mamá y no le guardara ningún rencor. Aludo, claramente, al miedo al rechazo.

–No te refieras a ti mismo como imperfecto, ni digas que yo soy lo contrario… ¡No uses esa palabra! ¿Qué no recuerdas lo que sucedía cuando estábamos como esos niños? O mejor dicho, cuando éramos esos niños.– Corregí, algo confuso. –Bueno, como sea. El punto es que… ¡míralos! En este momento, yo soy el más bajito, ¡y tú todavía me llamas “enano” para molestarme!-

Le dije aquello mientras reía, pues lo que deseaba era justamente hacerlo sentir mejor, no culparlo. Así fue que, tras un pequeño puchero, volvió a sonreír.

-Bah. Pero tú creciste. En cambio, yo me quedé gordita…-

-Pero eres la gordita más linda de todas, bobo. Y si alguien dice lo contrario, ¡yo lo golpearé!-

El pelirrojo rio abiertamente, tumbándose sobre su futón una vez que se quitó por fin la camisa y la colocó sobre el resto de su ropa. En eso, Kyo-chan volvió a aullar lastimeramente, y aunque estaba en el patio, se podía escuchar perfectamente la manera tan incesante en que el can se rascaba.

-Yuki…- Habló el mayor de nuevo, cuando yo ya me disponía a acercarme a la pared en donde se hallaba el apagador de la luz. –Por favor dime que le pusiste témperas fácilmente lavables a ese pobre animal…-

-Ehhh… ¿Sabes? La verdad, no lo recuerdo.- Respondí, travieso; casi que con la satisfacción que me producía hacer esas cosas de niño dibujada en la cara, y hasta colándoseme en la voz. –Es probable. Porque creo que no ha habido arreglos recientes en la casa, y por tanto, no hay ningún pote de pintura de aceite dando vueltas por ahí… Aunque también cabe la posibilidad de que no nos acordemos bien, y…-

-¡Takayuki!- Interrumpió el otro, sabiendo bien que con sus regaños no lograría inhibir mis risas… ni las suyas propias. –¡Apaga la luz y ven a dormirte de una vez!-

Al ratito de habernos acostado, y justo cuando ya estaba logrando entrar en el trance del sueño efectivo, Takanori me habló.

-O-oye… Yuki-chan…- Dijo, y por toda respuesta recibió un pequeño gruñido de mi parte. –Ehhh… Entonces tú… ¿sí te has mostrado por completo delante de alguien?-

Luego de abrir los ojos fruncí el ceño, si bien era lógico que el mayor no me podía ver en la oscuridad. ¿Qué le habría dado por preguntar esas cosas?

-Pues… sí. No recuerdo bien si no tenía ni un solo calcetín puesto, pero digamos que sí.-

-Oh, ya veo…- Murmuró. Yo, por mi parte, me quedé en silencio, a ver si decía algo más. -¿Y te molesta… si te pregunto… con quién lo hiciste?...-

-Emmm… Ay, Takanori. No sé a qué vienen estas preguntas ahora, pero… - Y volteándome hacia él, pude notar el brillo de sus ojos en la penumbra, lo cual significaba que él también veía los míos. –Tú sabes que Tecchan y yo siempre hemos sido muy cercanos… Y bueno, también están Ruiji-chan y Kirala-kun[1]…-

-Ahh… sí. Tus amigos… callejeros… y de la banda…- Se hizo un silencio durante algunos segundos, en los que no supe si sería mejor dejarlo seguir o cortar de forma amable con el tema. Al final, no llevé a cabo ninguna cosa activamente, mas con mi falta de palabras lo alenté a continuar. –Pero entonces, si has estado con ellos alguna vez… ¿Por qué no empezaste una relación con ninguno?-

Era una pregunta muy sensata, y nada extraña viniendo de un hermano. Pero he de reconocer que jamás consideré que Ruki me la plantearía alguna vez. A lo mejor, la esperaba de mamá, de Tatsu-nii o… No. De esa persona no, porque habría sido un martirio contestarle. Y tampoco habría podido mentirle.

Antes de responderle al pelirrojo, dejé escapar un suspiro que, aunque breve, probablemente cargaba con la frustración y el dolor de toda una vida. Una corta como la mía, pero vida, al fin y al cabo.

-Porque jamás he encontrado a la persona correcta, con quien quisiera estar de verdad.-

Sinceramente, no creo que, viniendo de mí, aquella respuesta le sorprendiera. O tal vez, yo era el tipo de chico del que la gente no sabía qué esperar… Ni siquiera, mi propia gente. ¿Un chinpira con modales? ¿Un callejero honrado? Más bien, una especie de revoltoso que amaba a su familia más que a nada en el mundo. No obstante, por una razón demasiado sencilla, a mi modo de ver: había sido huérfano una vez, por mi propia voluntad y para escapar de una madre incapaz de brindar ningún tipo de afecto, pues en su mente dio a luz a una hermosa y vacía muñeca. Ese fue el motivo que me permitió ver la calle de cerca. Tras esa experiencia, había desarrollado una especie de amor-odio por ese mundo, y a causa de ello es que volvía a él frecuentemente, pero sabiéndome respaldado por una familia que me acogió sin habérselo pedido, y que me dio todo el cariño del que había carecido hasta entonces. Una familia absolutamente fuera de la norma, con relaciones impensadas para la mayoría, y miembros extravagantes y singulares. Por ende, casi que resultaba imperativo que los hijos no decepcionaran en ese sentido.

Pero dentro de todo ese universo de agradables coincidencias nacidas de lo disparatado y hasta de lo accidental y ridículo, tampoco se podía dejar de lado las posibilidades a las que conducía juntar tantas existencias estrafalarias. Los hermanos de mi madre, sus grandes amigos, necesariamente se convertirían en ídolos para sus pequeños, pues ya desde un comienzo lo eran hasta para ella… Y si se quiere, había sido ella misma la primera en transgredir lo prohibido, pues los amaba profundamente, y con amor impropio[2].

-Entiendo…- La respuesta de Ruki me sacó de mis cavilaciones, y rápidamente volví al presente. –Pero está bien así. De todas maneras, eres muy joven todavía.-

Sentí un apremiante deseo de responder a sus palabras con un reproche, argumentando que si me consideraba joven a mí, lo mismo debía pensar de él, y que por lo tanto no tendría por qué poner sus esperanzas en la relación con Makoto. Pero entonces, me acordé de la transgresión de la que yo era protagonista, y que parecía venir desde mamá…

No pude emitir palabra alguna.

Más entrada la noche, me cansé de fingir que en efecto dormía. Mis últimas palabras acerca de las razones para no ligarme sentimentalmente a ninguno de mis amoríos me llevaron de consideración en consideración y de razonamiento en razonamiento, hasta imposibilitarme dejar de pensar en aquel que me era más querido de entre mis tíos. Aunado a eso, las imágenes de la escena de la tarde, entre él y Naoki, me asediaban con odioso empecinamiento.

Por ello, e intentando no hacer ni el más mínimo ruido me levanté del futón, tomé los pantalones a tientas y me los puse. El corazón me palpitaba sonoramente; tanto, que creí que despertaría a Takanori con el sonido. ¿Para qué me levantaba? ¿Qué pretendía? Estaba en mi propia casa: no obstante, me sentía tan incómodo como si hubiera usurpado un lugar ajeno. Como si estuviera durmiendo ahí sin el visto bueno de los legítimos ocupantes.

Salí del cuarto de juegos de mamá hacia el pasillo, y una vez en ese lugar me dirigí a la derecha. Claramente, no necesitaba luz para conducirme en una casa que conocía a la perfección, entre aposentos que ubicaba de memoria. Al llegar frente a aquella puerta, tomé el pomo con la diestra y le di un giro muy suave. Nunca antes había hallado ese ingreso asegurado, y algo me decía que, aunque las sospechas acerca de nosotros eran claras, no sería la primera vez en que esa constante cambiaría.

Había abierto la puerta, pero la casa seguía a oscuras. Solamente se colaba un débil rayo de luz de luna por la ventana, que no me permitía distinguir nada con claridad más allá de las cortinas, pues la cama del dueño de ese cuarto se hallaba del otro lado de la habitación. Al observar el espacio en penumbra y calma, las palpitaciones en mi pecho cesaron, dando paso a una agradable sensación de paz que finalmente me tranquilizó. Empero, el embeleso fue tanto que prácticamente se convirtió en embrujo, pues no tuve reparo en dar unos cuantos pasos para ingresar por completo a la recámara.

-Tienes cinco segundos para decirme quién eres en verdad, jovencito, y qué vinieron a hacer tú y el otro chico a esta casa. Porque si no, de todas formas los sacaré, pero sin darles tiempo para que se expliquen.-

De repente, el mundo pareció caerse. Mi corazón no se molestó en volver a retumbar, sino que directamente sentí una brutal presión que me sobrecogió por completo, de arriba hacia abajo, como si estuviera a punto de desfallecer. Sin embargo, todos mis miembros estaban contradictoriamente rígidos.

Sabía que tenía solo cinco malditos segundos, pero por más que abría la boca, las palabras se negaban a salir. Entonces, el rubio se levantó de donde estuviera y se dirigió a la entrada de su cuarto. Únicamente me fue posible escuchar sus rápidas pisadas, pero no logré verlo sino hasta que encendió la luz del aposento y apareció casi frente a mí.

-Muchacho, te hice una pregunta. Responde, si no quieres que despierte a todo el mundo y me encargue de ti como es debido.- El mayor me observaba con semblante duro y una mirada que jamás antes le había visto, pues nunca había sido destinatario de sus rigores más allá de una travesura más o menos seria. -Pues si tienes al menos una idea de quién soy, a como pareces tenerla, sabrás que yo también me formé entre forajidos como tú.-

Resultará comprensible que tener al bajista mirándome de esa manera no contribuyera en nada a que me tranquilizara y ordenara mis ideas para figurarme qué demonios responder, por lo que finalmente solo articulé lo primero que se me vino, más que a la mente, a la garganta.

-¡Soy yo, Taiji-ojisan! ¡Soy Yuki-chan!- A como me lo esperaba, esas réplicas se constituyeron automáticamente en una condena para mí, tal cual me lo dejó ver el semblante del rubio: además de mentiroso, quedaba como un abusivo, tratándolo con semejantes confianzas. Pero me era imposible sintetizarlo todo en una sola oración. -¡Somos Takayuki y Takanori, y vinimos del futuro! ¡Viajamos a través del tiempo!-

Hasta nuestros dobles niños podrían haber previsto la manera en que, a continuación, reaccionó el músico. Al enojo preexistente se sumó la sorpresa de ver que, aun en tales circunstancias, pretendían tomarle el pelo de la manera más idiota y ridícula. El bajista contrajo todavía más el ceño, apretó los puños y entrecerró los ojos: sin duda alguna, estaba haciendo todos los esfuerzos posibles por controlarse y no sacarme de allí a golpes, probablemente al recordarse una y otra vez que seguía siendo un menor de edad.

-Es que… ¿¡NO PUDISTE INVENTARTE UNA TONTERÍA MEJOR, MOCOSO!?- Ya no había salvación: si esos gritos no habían conseguido despertar a mi padre, sería todo un milagro. -¿¡Acaso piensas que soy estúpido!? ¡Dime de una maldita vez quién demonios eres!-

Casi pude sentir cómo me habría tomado del cuello de la camisa con furia si hubiera llevado cubierto el torso, pero ni así me amedrenté.

-¡Puedo probar lo que digo!- Al escuchar eso, el mayor se contuvo y no ejecutó ningún movimiento. -¡Pregúntame lo que quieras sobre el pasado, porque es claro que no me creerías si te hablo de lo que nos sucederá a todos en un futuro!- Exclamé con toda seguridad, captando poderosamente su atención. Al darme cuenta de ello, supe que no debía desaprovechar la oportunidad. -¡Pídeme una descripción de lo que contienen todos y cada uno de los cuartos de esta casa, que según tú no he visto nunca! ¡Puedo decirte los nombres de los peluches de mamá, y las travesuras que les he hecho a Kyo-chan, a Reita y a Uruha[3]! ¡Si quieres, soy capaz incluso de relatarte qué sucedió entre Takanori y yo la primera vez que nos vimos, cuando fui traído aquí a los seis años de edad, o lo que decidí el día en que papá prometió que me adoptaría[4]!-

Sin pensarlo ni por un instante, había pronunciado toda clase de pruebas posibles para confirmar mi identidad: desde las que tenían que ver con meros objetos y espacios, hasta las relacionadas con experiencias íntimas y preciosas que estaban sepultadas en el fondo de mi corazón y mis recuerdos, y fue por eso que mis ojos se arrasaron en lágrimas al terminar el parlamento, de forma absolutamente involuntaria.

El mayor estaba boquiabierto y totalmente petrificado, pero ni semejante revelación le haría perder la certeza de lo improbable, por no llamarlo "imposible".

-¿Cómo hiciste… para enterarte de esas cosas?...- Murmuró, luchando por imponer su incredulidad. -¡Dime quién carajos te contó acerca de asuntos tan privados relacionados con mis sobrinos y esta familia!-

Yo sabía bien que la negación, la sospecha y la desconfianza eran las reacciones más naturales y esperables, pero al oír tal réplica, no pude evitar sentirme muy molesto. Para él, en aquellos instantes yo no era más que un farsante cualquiera cuyas lágrimas no valían absolutamente nada, pues eran sólo parte fundamental de la actuación, y pensar en eso me hizo enfadar súbitamente.

-Por eso es que no quería decírtelo primero a ti, sino a mamá… ¡Porque ella jamás antepone la razón a lo que dicen sus sentimientos, por más que a los demás les parezca todo una tontería!- Le grité, clavando mis ojos en él con torvo gesto. –Y lo peor es que tú tampoco eres así normalmente, cuando ya te permites soñar y vives para cumplir tus fantasías… Cuando ya puedes dejar de jugar al adulto y ser tú mismo.- Era sorprendente constatar cómo, tras escuchar tan pocas palabras, sus sentimientos mudaban con una velocidad tremenda, reflejándose en su cara con transparencia evidente para quien lo conociera. –En fin- Añadí, tiñendo mi voz de una indiferencia que nacía del resentimiento –Si quieres, puedo mostrarte las manchas de sol en el pecho del Ruki que vino conmigo, y el control remoto en forma de reloj de pulsera que funciona con la máquina del tiempo, para que me creas… Ambas pruebas están en el otro cuarto.-

Al voltearme para salir de ahí me topé de frente con mamá, quien venía acompañada de Takanori. Ella se encontraba con su ropa usual de dormir (una piyama corta), mientras que mi hermano se había cubierto con el pantalón y el chaleco a retazos oscuros, pero aun así era posible apreciar perfectamente la piel debajo de su cuello.

-¡Yuki-chan! Estás tan grande… ¡y tan bonito! ¡Mis niños crecerán hasta convertirse en dos chicos grandes y hermosos!- Exclamó la rubia, separando los brazos al tiempo que no dejaba de sonreír.

Y debido a que fue ella lo primero que miré tras voltearme para ir al otro cuarto y limpiarme las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano, me tranquilicé de repente, como si mi madre con su pequeña voz, sus palabras y sus gestos hubiera repelido la furia que me embargaba. Inmediatamente, mi enojo cesó, dando paso a un malestar tenue y unas ganas tremendas de recurrir a sus brazos, sintiéndome de nuevo aquel crío bajito que dormía en su cuarto del tercer piso, mandado a construir por papá especialmente para nosotros. Sin pensarlo dos veces, me abalancé a sus brazos y la estreché con fuerza: con un deseo avasallador de poder conservarla indemne de todo mal, dolor o sufrimiento.

No le dije nada; solo lloré en la curvatura de su cuello en silencio y con los ojos cerrados, cayendo en cuenta de que debía separarme de ella únicamente porque ya para entonces le sacaba centímetros de ventaja, y temía hacerla sentir incómoda con la postura.

-Ken-chan, tú…- Murmuró Taiji, a mis espaldas.

-Entendí que había algo inusual en todo esto desde el principio, Tai-chan, así que aunque me fui a acostar, la verdad es que no podía dormir.- Contestó ella, dejándome ir cuando yo hice ademán de romper el abrazo, ya me había tranquilizado y solo hipaba levemente. –Y cuando comenzaste a gritar, vine a ver qué sucedía, pero me encontré con Ruki-kun en el pasillo, quien al parecer también había decidido seguir a Takayuki una vez que escuchó ruido, y me lo contó todo…-

Yo estaba seguro de que el rubio mayor deseaba interrogar a mamá acerca de su aparente simpleza e ingenuidad a la hora de creer nuestra versión, y hasta reprenderla por ello, pero era altamente probable que su autoridad moral para hacer una cosa así, en un momento como aquel, tambaleara peligrosamente. No solo estaban todas las palabras y recriminaciones que le había dedicado yo instantes atrás, sino también mamá con su confianza e intuición. Por si no fuera poco, al separarme de ella me percaté de la forma en que el bajista miraba el pecho de mi hermano.

-Es que… todo esto es… prácticamente imposible.- Volvió a decir entre dientes, casi con miedo, al no poder quitarnos la vista de encima al pelirrojo y a mí. A lo mejor y deseaba ver también el reloj del que le había hablado antes, pero no se atrevió a solicitarlo en ese momento.

-Míralos, Tai-chan. No puedes negar que se parecen mucho a los Takas, tal cual son en este momento… ¿no lo crees?- Nuevamente, mamá sonreía y hablaba sin preocupaciones, y aquella sincera emoción en su rostro no se desvanecía. -Oh, bueno. A excepción de que Yuki-kun es más alto ahora que Nori-chan, y que Nori-chan ya no lleva el cabello como cuando era niño, pero es obvio que esas cosas pueden cambiar con mucha facilidad.-

-En realidad, he tenido el cabello rubio la mayor parte de mi vida.- Intervino mi hermano, tocándose las puntas de sus levantados mechones rojizos. –Aunque también hice otros tantos experimentos con él. Soy como mamá: no me puedo conformar con algo así durante mucho tiempo.-

Al terminar de hablar, el chico se encogió de hombros simpáticamente, intercambiando un pequeño mohín alegre con nuestra madre.

El bajista, por su parte, seguía muy escaso de palabras, con una expresión de enorme confusión y desconcierto.

-Yo… tengo que hablar con Tatsu… sobre esto.- Mencionó por fin, desviando la mirada y suspirando profundo. Lo dijo como quien entera a los demás, pero posiblemente también para buscar consentimiento.

Yo, que lo interpreté así, le respondí sin dirigirle la mirada.

-Hazlo, si es lo que quieres. Que de todas maneras también nosotros pensamos desde un principio en que Tatsu-ojisan era uno de los que debía saberlo.-

Me sentía cansado, como si todas las peripecias del día estuvieran haciendo mella en mí finalmente, a esas horas de la madrugada (habrían sido como las tres o cuatro). No obstante, era claro que el mayor porcentaje de mi malestar corporal venía de lo ocurrido con el rubio, pues resultaba evidente para mí que el chico seguía sin convencerse. Deseaba irme de ahí, alejarme de él aunque fuera por unas horas y descansar en la medida de lo posible, ya que al menos todo estaba dicho. Ruki me miraba preocupado pues había advertido mi estado, y pronto comprendí que hasta mamá pudo notarlo.

-Tengo una idea.- Dijo ella, dirigiéndose a Taiji. –Yo iré a dormir con los muchachos al cuarto de juegos, a ver si así se sienten un poco más tranquilos y logran descansar un poco, y tú me cubrirás en caso de que Tommy-chan despierte y pregunte por mí, ¿de acuerdo?-

Se refería a la costumbre que tenía de salirse a veces a media noche de su cuarto para ir a dormir con alguno de los tíos, y que sonaba como una opción posible para justificar su ausencia al lado de mi padre ese día, debido a la decisión inesperada de quedarse a dormir que el bajista había tomado.

Después de que el mayor aceptara y tanto mi hermano como yo volviéramos al aposento de juegos de mamá junto con ella, ambos nos volvimos a desvestir y regresamos a la cama. La rubia se colocó en medio de los dos, tomando una manta del armario para taparse.

Tan solo recuerdo haber conciliado el sueño con sorprendente rapidez a pesar de que todavía sentía una viva pesadumbre; con los ojos húmedos y una pequeña sonrisa formándoseme en los labios cuando el chico de baja estatura y aspecto femenino que me había criado se acurrucó contra mí y puso su brazo alrededor de mi costado. Al sentir su suave beso maternal en mi sien, habría podido dormir hasta en medio de la situación más desesperante de todas.

 


[1] Quinto vocalista, bajista y segundo vocalista de the Piass, en ese orden.

[2] Ken-chan mantiene una relación poliamorosa con los T: Taiji, Tatsu, Tadashi y su marido Tommy. Naturalmente, esto lo comprendieron los niños conforme fueron creciendo.

[3] El perro, la iguana y el pato, respectivamente. Como se ve, los dos últimos, bajista y guitarrista de the Gazette, también corren con la suerte del vocalista de Dir en grey en este fic… momentáneamente.

[4] Se refiere a lo que sucedió la primera vez en que vio a su futuro hermano y manifestó por él una aceptación inmediata que logró conmover a su madre, la cual había rechazado al niño mayor luego de que este llegara a la casa por sus propios medios (a diferencia de Yuki) y la eligiera. Y respecto de lo segundo, sucedió que cuando Tommy le prometió a Takayuki que lo adoptaría, este cambió la fecha de su cumpleaños de la de su nacimiento, al día en que su padre hiciera efectiva la promesa.


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