Capítulo IV
Salió de la habitación de su hermano y se dirigió a la suya trancando la puerta al apenas entrar.
- ¿Por qué me pasa esto?
Salió en forma de suspiro mientras se dejaba caer en la puerta.
Al día siguiente se despertó con los primeros rayos de luz, se había quedado dormido en el suelo sin siquiera darse cuenta, se levantó algo mareado; abrió la puerta y se dirigió al baño, ya desnudo se metió a la ducha, pareciese que el único momento en que se sentía en paz era cuando el agua recorría su cuerpo, la paz que le daba sentir ese delicioso frio era indescriptible.
-sigues siendo tan hermoso… no, creo que incluso ahora lo eres más.
Se escuchó la voz de Itachi mientras le observaba con lascivia.
-Sal de aquí.
Fue lo único que dijo,
-Pero que frio ¿ya no me tienes miedo?
Usó una voz dulce mientras se metía a la ducha y abrazaba el cuerpo ya frio del azabache menor.
-Aléjate de mí en este instante si no quieres morir.
-No quiero hacerlo, hace mucho tiempo que no he tocado tu hermoso cuerpo, el olor de tu piel me intoxica.
Siguió acariciándole, ignorando las órdenes del menor mientras comenzaba a olfatearle la nuca.
-Basta.
La frialdad con que lo dijo podía ser comparable a la del suelo, que Itachi comprobó con su cara.
-Ya es tarde –cerró la llave - ¿no tienes trabajo que hacer o algo? –se cubrió mientras salía, aguantando la carcajada en la usual mascara de indiferencia.
-Siempre tan arisco.
Llegó más temprano de lo usual a la universidad, lo extraño era, que no había visto al rubio, más eso le hacía sentir aliviado, tal vez su acosador se había enfermado o algo y no había podido ir, en tan solo pensar en eso una sonrisa se formó en sus labios, aunque era demasiado pronto para suposiciones.
- ¡oh vaya! eres lindo cuando sonríes, pero creo que prefiero al usual tú.
Como decía, demasiado pronto para suposiciones, la voz del rubio se escuchó, no pudo más que chasquear al verlo, estaba recostado en un árbol con una sonrisa altanera, esperándole.
-No tan rápido.
Ordenó el mayor sosteniéndole el brazo al pelinegro, tienes que compensarme por lo que paso la vez pasada.
-je, ¿quieres que esta vez te deje incapacitado para tener hijos?, con gusto lo hago, no quisiera ver a mas humanos –si es que se te puede llamar así –con tus genes.
- ¿Por qué? ¿te enamorarías instantáneamente de ellos?
-No –no pudo evitar la sonrisa al escucharle –iría a la cárcel por genocidio, ahora si me disculpas voy a clases –se apartó de forma brusca para irse, para su mala suerte, seguido por un sonriente rubio.
Sin más, los dos entraron a clases, uno sentado al lado del otro, ya parecía una costumbre.
-Por cierto, gatito ¿qué me dices si después de clases vamos a un lugar agradable?
Habló en susurro, la clase había comenzado, más no logró reacción alguna.
-No gracias, tengo que ir a ver a mi futura esposa.
- ¿Esposa? mentiroso, dijiste que no tenías novia.
Reía el rubio mientras apretaba el puño con fuerza.
-No tengo porque decirte de mi vida –hizo una mueca –así que será mejor que te alejes de mí, puede que al principio me hayas hecho sentir acorralado, pero ahora que la persona que más odio está conmigo tu inútil presencia es tan fuerte como la de un mosquito al que le arrancaron las alas.
-Ya… veo –Fue la escueta respuesta mientras escondía su mirada y se llevaba la mano al pecho, más esa reacción no duró mucho, respiró profundo y de nuevo mostró su sonrisa -Bueno, pero este mosquito va a pegarse de nuevo sus alas y va a succionarte mucho más que la sangre -.
El mayor era infantil, era como tener a un mocoso súper desarrollado encaprichado con el primer amor, la comparación le hizo hacer otra mueca.
-Eso lo veremos pronto –le miró –más, te aseguro que no me dejaré cazar, puede que hayas empezado con la cacería, y que en este momento seas el cazador, pero tienes que recordar, que el agredido puede convertirse en el agresor, y tu “presa” va a ser la que te arranque la cabeza -.
-Entonces, veamos quien de los dos cae a los pies del otro primero, pero te aseguro que serás tú, mi lindo gatito.
-Eso lo veremos, porque estoy seguro que serás tú quien se incline a mis pies y el que ruegue por que toque, aunque sea uno de sus cabellos.
-La guerra comienza y el trofeo es el perdedor.