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Palabras de amor por Shinjimasu

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Ya era bastante tarde cuando Akira subió a su habitación para intentar descansar. Sacó su reloj de la bolsa del pantalón y lo dejó sobre el mueble que estaba a su lado al igual que las placas militares de su cuello. Se quitó su playera y sus botas, arrojándolas lejos mientras se tiraba sobre su cama con el expediente en la mano. No podría evitar leerlo.

Lo abrió y notó que era un tanto grueso. Hojeó un poco y encontró varios documentos de diversos hospitales, algo que no le sorprendió en lo absoluto, pero tenía que empezar por el principio. Había una foto del chico  en la primera hoja, donde también estaban sus datos básicos “Azuma Taichi. 10 de enero de ####. 20 años”

-¿20 años?- se preguntó asombrado puesto que no aparentaba esa edad en lo absoluto. Rectificó su fecha de nacimiento e hizo una cuenta sencilla. En efecto, tenía 20 años.

Eso solo lo intrigó más y prosiguió. Al parecer no había tenido una vida muy sencilla después de todo: había perdido a su madre en un accidente automovilístico cuando tenía tan solo 5 años… y también su vista. Todo el mismo día después de que regresaran de la boda de la hermana de su padre. Él no iba en el auto con ellos porque tuvo que partir antes debido a una junta de último minuto en su compañía.

Sonaba ridículamente sospechoso.

Cuando tenía 7 años fue sometido a una operación para intentar que recuperara la vista pero había sido un fracaso. Hasta ese momento sus ojos eran de un tono azul intenso, un azul marino profundo como el mar, pero debido a esa operación el tono bajó hasta el azul celeste que tiene ahora y los médicos le dijeron a su padre que quedaría ciego de por vida, pero a pesar de eso, su padre ordenó que se le hicieran más estudios, y por 3 años estuvo entrando y saliendo de diferentes hospitales del país y el extranjero, pero en todos le decían lo mismo y argumentaban que una operación más podría, incluso, hacer que perdiera sus ojos.

Desde entonces había tenido que educarse en casa con profesores particulares, lejos de la vida normal de cualquier chico, y lejos también de su padre, quien trabajaba día y noche.

Lógicamente aprendió braille y pasaba su tiempo libre escribiendo o leyendo libros que le habían regalado entre familiares y algunos amigos de su padre. También había aprendido a tocar el violín puesto que su oído se había desarrollado más.

Cuando cumplió 15 años, su tía (la hermana de su padre) le obsequió un cachorro de pastor alemán que estaba siendo entrenado para ayudarlo: un lazarillo.

Cuando llegó a esa parte se sintió extraño. Quizá porque ese perro ya no estaba. Espero unos segundos y prosiguió.

No había empezado a cursar una carrera universitaria ya que su padre se lo había impedido rotundamente debido a su estado y otras cosas más que no especificaba claramente en el documento.

Por fin terminó de leerlo bastante tarde, pero no tenía sueño. Solo se quedó despierto, pensando hasta que amaneció.

Eran alrededor de las 11 cuando Akira salió de la oficina de Ito informado de todo lo que había sucedido en esos días.

Al parecer se había informado a Azuma sobre el secuestro de su hijo el mismo día que el chico había llegado a la fábrica ya habían comenzado las negociaciones. La llave grande había sido obtenida con facilidad un día después sin que Azuma se diera cuenta y ya estaba en las manos de Ito, pero había decido jugar con él por un par de días antes de exigirle la llave pequeña. Toda una extorsión de amenazas sobre asesinar a su único hijo y, también, mandar matar a su hermana y sus dos gemelos.

“Un perfecto juego mental” pensó Akira mientras bajaba al sótano.

Él tampoco había perdido el tiempo y había ordenado a uno de sus compañeros que llevara sin falta comida y agua fresca al chico tres veces al día y que, si se le ocurría lastimarlo o al menos tocarlo, tendría que empezar a aprender a vivir sin piernas. Una amenaza muy seria si provenía de alguien como Akira.

Cuando estuvo abajo trató de hacer un poco de ruido para que él supiera que alguien iba. Abrió la celda y entró. Taichi estaba sentado sobre la cama con su chamarra puesta. Le quedaba muy grande y se veía demasiado adorable.

-Soy yo- le dijo mientras se sentaba a su lado. De inmediato la expresión de Taichi cambió, e incluso parecía sonreír -¿Te trajeron comida en la mañana?-

-Sí, gracias- respondió.

-Sé que no es muy buena, pero al menos no tendrás hambre-

-Estoy bien- contestó Taichi algo animado. Hizo una pequeña pausa –La chamarra es tuya ¿Verdad?-

Akira se sonrojó sorpresivamente –Sí, lo es-

-Lo sabía- contestó con una voz que parecía triunfante –El aroma lo confirmaba-

-¿Aroma?-

-Cuando vives diferente a las demás personas necesitas arreglártelas por ti mismo- dijo mientras comenzaba a quitársela.

-Lo siento, no quise sonar impertinente-

-Es algo que escucho muchas veces. Está bien- dijo –Aunque no solo puedo identificar a alguien así, sino también por el sonido que hacen al caminar, su respiración, su calor…-

Akira sonrió “Sí, sin duda es especial” pensó. Ese chico había cambiado su actitud de pronto de un día para otro. Cualquiera estaría devastado por encontrarse en esa situación, sabiendo que estaba secuestrado y que podría morir en cualquier momento, pero él se veía… bien, se veía tranquilo y ese carácter en verdad le llamaba la atención.

Cuando tuvo la chamarra en sus manos se la extendió a Akira, pero éste se negó a recibirla.

-Este lugar en frío. Es mejor que te quedes con ella-

-Pero es tuya…-

-Por eso quiero prestártela. No tengo problema en que la uses, es lo menos que puedo hacer por ti ahora- le dijo tomándola de sus manos para colocársela de nuevo –Así está mejor ¿No lo crees?-

-De verdad no es necesario… -

-Por favor- le sonrió, a lo que Taichi solo pudo aceptarlo.

-Gracias- respondió avergonzado.

Hubo un silencio por unos minutos.

-Tú… no pareces ser un anciano- dijo entonces Taichi.

Akira sonrió –No, no lo soy-

–Yo… quiero saber cómo eres… ¿Puedo?-

Akira lo dudó en un momento -¿Cómo lo harás?-

-Tus manos- dijo Taichi mientras las estiraba frente a él y extendía sus palmas –Toca las mías-

Pasaron apenas un par de segundos para que pudiera sentirlas –Quédate así- le dijo mientras comenzaba a acariciar sus manos.

Recorrió sus palmas y sus dedos, tocándolas con cuidado, analizándolas. Las zonas ásperas, las suaves, las pequeñas cicatrices. Siguió con sus muñecas y sus brazos, pasando por sus codos, marcando cada musculo, sintiendo el calor de su cuerpo. Nada pasaba desapercibido por el tacto de Taichi, cada pequeño detalle lo sentía, desde el relieve de sus músculos hasta el más pequeño de sus lunares. Tuvo que apoyarse sobre el colchón para acercarse más (de no haberlo hecho pudo haberse caído sobre él) y se sentó más cerca. Siguió con sus brazos hasta sus hombros. Después de todo, la playera que llevaba Akira no dejaba nada a la imaginación.

Subió por su cuello y tocó su cabello también. Akira no decía nada. No podía, no quería.

Taichi siguió. Sonrió cuando llegó a sus orejas, rozando los pequeños aretes que tenía y se adentró hasta sus mejillas, subiendo por sus sienes y pasando por su frente, regresando por su respingada nariz y por sobre sus ojos almendrados; rozando lentamente sus delgados labios, los cuales abría un poco y volvía a cerrar.

Para este punto su cuerpo ya estaba demasiado cerca del suyo, pero era porque no había percibido muy bien el espacio que había entre ambos.

Akira apenas y podía mantenerse quieto, mirándolo fijamente a los ojos, esos hermosos ojos que lo veían justo de frente, pero que no lo enfocaban “Por favor, veme, veme a mí” pensó en un momento. Por alguna razón había comenzado a sentirse extraño… pero se distrajo un momento al sentir un movimiento del otro lado de la puerta, pero cuando desvió su vista hacia el lugar no vio nada. Una rata quizá.

El chico mantenía su expresión calmada y feliz ante lo que hacía. Tocó su mentón y bajó un poco por su cuello, tocando el borde de su playera y continuando hasta sus pectorales, todo su pecho, su abdomen marcado…

Entonces se exaltó, como si hubiera salido de un trance. Se hizo hacia atrás y ocultó sus manos entre sus piernas cruzadas, agachando su cabeza terriblemente sonrojado.

-L-Lo siento mucho- se disculpó –Me pasé un poco-

-Está bien- respondió Akira –Ya te diste cuenta de lo guapo que soy-

Taichi sonrió –Te imaginaba así. Gracias por dejarme confirmarlo-

-¿Por qué querías hacerlo?- preguntó.

-Porque quería saber cómo es la persona que es tan buena conmigo- respondió tímidamente.

Akira se confundió “¿Bueno, yo? ¿El sujeto que contribuyó a tu secuestro y a la muerte de tu perro? ¿Quién quería robarle a tu padre? ¿Yo?”

-Para ser sincero… esperaba lo peor- dijo con tristeza mientras intentaba contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos, pero finalmente fue inútil y comenzó a llorar –No quiero estar aquí, no me gusta… me da miedo-

Akira hubiera deseado encontrar palabras adecuadas para él, pero no las encontró. Tomó al chico por su espalda y lo acercó para rodearlo con sus brazos –Esta bien ¿De acuerdo? Está bien- le dijo ¿Qué era esa sensación que recorría su cuerpo? –No dejaré que te hagan daño-

-¿Por qué estoy aquí…?- sollozó permitiendo el roce de Akira.

“Porque estamos sobornando a tu padre con asesinarte si no nos entrega la llave de la caja fuerte”

-No he hecho nada…-

“Solo ser el hijo de Azuma Mitsue y haber estado ese día en la casa. Pudiste haberte quedado arriba-

-Quiero irme a casa…-

“Y lo harás, lo juro. Yo me encargaré de eso”


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