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El plan B por Charly D

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De repente, las palabras se hicieron ausentes, el par de amigos que hasta hacía unos instantes se reía como loco de las tonterías que estaban haciendo, ahora estaban en completo silencio, los ojos de cada uno de los varones se miraban entre sí, el único sonido que se escuchaba era la respiración un tanto agitada que los dos presentaban. Mario veía a Braulio esbozando apenas una ligera y casi imperceptible sonrisa, el otro, mantenía su cara con un semblante de extraña alegría.

-- Creo… creo que debemos irnos, no sea que cierren – comentó suavemente Mario para poder dibujar abiertamente una sonrisa.

-- Sí, creo que sí…- comentó un confundido Braulio.

-- Anda, y espero que sea una diversión interesante, porque la última vez que salí contigo, tuve que buscarte en tres moteles – levantándose completamente,  Vanegas palmeó un poco la espalda de su amigo - ¡Anda Braulio Follatodo Alanís! – el aludido asintió para sacudir la cabeza después, cuando su amigo se hubo girado.

 

 

No tardaron mucho tiempo en llegar a su destino, desde la parte de afuera se podía apreciar la clase de sitio que era ese. Las destellantes letras de colores en la entrada del antro dejaban claro que tipo de diversión ofrecían.

-- ¿En verdad no se cometió un crimen en este lugar? – preguntó algo asustado Mario.

-- No seas pesado, sólo relájate, es momento de que te dejes llevar – se le acercó al oído, puesto que la música escandalosa no permitía que se escuchara bien la conversación – ¡Además, mira cuánta carne hay! – comentó lujuriosamente mientras miraba a un par de chicos que estaban cerca de la barra.

-- ¡Sí, me doy cuenta! – expresó Vanegas cuando miró que al pantalón del stripper, que bailaba sobre un tarima que tenía un tubo, salió volando haciendo enloquecer a los hombres presentes.

-- ¿Un chupito? – un joven de muy buen ver y sin camiseta, se les acercó con una botella y un vaso.

-- ¡Claro que sí! Pero te pago uno para mi amigo – Mario vio con un poco de confusión a Alanís, el cual solo sonrió antes de pagar con un billete de baja denominación al joven.

-- ¡Será un placer! – el chico accedió cuando Braulio le puso el dinero en la pretina del pantalón, acto seguido sirvió un trago en el pequeño vaso, lo bebió y sin perder tiempo se acercó a Vanegas, lo tomó por la nuca y lo besó en la boca pasando el alcohol a quien recibía su ósculo.

 

Mario abrió los ojos enormemente mientras sentía el líquido arder en su boca y la lengua del chico jugar con su cavidad bucal. Braulio por su parte reía como loco, ver a su mejor amigo con el rostro así de sorprendido y luchando por separarse del joven lo hicieron realmente carcajearse.

-- A la orden guapo – por fin se distanciaron y el semidesnudo le guiñó el ojo para continuar con su recorrido de tragos.

-- ¡¿Qué te pasa?! – preguntó con asombro al que le habían robado un beso.

-- ¡Deberías ver tu cara! – no podía evitar tocarse el estómago por la risa que experimentaba.

-- No le veo lo gracioso, me dieron ganas de vomitar, sabes que no tomo whisky – Vanegas luchaba por no verter su almuerzo en el piso del antro.

-- ¡Relájate! Vamos a que olvides al tipo de los ojos verdes, ven, hay que acercarnos a la acción – comentó mientras miraba atentamente a un joven cercano al tubo, el cual también lo veía, quizás con las mismas intenciones.

-- Si tú lo dices -  un tanto cohibido accedió a seguir a su amigo.

 

 

El bailarín se retorcía alrededor del tubo, los hombres que lo rodeaban no paraban de silbar y aplaudirle, no sin dejar de lado propuestas y palabras muy indecorosas.

-- No entiendo, ¿Cómo pueden sentirse cómodos enseñando su cuerpo con tan poco ropa? – Mario expresó sin quitar los ojos del jovenzuelo que danzaba rítmicamente en esa tarima.

--  Sí, poca ropa – sin seguirle la conversación al cien por ciento, le contestó Braulio, quien se dedicaba a un duelo de miradas con un moreno que levantó su trago en señal de saludo.

 

El chico que danzaba lo miró y le arrojó la gorra que tenía puesta, acto que logró sonrojarlo, pues por unos segundos fue el centro de atención de los que hubieran deseado estar en su lugar. 

-- ¿Y yo que hago con esto, Braulio? – Preguntó tímidamente – ¿Braulio? – miró a su costado y solo miró a un par de chicos tratando de tocar al stripper, cunado ubicó a su amigo, éste ya coqueteaba con un moreno que estaba cerca de la barra – Ay Braulio – negó con la cabeza mientras sonreía, volvió la vista al bailarín y contempló su danza.

 

 

Luego de mucho rato, sintió que la noche se estaba haciendo muy larga, por lo cual, al mirar su móvil pudo constatarlo.

-- ¿Las dos y media? – Se preguntó con admiración, realmente era tarde, él no acostumbraba a estar fuera de casa tan tarde - ¿Y Braulio? – miró a todos lados, empezó a caminar a la barra, pero no había rastros ni de su amigo ni del moreno. Volvió a tomar su teléfono, marcó pero respondieron, el mismo acto lo hizo dos veces, pero la respuesta era la misma, sin duda alguna su amigo ya estaba en otro lado haciendo otras cosas – Ay Braulio, al menos avísame para saber que me podía ir desde hace rato – se dijo a sí mismo y sin más caminó rumbo a la salida, ya quería irse a casa.

 

 

Salió y como pocas veces, puesto que en la ciudad la contaminación es tal que no es muy común poder apreciarlo, pudo ver el cielo completamente oscuro lleno de estrellas.

-- ¿Es imposible encontrar a alguien que deseé algo real? – Se preguntó sin dejar de ver el firmamento - ¡Cómo desearía que me acompañaras a caminar! Que pudiéramos ver esta imagen juntos – sonrió melancólicamente - ¿Cuánto más vas a tardar en aparecer? ¿Tendré que esperar otros quince años? ¿Habrás nacido ya? – seguía cuestionándose, él y su amigo eran diferentes, mientras Braulio seguro estaba follando con aquel moreno, él lo único que deseaba era compañía, alguien con quién platicar, alguien que al despertar siguiera a su lado – Te seguiré esperando, así tardes años en llegar, te voy a seguir esperando – dijo sin quitar su vista a donde miraba, para luego, meter sus manos a los bolsillos y comenzar a caminar rumbo a su casa,  tenía deseos de caminar, tendría precauciones, pero deseaba hacerlo, necesitaba hacerlo. 

 

 

 

Removió un poco los brazos, despertó lentamente, tenía el sueño ligero, y el sonido de una sirena en la calle lo hizo despertarse. Braulio se incorporó, miró a su lado, el trasero bien formado y duro del moreno se mostraba como una pequeña montaña perfectamente hecha.

-- Nada mal… - sonrió al recordar el polvo que habían echado un rato antes. Deseaba ver la hora, su pantalón lo encontró en el extremo derecho de la cama, sacó el móvil, tres llamadas perdidas - ¡Mario! – exclamó entre preocupado y asustado, por tener la lujuria a tope se olvidó completamente que había ido a ese antro para acompañar a su amigo y hacerlo olvidar el plantón que aquel hombre de ojos verdes le había hecho – ¡Demonios! ¡Demonios! – se regañaba internamente, se vistió a toda prisa, eran las cinco de la mañana, debía saber si su amigo estaba bien.

 

Ante todo el movimiento, el moreno que dormía se removió entre las sábanas, lanzó un gruñido y miró cómo su compañero de la noche se vestía.

-- ¿Ya te vas? ¿No quieres otro? – preguntó con voz adormilada.

-- Lo siento amigo, pero…- batallaba para ponerse su zapato – Pero tengo cosas importantes que hacer – luego de pujar por la complicación, logró su cometido, se puso de pie y miró al hombre desnudo de la cama – Duérmete y disfruta otro rato  - sonrió casi llegaba a la puerta cuando le habló el otro.

-- ¿Nos podemos ver de nuevo? – preguntó sin quitarle la vista de encima.

-- Es algo complicado – puso cara de incomodidad – Pero, mira te explico, yo no soy hombre de dos noches, soy de una y qué noche, pero hasta ahí… Pórtate mal, y una sugerencia, no beses tan rápido porque ahogas al otro… ¡Adiós bonito! – sin esperar réplica salió del cuarto a toda prisa.

 

Mientras salía del motel, llamaba a su amigo, sin embargo el buzón entraba de manera inmediata…

-- ¡Mario! Espero que estés bien… ¡Eres un idiota! deberías controlarte más – caminaba al momento de regañar a su zona genital, avanzaba rápido para ir por su auto y acudir a casa de su amigo.       

 

 

Su intención era llegar a casa, pero sus cavilaciones y ensoñaciones, aunado al poco habitual cielo estrellado de esa noche, logró que Mario se quedara deambulando por las calles, llegando a un enorme parque que estaba rodeado de frondosos y verdes árboles. Pasó la noche viendo un sinfín de escenas en ese lugar al lado de alguien que aún no tenía ni rostro ni nombre.

Pronto se dio cuenta que había amanecido, quiso saber qué hora era, pero al intentar desbloquear el teléfono se dio cuenta que éste se apagó por falta de batería. Renegó, sentía hambre, al caminar y dar con la calle que estaba junto al gran parque de la ciudad, pudo ver una tienda, compraría lo que fuera para comer. El cansancio comenzaba a pasarle factura, sentía los ojos pesados, comería y se iría a la cama para dormir. Entró al lugar, fue donde las galletas y una botella con agua, se formó para pagar, sin embargo delante de él había otro cliente que hacía un depósito mientras hablaba por celular.

-- ¿Esta es la cantidad? – preguntó la cajera mostrando la pantalla de la registradora. El hombre asintió sin dejar de hablar, cansado como estaba, Mario deseaba que el tipo terminara y se fuera para poder pasar él.     

-- Sí, dile que ya hice el depósito – el hombre de enfrente daba instrucciones – Sí, es la cantidad, que ese depósito lo estoy haciendo yo – el tipo se estaba exasperando – Sí, Christian Velarde – Mario levantó la cara adormilada completamente sorprendido al escuchar ese nombre.

-- Chris…- mencionó casi como susurro, ese hombre que estaba delante de él, era su más complicada relación, su primer amor, su asunto fallido e inconcluso, era Chris, su novio de la universidad.

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por tu lectura!


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