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Palabras de amor por Shinjimasu

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Taichi estaba acurrucado en una de las esquinas de la húmeda habitación.

No quería estar sobre la cama ni con la chaqueta negra que Akira le había dejado, no quería estar cerca de nada que le recordara a él, solo deseaba que ya fuera mañana para poder irse de ese horrible lugar que solo le causaba repulsión. No soportaría mucho más tiempo quedarse ahí, ya no.

Esas palabras, esas simples palabras lo habían herido demasiado.

Esa había sido la primera vez que experimentaba tales sensaciones. Había sido su primer beso, la primera vez que se había sentido querido de esa manera tan sincera y especial, la primera vez que había sido tocado de esa manera y todo por un mismo hombre ¿Acaso podría olvidarse de eso? La felicidad que sintió de tenerlo a su lado, de poder abrazarlo, de apreciar su aroma, sentir cada musculo de su cuerpo, cada roce, cada beso, cada caricia… todo había sido tan especial que el solo hecho de pensar en olvidarse de ello lo asustaba a tal grado que sentía que podría enloquecer.

Su pecho dolía como nunca hubiera pensado que podría doler, sus lágrimas se sentían pesadas y frías, demasiado hirientes; su cuerpo temblaba, el miedo al vacío lo comenzaba a dominar, quería despertar. Deseaba que todo eso hubiese sido un sueño desde un principio y que al abrir sus ojos sintiera a Orión lamiendo su mejilla, el aroma del desayuno en la mesa del comedor y del jardín fuera de la casa, el calor del sol que entraba por su ventana, la frescura de un hermoso día, pero sabía que ahora esa era su realidad y que esos maravillosos días solo quedaban en su mente como un hermoso recuerdo. Sabía que a pesar de que lo liberarían, ya nada podría ser como antes.

Ahora  no estaba tan seguro de querer ser salvado. Si era mejor olvidar o morir de una vez. Estaba confundido, todo parecía tan confuso que sentía un miedo que nunca antes había tenido.

Pasaron varias horas, las suficientes como para hacer dormir a cualquiera pero no funcionaron con Taichi. La habitación seguía igual, pero quizá ya había amanecido. Seguía sentado en ese rincón frío y húmedo. Su mirada se notaba completamente perdida y parecía que había perdido por completo la fuerza en sus brazos y piernas. Aquella había sido una larga y terrible noche.

Entonces comenzaron a escucharse unos pasos bajando las escaleras. No eran los pasos de siempre, pero lo fueran o no ya no importaba.

Se abrió entonces la celda y un aroma externo llegó a Taichi. Esa sensación, esa presencia,  todo era diferente. Aquellos pasos pesados se acercaron a él y se pararon en frente por unos segundos sin que se movieran. El sujeto por supuesto que no era quien debería.

Miró al chico, clavando su mirada en él, analizándolo, observándolo de una manera malvada. Por fin se agachó y lo tomó por su mentón sin cuidado. Lo giró un par de veces y terminó por lamer su mejilla. Era una sensación repugnante.

Taichi se sentía perdido. Toda la noche la había pasado despierto, pensando, llorando, rompiendo él mismo sus ilusiones, encerrándose en su destino.

-Ahora lo entiendo- dijo en voz burlona el sujeto que había llegado –En verdad eres un mocoso formidable. Fue una suerte que no te hubiera asesinado antes-

El chico no se movió. El dolor que sentía en su corazón debido a la decepción parecía que lo consumiría poco a poco hasta matarlo.

Mientras tanto, Akira recibía las últimas órdenes de Ito para salir y alistar a los muchachos que los acompañarían a hacer el intercambio con Azuma. Parecía más despierto que cualquier otro día; había podido dormir bien toda la noche y se sentía realmente fresco y activo esa mañana, sin embargo estaba incómodo. Tenía un mal presentimiento de lo que sucedería después.

Salió de la oficina y comenzó a reunir a los demás compañeros. No le sorprendió que uno de los que faltaba fuera Itachi, pero aun siendo así, no se tomaría la molestia de ir a su habitación a buscarlo personalmente. Ya había pasado muchas cosas por alto como para que todavía le sirviera de niñera.

Entonces, justo cuando Akira se había dado por vencido y subía hacia las habitaciones para sacar de una buena vez a Itachi de su comodidad, el grito fulminante de uno de sus compañeros de guardia lo hizo bajar a toda velocidad.

Los estaban atacando.

Comenzaron a escucharse cientos de disparos que provenían tanto desde dentro como desde afuera de la fábrica. Los vidrios se rompían y el polvo salía de todas partes tras el contacto de las balas contra la pared y las láminas del jardín. Akira, nunca desprovisto de su arma, comenzó a arremeter desde una de las ventanas rotas que estaban en la parte de arriba contra aquellos que los invadían. Pudo ver que se trataba de la policía, más específicamente de un escuadrón especial que él conocía bastante bien, pues se especializaban en trabajos ultra secretos (no lo suficientes como para pasar desapercibidos por él) y tenían una eficacia demasiado perfecta como para ser cierta.

Sabía por qué estaban ahí y qué era lo que querían. También estaba consciente de que no lograrían resistir mucho.

Entonces pasó: la puerta de atrás se abrió con un fuerte y sonoro golpe y varios policías entraron a fuego directo contra ellos.

Akira no espero y se precipito hasta llegar a la planta baja para ayudar a sus compañeros, arremetiendo contra los policías, pero antes de que pudiera comenzar a disparar, sintió un fuerte golpe en su costado derecho que lo hizo caer y soltar su Walther P99 que llevaba consigo. Trató de enderezarse inmediatamente, pero una presión más fuerte que él aterrizó en su pecho. Tardó un par de segundos hasta darse cuenta de que tenía a un enfurecido pastor alemán sobre él, gruñéndole de una manera que aterrorizaría a cualquiera pero que le resultaba sorprendentemente familiar.

El perro tenía sus ojos fijos en él, amenazándolo con sus brillantes colmillos blancos y pisándolo con seguridad. Sus intenciones eran claras: si se movía, le arrancaba el rostro. Un peculiar dije colgaba de su cuello, balanceándose sobre el pecho de Akira, quien apenas podía distinguirlo ante la amenaza del animal.

Algo en él llamó la atención de Akira: le resultaba familiar… extrañamente familiar. Una marca singular en la oreja izquierda del can lo hizo reconocerlo.

-¿Orión?- lo llamó.

El perro no hizo más que mirarlo con furia y se quitó de encima de él mientras seguía, lo que para Akira pareció ser, un rastro que había encontrado. Él mejor que nadie sabía hacia dónde se dirigía.

Se paró y tomó su arma. Debía seguirlo.

Orión encontró el camino hacia el sótano y bajó por las escaleras a gran velocidad siendo seguido por Akira a una distancia considerable. Una vez abajo, el can se precipitó dentro de la celda abierta y atacó al sujeto que estaba amenazante sobre su amo.

Taichi se movió bruscamente hacia atrás, escapando del ataque sobre el sujeto que estaba encima de él. Escuchaba el gruñido molesto de un perro y los gritos del hombre, todo a una distancia mínima de él.

Su espalda chocó contra la pared fría y terminó por subir su pantalón, aún más asustado que antes. Apenas había logrado salir de su transe y se encontraba demasiado confundido, no sabía que sucedía, pero algo le indicaba que ya estaba a salvo.

-Orión…- susurró inconscientemente el nombre de su mascota que creía muerta -¡Orión!-

Akira entró entonces. El perro estaba atacando a Itachi.


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