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Una Eva y tres patanes por Charly D

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¡Estúpido Adán inmaduro! Me hizo perder el tiempo, ahora por esa razón tuve que regresarme en autobús porque ya estaba muy cansado como para volver caminando. El muy infeliz se largó y me dejó solo, ni porque lo apoyé en su partido chafa de futbol tuvo la delicadeza de decirme cuáles eran sus tontas dudas. En fin, lo único que me consuela es que ya es casi la hora de mi salida, hablaré con mi jefa, ya hasta lo tengo pensado y repasado, le diré a Sylvia que ese torpe de Adán no me dijo que quería, y que solo me llevó a perder el tiempo, checaré mi salida, me iré a mi casa, dormiré un rato y luego me comenzaré a cambiar para ir al restaurante ese que me dijo el señor abogado abducido por marcianos, ah, pero antes debo ir al cajero para retirar mis últimos centavos, digo, debo pagar lo que consuma y sería una vergüenza que no llevara ni para la propina.

 

Eso haré, eso haré, ya tengo pensada mi agenda de la tarde. Estoy llegando a mi área de trabajo y veo que hay un alboroto, entre las chicas se cuchichean cosas, mis compañeros varones las miran con indiferencia, será que alguien cumplió años y les trajeron un pastel, ¡Malditos! No me esperaron, avanzo rápido, digo, para que me toque cuando menos un vasito con refresco.

 

-- ¡Está buenísimo! – escucho que una de las compañeras dice con emoción, estos de seguro ya se acabaron el pastel, voy más rápido para ver si alcanzo algo. Llego a donde están en bola las chicas y lo único que noto es que al centro de ese grupo está Joseph, miro para todos lados y no veo ni rastro de desechables o comida.

-- ¿Y el pastel? ¿De quién fue el cumpleaños? – pregunto confundido al no ver nada.

-- ¿De qué hablas? – una de las chicas de marketing me pregunta.

-- ¿Nadie cumplió años? – vuelvo a cuestionar al notar que todo ese grupo me mira con extrañeza.

-- ¿Te sientes bien, Evan? – Joseph se me acerca y me toca la frente – Vienes algo caliente, pero debe ser por la noticia, de seguro – sentí como si mi cuerpo se congelara, noticia, noticia, ¿cuál noticia?

-- Ay sí, es que no estabas, a lo mejor y se enteró por el grupo – otra compañera menciona, me estoy sintiendo inquieto, esto me perturba.

-- ¿Qué pasa? – pregunto con la voz temblorosa, me siento asustado, ¿será que me van a correr? Pediré mi liquidación, eso haré, los dejaré en la quiebra, bueno, no tanto así, pero si les pediré una cantidad decente, ¡Ay no! Tan feliz que venía.

-- Sí, es que no sabes qué pasó, compañero, desde hace rato llegaron unos tipos muy guapos, bien musculosos y están encerrados con la contadora, ¡Ay debiste verlos! – la miro con cara de fuchi, ¿esa era la noticia? Y yo temiendo lo peor, nada de raro tiene que haya hombres así, hay millones como esos, nada tiene que ver eso conmigo.

 

Me dirigía a mi lugar cuando escuché que la puerta de la cueva de la contadora se abría y ella hablaba muy risueña y bromista.

 

-- ¿Qué les puedo decir? En mis mejores tiempo hasta me decían que tenía parecido con Sharon Stone – ay sí, como no, vieja malvada, como no saca a relucir su verdadero y satánico yo, iba a negar con la cabeza cuando lo vi, lo vi, lo vi, lo vi… ¡Lo vi!

 

-- ¡No por favor! – se me escapó decir aquello y me gané las miradas de las personas que salían de la cueva. Tarde me tapé la boca, ya me miraban, lo único que pude hacer fue sentarme rápidamente y pegar la cabeza en mi escritorio, pensando que de esa forma ellos me ignorarían y harían como que nada pasó… muy equivocado.

 

-- ¡Eva! – en automático mi sentido del crimen despierta y siento unas ganas inmensas de asesinar a cierto patán, barbaján y sin educación elemental.

-- ¡Con un demonio! ¡Soy Evan! – grité tan fuerte que por eso creo que los demás cerraron la boca y ahora todo el piso me miraba con sorpresa.

-- Perdón, Evan – esa sonrisa se la quiero borrar a puñetazos, mi desgracia no había terminado ni siquiera unos minutos antes de mi salida, el stripper estaba en la oficina, iba acompañado por ese sujeto que creo es su secretario, así que de ellos hablaban mis compañeras, de haberlo sabido ni me aparezco por acá.

-- Evan, ¿puedes venir un momento por favor? – con la voz más dulce y delicada que jamás le había oído a Sylvia, me llamó para llegar hasta donde estaban, si creen que solo ‘Chuckie’ da miedo, deberían ver la cara de mi jefa en estos momentos, siento que hasta la lengua me debo tragar.

-- Hola – me saluda el sujeto que la noche anterior llevaba traje blanco, hoy viene bastante sport, unos pants y una playera ceñida.

-- Eva… perdón, Evan – ese infeliz, se está aprovechando – Dice el viejo dicho: si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, entonces ¡Heme aquí! – sonrió y se cruzó de brazos.

-- Ya veo – sonrío forzado, siento ganas inmensas de estrangular a ese idiota, el peor de todos los Adanes.

-- Evan, los caballeros aquí presentes vienen aquí porque la firma del contrato no se llevó a cabo el día acordado.

-- ¡Él tuvo la culpa! – sin dejar que dijera otra palabra me adelanté, ese cretino me había acusado y no me iba a dejar, claro que no.

-- En efecto joven Evan, le acabamos de decir a la distinguida dama que tenemos aquí junto que el contrato no se firmó anoche - ¿Dama? ¿Cuál dama? Sylvia no es ninguna dama, es una holgazana que cada que puede se corta las uñas de los pies con la tijeras que tiene en su oficina.

-- Porque no tuvimos tiempo para entrevistarte, por eso venimos para acá, para que nos acompañes a una comida de negocios y poder cerrar el contra…– ese infeliz de Adán Edilberto, recuerdo muy bien su nombre, no pudo continuar porque su teléfono celular comenzó a sonar – Permítanme un segundo por favor – tomó el aparato y recibió la llamada – Diga – esperó unos segundos y bajó el aparato – Se cortó, en fin, le decíamos a la bella señorita que nos recibió que necesitábamos platicar contigo para finiquitar este asunto, y deseamos que nos acompañes por favor. Eva… n – este es el peor de todos.

-- Bueno, si tuvieron la oportunidad de platicar con mi jefa, la contadora Sylvia, no veo la necesidad de que yo los acompañe a ningún lado, ella puede resolverles mejor que nadie cualquier duda y pues no tendrían ya nada que hablar con mi persona – Ni loco me voy con ellos, a lo mejor tienen nexos con la mafia china para eso de los tugurios de mala muerte y me quieren vender como presa sexual, nunca, ¡Jamás!

-- Evan, cariño – se me acercó por la espalda y sentí un gélido aire recorrerme por todo mi cuerpo – Si te atreves a hacer algo estúpido juro por todo lo que más quieras que lo próximo que harás será vender periódicos en bicicleta – me dijo en voz baja, es en momentos como estos que uno debe ser claro y contundente con las jefas abusivas y groseras. Un hombre se mide por su valor…

-- ¿A dónde vamos caballeros? – por el valor de las tarjetas que debe pagar, ni hablar, maldita pobreza.

-- Acompáñanos por favor – se le nota en la cara la burla, miserable Adán, lo odio, lo odio.

-- Que tengan buena tarde y espero verlos por acá más seguido, fue un placer – Sylvia se despidió de ellos y me lanzó una mirada amenazadora, solo porque ella me lo dice. Voy a mi lugar por mis cosas, otra vez mis planes se echaron a perder.

 

Estoy guardando los documentos en la carpeta, siento mucho enojo, este tipo se salió con la suya, odio sentirme así, estoy a punto de arrojar todo a la basura, contratos, carpetas, todo, me siento impotente, rabioso, ¿Por qué debo acceder a los caprichos de este tipo cuando ya dije que no quería tratarlo más? Aprieto mi carpeta con fuerza, estoy apuntando al bote de basura y dispuesto a mandar todo al carajo.

 

-- Amigo, toma, te llegó esto, pillín – Joseph llegó sin esperarlo y me distrajo – No sé qué es pero se ve que es un envoltorio muy fino – parecía muy emocionado.

– Gracias Joseph – lo miré y mi tono lo entendió bastante bien.

-- De acuerdo, pero luego no me quieras contar tus patoaventuras que yo no estaré ahí para ti… Bueno sí, pero solo para comerme tu helado – con un gesto de compungido se fue a su lugar.

 

Era un paquete plateado, le quité el papel metálico y pude ver de qué se trataba. Era una caja rectangular, de aproximadamente veinte centímetros, color negro y forrada en terciopelo, la abrí y no lo podía creer.

-- ¡No es cierto! – me quedé embobado mirando el contenido, era una fina y cara pluma Montblanc, dentro tenía una pequeña tarjeta con una frase: El valor y la dignidad no se miden por el dinero, sino por la valentía que hay dentro del corazón, con mi respeto y admiración, Adán Gregorio.

El señor abogado me había enviado una pluma de las que le dije que me gustaban, jamás esperé esto, y sobre todo, esas palabras en este justo momento me saben muy ciertas, he tenido valor para enfrentar otras cosas, tengo el suficiente valor para enfrentar a este patán.

-- A darle Evan – me dije, y sonreí, jamás esperé un detalle como este, y justo cuando más necesitaba valor, respiré, tomé de manera adecuada mis carpetas y estaba dispuesto a darle batalla a ese cretino.

 

Salimos y a diferencia de los momentos anteriores, Adán iba callado, hasta podría decir que iba serio, más serio que el señor abogado, y para que alguien sea más serio que el abogado está cañón.

-- Sube por favor – me indicó el amigo del stripper y me dejaron subir primero a la camioneta verde que estaba estacionada frente a la oficina, luego ellos entraron al frente y se dispusieron a arrancar.

-- Ya, vámonos – le dijo en tono juguetón el tal Mat, según recuerdo. El otro solo asintió y sin hablar condujo, ¿Será que este señor tenga problemas de personalidad?

 

Mientras vamos en silencio, recuerdo las palabras del abogado y de cómo me sentí momentos antes, pude recordar aquella parte de mi vida, cuando era joven, cuando aquella tragedia me pasó, cuando se aprovecharon de mí…

 

 

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Desde mi lugar observo la factura de lo que mandé comprar hace rato, ¿le habrá gustado el presente? Ojalá no lo haya tomado como un atrevimiento de mi parte y mucho menos como ofensa, pero ciertamente me resultó inevitable obsequiarle esa pluma, cuando vi sus ojos, él realmente se emocionó al ver aquel objeto que tan cotidianamente ocupo para firmar documentos, nunca había visto una mirada así de honesta por ver solo una pluma, fue es comparable a cualquier niño que va a una juguetería y puede ver una cantidad enorme de cosas con las cuales jugar.

 

Me di cuenta de lo que había hecho cuando le dije a Clara que mandara el regalo a la oficina de Expresiones Comerciales, ese chico es muy interesante, y lo que más me gustó de todo, fue el saber que no tiene a alguien que lo quiera de forma especial, ni pretendientes ni compromisos. No doy por sentado que me aceptará, pero será un placer tratarlo y conocerlo, tal vez se trate de una segunda oportunidad, aunque también me descoloca la situación, ¿desde cuándo me gustan los muchachos? Que yo recuerde jamás me han atraído, pero este chico es distinto, ese porte, esa fuerza y sobre todo, su valor. Me siento muy atraído por ese espíritu libre que posee, noto que puede ser muy suspicaz, pero también hay un dejo de tristeza en su mirada, es de ello que quisiera saber más, qué es lo que lo pudo sucederle para que su mirada aún refleje aquella sombra, me dirán loco, pero detrás de esa determinación y coraje, hay algo más frágil, algo que deseo proteger, que siento la necesidad de proteger.

 

Con cuidado abro el cajón que siempre cierro con llave, puesto que ahí solo guardo lo más importante para mí. Siempre, al principio está su retrato, aun y con todos los años que han pasado sigo teniendo presente se recuerdo.

 

-- ¿Será que tú tienes algo que ver con todo esto? – parezco un lunático, yo lo reconozco, ¿quién hablaría con una vieja foto? – Me hacía falta y yo sin saberlo, pero cada vez que lo tengo cerca me siento mejor – dejo escapar un ligero suspiro - ¿Tú me lo habrás enviado? – tal vez, ella desde donde esté fue la responsable que Evan Noriega y yo cruzáramos nuestros caminos luego de un largo andar tan solitario – Gracias – por primera vez, aquella foto la coloco al fondo del cajón, es momento de seguir adelante, dejar el pasado y vivir el presente, y ese presente tiene un rostro bastante varonil…

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por tu lectura!

 

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