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35. Locas Navidades familiares en la Manada Kim (24) por dayanstyle

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SEUNG HYUN Y JIYONG

 

Jiyong se inclinaba y levantaba los juguetes de Taeyang mientras su hijo dormía. Vio al pequeño querubín, agradecido de haber escuchado a su pareja, Seung Hyun. Jiyong estaba aterrado de que Seung Hyun quisiera al niño tanto que se olvidara que Jiyong existía.

Eso estaba más allá de la verdad.

 

Seung Hyun le mostraba a Jiyong cada día lo mucho que lo amaba. Casi hacía que Jiyong deseara no haber tomado los cinco años del control de natalidad.

Casi.

 

Jiyong detuvo los juguetes contra su pecho y levantó las botas de su pareja. Seung Hyun era el más desordenado que Jiyong hubiera conocido, pero amaba a su Hyunnie. Su pareja lo había aceptado, gordo y todo.

Sonrió cuando al entrar al armario a dejar las botas vio un brillo verde en el fondo del armario. Está bien, sabía de hecho que en su maldito armario se suponía que no había brillos.

Jiyong cerró la puerta y la abrió de nuevo, el brillo seguía ahí. No era tan estúpido para investigar. Ninguna persona en su sano juicio investigaría un brillo en el armario. Jiyong iba a cerrar la puerta cuando sintió unas manos en su espalda empujándolo al interior.

—¡Hey!

 

—¡Te diviertes!

 

Jiyong gimió cuando vio al pequeño hombre con orejas puntiagudas y mallas cubriendo su culo y piernas, viéndolo.

—¡No te atrevas! —Pero era demasiado tarde. La puerta se cerró en su cara. Jiyong golpeaba la puerta del armario. Si no estuviera entrando en pánico, eso podría ser divertido. Golpeaba la puerta para salir del armario.

Su pareja estaría orgulloso de él.

 

¡Enfócate!

 

Jiyong detuvo la mano cuando oyó un tintineo    musical.

¿Dónde estaban los villancicos de navidad en su armario? Vio sobre su hombro y gimió. ¡Tenía un cuarto lleno de gente pequeña al fondo del armario!

—¿Vas a estar solo parado ahí todo el maldito día o vas a trabajar? —uno de los pequeños hombres le preguntó.

Jiyong no era alto, pero maldición si los hombres en el cuarto no eran más pequeños que él.

—Me temo que ha habido un error. Este es mi armario. No deberían de estar aquí.

El hombre veía a Jiyong como si fuera estúpido. —¿Has estado bebiendo el rompope de navidad?

Jiyong se rascó la cabeza, vio alrededor del extraño lugar. Había hileras e hileras de mesas decoradas con juguetes y pequeñas piezas de juguetes que necesitaban ser ensambladas. Jiyong gimió viendo alrededor.

¡Había perdido la maldita cabeza!

 

—Regresa a trabajar o ve a limpiar los sanitarios —el jodido pequeño dijo haciendo que Jiyong se enojara como el infierno.

 

—¡Este es mi armario! —gritó con una expresión de ira—. ¡No hay sanitarios en mi armario!

 

—Herb —el hombre gritó sobre su hombro—. Tenemos otro.

 

Jiyong se enderezó cuando un hombre muy alto, está bien, pequeño, pero más grande que el pequeño hombre, llegó tras él. Jiyong se apartó y corrió alrededor de las mesas, fingiendo ir a la derecha mientras Herb iba a la izquierda. Para su sorpresa, Herb saltó sobre la mesa, dirigiéndose hacia Jiyong amenazadoramente.

¡Oh, infiernos no! Jiyong se giró saltando sobre juguetes que estaban desparramados en el suelo. ¿Esos tipos no creían en levantar juguetes?

—Lo atrapé —Herb gritó tomando a Jiyong del cuello.

 

—¡Todos ustedes salgan de mi maldito armario, ahora!

 

—Si, bebió el rompope —dijo Herb llevando a Jiyong a una de las mesas y sin ceremonia lo dejó caer. Cuando Jiyong se iba a levantar, el hombre empujó su espalda aplicando presión sobre su hombro.

El pequeño jodido era fuerte.

 

Jiyong empezó a gritar cuando el hombre movió sus dedos y repentinamente cinta industrial fijaba a Jiyong a la silla rodeando su cintura y tobillos, sus brazos estaban libres. Cuando jalaba la cinta, sus brazos fueron jalados frente a él y le dieron un juguete y una pieza de madera.

—¡Este es mi maldito armario! —Jiyong gritó mientras sus manos comenzaban a golpear el juguete. ¡Eso era una locura! Tenía que estar soñando. No había otra explicación para esto.

El hombre que trabajaba al lado de él con un juguete se inclinó hacia Jiyong. —Te creo.

 

«¡Gracias a Dios!» —Ayúdame a quitarme esta cinta. Este es mi maldito armario. Nadie debería de estar aquí.

—Si. Y la semana pasada vi un ovni aterrizar en el jardín del frente, esto es una locura en esta época del año. La cinta industrial ayuda.

Jiyong abrió más los ojos viendo al pequeño loco. Alejó la vista, temiendo ver demasiado de cerca al hombre. Trató de alejar sus manos del juguete, pero no podía moverlas. Seguían arreglando los juguetes.

—Puedo ayudarte —alguien murmuró a su lado.

 

Jiyong giró la cabeza y vio a un pequeño hombre acercándose. La cinta desapareció liberando a Jiyong.

—Sígueme —él hombre murmuró, moviendo la mano e indicándole a Jiyong que lo siguiera. Jiyong vio alrededor, viendo que nadie lo estaba viendo. Afortunadamente la cinta había desaparecido, sus manos dejaron de trabajar en el maldito juguete.

Si incluso veía otro juguete de nuevo… Jiyong recordó a Taeyang. Tenía que regresar con su hijo. Estaba solo en la recámara mientras Seung Hyun salió a patrullar. —Necesito regresar a casa.

—Lo harás —él hombre murmuró—. Vamos a un cuarto secreto.

¿Cuarto secreto? ¿Por qué no le gustaba eso? Tenía un mal presentimiento sobre eso. ¿Mal presentimiento? Infiernos, no debería de estar aquí. Nadie debería.

¡Este es mi maldito armario!

 

—Solo cruza esa puerta. Confía en mí. — El hombre le sonrió a Jiyong, abrió la puerta y entonces lo empujó al interior. Jiyong gritó, tenía una sensación de déjà vu de nuevo. Se giró cuando la puerta se cerró oyendo agudos gritos.

—Oh infiernos —dijo cuando vio el cuarto lleno de pequeños niños, todos con las orejas puntiagudas corriendo alrededor y lanzando cosas, escribiendo en las paredes, y tirando el jugo por todo el lugar.

¿Dónde infiernos estaban los adultos? Jiyong prefería estar en la silla atado con la cinta industrial. Un pequeño niño corrió y pateó su espinilla. Jiyong gritó y levantó la pierna.

Tenía que salir de un infierno de ahí.

 

Tomó la perilla de la puerta y salió a un pasillo, cerrando la puerta detrás de él.

—Ahí estás —dijo Herb mientras recorría el pasillo.

 

—¡Este es mi maldito armario! —Jiyong gritó y salió corriendo. Entró a otro cuarto, tratando de escapar de los grandes, más grandes de los pequeños elf. No había manera de que lo ataran con cinta industrial a la silla y lo pusieran a hacer juguetes.

Se giró cuando se encontró en un cuarto lleno de espejos. Jiyong entró en el cuarto, viéndose a si mismo más pequeño o más alto, más gordo y más delgado. Incluso se vio más ancho. Sorprendido, se alejó del espejo.

Jiyong se giró hacia la puerta pero no la encontró. Se giró varias veces, sintiendo el pánico establecerse en su interior. Quería ir a casa. Ese era su maldito armario, estaba perdido y no podía salir. Jiyong quería llorar, quería a su pareja y a su   hijo.

¿Cómo infiernos había terminado en ese lugar?

 

Se secó los ojos y vio alrededor a los diferentes espejos. No había manera de salir, no había manera de regresar a casa o de salir del armario.

 

Giró la cabeza cuando uno de los espejos se abrió, revelando una puerta escondida. Jiyong no estaba seguro de si era un truco o no, pero sabía que no podía quedarse en el cuarto de los espejos para siempre.

Jiyong rápidamente se dirigió a la puerta, rezando porque no fuera otro extraño y bizarro cuarto. Gritó cuando entró a su recámara.

—Ahí estás.

 

Jiyong gritó y se giró, pero era solamente Seung Hyun en medio del cuarto viéndolo perplejo. Jiyong corrió hacia su pareja, entrando en los grandes y fuertes brazos de Seung Hyun.

—¿Qué sucede, pumpkin?

 

Jiyong le dijo a su pareja todo lo que había sucedido y corrió a cerrar la puerta del armario. —¡Ni siquiera entraré ahí! Y si encuentro a la pequeña mierda que me empujó adentro del armario, ¡lo morderé!

Seung Hyun inclinó la cabeza viendo a su pareja, entonces cruzó el cuarto y abrió la puerta.

—¡No! —Jiyong gritó saltando a la espalda de Seung Hyun—. No puedes entrar ahí.

 

Seung Hyun se rio y cerró la puerta del armario.

 

—No hay ningún brillo verde, pumpkin —dijo llegando con Jiyong hasta que él se colgó al frente de Seung Hyun—. ¿Estás seguro que no fue todo un maldito sueño?

 

Jiyong gruñó y palmeó el pecho de Seung Hyun. —No era un sueño, mira —dijo Jiyong levantándose el pantalón y mostrándole el moretón en donde el pequeño le había pateado.

—Si, eso lo prueba —dijo Seung Hyun y se rio.

 

Jiyong veía fijamente a su pareja que no le creía y que se reía. Entonces se carcajeó hasta que las lágrimas bajaron por su cara. Era tan malditamente divertido. ¿Si fuera él, le creería a Seung Hyun? Era una historia difícil de creer.

No, Jiyong no estaba enojado con Seung Hyun por no creerle. Él iba a patear el trasero del pequeño imbécil en cuanto lo viera de nuevo. Jiyong se estremeció al pensar en ver al elf de nuevo. «No gracias». Un viaje a la Villa de lo Extraño era suficiente.

—Hmm —Seung Hyun dijo mientras su mano recorría la espalda de Jiyong—. ¿Por qué te estremeciste, pumpkin?

Jiyong podía oír la preocupación en la voz de Seung Hyun mientras lo acercaba a su pecho. Olvidó a los elves, a los niños e incluso la cinta industrial cuando la mano de Seung Hyun recorría su trasero. La cabeza de Jiyong cayó hacia atrás, sus labios se abrieron mientras los dedos de Seung Hyun recorrían su cuerpo.

Era como el nirvana mientras Jiyong lentamente se deslizaba del agarre de Seung Hyun y se arrodillaba. Amaba chupar el pene de Seung Hyun. Chuparía el pene en el desayuno, comida y cena si su pareja se lo permitiera.

Jiyong desabrochó los pantalones de su pareja, y sacó el enorme pene mientras se inclinaba hacia adelante y hundía su nariz en la ingle de Seung Hyun. Dios, olía tan bien. Jiyong lamió su recorrido por el pene de su pareja y entonces llevó su lengua hacia la ranura de la cabeza del pene.

 

El sabor del lobo hizo explosión en su boca mientras Seung Hyun gemía y pasaba sus manos por la cabeza de Jiyong.

r13;Eso es, bola de fuego.

 

Jiyong bajó más los pantalones de Seung Hyun y acunó sus bolas mientras chupaba más duro, llevando el eje de Seung Hyun todo el camino hacia su garganta, dejando que su lengua recorriera de arriba abajo la vena que recorría el eje de Seung Hyun.

—Muérdeme, pumpkin.

 

Jiyong sonrió mientras respiraba a través de su nariz. Sabía lo que su pareja quería. Seung Hyun era adicto a las mamadas de Jiyong. Tenía un talento para darle lo mejor. Claro, su pequeño truco ayudaba.

Jiyong retrasó la liberación de Seung Hyun. Quería darle a su lobo un poco más de placer antes de que  todo terminara. Jiyong tomó la base del pene de Seung Hyun, sosteniéndolo fuerte, evitando su liberación mientras comenzaba a tragarlo, haciendo que los músculos de su garganta se movieran alrededor del eje de su pareja.

—Dios, Jiyong. No te detengas.

 

Jiyong apretó los labios, tomando a Seung Hyun más fuertemente, y entonces mordió su vena. Su pareja gritaba mientras Jiyong tragaba su sangre y su semilla. Ese era su sabor favorito en el mundo. Apretó suavemente las bolas de Seung Hyun mientras bebía lo último de su esencia.

—Mierda, pumpkin —dijo Seung Hyun jadeando y limpiándose el sudor que bajaba por ambos lados de su cara.

Jiyong se puso de pie cuando oyó a Taeyang moverse en su recámara. Era momento para madurar. Seung Hyun gruñó, arreglándose la ropa y entonces jaló a Jiyong a sus brazos, acunó la erección de Jiyong y lamió la concha de su oreja.

 

—Esto es todo mio, cuando él vuelva a dormir.

 

Jiyong amaba esa promesa. Sabía que Seung Hyun lo lamería hasta que Jiyong comenzara a balbucear incoherencias.

—Trato.

 

 

Hangeng se tomaba de los costados mientras se carcajeaba histéricamente. ¡Enviar a Jiyong de regreso a los viejos días fue hilarante! Los elves no tenían bien sus cabezas en ese tiempo.

Aun no la tienenNick comentó. Eso no fue muy lindo

 

Hangeng bufó. —Alguna gente necesita comprar algo de sentido común. Él no fue lastimado.

Retribución, Hangeng, retribución.

 

Hangeng rodó los ojos y movió la mano. —Déjame ver qué le parece a Tao su regalo.

 

continuara......


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