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53. El Loco Muerdago de Nana. (31) por dayanstyle

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Seven necesitaba llegar a sus archivos. Sabía que Sung Gu lo llamaría pronto, pero ni siquiera tenía su teléfono celular. Sabía que si Sung Gu trataba de llamar y Seven no contestaba, el señor Kang Ta enviaría a un explorador para que averiguara lo que estaba pasando.

Y luego estaba Jung-nam. Si Jung-nam no lograba ponerse en contacto con Seven, se presentaría buscándolo. Eso era algo que Seven no quería que sucediera. Nunca había conocido al tipo, pero las vibraciones que recibía cada vez que hablaban le decía que Jung-nam no era alguien con quien quisiera meterse.

-¿A dónde vas? -Hangeng dijo mientras se daba la vuelta, y jalaba a Seven más cerca de su caliente cuerpo. Aun no podía creer que estuviera acoplado con dos criaturas fey. Era extraño como el infierno. Si no hubiera visto las extrañas siluetas de las figuras, no lo habría creído. Nada de esto parecía real.

-Tengo que regresar a mi departamento. -Seven vio que Nana ya había escapado, y aunque pareciera mentira, ya la extrañaba.

Hangeng acarició el cuello de Seven mientras pasaba la mano por la espalda de Seven. -No puedo dejarte ir, guapo.

Dios, las caricias de Hangeng se sentían como oleadas de fuego que lo recorrían y hacía que Seven quisiera repetir lo que habían hecho antes. Nunca antes había deseado a dos personas de la manera en que deseaba a Hangeng y    a Nana. -Tengo cosas que necesito recoger y llamadas telefónicas que hacer.

Seven gritó cuando Hangeng golpeó su desnudo culo.

-¿Aun tratas de explotarnos, hombre travieso? No puedo dejarte ir.

-Pero no lo entiendes -dijo Seven mientras trataba de salir de debajo del fuerte agarre de Hangeng. Era extraño como el infierno dejar que alguien más lo controlara. Seven estaba acostumbrado a tener el control. Él era el dominante en todas las situaciones. Era el agitador y el motor, no permitía que nadie tuviera la ventaja. Sin embargo, se quedó allí, permitiendo que Hangeng le dijera lo que podía y no podía hacer.

-Entonces explícame -dijo Hangeng mientras besaba el hombro de Seven. Dios, ¿podría el hombre dejar de pensar en sexo por un minuto? Eso le hacía difícil pensar a Seven.

-No puedo. -No había manera de que  Seven pudiera decirle a Hangeng por qué fue enviado aquí. Ya la había jodido cuando mencionó decirle al mundo sobre las hadas. Si alguien se enteraba de que estaba aquí para comprar la ciudad y destruirla, estaba bastante seguro de que Jongin haría más que secuestrarlo.

-Entonces te vas a quedar en la cama conmigo -dijo Hangeng con un travieso brillo en sus ojos verdes. Seven sintió como si estuviera discutiendo con la pared. El hombre no iba a ceder.

Estaba a punto de decirle algo a Hangeng para lograr salir como alma que lleva el diablo de aquí, cuando se oyó que tocaban la puerta. ¿Quién infiernos podría ser?

-Adelante -gritó Hangeng.

-¿Estás loco? -Seven preguntó, haciendo todo lo posible para cubrirse-. Estoy desnudo.

-Tienes una manta, guapo -le recordó Hangeng. La puerta se abrió y un hombre entró con una caja.

-¿Qué traes ahí, Jonghyun? -Hangeng preguntó como si no estuvieran juntos acostados desnudos en la cama. Era embarazoso como el infierno. Seven quería exigir que el hombre se fuera.

-Las cosas de Seven, de su departamento -dijo Jonghyun mientras bajaba la caja.

Seven casi saltó de la cama, hasta que recordó que no llevaba nada más que su traje de nacimiento. Quería golpear a Hangeng cuando el fey comenzó a acariciar su brazo.

-Gracias, Jonghyun -dijo Hangeng cuando el hombre se giró y cerró la puerta detrás de él-. Por Dios, cometo un error y todo el mundo quiere cortarme las pelotas.

-¿Qué les hiciste? -Seven preguntó mientras se apresuraba a salir de la cama para revisar sus cosas. Dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio su maletín. Tenía una cerradura de combinación y parecía que no había sido abierta. Ahora bien, si él sólo tuviera su maldito teléfono.

-Sólo les hice algunas bromas -dijo Hangeng bruscamente-. No tienen sentido del humor.

Seven buscó en la caja y sacó su ropa. Necesitaba hablar con Jongin. Quizás el hombre vería que Seven realmente no quería explotarlos. Solo había estado impresionado por el descubrimiento. Eso era todo. En realidad no había necesidad de mantenerlo aquí.

Seven entró al baño tomó una ducha y se vistió, necesitaba encontrar a Jongin y tener una charla con él. El hombre se veía bastante inteligente. Debería de escuchar razones. Además, el secuestro era ilegal.

Hangeng fue al baño y se duchó. Seven revisó sus archivos y releyó el de Jongin mientras Hangeng estaba ocupado en el baño. Si Jongin era fey, entonces eso podría explicar ¿por qué no había constancia de la primera vez que se postuló para alcalde? Entre más leía, menos le temía al hombre. Así que Jongin podía entrar y salir de los lugares apareciendo, gran cosa. Seven había tratado con reales tiburones en su trabajo por el mundo. No tenía miedo del papá de Nana. El tipo estaba enojado porque su hija  tenía dos hombres. Él lo superaría.

Seguro de poder enfrentar al hombre, Seven tomó el archivo y cerró el maletín cuando Hangeng salió del cuarto de baño. Él no esperó al hombre. Seven salió de la habitación y fue en busca de Jongin.

 

 

 

-¿Es. En. Serio? -Nana preguntó con asombro mientras veía al hermano de Hangeng y luego veía a Tao-. ¿Ustedes lo secuestraron? -Esto no era bueno. Jongin ya quería desollar vivo a Hangeng. Si se enteraba que Henry había puesto a todos en peligro iba a… Nana ni siquiera estaba segura de lo que iba a hacer.

Hace unos días, lo único que quería hacer era ser la pareja de Hangeng. Nada más. Y antes ella había pensado estúpidamente que su vida era complicada. Ahora ella tenía a Seven y Henry estaba aquí sentado, atado y amordazado, lanzándole dagas con la mirada.

Ella ni siquiera quería preguntar ¿qué otra cosa podría suceder, por temor de que los cielos se abrieran y relámpagos cayeran como lluvia en la casa.

-Entonces, ¿qué tienen pensado hacer, tenerlo encerrado por el resto de su vida? -preguntó mientras veía la pulsera alrededor de la muñeca. Ella sabía que era la que Jongin tenía en su escritorio. Neutralizaba el poder de un Fey y le impedía desaparecer. Pero después de tratar de desaparecer, sabía que el brazalete no era necesario. Jongin se había asegurado completamente de que nadie pudiera desaparecer.

-Sí, Luhan no pensó tan lejos -Tao le respondió.

-En este momento sólo tenemos que mantenerlo oculto para que los elfos de las sombras no lo encuentren.

-Yo aún voto por entregárselo a Jongin y que él decida qué hacer -dijo Xiumin.

Nana sintió que su estómago se volvió hielo. -Oh, no. No podemos dejar que lo descubra. -Ella miró alrededor-. De todos modos ¿dónde está Luhan? -Él podría ser un buscador de problemas, pero Nana estaba bastante segura de que el hombre tendría una solución a esto. Era un tipo astuto.

-En la cárcel -respondió Ren.

-¿Qué? -Nana presionó sus manos sobre el vientre mientras veía con la boca abierta a Ren. Todo parecía estar cayéndose a pedazos a un ritmo rápido.

-¿Por qué está en la cárcel? -No había ninguna razón para hablar con su padre si su pareja estaba detrás de las rejas. Jongin estaría furioso ahora. Nana apretó los dientes y se preguntó si ella iba a ser feliz para siempre como todos los demás o si ella estaba condenada a una vida de locura. Todo lo que había querido era la felicidad que veía en las otras parejas. ¿Era eso pedir demasiado? ¿Querer una familia propia con dos amorosas parejas no estaba en su destino? Parecía que tenía obstáculos del tamaño del Empire State saltándole encima y se hacían cada día más grandes. Le dolía el interior por tener una vida con sus parejas, en esta casa, con su familia.

Pero al parecer no iba a conseguir su deseo.

Ella cruzó la habitación y le quitó el pañuelo de la boca a Henry. -¿Cuánto le debes a esos bastardos?

Henry la recorrió con la mirada de la cabeza a los pies, y luego de nuevo otra vez. -Ya veo por qué Hangeng te mantiene para él mismo.

-Si no me contestas, envolveré como regalo tu trasero y te entregaré a esos psicopatas. Ahora dime cuánto debes.

-Cincuenta mil dólares, dulces mejillas.

 

Nana sentía como si alguien la hubiera golpeado en el estómago. Ella no tenía esa cantidad de dinero. Infiernos, no tenía ni siquiera una cuarta parte de eso. -¿Cómo llegaste a tener ese tipo de deuda?

-Déjame ir y te lo mostraré.

-Portate bien. -Baekhyun le gruñó al hombre-. O te patearé el culo.

-¿Dónde vamos a encontrar esa cantidad de dinero?

-Nana preguntó.

-Cariño, si pudieras conseguir cincuenta mil dólares, lo podría usar en…

Nana le volvió a meter el pañuelo en la boca. -En primer lugar, no soy cariño ni dulces mejillas. Parece que necesitas una lección de cómo tratar a una mujer. En segundo lugar, tus días de juego se han terminado.

 

Eso era si Henry vivía después de que Jongin tratara de matarlo. Se giró hacia Tao. -¿Por qué esta Luhan en la cárcel?

Tao señaló con la cabeza a Henry. -Por tratar de lograr traer a este imbécil aquí. Henry estaba en un combate de boxeo ilegal. La policía llegó, y Luhan, Hee Chul, y Key fueron detenidos.

Nana no sabía que Hee Chul y Key estaban allí. Siwon y Jonghyun iban a matar a Hangeng. Ella lo sabía. Tan pronto como se enteraran de que era el hermano de Hangeng el que había causado todo esto, encontrarían la manera de culpar a su pareja. El corazón se le detuvo al pensar en lo que ocurriría.

-¿Jongin sabe que todo esto es por el hermano de Hangeng?

-A menos que Luhan dijera algo, no -respondió Tao.

 

Ella sabía que Luhan no la delataría, lo que hizo que se sintiera aun peor por lo que estaba pasando. Tenía que sacarlo de esa escoria. -¿Dónde están detenidos?

-Seoul -respondió Tao y luego le dijo en qué lugar de Seoul. Nana tenía ganas de lanzar a Henry por esto. Ya era bastante malo que ella estuviera tratando con su padre furioso por sus parejas. Henry tenía que venir a empeorar las cosas.

-Manténganlo escondido -ella dijo mientras salía de la habitación. Tal vez podría escaparse con sus parejas e ir a Seoul y rescatar a los tres. Tenía que haber una manera de lograr que los liberaran y retiraran los cargos.

Nana se congeló cuando vio caminar a  Seven hacia la  oficina  de Jongin, Hangeng  cerca, detrás  de él.

¿Qué infiernos estaban haciendo? Su padre se los comería vivos a causa del estado de ánimo en el que se encontraba en estos momentos.

 

Corrió por el pasillo, pero no llegó a tiempo para impedir que Seven entrara en la oficina de Jongin. Nana quería gritar de frustración. ¿El hombre estaba loco? Estaba a punto de perder al maldito humano antes de siquiera llegar a conocerlo.

Deteniéndose ante la puerta de la oficina de Jongin, se quedó allí aguantando la respiración. Hangeng se quedó junto a la puerta, apoyado en la pared. Cuando Nana lo vio, Hangeng sólo se encogió de hombros.

-Exijo que me dejes ir -dijo Seven junto al escritorio de Jongin. Su padre estaba sentado en su habitual posición con los pies sobre el escritorio, las manos cruzadas sobre el vientre, sólo sus ojos eran oscuros, letales.

Jongin estudió a Seven, sus ojos se oscurecieron aún más, diciéndole a Nana que ya estaba en el borde. -Te sugiero que regreses a tu habitación, humano. Sientete agradecido de que aun respiras.

-¿No sabes quién soy? -Seven preguntó con voz tensa, enojada-. Hay gente que puede estar buscándome al no saber de mi.

Nana corrió hacia delante y jaló a Seven del brazo mientras Jongin lentamente se ponía de pie con una mirada asesina en sus ojos color gris claro. -Al parecer, no sabes quién soy yo -bufó mientras sus ojos se volvían de lobo y sus colmillos salían de su vaina. Nana verdaderamente temía por Seven en este momento. Ella podía decir por el tic en la mandíbula de Jongin que estaba a punto de destripar a su pareja-. Dime, Choi Dong Wook , ¿por qué has venido a Villa Kim?

Seven tragó saliva y dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza rápidamente. -No eres un hada.

Jongin gruñó.

Nana jaló a Seven.

Hangeng maldijo y llegó a su lado.

-¿Cómo me has llamado? -Jongin preguntó mientras comenzaba a caminar alrededor de su escritorio. Nana empujó a Seven a los brazos de Hangeng.

-Sácalo de aquí.

-No antes de que conteste mi maldita pregunta -dijo Jongin con un tono letal en su voz-. ¿Por qué has venido aquí, Seven?

Nana se giró y vio a su pareja humana, en espera de la respuesta.

Seven enderezó la espalda, y miró a Jongin a los ojos

-Vine a comprar el pueblo para la corporación Kang Ta ellos lo destruirán y construirán un centro comercial y viviendas de lujo.

Nana sintió como si su mundo se hubiera roto justo bajo sus pies. No, eso no podía ser cierto. Su pareja no la había engañado. Simplemente no podía haberlo hecho. Ella vio los ojos verdes de Hangeng volverse rojos cuando empujó a Seven, viéndose como si el humano le hubiera cortado el corazón.

-Dime, señor Choi -continuó Jongin-. ¿Tiene Villa Kim una ubicación privilegiada para lo que la corporación Kang Ta planea hacer? Estamos muy lejos de la ruta marcada, no es accesible fácilmente. ¿Por qué una gran corporación quiere esta tierra?

-No es mi trabajo preguntar por qué -respondió Seven-. Yo sello acuerdos para empresas que buscan adquirir ciertas propiedades. -Seven no se oía tan seguro como  lo  había  hecho  hace  unos  segundos.  Nana  se preguntaba a dónde iba Jongin con esto. Conocía a su padre y sabía que él quería llegar a algo.

-Debería ser ese tu trabajo -respondió Jongin-. O de lo contrario nunca sabrías cuándo te vas a meter en la cama con el diablo.

-¿Qué has hecho? -Nana le preguntó a su pareja-. ¿Qué has hecho?

Seven la miró. -Nada. Sólo acepté un contrato. No había nada especial o diferente al respecto.

-No he vivido tanto sin saber un par de cosas -dijo Jongin, acercándose a Seven hasta que estaba sobre el hombre. Nana sabía que debía salvar a su pareja, pero estaba fija en el suelo, el miedo de lo que Seven había hecho la paralizó.

-Es sólo una empresa de tamaño medio que quiere comprar esta tierra -se defendió Seven.

-No -dijo Jongin mientras sacudía   la cabeza-. Hemos investigando al señor Kang Ta durante algún tiempo, Seven. Puede que sea el dueño de la corporación Kang Ta, pero también es el líder principal de los cazadores de vampiros, y tú lo acabas de invitar a Villa Kim.

 

continuara...

 

 

 


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