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119. El Precio de Wheesung (09) por dayanstyle

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—¿Por qué insististe en presionarme? —Wheesung levantó al joven del suelo y lo acostó en la cama. Ung Jae se había desmayado, y su cuerpo estaba laxo. Wheesung estaba parado al final de la cama, observando el pecho del shifter subir y bajar con respiraciones suaves y regulares.

Emociones que eran completamente extrañas para Wheesung colisionaron y fluyeron dentro suyo. Pensó en lo que Himchan le había dicho un par de meses atrás –que amaba él a este hombre.

El amor era para los tontos y los poetas, y él no era ninguno de los dos. Sin embargo, mientras miraba hacia la perfección de Ung Jae, su pecho se contrajo hasta que no pudo respirar. Pensamientos de verlo sonreír, de escuchar su risa, y ver cómo llegaba al clímax en sus brazos, revolotearon por su cabeza.

Ideas homicidas también se arrastraron dentro de su corazón, ante la sola idea de que alguien lastimara a su pequeño conejito. Había observado a Ung Jae, incluso antes de que el shifter hubiera sentido su presencia, siempre manteniendo la distancia. Al  principio, sólo tenía  curiosidad  mientras estaba sentado en la sala de espera de la clínica, invisible para el mundo. Había estudiado la forma en que Ung Jae mordisqueaba sus zanahorias, la forma en que su risa podía poner una sonrisa en el rostro en cualquiera. Ung Jae era como una brisa de verano, calentando el aire a su alrededor.

Se le había acercado una vez; lo suficiente como para sentir ese pedacito de cielo en su piel. Incluso se había quedado detrás de Ung Jae, viendo como el shifter garabateaba dibujos sin sentido en el papel, mientras hablaba en el teléfono, su voz era ligera y alegre.

Pero también había percibido la oscuridad dentro de Ung Jae. Una enfermedad que conocía muy bien. Ung Jae no sabía que tenía cáncer cerebral. Sólo tenía el tamaño de un grano de maíz, pero estaba creciendo lentamente, y él era incapaz de detenerlo.

Él era la Muerte. Sabía cómo segar un alma, pero no sabía nada sobre la sanación. Había ido a Himchan ese día en el bosque para pedir ayuda, pero había sentido que su hermano sólo quería evitar que se acercara a Ung Jae.

¿Cuántas veces había maldecido a su hermano por interferir en el destino, por alterar el orden de las cosas cuando salvó una vida que debería haber tomado? Y ahora él quería hacer lo mismo, para salvar a Ung Jae.

 

 

Posiblemente podría evitar que la enfermedad creciera al reclamar a Ung Jae, pero sabía que este nunca accedería a tener sexo. El hombre le tenía miedo. Y con razón. Se había sermoneado a sí mismo sobre mantener su furia bajo control antes de aparecerse a su compañero. Pero la idea de que Ung Jae estuviera con otro hombre, provocó que su furia saliera a la superficie.

Y ahora el pequeño hombre yacía en la cama, sus hermosos ojos color avellana cerrados.

—¿Qué has hecho?

No se molestó en mirar hacia arriba. Había sentido la presencia de su hermano, antes de que Himchan hubiera aparecido. Sabía que este había estado buscando a Ung Jae, para salvarlo de la Muerte. —¿Por qué asumes que he hecho algo? —Se volvió lentamente hacia él. —Siempre eres tan cínico en lo que se refiere a mí.

—Tu trayectoria dice mucho, Wheesung. Aléjate del hombre.

Sintió a los pequeños títeres de  Himchan  rodear  el  edificio,  como  si  los Demonios   Guerreros   pudieran   atraparlo   dentro.   Sin   nada   más que  un pensamiento fugaz, tejió un hechizo alrededor del edificio, para impedir la entrada y evitar que los guerreros tuvieran acceso a el. Ya había tejido un hechizo de protección alrededor del edificio, cuando descubrió donde vivía Ung Jae y había hecho lo mismo para la clínica donde trabajaba su compañero.

—Trata de interferir entre mi compañero y yo y tendrás una batalla en tus manos, que borrará esta ciudad del mapa. —La oscuridad ya se había erigido en su interior, agitándose y azotando como un mar de negrura. Sólo que esta vez no quería matar a Himchan para poder matarse a sí mismo. Esta vez quería proteger a Ung Jae.

—No está seguro contigo. —Himchan usó su voz de la razón, pero no había ningún razonamiento cuando se trataba de Ung Jae. Le había dado a su hermano demasiados pases, fue demasiado permisivo. Esta vez, se mantuvo fuerte, listo para luchar y evitar que Himchan se llevara a Ung Jae lejos de él.

—¿Debido a que nací para segar almas? —Se burló. —Eso no funciona conmigo, hermano. —Dio un paso más cerca, manteniéndose entre Himchan y Ung Jae. —Ahora vete, antes de que realmente me enfurezcas.

Ung Jae se movió, y luego gimió cuando presionó una mano en su sien. Los ojos de Himchan se dirigieron hacia el shifter, pero él mantuvo toda su atención en su hermano.

—Dejaré que Ung Jae decida —dijo Himchan. —Quedarse contigo o venir conmigo.

—¡No hay ninguna decisión que tomar! —Respiró lentamente, forzando a la oscuridad a entrar en cintura. Al menos, por el momento. —¿No eres parte del Ultionem, uno de los seres que estableció la ley que dice que no se puede interferir en un apareamiento?

Himchan entrecerró los ojos. —Eso no se aplica a ti.

Sonrió, aunque el poder dentro de él estaba creciendo. —¿Una laguna legal?

—La hay ahora.

Ung Jae se incorporó lentamente. Más que ver sintió su tensión, mientras miraba a Himchan. —¿Quién eres tú?

Sus dientes rechinaron, cuando Himchan sonrió suavemente a Ung Jae. Unos celos que jamás había sentido por nadie antes, lo estaban desgarrando por dentro.

—Mi nombre es Himchan, y estoy aquí, para asegurarme de que estés bien— Dio un paso hacia la cama, pero su profundo gruñido, le impidió dar otro.

—Tu temperamento —le advirtió.

—Disminuirá en cuanto te vayas. —Retrocedió hasta que Ung Jae estaba a su lado. Pensó en el cáncer que estaba creciendo dentro de la cabeza de su compañero, en lo fácil que sería pedir ayuda a su hermano.

Pero no parecía que Himchan fuera a hacerle ningún favor. Tendría que seducir a Ung Jae para reclamarlo y sanar su enfermedad.

Ese plan sólo tenía un problema. Tan pronto como lo reclamara, cada enemigo que alguna vez quiso su cabeza en una bandeja de plata, se arrastraría fuera de sus madrigueras para usar a su compañero como chantaje. Esa era la razón por la que había mantenido la distancia y no se había revelado a Ung Jae antes de esta noche.

Pero la soledad, que había sido su compañera constante desde el comienzo de los tiempos había anulado cualquier lógica, y había sido un maldito tonto por dejar que Ung Jae supiera que existía.

Pero el daño estaba hecho. Ung Jae lo había visto, había hablado con él, y Himchan sabía que Ung Jae era su compañero. Dios ayude a los idiotas que siempre trataban de hacer lo que consideran mejor para otros. Un círculo en el infierno estaba reservado para ellos.

 

Ung Jae cruzó las piernas debajo de él, mientras se ponía de rodillas. Sintió el asombroso poder de ambos hombres azotando la habitación, como una masiva tormenta. Se arrastró sobre su piel, se zambulló dentro de él, e hizo que los pelos en sus brazos y cuello se pusieran de punta.

Cuando los dos se miraron amenazadoramente el uno al otro, tuvo miedo de que los puños comenzaran a volar y destrozaran su apartamento. Ambos hombres eran enormes, y ´él había trabajado demasiado duro para que destrozaran las cosas que poseía.

—Estoy bien. —No estaba seguro si esa era la verdad, pero tenía que apaciguar la situación.

—No tienes que mentir —dijo Himchan. —Te protegeré de tu compañero.

Todo su universo  se  inclinó  hacia  un  lado.  Jadeó,  mientras  sus  ojos  se dirigieron rápidamente hacía Wheesung. ¿Cómo? No había sentido el famoso tirón sobre el que siempre escuchó. Si Wheesung fuera realmente su compañero, ¿no habría sentido alguna conexión profunda con él?

Él no. Pero sentía terror. Wheesung lo asustaba a morir.

—Veo que no sabía —dijo Himchan con una nota de decepción en su suave voz. —Protegiste tu conexión con él.

—Al igual que tú ocultaste la información de que tuve una hija —escupió Wheesung. —Si mi bisnieto no se hubiera estado muriendo, nunca me habría enterado de tu muy bien guardado secreto.

—¿Todavía estás enojado por eso?—Himchan gruñó. —Pensé que enterramos esa disputa.

Whoa, espera. ¿Wheesung tenía un bisnieto? Ni siquiera parecía lo suficientemente viejo, como para tener un hijo adulto ¿Cuántos años tenía?

—Tienes toda la razón, todavía estoy enojado por eso —, Wheesung declaró.

—Revela tu verdadera conexión con Ung Jae—insistió Himchan, —y después, deja que decida de parte de quién se pondrá.

 

 

Ahogó una carcajada, sin sentir una pizca de humor. —¿Dices que Wheesung es mi compañero, y quieres que decida si voy a dejarlo o no?

No tenía idea de dónde provenían esas palabras cuando las dijo, pero al igual que para cualquier ser sobrenatural, un compañero era un preciado hallazgo para él. Pero a pesar de que estaba defendiendo a Wheesung, aún no creía que fuera su compañero. Y en ese preciso momento, todo lo que quería era que ambos hombres se fueran.

—Te lo dije—Los ojos de Wheesung se estrecharon, haciendo sus ya lúgubres facciones, aún más aterradoras. —No hay ninguna decisión que tomar. Ung Jae me pertenece.

Se enfureció de nuevo, por la prepotencia de Wheesung. —Y ya te dije, que no te pertenezco, Wheesung. No pertenezco a nadie.

—Estamos en un callejón sin salida —dijo Himchan. —No me voy y tú te niegas a entregar a Ung Jae.

—Tampoco te pertenezco a ti, amigo—Se bajó de la cama, usando el lado donde no estaba Wheesung parado. —Los quiero a los dos fuera de aquí, ahora.       

Himchan frunció el ceño, parecía confundido porque lo echara de la casa. No estaba seguro de si el hombre estaba acostumbrado a salirse con la suya, pero había tenido suficiente. Una terrible jaqueca comenzaba a aparecer en la parte posterior de su cabeza.

—Tú ganas, hermano—Wheesung chasqueó los dedos y fue como si hubiera reventado una presa. Una oleada de emociones se estrelló contra él, con tal fuerza que se tambaleó hacia atrás. No sólo se sintió conectado a Wheesung. Sino como si fuera parte del hombre, como si sus almas estuvieran soldadas juntas. Pero eso era imposible. Por lo que había escuchado, eso no sucedía hasta después de que una persona fuera reclamada.

No es que planeara dejar que Wheesung lo hiciera.

Calma. Wheesung susurró la palabra a través de su cabeza. Al instante comenzó a relajarse, las preocupaciones y miedos arrastrándose hacia los dedos de los pies, listas para salir de él. Pero luchó contra el mandato, contra su ira huyendo. Tenía todo el derecho a estar molesto. No permitiría que Wheesung le quitara eso.

—Te dije que te mantuvieras fuera de mi cabeza. —Presionó la palma de su mano, en su cabello. —¡Deja de hacer eso!

La dulce seducción de la serenidad desapareció y su furia regresó con toda su fuerza.

—No voy a dejarte —dijo tercamente Wheesung.

Salió furioso de su dormitorio y se dirigió directamente hacia la puerta de la entrada. La abrió bruscamente y esperó a que los dos hombres lo siguieran a la sala de estar.

Lo hicieron, todavía mirándose amenazadoramente el uno al otro.

—Los dos, afuera—Señaló con un dedo hacia el pasillo más allá de su puerta. Forzó a su mano a no temblar, a no revelar qué tan asustado realmente estaba.

—¿Me estás ordenando que me vaya? —Wheesung parecía como si estuviera a punto de explotar. Apretaba la mandíbula, mientras lo miraba, y después relajó sus rasgos, como si hubiera soltado su ira.

Múltiples personalidades en su máxima expresión.

Para su total sorpresa, los dos hombres salieron. Cerró de un portazo y luego echó el cerrojo, aunque no sirviera de gran ayuda. Se desplomó contra la madera y se frotó los ojos.                

—Mal-ditamente-increíble.

 

Al día siguiente, se sentó en su escritorio, tratando de realizar su trabajo cuando el Dr. Se– Alex puso un archivo frente a él. Se negó mirar al hombre, por miedo a tener pensamientos traviesos. Le aterraba que Wheesung estuviera en algún lugar de la sala de espera, invisible para todos, mientras observaba cualquiera de sus movimientos.

No sentía la presencia de Wheesung, pero eso no significaba que este no estuviera allí.

—Buenos días, Ung Jae.

—Buenos días. —Siguió tecleando en el ordenador.

—¿Ocurre algo?

 

 

Por favor, vete. —No, nada. Sólo estaba tratando de ponerme al día con el trabajo.

El Dr. Alex se inclinó, pegando su cabeza a la suya, pero giró su silla y fingió buscar algo en el cajón a su derecha.

—¿Tengo espinaca en mis dientes o algo así?

El hombre era persistente. Por lo general, tenían una rutina matutina de inofensivo coqueteo y chismes, pero hoy sólo quería que el Dr. Alex se fuera.

—Tengo un ligero resfriado y no quiero contagiarte.

—Pero Ung Jae, no puedes resfriarte —señaló el Dr. Alex.

Gimió internamente. No se le daba bien inventar mentiras en el acto. Saltó de su silla y se dirigió directamente al baño. Una vez dentro, cerró y bloqueó la puerta, luego apoyó su espalda contra la madera, mientras suspiraba de frustración.

Esto no iba a funcionar. Él era un tipo amigable que amaba hablar con la gente. Tendría un ataque de nervios si actuaba de otra forma, para evitar que Wheesung llevara a cabo su amenaza.           

Algo tenía que cambiar. Apretando las manos en puños, susurró, —Wheesung.

¡Bam! Inmediatamente, el sexy loco estaba justo en frente suyo, viéndose lo suficientemente bien como para comerlo. Podría temerle, pero no estaba ciego. Sin esa mirada de loco en su rostro, Wheesung era... wow.

Wheesung miró a su alrededor y arrugó la nariz. —¿Por qué estoy parado junto a un urinario?

—¡Porque me estás haciendo la vida imposible! —Un leve dolor de cabeza golpeó la parte posterior de su cabeza. Se frotó la nuca, mientras respiraba profundamente unas cuantas veces. —Tu pequeña regla sobre no sonreír ni hablar con nadie, me está dando un fuerte dolor de cabeza.

—¿Te duele la cabeza?—La voz de Wheesung se llenó inmediatamente de preocupación. —¿Te duele mucho?

—No tanto como te va a doler a ti, si no te retractas de esa amenaza. No puedo pasar un día sin sonreír, Wheesung. Así no es como soy.

Wheesung hizo un ruido en la parte posterior de su garganta. —He visto dentro de tu cabeza, Ung Jae. Guardas muchas cosas ahí dentro.

 

—¡Todo el mundo finge, Wheesung! Todo el mundo se guarda cosas dentro, porque así es la vida. Pero me gusta sonreír, y estás haciendo eso imposible para mí.

Wheesung extendió la mano hacia él, pero alejó su mano. —No, retira esa amenaza.

—¿Para que puedas coquetear? —Las fosas nasales de Wheesung se hincharon y sus ojos se entrecerraron.

Lo miró boquiabierto. —Realmente no le sonríes a la gente, ¿verdad? —No podía creer que Wheesung nunca hubiera sonreído simplemente por ser amigable.

La mirada de este se dirigió hacia el lavabo, y pudo ver de nuevo, la tristeza en sus ojos. Sus brazos le dolían, por darle un fuerte abrazo. Ahora que sentía la profunda conexión con él, quería quitar lo que fuera que hacía que su pareja se viera de esa manera, pero Wheesung todavía lo asustaba terriblemente, por lo que simplemente se quedó allí.

—Nunca he tenido una razón para sonreír.

La confesión, rompió  su  corazón. Desechando  su preocupación,   y tal vez   incluso su vida, llevó sus brazos a la cintura de Wheesung y apretó con fuerza, notando cómo la parte superior de su cabeza llegaba a la altura del pecho de este.

—¿Qué estás haciendo? —Wheesung sonaba sorprendido.

—Abrazarte, idiota.

Wheesung estaba tan derecho como un palo, con los brazos flojos a los costados. Él siguió abrazándolo, no sólo porque Wheesung parecía que lo necesitara, sino porque, maldita sea, olía tan bien. Su cuerpo era cálido y robusto, y el olor a cuero de su chaqueta, junto a su aroma varonil y terroso, hizo que su polla se sacudiera.

Lentamente, como una tortuga arrastrándose sobre la arena, Wheesung levantó los brazos y lo abrazó. De repente, Wheesung lo aprisionó tan fuerte, que le hizo casi imposible respirar.

—Demasiado apretado —chilló.

Wheesung aflojó su agarre. —Lo siento, no estoy acostumbrado a abrazar.

Se echó hacia atrás, lo suficiente como para mirar a los ojos oscuros.

—¿Nunca abrazaste a nadie antes?

—Nunca me han abrazado. —Lo dijo con tanta naturalidad, que lo hizo preguntarse qué tipo de vida tenía Wheesung.

—¿Ni siquiera a tu mamá?

—¿Me convocaste aquí, sólo para que revoque mi amenaza?

Dejó de lado el hecho de que Wheesung había cambiado de tema. Tenía el presentimiento de que había mucho más en este de lo que saltaba a la vista. Sólo que no estaba seguro de querer saber qué tan profundas eran las cicatrices.

—No voy a engañarte —dijo. —No soy ese tipo de chico.

Wheesung resopló. —No eres de ese tipo, porque no has experimentado el acto sexual todavía.

Seguro que sabía cómo hacer que tuviera un sonrojo nuclear. —Eso no es algo que necesites seguir señalando.

—Pero es la verdad.                 

—Realmente sabes cómo ser un aguafiestas. —Intentó alejarse, pero Wheesung lo atrajo hacia él, abrazándolo nuevamente, como si no pudiera tener suficiente del acto.

Dando un suspiro, lo abrazó. —Para ser un tipo rudo, que posee unos poderes aterradores, no pareces saber mucho sobre... la vida.

Wheesung se puso tenso. —¿Qué tiene que ver la Vida con esto?

—No importa. Eres un complicado ovillo de lana, gatito.

—No soy un gato.

—Y te tomas todo demasiado literalmente. —Se echó hacia atrás. —Vamos, gatito. Tengo un descanso ahora. Vamos a comer algo.

—¿Me estás invitando a comer contigo? Pero pensé que no me querías cerca de ti.

Tomó la mano de Wheesung, notando lo fuerte que era en comparación con la suya. —Siempre que te comportes y no vayas todo hombre de las cavernas.

Wheesung lo aterrorizaba. Pero aunque el hombre tenía un lado oscuro, había aprendido algo, en los pocos minutos que acababan de pasar en el cuarto de baño.

 

 

Wheesung parecía perdido cuando se trataba de las relaciones. Tal vez con un poco de guía, podría ayudarlo a abrir los ojos sobre lo que significaba realmente tener un compañero.

Wheesung era para él, por lo que podría seguir huyendo de él o aceptar el hecho y tratar de moldear al hombre en un compañero no letal.

Nunca había que perder la esperanza.

Alex miró a la puerta, mientras Ung Jae salía del baño. Había escuchado gritos dentro, y conversaciones en murmullos, por lo que asumió que Ung Jae había estado hablando por teléfono.

Pero el teléfono de este estaba en su escritorio, y mientras salía del baño, aún seguía hablando y sonriendo como si alguien estuviera a su lado.

Cuando Ung Jae se volvió hacia él, se apoyó su brazo en el mostrador, y le    sonrió, aunque estaba desconcertado.

—Voy a almorzar, Dr. Alex. No tardaré mucho.

Le despidió con la mano, cuando Ung Jae tomó el teléfono de su escritorio y salió por la puerta. Tan pronto como este desapareció de su vista, fue directo a la oficina del Dr. Jaejoong y golpeó sus nudillos en la puerta.

—¿Tienes un minuto?

Jaejoong asintió, mientras levantaba los ojos de algunos archivos. —Claro, entra.

Todavía era nuevo en Villa Kim y Desire, y no quería meterse donde no le llamaban, pero el comportamiento de Ung Jae le preocupaba. —Creo que necesitamos hablar sobre Ung Jae.

 

 

Continuara....

 

 


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