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Candelabro cenizo por Shinjimasu

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Cuando desperté seguía lloviendo.

Me enderecé de la cama y sentí un sabor diferente en mi boca: sangre. Limpié mis labios y encontré más en ellos y en mis manos. Hubiera sido buena idea lavarme antes de dormir. Bostecé y me levanté para limpiarme en el baño; como aún seguía lloviendo, no había necesidad de que me arreglara para salir. Quizá lo mejor sería tomarme el día y quedarme en casa. Me puse algo de ropa ligera y salí hacia el fondo del pasillo para liberar a esa hada malcriada, pero cuando lo vi no me agrado en lo absoluto la escena que encontré: toda su pierna estaba manchada con restos de sangre, sus brazos desde sus muñecas debido al fuerte agarre de los grilletes que lo sujetaban y en su mandíbula hacia su cuello y su pecho.

Toda su belleza había desaparecido y eso me asustó.

Lo liberé y permití que cayera en mis brazos, estaba frío, lo que no era sorprendente puesto que paso la noche desnudo y completamente expuesto. Lo cargué con cuidado y regresé al baño para asearlo y curarlo.

Durante la noche habían sucedido cosas que no estaban planeadas.

Cuando decidí el lugar para marcarlo le advertí que si gritaba perdería el trato que habíamos hecho, y en un principio estuvo bien para ambos, pero la presión en mi mordida fue demasiado para él cuando yo maliciosamente quise hacerla más dolorosa y terminó por quejarse. Fue un gemido débil pero agudo, uno que pude pasar por alto, pero en ese momento me invadió el deseo de hacerlo sufrir y principalmente el de encajar mis dientes en esa zona que se me había prohibido. No pregunté ni le dije nada y de inmediato solté su entrepierna y clavé mis colmillos en su vientre. Fue ahí donde todo salió mal.

Él, como un reflejo, sujetó mi cabello para evitar que lo mordiera, pues mis dientes apenas y se habían incrustado tan solo un poco sobre su piel. Por supuesto que aquello me enfureció, curiosamente más de lo que debería, lo que me hizo arremeter contra él dándole un golpe en su rostro que terminó por romperle el labio. Me soltó de inmediato pero mi ira no se detuvo, así que lo sujeté con fuerza y lo llevé casi arrastrando hasta el fondo del pasillo donde coloqué los grilletes en sus muñecas y literalmente lo colgué en la esquina no sin antes advertirle que si se quejaba o escuchaba un mínimo ruido, le arrancaría las alas.

Sí, puedo ser un maldito a veces, pero soy un demonio después de todo.

Cuando terminé de lavarlo me dediqué a revisar las marcas que había dejado en su cuerpo, pero como era de esperarse no había problema alguno. Al menos no más del que debería.

Despertó cuando iba a la mitad, pero se limitó a quedarse quieto, apenas y me miraba. Su rostro era lo suficientemente expresivo como para que supiera que estaba más asustado de lo normal. Notaba como sus ojos seguían mis brazos para prever donde lo tocaría, probablemente esperando que lo golpeara, lo que por supuesto no era bueno de suponer.

-¿Quieres ya dejar de mirarme así?- le dije cuando comencé a vestirlo e irremediablemente obedeció.

Estaba molesto, pero no sabía si era por él o por mí mismo.

Cuando terminé lo sujeté y lo llevé a su cama, prestando atención a los temblores que movían su cuerpo entero. Hubiera querido decirle que dejara de actuar de esa manera, pero consideraba razonable que lo hiciera. Después de todo había hecho cosas de las cuales no estaba del todo orgulloso. Una vez en su lugar tomé los grilletes que colgaban del techo y lo esposé a la pared con cadena suficiente para que pudiera moverse. Por supuesto que me miró asustado y triste.

-Te lo dije, ahora eres mi prisionero. Quise hacer las cosas de la manera fácil, pero no funcionó como esperaba así que tendrás que acostumbrarte a esto- dije sin mirarlo ¿Por qué sentía que esto era incorrecto? –Es tu segunda oportunidad… creo que ya sabes que no habrá una tercera-

La expresión de su rostro fue suficientemente dolorosa como para que sintiera que algo dentro de mí se soltó ¿Qué era ese sentimiento? ¿Culpa…?

-Lo lamento- escuché hablarme.

-Eso no me hará cambiar de opinión-

-Lo sé…- susurró en voz baja antes de acurrucarse contra la esquina.

No pude responderle a eso, así que solo me alejé. Tal vez sería buena idea salir a tomar algo.

No había terminado de pensar en ello cuando me di cuenta de que estaba en la cantina con varios sujetos. Estar rodeado de gente mucho más miserable que yo me reconfortaba hasta cierto punto. Al menos podía burlarme de la desgracia ajena sin cuidado ni limitaciones. Además necesitaba un trago.

No medí el tiempo y bebí lúpulo tras lúpulo hasta que una voz conocida se me acercó.

-No creí encontrarte por aquí, Akuma-

-Si bueno, decidí tomarme el día libre- contesté a uno de mis compañeros de trabajo.

-Eso está muy bien, muy bien, no veo cual es el problema en no trabajar por un día pero muchos se lo toman muy en serio, que bueno que tú entendiste eso-

Asentí sin entenderle muy bien. Al parecer ya había bebido bastante... el problema es que no sabía si había sido él o yo.

-Oye, dicen por ahí que te vieron entrando con una hada preciosa hace un par de días ¿Qué tan cierto es?-

-Tanto como mi nombre es Akuma- sonreí de manera extraña –Lo encontré comiendo de mis cultivos y no tuve opción más que la de traerlo conmigo-

-Vaya que tuviste suerte… esas no se encuentran tan fácil. Sobre todo si es un ejemplar tan bello como el que dicen que es-

-Lo que digan los demás no me importa mucho. Solo deberían dejar de mirar a los demás-

-Un hada nunca pasará desapercibida por aquí, lo sabes-

-Me molesta saberlo-

Le dimos un trago a nuestros tarros y continuamos hablando.

-Pero como sea, Akane, cuida bien de ella, sería una pena que la robaran-

-Es un chico-

-¿Un chico? Vaya, esa no me la sabía… todos piensan que es una mujer, pero creo que un chico es mucho mejor ¿No?- sonrió asquerosamente –Que buena suerte es la que tienes-

-Sí, eso creo- contesté recordando lo que había sucedido la noche anterior.

-Oye, oye, pero no te emociones ¿Bien? He escuchado que las hadas se reproducen sin importar si son hombres o mujeres. No quieras lidiar con un híbrido-

-Con uno que no lo es, ya es suficiente- contesté antes de beber de nuevo.

-¿Qué… uno?-

En ese momento me di cuenta de que había cometido un error.

-¿Uno qué?-

-Dijiste que uno era suficiente- me dijo confundido.

-¿Suficiente para qué?- pregunté haciéndome desentendido.

-No, olvídalo, solo… solo ten cuidado- contestó antes de llevarse el tarro a la boca de nuevo y golpearme la espalda.

Fue ahí cuando me di cuenta de que debía cuidar mucho más lo que decía  o estaría en serios problemas, si no es que ya los tenía.


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