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El plan B por Charly D

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Llevaba cerca de cinco minutos tocando el timbre de la casa de Mario, sin embargo la respuesta aún no se hacía evidente. Braulio se rascaba la cabeza y hacía una mueca de inquietud. Ya había amanecido, el reloj en su móvil marcaban casi las ocho de la mañana. El atractivo hombre comenzó a andar dando vueltas en la entrada, marcaba el celular de su mejor amigo sin embargo éste no daba tono, el buzó se activaba de manera inmediata.

 

-- ¡Ay Braulio! Deja de permitir que te gane la bragueta – negó con la cabeza y seguía con su ritual el cual consistía en dar de vueltas y tocar el timbre – ¿Y si alguien lo secuestró y lo está violando en este momento? – se preguntó mientras su semblante cambiaba a uno de irritabilidad - ¿O quizás lo golpearon y está tirado en un baldío? – cada conjetura era peor que la anterior, no se percató que el tiempo había transcurrido y que a su lado hacía cosa de unos segundos, un rostro conocido lo observaba – Será mejor que dé parte a la policía, sí, eso haré, puede estar metido en una bañera sin un riñón esperando que alguien lo rescate… ¡Eres un imbécil, Braulio! – continuaba con su reprimenda, tan ensimismado, que Mario decidió hablar.

-- Buen día – saludó como si nada, a lo que el otro, de manera mecánica respondió el saludo sin siquiera voltear a verlo – Ya voy a entrar, eh – sin embargo su amigo, con la cabeza gacha, dando de vueltas y pensando teorías fatales respecto al paradero de Mario, continuaba en su rutina, fue entonces, que se acercó de nueva cuenta para tocar el timbre, cuando lo vio.

-- ¡Mario! – Exclamó feliz y aliviado – ¿Estás bien? ¿No te violaron? ¿No te golpearon y tiraron a un baldío? ¿No te sacaron un riñón? – inspeccionaba cada parte del cuerpo de su casi hermano para cerciorarse de estar bien.

-- ¿Quieres dejarme tranquilo? Estoy bien – contestó en tono calmado y mostrando una sonrisa.

-- Pensé que… – iba a continuar hablando, pero pronto cayó en cuenta que su amigo tenía la misma ropa de la noche anterior – ¿Vienes llegando? – preguntó levantando una ceja.

-- Tal vez… – mencionó en tono misterioso e ingresó a su casa, permitiendo que el otro lo hiciera también. 

-- A ver, a ver, ¿Qué está pasando aquí? – con tono bromista preguntó Braulio, en tanto el dueño de la casa, ponía las llaves sobre la mesa de centro de su pulcra sala.

-- Estoy cansado, quiero dormir, no pude hacerlo en toda la noche – Mario se recostó en el sillón más grande y acomodó su cabe en el respaldo para luego cerrar los ojos.

-- Acabas de llegar, vienes cansado, no dormiste en toda la noche… Esto me está dando mala espina, jovencito – con recelo miraba a su amigo mientras éste intentaba dormitar.

-- A lo mejor y me topé con un tipo en la calle y terminamos follando en un motel – con tono de voz lleno de seducción contestó Vanegas. Braulio quien en ese instante llevaba una lata de soda la cual iba a tomar luego de sacarla del refrigerador, casi la tira por la impresión.

-- ¿Qué tú qué? ¿Follar? ¿Desconocido? ¿Tú? ¿Estás bromeando, cierto? – tomó asiento al lado de su amigo y lo observó, éste mantenía el rostro sin expresión y con los ojos cerrados.

-- ¿Por qué habría de bromear? Tú lo haces, yo también puedo hacerlo, además, el tipo estaba buenísimo – dicho esto sonrió sin mirarlo.

-- ¡Estás demente! Yo lo hago, y muy seguido, pero sé cuidarme, sé con quién me voy y además si fuera necesario, le partiría la cara a cualquier tipo que quisiera hacerme algo retorcido, pero tú eres distinto, eres como una niña violable e inocente – algo alterado, Braulio regañaba a su amigo, el cual seguía sonriendo con los párpados cerrados.

-- ¿Niña? ¿Violable e inocente? ¿Te sientes bien? – levantándose con pereza, se posicionó frente al otro hombre que lo veía con preocupación.

-- Pues sí, quién sabe con qué tipo de fuiste a fornicar, apenas llegas, me preocupo por ti – pocas veces veía a Braulio así de consternado, él y una amiga que tenía, eran las únicas personas que lograban llevarlo a ese estado de alteración.

-- Descuida, recuerda que aunque me gusten los penes también soy hombre y puedo golpear a cualquiera que quiera hacerme “cosas retorcidas” – entrecomilló las palabras que anteriormente había ocupado para luego volver a reírse.

-- ¿Te parece gracioso? Digo, te vas con no sé qué tipo, a hacer no sé qué cosas asquerosas, yo te marco como loco y nunca me contestas, vengo a tu casa no estás, y esto te parece gracioso… ¡Estupendo! – para ese momento, Braulio ya se había levantado y teatralizaba demasiado, realmente estaba alterado.

-- Eso de abandonar a un amigo, irse a follar con desconocidos, no contestar las llamadas y preocupar al otro ¿Está mal? – preguntó entrecerrando los ojos, él seguía sentado en el cómodo sillón.

-- ¡Pues claro que está mal! Demasiado mal, ese tipo, si lo viera le rompería la cara por ponerte en peligro, pero ya verás, deja que lo conozca y ya verás – negó con la cabeza, Mario quería hacerlo reflexionar y enojar un poco, per notaba que Braulio se estaba enfadando realmente, y para lograr ese estado en su amigo era muy difícil, por lo que decidió parar su broma antes de que llegara a mayores.

-- ¡Ya, hombre! ¡Tranquilo! No me fui con nadie a follar, solo anduve dando vueltas en el parque al que a veces vamos a correr – se levantó de su asiento y sonrió mientras con las manos intentaba calmar al otro.

-- ¡¿Es enserio?! ¡¿En verdad me estabas tomando como tu imbécil?! – con indignación, Braulio exclamó mientras los miraba.

-- Te lo merecías – burlescamente le contestó.

-- ¡Es todo! – Sumamente molesto caminó rumbo a la entrada, giró la perilla y salió azotando la puerta, Mario no hizo más que reírse, a veces su promiscuo amigo podía ser demasiado dramático.

Caminó de regreso a la sala, pues lo había seguido hasta la entrada cunado su timbre fue tocado otra vez, suspiró y acudió a abrir la puerta. Sabía quién era.

-- Olvidé mi soda y mi teléfono – con indignación plasmada en su varonil rostro, Braulio pedía sus pertenencias.

-- Ya vengo – sonriendo, regresó por las cosas de  Alanís, negó con la cabeza, su amigo desde hacía años, era un seductor de primer nivel, aquel al que le ponía el ojo siempre terminaba en su cama, un hombre inteligente, con un buen trabajo, pero solo él junto con su otra amiga, Claudia, conocían lo infantil que ese semental podía llegar a ser – Toma, tu soda, tu teléfono y un sobre con galletas – le entregó un extra.

-- ¿De qué son? – seguía indignado

-- De limón – contestó sonriente.

-- Bueno – asintió – Torpe – dijo en voz baja.

-- Que te vaya bien – dijo mirando la espalda.

-- Paso por ti a las ocho, hoy es la función que apartamos la semana pasada - le recordó aún con recelo.

-- De acuerdo, te veo al rato – asintiendo únicamente, se terminó de marchar - ¡Ay Braulio! – al ir de espaldas y no poder ver su cara, Follatodo sonrió complacido, por alguna extraña razón estaba feliz.

Al cerrar la puerta, Mario se recargó de ésta, metió la mano a su bolsillo y sacó el ticket de la compra que había hecho unas horas antes en aquella tienda cercana al parque, al voltear el papel un número estaba anotado, junto a éste, un nombre: Christian Velarde, sonrió, parecía que aquel trozo de papel blanco lo enviaba a otra dimensión.

 

 

 

En su amplio departamento de soltero, como siempre lo había estado y como siempre le gustaría estar, según las palabras de él mismo, Braulio revisaba un compendio de hojas que tenía sobre la mesa.

-- ¿Es enserio que debes traerme trabajo en fin de semana? – reprochaba a la chica que tenía enfrente.

-- Ayer te largaste temprano para irte con ese rubio de la foto que me mostraste, así que dejaste esto pendiente, debes aprender que si haces algo debes asumir las consecuencias, deja de perder el tiempo y termina de una maldita vez, no creas que me hace gracia trabajar hoy -  con cierta molestia la chica de piel morena y cabello marrón lo miraba.

-- Ya, ya voy – dijo y continuó revisando los documentos.

-- ¿Y qué tal te fue ayer? Bueno, hoy también, porque eres de carrera larga, se te nota en la cara somnolienta y ojerosa que no la has pasado del todo bien – la chica se burló de él.

-- Pues para tu información, Claudia, la pasé de maravilla, después del rubio, me tiré a un moreno, dos en una noche, y podría con más, y hubiera sido así de no ser por Mario.

-- ¿Qué tiene que ver él en todo esto? – con curiosidad, la mujer apartó los papeles y lo miró expectante.

-- Ayer otro imbécil lo dejó plantado…

-- Pobre Mario, es tan buen chico, si yo fuera hombre y gay ya le hubiera tirado los trastos más de una vez – Braulio la miró con algo parecido a irritación.

-- Tendría más mala suerte de la que de por sí ya tiene, así que olvídalo, el punto es que ayer lo invité a pasar el rato, y lo llevé a un antro.

-- Y el premio a la prudencia e inteligencia es para... – lo miró reprobatoriamente - ¿En verdad crees que para un pan dulce y casi virgen como Mario, ir a un antro como los que acostumbras es la mejor solución para el mal de amores?  Sí que eres un imbécil.

-- Mejor ya no te cuento – algo cohibido, iba a retomar su labor.

-- ¿Qué le hiciste? – le apretó la mano incrustándole una uña

-- ¡Suelta! ¡Suelta! – gritó adolorido, logrando que la mujer lo soltara – Me topé con el moreno, y me fui a follar con él.

-- ¿Y Mario?

-- Se me olvidó, lo dejé solo – cerrando los ojos con molestia, Claudia negó con la cabeza mientras pasaba su mano por la cara.

-- ¿Te das cuenta que no te mereces a un amigo como él? Digo, es encantador, cariñoso, caballeroso, tierno, amable, no sé por qué sigue soltero, pero en fin, buen amigo, y tú lo abandonas en medio de su mal de amores para irte a fornicar con un desconocido… ¡Torpe! -  lo reprendió.

-- Ya sé, pero él se vengó, llegó tarde a su casa, me engañó diciendo que se había acostado con quién sabe qué idiota, ¡Esto estuvo mal! Me hizo enojar a propósito – se excusó contando el engaño de su amigo.

-- ¿Y lo malo está en…?

-- Pues en eso, hacerme enojar diciéndome que se fue a acostar con un tipo – expresó con cierta molestia.

-- ¿Y? ¡Tú haces lo mismo! Si no a diario si cada tercer día, ¿Dónde está lo malo?

-- Pues, pues que él no es así, a parte, le pueden hacer daño, le pueden romper el corazón como ya lo han hecho tantas veces, y ¿Quién es el que luego tiene que cuidarlo? Yo, porque ninguno de esos aborígenes lo valoran, por eso él no debe hacer esas cosas.

-- Braulio…- su amiga lo miró, el hombre frente a él, con el ceño fruncido y molesto como estaba le parecía extraño en esos instantes - ¿Estás consciente que puede llegar el día que alguien aparezca y por fin sea la persona que durante años ha esperado Mario? ¿Estás consciente que un día alguien puede llevárselo lejos y quizás nunca lo vuelvas a ver? – Claudia lo miraba.

-- Te… Tenemos trabajo, no me atrases que tengo coas que hacer por la noche – dando por zanjada la conversación, continuó leyendo los pendientes, su amiga únicamente sonrió negando con la cabeza.

 

 

Con un pantalón deportivo, playera sin mangas, y una soda en la mano, Mario iba a su recámara para ver la televisión, era demasiado temprano para su reunión con Alanís, por lo cual aprovecharía para holgazanear un rato, se recostó y fue entonces que la pantalla de su móvil se encendió. Pudo leer claramente: Mensaje de Christian Velarde, ya lo había registrado en sus contactos y él también le había dado su número telefónico.

-- ¿Qué haces?- decía el texto

-- Nada importante, ¿y tú? – tecleó para segundos después recibir respuesta.

-- ¿Me aceptas un café? – una invitación muy inesperada.

-- Claro, ¿A qué hora? – escribió mientras sonreía.

-- A las seis, ¿Dónde te veo?

-- En la cafetería El paste, en el centro.

-- De acuerdo, ahí te veo… ¡Qué genial haberte encontrado de nuevo! – dejó el teléfono de lado, sonrió, ¿Acaso era una segunda oportunidad para algo? Se preguntó emocionado, se trataba de Chris, su primer gran amor, pero también el chico que lo destrozó y por el cual aquella tarde lluviosa conoció al que sería el primer y único hombre que desde ese día nunca lo abandonó, Braulio…

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ… 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por su lectura!


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