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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Todos los días tengo vivencias sumamente desagradables, poco afortunadas, es más, las podría catalogar como que alguien me ‘echó la mala sal’ pero lo del día de hoy sí que me ha dejado sin palabras, acabo de salir del bufete del abogado, me pega el aire del día y aun así no me creo todo lo que acaba de pasar, es como si los Ovnis hubieran tomado al Adán grosero, prepotente y prejuicioso cambiándolo por uno que parece más humano, aunque si fuera cierta mi teoría no sería propiamente un humano, en fin, todo va de maravilla hasta que recuerdo a dónde voy…

 

-- Deportes Solís – digo con hastío, aún recuerdo a ese sujeto, parece como si tuviera trece, se la pasa molestando a las personas, aunque a decir verdad, solo conozco que me moleste a mí, aun así es un chico muy pesado, pero según las filosofía de mi jefa ‘el vendedor debe vender, si es necesario vender a tu abuela, la vendes’ y luego de decir eso le dio una gran mordida a su dona, el punto es que debo ir con ese chico aunque sea un patán inmaduro, pues es el cliente y es mi trabajo aclarar sus dudas.

 

Camino, porque como de costumbre, no me dieron viáticos y no gastaré mi dinero en el trabajo, así que ni modo, me tendré que tardar todo lo que deba, sería una lástima que por andar de comisión llegara justo a las tres de la tarde, mi hora de salida, una lástima muy lastimera. Sigo andando al negocio de ese Adán inmaduro, poco a poco reconozco la tienda, pues a la distancia no lograba leer el espectacular del negocio debido a que me quité mis gafas. Una inmensa paz comienza a invadirme y una sonrisa a formarse en mi boquita a cada paso que doy al acercarme al lugar.

 

Puede que hoy sea por fin mi día de suerte, digo, luego del perro asaltante y el Adán abducido por marcianos es justo que la vida me haga justicia al menos una vez… ¡Una Vez en la vida! Sonrío emocionado, la tienda ‘Deportes Solís’, ese lugar donde trabaja ese Adán inmaduro, ese cuarto lleno de balones y cosas de esas… ¡Está cerrado! Soy feliz, paso por alto el hecho de haber caminado quién sabe cuánto, lo olvido, me haré tonto, iré al parque, comeré helado, esperaré a que sean las tres de la tarde, pediré que me justifiquen la salida por haber estado de comisión y por fin tendré una tarde placentera, no fue mi culpa que ese tipo haya cerrado su tienda, yo sí llegué, sonrío doy media vuelta y es hora de dar rienda suelta a mi plan perfecto, ya me voy de aquí.

 

-- ¿Ya te vas? – y lo peor que me pudo pasar ocurrió, me quedé congelado, no pude dar un paso más, mi escenario de alegría comenzó a resquebrajarse en cuanto esa voz llegó a mis oídos.

-- No me hagas esto – le reclamo a la vida, giro sobre mis talones lentamente, rogando que solo sea una alucinación por el calor, cuando termino de dar la vuelta constato la horrible realidad.

-- Hola –con una sonrisa de oreja a oreja, ese patán me saluda.

-- ¡Tú! – le digo con irritación, me hizo creer que sería libre, algo tan bajo digno de él.

-- ¿No me viste? Estaba aquí, detrás de esta camioneta esperando a que llegaras – me señala esa gigantesca 4x4 que está frente a su tienda, corroboro lo que pensaba, este cretino se escondió a propósito.

-- No, no te vi – le digo con seriedad, imagino en este momento que lo tomo por el cuello y lo arrojo a media calle justo cuando un camión de mudanza atraviesa el lugar, queda hecho pedacitos y gracias a ello puedo ir a su funeral a comer pan y tomar café gratis, ¡Infeliz!

-- ¡Qué raro! Aquí he estado dese hace rato esperándote, Eva – siento un tic en mi ojo, siento que es momento de matarlo, quizá me den veinte años, pero habrá valido la pena – Con N al final, no lo olvido – sonríe el muy fresco, tengo unas ganas inmensas de darle un puñetazo.

-- ¿Qué se te ofrece? ¿Cuál es tu duda? – pregunto entredientes, aprieto los puños conteniendo mis ganas de golpearlo.

-- Lo siento, pero como no llegabas tuve que agendar otros compromisos, y sí me urge hablar contigo, así que me tendrás que acompañar a donde voy – abro los ojos, no puede ser, en verdad que no puede ser, cada día que pasa lo odio más, y eso que solo lo he visto dos veces.

-- Pe… pero… ¿Yo? ¿Cómo? ¡No! – le digo pero no me da respuesta favorable, solo camina hacia mí me aprieta el hombro – Andando – sin más comienza a trotar, está loco si cree que lo voy a seguir a ese ritmo, si él quiere irse que se vaya, yo no iré tras él.

-- Entre más rápido me sigas, más pronto te vas a poder deshacer se mí – me dice con un tono cantadito, ese patán tiene razón, ¡Maldita sea! Tiene razón, respiro hondo y comienzo a trotar para seguirlo, odio ser tan servicial.

 

 

Era casi la una de la tarde, el calor estaba en su pleno apogeo, y yo como idiota corriendo tras él, no recuerdo cuánto me hizo correr detrás suyo, a veces se detenía para contar chistes estúpidos, aunque el del perrito llamado resistol si me dio gracia, pero no me reí, no quería que se diera cuenta que me gustó ese. Luego de un buen rato, llegamos al lugar que según me dijo tenía que visitar, respirando como loco y sudando como marrano, nos detuvimos frente a un enrejado color negro que al frente decía ‘Club Deportivo Omega’ desde afuera podía ver de qué se trataba, y justo en ese momento mis neuronas comenzaron a trabajar dejándome claro de qué se trataba.

 

-- ¡Ay no! – era un club de futbol soccer, hasta ese justo momento pude ver que el Adán inmaduro iba vestido con un jersey de ese equipo, unos shorts que le llegaban un poco arriba de la rodilla, zapatos deportivos y un pequeño veliz en el que seguramente iban sus demás cosas, ¡Me trajo a un juego de futbol! ¡Me lleva el diablo!

 

-- Hola Paco, traje gente, ¿No hay problema verdad? – el patán ese saludo a un señor barrigón que estaba en la entrada.

-- No, si viene contigo no hay problema, pásenle – le dijo y abrió la rejilla, yo, cansado, irritado, y muy sudado entré, no sé por qué razón sigo trabajando para Sylvia, ¡Ah sí! Tengo deudas qué pagar, niego con la cabeza y me dedico a seguir la espalda del número tres, idiota, es el número tres y no el uno.

 

 

Luego de cruzar un pasillo flanqueado por grandes árboles, lo que se agradece porque dan sombra y frescura, llegamos a una cancha de futbol, a mi parecer es grande, es verde, quiero pensar que es pasto real y no de plástico, por lo menos se ve bonita.

 

-- Vamos, tenemos que calentar antes de que inicie el partido – me dice, mientras se coloca las espinilleras y las calcetas largas que parecen medias de mujer.

-- ¿Yo? ¡Estás mal! Yo solo vine a resolver las dudas que tenías referentes a tu contrato – le digo con cansancio.

-- ¡Ah sí! Es verdad, es verdad, ahorita lo vemos, por lo pronto ayúdame a calentar – cuando dice aquello último puso una mirada bastante extraña, por unos segundos me sentí intimidado, qué raro fue eso.

-- No, yo solo vine a…

-- ¡Ese ‘champion’! – no pude terminar porque un joven acompañado de otros cinco vestidos con el mismo uniforme llegaron e interrumpieron.

 

Y como si no existiera, el patán inmaduro se puso a bromear y platicar con esos futbolistas, ¡Ya mejor llévame Diosito! Niego con mi cabecita, esto se ve que va para largo y mucho me temo que mi tarde en el parque no se logrará como yo quería.

 

Todos se pusieron a trotar, y hacer ejercicios de estiramiento, yo estoy sentado en las gradas, las cuales al menos están techadas, frente a mí hay un par de señores panzones, seguramente son algo del equipo de ese tonto, poco a poco van llegando otros chicos con un uniforme diferente, he de entender que son los rivales, recargo mi cara en las manos, será un rato muy largo, bastante largo, si me gustara el soccer no habría problema, pero no, no me gusta y aparte yo no quería venir, tengo ganas de hacer berrinche como niño de tres años.

 

 

El juego inicia luego de unos minutos, veo que el patán inmaduro y otro chico del equipo contrario tienen una banda en el brazo y pasan al centro de la cancha, arrojan una moneda al aire y luego de verla en el suelo, se dan la mano y cada uno se va a su lugar, el partido va a comenzar.

 

Empiezo a ver que unos y otros patean la pelota, se le quitan, la pasan, se barren, he de decir que no me gusta este deporte, pero ya que estoy aquí no puedo mantenerme ajeno a la emoción, y aunque no me cae bien Adán Alejandro, como voy con él apoyo a su equipo. He de decir que soy muy sutil en mi manera de darle ánimos.

 

-- ¡No seas bulto y muévete! – Le grito desde la grada – ¡Pásala, Adán, pásala, está solo! – trato de ser lo más discreto que puedo. Por unos segundos me voltea a ver y me guiña el ojo, me saca de onda este chico.

 

Llevan ya veinte minutos jugando, ambos equipos van cero contra cero, son unos torpes ciertamente. Los viejitos que están frente a mí, comienzan a platicar aunque a veces me ven con extrañeza, no sé por qué, si trato de pasar desapercibido.

 

-- ¿Ya lo notaste? – le pregunta un barrigón a otro.

-- ¿Qué?

-- Al champion, hoy está jugando mejor que nunca, y mira que justo hoy lo hicieron capitán del equipo, hasta pareciera que viene bien motivado.

-- Ya que lo dices sí, anda imparable, es como si se estuviera luciendo el méndigo – los escucho porque están frente a mí y tampoco es que haya demasiado ruido, a decir verdad si somos cinco en las gradas es mucho.

 

Luego de un rato que no sé cuánto fue, el árbitro dio por finalizado el partido, el marcador, cero a cero, son unos tontos, pero la verdad sí estuvo interesante el encuentro, lo más llamativo fue esa chilena que hizo el patán inmaduro, luego de hacerla tengo la sensación que me volteó a ver, pero debió ser mi imaginación, qué va a estar mirándome cuando tiene un partido pendiente.

 

 

Se refrescaron, bromearon y luego de un rato, Adán fue a verme pues yo seguía en las gradas. Junto con él llevaba dos sodas de lata.

 

-- Toma – me dio un refresco.

-- Gracias, estuvo bueno el partido – le dije, no quiero ser descortés tampoco.

-- ¿Te gustó? – me miró, me sorprendió que sus ojos se veían especialmente brillantes, como si mi respuesta fuera importante, ¡Qué tontería!

-- Sí, de verdad, tu chilena fue genial – comenté, digo, tenía que ser honesto.

-- Eh… ehm – se quedó como trabado el tipo, ¿Está tonto o algo así? – ¡Qué genial que te gustara! – Me dijo y se puso de pie muy rápido – Me alegra que vinieras y que te gustara… el partido, será mejor que me vaya – iba caminando de espalda, se resbaló por un escalón y cayó de sentón, está muy raro el tipo – Te… te veo, lue… luego – de inmediato se puso de pie, ¿Cómo que ya se iba? ¿Y mi trabajo?

-- ¡Oye! ¡Tenemos una plática pendiente! ¿Qué dudas tienes de tu contrato?

-- Luego, luego… yo… – me iba a responder, pero volvió a tropezar, caer y con la misma rapidez se puso de pie - ¡Yo te llamo para mis dudas! – sin más se fue corriendo y me dejó solo, es un patán completo, todo raro e idiota, ahora tengo que regresar a la oficina, cierro los ojos pesadamente, ni hablar, ni tiempo me dará de ir por mi helado. Este patán inmaduro me hizo perder el tiempo. Tomo mis cosas y me voy, tengo que checar salida y llegar a cas apara bañarme, esta trotada me dejó sudoroso y sucio, tontos Adanes, los odio…

 

 

 

 

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Voy manejando, tengo que llegar a ese lugar, a mi lado va mi amigo Mat quien revisa su celular, es quien me lleva la agenda y se encarga conmigo del negocio, somos compadres desde muy jóvenes, fuimos a la misma escuela preparatoria por la cual nos conocimos e hicimos amigos. Esa época, muy genial pero también llena de tristezas, miro al frente, no puedo evitar recordar aquellos años que regresaron gracias a cierta persona que me llamó barbaján hace tan poco.

 

 

Salíamos de la prepa como todos los días, esa tarde fuimos a la tienda de un viejo que nos vendía cigarrillos sin importar que fuéramos menores de edad, era genial ir ahí.

 

-- La ruca de historia me mandó a la dirección por rayarle la banca a la Paty – me dijo Mat sin preocupación alguna.

-- Ya te trae entre ceja y ceja, déjala en paz o te terminarán botando – la verdad a mí también me valía un comino lo que dijera la ñora esa, era una amargada. Justo encendía mi cigarro cuando a la tienda entró ella, la chava más preciosa que mis podridos ojos hubieran visto.

 

Su cabello olía a fresa, su piel era muy clara, sus ojos cafecitos brillantes con esas pestañas chinitas me llamaron la atención. Iba con uniforme, pero podía reconocerlo perfectamente, no era de nuestra cárcel de gobierno, ella era de otro nivel, del Colegio Preparatorio de la Ciudad, en su escudo estaba escrito y esa escuela es solo para gente de billete. Esta niña era de otra clase, sin saberlo exactamente y cayendo en esas cursilerías tontas, me había enamorado a primera vista.

 

-- Se te va a caer la lengua si no cierras el chipo – me dijo Mat al verme tan perdido como estaba.

-- Lo voy a abrir más compa, ahorita regreso – me acerqué, deseaba hablarle, ella iba con otra compañera de su escuela, seguramente amigas, quién sabe por qué dos muchachas de esa categoría terminaron por estos rumbos.

 

Con cuidado me acerqué, ellas hablaban con el viejo de la tienda, le estaban pidiendo algo pero yo los interrumpí.

 

-- Hola bonita, ¿Qué haces por estos lares? – le dije cuando estuve a su lado, ella me miró y sin disimularlo puso un gesto de molestia en su rostro para luego ignorarme, Mat desde donde estaba comenzó a burlarse de mí, la chava me había bateado, yo era de los más galanes de la escuela, varias querían andar conmigo pero yo siempre me rehusaba o lo más que pasaba era una tarde de calentura y ya, sin compromisos, y ésta, a la que yo me dignaba a hablarle, esta me ignoraba.

 

-- ¿Y es por aquí cerca entonces? – la oí hablar, su voz era bastante femenina, un tono muy suave y bastante propio de una chica, hasta la voz la tenía bonita.

-- Si me dices a dónde vas, yo podría llevarte – me entrometí en la plática, ella volvió a verme, sus ojos eran preciosos, y su silueta aún con uniforme puesto se notaba muy bien, vestía la camisa blanca con corbata vino, una falda gris, zapatos negro y calcetas color blanco hasta la rodilla, hasta esa ropa le quedaba perfecta.

-- No necesitamos de tu ayuda, por favor deja de molestar – esas fueron las primeras palabras que me dijo, yo la molestaba, no pude evitar soltar una carcajada, era la primera vez que una chica se atrevía a decir que yo la molestaba cuando la realidad era al revés, me fastidiaban con su cartas y arrumacos.

-- ¿De qué te ríes? – me preguntó con molestia.

-- ¿Yo te molesto, neta? – su rostro se mostró serio.

-- No sé por qué decidí acompañarte Cynthia, este lugar es horrible, y tú – luego de hablarle a su amiga me miró – Tú eres un patán barbaján – me comentó con irritabilidad y posteriormente tomar a su amiga del brazo – Vámonos, este tipo me está incomodando – jalándola salieron y comenzaron a andar por la calle.

 

-- Deja esas ideas, Edilberto, esa chica es muy fina como para un bruto como tú – el tendero me dijo mientras se reía, era verdad, o más o menos verdad, esa muchacha era una hembra bastante fina, mucho más de lo que yo podía aspirar.

 

Con la ayuda de Mat, y del tendero que me dijo a quién buscaban esas dos chavas, pude localizarla, Bárbara, su nombre era Bárbara.

 

Varias veces la fui a buscar a la salida de su escuela, podría parecer acosador, pero estaba loco por ella, me sentía como un completo imbécil llevándole flores todos los días, me rechazaba a diario pero yo era lo suficientemente necio como para rendirme a la primera. Entre más me rechazaba, más me empañaba en ganármela, un día llevaba una rosa, otro un chocolate, otro un peluche, todos los días iba con algo diferente, cuando ya no me daba el dinero, lo único que podía hacer era pedir fiadas las rosas y hacerle una tarjetilla toda simple, solo deseaba que Bárbara me hiciera caso.

 

Una de esas veces, cuando iba a verla a la salida de su escuela, noté como un tipo la seguía, era de su prepa, pero la podía reconocer ya, su rostro mostraba incomodidad, es sujeto la estaba molestando, sin perder tiempo me acerqué y le paré el relajo en seco.

 

-- Te vas o te corro, tu decides carnal – le dije amenazante.

-- ¿Quién eres tú? – Me miró de pies a cabeza, y luego de ello se comenzó a reír – Un muerto de hambre puedo ver, mejor lárgate a tu rancho, perro zarrapastroso, ni siquiera deberías estar por aquí, ¡Lárgate si no quieres que mi gente te ponga tu lugar!

-- Basta Gael, estás haciendo un escándalo – intervino ella, se notaba sonrojada, ese tipo la ponía en vergüenza y me estaba enojando.

-- ¿Qué? ¿Vienes a robarte algo o a asaltarnos a alguno de nosotros? – ese tipo se estaba pasando de la raya.

-- Cierra el hocico si no quieres que te lo parta, deja que Bárbara se vaya en paz, la estás incomodando – ella me miró y como si sorprendiera dejó escapar una palabra que no fui capaz de entender.

-- ¡Ah ya veo! Lo siento, pero ella es mía, y nosotros estamos muy por encima de ti, gato de barrio – sin aguantarme más, tuve que partirle la boca a ese sangrón, y vaya que disfruté verlo en el piso, con la sangre saliéndole y con esas ganas de chillar como vieja.

-- Vete ya, se te hará tarde – le dije con calma, antes de irse, y por primera vez me arrebató la rosa que llevaba en la mano y junto con su amiga se fueron a prisa de ese lugar, era la primera ocasión que me aceptaba un regalo.

 

 

A partir de ese momento todo cambió, yo iba por ella y cuando me miraba sonreía, no me huía, se acercaba y me saludaba, cada que ella me hablaba e hacía sentir emocionado, luego la acompañaba hasta su casa. Bárbara era diferente a todas las demás chicas, tenía clase, estilo, era una persona maravillosa, un espíritu que no se dejaba caer tan fácil, aún no sabía lo que en realidad la rodeaba.

 

Poco a poco nos fuimos enamorando, con la ayuda de Mat varias veces logré darle sorpresas que le gustaban, nos hicimos novios una tarde de mayo, teníamos diecisiete años en aquel entonces. El día de su cumpleaños, la llevé a un día de campo cerca de la biblioteca de la universidad del Estado, era un lugar lleno de naturaleza, nos tendimos cerca de un lago solitario, de esos a los que poca gente va, ese día con ciertos temores y remilgos, supe lo que era hacer el amor por primera vez, era oficial, estaba enamorado hasta las manitas de bárbara.

 

Al mes, cuando iba a verla a su escuela, una señora y un par de guaruras estaban también en la entrada, junto a ellos estaba ese ojete llamado Gael, le dijo algo al oído a la mayor y cuando me vio junto con los tipos aquellos se acercaron a mí.

 

-- Necesito que me acompañes por favor, es sobre mi hija, soy Norma de Mardi, mamá de Bárbara.

-- ¿Le pasó algo? – me asusté.

-- Sí, es necesario que me acompañes a verla, por favor – se notaba seria, era una de esas señoras de alta sociedad, bien vestida y muy elegante con la ropa que se ponga, he de pensar que el vestido que llevaba puesto ese día valía más que yo.

 

Subí con ella a su auto, y poco a poco nos alejamos de la ciudad, no soy tan retrasado, sabía que algo iba mal.

-- Así que tú eres el novio de mi hija – dijo sin mirarme, íbamos en la parte trasera del vehículo.

-- Sí, soy yo.

-- Nunca te han enseñado que las personas estamos dividas por clases, y la tuya es muy inferior a la mía y a la de mi hija ¿Verdad?

-- Lo sé señora, pero yo amo a su hija – de pronto el auto se detuvo.

-- Eso va a cambiar – se abrió mi puerta, y sentí como le jalaban de la playera.

 

Los mastodontes esos me comenzaron a patear, los puñetazos iban y venían, ese día terminé con dos costillas rotas y un derrame en el ojo, además del cuerpo lleno de moretones. Ese día, la señora Norma me sentenció por haber puesto los ojos en su hija, en Bárbara Mardi.

 

No me mataron, pero estuvieron a punto de hacerlo, aún convaleciente por la golpiza que me dieron, fui hasta aquella residencia, toqué y toqué, hasta que me di cuenta que en el jardín había un letrero que decía: EN VENTA.

Se la llevaron, no solo me rompieron el cuerpo, esa tarde me rompieron el corazón de tal manera que no he podido volver a enamorarme, nunca más volvía a ver a mi amada Bárbara, mi Mardi.

 

No me volverían a pisotear, con esfuerzo puse un negocio con Mat, mi cuerpo no le pertenecía a nadie, por esa razón no había por qué no mostrarlo a todos, así es como me convertí en stripper y dueño de XPERIA, me volví un cabrón y solo el sexo me resultaba la clave para conectarme con alguien, sin sentimientos, sin problemas, sin relaciones más formales, solo un acostón y ya. He tenido a quien he querido, chicas, un par de chicos, lo que he deseado se me ha dado.

 

Todo iba bien hasta aquella noche que llegó a mi vida esa chica, yo pensaba que era chica, hasta que lo vi enfurecer por llamarlo Eva. Me llamó barbaján y no se dejó seducir ni comprar por mí, en automático me recordó a ella, sus ojos, su semblante, su forma tan tajante de ser, para nada tiene las formas finas de una mujer, es un varón por completo y aun no entiendo la razón, pero me siento bastante atraído por él, por Eva, perdón, Evan, sentí esa chispa que solo puedo compararla a aquella que experimenté cuando tenía diecisiete años, el día que conocí a Bárbara.

 

 

-- Es aquí, ya llegamos – Mat me sacó de mis recuerdos y ensoñaciones.

-- Hasta que al fin, vamos a ver qué tal se pone esto – sonreí, iba a pasarla bien.

-- Estás loco, pero en fin, todo sea porque te vuelvan a poner en tu lugar.

-- Ya veremos, ya veremos – llegamos a las oficinas de ‘Expresiones Comerciales” esto iba a ser muy divertido…

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por tu lectura!

 

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