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53. El Loco Muerdago de Nana. (31) por dayanstyle

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Seven sintió una compresa fría en su cabeza... y un cuerpo duro debajo del suyo. Él parpadeó abriendo los ojos para ver que el hombre que acababa de aparecer en su departamento lo estaba viendo, y Seven estaba acostado en el regazo del hombre.

-¿Te sientes mejor?

 

«Mierda». Seven se empujó fuera del regazo del hombre, cayendo al suelo y se deslizó lejos mientras miraba al desconocido y a Nana. Ambos lo veían como si él fuera el que acabara de aparecer de la  nada.

Quizás el hombre no sólo apareció. Podría ser posible que él entrara caminando y Seven no se hubiera dado cuenta hasta que el chico estuvo de pie delante de él. La gente no solo aparece por arte de magia. No. Seven tenía que aceptar esa idea, porque si no lo hacía, iba a desmayarse de nuevo.

-Así que eres Seven -dijo el hombre, inclinándose hacia adelante y viéndolo. Tenía una pícara sonrisa en su rostro, como si esto fuera divertido como el infierno para él. Sus ojos verdes brillaban mientras recorría a Seven con la mirada.

Dios ¿el tipo estaba abiertamente revisándolo? Debió de haberse golpeado la cabeza cuando se cayó. -¿Quién eres?

-Mi nombre es Hangeng.

 

Seven sintió la garganta seca cuando se dio cuenta de la punta en el extremo de las orejas del hombre. Quizás un defecto de nacimiento o algo así. No había manera —Dios, necesitaba conseguir controlarse a sí mismo.

Poniéndose de pie, Seven tomó una profunda respiración y se controló. Él era un hombre muy poderoso, muy buscado por muchas empresas. Él valía millones, y aquí estaba de pie delante de estos dos sintiéndose inseguro como el infierno.

No, tenía que tomar el control de la situación. -¿Cómo has entrado aquí, señor... -Seven se calló, esperando que el chico  llenara el espacio en blanco.

-Sólo Hangeng. -Se puso de pie, caminó hacia Seven, por lo que los nudos en su estómago se apretaron más-. Tú no eres un mal tercio -dijo, mientras caminaba alrededor de Seven, que estúpidamente se quedó allí dejándolo-. No, para nada mal.

Está bien, Seven estaba malditamente seguro de que el hombre estaba abiertamente abordándolo. Tan poderoso como Seven era, se sentía como si estuviera en una especie de subasta y Hangeng fuera el comprador.

Eso le molestó. -¡Fuera de aquí!

 

Nana se levantó de un salto del sofá, con las manos levantadas delante de ella. -Te dije que teníamos que hablar cuando llegué aquí.

Seven miró a la hermosa mujer, y sintió roja ira comenzar a crepitar en su interior. -¿Qué clase de juego están ustedes dos jugando aquí?

Hangeng se movió detrás de Seven y acunó su trasero y apretó las nalgas con sus manos, haciendo saltar a   Seven.

-Esto no es un juego, Seven. Confía en mí. -Sus dedos se hundieron más en el trasero de Seven-. Dios, no puedo creer cuan agradablemente redondo eres.

Seven empujó a Hangeng alejándolo y miró al hombre. -Jodidamente no me toques de nuevo.

-Eres nuestra pareja -bufó Nana.

Hangeng le apartó el cabello de los hombros y la besó en la sien. -Realmente tienes que trabajar con tu sutileza, hermosa.

-Ya basta, Hangeng -dijo Nana golpeándolo-. Él necesita saber.

Seven estaba perdido para las palabras. Estos dos estaban locos. Tenía que ser. No tenía ni idea de lo que hablaban, e infiernos si no parecían serios. -Voy a decirlo una vez más -dijo, mientras se acercaba a Hangeng, que era unos centímetros más alto que él-. Fuera.

Seven se congeló cuando el hombre desapareció delante de él, sólo para aparecer justo detrás de él. Bueno, se estaba volviendo loco. No había otra explicación. Ningún ser humano podía aparecer y desaparecer a voluntad.

-Cálmate, guapo -Hangeng le murmuró al oído.

 Seven no movió ni un músculo. Apenas si respiraba mientras seguía allí. Un hombre había desaparecido delante de él y luego reapareció. ¿Cómo infiernos era eso posible?

-Respira, Seven -dijo Hangeng mientras deslizaba su brazo alrededor de la cintura de Seven, jalando la espalda   del hombre contra su pecho-. Sólo respira.

Seven miró a Nana, quien se encogió  de hombros. -Somos fey.

 

«Oh, Dios...» Seven sintió que sus rodillas temblaban. Ni siquiera estaba seguro de lo que era un fey, pero no podía ser bueno. Organizando sus pensamientos, Seven empujó a Hangeng, alejándolo de nuevo. -No me importa quién o qué eres. ¡Sal de aquí!

Hangeng entrecerró los ojos. -Pequeño hombre obstinado, ¿no es así?

Seven confundido caminó hasta el sofá, tomó asiento y se preguntaba si quizás él no estaba soñando todo esto. Este tenía que ser el momento más extraño de su vida.

-¿Vas a desmayarte de nuevo? -Nana preguntó mientras se acercaba y luego se detuvo, con los ojos diciéndole a Seven que no estaba segura de si iba a ser bienvenida. Su mente luchaba por aceptar lo que había visto y lo que le habían dicho. Esto tenía que ser un raro sueño.

-Parece como   si  estuviera  a  punto de vomitar

-Hangeng le comentó a Nana-. ¿Debo conseguir una bolsa de papel o algo así?

-Tú sólo -Seven movió su mano señalando alrededor-, apareciste. Esto no puede ser real. No puede ser posible.

-Creo que está en shock -dijo Nana mientras se acercaba, arrodillándose delante de él-. Seven, tienes que escucharme.

Seven la veía. ¿Siquiera ella era real? Dios, ¿habría soñado a esta hermosa mujer mientras dormía? Si lo hizo, felicidades a su excelente imaginación. Pero ¿por qué iba a hacer aparecer a Hangeng? El hombre era guapo como el infierno, pero ¿por qué dos personas? -Voy a estar bien -dijo-, tan pronto como despierte de este extraño sueño.

-Seven -dijo Nana mientras se inclinaba y acunaba su mejilla-, no estás soñando, dulce corazón. Esto es real. Yo soy real. Hangeng es real.

-Soy un hombre muy inteligente, Nana. Pero no puedes arrodillarte allí y decirme que una persona puede entrar y salir de los lugares apareciendo.

Seven parpadeó cuando Hangeng entró y salió de su departamento varias veces. Él siguió haciéndolo una y otra vez como alguien enciende y apaga un interruptor de luz. En un minuto él estaba allí, el siguiente no estaba. En un minuto él estaba allí, y entonces no estaba.

-Creo que él entendió el punto, Hangeng -dijo Nana por encima del hombro-. Basta. Incluso yo me estoy mareando viéndote.

Los tres se congelaron cuando alguien llamó a la puerta.

-¿Esperas compañía? -Hangeng preguntó. Seven negó con la cabeza.

-Abre, Nana -dijo una voz profunda a través de la puerta.

-Mierda, es Jonghyun -dijo Nana mientras sus ojos se agrandaron.

Seven no estaba seguro de si podría tomar más sorpresas esta noche, así que ni siquiera preguntó quién era Jonghyun. Solo reaba para que no dijera que era otra pareja.

-Tiempo de desaparecer -dijo Hangeng mientras tomaba el brazo de Seven y Nana tomaba su otro brazo.

Seven estaba a punto de decirles que lo dejaran cuando el departamento desapareció y de repente  estaban rodeados  de  palmeras y  el  sonido  de  las  olas  del mar rompiendo en la orilla.

Oficialmente había perdido su mente. -¿Dónde estamos? -preguntó mientras veía alrededor.

-Las Bahamas -respondió Hangeng-. Es el primer lugar que se me vino a la cabeza cuando desaparecimos.

Seven miró a Hangeng, viendo sus orejas y luego los ojos.

-Realmente eres mágico, ¿no es así?

-No, te estás imaginando todo esto. Nana le puso algo a tu bebida y estas teniendo una gran alucinación.

Nana golpeó el brazo de Hangeng. -Deja de jugar con su cabeza.

«Demasiado tarde para eso».

 

Seven cada vez tenía menos miedo de ambos y estaba más excitado. Había tropezado con una mina de oro en este pueblo. Sabía que algo andaba mal, pero no tenía ni idea de que estaba lleno de hadas. -¿Hay más como ustedes en Villa Kim? ¿El alcalde Kim es un hada?

Nana veía con la boca abierta como Hangeng entrecerraba los ojos. -Oh, por favor, te ruego que le preguntes al Alfa si es un hada -dijo Hangeng con un tono de diversión.

-¿Quieres explotarnos? -Nana preguntó con asombro y dolor.

-Lo haces sonar como algo malo -dijo Seven-. Yo puedo comercializarte. ¿Sabes lo ricos que pueden llegar a ser si todo el mundo supiera lo que pueden hacer?

En lugar de responderle, Nana apartó su brazo y golpeó  la  mandíbula  de  Seven.  Trastabilló  hacia atrás, explotando el dolor en un lado de su rostro. -¿Por qué infiernos hiciste eso?

-¡Considérate afortunado de que fue todo lo que te hice! -Nana gritó-. Estas hablando de explotar a mi familia. ¿Por qué infiernos el destino me dio un imbécil egoísta?

-Ahora la has enfurecido -dijo Hangeng-. Ella nunca maldice... mucho.

-¿No ven la oportunidad que les  estoy presentando? ¿No ven la fama y la fortuna que podría ser suya? -Seven no podía ver una desventaja de eso. ¿Cuál era su problema?

-Yo ya soy rica. Tengo la riqueza de una gran y amorosa familia y no quiero fama -explicó Nana.

Seven rodó los ojos. -Pero la riqueza de una familia no va a pagar tus cuentas.

-¿Cómo fue que terminaste siendo tan insensible? -Hangeng preguntó mientras se apoyaba contra una palmera-. He oído hablar de gente como tú que no les importa lo que destruyen mientras obtengan beneficios económicos.

Seven pensó en su estéril infancia, cómo la única familia que tenía había trabajado hasta el punto de olvidar que tenían un hijo. Sus padres le habían dicho que el dinero era la clave de la felicidad y que para ser feliz, tenía que ser el mejor de los mejores. Bueno, Seven se había convertido en el mejor en lo que hacía, había conseguido el dinero suficiente para ser el hombre más feliz del planeta, pero no lo era. Los únicos recuerdos felices que tenía eran de cuando era un niño y sus padres lo llevaban a casa de sus abuelos durante la navidad.

 

Ellos habían sido amorosos y cariñosos, mostrándole que no todos los padres pensaban en sus hijos como un inconveniente. Pero él siempre se había sentido como que algo faltaba en su vida. Sin importar la cantidad de dinero que hiciera, o cuantos tratos asegurara, había una parte de él que siempre se había sentido intranquila.

Miró a Nana y a Hangeng, sintiéndose un poco extraño por la atracción que sentía hacia ambos, pero Seven   lo atribuía a su descubrimiento. -Ya verás, Nana, una vez que puedas comprar lo que quieras, entrar a cualquier tienda y comprar el lugar.

-¿Eso es todo lo que la vida es para ti, Seven, dinero?

-Nana preguntó-. ¿Eso es todo lo que te importa?

 -Esto no es sobre mí -le respondió, sintiendo crecer ese agujero en su pecho-. Se trata de la forma en que podrías cambiar el mundo.

-Y yo que pensaba que Ebenezer Scrooge era un personaje de ficción -contestó Hangeng-. Si Jongin pensaba que no me quería después de lo que hice, va a pensar que soy un santo cuando conozca a Seven.

-¿Qué tiene que ver Jongin con esto? -Seven preguntó.

-Él es mi papá -confesó Nana-. Y confía en mí, él es alguien que no quieres que esté del lado equivocado.

Seven pensó en el  alcalde  extremadamente grande de Villa Kim que había conocido en el vestíbulo cuando había ido a reunirse con Leeteuk. Seven había creído que el alcalde iba a ser un gordo y perezoso bastardo que no se preocupaba por su villa. El hombre que conoció se parecía al líder de alguna pandilla fuera de la ley, pero por la  manera en que veía a Nana en el vestíbulo, Seven sabía que el hombre la amaba más allá de las palabras.

Y dado el aspecto de la casa en que vivían, Seven tenía la sensación de que nadie iba a venderle. Tenía que recuperar sus pérdidas de alguna manera. Este descubrimiento lo haría rico más allá de sus sueños más salvajes.

-No puedo permitir que se lo digas a alguien -dijo Hangeng mientras se apartaba del árbol-. No lo puedo permitir.

-¿Y cómo vas a detenerme? -Seven preguntó. Incluso si ellos pensaran en abandonarlo aquí, Seven fácilmente podría hacer su camino a casa.

-Manteniéndote en la casa hasta que veas cuán importante es la familia y por qué se debe proteger con la vida -respondió Nana mientras Hangeng tomaba a Seven de la cintura. El hombre lo había tomado por sorpresa y Seven tuvo que detener el gemido —que lo sorprendió. Nadie, ni siquiera sus padres, sabían que Seven era bisexual. No era recomendable en el mundo en el que se movía. Los encuentros que había tenido con otros hombres fueron siempre a puerta cerrada y muy discretos. Le había costado mantener a los otros hombres callados, pero Seven había pagado y había disfrutado de su tiempo.

-Lo siento, Seven -dijo Hangeng al oído-, pero no nos dejas otra opción.

-¿Qué estás haciendo? -Seven preguntó, mientras las palmeras y el mar desaparecían. Se encontró de pie en el vestíbulo de entrada de Nana.

Y Kim Jongin estaba allí de pie viéndolos como si fuera el ángel de la muerte y ellos fueran los siguientes en su lista de víctimas.

 

 

 

Hangeng tragó saliva mientras veía la manera en que Jongin los veía —o más precisamente a él.

-¿Qué estás haciendo aquí? -Jongin gruñó mientras Nana corría y colocaba sus palmas sobre el pecho de Jongin, haciendo todo lo posible para detenerlo. Hangeng tenía la sensación de que no lo detendría si él quisiera pasar por encima de ella.

-Escucha, papá -comenzó Nana-. Es una larga historia.

-Escucharé mientras aso las bolas de Hang-jodido-geng en una fogata.

«Oh cielos».

-¿Por qué infiernos esta él aquí? -Jongin preguntó mientras veía a Seven-. ¿Por  qué  infiernos  esta  con el elf? -El rostro de Jongin se contorsionó con rabia pura-. ¿Qué infiernos le hiciste a mi bebita?

 

Hangeng desapareció llevándose a Seven a la escalera cuando Jongin hizo a un lado a Nana y fue hacia él. El hombre iba a matar a Hangeng. No había vuelta de hoja. Él iba a encontrar una manera de echarle la culpa porque    ambos tenían una segunda pareja.

-¡Él es mi pareja, papá! -Nana gritó mientras agarraba el brazo de Jongin, tratando inútilmente de jalarlo hacia atrás.

Jongin se detuvo.

La casa se quedó en un silencio sepulcral.

Hangeng podría haber jurado que escuchó al mismísimo diablo reírse.

-¿Tu qué?

-Seven es mi segunda pareja -respondió Nana detrás de él-. Así que no puedes matarlo.

Jongin se giró lentamente, taladrando a Nana con  sus  ojos  grises,  su  rostro  manchado  por  la   rabia.

-Espera. Justo. Aquí.

 

Los tres vieron a Jongin caminar por el pasillo hasta su oficina y cerrar la puerta con tanta fuerza, que los dientes de Hangeng retumbaron. Un segundo más tarde, algo muy grande y muy pesado se estrelló dentro de la oficina del hombre.

-Oh, infiernos -murmuró Nana. Entonces, algo más estaba siendo destruido.

-Realmente necesitas trabajar con tu sutileza, hermosa.

Todos ellos se estremecieron cuando algo más se estrelló y oyeron a Jongin maldecir en voz tan alta que la gente empezó a reunirse en la planta baja.

-¿Qué sucede? -Baekhyun preguntó mientras veía a los tres y luego al pasillo.

-Creo que Jongin finalmente se quebró -dijo Suho Wu mientras se acercaba a Hangeng-. ¿Quién es el humano?

Seven vio a Suho y luego volvió a ver a Hangeng.

-Ni una maldita palabra -le advirtió a  su pareja. Seven luchaba por salir del brazo de Hangeng, pero Hangeng no estaba seguro si aún tendría que desaparecer a todos a un lugar seguro-. No te muevas.

Todo el mundo se quedó en silencio cuando Jongin salió de su oficina, con polvo y pequeñas astillas de madera en los hombros y el cabello. -Dime por qué los has traído aquí -le dijo Jongin a Nana.

Hangeng sostuvo con fuerza a Seven porque el werelobo estaría a punto de tratar de matar a Seven cuando se enterara que su pareja quería explotar el mundo sobrenatural.

 

 

 continuara...

 

 

 


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