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Fugitivos II: ¿Una razón para vivir? por diidi1897

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Notas del capitulo:

¡Hola!

 

En el capítulo anterior…

-Listo, terminamos-avisé con alegría mientras terminaba de acomodar a Daniel en su posición inicial-Estando uno limpio, se siente mejor ¿Verdad?-me quité el octavo par de guantes que había utilizado; todavía se veían limpios, pero la regla primordial era botarlos sin importar nada

-Sí…-murmuró

-Ahora voy a prepararte el desayuno-anuncié mientras no dejaba de limpiar y cerrar todos los frascos que había utilizado

-Gracias-apenas y conseguí escuchar su murmullo, pero escucharlo me hizo sentir bien

-A ti-le sonreí-Por ser un buen paciente-le reconocí y es que, muchos otros pacientes eran más complicados y difíciles de convencer para cambiarles el pañal-Continuemos trabajando juntos ¿De acuerdo?-él asintió con timidez y reafirmé algo.

Desde el primer día me di cuenta de que Daniel era muy diferente a Sean en todo.

¿Por qué personas tan diferentes entre sí, estaban juntas?

¿Qué tipo de relación existía entre los dos?

-¿Qué sucede?-escuché lejana la pregunta de Daniel y solo atiné en negar

-Nada…-contesté vagamente-Quieres…-recobré de a poco la compostura-¿Quieres escuchar algo de música en lo que preparo tu desayuno?-sonreí

-¿La del piano?-preguntó con voz muy baja.

Desde la segunda visita que le hice a Daniel, me había decidido en traer una bocina inalámbrica que siempre tenía encendida en mi oficina; la utilizaba para amenizar un poco el ambiente nervioso y estresante que me rodeaba. La música que ponía, como era de esperarse, se trataba de Jazz y una que otra de orquesta. Eran mis géneros favoritos porque conseguían calmar y relajarme, además de que era la indicada y recomendada por los expertos.

Mi bocina ahora reposaba sobre un buró de Daniel, pero como la semana pasada Daniel había estado más dormido que despierto, solo fue capaz de escuchar, durante algunos intervalos de tiempo, las piezas maestras

-¿Qué es ese sonido?-fue lo primero que me preguntó cuándo repentinamente regresó del mundo de los sueños mientras yo me estaba encargando de acomodar la ropa limpia que le había lavado más temprano; porque sí, mis labores de enfermero a domicilio también incluían el aseo de todo lo que le pertenecía. Absolutamente todo

-Música clásica. Estás escuchando una pieza no tan popular de Bach-le respondí de inmediato

-¿Pieza de Bach?-preguntó medio adormilado y recordé mis propias conjeturas. Fueron suposiciones a las que llegué después de saber un poco más sobre los antecedentes de Daniel.

Si él había permanecido encerrado durante quien sabe cuánto tiempo, tal vez, solo tal vez, él no conocía la música.

Cuando especulé sobre ello, me pareció imposible, pero ahora, me pareció más que un hecho. De tan solo imaginar que alguien no conocía la música; que nunca había intentado escuchar la música clásica, aunque después desistiera de continuar escuchando el género, me pareció un dato bastante triste.

La música movía generaciones, se involucraba en movimientos sociales, incluso la música estaba presente en algunas terapias… era algo mágico.

¿Cómo alguien podía vivir sin conocer la música?

Yo no lo llamaría vida

-Bueno, sé que es complicado de entender, pero hem…-pensé mejor mis palabras-Es un compositor alemán muy famoso-empecé a explicar-Ese sonido es del piano, el instrumento principal del preludio…-Daniel no dijo nada más. Solo de un momento a otro volvió a quedarse dormido así que ya no pude continuar con mi intento de explicación, pero eso no me desanimó así que continué poniéndole música, incluso le había dado esa recomendación a Sean, pero no sabía si los días de la semana en que no había venido, lo hizo.

Suponía que sí, pero Daniel no había mencionado nada más respecto a ese tema, hasta ahora

-¿No te gustó?-hice una mueca y Daniel, a pesar de que estaba despierto, no dijo nada-Traigo una USB con más música, podemos escuchar unas partes para que elijas la que te llame la atención-

-Sí-lo vi pasar saliva-Bien-me observó con su ojo sano entreabierto

-Por favor, espera un momento-pedí y de inmediato quité el seguro de la puerta que dejé entreabierta a mis espaldas y troté hacia mi automóvil.

Internamente, me emocionaba mostrar mis gustos a las nuevas personas que conocía porque siempre esperaba acercarme más a ellas. Me gustaba crear lazos con las personas así que, mi táctica era dar a conocer mis gustos, mostrarlos, hablar entusiasmadamente de ellos y esperar a ver la reacción de la otra persona.

Si esa persona se abría conmigo y empezaba a mostrarme sus propios gustos, me maravillaba de inmediato. Me gustaba platicar y que me platicaran porque adoraba relacionarme.

Abrí la puerta del copiloto y revisé el interior de la guantera hasta que saqué una pequeña bolsita de plástico con ziploc. Dentro de ella tenía unas cuantas memorias y unos cables que utilizaba para cargar mis aparatos electrónicos como celular, baterías portátiles y otras cosas. Tiempo atrás había querido darles un mejor lugar de almacenamiento, pero no se daba la oportunidad.

Cerré la puerta y con mi típico trote de emoción, regresé al interior de la casa.

Caminé a paso apresurado hacia la habitación e ingresé con la respiración agitada

-Listo-anuncié y Daniel dejó de observar el techo para voltear a verme. Abrí la bolsa y tanteé el interior-¿Puedo sentarme a tu lado?-pedí permiso para que mi emoción no lo asustara

-Sí-murmuró y noté resequedad en sus palabras

-¿Quieres agua?-le pregunté mientras tomaba asiento a su lado y él negó-Lo mejor será que primero te prepare el desayuno-dudé un poco sobre mis planes personales. A veces podía llegar a ser muy apasionado con las cosas que me emocionaban y me gustaban. Revisé la hora en mi reloj de pulsera y vi que apenas eran las 9:15 de la mañana-Podemos esperar un poco…-

-No…-Daniel respondió con un poco más de fuerza y lo observé con una sonrisa de lado-Quiero escuchar-

-Será como tú quieras-sonreí con más ganas y empecé a hacer las conexiones necesarias. Después volví a tomar asiento junto a él y, con mi celular en mano, empecé a controlar la bocina.

Daniel y yo, juntos, empezamos a escuchar mi repertorio.

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-Me gusta…-dijo Daniel en un murmullo y lo observé con una sonrisa. Esos 20 minutos que llevábamos escuchando mi repertorio, no pude dejar de sonreír

-Al parecer te gusta el estilo del romanticismo-le mencioné

-¿Quién?-Daniel ahora habló con su ojo sano cerrado

-¿Ya te cansaste?-le pregunté y él negó

-¿Quién es “romanticismo”?-repitió cansinamente. Lo observé un momento y después suspiré.

Lo mejor era no insistir con algo que los pacientes negaban. Muchas veces se estresaban rápidamente así que lo mejor era “Darles por su lado” para que se sintieran cómodos y continuaran colaborando.

Cuando se les intentaba llevar un poco la contraria, ellos se cerraban y eran imposibles de tratar. Me había pasado con uno que otro paciente de la tercera edad, así que no debía pensar que, porque Daniel era joven, la situación iba a ser diferente. No lo conocía muy bien así que mi experiencia debía sobreponerse

-Romanticismo fue una época y en esa época se creó este tipo de música-le expliqué-Todas las piezas que me has dicho que te gustan, fueron creadas en esa época-recalqué-El compositor que más me gusta de esa época es Schumann, que también era alemán-sonreí. Al parecer no podía dejar de lado a mi propia sangre.

Daniel no mencionó nada, pero su atención continuó en el concierto en La menor de Schumann

-Iré a preparar tu desayuno-le comenté y solo recibí un pequeño si de su parte.

Salí de la habitación, pero dejé la puerta totalmente abierta para continuar escuchando la música.

Justo antes de que entrara con total confianza a la cocina, me aseguré de que Sean ya no estuviera en ella y solo entonces, ingresé. Prefería hacer mi trabajo cuando nadie me observaba y menos Sean.

Empecé a preparar la papilla de Daniel que incluía amaranto, leche de arroz y una manzana roja. Iba a ser una ligera para ver cómo la recibía.

Primero corté la manzana en trozos muy pequeños y después vacié todos los ingredientes en la licuadora para empezar a triturarlos. Era una papilla sencilla, pero bastante aceptable porque cada ingrediente ayudaba a combatir la anemia, mejoraba el tránsito intestinal, era energética y reforzaba el sistema inmunológico. Bastante completa y era justo lo que Daniel necesitaba.

Lo recomendable era no triturar ninguna fruta ni verdura, todo debía comerse entero, pero ya que la debilidad muscular de Daniel estaba presente también en su mandíbula, por el momento debía de romper con esa regla que teníamos los nutricionistas.

Cuando la consistencia de la papilla me agradó, al igual que el sabor natural sin azúcar, vacié el contenido en un plato hondo y tomé una cuchara para regresar a la habitación de Daniel.

Daniel también fue un buen paciente porque comió la papilla con gusto y se terminó más de la mitad de lo que preparé. Mientras él comía, no perdí de vista ninguno de sus movimientos; noté que masticaba solo un poco más la papilla antes de comerla por completo y de que también le prestaba atención al sabor porque movió de un lado a otro la comida dentro de su boca.

No preguntó ni mencionó nada a cerca de la comida, pero yo me encargué de decirle lo que estaba comiendo porque era un protocolo personal. Me gustaba que mis pacientes estuvieran enterados de todo lo que hacían y les hacía

-Vamos a recostarte nuevamente para que duermas un poco-indiqué mientras dejaba el plato con la papilla y la cuchara sobre el buró y me acerqué a Daniel, pero lo vi negar

-Quiero estar así-se retrajo y comprendí que no quería que lo tocara

-Está bien, pero si te cansas, avísame de inmediato ¿Bien?-pregunté y él solo asintió. De nuevo revisé la hora y me encontré con las 10:45. Al parecer sí me había tardado en darle de desayunar y todavía debía hacer más cosas.

Mientras Daniel disfrutaba de la música, me dediqué en limpiar todo lo que había utilizado en la cocina y de acomodar las compras que había realizado. Clasifiqué absolutamente todo dentro del refrigerador y con un trozo de cinta y marcador permanente coloqué la respectiva fecha en que todo había sido adquirido, tal y como hacían en los restaurantes para llevar el control de frescura y calidad.

Después regresé a la habitación con la esperanza de encontrar a Daniel dormido, pero para mi sorpresa todavía estaba despierto

-¿Tienes calor?-le pregunté mientras hacía de lado las cortinas de la ventana para que la luz natural entrara

-No-respondió en medio de un suspiro

-Bueno-sonreí-Ahora toca lavarte los dientes y voy a hacerte algunas pruebas de rutina para los informes ¿Estás de acuerdo?-él asintió y procedí.

Primero fui al baño para tomar la pasta dental y el cepillo de dientes. Vertí ¼ de agua en el vaso y tomé una toalla pequeña. Regresé y tomé asiento a su lado

-Abre la boca-pedí y él obedeció. Empecé a lavarle los dientes y después le indiqué que hiciera gárgaras para finalmente escupir el agua sucia en el vasito. Con la toalla le sequé el contorno de sus labios-Ya está-le sonreí.

Daniel era un buen paciente, en verdad. Me resultaba muy grato trabajar junto a él. No repelía, no discutía, no era malhumorado y cooperaba sumisamente. No era alguien altivo o enojón.

La juventud y sus ganas de recuperarse eran demasiado notorias y eso me motivaba en demasía.

Lavarle los dientes era una actividad del diario que incluso me parecía entretenida cuando la hacía porque él era considerado; mantenía la boca abierta hasta que le daba una nueva petición, además de que esperaba con paciencia a cada cepillada que le daba.

Aunque no hablaba demasiado, me respondía cada que le hacía una pregunta que estuviera involucrada con su salud.

¿Cómo una persona como él, tan amable, linda y cooperativa, había terminado con esas heridas en su cuerpo?

Era una pregunta que me abordaba cada que lo observaba dormitar porque… era difícil de creer. Era muy complicado.

Suspiré.

Pero ahora Daniel se encontraba a salvo y nada más iba a poder lastimarlo porque ahí era donde Sean entraba.

Se notaba a leguas lo considerado que Sean era con Daniel.

Parecía que no, pero él estaba atento a todo y en todos. La primera semana que empecé a trabajar con ellos, lo noté demasiado atento y curioso con todo lo que yo hacía en Daniel, pero ahora, siendo cerca de la 1 de la tarde, Sean no había aparecido.

Entendía que sus nervios de la primera semana menguaban y eso quería decir que empezaba a confiar en mi trabajo. Seguramente había hablado con Daniel para preguntarle sobre lo que opinaba de mí y al parecer, todo resultó ser a mi favor. Mi trabajo parecía ir por buen camino

-Falta poco para que el doctor Otis llegue-mencioné mientras acomodaba los pañales de Daniel en un cajón bajo del buró y los cubrí con unas sábanas; aunque utilizar pañal no era sinónimo de avergonzarse, todo era para mantener su privacidad-Voy a estar en la cocina para prepararte la nueva papilla ¿Necesitas algo más?-Daniel negó-Dejaré la puerta entreabierta y ya sabes que si necesitas algo solo di mi nombre. Con el walkie-talkie podré escucharte ¿De acuerdo?-asintió y lo vi acomodarse de mejor manera entre la almohadas. Al parecer se preparaba para dormir un poco mientras esperaba al doctor Otis.

Salí de la habitación sin mencionar nada más y haciendo el mínimo ruido posible.

La casa, si no fuera por la música que continuaba escuchándose, se encontraría en un silencio insoportable. La calma era buena, pero no exageradamente.

Justo cuando ingresé a la cocina, por estar tan metido en mis pensamientos, no me percaté de la presencia de Sean, así que no pude evitar hacer una pequeña exclamación de sorpresa

-Ah, lo siento. No te había visto-coloqué una mano sobre mi pecho como reflejo. Sean solo me observó de reojo, pero no mencionó nada.

Él se encontraba sentado en frente de la isla. En una mano tenía su celular y con la otra sostenía un tenedor con un trozo de fresa clavada en él. En frente de él había un plato hondo con una gran variedad de frutas y recordé las frutas que vi en el refrigerador cuando acomodé lo que yo había comprado

-¿Ya almorzaste?-Sean se levantó de su asiento y fue hacia el refrigerador sin dejar de masticar

-No, hem-dudé-Pensaba hacerlo antes de que llegara el doctor Otis y de prepararle la comida a Daniel-inventé porque en realidad se me había olvidado almorzar y ahora que Sean lo mencionaba, mi estómago había vuelto a la vida, pero no podía decirle eso porque iba a ser contradictorio.

¿Cómo alguien, a quien se le olvidaba comer, cuidaba de alguien más? Sería imposible de creer, pero pasaba.

Sacó un bote de yogurt que había en el refrigerador y después regresó a su asiento. En silencio, lo vi destapar el bote y vaciar un poco sobre su plato

-Puedes tomar lo que sea-me informó-Para comer estuve buscando algunos restaurantes a domicilio ¿Conoces alguno que sea bueno?-por un momento, me quedé en blanco, pero me recobré.

Sean estaba hablándome con normalidad y no me había preparado para ello

-Conozco uno que se encuentra a las afueras del centro, su especialidad son los filetes de cerdo ahumado con ensalada de patata-hice el signo de “Ok”-Tienen buen sabor-mi respiración se esfumó cuando vi la sonrisa de lado que Sean hizo

-¿Cómo se llama?-

-Lindenbraü-respondí en un susurro que Sean captó. Asintió y empezó a teclear en su celular. No pude moverme porque continuaba en shock por esa situación que me pareció tan inusual

-¿No vas a almorzar?-Sean mencionó y recordé que continuaba de pie en medio de la cocina y sin hacer nada. Me sentí tonto.

Parpadeé y reaccioné apenas un poco

-Sí, claro. Gracias-sonreí y empecé a moverme.

Saqué del refrigerador la fruta que no era de Daniel y empecé a cortarla. Después, cuando mi plato estuvo casi lleno, lo tomé entre mis manos y pensé en si podía tomar asiento a un lado de Sean o no… dudé, pero decidí arriesgarme. Me acerqué y, muy lentamente, fui tomando asiento a su lado.

Él no hizo ni mencionó nada sobre mis acciones así que tomé más confianza.

Vacié un poco de yogurt sobre la fruta y empecé a comer mientras, de reojo, observaba a Sean.

Lo detallé. Se veía cansado, tenía bolsas bajo los ojos, los cuales, también estaban ligeramente rojos. Incluso su piel se veía descuidada y su barba amenazaba con uno que otro tono oscuro que empezaba a sobresalir

-Tengo gotas para los ojos-mencioné y cuando terminé de hablar, me arrepentí casi al instante

-¿He?-Sean me prestó atención y yo tartamudeé

-Ha, lo digo, porque… hum-me puse más nervioso-Me di… cuenta de que tienes los ojos rojos-señalé mis propios ojos-Tengo unas gotas muy buenas que pueden servirte-

-Oh…-Sean sonrió sin muchas ganas-Claro. Estaría bien-dejó a un lado su celular y continuó enfocado en su plato.

Continuamos almorzando en silencio hasta que no soporté la incertidumbre

-Cuando estaba estudiando-empecé a dar mi introducción-Tuve una materia artística-sonreí por los buenos recuerdos que llegaron de inmediato a mi mente-A los enfermeros nos sirven ese tipo de materias para sensibilizarnos y empatizar aún más en nuestra profesión-con mi tenedor, empecé a jugar con las fresas-Gracias a esa materia y aunque no lo creas, ahora soy bueno para darme cuenta de cuando las personas tienen un problema en mente…-vacilé-Puedo ver que tienes algo que te preocupa…-lo observé con duda

-No es un problema-suspiró-Eso creo-sus cejas se fruncieron-En la madrugada recibí una mala noticia-

-Oh-jugueteé un poco más con mi comida-No te preocupes-sonreí a pesar de que él no me observaba directamente-En esta vida todo tiene solución, excepto la muerte-afirmé y sonreí con más ganas.

Me gustaba motivar a las personas con esa frase porque, en verdad, todo, absolutamente todo, cuenta con una solución menos la muerte.

Noté que Sean sonreía de lado y dejaba de lado su tenedor

-Tienes razón-lo vi masticar lo último que tenía de fruta y después se levantó de su lugar.

Me sentí un poco incómodo por el repentino cambio de ambiente; me hizo sentir como si hubiera dicho algo malo.

Observé durante un momento más a Sean. En silencio total lavó los trastes que había utilizado para comer y después lo vi sacar una botella con agua del refrigerador; bebió la mitad del contenido y después volvió a guardarla.

Quise mencionar algo más, pero las ideas no fluyeron y me noté a mí mismo un poco inquieto. Y justo cuando tuve un nuevo tema de conversación en la punta de mi lengua, el timbre de la casa resonó

-Yo voy-dijo Sean y salió de la cocina.

Solo hasta que se alejó, pude respirar con calma

-¿Lo hice enojar?-murmuré para mí mismo-Imposible, no-negué. No había hecho o dicho algo extraño ¿Verdad?. Seguramente solo fue el cambio de “personalidad” que tuvo en un instante. Sí, seguro había sido eso.

Escuché la voz de Sean a la distancia y también reconocí la voz del doctor Otis.

Y el día transcurrió de esa manera.

Otis hizo su trabajo con un Daniel medio adormilado, pero conseguimos un avance porque logramos que Daniel se mantuviera enderezado sobre la cama sin la necesidad de utilizar una almohada que lo sostuviera en la espalda baja. Por supuesto que solo lo consiguió durante 10 segundos, pero eso fue más que suficiente.

Otis se encargó de masajear el cuerpo de Daniel y cuando la sesión terminó, Daniel acabó totalmente rendido porque durmió el resto de la tarde.

Yo velé su sueño y cuando dieron más de las 7 de la noche, Daniel despertó.

Platicamos un poco sobre la sesión con Otis y después le di de cenar una papilla que tenía como base la zanahoria. Esa papilla no le gustó tanto así que solo comió menos de la mitad.

Y cuando el cielo empezó a tonarse oscuro, encendí las luces de la habitación y del pasillo que daba a la habitación de Daniel porque a él no le gustaba quedarse a oscuras y además no le era problema conciliar el sueño con la luz artificial porque volvió a quedarse dormido casi en un instante.

Me dediqué en arreglar y limpiar unas cuantas cosas más y después, justo cuando estaba guardando mis cosas en mi mochila, Sean volvió a aparecer.

Nos despedimos como algunas veces habíamos hecho; se incluía un “Gracias” y “Nos vemos” de su parte. Y después, justo cuando empecé a cerrar la puerta de la entrada, vi a Sean ingresando a la habitación de Daniel.

Caminé lentamente hacia mi automóvil y cuando por fin tuve puesto el cinturón de seguridad, respiré profundamente.

Otro día más se había terminado y ahora, era momento de regresar a casa.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer!


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