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Ano toki no you ni... por metallikita666

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Notas del capitulo:

¡Felices fiestas para todos! Y que tengan un excelente 2016 :D

VI

 

“La soledad y las heridas de la pubertad de las que me vanagloriaba

fueron solo alas usadas para escapar hacia ideales inútiles

Si hubiera libertad en ese cielo azul sin nubes

entonces no me importaría que estas alas de orgullo se rasgaran en jirones.

Comienzo a correr insensatamente, apuntando hacia los cielos.

Si separo mis alas y remonto el vuelo, el punto en el que caigo es ‘la libertad’.” Miseinen

 

Cuando nos enrumbábamos hacia la parada del autobús para seguir a casa de Tetsu, Takanori, quien iba de la mano de Ruki, acabó con el silencio.

-Oniisan…- Dijo, captando la atención del mayor, al igual que la del resto de nosotros. –Hay cosas… que todavía no entiendo…-

-¿De veras, Ruki-chan?- Repuso el pelirrojo, mirando al niño. –¿Cosas como qué? Puedes preguntarme lo que quieras.-

Todos nos detuvimos cuando fue momento de esperar a que un semáforo volviera a permitir el paso.

-Yuki me dijo que mamá le pidió que viniéramos con ustedes para hacer como que los acompañábamos a buscar a Tecchan y a sus padres… Pero que en realidad, sólo pasaríamos un rato afuera, y luego volveríamos todos a casa. ¿Por qué… así?...-

En ese momento, Ruki y yo supimos que era hora de separarnos e irse cada uno con un niño, para poder hablarles con mayor tranquilidad y decirles la verdad sin asustarlos o conmocionarlos demasiado e innecesariamente. Era nuestro deber después de todo, y además, quién más apto que nosotros mismos para hacerlo de la mejor manera. Así fue que, luego de ponernos de acuerdo en ello con total ausencia de palabras, el mayor de todos miró de nuevo a su versión rubia, y posteriormente señaló hacia una heladería que estaba en la esquina.

-Vamos tú y yo a tomar un helado y a conversar allá, Nori-chan, porque Yuki-kun y Yuki-chan harán lo mismo en  otra parte. ¿Te parece?-

Visiblemente emocionado por el ofrecimiento, el niño mayor asintió ante la propuesta, y entonces ambos Takanoris se separaron de nosotros, dejándonos a Takayuki y a mí todavía en el cruce.

-Ah, oye, oniichan…- Dijo el pequeño, por fin. –Tú sabes que yo no soy tan goloso como Ruki… ¡pero también me gustan los dulces, eh!-

Reí por el comentario inmediatamente, palpándome los bolsillos en busca del cambio del día anterior. Al hallar las monedas agradecí para mis adentros, pues a causa de la diferencia de precios me había quedado suficiente como para comprarle un postre o una malteada al menor, y conseguir unas galletas para mí.

-De acuerdo, Yuki-kun: vamos por algo rico para ti. Pero tendremos que buscar otro lugar que no sea esa heladería, porque la idea es que estemos separados un rato de tu hermano y del mío. ¿Lo comprendes?-

Tras ponernos de acuerdo, el chiquillo y yo comenzamos a caminar en la otra dirección.

-Meru-chan me dijo la verdad, oniisan.- Añadió el pequeño momentos después, mirando a la muñeca que llevaba en las manos. Esta cobró vida al escuchar su nombre, pero sin moverse o hablar; solamente nosotros lo notamos cuando vimos sus ojos brillantes y con movimiento. –Pero si no fuera porque a mí no me asustan esas cosas, me sería difícil creer que ustedes somos nosotros; y nosotros, ustedes, cuando estaban niños…-

-Entonces, ¿qué es lo que te preocupa? Estás pensando en Ruki, ¿no?- Era muy curiosa la manera en que yo adivinaba sus preocupaciones con facilidad, pero él se dirigía a mí con cierta distancia aún, como la que debía de sentir frente a un mayor cualquiera. Rápidamente, atribuí aquella diferencia a la madurez que, aunque no eran demasiados, me habrían dado los años, pero también al sentimiento nato de autoprotección que definía mis comportamientos.

-Sí, estoy pensando en él… Porque Ruki-chan ni siquiera sabe que la muñeca está viva, y aunque veo que mucho después se entera y parece acostumbrado, no se me ocurre cómo reaccionó cuando lo supo…-

Pero antes de que pudiera continuar, divisé el camión de venta de dulces, helados y golosinas que nos sería útil en ese momento, y tuve que interrumpir al menor.

-Fíjate, Yuki-kun. Vamos primero ahí, y luego seguiremos hablando.- Le dije, y ambos cruzamos hacia el costado de la plaza en donde se había aparcado el vehículo. –Ah, y dame la mano… A ver si así me veo menos temible y esas señoras dejan de mirarme tan feo.-

Riendo junto conmigo, el chiquillo obedeció.

-¡Así vas a parecer mi papá, y las señoras te admirarán! Porque por ahora, ¡de seguro creen que me vas a hacer algo!-

-¡Ja, ja, ja, no seas bobo! Lo más seguro es que piensen que soy tu hermano, o a lo sumo, tu primo.-

Una vez que nos acercamos lo suficiente y cargué al pequeño para que pudiera ver cuáles golosinas estaban en venta, le hablé también sobre mi presupuesto, con el objetivo de que no se emocionara demasiado pidiendo cuanta cosa se le antojara. Todo ello mientras las madres y sus hijos, los adolescentes con uniforme y hasta el vendedor del camión no nos podían quitar la asustada mirada de encima.

-Uhm… ¿Pero… pagarás por lo que llevemos, oniisan?-

-Pues claro, mocoso. ¿O quieres que me metan a la cárcel? A como pudiste ver, todavía no logro caerle demasiado bien a papá, así que dudo de que interceda por mí como lo hace a veces en mi época.- Le respondí, igualmente, en un murmullo. –Eso, sin contar con que Takanori me regañaría mucho…-

-Bawww… ¡Yo quería ver lo malo que puedo llegar a ser! Pero tienes razón. Oh, y papá es así con todo el mundo; no le hagas caso. Bueno… en realidad eso tú también lo sabes bien.- Y decidiéndose por fin, el niño agregó –¡Quiero una manzana confitada y una dona rellena!-

-¿Una dona?… ¿Estás seguro?- Le dije, estirando las comisuras maliciosamente. -Tienes suerte de que Ruki no viniera… ¡Que sean dos!-

Y tras poner al menor en el piso, recibí los dulces y esperé a que el crío colocara la muñeca en su mochilita, para que así liberara las manos. A Meru no le quedó de otra que aceptar el nuevo sitio, ya que había mucha gente alrededor y no podía quejarse. Entonces, le di al chiquillo las golosinas y le pagué al vendedor. Acto seguido, buscamos una banca en donde poder sentarnos, que estuviera más bien alejada de la gente. El pequeño mordía su manzana y yo masticaba un bocado de mi dona.

-No te preocupes por Ruki-chan, Yuki. Takanori encontrará la mejor manera de decirle las cosas sin que se asuste.- Comencé, sentándome de primero en la banca elegida, y esperando a que el niño me imitara. -Se conoce demasiado bien, y con la edad que tiene, es muy cuidadoso y precavido. Ya pudiste ver lo que sucedió ayer, cuando tu hermanito desconfió de nosotros y él halló la manera de distraerlo y ganarse su confianza. En estos momentos, Ruki-chan parece adorarlo…-

-Sí, pero esa es solamente una parte de todo, oniichan.- El chiquillo hizo amago de acomodarse en el asiento, pero sus tentativas fueron infructuosas. No obstante, no se daba por vencido, y verlo intentándolo una y otra vez se me hizo muy simpático, pues debido a lo mucho que crecí después ya se me había olvidado lo pequeño que solía ser a esas edades, y cómo me costaba hacer ciertas cosas. –¡Waaa! ¡Oye, no te quedes mirando! ¡Ayúdame!- Se quejó él, y de inmediato me levanté para tomarlo por debajo de los brazos y acomodarlo en la banca. –¡Ah, así está mejor!- Dijo tras un suspiro, y volvió a darle un mordisco a la manzana. Tras masticar y tragar me miró; yo estaba a punto de acabarme mi dona. –También quisiera saber por qué volví al pasado…-

En ese instante, cesé el movimiento de mis mandíbulas. El pequeño no solamente había hecho la pregunta más importante que se podía formular respecto de todo este asunto de nuestro viaje en el tiempo, sino que lo había inquirido de manera totalmente personal, al asumirse como agente. Según eso, él deseaba conocer ese motivo tan supremamente importante que, años después, lo impulsaría a atravesar la dimensión cronológica en un acto del todo contranatural. Además, ni siquiera había implicado un posible convenio entre Takanori y sí mismo, o que los motivos fueran de su hermano. Al haberlo dicho así, estaba totalmente seguro de que la decisión o la iniciativa había sido suya.

No podía confiarme. Al parecer, aunque yo tenía más edad que él, el niño me conocía demasiado.

-Cuando crezcas, comenzarás a sentir una cierta nostalgia por el pasado, y valorarás muchísimo estos años de infancia, que en este momento se te hacen trabajosos y difíciles.-

Si bien no mentí con cuanto dije en aquella respuesta, y esos motivos habían sido parte de las razones que me llevaron a tomar todos los riesgos de emprender el viaje, no hallaba la manera de decirle al pequeño la razón principal de que me encontrara ahí con él en esos instantes, contraviniendo las leyes naturales que estipulan que solamente debe existir un Takayuki Tomioka por cada plano temporal. Pero ¿qué era lo que me pasaba? ¿Por qué no podía ser honesto conmigo mismo? ¿Acaso… temía una regañina por parte del infante? Mis motivos, que hasta entonces habían sido solo míos, entrañaban muchas connotaciones del mundo adulto que me impedían poder sincerarme del todo con mi pequeño yo de siete años. De haberlo intentado, me habría sentido muy mal después, aunque no estaba seguro de si por él o por mí… por más estúpido y contradictorio que eso pueda sonar.

-Pero todas las personas tienen un pasado, y no por eso viajan en el tiempo para volver a vivirlo, oniisan.- El chiquillo me miraba con una especie de recelo en sus pequeños ojos que se me antojó conmiseración; el cual, por un momento, me molestó.

-¿Estás diciendo que repruebas mi actitud?- Entre la idea de que estuviera temiendo el regaño de un pequeñito y la posible vergüenza de verme descubierto en mis más íntimos deseos, sueños y frustraciones, no medí mi reacción. Le hablé al niño con voz áspera, y posiblemente también endurecí mi gesto.

-No te enojes, Yuki-nii.- Pidió él, mientras un pucherito se formaba en sus labios. –Ni siquiera sé si… podría no estar de acuerdo conmigo mismo. Es un poco confuso…- De nuevo, aquel ceño fruncido que delataba lo extraño que se le hacía todo el asunto de tener frente a él un doble de mayor edad. -Lo que digo es que si tú me preguntaras a qué pasado quisiera volver ya mismo… te diría que al momento en que nací. Si fuera tú, y ya estuviera grande, tomaría al bebé, lo alejaría de ella, y se lo daría a mamá…-

Un nudo duro y grueso se me formó en la garganta, y de inmediato los ojos se me llenaron de lágrimas contenidas que estaban a solo un pestañazo de reventar. Él, por su parte, seguía con la mirada baja, pero yo estaba seguro de que también sentía el agua salina preñando sus orbes. Aún tenía la dona entera en las manos, pues no se había atrevido a probarla. Segundos después, comprobé que mi intuición era certera, pues vi un par de lágrimas describiendo dos trazos transparentes y largos a través de sus mejillas.

-Eso… lo piensas ahora, porque te faltan muchos momentos tristes que vivir, Yuki-chan…- Respondí en un hilo de voz, cuando por fin pude suavizar la sensación en mis cuerdas vocales y me fue factible articular palabra.

-Yo te creo si me lo dices, pero entonces sería muy difícil volver atrás para cambiar todo lo que fue triste o dolió mucho.- El menor alzó la mirada. –Son cosas que ya no importan, oniichan, si todavía puedes ser feliz.-

No hallé nada con qué reponer a lo que el niño había dicho. Podría parecer que algo así estuvo a punto de hacerme enfurecer, pues no solamente mi hermano mayor solía desarmarme con sus reflexiones, sino que además un mocoso de siete años (que desconozco si el hecho de que fuera yo mismo lo hacía menos grave, pero en fin) volvía a dejarme callado por segunda vez, y para entonces, de manera totalmente contundente. Empero, no sentí enojo alguno, sino una especie de espontánea sumisión, aceptando con toda sinceridad que era mi deber abstenerme de cualquier réplica.

Transcurrieron los segundos, y pasé de la transparente obligación moral de quedarme callado, a sentirme completamente imposibilitado de seguir contendiendo de manera argumentativa con el pequeño, lo cual también tuvo un efecto de desgano en mi talante. Al no escuchar más parlamentos de mi parte, Takayuki comenzó a comerse la dona, y yo solo me dediqué a observarlo de soslayo. Seguimos en silencio durante un buen rato, pero el ambiente no era incómodo.

-¿Qué opinaría Nori-chan si te viera comiendo eso… luego de que prometiste nunca volver a probar una en su presencia, porque le dijiste que solo a las gorditas les gustan ese tipo de golosinas?- Inquirí, con una sonrisa pícara y voz vaga, logrando que el niño me mirara de nuevo. En especial, por lo inesperado del comentario.

-Oh, ¡pero si tú también te comiste una!- Protestó el menor, de inmediato, con todas las comisuras embarradas de chocolate y dulce de leche, y las mejillas sonrojadas. –O acaso… ¿ya te disculpaste con él por eso, y ahora puedes comerlas libremente?-

-Ja, ja… nop.- Contesté, metiéndome las manos en los bolsillos del pantalón, estando sentado todavía. –De hecho, no suelo comer esas cosas. Pero de todas formas soy más grande, tengo mi dinero y… puedo hacer lo que me dé la gana.-

Adoré la manera en que mi ceja levantada y mi cara de autosuficiencia parecieron molestar al chiquillo, quien de inmediato se limpió la cara con el puñito formado y volvió a quejarse, mirándome con un nuevo puchero. Si no podía ganarle por la vía racional y “adulta” (tremenda paradoja decir tal cosa en una situación como esa, pero qué remedio), le ganaría por la infantil e inmadura. El típico argumento de la edad, que no era uno del todo, jamás fallaba.

-Oniichan hipócrita…- Farfulló Takayuki, y yo aparté la mirada y seguí sonriendo. Pero no me percaté de que, al mover las manos, probablemente mi cajetilla de cigarros asomó por el bolsillo.

-¿Tú… fumas?- Preguntó él, curioso, una vez que ya se había quitado el dulce del rostro.

-Mmm, sí… A veces. Pero ni creas que lo haré frente a ti, y mucho menos, que te daré a probar, enano precoz.- Dicho eso, me levanté de la banca y me aseguré de guardarme los tabacos lo más profundamente posible en la ropa, pero siempre colocándome frente a él. -¿Te imaginas siquiera lo que pasaría si alguien nos llega a ver, y peor aún, si conoce a alguno de los tíos, a mamá, o a papá? Podrías dar por un hecho que tu vida terminaría a los dieciséis. Además, sencillamente no es correcto. Estás muy mocoso para eso…-

-¡Uyyshh, qué fastidio!- Su pequeño berrinche me pareció muy tierno, pues no solo se removió y pataleó ahí donde se encontraba, sino que se cruzó de brazos y retiró bruscamente la mirada.

Pero era cuestión de esperar.

-Yuki-nii…- Volvió, a los pocos instantes, otra vez con voz de querer solicitar algo. –¡Al menos, deberías aceptar ir a darle un buen susto al tonto de Aoi[1]!-

Ni bien el chiquillo mencionó al pelinegro, tuve la absoluta certeza de que me iba a ser demasiado difícil desestimar semejante pedido. Mi ángel interno luchaba contra el demonio que eternamente contendía a su lado, porque mientras el primero me felicitaba por no caer en los chantajes del crío y me pedía que continuara con tal actitud, el otro me invitaba a no desaprovechar una oportunidad tan única: poder vengarme del miserable de Shiroyama sin tener que esperar a crecer. O lo que era lo mismo: atemorizarlo mientras todavía era un simple e insignificante mocoso.

Takayuki se dio cuenta de mi disyuntiva, pero antes de que agregara algo, fui yo quien hablé.

-Sabes perfectamente que eso tampoco está bien…- Sus ojitos, otrora bien abiertos y anhelantes, perdieron su brillo. –Pero… supongo que no pasará nada grave si solamente lo asustamos…-

Ni bien acabé de decir eso, la alegría del pequeño pillo fue enorme. No solamente su mirada, sino que su gesto todo recuperó la expectación, y se puso a celebrar a lo grande. Y la verdad era que, en ese instante, yo no me sentía quién para juzgarlo.

-¡Ahhh, sabía que no te negarías! ¡Ja, ja, ja, genial!- Dijo, entre risas, chocando los cinco cuando me acerqué a él con la palma extendida. –Estamos muy cerca de su casa, por lo que si vamos ahora, puede que lo encontremos jugando con Kai-kun[2] en el patio. ¡Será el momento indicado!- Exclamó el bribonzuelo, celebrando todavía que yo hubiera aceptado su propuesta.

-Pero me gustaría tener un arma. Lógicamente, no le pienso hacer nada, sino que solo sería para aumentar el efecto dramático… Lo malo es que no traje ninguna.-  

El niño me iba a contestar, pero en eso divisó que Ruki se acercaba en compañía de Nori-chan, y me lo hizo saber. Quedamos, entonces, en que recurriríamos a alguna estrategia proponiéndole algo al pelirrojo, para así conseguir más tiempo y llevar a cabo nuestro plan.

-¡Uff, al fin los encontramos!- Profirió el mayor de todos, cuando él y el niño estuvieron a una distancia prudente. –La próxima vez mejor me informas en dónde vas a estar. Si no fuera porque Nori-chan se acordó de que el camión de dulces suele estacionarse en esta plaza, habríamos tomado la otra dirección para buscarlos.-

-Sí, tienes razón. Lo siento.- Contesté, encogiéndome de hombros. Ruki sabía que yo era muy distraído para eso. –Y… ¿cómo les fue?-

Ante la pregunta, ambos Takanoris, que venían de la mano, voltearon a verse y se sonrieron segundos después.

-¡Muy bien!- Contestó el rubito, todavía sonriente y con los ojos muy abiertos. –Estoy muy feliz de ver que aunque tú crecerás más que yo… me convertiré en un chico lindo, dulce y sensible como Ruki-oniichan.- Agregó el menor, viendo a su doble con una mirada que parecía pedir disculpas por lo primero que había dicho; aunque bien sabía que, de todos modos, se lo había dirigido a sí mismo. –Y también me alegra saber que… seguirás a mi lado a pesar de que sea tan diferente a ti…-

Tras decir lo último, el mayor de los niños miró a su hermanito y este le correspondió plenamente, quedando ambos pequeños en un silencio que muy probablemente nos paralizó las cuerdas vocales a los cuatro. Yuki-kun, entonces, se bajó de la banca y caminó hasta donde estaba Nori-chan, deteniéndose a pocos pasos de él.

-Eso ni se diga. Jamás me separaré de ti, y tampoco permitiré que nadie te haga daño. No pienso perder a mi familia por segunda vez.-

Suspiré hondo pero minimizando al máximo el sonido del aire al ser inhalado, y luego exhalé trabajosamente: tanto por querer que el acto tranquilizador pasara desapercibido, como a causa de la pugna que llevaba a cabo por sostener las lágrimas. Instintivamente, me llevé la mano al rostro y con el dorso me rocé la nariz, advirtiendo que mi hermano mayor observaba tales reacciones de reojo. Sabía bien que Yuki-chan había pensado en Aoi al decirle eso al pequeño Ruki, pero para mí tales palabras resonaban única y exclusivamente por culpa de Makoto.

-También conversamos Nori-chan y yo acerca de que a veces no es fácil ser el mayor… o ser nosotros, en todo sentido, y cargar con nuestro pasado. Además, sobre lo que tiene que ver con nuestros padres y hasta con los tíos, que me imagino que ustedes dos también habrán hablado.-

El mocoso maquiavélico y yo nos miramos, rompiendo a reír de inmediato. Con ello, provocamos una expresión de duda en el semblante de nuestros hermanos.

-Ehhh… pues la verdad es que todavía no tocamos mucho ese tema... ¡Pero no te preocupes, que ya tendremos ocasión de hacerlo!- Le aseguré al pelirrojo, guiñándole un ojo. Él, naturalmente, frunció el ceño ante mis palabras.

-Tampoco nos resta mucho tiempo en esta época… Ni aquí, ahora.- Adujo. -Tenemos que volver a casa con los niños, y darles a los adultos toda esa explicación de que la familia de Tecchan no se encuentra hoy en la ciudad…-

Era el momento de proponerle a Takanori mi plan, pues de otra manera no podríamos ir a fastidiar a Yuu como se lo merecía.

-¡Tengo una idea!- Dije, fingiendo total espontaneidad, y los tres voltearon a verme. –Es que además de eso que estabas diciendo, a Yuki-chan y a mí se nos quedó pendiente otro asunto… del cual estábamos hablando cuando ustedes llegaron. Así que qué les parece si van a dar una vuelta al centro comercial que está a cinco minutos de aquí...- No podía fallar: sabía que con aquellas dos palabras mágicas, los ojos de ambos Takanoris tendrían que centellear con ansia. Además, el centro comercial quedaba muy cerca de la casa de Aoi, la cual estaba a medio camino entre ese lugar y el punto en donde nos hallábamos para entonces –mientras nosotros buscamos un mejor lugar para charlar.-

-¡Sí, es perfecto! ¡Wiiii!- El primero en celebrar la propuesta fue el chiquillo rubio, pero yo sabía que el pelirrojo también moría por asentir de la misma manera. No obstante, él valoraba cuán prudente o imprudente sería alargar la estadía en la calle con los niños. –¡Si hacemos eso, podré estar más tiempo con Ruki-nii!- El crío se aferró de inmediato al mayor, levantando la mirada hacia él. –Desearía que no tuvieran que irse, porque me encantaría tener un hermano mayor como tú.-

Suspirando al saber que no podría negarle ese deseo al niño, el mayor posó su mano en la cabeza de su infantil doble, acarició su cabello y le sonrió.

-De acuerdo, Yuki. Pero nos vemos en la entrada del centro comercial en media hora. Ni más, ni menos.-

-¡Hecho!- Gritamos ambos Takayukis y de inmediato nos pusimos en marcha, no sin antes asegurarnos de que los mayores tomaran el camino que llevaba hacia la parada del autobús.

Cuando estuvimos tras unos árboles, nos detuvimos.

-¿Qué vamos a hacer con lo del arma, oniichan? ¿De verdad no trajiste ninguna?-

A ratos valoraba la idea de quedarme en aquella época, o llevarme a Yuki-chan conmigo a la mía. Ese niño era tan taimado que no dejaba de sorprenderme, y disfrutaba con solo pensar en lo buen compinche que resultaría. Además, y siendo objetivos, en aquel entonces ambos éramos menores de edad todavía, así que nos quedarían unos años más para compartir reformatorio.

-No… ¡Oh, pero ya sé quién nos puede ayudar! ¡Dame tu mochila!-

Sacándosela rápidamente, el crío obedeció. 

-¿Meru-chan?...-

-¡Sí! ¡Ella siempre me consigue refuerzos cuando los necesito! A ver, muñeca haragana… Sé que estás oyendo, pero no entiendo por qué no te ofreces.- Abrí el bolso y la tomé, notando de inmediato que ella me miraba con mala cara.

-¿Y así me vas a pedir ayuda, matón de quinta? ¡Ja!-

-Ugh, dejemos los detalles para después, niña… Ya sabes que a Neko-chan le encanta negociar esas cosas.- Le dije, esbozando una media sonrisa que le quitó todo impulso de responderme.

-¿Quién es Neko-chan? Veo que siempre la mencionas.- Preguntó Takayuki, intrigado.

-Una prima… tuya, nuestra. Ella será la hija de Tadashi-nii y Morrie-san.- Respondí, aunque sin permitirle al pequeño reaccionar, pues no quería que me preguntara por algún otro primo futuro. -Por ahora, necesitamos que nos digas si hay un arma disponible en algún lugar, que nos puedas traer…- Inquirí, luego de haberme volteado finalmente hacia la muñeca.

-La hay, en uno de los cajones de tu padre, en el sello. Un nunchaku que, como bien debes de recordar, de todas formas le robarás en unos años…-

De nuevo, el mocoso y yo nos miramos; afortunadamente, gracias al comentario de Meru ya se le había pasado la sorpresa de saber que tendría una prima por parte de esos dos tíos. Yo fingí un semblante de absoluto desconcierto y censura.

-¡Eres terrible, Takayuki! ¿¡Qué no puedes ser un buen niño, y dejar las cosas ajenas en su lugar!?-

Ambos reíamos de buena gana, disfrutando el hecho de que aquellas bromas ya no tenían que quedarse como un simple pensamiento o ser un monólogo interno. No obstante, Meru nos miraba con pena ajena.

-En fin, criaturas… ¿Lo traigo?-

-¡Sí!- Asentimos ambos, emocionados con la idea. Un nunchaku sería perfecto para ponerle la piel de gallina a aquel tan detestado compañerito de Ruki.

-Listo. Búsquenlo ahí, detrás de ese arbusto.- Indicó la muñeca, después de cerrar los ojos por unos segundos y abrirlos nuevamente. –Ah, y sepan que no pienso hacerme responsable de nada. Cuando terminen, déjenlo escondido en algún sitio, y al cabo de una hora el objeto volverá a su lugar. ¡Adiós!- Finalizó, volviendo a quedarse “dormida”.

-¡Gracias, Meru-chan! ¡Eres genial!- Exclamó el chiquillo, y guardó de nuevo a nuestra amiga en su mochila.

Por mi parte, fui a buscar el nunchaku, y al verlo recordé todo con claridad. Lo había robado para mi décimo primer cumpleaños, una ocasión en que me tuve que quedar en el sello pues no iba a haber nadie en casa durante todo el día, y papá se encontraba muy ocupado. Era de madera rojiza, con cadenas plateadas. Acto seguido, lo tomé con ambas manos, juntando y apartando las barras hasta que la cadena se tensara por completo un par de veces, y miré al niño.

-Yuki-chan, vamos. No hay tiempo que perder.-

Con el arma en el bolsillo, recorrimos la distancia que aún nos separaba de nuestro objetivo, y cuando ya estuvimos a punto de llegar al patio de Shiroyama, nos escondimos tras un tupido jardín aledaño.

-Recuerdo que la casa de este tarado tenía una parte en donde la valla que comunica con el bosque que hay detrás estaba caída… porque se la habían dejado abierta a Yuu para que saliera a jugar por ahí.- Comenté, y el niño asintió.

-Ajá. Es por aquel lado.-

En eso, escuchamos la voz de Yutaka, quien además de ser compañero del odioso pelinegro y de mi hermano, era vecino del primero.

-¡Aoi-kun, ocúltate! ¡Ya voy a empezar a contar! Uno, dos, tres, cuatro…-

-Justo como lo supusiste: ahí está Kai. Sólo habrá que procurar que no nos vea.- Susurré, para que el pequeño me oyera. Luego lo miré y le sonreí de lado. -¿Qué te parece… si lo dejas todo en mis manos y te escondes cerca, desde donde puedas ver? Sólo necesitaré unos instantes…-

No hace falta describir el gesto de emoción del pérfido chiquillo, pero para referencia sólo diré que se tapó la mitad de la cara con las manitas y corrió a hacer lo que le había indicado. Entonces, extraje el nunchaku de mi bolsillo y me encaminé al pasadizo de la valla caída, pues era lógico que el crío iría a esconderse entre los árboles del bosquecillo, y forzosamente tendría que pasar por ahí. 

-Ahora sí vas a ver lo que es bueno, desgraciado…-

Literalmente, le salí al paso. Al verme, el susto fue tan grande que el mocoso cayó de nalgas, y no podía despegar la mirada de semejante aparición; mientras, intentaba respirar con hipidos, como si repentinamente se le hubiera ido el aliento.

-Hola, Aoi-baka[3]... No sabes el gusto que me da verte…- Lo saludé, utilizando el insulto con el que siempre lo llamaba cuando estábamos solos, mientras tomaba fuertemente el arma por una de las barras y hacia girar la otra con relativa rapidez.

-¿Q-quién eres tú… ¡y… cómo sabes… m-mi nombre!?- Dijo el crío, a como pudo, sin creérsela todavía. Estaba pálido como un papel.

Naturalmente, yo aprovecharía lo insólito de la situación para utilizar la verdad, pues pretendía no solamente atemorizarlo de momento, sino dejarlo con una tremenda duda y una gran zozobra que lo martirizara, al menos, por el resto de su infancia.

-¿No me reconoces? Soy Yuki-chan, el hermano de Ruki…- Hice una pausa para verificar que Yutaka estuviera contando todavía. –Y vine del futuro para advertirte que si no dejas de fastidiar a Takanori, te voy a dar tu merecido y no tendré misericordia de ti. ¿¡Quedó claro!?- Le grité, a lo último, deteniendo la barra libre del nunchaku de un solo movimiento, entre el brazo y mi torso. –Ah, y cuidadito con pasarse de listo y querer aprovecharse de mi hermano cuando seas mayor…-

Sabía que a causa de esa última advertencia, no me salvaría de la preguntas de mi yo niño, pero no me importó. Lo único que contaba era que Shiroyama estaba muerto de miedo: instintivamente, no hizo a levantarse para huir de ahí, sino que comenzó a arrastrarse hacia atrás.

-¿Y-Yuki?... ¿¡Que tú eres Yuki!?- A como era de esperar, el mocoso no podía creer lo que le había dicho. -¡¡Eso es imposible!! ¡Tú no puedes ser Takayuki!-

Me hizo mucha gracia ver cómo se empecinaba en su argumento, como si con eso pudiera alejar el terror que sentía. Más allá de que yo fuera yo mismo o no, las razones por las que lo estaba amenazando eran verdaderas, y habían sido motivo de mis dolores de cabeza y travesuras durante gran parte de nuestros días en la primaria. Como he dicho anteriormente, yo era el único que podía molestar a Ruki, y a nadie más se lo permitiría: no importaba que fuera más grande o mayor. Definitivamente, no podía esperar a ver la cara de absoluto gozo de Takayuki, una vez que nos alejáramos de ahí.

-Es suficiente, chiquillo estúpido.- Le espeté, con voz firme pero modulada. –No me importa si no me crees. Sólo recuerda lo que te dije, y aléjate de Ruki. Es lo único que debería preocuparte, si no quieres salir lastimado. Te estaré vigilando…- Dije a lo último, separando los dedos como en la ve de victoria pero con la palma de frente hacia mí, y acercándomelos primero a los ojos, para luego alejarlos.

El crío estaba completamente petrificado, así que ni me molesté en ver si me seguía, una vez que me di la vuelta y comencé a abandonar el lugar. Sin embargo, a los pocos pasos tuve la precaución de guardarme el nunchaku en uno de los bolsillos.

-…noventa y ocho, noventa y nueve, ¡cien! ¡Prepárate, Yuu-chan! ¡Ahí voy!-

-¡Kai, espera! ¡Mejor vayamos a la casa! ¡Hace mucho frío; podríamos resfriarnos!-

-Pe-pero… si yo tengo calor…-

Tuve que taparme los labios para no reír sonoramente: el plan había salido a la perfección. A los pocos instantes, advertí que Yuki-chan se me acercaba, pues escuché su ligero trote sobre la hierba.

-Ja, ja, ja, ¡estuviste genial, oniichan! ¡Eres el mejor de todos! ¡Waaaaaaa!- El pequeño se colocó frente a mí y no podía más del gozo. Prácticamente, daba saltos de felicidad. -¡El tonto estaba muerto de miedo! ¡Ja, ja, ja, pobrecito!-

Y yo, si bien sonreía y tácitamente asentía a sus palabras y cumplidos, tampoco sentía el impulso de celebrar demasiado, pues sabía que había quedado como el grandulón embustero. Resultaba irónico, pues nunca me detuve a considerar que yo, siendo más pequeño y menor que otros, no tenía problema en vérmelas con ellos, que al fin de cuentas también se comportaban como mayores abusivos.

-Sí… Se lo merecía, el bastardito. Oh, pero tú no digas esas palabras. No todavía.-

El crío asintió con travesura, mirándome aún con muchísima admiración en sus ojitos castaños. Pero tras un momento, pareció recordar algo.

-Por cierto… ¿A qué te referías cuando… le dijiste a Aoi que no se pasara de listo… y se intentara aprovechar de Ruki-chan?-

Sabía que él me lo preguntaría, y definitivamente no quería responder a sus inquietudes como suelen hacer los mayores, cuando les dicen a los niños que esas “son cosas de adultos”. Pero también temía crear un conflicto demasiado grande en la mente del pequeño, pues para mí, en especial, no era ningún secreto lo que a aquella edad había en esa cabecita: suficientes enredos como para querer regalarle al menor otro más. Empero, si alguna virtud tuve siempre, es que nunca necesité demasiadas palabras y explicaciones para poder entender lo que sucedía.

Así fue que, acuclillándome para quedar a nivel de mi versión infantil, lo miré a los ojos.

-Bueno, Yuki-chan… Ya viste que Takanori se convertirá en un chico muy lindo, y es natural que a muchos otros les parezca atractivo y quieran acercársele.- Qué paradoja: la palabra “natural” no describía para mí la esencia de ese hecho, por más que me empecinara en argumentar que lo descabellado estaba en la relación con un primo. –Lo mismo pasará contigo… y ehh… digo, creo… supongo…-

El niño bajó la mirada y no dijo nada, y por un momento me sentí culpable por haberlo hecho perder el júbilo de hacía unos instantes. Pero habría sido peor si sólo hubiera ignorado su pregunta.

-A ver qué hora es…- Destapando la carátula de mi reloj-control, me fijé. Había transcurrido ya la primera parte del plazo que establecimos con nuestros hermanos. –Tenemos quince minutos más y… mierda.- El rugido de mi estómago me delató, adelantándose a lo que iba a comentar a continuación. –Deberíamos comer algo, especialmente porque creo que Ruki y Nori-chan así lo harán también, y porque nosotros no tendremos demasiada justificación para haber tardado tanto con ustedes si no decimos que los llevamos a comer. Pero… ya casi no me queda dinero. Demonios. Debí haber traído más, y no confiarme…-

-¡Yo te invito, oniichan!- Exclamó el niño, volviendo a sonreír, y luego se quitó la mochila y extrajo de uno de los compartimientos un billete de mil yenes[4]. –¡Mira!-

-Ohh… ¿Así que tú también tenías dinero?- De inmediato, me acordé del momento en que me burlé del pequeño y fanfarroneé con que yo era más grande, solvente y podía hacer lo que quisiera, y el hecho de que él no me había contradicho. Definitivamente, el chiquillo era una caja de sorpresas. -¿Por qué no me dijiste nada, pequeño pillo? ¡Apuesto a que se lo robaste a papá!-

-¡No! ¡Esta vez, no!- Dijo el menor con toda seguridad, aunque percatándose de inmediato de que su respuesta de todas maneras no denotaba mucha honestidad. –Uysh, bueno. Papá a veces deja billetes mal puestos por ahí… ¡Pero este me lo regaló Tatsu-ojisan!-

Como fuera, era el dinero que nos sacaría de apuros en esos momentos, así que sin perder tiempo, saqué el arma de mi bolsillo y la arrojé por ahí para que desapareciera al cabo de un rato, como había anunciado Meru. Después, tomé al niño y lo coloqué sobre mis hombros, iniciando una marcha veloz hacia el centro comercial.

-¡Que levante la mano el que quiere yakitori[5]!- Grité, como si fuera un mocoso; feliz y sin la menor preocupación. Y él, que iba igual de contento por su nueva montura, me secundó. Alzó sus bracitos sin miedo, pues yo lo sujetaba de las piernas.

-¡Nosotrosss! ¡Y okonomiyaki[6] de camarones, también! ¡Adsadsads!-

Al llegar a las inmediaciones del lugar, hallamos un puesto de las mencionadas y deliciosas comidas, el cual era mucho más concurrido que los caros restaurantes al interior de la plaza comercial. En los alrededores, estaban colocadas pequeñas y acogedoras mesitas con sombrilla en el centro, por lo que el ambiente resultaba perfecto para comernos nuestras brochetas mientras esperábamos a los mayores, quienes no debían de tardar ya.

Tan ocupados nos hallábamos devorando la comida, que no los vimos llegar. Sólo me percaté de ello cuando Nori-chan corrió a taparle los ojos al otro pequeño, quien de inmediato dio un respingo.

-¡Es la bola de espejos fabulosa!- Gritó el mocoso pelicolorido, y los dos casi terminamos escupiéndolo todo por la risa.

-¡Buuuu, enano feo!- Se quejó Takanori, soltando al menor para regresar de nuevo al lado de Ruki. –¡Míralo, oniichan! ¡Me está molestando!-

-Yukiii…- Dijo el pelirrojo con tono de vago regaño, mirándonos a ambos tocayos. –Con que están comiendo. Bueno, ya veo que no solo a las gorditas nos da hambre.-

Cuando volteé a mirarlos bien a los dos, me di cuenta de que el niño traía su carita decorada con alas de mariposa de varios colores, así como las uñas pintadas. Mi hermano, por su parte, tenía un nuevo maquillaje con tonalidades frías, las cuales no portaba en la caja de sombras que llevaba consigo. Mientras hacía todas esas observaciones, ambos Takanoris se sentaron a la mesa.

-Veo que aprovecharon bien el tiempo.- Intervine, ignorando deliberada y olímpicamente el reproche de hacía un instante, mientras me acababa mi porción de okonomiyaki. -¿Adónde fueron?-

-Había una chica pintándoles la carita a los niños cerca de una perfumería que justo estaba con demostraciones de maquillaje gratis, y en donde también accedieron a hacerle la manicura a Nori-chan. Total, les dije que era su hermano.-

-¡Y Ruki-nii también quedó muy bonito! ¿No es cierto, Yuki-oniisan?- Exclamó de pronto el rubito, haciendo que el mayor de todos se sonrojara repentinamente a causa de su pregunta.

Yo solamente sonreí de lado, recordando con algo de pesar lo que minutos antes le había contestado a Takayuki cuando me preguntó por la advertencia hecha a Aoi.

-Ruki sabe lo que pienso de él. Siempre se lo digo.- Le contesté calmadamente al niño. Luego, tras limpiarme los labios hice una bola con la servilleta y la deposité en el plato de cartón. Bebí mi último trago de cerveza y coloqué la lata junto al resto de desechos, encima de la bandeja. –Ya casi es hora de volver. Takanori, préstame el delineador, las sombras y el labial que traes en tu riñonera, para componerme un poco el maquillaje. De seguro que me veo fatal.-

-Hmm, no cargas tus cosas, pero sí te pintas. ¿Qué acaso de todas formas eso no es de…?-

-¿Maricones?- Me adelanté, tomando de sus manos lo que le había pedido. –¡Justamente, hermanito!- Agregué, guiñándole el ojo con dejo coqueto.

Terminados los retoques, los cuatro nos levantamos y nos dispusimos a volver a casa. Eran ya las dos de la tarde, aproximadamente.

 


[1] Yuu “Aoi” Shiroyama, guitarrista de the Gazette.

[2] Yutaka “Kai” Uke, baterista de the Gazette.

[3] Literalmente, “tonto”.

[4] Unos ocho dólares estadounidenses actuales, aproximadamente.

[5] Brocheta de pollo japonesa.

[6] Este plato nipón consiste en una masa con varios ingredientes cocinados a la plancha. Se puede hacer de muchas cosas distintas, pero entre los ingredientes más usados destacan el huevo, la cebolleta, los vegetales y el calamar; y una vez listo, es cubierto con una salsa especial y varios aderezos específicos. (Nota tomada de mi fic I want your love.)


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