Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

70. Youngmin (07) por dayanstyle

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

—Muy peculiar —dijo el doctor mientras examinaba a Minwoo—. Nunca he visto una gestación avanzar tan rápidamente. Quiero decir, incluso si eres un vampiro. —El doctor Jaejoong sacudió la cabeza—. Es como si ya te encontraras en el segundo trimestre y solo han pasado tres semanas.

JaeHyo se acercó un poco más, mirando por encima del hombro del doctor. Minwoo tuvo el impulso de cubrirse de las miradas indiscretas. ¿El hombre no creía en la privacidad? Llevaba su ropa interior, pero aun así se sentía muy expuesto.

—¿Qué significa eso? —el príncipe le preguntó al doctor—. ¿Es algo de lo que deberíamos preocuparnos?

Minwoo quería saber lo mismo. Su primer pensamiento fue que Youngmin era diferente, su hambre podría haber sido transmitida al bebé, haciéndolo crecer en formas que no debería. Minwoo podía sentir su corazón latir un poco más rápido, mientras esperaba a que el doctor le respondiera al príncipe.

—Voy a tener que llevarlo a la Casa para hacerle un ultrasonido. Quiero asegurarme de que todo está bien. También quiero hacer un poco más de exámenes de laboratorio. —El doctor se levantó y se giró hacia JaeHyo—. ¿Puedes llevarlo allí?

 

—¿Ahora? —preguntó JaeHyo.

Cerrando la bolsa de exámenes, el doctor Jaejoong sacudió  con  la  cabeza.  —Me  enteré  de  lo  que  está sucediendo, pero puedo asegurar que el señor No Minwoo estará a salvo mientras hago las pruebas.

 

—Ahora se llama Ahn Minwoo Espelimbergo y su seguridad estará en manos de su guardia personal y mis aniquiladores. No voy a correr ningún riesgo con él.

El doctor bufó, era un sonido muy extraño viniendo de alguien que se suponía debía ser siempre profesional. Minwoo nunca había conocido a un doctor de los vampiros que bufara. —Puedes llamarlo Bobi y asignarle un centenar de guardaespaldas, para lo que me importa. Mi única preocupación es la salud de Minwoo y el bienestar de su hijo por nacer. Llévalo a mi oficina esta tarde.

Minwoo se quedó con la boca abierta ante el doctor. Nunca había oído a nadie hablarle al príncipe en un tono tan sin sentido antes. El doctor dio la orden y caminó fuera de la habitación, sin esperar una respuesta. Minwoo en realidad quería sonreír por la audacia del hombre.

—Es bueno que sea el mejor —dijo JaeHyo a la puerta cerrada del dormitorio. Sus ojos parpadearon a Minwoo y éste podía decir que el príncipe tenía algo en la cabeza.

—¿Qué?

 

—Estás preocupado de que el niño vaya a tener el anhelo de Youngmin. —Fue una declaración contundente. Minwoo no quería admitir su miedo. Sentía que estaría traicionando a Youngmin si lo hacía. Pero ¿qué otra cosa podría explicar que el bebé estuviera creciendo tan rápido?

—No te preocupes, Minwoo. Estoy seguro que el doctor encontrará la razón y será muy simple.

Las palabras salieron de la boca del príncipe, pero Minwoo podía ver que incluso JaeHyo estaba preocupado.   Estaba en sus ojos. Sabía que el hombre sólo estaba tratando de consolarlo. ¿Qué se suponía que iba a pensar?

 

Ya su abdomen se abultaba más grande de lo que debería ser y no es que él supiera cómo tenía que verse en una fase determinada de su embarazo.

—Quiero ir a la oficina del doctor. —Tenía que averiguar lo que estaba pasando. Necesitaba saber. Minwoo no estaba seguro de lo que iba a hacer si se enterara… Cerró su mente a esos pensamientos, deteniéndose a sí mismo de preocuparse antes de que supiera lo que estaba pasando.

El príncipe se acercó a la cama, sacando una llave de su bolsillo, y luego se acercó, retirando la pulsera de Minwoo. Debería haber estado feliz de que por fin tenía la temida cosa fuera, pero eso era secundario a sus preocupaciones sobre el bebé.

—Confío en que no vas a tratar de ir a ninguna parte.

 

¿A dónde iría? El único lugar que le interesaba era con Youngmin, y ahora sabía que no era una opción. Si su pareja no tomaba la poción, entonces trataría de comerse a Minwoo. —No voy a ninguna parte.

—Trata de descansar un poco. —JaeHyo se dirigió hacia la puerta—. Voy a enviar a Rome a sentarse contigo.

Como si fuera a ayudar. En este punto, la única cosa que podría calmar sus nervios era el doctor diciéndole que todo estaba bien. Tomando una profunda respiración, Minwoo se giró a su lado y cerró los ojos, esperando hasta que llegara el momento de ir a hacerse sus exámenes.

 

 

 

Youngmin se agarró las sienes, tratando de bloquear las voces que susurraban en su cabeza. No podía entender lo que decían, pero el zumbido constante de voces era cada vez más fuerte, como una colmena donde las abejas se multiplican por miles. Se dio la vuelta, con los ojos en busca de las sombras que podría haber jurado que acababa de ver, pero no había nadie allí.

—Contrólate. —Se secó el sudor de la frente—. No es nada. Nadie está aquí para matarte y no hay nadie en tu cabeza. —Pero no importaba lo mucho que tratara de convencerse de que era la poción, no él; Youngmin se sentía como si estuviera cayendo más y más en la locura. Ladeó la cabeza, escuchando, jurando que oyó a alguien caminar por los pasillos de su casa. Se movió de su habitación, después de los sonidos crecían cada vez más fuerte.

Youngmin se detuvo cuando vio a alguien de pie en el salón de baile que se utilizaba durante las fiestas más extravagantes. No era nada más que un espacio vacío que tenía vides llenas de maleza y retratos olvidados en la pared.

—¿Quién eres y por qué estás en mi casa? —Gruñó la pregunta, dispuesto a matar a quien había pensado que podía caminar por aquí y echar un vistazo alrededor.

Cuando el hombre se giró, Youngmin respiró profundo. De pie allí, tan real como siempre, estaba Marsian Espelimbergo. Sus rasgos eran jóvenes, antes de haber envejecido, antes de haber sido sacrificado justo en frente de los ojos de Youngmin. —No, en realidad no eres tú.

El zumbido en su cabeza creció más fuerte, por lo que Youngmin cerró sus puños en las sienes. Nada de esto era real. Nada. Una risa amarga llenó la habitación, helando a Youngmin.

—Eres un fracaso como hermano y pareja, Youngmin. No mereces ser padre. Tomaste la virtud de esa chica y ahora tendrás que pagar el precio por el resto de tu vida.

 

—¡No tomé nada! —Youngmin gritó a la voz—. Ella vino a mí, a seducirme. ¡Victoria no era pura! Ella estuvo con muchos hombres, incluso antes de venir a mi cama. —Cuando se trataba de sexo, el género nunca había sido un problema para Youngmin. Había sabido que Victoria no era pura. No le importaba. Era joven y con ganas de dormir con una hermosa mujer. Pero no debería tener que pagar por un revolcón por el resto de su vida.

Youngmin sintió su forma original emerger cuando una siniestra risa se hizo eco en las paredes del gran salón vacío.

—Mentiras. Tu hijo nacerá tan perverso como tú.

 

Youngmin se dejó caer de rodillas, gritando sus torturantes preocupaciones. Eso era exactamente lo que temía. Estaba aterrorizado de que su hijo tuviera el deseo por la carne, deseando devorar a los más cercanos a él. —Por favor, no, no él —Youngmin rogó, sus hombros temblaban—. No mi bebé. Te daré mi vida, mi alma si me aseguras que no heredará la maldición.

—Ya has oído al Guardián. Un gran sacrificio debe hacerse. Si no vas a matar a tu pareja, entrega a tu hijo.

Saltando, Youngmin echó la cabeza hacia atrás, rugiendo mientras su forma original surgía plenamente. Era medio metro más alto, con la piel de un tono púrpura. Sus colmillos llegaron a su barbilla, sus uñas ahora eran garras negras. Aún tenía su poder de razonamiento, pero la locura estaba tratando de robarle eso.

No importaba lo que Youngmin estuviera experimentando, juró que nadie mataría a su hijo ni a su cónyuge. Comería al que incluso se atreviera a acercarse a ellos.

—Todo está en tu cabeza.

 

Girándose alrededor, cayó en cuclillas, Youngmin silbó cuando vio a Him Chan de pie delante de él. Saltó, con ganas de desgarrar al demonio. Quería que el hombre conociera el dolor que era un ser vivo, un monstruo dentro de él. Youngmin quería que Him Chan pagara por abandonarlo, y a sus hermanos.

El demonio se movió velozmente, fuera del alcance de Youngmin. —¡Basta, Youngmin! No soy tu enemigo.

Youngmin no quería oír eso. No quería escuchar toda la bonita mentira que este hombre diría para justificar lo que había hecho. No, él quería al hombre muerto a sus pies. — Engañaste a mi madre, plantaste tu semilla en su vientre, y luego te alejaste como si mis hermanos y yo no fuéramos nada más que…

—No digas eso —Him Chan advirtió en un tono que era poco más que un susurro—. Por favor, Youngmin.

—¡Maldigo el día que me enteré de que eres mi padre!

 

Youngmin sintió todo su cuerpo fijarse en su lugar, su ritmo cardíaco se hizo lento. Sus ojos se abrieron como platos mientras miraba a Him Chan que estaba de pie allí con lágrimas corriendo por su rostro. —No se les permitió saber.

Y Youngmin no vio nada más.

 

 

 

Minwoo arqueó su espalda y soltó un grito espeluznante al sentir la conexión entre él y Youngmin cortarse. Se sentía como si alguien hubiera usado una navaja de afeitar cortando su corazón. El doctor Jaejoong lo agarró, tratando de sujetarlo mientras convulsionaba, su cuerpo estremeciéndose tan fuerte que sabía que sus huesos se romperían.

—¡Sostenlo abajo! —el doctor le gritó a alguien mientras Minwoo sentía la pérdida profundamente, tan  profundamente que se cerró, se arrastró hasta la esquina más oscura de su mente donde puso sus brazos alrededor de su cuerpo y se hizo un ovillo, llorando por una pareja que acababa de morir.

 

 

—Rompiste tu palabra —dijo la fuente primaria cuando Him Chan cayó de rodillas, viendo los cuerpos sin vida de JaeHyo, Kwangmin, y Youngmin que yacían en el suelo, a sus pies dentro del vacío.

Los sollozos de Him Chan sacudían su cuerpo mientras tomaba a Youngmin, acunando al hombre en sus brazos mientras se mecía hacia atrás y adelante, presionando su mejilla contra la cara de su hijo. Él amaba a todos, pero era Youngmin el que había estado más roto, el que había necesitado más amor y cuidado.

Y él no había sido capaz de hacer nada, simplemente sentarse y ver cómo su hijo sufría tanto.

Levantando la cabeza Him Chan gritó: —Me creaste como la vida, sin embargo, ¡me castigas siendo el padre de una raza de seres! ¿Quién te hace responsable? ¿Quién te permite que tengas riendas en cuanto a la decisión de matar a mis hijos?

—Dime por qué no debería acabar con todos.

 

Dejando a su hijo, Him Chan se puso de pie, sus alas coriáceas saliendo mientras se cambiaba en lo que él nació. Garras afilados de treinta centímetros como las mejores espadas crecieron. Una hilera de dientes mortales surgió, su piel se puso roja y se formó una cola de un metro de longitud. Cuernos brotaron de su cráneo, su cuerpo retorciéndose en una forma que nadie había visto nunca. Él era la vida, su composición genética contenía toda la criatura que había nacido. —Si puedo combinar fuerzas con Wheesung,  podemos extraer el tejido del tiempo, destruyendo todo lo que has creado y, a al mismo tiempo matarte.

Him Chan fue más allá del punto de cuidado. Estaba cansado de tener que darle la espalda a su amada raza. Estaba harto de tener que inclinarse ante cada orden de la fuente primaria. Si tenía que acabar con toda la existencia con el fin de detenerlo, entonces no tenía ningún problema de arremangarse y patearle el culo.

—¿Qué sacrificarás para mantener tu raza, para eliminar la maldición de la cabeza de tu propio hijo? ¿Qué darías a cambio de enjaular a Wheesung por toda la eternidad?

No, la pregunta debería ser, ¿qué estaba Him Chan dispuesto a perder? Pensó en Daehyun y Jong Up, los dos hombres que eran el latido de su corazón. Pero también pensaba en la vida de los vampiros, que tenían sus propias parejas, sus propias familias. Había miles de ellos, tratando de crear un hogar feliz, ganarse la vida, y no querer nada más que los dejen en paz. ¿Estaba dispuesto a negarles eso, sólo para estar con sus parejas? Sí, lo estaba, pero sabía en su corazón que no iba a ser tan egoísta. Él era la vida. ¿Cómo podría condenar a tantos a la muerte?

Ya había perdido la pelea con Wheesung y el hombre estaba corriendo libre en alguna parte. Pero Him Chan sabía que no podía ir tras él. La fuente primaria no lo dejaría libre hasta que tomara una decisión egoísta.

Pero no podía ser egoísta. No cuando tantas vidas estaban en la balanza.

Llegando con sus parejas, Him Chan los llenó con todo el amor que tenía en su corazón por ellos antes de levantar la cabeza, cuadrar los hombros y enderezar su columna. —Te doy mi vida.

 

—De acuerdo.

 

continuara...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).