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53. El Loco Muerdago de Nana. (31) por dayanstyle

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Seven caminaba por su departamento, sumido en sus pensamientos. Tenía los archivos que se suponía que debía estar revisando abiertos sobre la mesa, pero eso no era lo que tenía en mente.

« Kim Nana ».

 

Dios, ¿por qué no podía sacársela de su mente? Seven había estado en Brasil, Italia, Francia y muchos otros países donde había mujeres hermosas en abundancia, y había tenido su parte justa de esos cuerpos. Entonces, ¿por qué estaba tan obsesionado con esta mujer de este pequeño pueblo? ¿Qué había en ella que ni siquiera podía concentrarse en el trabajo para el que fue enviado a hacer?

Pasando sus manos sobre su cabeza, Seven decidió que quizás tenía que salir a dar un paseo, hacer turismo, o saltar a la maldita agua por el muelle —cualquier cosa para lograr sacarla de su mente.

Poniéndose su chaqueta, Seven bajó corriendo por las escaleras del edificio de departamentos en el que estaba viviendo y salió a la calle, tomando una bocanada del frío aire de diciembre. En lugar de mojarse en el muelle, Seven decidió ser un poco más práctico e ir a la cafetería.

Hoy no estaba tan frío, por lo que caminar le sentaba muy bien. También le daba la oportunidad de revisar los nuevos edificios y negocios de la Villa, los negocios que Sung Gu había dejado fuera de su expediente. Jung-nam aún no  había llamado a Seven, pero sabía que podrían pasar días antes de que oyera noticias del hombre.

Cuando Seven pasó por el cine, evidentemente nuevo, no pudo evitar sentir como si alguien lo estuviera observando. El vello de su nuca se erizó y miró a su alrededor, pero no vio a nadie que le prestara atención. Había unos cuantos coches circulando, un puñado de gente en las calles, pero nadie  estaba viendo para su camino.

A pesar de que había confirmado que nadie le prestaba ninguna atención, la sensación no desaparecía. Entró en la pequeña cafetería, empujando la idea de que alguien lo observaba fuera de su mente. Tenía que ser la falta de sueño lo que estaba experimentando. Nadie sabía por qué estaba allí, así que nadie podría pensar en vigilarlo.

No hasta que él comenzará el lento recorrido por el pueblo y hablara con la gente para que vendiera sus casas a la gran empresa.

Antes de que Seven ordenara su chocolate caliente, se dirigió hacia la parte trasera donde asumió que estaban ubicados los baños. Al entrar en el pequeño pasillo, se sorprendió al ver a Nana saliendo del baño de las damas.

Por la expresión de su hermosa cara, estaba tan sorprendida de verlo como él. Sus ojos azules se abrieron más mientras lo veía y luego rápidamente miró detrás de él. Seven se giró pero no vio a nadie en el pasillo con ellos. -Hola, Nana.

Podía verla tragar con fuerza mientras de nuevo veía hacia atrás. -Hola, Seven.

Su voz sólo confundió más a Seven.

La voz de ninguna otra mujer hacía que su pene se volviera duro como roca por sólo oír el dulce tono. No podía entenderlo, pero él tenía la imperiosa necesidad de jalarla a sus brazos y reclamarla.

«¿Qué demonios...?»

 

Él no estaba aquí para conectar con nadie. Eso era lo último que necesitaba en estos momentos. Lo qué tenía que hacer era alejarse, pero en cambio, se quedó allí bebiéndola. Llevaba un par de descoloridos pantalones de jogging y un holgado jersey, pero maldición si no se veían bien en ella. Sus ojos bajaron a sus pequeños pechos, sus manos deseando acariciarlos y conseguir tanto placer que… dios, tenía que dejar de pensar de esa manera.

Pasando la mano por la barba, Seven no pudo dejar de preguntarle: -¿Te gustaría acompañarme a tomar un poco  de chocolate?

Bueno, estaba realmente cansado de que mirara nerviosa detrás de él. ¿Tendría un novio que tenía que tomar en cuenta? Su pene se volvió increíblemente duro cuando la vio pasar la lengua por el labio inferior. -No puedo, pero no porque no quiera. -Rápidamente añadió la última  parte-. ¿Podemos encontrarnos en algún lugar?

Bueno, él no esperaba eso. -Bueno, di el lugar y la hora. -No debería estar de acuerdo, pero infiernos si podía negarse.

Nana se mordió el labio inferior, como si se tratara de una decisión muy difícil. Seven estaba a punto de decirle que se vieran en la cafetería mañana cuando dijo: -Nos vemos en el restaurante para el desayuno a las ocho.

Cuando Nana se alejó, Seven se giró para verla, sintiendo algo parecido a la nostalgia jalando sus entrañas.

Nunca antes había deseado establecerse con una mujer, pero al ver su bien formado culo balancearse de   un lado a otro, todo tipo de pensamientos pasaron por su cabeza.

Y no sólo sexual.

 

Estaba empezando a pensar que quizás su encuentro no era tan buena idea después de todo. ¿Qué pasa si las cosas se complicaban más? No debería de apegarse, por lo que no  debería considerar nada con ella.

Sin embargo, se encontró anticipando el desayuno.

 

 

 

Hangeng se preparaba para su reunión con Nana cuando Henry tomó su brazo y lo hizo girar. -Bueno, quizás los elfos de las sombra están tras de mí.

Apartando la mano de Henry, Hangeng entrecerró los ojos. -Te dije que dejaras a esos malditos hombres en paz.

¿Cuánto debes?

-Cincuenta -dijo Henry mientras pasaba la mano por su cabello y se giraba, caminando hacia el bosque frente a la   casa de  Hangeng.

-Cincuenta no está mal.

Henry se giró, dándole a Hangeng una mirada que le decía que no iba a ser bueno. -Cincuenta mil, hermano.

-Cómo   infiernos, qué, estas jodidamente loco. -Hangeng sentía que su estómago se volvía al revés-. ¿Cómo infiernos  vas  a  conseguir esa  cantidad  de dinero?

-Los elfos de las sombras trataban a Henry como un bastardo. Ellos estuvieron malditamente cerca de matar a Henry la última vez que les debía, y no era tanto como lo que les debía ahora. Él agarró a su hermano por la pechera,  golpeándolo contra la puerta-. Sabes que si no pagas, vendrán después por tu familia. ¿En qué estabas pensando?

Pensó en sus padres, en Nana, y sabía que la mierda lo iba a golpear. Sabía que si la reclamaba ahora, ella no estaría a salvo. Quería matar a Henry por  arruinar  sus planes. Durante toda su vida, Henry había sido egoísta y sólo pensaba en sus propias necesidades. Ahora su irreflexión estaba a punto de impactar a todos. ¿Incluso le importaba su hermano?

«Probablemente  no».

 

-Yo no estaba pensando -admitió Henry-. Tienes que ayudarme a salir de esto.

Hangeng lo soltó, alejándose antes de hacer algo que iba a lamentar... quizás. No estaba muy seguro que volverse hijo único en este momento fuera más beneficioso que mantener vivo a Henry.

-¿Qué quieres que haga, Henry? No tengo esa cantidad de dinero. Vas a tener que encontrar alguna manera de pagar, o que Dios me ayude, te voy a matar yo mismo si algo le pasa a nuestros padres, o a Nana.

Hangeng ni siquiera quería pensar en esos tiburones yendo tras ella. Nana era inocente, dulce, y su familia le cortaría las bolas a Hangeng y… Hangeng tragó saliva. Si Jongin descubría que Henry la había puesto en peligro, toda la familia de Hangeng sería aniquilada.

Pero el Alfa no culparía a Henry. Encontraría la manera de culpar a Hangeng. Después de los estragos que había causado, el lobo estaba buscando cualquier excusa para mantener a Hangeng y Nana separados.

Esto sellaría su destino.

 

-He venido contigo por ayuda y ¿esto es todo lo que puedes decir? -Henry le gritó cuando Hangeng comenzó a caminar de nuevo. Tenía que alejarse o él envolvería sus manos alrededor de la garganta del hombre y lo estrangularía hasta la muerte.

Hangeng desapareció, sintió malestar en el estómago al ver a Nana esperándolo. Pegó una sonrisa en su rostro mientras la envolvía en sus brazos. Ella no tenía por qué sospechar lo que estaba pasando. Si él la conocía, y estaba bastante seguro de que la conocía, ella haría todo lo posible para lograr sacar a Henry de esta situación.

Y con la suerte de Hangeng, Jongin lo descubriría.

-¿Cómo estuvieron tus compras, hermosa? -Se dio cuenta de que ella llevaba las ropas holgadas que él le había pedido que usara. Había planeado llevarla a su casa e ir un poco más lejos que anoche, pero no estaba seguro de que su casa fuera segura en estos momentos. Los pantalones de jogging y el suéter le darían fácil acceso, pero a Hangeng le aterrorizaba que los elfos de las sombras se presentaran en su casa.

-Bien -respondió ella.

 

Él se apartó, dándole un beso que debería haber puesto su alma en llamas. En cambio, lo único en lo que podía pensar era en lo que había hecho Henry y cómo podría afectar a Nana.

Ella fue la primera en romper el beso. -Necesitamos hablar.

Hangeng tomó su mano, listo para desaparecer y se detuvo. -¿Cómo saliste de la casa sin activar ninguna alarma?

-Niel me ayudó -le respondió.

 

Satisfecho de que Jongin no lo estaría cazando, Hangeng desaparecio hacia uno de sus lugares preferidos a donde le gustaba ir cuando tenía que pensar. Era privado y por la expresión de su rostro, Hangeng tenía la sensación de que su noche sólo iba a mejorar.

-Este lugar es increíble -dijo Nana mientras veía a su alrededor-. ¿Dónde estamos?

La condujo por un sendero, sintiéndose demasiado vestido con su chaqueta. -La isla de Santa  Maria -respondió mientras se quitaba la chaqueta-. Dime que tienes una camiseta debajo de tu suéter.

Hangeng estaba malditamente cerca de tragarse su lengua cuando ella se quitó su suéter por la cabeza, dejando al descubierto una pequeña camiseta. Se olvidó de Henry. Se olvidó de Jongin. Hangeng se olvidó de todo mientras contemplaba la puesta de sol rosa y azul detrás de ella. Era tan hermoso que Hangeng sentía su pecho tensarse.

-Mucho mejor -dijo ella, sin saber cómo lo afectaba. Él sabía en su corazón que ella podría vivir hasta los mil y todavía la vería como si fuera la criatura más hermosa que hubiera pisado la tierra.

Ella era la otra mitad de su alma.

 

Deslizando su mano alrededor de la parte posterior de su cuello, Hangeng la atrajo hacia sí, poniendo su otra mano en su cadera mientras bajaba la cabeza. -¿Sabes lo mucho que significas para mí, Nana? -Deslizó la mano hacia arriba por su costado y luego acunó su pecho. Su pene se volvió inmediatamente duro al sentir la suave piel separada sólo por una fina capa de seda.

-Necesitamos hablar, Hangeng -dijo Nana, pero podía decir que lo que ella le diría la estaba desmoronando. Hangeng no quería hablar de eso ahora. Ni siquiera quería pensar en estos momentos. Lo único que quería era ahogarse en Nana y olvidar.

Quizás podrían esconderse aquí para el resto de sus vidas. Después de todo el lugar era impresionante y hermoso. Pero por mucho que lo quisiera, Hangeng sabía que no podía huir. Sin embargo podía olvidar por un momento.

Deslizando su mano por el largo y brillante cabello de Nana, Hangeng lo apartó, mientras recorría con su boca el cuello. -Sabes tan bien. -Tomó su pecho con su mano, pasando su pulgar sobre su pezón. Se volvió duro como el diamante bajo su toque.

-¿Confías en mí? -Hangeng preguntó mientras seguía recorriendo su cuello, lamiendo su camino por encima de su delicada clavícula e inhalando su natural aroma. Él no tenía intención de reclamarla esta noche, pero infiernos si la dejaba alejarse con hambre.

Nunca iba a dejar morir de hambre a su pareja por algo que podría darle tan fácilmente. Y dado los calientes gemidos y la espalda arqueada, estaba muerta de hambre.

-Confío en ti, pero…

-Sin peros, hermosa. -Hangeng inclinó su cabeza hacia abajo y suavemente mordió la punta de su pezón. Nana gritó cuando él tomó el pezón entre sus dientes sobre la cubierta de seda. Cuando ella no protestó, Hangeng empujó la delgada pieza de tela fuera y lamió el camino hacia su pecho mordisqueándola esporádicamente. Nana  tomó en un puño su cabello, acercándolo más mientras su cabeza caía hacia atrás, y un gemido largo y sensual vibraba en el pecho.

Un bajo gruñido salió de su garganta mientras lentamente la bajaba a la tierra cubierta de hierba, tomándose su tiempo para finalmente explorar su   cuerpo.

 

Había  pasado  mucho  tiempo,  y  no  sólo  Nana tenía hambre, Hangeng estaba hambriento por ella.

Lamiendo un camino hacia el pecho descuidado, Hangeng empujó la cintura de sus pantalones de jogging, jalándolos hacia abajo, antes de tomar el pequeño trasero en sus manos, masajeó la suave piel, pasando sus uñas sobre su carne, oyéndola gemir aún más fuerte.

-Voy a enterrar mi boca en tu coño, hermosa. -Su mano se movió a su abdomen, acariciando su camino hacia los muslos entreabiertos. Formaba perezosos círculos sobre su piel, dejándola acostumbrarse a la idea de lo que quería antes de sumergir la mano por dentro de su húmedo calor y separar los pliegues de su coño, su dedo recorría su hinchado clítoris-. Dios, estás tan húmeda, tan caliente.

Y dulce madre de Dios, ella estaba desnuda ahí abajo, ni un solo pelo a la vista. Hangeng sentía como si hubiera muerto he ido al cielo mientras veía entre sus piernas, su respiración saliendo más o menos, entrecortada.

Un rubor recorrió el cuerpo de Nana, pero Hangeng no iba a darle tiempo suficiente para arrepentirse. Esta noche no, no mientras que la tuviera tan abierta para él, tan dispuesta. Su pene palpitaba en sus jeans, pidiendo que lo dejara salir a jugar, pero Hangeng sabía que si él sacaba su hinchado eje, no sería capaz de evitar reclamarla.

Ahora mismo no era seguro, no con la mierda en la que se había metido Henry, y lo último que haría era ponerla en peligro.

Hangeng apretó la mandíbula cuando Nana se empujó hacia él, los pliegues de su dulce coño húmedamente brillante con la débil luz. Pasó los dedos por la humedad que se aferraba a sus muslos y luego levantó  sus dedos, colocándolos en su boca, probándola por primera vez.

Los ojos de Nana se abrieron como platos y él le sonrió  traviesamente. -Ruega  que  te  devore,  hermosa.

-Metió sus dedos otra vez, reuniendo más de su crema, dejando el dorso de sus nudillos sobre su palpitante capullo.

Su cabeza cayó hacia atrás mientras ella gemía, sus piernas se abrieron aún más, en invitación.

-Uh-uh, ruégamelo, bebé.

-¡Hangeng! -Nana dijo con frustración.

Hangeng se acomodó entre sus piernas, dándole un larga lamida a su clítoris. -Ruégamelo.

-Por favor -jadeó Nana.

Hangeng giró su lengua alrededor de su clítoris, provocándola. -Por favor, ¿qué?

Nana se lamió los labios, la mirada fija en él, como si tuviera miedo de decir las palabras. Iba a conseguir que pasara más allá de su timidez. Hangeng quería que gritara sus deseos, que le dijera lo que más deseaba.

Cuando ella no contestó, Hangeng chupó su clítoris dentro de su boca, dio unos cuantos jalones, y luego se retiró.

-Por favor, ¿qué?

-Te voy a matar -gritó mientras levantaba su mitad inferior y colocaba su depilado coño cerca de la boca.

-Podrías, pero no voy a ir más lejos hasta que me lo ruegues. -Oyó un bajo gruñido que se volvió gutural cuando rodeó con la punta de su dedo su no probada entrada.

-Oh, dios, Hangeng -jadeó Nana, y podía oír la vergüenza subyacente en su tono-. Por favor, chupa mi coño, por favor.

Deslizando sus manos por debajo de su espalda, Hangeng la levantó hacia él y la devoró con su boca. Su esencia se derramaba como dulce miel sobre su lengua mientras lamía y chupaba, mordisqueaba y acariciaba su hinchado clítoris con los labios y la lengua.

Una tortura como nada que Hangeng hubiera conocido se extendió por él, lo que le obligó a empujar su pene en la tierra cubierta de hierba, haciendo su mejor esfuerzo para satisfacerse sin tomarla. Su control se desvanecía rápidamente con cada grito, cada gemido, cada súplica de su pareja. Sabía que si no la llevaba al clímax pronto, su control se destrozaría.

Ella comenzó a empujar sus caderas hacia adelante, hacia su boca. Oh mierda, estaba perdido. Empujando una mano debajo de ella, puso un dedo en la entrada de su coño mientras chupaba su clítoris en su boca.

Ella jadeaba y se retorcía bajo él, sus muslos aferrándose a su cabeza mientras gritaba su liberación. Hangeng chupó más duro, empujando su dedo dentro de ella mientras ella se estremecía.

Si había pensado que era hermosa cuando ella montó su pierna hasta correrse, no era nada en comparación con la forma en que gritó su nombre y se corría en su boca, jalando su cabello, y apretando los muslos mientras temblaba.

Sacó su dedo, lamiéndola con movimientos lentos y perezosos, llevándola lentamente hacia abajo. Se quedó allí, jadeando, su piel brillaba con una fina capa de sudor. Hangeng se abrió paso por su cuerpo, jalándola a sus brazos, acariciándola, dándole ligeros besos, mientras su respiración se estabilizaba. -Hola, preciosa -dijo mientras le sonreía.

-Hola. -Ella le devolvió la sonrisa.

-Ahora, ¿qué era lo que querías hablar conmigo? -Su mano se deslizó hacia su vientre, acariciándola, haciéndole saber lo mucho que le gustaba tocarla.

Cuando Nana giró la cabeza, negándose a verlo a los ojos, su mano se quedó inmóvil. Su respiración se detuvo. Todo su mundo se detuvo. -Háblame, Nana.

Ella lentamente giró la cabeza hacia atrás, sus ojos se llenaron de temor. Él no estaba seguro de qué pensar.

-Encontré a mi otra pareja.

 

continuara...

 

 

 


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