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Fugitivos II: ¿Una razón para vivir? por diidi1897

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Narra Emil

-Lo que mencionas… parece sacado de un cuento de ciencia ficción-dije, con sinceridad, después de escuchar cada palabra de Sean

-Para ti es y seguirá siendo ciencia ficción-Sean respondió mientras se levantaba del sofá para acercarse a la ventana.

Ambos nos encontrábamos en el consultorio que Iván me había asignado desde el primer día que llegué a Alemania. La idea inicial había sido realizar las terapias de Daniel en el consultorio o en otra zona del hospital, pero la última palabra siempre fue de Daniel y hasta la fecha, así era como continuábamos.

Cuando Sean y yo nos reuníamos para platicar algunos puntos importantes de las sesiones de Daniel, nos veíamos en el consultorio. Justo como en ese momento

-Uno que otro dato lo pongo en duda, pero a grandes rasgos, la información es verídica-elevó ambos hombros y continuó observando hacia el exterior

-¿Ya te aseguraste de ello?-

-Sí-

-¿Cómo?-pregunté con interés, pero Sean se mantuvo en silencio durante algunos segundos

-Tengo una fuente confiable-dijo mientras continuaba con su vistazo prolongado hacia el exterior.

Quise preguntar sobre esa “fuente confiable”, pero concluí que nunca iba a saber del tema porque la postura de Sean había cambiado, en cuestión de segundos, de abierta a cerrada. Sus brazos cruzados a la altura del pecho y sus hombros ligeramente tensos, no daban ninguna señal de querer continuar con ese tema.

Un día atrás, Sean me había contactado para decirme que debía platicar conmigo; nos tomó un par de segundos acordar la hora y la fecha. Y en cuanto Sean tomó asiento frente a mí, empezó a ponerme al tanto con la información que una mujer, que decía ser la madre de Daniel, le compartió a detalle.

La nueva información era abundante; prácticamente empezaba desde que se supo que Daniel venía al mundo y, gracias a ello, obtuve información importante para terminar de formular mis hipótesis y pasar al siguiente punto de la terapia.

El punto que más llamó mi atención, era la extraña reacción química que empezó a componerse en su cerebro desde los pocos meses de gestación. Esa reacción química tenía características similares a las de la migraña. Y la migraña, era uno de los problemas principales que Daniel sufrió durante su estancia en los dos laboratorios; el de William y el de Zúkhov. Lo mismo sucedió durante el tiempo que vivió en la fábrica.

En los últimos meses no había tenido un episodio, pero en sus antiguos expedientes sí se hacía mención de momentos en los que Daniel se quejaba por “dolores intensos y punzantes en un solo lado de su cabeza”.

La migraña empezaba a relacionarse directamente con una de mis hipótesis más recientes debido a que, sus síntomas tenían que ver con un fallo en la realidad de la persona que la padece. Ver luces destellantes o manchas de color, son síntomas de la migraña y ello va ligado a una transformación de la realidad como lo que sucede al sufrir el trastorno de amnesia disociativa. Y ese trastorno, Daniel lo empezó a desarrollar cuando no recordó el incidente con los niños del orfanato.

Y no solo era el acontecimiento del orfanato.

Mi hipótesis había nacido cuando me di cuenta de que Daniel parecía no recordar el tiempo que estuvo encerrado en el lugar donde lo torturaron. Eran recuerdos dolorosos. Y su cerebro se estaba encargando de proteger a Daniel, de cada uno de ellos, con el objetivo de que su realidad no se viera alterada.

Había pensado vagamente en la idea, pero ahora me quedaba claro que, la realidad de Daniel no era nuestra realidad.

Él estaba inmerso en una especie de burbuja que se había autoimpuesto.

Y la burbuja podría continuar intacta hasta el punto de valorar la idea de continuar viviendo sin aquellos recuerdos que dañan a Daniel, pero esos recuerdos eran los que no lo dejaban tener una vida de calidad. Tarde o temprano iban a pasar una factura más grande al comportamiento general de Daniel al igual que a su manera de pensar.

La burbuja era delicada. Demasiado.

Y en cualquier circunstancia de la vida, con cualquier movimiento brusco, la burbuja estallaría. Pero no hacia el exterior, sino hacia el interior de Daniel. Y eso lo lastimaría gravemente.

Realicé varias anotaciones en la información más relevante y continué revisando los documentos que Miriam le había entregado a Sean.

Cuando Sean volvió a tomar asiento frente a mí, procedí a explicarle la situación

-¿Has investigado sobre la migraña?-introduje el tema

-Sí-dijo

-¿Y has leído sobre el trastorno de memoria disociativa?-

-Un poco…-dudó-Solo del porqué se genera y sus tratamientos-asentí

-Supongo que también te informaste respecto al trastorno por estrés postraumático que Daniel sufre-elevé ambas cejas y esperé su respuesta

-Sí, también-asintió-He leído sobre todo lo que me has dicho que investigue-aclaró

-Entonces ahora tienes una idea más amplia de lo que sucede con Daniel-ambos hicimos contacto visual-Él no recuerda nada de lo que vivió durante esos 8 meses en los que estuvo encerrado. Y en las próximas sesiones vamos a trabajar en ello. Con la información que me acabas de compartir estoy más que seguro sobre su diagnóstico y sé el tipo de tratamiento que voy a implementar, pero necesito de tu apoyo para que el tratamiento no se nos salga de las manos-

-¿Qué debo hacer?-

-Cuidar a Daniel-fui claro. El rostro confundido de Sean hizo su aparición

-No lo he descuidado en ningún momento desde que Iván me lo dijo-se inclinó hacia el frente

-Sí. Lo sé-aclaré-Pero cuando te digo que lo cuides, me refiero a todas horas. Durante todo el día y todas las noches. Si sales, como en éstos momentos, tendrás que asegurarte de que alguien más se queda cuidándolo como tú lo haces-expliqué

-¿No quieres que lo deje solo?-buscó aclarar mi pedido. Asentí-Siempre le he dado su espacio…-

-Sean, escucha-lo interrumpí-Me parece excelente que siempre antepongas lo que Daniel quiere, pero debes comprender que a partir de la siguiente sesión que tenga con él, eso va a cambiar-relamí mis labios-Te lo explico. Por el tipo de personalidad que Daniel tiene y sumándole todas las experiencias negativas que ha tenido a lo largo de su vida, es propenso a sufrir depresión mayor. Por ahora se encuentra en el rango de la distimia, que es una variante más leve de la depresión. Pero una vez que empecemos a remover todos aquellos recuerdos que afectan a Daniel, su comportamiento va a alterarse y va a necesitar aún más que estés con él. Podría caer en depresión y entonces yo le diagnosticaría depresión doble. Si no manejamos correctamente la situación, la vida para Daniel, en todos los aspectos, va a ser complicada. Por ahora se encuentra motivado respecto a su tratamiento y a las sesiones; hemos conseguido avanzar en cuanto a su personalidad y entre él y yo se ha forjado un lazo importante de confianza para continuar con el tratamiento, pero Sean-lo encontré atento a mis palabras-Debes comprender que la depresión es una enfermedad y quien más va a sufrir en el proceso, será Daniel-aclaré-Te recomiendo que investigues todo lo que puedas sobre la depresión mayor y la distimia-me levanté del sofá y me acerqué al librero.

Revisé la escasa colección de libros que había traído conmigo desde Suiza y tomé el que me interesaba para después retornar a un lado de Sean

-Te recomiendo que leas éste-le entregué el libro y él empezó a hojearlo-Está dividido en los tipos de traumas más comunes junto a su respectivo tratamiento. Se incluyen consejos para mí como doctor y para los familiares-volví a tomar asiento en el sofá-Estaría excelente que Tomás y Lucy, que son los que más conviven con Daniel, también le den un vistazo a la información-

-De acuerdo. Gracias-continuó hojeando el libro

-El capítulo que también me interesa que leas es el 7-mencioné y esperé a que Sean llegara al capítulo indicado. Leyó el título en silencio y después volteó a verme

-¿Por ésta razón debo cuidar a Daniel?-asentí

-Daniel va a recordar lo que lo hizo sufrir y va a ser igual de doloroso que el momento en que lo vivió-la mirada de Sean retornó al libro-Mi objetivo es manejar por secciones cada uno de sus recuerdos para que la información no lo golpeé de imprevisto. En cada sesión se trabajará de poco en poco y las sesiones cambiarán a dos por semana. Le daré tiempo suficiente para que descanse y relacione lo que vaya descubriendo. No más, no menos-

-Bien, de acuerdo-Sean cerró el libro y exhaló-Estaré junto a él-aseguró-¿Hay algo más que quieras decirme?-

-Sí-dije

-¿De qué se trata?-

-Primero debo aclararte que una persona puede sufrir de diversos trastornos mentales y, por lo tanto, recibir una gran variedad de diagnósticos. Es extraño que se diagnostique un solo trastorno, pero es posible. En el caso de Daniel, lo he diagnosticado varias veces y en ninguna de ellas lo hemos tratado con medicamentos por la advertencia que existe en su expediente sobre no consumir ningún tipo de fármaco-relamí mis labios-Veo necesario comentarte que he estado platicando con Iván sobre la creación de un antidepresivo que pueda ser consumido por Daniel sin que llegue a provocarle algún tipo de reacción adversa que sea complicada-

-¿Daniel va a empezar a consumir antidepresivos?-

-Es para tener un refuerzo en caso de que las sesiones se compliquen-aseguré-Iván es el encargado principal en crear la fórmula y esperamos que esté lista en uno o dos meses. Te aseguro que vamos a monitorear los niveles sanguíneos de Daniel para evaluar la efectividad y ajustar su dosis-

-Entonces… ya tenían tiempo trabajando en ello-dijo

-Así es-asentí-Y te lo menciono ahora para que estés preparado con los efectos secundarios que suelen presentarse al tomar antidepresivos-

-¿Y de qué efectos secundarios estamos hablando?-

-Nerviosismo, mareos, boca seca, insomnio…-dije unos cuantos de todos los que había-Pero para ello la fórmula será modificada de acuerdo a las necesidades de Daniel. Evitaremos en la medida de lo posible que sufra de éstos efectos a niveles intolerables-

Sean sonrió de lado y recargó su espalda en el respaldo del sofá.

Su sonrisa, falsa, me aseguró que no estaba de acuerdo ante lo que le decía

-Aparte de que Daniel va a tener que lidiar con las sesiones ¿También tendrá que soportar los efectos secundarios del antidepresivo?-preguntó, incrédulo

El problema radicaba ahí.

Si Sean no aceptaba ser parte del tratamiento y se oponía a que Daniel consumiera los antidepresivos, iba a ser prácticamente imposible que alguien más se los administrara sin que Daniel terminara por desconfiar en esa persona

-Los antidepresivos serán un refuerzo en caso de que las sesiones se compliquen-repetí

-Sabes que va a tener que tomarlos-su mandíbula se tensó. No me sorprendí con su aclaración. Sean era astuto y ya estaba sacando sus propias conclusiones. Él sabía que venía una época más de sufrimiento para Daniel-No será necesario que los tome. Me encargaré de estar con él y de evitar que…-las palabras se le atoraron en la garganta

-Los pensamientos suicidas estarán presentes, Sean-advertí haciendo mención, en voz alta, de lo que él había leído en el título del capítulo 7: “Ideas suicidas en pacientes diagnosticados con depresión mayor”-Todo esto es para salvaguardar la vida de Daniel-Sean resopló y volvió a levantarse del sofá-Entiendo que quieras que esto termine cuanto antes, pero debemos apegarnos al tratamiento y ser conscientes de las consecuencias con las que estamos tratando-comprendía a Sean.

Lo comprendía.

Él, como todos los familiares con los que había tratado, siempre querían que sus seres queridos sufrieran lo menos posible, pero existían muchos riesgos y lo mejor, siempre, era tomar precauciones.

También, para muchos familiares era complicado ver la palabra “suicidio” junto al nombre de su ser querido. Era difícil digerirlo, pero se debía comprender, lo más pronto posible, que siempre existe una gran posibilidad de suceder…

-Daniel no podría pensar en quitarse la vida. Él… no-dijo, escéptico

-La desesperanza, junto a la búsqueda de alivio y libertad son temas tentadores y muy complicados de apaciguar-

-Daniel no tendría ni idea de cómo intentarlo…-exclamó

-Sean, ideas existen en todas partes. Incluso se presentan casos de suicidios infantiles-dije-Y es un número muy alarmante el de niños y niñas que deciden quitarse la vida. Daniel sabe lo que es vida y lo que es muerte, con ello es más que suficiente para crear sus propias estrategias-aseguré-Te propondría que hagamos uso de los antidepresivos naturales como consumir ciertos tipos de comida, realizar ejercicio físico, relacionarse con más personas y vivir más situaciones externas, pero si no hay avances en la terapia, va a ser muy complicado que Daniel quiera moverse más de 10 pasos. Debemos atacar el problema de raíz y enfrentarlo con terapia y medicación-

-¿Y si el antidepresivo perjudica aún más a Daniel?-

-Lo intentaremos-dije y Sean soltó una risa falsa

-Entonces ¿Por qué no mejor primero intentamos el uso de antidepresivos naturales?-se encargó de remarcar la palabra “intentamos” con un tono bastante irónico-Si después de intentar la terapia junto a los antidepresivos naturales, y no resulta, pasaremos a los medicamentos-propuso y comprendí su punto, pero no lo encontré viable.

Iba a ser complicado para Daniel el manejar los resultados de la terapia y estar motivado para comer lo suficiente, hacer ejercicio y mucho menos para convivir. Esa era mi hipótesis, pero para darle un poco de peso a la propuesta de Sean, terminé aceptando

-De acuerdo-dije-Pero si después de intentarlo a tu manera, no se nota la mejoría en Daniel a las dos semanas, procederemos a la medicación-

Como esperaba, Sean terminó por aceptar.

Y yo también lo aceptaba.

Lo intentaríamos de las dos maneras porque, de igual manera, esperaba que Daniel sufriera lo menos posible en todo el proceso que le esperaba.

Pero, en verdad, se trataba de un tema complicado. Si Daniel no había querido salir, en todo éste tiempo que llevaba recuperándose, nada nos aseguraba que iba a querer hacerlo cuando las sesiones se volvieran más complicadas.

No había duda. Sean era muy listo, pero la preocupación estaba cegándolo de temas bastante claros

-Después te daré más indicaciones-dije-Lee el libro e investiga en otras fuentes oficiales ¿De acuerdo?-asintió-Bien, si no tienes algo más que decir, eso sería todo. Nos vemos en 2 días-

Sean salió sin mencionar nada más.

No vi su rostro de molestia habitual, pero sí lo noté cansado de la situación.

Estaba agotado.

Y desesperado.

Era demoledor ver, día con día, a un familiar enfermo. Sean llevaba más de 1 año luchando contra ésta situación y admiraba su fortaleza mental, pero sabía que para todo existe un límite.

Suspiré.

Debíamos dar todo lo que estaba a nuestro alcance para mantener en equilibrio a Daniel, quien se encontraba tambaleando sobre la cuerda floja y con los ojos cubiertos. Primero, debíamos descubrir sus ojos y después, antes de que él se diera cuenta de que el vacío estaba justo debajo de él, Sean y yo debíamos animarlo a caminar hacia un extremo para que estuviera a salvo.

Si Daniel daba un vistazo hacia el vacío… tendríamos que evitarle la tentación de dejarse caer para terminar de una vez por todas con la incertidumbre y el dolor.

Teníamos que conseguirlo.

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Narra Sean

Salí del elevador y empecé a caminar hacia la salida del hospital. Una de mis manos la mantenía dentro del bolsillo de mi sudadera mientras que, con la otra, sostenía el libro que Emil me había entregado.

Tal vez, lo empezaría a leer una vez que Daniel se quedara dormido.

Las puertas automáticas se abrieron y el frío junto a la humedad del día, me recibieron en la intemperie. El cielo estaba gris y parecía que dentro de poco iba a empezar a llover.

Caminé a paso seguro rumbo al estacionamiento y cuando mi auto quedó a la vista, una ligera llovizna empezó a caer. Con el control quité los seguros y me subí a prisa. Tuve un escalofrío mientras me colocaba el cinturón de seguridad, así que decidí encender la calefacción.

Me quedé inmóvil durante unos segundos, observando la llovizna que se estrellaba contra el parabrisas y viendo, a la distancia, a las personas que buscaban resguardarse. Di un vistazo rápido al libro que reposaba en el asiento de copiloto y quise, por lo menos, revisar el índice. Pero extrañamente no tuve fuertes intenciones de hacerlo, así que emprendí el camino de regreso a casa.

A los pocos segundos, salí del estacionamiento y conduje lento por la carretera.  Tomé una desviación y continué hasta que un semáforo me detuvo.

Observé el color rojo y me reacomodé varias veces en el asiento.

Estaba exhausto. Incómodo.

Podía hacer muchas cosas, pero lo que más me interesaba resolver… simplemente no podía conseguirlo. Cada segundo, minuto o día, algo más salía y lo complicaba aún más. Normalmente, para deshacerme de un problema, primero me encargaba de obtener todo lo que me interesaba y después pasaba a deshacerme de la persona que lo generaba.

En el caso de Daniel, no podía ni siquiera pensar en sacarle algún provecho para después deshacerme de él.

¿Por qué demonios hacía todo al revés y sin ningún orden cuando se trataba de él?

¿Por qué?...

Escuché que el automóvil de atrás me tocaba la bocina y me di cuenta de que la luz del semáforo estaba en verde; no me había percatado de ese cambio como tampoco me había dado cuenta de que la lluvia había disminuido; pasó de llovizna a unas cuantas gotas gruesas.

Continué con el camino hasta que, a la distancia, vi la entrada a un supermercado. No tenía nada pendiente por comprar, pero como a último momento tuve una idea, que incluía a Daniel, giré violentamente el volante para entrar al supermercado antes de que lo pasara de largo.

El estacionamiento estaba casi vacío, pero tomé la decisión de estacionarme a una distancia prudente de la entrada. Apagué el motor y bajé del automóvil. Me coloqué el gorro de la sudadera y guardé mis manos en los bolsillos mientras me dirigía a la entrada.

El lugar estaba casi vacío, pero alcancé a ver uno que otro cliente a la distancia.

Caminé entre varios pasillos hasta que encontré el área de mi interés. Me pasé varios minutos leyendo y revisando las especificaciones de cada producto hasta que me decidí por uno. Pagué con tarjeta y cuando regresé al exterior, me encontré con una lluvia torrencial.

Vi mi auto a la distancia y me lamenté durante unos segundos por haber tomado la decisión de dejarlo tan lejos. No había tomado nada en consideración, ni el clima ni lo vacío que se encontraba el lugar.

Igual que el volantazo, se trató de una decisión muy apresurada.

Suspiré.

Revisé la hora en mi celular y me percaté de que aún contaba con 25 minutos para llegar a la hora que le había indicado a Lucy.

Aún tenía tiempo porque mi plática con Emil no se había extendido como imaginé. Creí que iba a atiborrarme con más preguntas, tal y como Lucy y Tomás habían hecho para enterarse de cada detalle sobre todo lo que Miriam me había platicado, pero Emil solo se enfocó en la información médica y no en la acción.

Ni siquiera me preguntó sobre Noé o sobre los minerales que se extraen del laboratorio, pese a que eran datos atrayentes. Aún más lo era el tema sobre los minerales que creaba ideas bastante atractivas.

Si esa información llegaba a los oídos de otros laboratorios… la situación podría volverse aún más interesante de lo que ya estaba

-Sí. Sería interesante…-murmuré.

Observé hacia el cielo y lo encontré totalmente nublado como en la mañana, pero con las nubes más grises.

Decidí esperar a que la lluvia menguara, pero eso no sucedió en los siguientes 5 minutos que me tomé de espera. Di varios vistazos alrededor y no vi a ninguna persona cerca; tampoco había personas en el interior de los automóviles que estaban estacionados, así que, empecé a trotar bajo la lluvia rumbo al auto.

No me mojé y tampoco mi reciente compra, porque hice uso de mis poderes para que las gotas de lluvia se desintegraran antes de que entraran en contacto conmigo. Y solo hasta que estuve en el interior del auto, dispersé mis poderes.

Coloqué la caja que había comprado sobre el asiento del copiloto y, estuve a nada de encender el motor, pero de la nada me dieron ganas de fumar

-Es en éste momento o hasta la madrugada, cuando Daniel duerma-dije mientras ya me encontraba abriendo la guantera para sacar mi cajetilla junto al encendedor. No iba a poder esperarme a la madrugada.

Tomé un cigarro y en cuestión de segundos, lo encendí.

Bajé un poco la ventana del automóvil para que el olor saliera y no se impregnara en mi ropa. Siempre tomaba mis precauciones haciendo uso de mis poderes para eliminar las partículas del olor que quedaban, pero prefería tomar más precauciones de las debidas.

Le di 3 caladas al cigarro y cuando estuve a punto de dar la cuarta, mi celular vibró en el interior del bolsillo de mi sudadera.

Lo revisé y me encontré con un mensaje de mi contacto habitual:

-¿Procedo?-

Recordé las indicaciones que le había dado la noche anterior y no dudé

-Sí-

Envié el mensaje y bloqueé la pantalla.

Le di otra calada bastante larga a mi cigarro.

No me arrepentía

-Se lo merece-dije y el humo del cigarro salió con fuerza por mi nariz.

En verdad se lo merecía.

Eso y más.

El cigarro me hartó al instante. Lo apagué en el cenicero del automóvil y volví a guardar la cajetilla junto al encendedor. Inserté la llave en el switch, pero mi mirada quedó enganchada en el libro que Emil me había entregado; se encontraba recargado en el asiento del copiloto, justo a un lado de la caja que había comprado.

Vaya contraste de situación.

Tomé el libro y lo abrí en la primera página para empezar a leer:

“Puede parecer que tus problemas no tienen solución y que el suicidio es la única forma de poner fin al dolor, pero existen algunas medidas que puedes tomar para mantenerte a salvo y volver a disfrutar de la vida”.

-Una frase común…-dije.

Cerré el libro y lo coloqué sobre el tablero.

Encendí el motor para reanudar mi camino.

Cuando me tocó otro semáforo en rojo, mi mirada regresó al libro. En su interior se encontraba la información que varios intelectuales se habían encargado de recopilar o de investigar para prevenir el suicidio.

Suicidio.

¿Daniel podría llegar a considerarlo?

¿Podría hacerlo?

El semáforo cambió a verde y pisé el acelerador.

Lo conocía. Conocía a Daniel.

Y sabía que él podría planteárselo si alguien lo incitaba a hacerlo.

Él tendría miedo al principio, pero después tomaría una decisión.

Sí.

Sí era capaz de hacerlo.

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-Como siempre, puntual-fue lo primero que escuché cuando cerré la puerta principal a mis espaldas. Lucy se acercó a mí con Ben dormido entre sus brazos-¿Y ese libro?-agradecí mentalmente el haber dejado en el auto lo que había comprado en el supermercado.

Si Lucy lo veía, iba a crearse un escándalo innecesario para exigir su contenido

-Emil me lo prestó-se lo entregué y ella revisó la portada en silencio-Dijo que tú y Tomás también deben leerlo-

-¿Es por Dany?-susurró y creí que lo hizo porque Daniel estaba en la sala, pero di un vistazo rápido y no lo encontré

-Sí. ¿En dónde está?-

-Se está bañando-dijo mientras daba vuelta al libro para continuar revisándolo

-¿Y Tomás?-

-Está en tu habitación-elevó su mirada hacia mí-Está atento por si algo se le ofrece a Dany-si…atento-¿Lo vas a leer primero?-agitó un poco el libro

-Sí, las sesiones de Daniel van a cambiar y debo estar informado-avancé unos cuantos pasos hacia la escalera mientras Lucy tomaba asiento en el sofá para empezar a leer la introducción que hace minutos yo había leído

-Dile a Tom que ya nos vamos. Hoy James va a llegar temprano y quiero pasar tiempo con él-dijo sin voltear a verme.

Subí de dos en dos las escaleras e ingresé a mi habitación. Lo primero que me encontré fue a Tomás acostado en medio de mi cama, revisando su celular.

A un lado de él reposaba el pijama limpio que Daniel se pondría cuando saliera de la ducha

-Lucy te está esperando-dije-Ya se van-mencioné como si no fuera gran cosa, pero en verdad, me alegraba saber que ya se iban

-Bien…-bufó y se levantó. Guardó su celular mientras se acercaba a la puerta del baño-¡Dany ya me voy, nos vemos el sábado!-me observó de reojo-¡Sean ya llegó!-anunció

-¡Sí!-Daniel respondió desde el interior y escuché que el agua se estrellaba contra el piso

-Nos vemos-Tomás se despidió y salió de mi habitación

-¿Daniel? ¿Necesitas algo?-pregunté cerca de la puerta para que me escuchara

-No, ya casi salgo-dijo

-Bien, voy a la cocina y estaré de regreso-no recibí respuesta y también salí de la habitación.

Justo cuando empecé a bajar las escaleras, Lucy y Tomás se acercaban a la puerta principal

-Nos vemos, Sean-Lucy se despidió

-Adiós-cuando llegué a la sala, ambos salieron por completo.

Me dirigí a la cocina y tomé un vaso con agua para hacer un poco de tiempo.

Solo hasta que estuve seguro de que tanto como Lucy y Tomás se encontraban lo suficientemente lejos de casa, salí de la cocina y me dirigí a la puerta que me llevaría a la cochera. El libro lo había bajado conmigo, pero lo que compré en el supermercado lo había dejado en la guantera para evitar miradas “curiosas” por parte de Lucy o de Tomás.

El regalo lo había comprado exclusivamente para Daniel y nadie más. Así que solo él iba a consumirlo, pero con Lucy y Tomás cerca, era casi imposible que Daniel no quisiera compartirles. Tampoco tenía por qué “esconderlo”, pero prefería evitarme todo el drama que Lucy y Tomás armarían.

Lo mejor, siempre, era cuando ellos dos no estaban cerca.

Con caja en mano, regresé a mi habitación.

Cuando ingresé, me encontré con Daniel quitándose los protectores para el baño que tenía colocados en ambas muñecas; gracias a ellos, los vendajes siempre quedaban intactos después de cada ducha

-Sean-dijo mi nombre mientras volteaba a verme y sonreía. Lo evalué de pies a cabeza. Ya tenía puesto el pantalón del pijama, pero su pecho se encontraba descubierto y su escaso cabello aún goteaba.

Se hallaba de pie, frente a mi cama. Y estando de perfil, su delgadez no pasaba desapercibida. Las costillas aún se le marcaban y su piel se veía reseca pese a que algunas gotas se deslizaban desde su cabello hasta desaparecer en el resorte del pijama

-¿Qué es eso?-con su dedo índice, señaló hacia la caja que continuaba entre mis manos

-Lo compré para ti-me acerqué sin dejar de ver su expresión facial ante mis palabras. Sus cejas denotaron intriga y su boca formó una “o”. Sonreí de lado-Son chocolates-Daniel recibió la caja con ambas manos y empezó a examinarla con mucho interés

-¿En verdad?-preguntó con una sonrisa que empezó a formarse en su rostro

-Sí-tomé asiento en el borde de la cama y su reacción ante el regalo me mantuvo en una expectativa emocionante.

Qué extraño.

Cuando tuve la idea solo pensé en querer regalarle algo que sabía le gustaba mucho, pero nunca me imaginé que ver su rostro de emoción se me hiciera tan atrayente y significativo. No cabía duda de que no se lo esperaba y de que el regalo le había encantado

-¿Qué es Godiva?-preguntó, extrañado

-Es la marca-respondí mientras me dejaba caer de espaldas sobre la cama, pero sin apartar mi mirada de él-Son de edición especial-

-¿Puedo comerme uno ahora?-dijo y al mismo tiempo tuvo un escalofrío bastante notable en todo su cuerpo

-Son todos tuyos-me enderecé-Pero primero, cúbrete-le entregué la parte superior de su pijama y Daniel me confió sus chocolates para terminar de vestirse, pero sin apartar su mirada de ellos-Ven, siéntate-él tomó asiento a mi lado casi de inmediato-Ábrela mientras te seco el cabello-tomé su toalla y, con cuidado, empecé a secarlo

-¿Por qué los compraste?-interrogó mientras deshacía el moño dorado que envolvía a la caja

-Porque te gustan ¿O no?-con discreción, olfateé su cabello. Ya era una costumbre mía pese a que sabía que Daniel utilizaba un jabón neutro que no contaba con ningún olor. Pero por increíble que pareciera, yo sí encontraba un olor característico. Era bastante suave y por eso me gustaba, aunque ni siquiera podía ponerle un nombre al olor que desprendía.

Solo… me gustaba

-Sí, gracias-lo vi sonreír y por fin apartó la tapa de la caja para dejar a la vista la variedad de chocolates-Oh, no había visto chocolates de color rosa…-también le di un vistazo a los chocolates y me encontré con los típicos colores en café oscuro, café claro y blancos, pero también había unos cuantos en color rosa y rojo

-Tal vez son los de la edición especial que te mencioné-

-Y también están éstos con nuez encima-murmuró-Y éstos con ¿Coco?-sonreí

-Pruébalos Daniel-verifiqué que su cabello estuviera seco y cuando quedé conforme, dejé la toalla a un lado para darle toda mi atención a un Daniel que continuaba haciendo comentarios sobre cada cosa curiosa que veía en los chocolates

-No puedo decidirme por uno-se lamentó-Solo voy a tener que comerme uno por hoy ¿no?-me observó de reojo

-Con dos que comas no pasará nada-los dedos de mi mano derecha se mezclaron con sus cabellos y me entretuve peinándolo mientras él tomaba una decisión

-Humm…-meditó y meditó.

Con otras personas, la indecisión me sacaría de mis casillas en un dos por tres, pero incluso escuchar esos murmullos pensativos por parte de Daniel, se me hacía una experiencia muy entretenida

-¿Y si yo muerdo la mitad de dos y tú la de otros dos y compartimos la mitad sobrante al otro?-volteó a verme sonriendo con sus dientes en su máximo esplendor

-Qué astuto…-dije-¿Pero por qué querría comerme solo la mitad de dos?-jugué un poco pese a que estaba entendiendo su plan y estaba más que dispuesto en aceptarlo

-Así podemos probar 4 diferentes, pero en realidad, solo serían dos-me reí

-¿De dónde sacas esas soluciones, Daniel?-elevó ambos hombros-Bien. Está bien-acepté-Haré lo que tú quieras-dejé en paz su cabello-Comeré la mitad de dos-

De inmediato, Daniel colocó la caja entre los dos

-Te recomiendo éste y éste-señaló dos chocolates

-¿No puedo elegirlos?-señalé hacia mi propio pecho y me hice el indignado

-Solo te recomendé esos dos, pero puedes elegir los que quieras-dijo, “como sin mucho interés”

-Bien, entonces elegiré éstos dos-señalé unos diferentes a los que él me había “recomendado”. El rostro de desacuerdo en Daniel, no se hizo esperar-¿No te parece?-me burlé

-Son los que tú quieras-elevó ambos hombros y noté el muy, pero muy pequeño puchero que hizo.

No soporté más y empecé a reírme

-No puedo contigo-me estiré solo un poco y le di un beso en la frente-Tomaré los que me “recomendaste”-anuncié y su rostro triunfante apareció en un santiamén.

Los dos empezamos a coordinarnos.

Primero le di media mordida a uno de color café claro que tenía la cubierta blanca; resultó ser chocolate blanco espolvoreado. Después, me encargué de darle la otra mitad a Daniel directamente en su boca.

Repetimos el mismo proceso con el resto de chocolates hasta que, cuando a Daniel le tocó entregarme la otra mitad de su chocolate, tuve una gran idea

-Cómete todo el chocolate-indiqué

-Pero la otra mitad es tuya-dijo, dudoso

-Y no voy a renunciar a ella-le advertí mientras cerraba la caja con el resto de chocolates y la colocaba a un lado, lejos de ambos, para evitar alguna posible desgracia-Cómetela-repetí y Daniel lo hizo. Masticó mi mitad y no me tomé mucho tiempo en pasar una de mis manos por su nuca y atraerlo hacia mí.

En menos de un segundo, mis ojos se cerraron en automático.

Nuestros labios hicieron contacto y Daniel jadeó ante la sorpresa.

Acuné su rostro con ambas manos y mientras halaba su labio inferior, colé mi lengua al interior y con un movimiento ágil, más una succión, le arrebaté lo que quedaba de mi trozo de chocolate.

Antes de que el chocolate se deshiciera por completo, me encargué de embarrarlo en sus labios. Después, me di a la tarea de limpiárselos haciendo uso único de mi lengua.

Sin soltar su rostro, terminé con el beso y ambos tomamos distancia, pero nuestras respiraciones continuaron encontrándose. Abrí mis ojos y después Daniel lo hizo. Nuestras miradas se encontraron hasta que él apartó la suya por culpa de su timidez.

Sonreí completamente embelesado.

Daniel relamió sus labios y esa simple acción de su parte me hizo volver a atraerlo hacia mí. Y en medio de esa acción, sentí un ligero temblor en mis manos al sostener su rostro.

Estaba nervioso.

Yo, estaba nervioso.

Besé una de sus mejillas y froté su nariz con la mía.

Durante unos segundos junté mi frente con la de él y continuamos sintiendo la respiración del otro.

Después, empecé a crear un camino de besos cortos por su rostro hasta que llegué a su oreja. Su cuerpo se contrajo por el simple roce de mis labios con esa zona tan sensible. No hice nada; solo me dediqué a respirar cerca de él para posteriormente regresar a la zona de sus patillas para continuar repartiendo pequeños besos por sus mejillas hasta que retorné a sus labios.

Mantuve un leve roce entre sus labios y los míos. Pero no más.

Daniel suspiró con nerviosismo y, por lo silenciosa que estaba la habitación, conseguí escuchar cuando pasaba saliva. Daniel también estaba nervioso

-¿Estás bien?-murmuré aun estando cerca de sus labios

-Sí…-respondió con un susurro y fue mi turno de pasar saliva

-¿Puedo continuar?-sentí que Daniel tomaba un poco de distancia y sus ojos, con lentitud, se abrieron.

Lo vi sonreír un poco y volvió a cerrar sus ojos al mismo tiempo en que se aproximaba.

Nuestros labios volvieron a encontrarse en un contacto que me hizo sentir calma.

Los besos de Daniel eran tímidos; podía sentir el temblor en sus labios cada que terminaba de apretarlos contra los míos. Y la ternura que sentí en cada beso fue abundante.

Abrió un poco su boca para apresar mis labios y después fue mi turno.

Poco a poco fui liberando su rostro para colocar mis brazos a su alrededor hasta que lo estreché contra mí.

Nuestros besos se volvieron más lentos y, como si compartiéramos una misma neurona, volvimos a quedar estrellando nuestros labios. Sin moverlos.

De nuevo sentí su respiración hasta que Daniel se deslizó un poco para recargar su frente en mi hombro. Lo abracé con un poco más de fuerza y escuché su suspiro de satisfacción.

No nos movimos y tampoco hablamos durante minutos. Minutos que se me hicieron como segundos. Y segundos que se me figuraron a la perfección, la gloria, el deleite. No tenía palabras para describir las sensaciones que continuaban evolucionando en todo mi cuerpo.

Era como estar escuchando mi orquesta favorita en vivo y en primera fila.

Como si estuviera viendo que una flor expandía sus pétalos.

Como si en el mundo no existiera la gravedad y ambos flotáramos uno junto al otro.

Apliqué un poco de presión y provoqué que ambos termináramos acostados sobre la cama. Mis zapatos aun tocaban el piso. Sentí el calor del cuerpo de Daniel y aumentó debido a que acomodó su cabeza sobre mi pecho. Con una mano froté su espalda y con la otra lo mantuve cerca de mí.

Sentí que frotaba su rostro contra mi pecho y me sobresalté al escuchar su estornudo. Y luego vino otro.

Daniel se enderezó

-Lo siento…-frotó su nariz-Tu sudadera huele extraño-continuó frotando su nariz mientras también me enderezaba. Olí un pedazo de mi sudadera y me encontré con el olor del humo del cigarro. Entonces recordé que había abierto la ventana, pero no había eliminado las pocas partículas que quedaron impregnadas en mi ropa.

Maldito cigarro

-Tengo que lavarla-murmuré y nuestras miradas se encontraron; pero fue mi turno de apartarla y levantarme de la cama-¿Vamos a cenar?-le ofrecí una mano y él la tomó.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! <3


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