Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El plan B por Charly D

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Penúltimo capítulo

 

 

El camino a casa fue más que agradable, aquella cena sobre el cofre de un auto había sido la mejor que había podido tener en toda su vida. El sonido tenue de la radio, aunado al paisaje oscurecido de la madrugada, otorgaban una calma que muchos ansían tener durante algunos momentos. Por una extraña razón Mario sentía una sensación en su estómago, era una situación que recordaba y podía ser capaz de comparar, no tenían la misma intensidad, pero se asemejaba a aquellas mariposas que sentía cuando en su juventud veía a Chris.

 

-- Esto es raro – mencionó en un tono leve de voz, mirando por su ventana para seguir apreciando el paisaje.

-- ¿Qué dices? – al oír solo un murmullo Braulio preguntó, no podía dejar de mostrar su bella sonrisa, era más que evidente que estaba feliz.

-- Nada… que ya tengo sueño – dejó escapar un bostezo pues realmente ya era tarde.

-- Lamento haberte secuestrado hasta esta hora, pero es cuando se pueden apreciar mejor las estrellas – volvió la vista al frente para concentrarse en la carretera.

-- Descuida, todo lo contrario, la pasé estupendo, me gustó mucho hacer esto contigo – con suavidad le palmeó el hombro a su amigo, estaba convencido que algo extraño le ocurría, pero también caía en cuenta que no era un sentimiento del todo nuevo, y quizá llegar a esa conclusión lo hacía sentir más nervioso.  

-- Gracias – asintió Alanís, y continuó manejando, al menos pensaba que iba por buen camino, tal vez el plan b estaba funcionando mucho mejor que el plan a.

 

Luego de un rato, Braulio estacionó su vehículo frente a la casa de su amigo. Oficialmente la velada había terminado. Descendiendo ambos, el que invitó la cena acompañó al otro hasta la puerta.

-- Pues la pasé increíble, gracias – sonriendo Vanegas habló.

-- Yo la pasé mucho mejor, te lo aseguro – sin pensarlo levantó su brazo para con la mano acariciar la barbilla de su amigo, un gesto que pocas veces desde que se conocían había hecho.

-- Bue… bueno… Ya es hora de descansar – sonrió nerviosamente, ese contacto lo hizo sobresaltar más que de costumbre.

-- Si, tienes razón – su amigo lo notó y prefirió dejar de tocarlo – Te veo al rato – dijo luego de mirar el reloj de su muñeca.

-- Si… hasta al rato – asintiendo y levantando el pulgar Braulio comenzó a alejarse para subir a su auto. Esperó pacientemente a que Mario entrara a su casa, una vez ocurrido esto arrancó sintiéndose el hombre más feliz de la tierra.

 

Dentro, Mario se recargó de su puerta y comenzó a parpadear rápidamente, estaba nervioso, y no era cualquier tipo de nervio, reconocía sus emociones e identificaba perfectamente qué tipo de sentimiento acababa de experimentar.

-- No puede ser… No puede ser – sonreía y se preocupaba al mismo tiempo – Pero eso es imposible, completamente imposible… - avanzó a su sala, y encendió la televisión, estaba el canal de música, necesitaba pensar y analizar lo que ocurría cuando, una melodía llamó su atención…

 

Vuelves a mí, se acabó mi sufrir 
Pero falta sentir tus manos 
Sigues aquí, yo también sigo ahí 
¡Qué mancuerna de enamorados! 
El corazón, siempre estará esperando 
¿Si sabes que soy demasiado igual a ti?

 

Por extrañarte tanto 
Le robo fechas a mi calendario 
Y por las noches vivo alucinando 
Que no te has ido y que me estas mirando. 

Por extrañarte tanto 
Pongo tu rostro sobre el escenario 
Y le comento que de vez en cuando 
Estoy a punto de romper en llanto.

 

De manera automática vinieron a su mente dos rostros, uno y otro diferentes entre sí, diferentes voces, diferentes ojos, diferentes personalidades, pero importantes para él. Chris, su amor inolvidable de juventud, Braulio, el hombre que sin proponérselo lo salvó. Sentía que algo lo inquietaba, algo no lograba hacerlo pensar con claridad. Braulio, era el nombre que se repetía en su enredada cabeza…

 

-- *Porque, en definitiva, los amores que jamás empiezan, nunca terminan. Siempre se llevan en el bolsillo, y se sacan cuando lo único que queda es mucho mundo y tanto frío por recorrer. Entonces nos abrazamos en una canción triste, porque sabemos cuánto sana escuchar una canción deprimente cuando estás igual o peor que ella – se dijo a sí mismo mientras la música sonaba, los ojos los tenía llenos de lágrimas – Siempre sonreímos, porque en cualquier momento, alguien, el más perspicaz, nos leerá la sonrisa y correrá a abrazarnos muy fuerte, apretando nuestras partes rotas contra su fuerte pecho – Braulio fue quien lo armó luego de haber estado completamente roto – Y bailaremos, bailaremos mientras el mundo se nos queda viendo como dos seres raros y repugnantes – recordó los años en los que fue feliz, aquella época en la que conoció al su primer amor en la vida – la felicidad es encontrar a alguien que no te pregunte por qué eres así, que te extienda su mano cuando ni siquiera te has caído, que te haga llorar tantas veces como te haga saber que quiere que nunca te vayas de su lado. Que te invite a pizza sin ser sábado, que te saque a bailar a mitad de la calle sin que haya tormenta y que te mire como si intentase clavarse dentro de tus pupilas – recordó a Braulio, todas esas veces que iluminó sus días grises con ocurrencias y comida – Y tristeza es verle partir, después de tantos veranos entre fogatas y estrellas, después de tantos inviernos entre manta, risa y sexo. Tristeza es escuchar el sonido de sus zapados contra el asfalto mientras coge aire y voltea a verte a distancia. Y soledad es mirar, por muchas horas, una única fotografía – los recuerdos vívidos de aquel trauma de juventud, aquella vez que miró a Chris marcharse sin detenerlo, aunque él fue quien caminó, en su corazón fue Christian quien se fue pisando fuerte y marcando las huellas en su vida, dejándole como único recuerdo una fotografía que hacía un par de años se decidió dejar que las olas de una playa se llevaran.

 

Ahora lo entendía, era capaz de ver que dejó enterrado un dolor que era más grande de lo que pensó, era capaz de sentir que algo había cambiado verdaderamente en él, era capaz de ver la herida tan grande que creyó haber superado sin la necesidad de querer tirarse por un puente, por increíble que pareciera, por primera vez en muchos años estaba frente a su verdadero yo.

 

 

 

 

Sonriendo e intercalándolo con un simpático silbido, Braulio llegó a la puerta de su departamento. Abrió y entró dejando las llaves en la mesa de la sala, se giró cuando pudo ver que un par de ojos delineados lo miraban fijamente.

-- ¿Vas a seguir ignorándome o qué? – con molestia Claudia lo encaró.

-- ¡¿Qué diablos haces en mi casa?! ¿Cómo entraste? – un poco asustado por la sorpresa le gritó.

-- Me diste tus llaves el día de la borrachera, las que estaban debajo del buró de tu cuarto – le dijo sin problema alguno.

-- ¡Eres una embustera! ahí no guardo las llaves, las robaste – la regañó, por muy borracho que hubiera estado sabía su orden.

-- Es verdad, ya, las robé, eso no importa, lo importante es que llevo esperando horas y quiero que me digas que pasó, quiero detalles y todo – incorporándose, pues estaba acostada, lo miró fijamente – Así que habla de una vez.

-- ¿Qué te puedo decir? – Suspiró – Fue la mejor noche de mi vida, ¡La mejor! – exclamó sumamente feliz, la sonrisa de su amiga no tardó en aparecer.

-- ¿Qué hiciste, sucio? – alegremente le preguntó.

-- Le hice el amor, ¡Le hice el amor! – la cara de la mujer se tensó de inmediato.

-- ¿Qué? ¿Qué hiciste? ¿No puedes pensar en otra cosa que no sea sexo? – lo reprendía, no imaginaba lo que había pasado.

-- ¡Calma! Yo no pienso solo en sexo, tú eres la que piensa solo en eso, cuando digo le hice el amor no me refiero a lo sexual.

-- ¿Ah no? – un poco confundida ella lo miraba.

-- Hacer el amor es más que usar una cama, es compartir, es compañía, es hacer algo que sabes le va a gusta a la persona que amas, y llevarlo a cenar mientras veía las estrellas fue hacerle el amor – no pudo sino quedar sorprendida, no lo reconocía, Braulio, el hombre promiscuo, insensible, alejado de cualquier compromiso con los hombres, hablaba de amor, habla de una manera tan cursi que nunca lo habría ni siquiera imaginado.

-- Braulio… Estás completa y profundamente enamorado – dijo Claudia afirmando mientras acariciaba la mejilla del otro – Haz lo que debas hacer, y cuentas con mi apoyo para todo – no pudo evitar soltar las lágrimas, le llenaba de emoción ver que Alanís tenía una oportunidad para ser diferente y sobre todo: Feliz.

 

 

Casi un día había trascurrido de aquella noche que tan confuso lo dejó, Mario tenía los ojos hinchados por el desvelo, no logró dormir adecuadamente por no dejar de pensar en todo y nada al mismo tiempo, iba a su cita con Chris, había quedado con él, y ya estaba en la cafetería. Cuando llegó a su lugar, Velarde se puso de pie para saludarlo y darle un cálido abrazo.

 

-- ¡Me da mucho gusto verte! – sonrió y le invitó a tomar asiento.

-- Gracias, a mí también – contestó Mario sintiéndose algo cohibido, había tenido una noche espantosa y no quería amargarle la velada a su acompañante.

-- ¿Y quieres lo de siempre? – preguntó cuando el mesero estaba cerca.

-- Sí, lo mismo – asintió mientras veía al chico que iba a anotar en su libreta.

 

 

Era una tarde fría, por lo cual la gente en la calle caminaba muy abrigada y si tenía la oportunidad de una bebida caliente la aceptarían sin dudarlo.

-- Este lugar es muy lindo, ¿Por qué nunca me habías invitado a venir?

-- Porque solo he traído a una persona a este lugar – contestó Braulio a su amiga.

-- Debí imaginarlo, pero yo no soy cualquier persona, soy la mujer de ustedes dos, así que no vuelvan a dejarme fuera de los sitios geniales – lo reprendió y sonriendo entraron.

 

 

Llevaban un rato juntos, casi no habían conversado, uno por sentirse algo incómodo y el otro por los nervios.

-- Mario – mencionó Velarde ganándose la atención del aludido.

-- Dime.  

-- No sé cómo decir esto – suspiró sonoramente.

-- Pues solo dilo, siempre es la mejor alternativa.

-- Es verdad – sonrió y negó con la cabeza.

-- Anda, dilo y ya – lo instó a hablar de manera tranquila.

-- Tú y yo tuvimos y tenemos una historia, nos conocimos cuando éramos un par de chicos que no sabían muy bien ni lo que eran ni lo que querían, o al menos hablo por mí. Sé que fui un pésimo novio, que te hice sufrir y te dije cosas que te hirieron, cosas que realmente yo no sentía – Mario lo miraba atentamente, algo intuía – Mario, a pesar de los años, a pesar de lo viejo que estoy – sonrió para aligerar su tensión – a pesar de todo, yo nunca pude olvidar al primer hombre de mi vida, a ti – lo señaló con el mentón.

-- Chris – dijo en voz baja.

 

 

Claudia y Braulio subían la escalera de la cafetería. Eran los lugares más cotizados pues daban la mejor vista dentro y fuera del lugar.

-- Más vale que no sean más escaleras porque estos tacones me van a terminar cortando el pie – se quejaba la mujer.

-- Ya, no seas llorona, ya llegamos, aquí es, mira, hay una mesa disponible, vamos – le indicó.

-- ¿Te refieres a la mesa que está junto a la de Mario y su acompañante? – con cierto recelo mencionó la amiga de Alanís – Con que ese es el famoso Chris – Braulio lo miró, efectivamente, lo recordaba, era más viejo, pero era él, el hombre que le había roto el corazón a Mario. Comenzó a avanzar seguido por Claudia quien temía que sucediera algo indeseable.

 

La pareja aún no se percataba de la presencia de los recién llegados, pues estaban absolutamente inmersos en su asunto.

-- Quisiera que me dieras un oportunidad para estar juntos… ¿Quieres ser mi novio? – era algo poco convencional, pero lo creyó conveniente como un símbolo de alianza, por ello de su bolsillo del saco extrajo una pequeña caja forrada de terciopelo negro, al abrirla se alzaba una argolla plateada.

-- Chris… - Mario lo miraba estupefacto, lo que tantas veces soñó se hacía realidad, alguien le pedía sinceramente ser su pareja.  Fue en ese preciso segundo que Braulio detuvo sus pasos abriendo los ojos como platos siendo imitado por Claudia.

 

-- No… no por favor – con una voz tenue y entrecortada Alanís hablo, tendría que aceptar su derrota…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

* Frase de Benjamín Griss.

 

Gracias! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).