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Una Eva y tres patanes por Charly D

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– ¡Hola! – ese sinvergüenza estaba aquí, frente a mi amigo y como si nada. Desde mi lugar lo observaba y luce bien, bueno, a un tipo como el qué no le luciría bien.

– Adelante, pasa, estás en tu casa – Joseph lo hace entrar a su departamento y yo me incorporo de mi lugar, me siento algo extraño de volverlo a ver, luego de que desapareció sin más ni más de mi casa, ahora lo vuelvo a ver y siento esta cosa rara dentro de mí, es una sensación poco conocida y hasta cierto punto incómoda.

– Pues fui a tu casa, pero como no estabas me puse a averiguar y me dijeron que tal vez por aquí podrían estar los dos desempleados – con ese tono de autosuficiencia tan engreído el tipo nos miró con cierta burla.

– ¿Desempleados? ¿Nosotros? – Joseph se lleva la mano derecha al pecho y me mira con asombro, como si en verdad no fuera esa la realidad – No sé de qué hablas míster bolas, porque nosotros estamos de descanso. Luego de tanto trabajar el jefe se compadeció y nos mandó a descansar unos días – no lo puedo creer, este amigo mío es más mentiroso que una revista de chismes, ya vaya que él sabe de chismes, yo creo que por eso siempre se sale con la suya.

– Si tienes claro que vengo de la agencia ¿verdad? – Edilberto mira con los ojos entrecerrados a ese embustero de Joseph, el cual solo desvía la mirada.

– ¿Se te ofrece algo? No sé, un jugo, un refresco… algo – sonriente mi amigo empieza a atender a su invitado sorpresa.

– No, nada, así estoy bien.

– ¡Ay qué bueno porque no hay! Y hubiera tenido que ir a la tienda y la verdad no quiero salir de la casa hasta que la doña de los tamales se haya ido, por cierto, ¿no viste a una señora toda gordita y despeinada con un mandil a cuadritos de colores rojos y azules?  - expectante Joseph le pregunta.

– Pues creo que sí, en la esquina vi a una señora así le debes dinero, ¿verdad? – Edilberto lo mira socarronamente y el otro da un par de pasos hacia atrás.

– ¡Ah! Señor mío, me ofende que piense que le debo dinero a la señora de los tamales, simplemente me hizo un adelanto de productos alimenticios que a su vez le abonaré monetariamente cuando haya recibido las percepciones correspondientes a mi desempeño laboral, y si me permites me tengo que ir a cambiar, los dejo antes de que me sigan ofendiendo diciéndome come cuando hay, mala paga, mal comensal y pide fiado y no paga, con permiso – y con una postura de muy ofendido se va y encierra en su cuarto, yo sé que es pura pose, porque la verdad sí es todo eso que dijo, por su culpa dejamos de ir con el señor que vende churros en el centro porque el muy miserable nunca le pagó los dos pesos que le quedó a deber, ¡Dos míseros pesos!

– ¿Si le debe, cierto? – Adán se recarga de la pared mientras me pregunta.

– Sí, desde antes de las vacaciones y aún no le quiere pagar, pero, en fin, ya vendrá la señora a cobrarle un día de estos.

– ¿Y cómo has estado? – desde su lugar me observa atentamente, me siento derechito, para que no me vea jorobado.

– Pues… bien, no me quejo, entre una cosa y otra ahí la llevo – le sonrío, es como si me alegrara volver a verlo.

– Me enteré que ayer hubo un problema en tu trabajo y renunciaste – con un poco mas de seriedad me habló.

– No quiero hablar de ello, es… es algo muy incómodo – lo volvía a traer a mi mente, Alan, después de tantos años ese sujeto regresaba a mi vida y estoy seguro que si le doy una mínima oportunidad ahora sí será capaz de acabar con lo que quedó de mí.

– Te noto algo decaído.

– No, es solo que pienso lo que debo hacer, toca empezar de nuevo y pronto, porque tengo a mi mamá y ella no se puede quedar sin cuidados y medicina – era verdad debía encontrar trabajo lo más pronto posible pues era cierto que mamá tiene que seguir con sus cuidados cotidianos.

– ¿Y ya has pensado en algo? – lentamente se acerca a mí, tomo asiento a mi lado y me observa.

– Pues de pensar muchas opciones, de tener alguna solución aún no, pero me conozco y sé que algo voy a hallar pronto, aunque sea lejos de la agencia – esa agencia, mi primer trabajo serio, el primero en el que encontré estabilidad. El primero que me hizo pensar que tal vez algún día podría llegar a tener un puesto alto dentro de ella, que algún día hubiera podido decirle a mi mamá que su hijo era más que un empleado, que era capaz de llegar alto, y ella se sintiera orgullosa de mi, sin embargo, caí de nuevo a mi realidad, un tipo que difícilmente podrá aspirar a algo que no sea más que un trabajo mal pagado y mal tratado.

– ¿Te gustaba tu trabajo verdad? – me cuestionó mientras que yo podía oler su perfume de tan cerca que estaba de mí, podía percibir ese olor a algo masculino, un aroma de esos que se quedan impregnados en el ambiente durante unos segundos y que son tan agradables al olfato.

– Sí, la verdad sí, le ponía todas las ganas que podía para que algún día Sylvia vira que era capaz de todo lo que ella me pidiera, que se diera cuenta que yo era un buen elemento, pero como todo lo que empieza, esto llegó a su final, un final no muy bonito pero final de todos modos.

– Yo te voy a ayudar – levanté la cara para verlo, estaba a mi lado y sonreía, ese gesto tan propio de él, yo pienso que hasta tratando de ser amable no puede evitar poner esa cara de burla, o tal vez así lo veo yo.

– ¿Qué? – lo miro con incredulidad.

– Que te voy a ayudar, tengo dos opciones, a ver cuál te parece llamativa – seguía sonriendo y yo mirándole los labios y oliendo su perfume.

– ¿C-cuáles? – nos mirábamos.

– Puedo ayudarte a ver en qué otros lados puedes trabajar o hablar con tu jefe anterior para que te reinstale – de inmediato me puse de pie.

– ¡No! ¡Eso nunca! A ese lugar no voy a volver, no volveré a donde está él – dije y como si tratara que mi boca regresara las palabras que sacó, me tapé con las manos los labios.

– ¿Él? – de pie y a mi lado, Adán me miraba, sentía como sus ojos se clavaban en mi espalda.

– No quiero hablar del asunto, solo sé que no voy a volver a esa agencia, nunca regresaré – me di la vuelta y miré a Edilberto, fruncía el ceño, quizá pensaba o tal vez estaba enojado, no sabía, pero tampoco le oba a revelar mi verdad, era algo íntimo, triste, trágico y no deseaba seguir removiendo el lodo de mi pasado, ese episodio que me exterminó y que me hizo ser como hoy día soy.

– De acuerdo, si no quieres volver no vuelvas y ya, buscaremos por otro lado – puso sus manos sobre mis hombros y nos miramos – Puedes trabajar en cualquier lugar quieras, con ese carácter que te cargas, seguramente hasta de capataz podrías trabajar – soltó el chascarrillo y me hizo sonreír.

– Muy gracioso – le decía con fingido enojo, no quería que se diera cuenta que si me dio gracia.

– Pues ya estamos, te voy a ayudar, porque tú no estás solo – nos miramos, como aquella tarde en el campo, la lejanía nos sabía mal, como si de imanes en diferentes polos se tratara, nos acercamos lentamente el uno al otro, sentí su respiración chocando con la mía, estábamos a escasos milímetros el uno del otro, era un debate interno, mi mente me decía: patea a ese degenerado y grítale sus verdades, mi corazón era el que sentía que debía romper la distancia y pegarle… pero un buen beso.

– Adán…

 

– ¡Evan! ¿Con esta me veo gordo? – y de un empujón lo mandé al sillón que teníamos cerca, Joseph había salido de su cuarto y restirando una arrugada playera color melón me preguntaba.

– ¡Eh, si! ¡Digo no! – me peiné para disimular.

– ¡Maldita sea Joseph! ¿No podías tardar cinco minutos más? ¡Solo cinco malditos minutos! – vociferaba Edilberto mientras mi amigo lo miraba sin entender.

– Pero… pero… ¿qué hice? – levantando las manos nos miraba, primero al patán ese, luego a mí, luego a él, entrecerró los ojos y segundos después nos miró alarmado – ¿No me digan que interrumpí?

– Si.

– No – primero dijo él y luego yo.

– Ay, lo siento tanto – se acercó a Adán y le dijo algo que pude oír perfectamente – Vuélveme a decir mala paga o pide fiado y más de esto te haré – se alejó de él y se acercó a mí – Ay amigo, siento si hice algo malo, es que no sabía si me iba a ver gordo con esta playera – sonrió triunfante, a veces pienso que Joseph no es tan tonto como aparenta.  

– No es indio el que no se venga, Joseph – le dijo Edilberto con esa postura de superioridad. De repente su teléfono comenzó a sonar – ¿Qué paso? – comenzó a hablar por el auricular - ¿Qué desean o quiénes son? – mi amigo y yo mirábamos en silencio – ¿La conozco? – Joseph pregunta qué será o porqué Adán se había puesto tan serio, pero ni yo entendía, a lo mejor y eran malas noticias de ese negocio de encueratrices – De acuerdo, dile que voy para allá – colgó y guardo su móvil en el bolsillo de su apretado pantalón.

– ¿Malas noticias? – le pregunto.

– No lo sé, apenas lo voy a averiguar. Me tengo que ir.

– Sí, adelante.

– Yo te voy a ayudar, lo prometo – puso su mano en mi hombro y yo asentí.

– Gracias.

– Y tú me debes una, eh, no lo olvido – señaló a Joseph el cual sonrió pícaramente.

– Nos vemos pronto – abrió la puerta y salió con prisa, algo importante debe estar pasando por eso la prisa.

– A mí se me hace que este tipo anda tras tus huesitos, cochino – mi migo me señala y yo niego, tal vez no sea tan mala idea averiguarlo, parece como si un rayito de luz se asomara en mi oscura vida…

 

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Leo algunos documentos que necesito para acudir a la cita que tengo en un par de horas, estoy tan entretenido en m lectura que no reparo en la presencia de mi secretaria, la cual me mira con una sonrisa acentuada en sus labios. Desde que la trato mejor siento que es más eficiente, algo tan sencillo como tratar bien a alguien puede hacer la diferencia entre un buen o mal servicio.

 

– Disculpe licenciado, es que lo vi tan entretenido que no quise interrumpirle – me miraba y asentí.

– No hay cuidado, ¿qué ocurrió con la llamada que le pedí?

– Acabo de llamar a la agencia preguntando por el joven Evan, pero la señorita que me contestó me dijo que él ya no trabajaba ahí – le pedí que me comunicara con Evan, pues deseaba platicar con él e invitarlo a comer, suprema fue mi sorpresa.

– ¿Qué dice?

– Eso justamente, me informaron que el joven Evan renunció el día de ayer – no podía creerlo, se fue de ese trabajo de un día para otro.

– Es que, no puedo creerlo, parecía estar bien en ese sitio, seguramente está en problemas, quizá necesite que le auxilien – estoy contrariado, debía visitarlo, tal vez me necesite. Desde hace tiempo tengo su dirección, nunca he querido llegar a su casa porque se me hace una falta de cortesía llegar de improviso o sin ser invitado, pero conociendo que no le gusta causar molestias esta ocasión era diferente, si pasaba por un mal momento yo debía ayudarlo y eso mismo iba a hacer. Me levanté y puse mi saco – Voy a salir Clarita, le encargo las llamadas, yo llego a la cita en el juzgado, no la vaya a cancelar.

– Descuide, supongo que no se tomará el café que le traje ¿verdad? – me percaté que la chica llevaba una taza en la mano.

– Discúlpeme, ya no tengo tiempo, le agradezco en verdad.

–No se preocupe, no es nada – ya se iba cuando detuvo sus pasos y regresó – Es verdad, hace rato le puse en el escritorio ese sobre naranja, llegó en la mañana, dice urgente por eso lo puse ahí, no había querido interrumpirlo por eso no le comenté cuando llegó, porque venía hablando por teléfono.

– Gracias – ya me iba pero examiné el sobre, era extraño – Gracias, Clara – la miré y entendió que deseaba estar solo.

– Permiso, que le vaya muy bien licenciado – me sonrió y se marchó, suspiré debía ver el contenido de ese sobre, le quité la cinta que lo sellaba, era distinto a la correspondencia que recibía comúnmente, sin más pérdida de tiempo lo abrí y saqué el contenido, se trataba de unas fotografías muy gráficas.

 

“¿Cuál quieres que sea tu final? puedes elegir entre estos tres, avísame, Adán Gregorio”

 

Nuevamente una nota escrita con tinta roja, eran tres fotografías, la primera era la de un hombre con un balazo en la frente, la segunda un varón con decapitado y la tercera un cuerpo calcinado, no cabía duda, alguien me estaba amenazando y este juego comienza a enfadarme, era momento de tomar cartas en el asunto, si esa persona cree que me va a asustar está muy equivocado, veremos quién acaba con quién…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 

Notas finales:

 

¡Gracias por tu lectura!

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