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Candelabro cenizo por Shinjimasu

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-M-Más… más…-

-¿Más despacio?-

-M-Más rápido…-

-Vaya, vaya... que lasciva expresión- sonreí acariciando su rostro -¿En verdad te gusta tanto?-

-S-Sí… es increíble-

-¿No te duele?-

-N-No…-

Me relamí los labios y besé su cuello sin dejar de mover mi cadera, pero a pesar de que quería que lo hiciera más rápido no podía romper mi promesa inicial. Lo sujeté por su cintura y me incliné para besar su mejilla. Todo él era tan lindo que no podía lastimarlo, no en serio. Eso sería doloroso incluso para mí, más aún porque ahora entendía lo que significaba realmente tener un hada a mi lado.

¿Pero cómo había llegado a eso? Debido a una serie de eventos que no tenía planeados.

Habían pasado dos meses desde que Tenshi había llegado a vivir conmigo dentro del pueblo donde ninguna hada había logrado salir con vida. No había relevado su castigo y aun lo mantenía atado en el mismo lugar de antes, al final del pasillo. Ninguno de los dos se quejaba: no me estorbaba y él no estaba expuesto ni al frío ni a corrientes de aire, mucho menos a humedad, pero para mí algo aún no estaba bien ¿Podría ser remordimiento? ¿De qué? Si no lo mantenía en condiciones extremas. ¿Entonces qué era? Quizá se debía a la manera en la que se refería a mí desde las últimas semanas.

Ese día había regresado del granero tras haber dejado algunos costales de semillas que había recogido junto con demás sujetos durante la mañana. Estaba cansado y fastidiado por trabajar todo el día bajo el ardiente sol y lo único que quería era tomar un baño y meterme a la cama a dormir. Arrojé mis cosas a un lado de la puerta y entré a mi habitación.

-Bienvenido- lo escuché decirme desde su lugar.

-Gracias- contesté mecánicamente sin hacerle caso. Fue hasta que estuve en mi habitación cuando reaccioné ¿En verdad me había dado la bienvenida? ¿Y yo le había respondido? ¿Por qué?

Ese día simplemente lo dejé pasar, pero los que le siguieron fueron exactamente iguales. Yo me limité a no responderle y solo mirarlo, hasta que un día finalmente no pude soportar más la duda.

-¿Por qué lo haces?- pregunté, pero al darme cuenta de que no me entendía traté de especificar –Darme la bienvenida. Incluso llegué a dudar que pudieras hablar bien-

Él me miró apenado desde su cama y encogió sus piernas hacia su cuerpo –Me siento un poco solo. Solo quería hablar-

“Son sus hormonas” pensé -¿Y qué te hace pensar que yo quiero hablar contigo?-

-No sé- contestó desviando su mirada hacia el suelo –No quería molestar-

No respondí y seguí con mis actividades. Después de eso dejó de hacerlo, pero como si se tratara de un estúpido juego, ahora a mí me molestaba que no lo hiciera. De la nada había pasado a ser ignorado de nuevo y eso me irritaba hasta cierto punto.

Otro día sucedió que, mientras limpiaba, me detuve al inicio del pasillo y volteé a mirarlo sin fijarme. Aquella fue la primera vez que lo vi sonreír. Sus ojos estaban cerrados y sus manos reposaban sobre su vientre, lo que al parecer le provocaba esa expresión tan tranquila. Lo miré por curiosidad durante algunos minutos hasta que noté que había empezado a dormir. En parte llamó mi atención porque él no había logrado conciliar el sueño esas últimas noches y creí buena idea aprovechar la situación para acercármele sin asustarlo.

La cicatriz de su labio disminuyó considerablemente y estaba a poco de ser solamente una marca muy pequeña. Eso en parte me dio gusto; lastimar una criatura tan bella no era satisfactorio después de todo. Su expresión ahora era tan simple que deseé despertarlo con brusquedad, pero preferí solo verlo. Tuve una sensación muy extraña de paz. Perdí algunos minutos y seguí con mi limpieza.

Finalmente otro día al amanecer, después de haberme levantado con un terrible pesar y antes de que saliera de mi habitación, lo escuché llorar. La curiosidad me mantuvo oculto en el marco de la puerta y discretamente lo observé. No parecía que le doliera algo o que se sintiera mal físicamente, más bien era debido a su condición “sensible” por el embarazo. Llamó mi atención principalmente que lloraba mientras abrazaba su vientre con sus manos. Sabía que no sentía dolor porque la manera en la que se tocaba era más bien para asegurarse de que ambos estuvieran a salvo; probablemente habría tenido una pesadilla o algo así.

Pero todo terminó por empeorar precisamente hasta ese día en particular cuando fui a darle la comida. Apenas y me acerqué hacia su cama cuando un aroma completamente ajeno a mí logró marearme más rápido de lo que hubiera hecho cualquiera. No fui obvio en lo absoluto y me desvié a mi habitación para intentar reposar ¿Qué me había pasado? Fuese lo que fuese logré superarlo con estar recostado unos minutos. Aquello había sido como una especie de somnífero tan poderoso que incluso me provocó nauseas, pero que al mismo tiempo me resultó delicioso y adictivo.

Cuando le llevé la cena sucedió lo mismo. Ese aroma, precisamente ese lugar ¿Acaso era por él? ¿Era eso lo que llamaban el veneno de las hadas? ¿Ese aroma tan embriagante?

Ahora me resultaba odioso.

Era algo tan dulce y suave que me daban ganas de devorar el propio aire que me rodeaba. Tan fresco, tan delicado, quería dormir y quedarme con esa sensación para siempre, pero fue gracias a ese deseo enfermizo que me di cuenta que me volvería loco si seguía oliendo eso.

Esperé unos minutos para poder tranquilizarme y llegué hasta él con una fuerza de voluntad enorme.

-Ven aquí- ordené después de quitarle los grilletes. Su mirada confundida lo dijo todo, pero obviamente yo no podía decirle los motivos de tan irracional y repentino comportamiento. Lo conduje al baño y abrí las llaves de la regadera. Afortunadamente él entendió lo que sucedía y empezó a desvestirse.

Ahora el aroma era tan intenso que quería atacarlo sin piedad y devorarlo de inmediato.


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