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119. El Precio de Wheesung (09) por dayanstyle

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¿Gatito? Wheesung todavía trataba de lidiar con el hecho de que su compañero lo había comparado con una bola de pelo, que ni siquiera pesaba un kilo. ¿Se suponía que el nombre era una palabra cariñosa?

Caminó por Bourbon Street, observando la masa de humanos borrachos, que eran ajenos a todo lo que los rodeaba. Música de diferentes clubes resonaba en la calle, strippers en las puertas trataban de atraer a los hombres al interior, todo el mundo llevaba coloridos collares de cuentas colgados al cuello, y el olor a licor saturaba el aire, como si lloviera alcohol en lugar de agua.

No prestaba mucha atención a la razón por la que estaba en Big Easy. Su mente volvía continuamente al almuerzo que había compartido con Ung Jae. Se sentó a almorzar con alguien. Eso jamás había sucedido en toda su vida y él existía desde el inicio de los tiempos. Nadie lo había invitado a ninguna parte, simplemente para disfrutar de su compañía.

Cada vez que alguien lo convocaba, siempre se trataba de muerte o venganza, y buscaba hacer un pacto con él. Pero Ung Jae sólo quiso almorzar con él.      

Incluso había intentado darle de comer una patata frita.

Ung Jae habló tanto durante toda la comida, lo que le sorprendió es que no se hubiera quedado sin aliento. Su compañero había reído, gesticulado animadamente y bebido su batido, como si la bebida fuera el paraíso presentado en una copa alta.

Había estudiado a los seres humanos y a los sobrenaturales, desde su creación y nunca los había entendido. Peleaban por las cosas más ridículas, destruían deliberadamente la vida que se les había dado con malas decisiones y aún peores soluciones. Eran un auténtico desastre, y él había sido testigo de lo peor que podían hacer.

También había visto sonrisas, abrazos y sexo apasionado. Su cuerpo aún hormigueaba, donde Ung Jae lo había envuelto en sus brazos. Quería regresar con su compañero y pedirle otro abrazo, pero tenía trabajo que hacer.

Se detuvo donde Bourbon Street y Orleans Street se unían e hizo desaparecer su forma corpórea. Un varón humano de unos treinta años, vestido con jeans y camiseta, tropezó hacia él, con una bebida aferrada a la mano en su estupor alcohólico. Se detuvo para descansar contra el edificio, mientras tomaba otro trago de su vaso de plástico.

 

 

Se iba riendo y agitando la copa al aire, cuando fue a bajar de la acera, dio un traspié y salió lanzado hacia un coche que pasaba justo en ese momento. Los neumáticos chirriaron cuando el humano golpeó su cabeza en el guardabarros y cayó rodando. Sangre emanaba de una herida en su cabeza.

Se quedó allí parado, mientras el conductor salía del coche, con expresión de espanto en el rostro. Se formó una multitud. El conductor se arrodillaba, mientras gritaba que alguien llamara a una ambulancia.

El hombre ebrio se puso de pie, se volvió y miró horrorizado a su cuerpo tendido en el suelo. Caminó lentamente hacia él. Según rozaba a su paso a los humanos reunidos, se estremecían y vio cada una de sus vidas mostradas en el lapso de un mili segundo.

El hombre se volvió y lo miró. —¿Estoy muerto?

—El alcohol hace esto todo el tiempo —, le dijo.

—¡Pero no puedo estar muerto! —El hombre comenzó a retroceder lejos de él. —Tengo una esposa y dos hijos en casa. Se supone que debo tomar un vuelo mañana. Empiezo un nuevo trabajo. Dependen de mí.              

El hombre había pasado su tiempo aquí, con una prostituta, bebiendo demasiado, y gastando un dinero que no se podía permitir, y ahora se quejaba por estar muerto por sus malas decisiones. Pero él no era quién para juzgar.

El click de la cámara de los teléfonos sonaba a su alrededor, mezclado con los "¡oh Dios mío!" y "¿está muerto?" tocó el codo del hombre.

—Es hora de ir.

El hombre asintió, mientras continuaba mirando su cuerpo tendido en la calle. Su toque ayudaba a las personas a aceptar su muerte, pero este no era siempre el caso para las almas que él no cosechaba. Tenía una legión de segadores que trabajaban para él, pero a veces, cometían errores y algunos se escapaban. Las almas que huían eran los espíritus que rondaban la tierra.

El hombre tragó. —¿Voy ir al cielo o al infierno?

—Irás adonde debas ir. —Esa era la respuesta que siempre daba. No era necesario complicar las cosas. Con un chasquido de sus dedos, desaparecieron.

 

 

 

 

 

—¿Dónde has estado? —Baekhyun se aferró al brazo de Ung Jae, tan pronto como le vio entrar a la cafetería. —He estado tratando de llamarte, desde nuestra cita doble.

—No, no lo has hecho. —Habría visto una llamada perdida de su amigo.

—De acuerdo, planeé llamarte. Simplemente lo olvidé. —Baekhyun lo llevó hacia una mesa y se sentaron. —¿Cómo han ido las cosas con Chuck, después de nuestra cita?

Se había olvidado por completo de Chuck. Desestimó con un gesto de su mano, la mirada entusiasta de Baekhyun. —A ninguna parte. Te dije que no me interesaba. —Estaba desesperado por contarle a Baekhyun sobre Wheesung y todo lo que le había sucedido últimamente, pero le preocupaba irse de la lengua. Wheesung aún lo asustaba y no quería lidiar con la ira de su compañero.

Tal vez compartir sólo un poquito de información, no haría daño a nadie.

—Estoy viendo a alguien más—Omitió el hecho, de que esta persona era su compañero.

—Oh,  cuenta—Baekhyun  rebotaba  en  su  asiento.  —No  he tenido ninguna  noticia jugosa que saborear, por un tiempo. Chanyeol se enoja cuando empiezo a chismorrear.

Dudaba mucho que pudiera evitar que el pequeño humano se fuera de la lengua, al menos con Jong Hoon. Se mordió el labio inferior, mientras echaba un vistazo a la tienda. —Su nombre es Wheesung.

Baekhyun dejó de rebotar. Sus cejas se levantaron, mientras lo miraba boquiabierto. —¿Wheesung, como Wheesung, ese Wheesung?

—No tengo ni idea de lo que estás hablando. Wheesung es un nombre bastante común —dijo. Era imposible que Baekhyun hubiera adivinado quién era el hombre.

—¿Tipo sexy, alto, pelo largo y negro, vello facial, aterrador como el demonio?

Eso describía bastante a su compañero. Se lamió los labios, su corazón latiendo un poco más rápido. —¿Lo conoces?

Baekhyun se inclinó hacia delante, bajando la voz a un susurro.

—Himchan le dijo a Jae Hyo, quien le dijo a Jongin, quien le dijo a Chanyeol, quien me dijo a mí, que Wheesung es el Maestro Segador. —Baekhyun se encogió de hombros, antes de recostarse en la silla. —Eso fue lo que oí.

 

 

Se puso tenso, apenas respiraba, mientras pensaba en todo lo que Wheesung había dicho y hecho. ¿Podría eso ser cierto? ¿Podría ser su compañero la Muerte? Le vino un dolor de cabeza, este peor que el último, haciendo que la bilis se le subiera a la garganta. Por un segundo, los ruidos en la cafetería sonaron lejanos y confusos, antes de volver a la normalidad.

¿Estaba teniendo un ataque de pánico?

—¿Estás bien? —Baekhyun dio unas palmaditas en la mano. —Te ves un poco pálido. Son sólo chismes. No estoy seguro de que sea verdad.

Pero tenía sentido. ¿No era así? No iba a entrar en un completo pánico, hasta que enfrentara a su compañero. Pero ¿y si Wheesung decía que el rumor era cierto?

¿Qué haría?

—Mira el lado positivo —dijo Baekhyun, con una amplia sonrisa. —Al menos no tienes que preocuparte por morir.

—Eso no ayuda. —Se levantó y miró a su alrededor. —Tengo que irme.

—Pero acabas de llegar —, se quejó Baekhyun. —Tenemos que planear otra cita doble. Quiero conocer a la Muerte.             

¿La Muerte? Se giró y salió corriendo de la cafetería, ajeno a los hombres y mujeres con los que tropezaba, mientras corría por la calle. Le dolía terriblemente la cabeza, y su corazón latía tan fuerte, que el dolor era casi insoportable.

Miró a su alrededor, todo era una mancha borrosa, mientras trataba de controlar la respiración nuevamente. Escuchó a Baekhyun gritarle, pero su voz sonaba como si viniera del otro lado de un largo túnel. Cruzó la calle sin mirar en ninguna dirección. Unos neumáticos chirriaron y un claxon sonó. Algo chocó contra su costado, voló por el aire y aterrizó con fuerza en el suelo. Un agudo dolor atravesó su cuerpo, justo antes de que la oscuridad se lo llevara.

     

 

 

Ung Jae se despertó con un gemido. Se agarró la cabeza e intentó sentarse, pero el dolor lo hizo volver a hundirse.

—Whoa, tómalo con calma.

 

Abrió los ojos para ver al Dr. Jaejoong de pie junto a él. Mientras se orientaba, vio que estaba en una de las habitaciones de la clínica. Escuchó el pitido de las máquinas, cuando lentamente empezó a ver la habitación nítidamente.

—¿Qué pasó?

El Dr. Jaejoong apartó la tablilla médica y puso una mano gentilmente en su brazo de Ung Jae. —Te atropelló un coche.

Se frotó la cabeza, haciendo una mueca, ante el fuerte latido. —No lo recuerdo.

—Chanyeol te trajo aquí —dijo el Dr. Jaejoong. —En cuanto consiguió traerte aquí, cambiaste.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Dieciocho horas —dijo. —Tus heridas fueron bastante serias.

Sintió esa presencia familiar. Miró a su alrededor y vio a Wheesung apoyado contra la pared, con los brazos cruzados sobre su pecho. Su mirada oscura estaba fija en él, y deseó saber lo que estaba pensando su compañero.

 

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Le preguntó a Wheesung.

El Dr. Jaejoong miró a su alrededor, como si le desconcertara que no lo hubiera mirado al hacer la pregunta.

Miró a su compañero y luego al médico, antes de comprender que Wheesung se estaba ocultando del Dr. Jaejoong.

—Desde que me llamaste —respondió Wheesung.

No recordaba haberlo llamado. Tampoco haber sido golpeado por un coche. Lo último que podía recordar, era la reunión con Baekhyun en The Café, aunque su conversación se le escapaba.

—¿Cuándo te llamé?

—No lo hiciste —dijo el Dr. Jaejoong. —Ahora descansa, Ung Jae. A pesar de que sanaste en tu forma de conejito, creo que te vendría bien un poco más de descanso.

—Mientras estabas inconsciente. —Wheesung se movió hacia el lado opuesto de la cama, manteniendo su distancia del Dr. Jaejoong. Extendió la mano y le acarició la mejilla. —¿Por qué te pusiste delante de ese coche?

 

 

La caricia era como el suave toque de una pluma al rozar su piel. Cerró los ojos y se inclinó hacia él. Ahora que el escudo ya no estaba y sentía su conexión con Wheesung, no quería que este alejara su mano.

Se puso tenso y retrocedió, cuando le vino a la mente un recuerdo. Baekhyun le había dicho que Wheesung era la Muerte, el Maestro Segador.

Miró a Wheesung con miedo, mientras agarraba la sábana con fuerza contra su pecho, prácticamente paralizado. Sí, estaba aterrorizado, pero al mismo tiempo una parte de él no lo estaba. Vio la tristeza en los ojos de Wheesung y todo lo que quería hacer, era abrazarlo.

—Siento no haberte dicho quién era. Pero tu ansiedad me dice que tenía razón en ocultártelo. Todo lo que conozco es dolor y tristeza. Siempre he sido temido.

—Pero—Negó con la cabeza. Necesitaba que el Dr. Jaejoong se fuera para poder hablar libremente con Wheesung.

—¿Pero qué? —Preguntó el doctor. Metió la tablilla médica debajo de su brazo y lo miró.

—Me siento mucho mejor —dijo. —Pero creo que seguiré tu consejo y    dormiré un poco más.

El Dr. Jaejoong le dio unas palmaditas en el brazo, otra vez. —Si me necesitas, estaré al final del pasillo.

Tan pronto como se fue, miró a Wheesung. —¿Entonces Baekhyun me dijo la verdad? ¿Eres la Muerte?

Wheesung apretó la mandíbula. —No es un título que haya deseado. ¿Y por qué estaban tú y Baekhyun hablando de mí?

—Pero un título que es tuyo, no obstante. —Estudió el rostro de Wheesung. —No te ves como la Muerte. ¿No deberías tener una túnica oscura y una larga guadaña en la mano? —Se negaba a responder la pregunta de Wheesung sobre Baekhyun. No quería que su amigo se metiera en problemas.

—Puedo ponerme una túnica, si lo deseas.

—No, puedo prescindir de la túnica. —Se frotó las sienes.

—Te duele la cabeza.

—Me atropelló un coche —le recordó. —Afortunadamente, eso es todo lo que me duele.

 

 

Los ojos de Wheesung se suavizaron, cuando se sentó en el borde de la cama. Ante su total sorpresa, su compañero se acostó a su lado. Wheesung estaba de espaldas hacía él. Inseguro de qué hacer, lo abrazó.

Wheesung suspiró con satisfacción, cuando le apoyó su mejilla en el hombro.

—¿Te quedarás conmigo, mientras duermo?

—Me quedaré.

Abrazó al alto y esbelto hombre, mientras cerraba los ojos, respirando el aroma oscuro y masculino de Wheesung. Estaba abrazando a la Muerte. No, eso no era correcto. Estaba abrazando a su compañero, un hombre con un alma cansada.

—¿Cuántos años tienes?

—Fui creado al principio de los tiempos.

Ni siquiera podía hacerse a la idea. Él tenía ciento veintidós años, y eso ya parecían tres vidas. No podía imaginarse lo que sería existir desde que todo fue creado.

—Cuando tu piel se volvió de ese extraño color, en mi habitación, ¿esa era tu verdadera forma?

—En parte —respondió Wheesung. —Pensé que ibas a dormir. Sonrió. —Me gusta más hablar contigo, que dormir.

—Eres un hombre curioso —dijo Wheesung. —Un alma extraña.

No estaba seguro de lo que eso significaba, pero decidió dejarlo pasar.

—¿Y eso significa, que quieres que me calle?

Wheesung deslizó su mano sobre la suya. —Me gusta el sonido de tu voz. Me relaja.

Tenía la sensación, de que a Wheesung le costó mucho confesar eso. Se le vino a la cabeza un repentino pensamiento. —¿Puede amar la Muerte?

Wheesung se giró y le pasó su mano por la mejilla. Sus párpados revolotearon, cuando Wheesung le besó la frente. Quería ese beso en sus labios, pero Wheesung se echó hacia atrás y esa misma tristeza que él estaba comenzando a odiar, regresó a sus ojos.

—No lo sé. Nunca he estado enamorado, y nadie me ha amado nunca. Podría ser posible, pero no puedo garantizarlo.

 

 

Le dio la espalda a Wheesung. No estaba seguro de querer aparearse con él. ¿Y si Wheesung no podía amar? Estaría atrapado en un acoplamiento sin amor para toda la eternidad. Simplemente no podía hacer eso.

Wheesung le presionó su pecho en la espalda, y no había ninguna duda de la dura erección que presionaba contra su culo. —¿Esto te entristece?

Soltó una risa sin humor. —¿Quién no querría quedarse atrapado en una relación, donde su compañero no tenía la capacidad de amarlo? En serio, ¿qué hombre no saltaría directo a ese trato?

—De todos modos, no puedo acoplarme contigo—La voz de Wheesung se volvió severa. —Tengo demasiados enemigos. Es un riesgo que me niego a tomar.

—Entonces, ¿por qué sigues viniendo aquí? —Se secó las lágrimas en sus ojos. —¿Por qué me estás torturando, si no tenemos ninguna oportunidad de estar juntos?

Sintió su espalda fría, cuando Wheesung desapareció.

 

 

Continuara..

 

 


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