Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

92. Plumas y Piel (06) por dayanstyle

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Sentado en una silla, en el dormitorio, Jong Hyun estaba de espaldas a la pared de color neutro, con una nueve milímetros en su regazo. Era pasada la medianoche, pero era incapaz de dormir. No cuando la amenaza aún colgaba sobre su cabeza y alguien podría forzar la cerradura y entrar en silencio. En el pasado, había pasado días sin dormir, y la falta de sueño solamente le recordó por qué había odiado tanto eso.

Sus ojos ardían y su cabeza latía, pero se negó a cerrar los ojos. Para ayudar a mantenerse despierto, de vez en cuando miraba a Jung Shin que estaba acurrucado en la cama, dormido, su cabello rubio regado por su cara. Más de una vez, había estado tentado a meterse en la cama.

Lo único que lo detuvo, fue la actitud de Jung Shin, que en varias ocasiones, le indicó que no quería estar cerca de él.

Desde la noche en que se conocieron, lo había rechazado. Y   desde esa misma noche, Jong Hyun había querido coger al cisne. Encontrar a su compañero podría haber pasado en el peor momento, pero su pene no conocía la diferencia.

Su tigre se mantuvo gruñéndole, para que se acercarse al cisne. Sólo que no estaba seguro, de si era para coger al chico o comérselo. Jung Shin olía... Jong Hyun se sentó allí, tratando de pensar en la palabra adecuada. Lo único en lo que podía pensar era en suave y esponjoso.

Jong Hyun sacudió la cabeza, ante la ridícula idea. No importa qué, nunca permitiría que su tigre tomara el control. Tenía la sensación, de que la bestia estaba irritable debido al rechazo. Un chico podría tomar solamente un poco de esto, antes de que realmente doliera.

Y Jung Shin lo había herido. Pero no culpaba al tipo. Realmente no.

 

 

 

Dadas las circunstancias, sintió que su compañero lo había manejado bastante bien. Desabrochó los primeros botones de la camisa, subiendo la manga hasta los codos, luego se pasó una mano por el pelo.

Las últimas veinticuatro horas, habían sido agotadoras, y ahora estaba encerrado en una habitación de hotel, a la espera de que un viejo se pusiera en contacto con él, un conocido que podría no estar vivo.

Todo lo que quería hacer, era acurrucarse junto a su compañero y dormir por las próximas diez horas. No era frecuente que eligiera el sueño, por sobre la posibilidad de tener sexo, pero sus huesos se sentían cansados.

Jung Shin se dio la vuelta, murmuró algo, y luego metió las manos bajo la mejilla. El movimiento hizo caer su bata, y Dios, el pene del hombre estaba en exhibición.

Jong Hyun curvó sus manos haciendo puños, obligándose a mirar hacia otro lado, pero cada pocos segundos, se volvió a observar  la cama. ¿Cómo se suponía que se sentara allí, duro como una roca, y pretendiera que no quería a Jung Shin con cada fibra de su ser?

Era como si el cisne, lo estuviera provocando.

“No, no lo está. Deja de tratar de pensar en alguna razón para meterte en la cama con él”.

Eso era exactamente lo que estaba haciendo. Su mente evocó todo tipo de excusas que podía dar para no tener sexo con Jung Shin. Se le ocurrió algo que lo mantenía clavado en su asiento.

El Taser no estaba a la vista y eso lo sacó de su estado de ánimo.

No había visto donde el cisne había escondido su pistola eléctrica, y él no estaba dispuesto a averiguar si estaba bajo la almohada del hombre.

 

 

 

Mientras estaba allí, sentado, imaginándose meterse en la cama, sus ojos se sintieron pesados, como si alguien estuviera tirando de sus párpados hacia abajo.

Su cabeza lentamente se inclinó hacia la derecha, mientras se acomodaba más en la silla. En un segundo dormitaba, y al siguiente tenía sus ojos abiertos de par en par. Su pistola fue rápidamente a su mano y apuntó a la sombra que se veía debajo de la puerta.

—Parece que el tiempo te ha vuelto algo descuidado. Recuerdo cuando podías permanecer despierto durante días.

Jong Hyun se movió de la silla y cogió la manta, tirándola sobre la forma desnuda de su pareja. —A la otra habitación.

Los dos se trasladaron a la sala principal. Jong Hyun cerró la puerta del dormitorio, metió la pistola en la parte trasera de sus vaqueros.

—Tuviste  suerte   de  que   no  soy   uno  de   los  hombres  contratados para matarte. Hubieras sido un blanco fácil.

—Deja de joder —dijo Jong Hyun.

Se dirigió a la nevera, donde había escondido una botella. Desenroscó el tapón, agarró dos vasos de plástico y los sirvió. Le entregó la copa a Kenta, antes de que servirse así mismo.

Kenta miró a Jong Hyun de arriba abajo. —No has cambiado.

—Tú tampoco.

Kenta era de la altura de Jung Shin, delgado, con el pelo color rubio rojizo y ojos expresivos, de color verde mar. Había sido magnífico en ese entonces, y aún hoy era impresionante. La única diferencia, era que Kenta tenía una larga cicatriz que iba desde la oreja izquierda, hasta la clavícula.

A pesar de su estatura, el shifter conejo era tan letal como se veía. Parecía ser inofensivo e inocente, pero una persona cometió el error de ir en contra de Kenta Sasabe.

 

 

Kenta tomó un sorbo de su bebida, mirando a Jong Hyun. —Me han dicho que estabas buscándome.

—No tenía una forma directa de contactarte.

—Nadie lo hace.

Jong Hyun sabía que el hombre estaba mintiendo. Si nadie podía ponerse en contacto con él, ¿cómo es que sabía que estuvo preguntando por él?

Dejó pasar la mentira. —Tengo asesinos tras de mí.

Kenta dejó la taza sobre la mesa y cruzó los brazos sobre el pecho.

Estaba vestido con un simple par de pantalones vaqueros azules, una camisa de vestir, que casi llegaba a la mitad de sus muslos y un par de botas de vestir negras. Si alguien miraba al hombre no creería lo letal que era. Se veía, por falta de una palabra mejor, adorable. 

—Tengo el mismo problema —Kenta admitió.

- Tuve que matar a dos. Murieron antes de que pudiera conseguir alguna información de ellos. Las balas en la cabeza, tienden a hacer eso.

Jong Hyun sonrió. —Tuve el mismo problema. Pero vi a Kamijo en el pueblo.

Los ojos de Kenta se abrieron un poco. —¿Tu padre está detrás de ti?

—Parece que sí. No voy a ser capaz de derrotarlo solo.

Kenta parecía pensar en eso, por un momento. Se quedó allí en la oscuridad, con el ceño fruncido.

—¿Quieres que te ayude a matar a ese hombre?

—No ha sido mi padre desde hace mucho tiempo. El tipo está podrido por dentro y por fuera. Kim Kamijo no dudaría en matarme o a mi compañero ¿Por qué no debería extenderle esa misma cortesía?

 

Los ojos de Kenta, se iluminaron con curiosidad.

—¿Te has emparejado?

Jong Hyun no entraría en detalles. No había reclamado al cisne, por lo que sus almas aún no estaban atadas. Si Jung Shin tomaba otro camino, nunca lo haría.

—¿Estás dispuesto a ayudarme a poner fin a esta mierda? El hombre se echó a reír, aunque el sonido carecía de humor.

—Tienes unos padres muy locos, viejo amigo. Una madre que quería crear un virus, para eliminar a los paranormales y un padre que es el asesino de La Compañía. Sus ojos se abrieron con intención.

—¿Seguramente la manzana no cae lejos del árbol?

—No tengo ningún interés en la erradicación de una especie entera o de matar a alguien —dijo Jong Hyun y luego pensó en ello.

—No voy a matar a nadie, quien no se lo merezca.    

—La maldad que ejecuta tu familia, podría manifestarse en una manera diferente.

Jong Hyun ahora sabía por qué la camisa de Kenta fluía sobre sus pantalones. El tipo ocultaba una pistola debajo de ella. Cuando se movió de un pie al otro, vio la silueta tan clara como el día.

—No he hecho nada malo en sesenta años. Dudo que esos genes permanecieran latentes durante tanto tiempo, sólo para manifestarse ahora.

En verdad, Jong Hyun se había preocupado por eso. Ninguno de sus padres, tenía la moral o el cuidado con el fin de obtener sus objetivos, no existía sentido de lo correcto o incorrecto. Los dos eran narcisistas.

Dado que él no era ninguna de esas cosas, sentía que estaba a salvo de convertirse en uno de ellos, o en ambos. Kenta siguió mirándolo con curiosidad.

 

 

 

A pesar de que había buscado al cambiaformas conejo, él no confiaba plenamente en el hombre. Demasiado tiempo había transcurrido. Por lo que sabía, Kenta podría estar alimentándolo con tonelada de mierda, para que unos asesinos cayeran sobre él. Por desgracia, Jong Hyun no tuvo más remedio que buscar al hombre por ayuda.

El shifter dio un rápido movimiento de cabeza.

—Ayudaré. Ya he reservado una habitación en este hotel. Vuelvo con la primera luz. Podemos discutir los detalles entonces.

El hombre no le había dicho cuál era la habitación en que estaba. Jong Hyun se despidió. —Primera luz.

Kenta lo dejó tan silenciosamente como había venido. Una vez que la puerta se cerró, Jong Hyun empujó la silla del escritorio debajo de la manija y deslizó la cadena en su lugar, volteó el pestillo de la cerradura, y deseaba que hubiera una barra de    seguridad para poner en su lugar.

Ninguna de esas medidas de seguridad, sería suficiente, un paranormal podría derribar la puerta fácilmente.

 

Estaban a cuarenta y cinco minutos de Anyang, cuando Jong Bin vio luces arremolinándose en el espejo retrovisor. Miró a velocímetro y mierda el límite de velocidad era de sesenta. Iba a ochenta.

Jay se retorció en el asiento de atrás y se quedó mirando como el policía se acercaba al coche.

—¡No te atrevas a parar!

Jong Bin frunció el ceño. —¿Quieres que huya de la policía?

 

Cuando Jay se volvió, el hombre parecía estar pálido.

Pequeñas gotas de sudor, se deslizaban por su frente.

—Mi último encuentro con la ley, casi me cuesta veinte años. Claro que sí quiero huir de ellos.

—Obtener una multa por exceso de velocidad o ir a la cárcel por un policía en persecución. Hmmm —Jong Bin rodó los ojos.

—Me quedo con exceso de velocidad por doscientos. Ho Seok se rió de la referencia a Jeopardy.

Jay hizo un ruido extraño en el asiento trasero. Jong Bin lo ignoró, mientras desaceleraba, luego aparcó a un lado de la carretera. Un segundo vio a Jay en el retrovisor, y al siguiente había desaparecido. Jong Bin miró en el asiento trasero, para ver un conejo blanco con ojos rojos y una cola esponjosa.

—Si te cagas en mi asiento, tendré tu pata como llavero.

Jay saltó del asiento y se metió bajo el de Ho Seok. Jong Bin  observó la cola del conejito, de ida y vuelta hasta que, también, desapareció.

—Jodidos conejitos —murmuró Jong Bin. Mientras esperaba a que el policía se acercara, bajó la ventanilla.

El aire de la noche, se derramó sobre su cara, olía a limpio y fresco pero mantenía un matiz de ozono. De la humedad en la carretera, Jong Bin podía decir que no había llovido hace mucho tiempo en esta área.

El policía parecía un apoyador. Era alto, con el pelo marrón en cada lado de su sombrero, y llevaba un uniforme azul que no le quedaba en lo más mínimo, pero sus ojos color avellana eran francamente preciosos.

El policía se acercó, con la mano apoyada casualmente en la culata de su pistola. Jong Bin lo miro a los ojos y sonrió.

 

—¿He hecho algo malo, oficial?

Sabía muy bien que había hecho algo malo. Pero ¿quién admitía haber excedido la velocidad? Jong Bin no lo haría, a pesar de que sabía que había conducido pasando dicho límite.

El policía hizo una mueca, como si hubiera oído esa línea demasiadas veces en su carrera.

—Creo que tú y yo sabemos que hiciste mal.

Jong Bin sintió pelo en contra de su tobillo. Jay debía haberse tirado debajo del asiento de Ho Seok y se había ido bajo el suyo. Su pierna se sacudió, ante la sensación inesperada de piel. Ho Seok se sentó erguido, como si de repente se hubiera convertido en un maniquí que no podía moverse, hablar, o incluso respirar.

Los dos no tenían esperanza.

—No tengo idea de lo que quieres decir —Jong Bin había bajado  la voz, por lo que era una caricia contra la brisa ligera. Sus palabras flotaban hasta el poli, que parpadeó varias veces. Las hadas sabían cómo hechizar a alguien. El sólo no quería que nadie más supiera que podía hacerlo, y por ello no utilizaba el truco muy a menudo.

Además, ¿quién no utilizaría cualquier ventaja, para no ser multado?

La hermana de Jong Bin usaba su escote cada vez que podía, para obtener descuentos y que el servicio fuera más rápido. Él estaba de camino para ayudar a Jung Shin, por lo que sintió que estaba justificado el exceso de velocidad. De acuerdo, tal vez no tan justificado, pero al infierno si quería pagar una exorbitante multa.

—Ibas a ochenta y dos en una zona de sesenta millas —dijo el policía, aunque su voz no era tan de policía. Era más bien relajado, casi un suspiro.

 

—¿No puedes perdonarme, por esta vez? —Preguntó Jong Bin, expulsando su magia con más fuerza contra el policía, mientras miraba a los ojos color avellana.

La magia de Jong Bin sólo funcionaba en los seres humanos, porque la absorbían. Sería muy útil si funcionara en los paranormales.

El chico sonrió. La sonrisa le hacía parecer más joven y más amable. Tenía los dientes blancos y rectos y un hoyuelo en un lado de la boca. Si el chico seguía sonriendo de esa manera, Jong Bin podría pedirle su número de teléfono.

—El exceso de velocidad es peligroso —dijo el policía, con la voz todavía soñadora—. El asfalto está mojado, y hay algunas peligrosas curvas.

—Me comprometo a reducir la velocidad y tener más cuidado.

El  chico volvió a parpadear y  luego  asintió.  Su sonrisa se  amplió, hasta que se volvió algo torpe, como un adolescente con su primer amor.

Maldita sea. Jong Bin se había sobrepasado.

El policía colocó un brazo, sobre el techo del auto, mientras se inclinaba olfateando a Jong Bin. Este se echó hacia atrás, arrugando la nariz.

—Abajo, chico.

El policía se rió entre dientes. —Eres bonito.

Oh, cielos.

—¿Puedo irme ahora, cariño? —Bateó sus pestañas y sonrió. El policía se sonrojó, antes de enderezarse.

—Ten más cuidado, dulce conejito.

Ho Seok hizo un ruido, que era entre una tos y una estrangulación.

 

 

Jong Bin sonrió al policía, antes de poner el coche en marcha y lentamente sacó la mano dejando al hombre de pie allí, diciendo adiós.

—¿Qué demonios fue eso? —Preguntó Ho Seok, una vez que estaban lo suficientemente lejos. Voilà, el maniquí había llegado a la vida.

—¿Qué fue qué? —Preguntó Jong Bin, utilizando la cantidad justa de desconcierto en su voz, para hacerle sonar realmente confundido.

Ho Seok entrecerró los ojos.

—No trates de usar esa basura conmigo. Vi lo que pasó allí. El chico se acercó, como si quisiera arrestarnos y confiscar el coche. Lo convertiste, en masilla en tus manos.

—¿Qué, no crees que soy encantador?

—Había algo extraño en tu voz —dijo Jay.           

Jong Bin se dio la vuelta, para ver al shifter desnudo en su asiento trasero.

—No tienes permitido hablar, chico gallina.

—Tiene razón —dijo Ho Seok—. Había algo extraño en tu voz.

—Creo que estoy  resfriado —Jong Bin se aclaró la garganta.

- Además,   un   hombre   tiene   que   tener   sus   secretos. Siéntense y disfruten del paseo.

Jay se relajó. Ho Seok continuó mirándolo fijamente. Sería mejor que Jung Shin le diera a Jong Bin las gracias, por esto.

 

continuara...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).